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019

Tzuyu: *la penetra*

Sana: ah~

Tzuyu: *la saca*

Sana: ah~

Tzuyu: *la penetra*

Sana: ah~

Tzuyu: *se viene*

Sana: *se viene*

Sana y Tzuyu: *beso*




















































¿Se imaginan que nada más hubiera sido eso?

JAJJAJA

[...]

-Tzuyu... Espera.

Las palabras de la japonesa se mezclan entre el mar de sus jadeos, causados por una boca traviesa jugando con la piel de su cuello a su antojo.

Besando, mordiendo, lamiendo, simplemente adueñándose de cada centímetro de su piel.

Con Tzuyu entre las piernas de una acostada Sana en una pequeña cama, perteneciente al cuarto de Tzuyu, otorgado por Jeongyeon cuando compró el terreno.

La azabache disfrutaba de que cada estocada que daba al centro de la japonesa, aún sobre la ropa, Sana toma lo pelinegros rizos ajenos atrayéndola más a su cuello.

Tzuyu se separa a duras penas observando la obra de arte agitada que era Sana, labios rojizos entre abiertos, cabello rubio despeinado, la ropa totalmente arrugada, Tzuyu siempre ha odiado cuando la gente no se plancha la ropa, así que mejor se la quitaría para no enfadarse.

Toma el dobladillo de la blusa con intenciones de levantarla, pero Sana baja los brazos apenada, cubriéndose el pecho.

-No tengas vergüenza. -Tzuyu le acaricia la mejilla, el primer y más tierno acto de afecto que ha tenido con ella. Eso es suficiente para bajar sus defensas.

Tímidamente Sana baja los brazos, Tzuyu le saca por completo la playera, yendo a atacar sus pechos rápidamente. Moldeándolos a su antojo, un pequeño gemido se le escapa de los labios a Sana, cuando aplasta ligeramente su seno izquierdo, sobre el sostén.

-¿Puedo sacarlo? -Pregunta Tzuyu mirándola fijamente a los ojos, Sana asiente.

El sostén negro sale volando sin dirección alguna, la azabache no le da tiempo a Sana de avergonzarse por su desnudes, cuando ataca sus pezones, cubriendo toda la extensión marrón con su boca, succionado como un recién nacido.

Tres gemidos consecutivos salen de la japonesa, seguidos de más cuándo su otro pecho es atendido por la experta mano de Tzuyu, que la pellizca sin compasión. No tiene problema alguno, su mayor secreto es el gusto por el trato rudo en la intimidad.

-Tzuyu, Tzuyu, ¡Tzuyu! —Gime cuándo en una estocada certera, Tzuyu golpea su erecto miembro directo en su centro.
Su ropa interior era un completo desastre húmedo, hasta su pantalón se encontraba ya mojado, no solo de su misma esencia, también del líquido preseminal de Tzuyu, que le generó una mancha grisácea en el pantalón a la azabache.

Separándose de su pecho, Tzuyu ahora remueve los pantalones de Sana junto su ropa interior, apoyada sobre sus talones, Tzuyu no puede creer lo que ve.

-Eres... Simplemente hermosa. - Murmura Tzuyu tocando la piel sensible de los muslos de Sana.

-Deja de mirarme así. —Sana cierra las piernas de golpe, ocultando su intimidad. - Me da vergüenza.

-No tienes por qué avergonzarte.- Delicadamente Tzuyu vuelve a abrirle las piernas acercándose más. - Si te miro demasiado, es porque me encanta lo que veo.

Sana desvía la mirada avergonzada, y vuelve a centrarse en Tzuyu, más específicamente en el bulto que sobresalía adolorido del pantalón.

-Tú también. -Dice la japonesa señalándola. No es justo que tú estés vestida aún.

Tzuyu sonríe de lado.

-A sus órdenes.

Ahora estando ambas desnudas, vuelven a unir sus labios, el beso es descuidado y sucio, fue Tzuyu quien se atrevió a meter su lengua en la boca contraria, siendo bien recibida para tener una intensa lucha, la que sorprendentemente Sana ganó.

Sana aventura sus manos por el fornido cuerpo de la azabache, cubierto por tatuajes, desde los brazos hasta su cuello. Sus manos son callosas por las arduas jornadas de trabajo, se sienten exquisitas por toda la piel de la japonesa, especialmente sobre su clítoris.

Tzuyu empieza a mover sus dedos sobre el botón de placer de la japonesa, en círculos, arriba a abajo, los gemidos de Sana son intensos, la atención en su clítoris, desenfrenados besos arruinando su cuello.

Tal conjunto de sensaciones culmina en un gran gemido opacado por la boca de Tzuyu sobre la suya, Sana tuvo su primer orgasmo.

Sana jadea entre cortada al Tzuyu romper el beso, sus ojos van al erguido miembro de la menor, rojizo bañado en líquido preseminal, tan delicioso. Sana trata de tomarlo, pero Tzuyu se lo impide tomando sus muñecas.

-Ahora no, humanamente no puedo esperar más, Sana... —Gruñe Tzuyu en su oído. Por favor, déjame entrar en ti...

Sana la toma de las mejillas desconcertando a la azabache, hasta que juntan sus labios dulcemente.

-Puedes hacerlo... Sin esperar más, Tzuyu toma la punta de su eje, situando la punta en la pequeña, pero ya bastante lubricada, entrada de la japonesa.

-¡Espera! -Grita Sana empujando a Tzuyu de los hombros.

-¿Qué ocurre?

-No tenemos condón...

Tzuyu gruñe desesperada saliendo de la cama, va junto un tocador frente la cama, buscando dentro de los cajones, hasta que encuentra varios condones. Una también ansiosa Sana la espera en la misma posición sobre la cama. Nada lenta Tzuyu vuelve colocándose el condón de una.

¿Por qué tiene condones? Piensa Sana pero fácilmente lo olvida al tener a Tzuyu encima suyo.

-Si te llega a doler, házmelo saber. -Pide Tzuyu besándola.

-Hazlo...

Tomando la punta de su pene, Tzuyu vuelve a situarlo en la entrada de Sana, entrando solo la mitad para evitar lastimarla. Sana gime de dolor, abrazándose del cuello de Tzuyu, para poder soportarlo.

-¿Estas bien?

Sana asiente.

-Solo... Termina de meterlo.

Acatando sus órdenes, Tzuyu se adentra por completo en una fuerte y certera estocada, Sana jadea adolorida.

Permanecen así por un rato, hasta que Sana empieza a mover sus caderas, indicándole a Tzuyu que puede moverse.

La primera embestida saca un fuerte gemido de ambas, seguido de más y más, las embestidas dejan de ser lentas convirtiéndose en desenfrenados golpes, las uñas de Sana se clavan en la fuerte espalda de la más alta, y el de por sí ya mallugado cuello de Sana, recibe nuevamente a la boca de la azabache.

Así el inicio de su orgasmo las golpea de pronto, gimen juntas celebrando su orgasmo, pero el gemido de Sana en nada se convirtió en un grito, no solo por el placer de venirse y sentir el líquido caliente de Tzuyu dentro suyo, sino por esa extraña chica entrando de repente en la habitación.

‐¿¡Wey estás bien!?

[...]




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