5
El joven repartidos de materiales de construcción junto a su jefe esperaban en el parque e Danville, no había nadie cerca.
—Oye, ¿Estas seguro de que la entrega es aquí? —Pregunta el joven.
—La hija de Flynn dijo que hoy necesitaba aquí la entrega, pero no la veo por ningún lado.
—Yo tampoco.
De pronto un portal azul se abre frente a ellos, de el salio la pequeña Marie.
—Hola chicos, ¿que están haciendo? —Pregunta Marie dulcemente.
—Esperandola señorita Flynn —El joven extiende la tabla con el formulario de entrega—¿Nos puede firmar de recibido?
—Claro que si —Marie empieza a firmar.
—Así que... ¿Un portal? —Pregunta el jefe.
—Si, algo asi, listo, ya esta —Marie entrega la tabla.
—Muy bien, ¿donde lo dejamos?
—Pongan todo aqui —señala donde esta parada—Enseguida vienen por el —Dicho esto atravesó el portal abandonando el lugar.
Posteriormente los repartidores procedieron a descargar su camión, bajaron 10 cajas pequeñas no mas grandes que un pastel, las terminaron de poner en el lugar indicado, una vez hecho el trabajo el joven cuestionó.
—¿Entonces las dejamos y nos retiramos?
—No, debemos esperar a que vuelvan por ellas, debes cuidar que no las roben.
—Pero ya firmaron de recibido.
—Que poco profesional eres.
Unos segundos después salió una ilera de niñas con marcas en sus mejillas, empezaron a transportar las cajas en forma de cadena, una se la la pasaba a la otra, una vez terminado, se despidieron de los repartidores, entraron al portal y este se cerró.
—Bueno —dijo el repartidor veterano—Aún hay trabajo, vámonos —E inmediatamente se subió al camión.
El joven lo siguió pero ya arriba la confrontó.
—No, no, no, no, me vas a decir que vas a dejar pasar esto así como nada, ¿No te pareció jodidamente extraño?.
—¡Ay cosita! Se nota que eres nuevo en esto, esta familia siempre a sido extraña, con decirte que el papá de la niña, cuando tuvo 10 años construyó un ornitotrasero mecánico para encuvar un huevo, ¿Entiendes? Pudo construir una encuvadora casera como cualquier niño normal, ¡Pero no! A don chingon le gusta darse a respetar. Llegó un punto donde ya no me cuestione lo que les entregaba.
—¿Porque seguimos entregándoles material para que construyan pendejadas?
—La respuesta está en tu cartera.
—¿Cómo?
—Tu quincena.
—Ah! Cierto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro