Capítulo 18
Harold
«Astucia, deber y honor.»
No hay espacio para otra cosa en mi vida.
Como si no fuese suficiente tener que lidiar con que "el único deber de un Brown, es ser siempre un Brown"; hay otros mandatos que rigen mi existencia y que han deparado para mí un futuro, incluso siglos antes de mi nacimiento.
Hace un tiempo que he dejado de renegar por la estirpe a la que pertenezco.
Comprendí muy temprano en la vida, que no hay nada más deplorable que el rol del pobre hijo que lo único que hace es llorar por todos los rincones por su mala suerte. He aprendido que si algo te jode, debes enfocarte en cambiarlo y esa ha sido la motivación de mi vida.
Para comprender, aunque sea remotamente, lo que significa ser un Brown, es necesaria una pequeña clase de historia que intentaré compartir del modo más claro posible:
Los historiadores comprenden que en el siglo IX, la heptarquía anglosajona se componía de siete reinos. A este dato básico de manual para cualquier niño en edad escolar, se debe agregar información que nunca fue compartida al público en general.
Cada uno de esos reinos contaba con los mercenarios más despiadados, sanguinarios e inhumanos que la antigüedad haya visto, para así resguardar los intereses de sus reyes; esos asesinos eran formados con métodos de supervivencia y tortura hasta llegar a pertenecer a Los Siete, el temor de cualquier enemigo.
Su sola mención era capaz de hacer temblar a los desertores y renegados de la corona.
Siglos después, cuando los distintos reinos se unificaron en lo que se conoce como el Reino Unido, a modo de asegurar la paz, Los Siete desaparecieron sin dejar rastro.
Borrados de todo registro, no se supo nada de ellos hasta el siglo XX, cuando las fuerzas armadas con las que se contaba en Europa resultaron insuficientes para los propósitos de la Primera Guerra Mundial. Es en ese punto que se acude a ellos de nuevo.
Los historiadores exclusivos de Los Siete, creen que la élite de mercenarios jamás fue del todo revocada, sino que se ocultaron durante siglos, manteniendo una formación rigurosa y táctica con su descendencia para asegurar los asesinos más exprerimentados, crueles y astutos.
Los siglos y la pérdida de rastros, hizo que solo se pudiera localizar a un puñado de ellos, a quienes se le conocieron como Los Primeros, descendientes directos de aquellos que protegían a la heptarquía anglosajona. Estos fueron el haz bajo la manga que trabajó desde las sombras para el triunfo en las guerras mundiales.
Dándose cuenta del potencial de entrenar y continuar formando a Los Siete para su beneficio y garantía de poder, los países más influyentes del mundo apostaron por una Academia, que tradicionalmente tiene su sede central en Inglaterra.
Por la dificultad de encontrar a todas las familias que pertenecían a Los Primeros, en los últimos veinte años, la Academia se ha minado de jóvenes convictos a quienes se les ha visto potencial para entrenarlos y algunos cuántos pretenciosos herederos de la sangre de Los Primeros.
Para mi gran suerte, los registros recuperados están a mi favor al determinar que el linaje Brown corresponde a una de las familias que forman parte de estos.
Cuando perteneces a la estirpe, creces sabiendo que algo grande te depara.
A los cinco años comienzan los cuentos, como una maldita historieta para niños, que justifican los crímenes más atroces y el derramamiento de sangre a favor de personas que no quieren ensuciarse ni las manos ni la reputación, pero que buscan mantenerse asquerosamente ricos y poderosos.
Al cumplir los diecisiete, los aspirantes son enviados a la Academia, donde se les forma por siete años para servir con honor y devoción a las familias burguesas, políticos o militares de todo el mundo, cualquiera con el dinero y la desesperación suficiente para eliminar a quienes complican su miserable existencia o atentan contra sus objetivos.
En ese tiempo, los entrenamientos consisten en preparar física y mentalmente a los aspirantes para que sean auténticas armas humanas, hábiles estrategas y ágiles supervivientes.
La formación consiste en pérdidas, quebrantamientos y desafíos que pueden ir desde asesinar a tu mascota, quemar una prisión, secuestrar a una muchacha...hasta torturar a un ser querido. Muchas veces, la exigencia termina corrompiendo a los aspirantes que no tardan en abandonar, eso si no tienen la mala suerte de volverse locos o morir en alguna expedición o misión.
Los pocos que logran pasar satisfactoriamente por todas las etapas, son enviados a distintos países para cumplir con los fines de barrer del camino a quienes estorben a los poderosos.
Solo en ese momento se tiene el honor de formar parte de Los Siete mercenarios exclusivos de ese país y te vuelves tan asquerosamente rico como aquellos a quienes les lames los pies.
Te confieren un trabajo falso para camuflarse, se puede elegir entre: una tranquila vida en algún pueblo de mierda o, ser exitosos y reconocidos, actores, músicos, entre muchos otros, les sorprendería cuántas estrellas forman parte de Los Siete, al fin y al cabo, la mejor forma de pasar desapercibido es el ojo público.
Es común que al tener descendencia, puedas optar según tu conveniencia e intereses si tus hijos ingresarán o no a la Academia para formarse. Muchos deciden no enviarlos para entrenarlos en casa, -pues conocen los métodos atroces y despiadados que allí se estilan y prefieren evitarlos-.
Quienes ejercen como mercenarios sin haber asistido a la Academia, no formarán jamás parte de Los Siete, son conocidos como Desertores y si desean, pueden realizar misiones pequeñas en supervisión de un verdadero Siete, pero nunca cobrarán por ello ni tendrán el honor, fama y gloria de uno. Los Desertores son, para quienes asisten a la Academia, seres inferiores y de menor casta.
Para mis padres es un honor pertenecer a Los Siete de Estados Unidos, no fue ninguna sorpresa que mi entrenamiento empezara antes incluso de lo que cualquiera lo haría con un hijo.
Ellos me moldearon a su imagen y semejanza como si fueran unos dioses, todas sus habilidades, técnicas y astucia fueron entregadas a mí apenas cumplí los ocho años.
Fui enviado a distintos países durante mi infancia para que los mejores me enseñaran, incluso fui discípulo de cuatro de los descendientes de Los Primeros, es mucho más de lo que cualquiera podría decir.
Como el primogénito, he tenido más exigencias que Taylor, a mí me entrenaron temprano, mientras a él le permitieron vivir una infancia más larga antes de iniciar; yo fui puesto a prueba física y mentalmente antes de siquiera ir a la Academia, mientras él, a pesar de ya conocer la verdad, podía tener citas, ir a bailes y tener una vida social de adolescente.
Nunca se me pasó por la cabeza odiarlo por la diferencia monumental que existía entre nuestras vidas, sino que decidí proteger a mi hermano tanto como pudiera.
Fui a la Academia a los diecisiete y sacrifiqué todo para ser el mejor; con uno de nosotros encargándose de mantener a nuestros padres orgullosos, lo dejarían a él hacer un trabajo más liviano desde Reynolds, por su sangre de Los Primeros, no necesitaba de una formación tan exigente si no quería pertenecer a Los Siete, podía realizar misiones pequeñas sin necesidad de abandonar su vida tranquila y menos abatida.
Pero confié demasiado en que la ingenuidad de Taylor no nos traería problemas.
Él es joven, jamás ha tenido tantas responsabilidades como yo por lo cual se ha criado despreocupado, no es sorpresa que sin medir consecuencias no realizara un trabajo limpio y lo descubrieran.
Todo lo que sucedió no es más que mi responsabilidad, por ello, las consecuencias deben ser asumidas por mí.
En este punto, incluso Marina es mi responsabilidad y no la suya, lograr que ella comprenda el panorama es ahora mi obligación, y con su huida estaba dificultándome las cosas.
Estos malditos niños sin dudas terminarán con mi paciencia.
— Cambio de planes. — Le digo a Taylor al volver a casa, luego de mi encuentro con su amada ex noviecita. — Marina sabrá todo. Se lo diré cuanto antes. — Él, que había estado con la mirada ausente en su solitario juego de billar pareció volver a la realidad al oírme.
— ¿¡Qué!? Debes estar bromeando, ¡Me dijiste que no podía contarle más! Si alguien le dirá todo a Mar, seré yo. — Su mirada fulminante no tardó en aparecer.
Jodido crío, a veces pienso que mi hermano cree que todos bailamos alrededor de sus deseos.
— No te estoy consultando acerca de nada, te estoy avisando lo que haré. — Respondí en seco quitándome la chaqueta empapada por la lluvia torrencial de afuera.
— ¡No puedes hacerlo tú! Ella va a odiarme por no habérselo explicado antes, tengo que hacerlo yo. Más ahora que ha vuelto a confiar en mí. — Rodé los ojos ante su insistencia infantil.
— Esto no tiene nada que ver con su ridícula novela romántica, Taylor. Si te hace sentir mejor le diré que te tenía agarrado de las pelotas para que no hablaras ¿Vale? Ahora cállate y mantente lejos de ella. — Mi pequeño hermanito arrojó lejos el palo de billar con el que había estado jugando y se acercó a mí con ímpetu.
— Creo que tú deberías mantenerte lejos de ella, Harold. — Su cercanía "amenazante" me hizo sonreír de lado. Él en serio creía que podía intimidarme.
— A ver si entiendo. Nos metes en una mierda enorme, me llamas para pedir ayuda y cuando lo estoy haciendo ¿Tienes la valentía para cuestionarme? — Di un paso al frente haciéndolo retroceder cuando mi pecho tocó el suyo. — Deja ya de jugar, niño. — Con un gruñido de furia, el pequeño Ty dejó escapar un puñetazo hacia mi rostro, el cual, intercepté sin ningún problema. Sujeté su puño en mi mano derecha y con una maniobra lo volteé para hacerlo caer. — Creí que con el ojo morado de la otra vez era suficiente. Ya déjate de tonterías, solo entorpeces las cosas. — Él se paró de un salto, su cara roja de furia me hizo reír.
— Sólo entorpeces las cosas. — Imitó mi voz. —¿Sabes cuál es tu maldito problema, Harold? Siempre te has creído más que los demás. Eres la gran mierda solo por esos guantes ¿No? No cuentes conmigo para meter a Marina en esto. — Refunfuñó para luego salir de la habitación.
— ¡Deja ya de ser un crío! — Le grité. Ya a solas, miro los guantes que cubren mis manos, flexiono los dedos varias veces para sentirlos antes de quitarlos.
Llevar esos guantes era el más alto honor -y horror- al que podías llegar siendo un aspirante a Los Siete; significaba que habías hecho un sacrificio de alma sin dudarlo para servir a la estirpe y también que los altos líderes te tenían la suficiente confianza como para permitirte moverte con libertad sin estar de pupilo en las instalaciones de Londres.
Por mi parte, siempre lo vi como algo poético: ocultaban tus huellas dactilares, aquello que te hacía humano, porque usarlos no constituía otra cosa mas que, habías perdido toda tu humanidad al matar a un ser amado.
Por debajo de los guantes estaban las ya conocidas marcas: seis viejas y profundas cicatrices en el dorso de la mano, habían sido repasadas con tinta roja demostrando los seis años que llevo en la Academia. Una más y sería parte legítima de Los Siete.
Una más...solo una más.
Marina
Ha pasado una semana desde mi encuentro con Harold, desde entonces me mantengo lo más fuera del rango de alcance de cualquier Brown que puedo.
Ambos han intentado llegar a mí a través de llamadas y mensajes, los he bloqueado a los dos.
Voy a clases y escapo antes de que termine por si a alguno de ellos se les ocurre esperarme a la salida, me muevo solo en el auto con Luis a todos lados, me bajo en su cochera al llegar y me quedo con él y Noe fingiendo que todo está bien hasta altas horas de la madrugada, recién entonces, y solo si no me quedo dormida en su casa, voy a la mía escabulléndome por el patio trasero.
Resulta difícil esconderse de malditos psicópatas cuando son tus vecinos, pero creo que me llevo gran mérito por mi trabajo hasta ahora impecable.
— No es que no disfrute de tus visitas e invasión a mi habitación, pero ya me resulta un tanto extraño, ¿Está todo bien, pulga? — Me interrogó Luis acostándose a mi lado en su cama donde llevo unas horas haciendo mis deberes.
— Todo bien, sólo busco pasar tiempo lejos de casa. Sabes que mamá está loca. — Mentí a medias. Las cosas con mamá siguen horribles y es cierto, pero no tanto como lidiar con asesinos seriales.
— Por mí está bien, pero si hay algo más, sabes que puedes decirme. — Luis es mi amigo desde que tengo memoria, sé que sospecha de mi mentira. Pero no puedo decirlo, poner en palabras lo que me atormenta es hacer cargar a otros con lo que ni yo misma puedo lidiar.
— No es nada, sólo estrés por los exámenes. — Benditos exámenes que pueden ser usados como excusas.
— Es cierto, están a la vuelta de la esquina. — No lo veo conforme con mi respuesta, pero su celular vibra tomando toda su atención. — ¿Dormirás aquí hoy? Creo que Noe no volverá temprano y yo tengo un asunto pendiente, puedes esperarme de todos modos. — Lo miro con curiosidad, él ladea su móvil impidiéndole toda vista de con quién habla y teclea con velocidad.
— ¿ "Asunto pendiente"? ¿Y tú a quién te estás tirando? — Inquirí burlona viendo como mi amigo se levanta de la cama y revuelve su closet hasta encontrar otra camiseta.
— Secreto de Estado. Pero deberías empezar a tirarte a alguien pronto tú también. No seremos jóvenes y bellos por siempre. — Me río y le lanzo una almohada que impacta en él mientras se rocía un montón de colonia varonil, ¿Por qué el perfume de hombre siempre huele tan sexy?
— No te metas en mis asuntos, ni tampoco en mis pantys. — Me ruborizo de inmediato ante el posible doble sentido de mis palabras.
— No dirías eso si me tacharas de la lista de la friendzone. — Movió sus cejas coqueto y se acercó a mí para darme un beso en la mejilla. — No me esperes despierta. Si tienes hambre hay pizza en el refri. — Se despidió mi amigo.
— ¡Diviértete! — Le digo y vuelvo a mis deberes para no pensar en otra cosa.
Media hora de estudio después me siento hambrienta. Recuerdo lo último que Luis mencionó y me coloco una bata sobre el pijama para bajar por mi solitaria cena, los papás de mis amigos salieron a cenar así que estoy oficialmente sola.
Al bajar las escaleras, una corriente de aire frío me obliga a cerrar la bata sobre mi cuerpo, en un descuido alguien ha dejado la ventana abierta. La cierro al pasar y sigo mi camino por la oscura sala.
Al llegar a la cocina, busco la comida prometida por mi amigo, pero no hay rastros en el refrigerador. El muy tonto se la debe haber comido y se le olvidó.
Camino hasta el living y me dejo caer en el sofá, busco el número de la pizzería más cercana y espero a que tomen la llamada.
— Hola, quisiera ordenar una pizza individual de pepperoni. — Pido en cuanto el teléfono me da la señal de que han contestado.
— O podrías compartir conmigo esta deliciosa pizza que nos ha dejado tu psicoñoño amigo. — La voz a mis espaldas me deja helada, no quiero voltear, no puedo hacerlo.
Él está ahí y soy tan idiota que no lo noté antes.
— ¿Señorita? ¿Está ahí? ¿A dónde enviamos el pedido? — Llega la voz desde mi teléfono que cae al sofá cuando volteo.
Sentado cómodamente en la silla junto a la encimera está él, terminando una rebanada de pizza con despreocupación. Me pongo de pie y él sonríe sin moverse más que para tomar otra porción.
— No me dejarás cenar solo, ¿O sí, gatita? — Extiende en mi dirección la rebanada y me estremezco.
— ¡Sal de aquí o llamaré a la policía! — Empiezo a pensar cómo escapar, él está más cerca de todas los puntos de salida de la casa. Podría correr escaleras arriba, encerrarme en una habitación y llamar a la policía, era mi única opción.
— No me iré, tenemos una charla pendiente que no puede ser por otro medio ya que bloqueaste mis llamadas y mensajes. Nunca fui un buen escritor, así que enviar cursis cartas no es una opción. — Dejó la pizza en la caja y se puso de pie mientras hablaba.
Harold aprovecha mi momento de confusión para moverse con velocidad hasta donde estoy. Me sobresalto tarde, muy tarde, ya lo tengo frente a mí.
— Ahora vas a escuchar el resto de mi bonita historia. — Intento alejarlo de mí con una patada. Él suspende mi pierna en el aire y la jala hacia su costado lo que nos pone peligrosamente cerca. Sigo queriendo golpearlo y es mi brazo el siguiente en ser sujetado.
Hace un movimiento que me desestabiliza y me deja tirada en el sofá boca abajo con su rodilla sobre mi espalda.
— ¡Mátame de una maldita vez! No quiero que me confieses todos tus crímenes antes de hacerlo, eres despreciable lo hagas o no. — Su peso se afloja pero aún así no me deja ir.
— No voy a matarte, Marina. — La pronunciación de mi nombre me sorprende, él nunca me llama así.
— ¿Torturarme? ¿Desaparecerme? ¡Me da igual lo que hagas conmigo! Todo a mi alrededor es una gran mentira, todos a mi alrededor mienten, estoy cansada, harta. — Me deja ir y lo escucho sentarse a mi lado. Me recompongo en el sofá y lo miro, él me está observando con suspicacia.
— No maté a tu hermano. — Se deja caer sobre su espalda mirando hacia el televisor apagado de los Méndez. — Fue el pedido de tu padre, pero no lo hicimos. — Me dice con tranquilidad. Odio que nunca nada lo saque de sus casillas cuando yo siempre estoy aterrada y alterada a su alrededor.
— ¿Entonces quién lo hizo? — Pregunto con sorna, las imágenes de aquel día aparecen en mi mente: Matthew inerte y lleno de sangre. Presiono los ojos con fuerza para no derramar ni una lágrima más frente a Harold.
— Nadie, Matthew no está muerto. — Me río sarcásticamente ante su respuesta. — Si no hubieras salido corriendo... — Lo corto en seco levantando una mano, él me mira sorprendido por mi intromisión.
— Por favor. Yo misma lo vi, Harold. ¡Ahórrate la manipulación! Si esto es para que no te denuncie o lo que sea, puedes desaparecer. Nadie me creería y tengo la sensación de que tu familia tiene el poder suficiente para silenciarme. — Harold se recompone en su sitio y niega con la cabeza.
— Mi familia pertenece a algo grande que no creo que logres comprender sin tener otra de tus crisis. Así que dejaré eso para otro momento y pasaré directamente a lo importante: no matamos a Matthew. — Quiero reírme por su descaro. Sin fármacos en mí, sé muy bien lo que vi esa noche. — Lo que debes saber ahora es que cuando las misiones caen en mis manos, Taylor y yo hacemos todo para salvar a las personas. Las ayudamos a exiliarse a otro país, les damos nuevas identidades, trabajos, historias y mierdas creíbles para que estén lejos de quienes los quisieron hacer desaparecer. — Me dice.
— ¿Ahora se supone que debo creer que son los héroes? — Mufo. No hay forma de que me trague esa historia.
— Nunca uses esa palabra para referirte a mí, no lo soy. — Su tono de voz se intensifica. Él baja la mirada hacia sus manos, enfundadas como siempre en los guantes de cuero negro.
— No puedes venir con estas idioteces ahora, Harold. Yo vi a mi hermano muerto y vi al tuyo matar a una mujer en su sótano. — Le recuerdo fríamente.
— Era una cliente, pidió que desapareciéramos a su hermana, una joven que heredaría todo el dinero de sus padres. La misión fue entregada a mí por mis padres que estaban demasiado sobrecargados con lo suyo. Ayudamos a la heredera a escapar, pero ella desobedeció y volvió buscando venganza. Nuestra cliente la mató. — Relató. — Fue a casa a encontrar respuestas por el trabajo mal hecho. Yo no estaba en la ciudad, Taylor tuvo que hacerse cargo o nuestros padres descubrirían lo que llevamos años haciendo a sus espaldas. — Un escalofrío recorre mi espina dorsal.
Harold habla de asesinatos como quien te habla acerca del clima: no hay una emoción reflejada en su rostro.
— Te has inventado una gran novela. Me muero de ganas de oír tu mentira de cómo murió mi hermano entonces. — No le creo ni una sola palabra de la película que quiere que me trague. Él no se inmuta ante mi sarcasmo.
— La misión de Matthew fue otra de las que mis padres me encargaron, yo se la di a Taylor porque él insistió en tomarla. No entendía su interés porque mi hermano intenta estar fuera de todo lo máximo que puede, pero ahora que sé que era tu hermano, lo entiendo. Para mayor seguridad no nos decimos a dónde enviamos a todas las personas que ayudamos. No tengo idea de dónde está tu hermano, pero él está vivo. — Alguna Marina del pasado le hubiera creído, pero yo no. Permanezco inmóvil aún pensando en alguna forma de huir de allí. — Sé que no me crees Marina, pero tengo pruebas de todo lo que digo. Contratos de confidencialidad, cientos de pasaportes falsos, listas de personas a quienes podría llamar. Pero supongo que te bastará esto. Es lo que he podido recuperar. — Saca su móvil, lo desbloquea y me lo extiende.
Dudando un poco, lo tomo en mis manos. Es un video de una cámara de seguridad, reconozco el sitio de inmediato por las inconfundibles mesas del Diner Blue. La fecha indica que pertenece al 20 de agosto, días antes de la muerte de Matthew. La imagen muestra a dos jóvenes hablando, tardo un poco en identificar quienes son.
— ¿Ty y Matt? — Estoy confundida, ellos nunca fueron especialmente cercanos.
— Hay otros videos. Todos fueron eliminados de los registros para no comprometernos, me quedé con las copias. — Estoy absorta en las imágenes de un encuentro entre dos personas que jamás hubiera imaginado. —Cuando llegan las misiones de nuestros padres, informamos a las víctimas la situación. Entre exiliarse o ser asesinados la decisión es bastante fácil. Luego de eso, firman contratos de confidencialidad y planeamos su muerte falsa.— Mientras él habla yo veo a mi hermano discutir con Ty. Parece que mi ex novio le dice algo que le molesta, Matt se agarra de la cabeza y niega varias veces.
Otro video comienza, es del 30 de agosto nuevamente en el Diner, pero esta vez en el estacionamiento. Ty entrega a Matthew unos papeles, mi hermano le da un abrazo de agradecimiento, uno que definitivamente no le darías a alguien que está por asesinarte.
De repente me sorprendo por lo que veo, antes de desaparecer de la escena, Matt le entrega a Ty algo que identifico de inmediato.
— ¡Su playera de Spiderman! — La grabación termina cuando Ty recibe la prenda perfectamente doblada, de la cual distingo el color y la estampa. — Es la playera con la que lo encontré esa noche, ¿Cómo es posible que...?—Hago zoom a la imagen congelada del video, es sin dudas esa prenda. Aparto el celular de mi vista y Harold lo toma.
— El cuerpo desfigurado no era tu hermano, tenemos conexiones y acceso a la morgue. Ty debió tomarlo de allí. — A pesar de mi actitud reacia inicial, no puedo evitar sentir un profundo alivio, Matthew está vivo.
— Quiero verlo. — Pido.
— No puedes hacer eso, es arriesgado y muy estúpido. — Sus palabras me molestan, pero lo entiendo, si todo eso es verdad, sería un suicidio para mi hermano, los Brown y para mí.
Todavía estoy incrédula y dudosa, quiero aferrarme a esa mísera posibilidad de que Matthew está allá afuera en algún lugar. Nada cambia mi desprecio hacia los Brown y mis dudas hacia las intenciones de mis padres. No confío en nadie, ni siquiera en Harold y sus misterios, pero pretendo usar todo lo que esté a mi disposición para descubrir a cada persona en mi vida que miente.
Aunque para ello, tenga que convertirme también yo en una mentirosa.
_________________________________________
LIAAAAARSSS🧡🧡🧡🧡
Que emociónnnn!!!
Moría de ganas de publicar este cap.
Amo la historia de Los Siete😍 ¿qué les pareció?
Y los Brown que no son tan malos como pensábamos🤭
Aunque los guantes de Harold nos recuerdan que no son ángeles 🤔
Aún hay más, mucho más...
Habíamos abandonado a Luis, no se olviden de Luis, verán más de Luis 😏
Marina dice va a mentir 😳
Esto se pone bueno🤭
Vuelvo con sorpresitas pronto😏
Losamo
XOXO🧡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro