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9

Hola mis amores cómo están? Que tengan un hermoso día los amo. Ya me dicen luego que opinan de esta historia

Lo que Fiodor si quería, era consentirlo, quería que Eban se quedará a su lado, quería saber más de él. Quería olerlo, lamerlo y recorrer cada parte de su cuerpo para que soltara aquellos gemidos de placer que había aprendido a sacarle.  Le gustaba el cuerpo de Eban y en realidad a su polla no parecía importarle que su cabeza le gritara que era un hombre y que estaba mal. Su polla estaba bien con eso y Fiodor había llegado a un trato con ella. Eban estaba bien, no era gay por eso… solo… tenía una polla caprichosa y se había obsesionado con el chico. Fiodor había comprobado a otros hombres por la calle, incluso al marido de su hermano y al propio Eric, no lo ponían, incluso había vuelto a vigilar a Jones, no había hecho el efecto esta vez. Entonces no era gay, eso había pasado, solo había sido una fase. Lo de Eban significaba que…¿Estaba confundido?  Fiodor no quería pensarlo demasiado. 

—Estas distraído, canarito.—Fiodor alzó la vista a Eric. Tenía a uno de sus bebés en brazos e incluso así podía lucir intimidante.—no te gusta la barbacoa? 

Fiodor observó a su alrededor estaba en la fiesta de cumpleaños de su sobrino mayor, en realidad parecía un poco ridículo que obligaran a un adolescente a hacer toda la mierda de los bonetes y globos, pero Vania parecía imperturbable con el sombrero cónico sobre la cabeza mientras el extraño niño que parecía su sombra cortaba el pastel con entusiasmo a su lado.

—¿No es muy  mayor?

—Max insistió en la fiesta y Vania estuvo de acuerdo.—Eric observó alrededor a los invitados, lucía mucho como una fiesta para niños donde la mayoría eran adultos.—luego de las 7 Jess y yo nos iremos con los niños para dejarle la casa, montarán una fiesta con sus amigos del colegio. Oliver se encargará de echarles un ojo para que no prendan fuego la propiedad.

Si, eso sonaba más como algo que haría un adolescente.

—¿pastel?—Fiodor dió un brinco y miró a su costado, el chico Max lo observaba con una sonrisa dentada. ¿en qué momento se había acercado sin hacer ruido?  El adolescente era alto, y delgado, casi tanto como el propio Fiodor, pero usaba unas sudaderas ridículas con orejas de conejo que se veían tan… lindas, fiodor no pudo evitar preguntarse si a Eban no le gustarían. Lucía como el tipo de cosas que podría gustarle ¿Que tan raro sonaría si preguntara donde lo había comprado? 

Raro, muy raro, se dijo a si mismo. Maldición, cada pequeña cosa que veía quería llevársela a su cabaña para Eban ¿Que tan jodidamente normal era eso? 

—Es de crema.—El chico pasó uno de sus dedos por dicha crema para ilustrarlo antes de llevarselo a la boca. Sus ojos atentos a cada expresión de Fiodor como si pudiera leer exactamente en su cabeza lo perturbado que estaba y se alimentara de ello. Sus comisuras volvieron a alzarse,  había una emoción calculada en sus ojos, escondiendo un vacío depredador detrás. Era una sensación casi física, del tipo que experimentas cuando te encuentras delante del depredador. ¿Qué demonios pasaba con ese chico?

—Max.—La llamada en tono de advertencia de parte de Eric hizo que Max pestaña y pusiera una estudiada sonrisa inocente en su rostro.

—solo estaba advirtiendo que se derretiría.—Pestañeó dos veces hacia Eric intentando lucir inocente, pero el pelilargo no parecía propenso a caer en su treta.

—Compórtate. 

—No he hecho nada.—se quejó con un puchero para el cual Eric seguía imperturbable.—No es justo. 

Max suspiró melodramáticamente antes de dejar el pastel cerca de los adultos y volver con Vania. Fiodor observó de nuevo a Eric que seguía vigilándolo como si se tratara de su oficial de condicional asegurándose de que el chico no hiciera nada malo. Ese chico era tan raro, Fiodor no entendía por qué Vania se mantenía tan cerca de él. Su sobrino nunca le había parecido el niño más encantador, pero tampoco lucía como si fuera a sacar un cuchillo y clavartelo en el pecho en cualquier momento. 

—Le gusta incomodar a las personas—Le advirtió.—Nunca le demuestres que lo ha conseguido o se volverá peor que un perro sediento de sangre oliendo tu miedo. 

—¿por qué?—Preguntó Fiodor, por que tenía a un tipo tan raro a su alrededor era lo que quería preguntar. El pelilargo  pareció leerlo 

—Familia—Eric le lanzó una mirada significativa que lo hizo sentir desnudo. Eric era el maldito que incomodaba a las personas, el pequeño psicópata ni siquiera se comparaba con la fuerza de la mirada paternalista del pelilargo. -nos apoyamos, no importa qué, canarito, lo que sea que estés escondiendo, que no ponga en peligro a la familia.

—Eric, es hora de la foto!—Chilló su marido acercándose a donde estaban los niños cerca de la mesa de dulces había un segundo pastel allí, más grande que el Primero si eso era posible. Eric reacomodó a la niña en sus brazos antes de lanzarle una ultima mirada a Fiodor.

—yo que tú no comería eso.—señaló el pastel que Max había traído. —ven y sírvete tú mismo y asegúrate que Max no lo haya tocado antes. Puede ser un poco especial a la hora de encontrar diversión haciendo... "bromas" un poco extremas.—admitió  Eric distraídamente antes de alejarse hasta donde su familia lo esperaba.

Jesus, Fiodor se había criado prácticamente mitad con Eric y el sr. Volkov, mitad en la cárcel, ni los guardias de la presión de máxima seguridad, ni el severo hombre que había criado a Eric le habían parecido tan jodidos . La nueva familia de Eric, era una mierda espeluznante.

Fiodor dejó el plato con el pastel en una de las mesas al azar y entró a la cocina.  El sitio estaba vacío dado que la fiesta se estaba llevando a cabo en el patio junto a la piscina.  Abrió el refrigerador y buscó entre las cajas del catering sirviendo un poco de cada bocadillo en una de las cajas que estaban a medio vaciar para llevarsela a Eban. 

Fiodor revisó los contenidos de cada una hasta asegurarse de que había tomado un poco de todo. Se detuvo enfrente a una de las tortas ¿Que tanto podían echar en falta si se llevaba una? Había al menos 5 en la mesa y otras 7 en las heladeras. ¿Por qué demonios alguien necesitaba tantos pasteles? Fiodor no cuestionó, agarró uno y lo añadió a su pila de nuevas adquisiciones. Bien, se estaba yendo hacia su camioneta cuando notó los restos de cotillón ¿Y si le llevaba un poco? ¿Cuándo fue la última vez en la que Eban había estado en un cumpleaños? ¿Incluso en uno tan ridículo como este? Agarró una bolsa y metió todo lo que encontró a mano antes de pasarla por su muñeca mientras salía con su botín. 

De camino a casa no pudo evitar preguntarse qué tan ridículo se vería llegando con sobras de cumpleaños? ¿Cómo podía explicarle que había querido que estuviera con él en esa ridícula fiesta sin sonar como un…? lo que sea, se interrumpió cuando dió la última vuelta por el sendero que daba a la cabaña unos cuantos kilómetros bosque adentro y su estómago se sintió cálido, la presión se disipó y esa familiar sensación de estar en el sitio correcto le inundó el pecho. Definitivamente se había encariñado con  su cabaña en el último tiempo. Era lógico, había pasado más tiempo allí últimamente. Cuando apagó el motor, la puerta de la entrada principal se abrió dejando ver a un Eban envuelto en una manta correr a recibirlo. Fiodor podía apostar que había estado siendo un taco humano las últimas horas. El chico se había vuelto un amante acérrimo de su manta  nórdica trenzada. 

Sus pies descalzos chocaron con el pasto. Fiodor hizo una mueca, no le gustaba que corriera descalzo. No sería la primera vez que se clavara alguna astilla en los pies. 

Cuando bajó por fin de su camioneta, Eban ya estaba a su alrededor como un cachorro alegre que recibía a su amo. Joder, fiodor también se sentía estúpidamente alegre solo de verlo. Era tan malditamente...

—slat-kíi (dulce) —Susurró casi sin darse cuenta.  Los ojos de Eban volaron hasta Fiodor, había algo suave en la manera en la que había pronunciado aquella palabra que lo hizo sentir cálido.

—te extrañé oso polar—respondió y aún sujetando la manta sobre sus hombros se acercó a dejarle un beso en los labios.  

—¿Que es eso?

—cumpleaños.

—No es mi cumpleaños, aunque es lindo que lo intentes.

Fiodor negó.

—sobrino, mío. Cumpleaños yo, traje pastel y cosas…

—¿para mí? —los ojos de Eban se iluminaron con emoción y Fiodor no pudo evitar sentirse orgulloso de si mismo. Fiodor solo asintió y Eban se lanzó a sus brazos aplastandolo ligeramente contra la puerta de la camioneta—Eres un terrón de azúcar oso polar. 

Fiodor gruñó en desacuerdo pero no hizo nada por apartarlo. Él no era dulce. Pero Eban si que lo era. Sus labios como algodón de azúcar se estaban volviendo adictivos para el ruso. Metió sus manos por debajo de la manta y entonces lo notó helado.

—frio.

—No hace tanto frío.—negó Eban que extrañamente había comenzado a entender al ruso y su escaso uso del idioma.

—casa. 

—De acuerdo—Pero veamos que trajiste en esas  bolsas. Eban en serio parecía entusiasmado mientras Fiodor cargaba con el pastel y una de las bolsas. Faltaba poco para que diera saltitos alegres a su alrededor como los cachorros. Fiodor los arrastró a ambos hasta la cocina dejando el pastel sobre el mesón fue por un cuchillo para repartirlo, pero en cuanto se giró de nuevo para cumplir con su objetivamente descubrió a Eban hurgando en la bolsa del cotillón. Ya tenía puesto un collar de flores para ese momento y sus manos abrazaban unos postes de pinturas de colores como si fueran un pequeño tesoro. Fiodor no pudo evitar reírse cuando lo vio correr de camino al baño. Se veía tan entusiasmado que solo lo dejó apartando su curiosidad mientras servía dos porciones de pastel y jugo. Los dejó sobre la mesa y esperó a que Eban regresará. 

No tardó mucho lo primero que escuchó fue la música y luego apareció un Eban con labios y ojos maquillados haciendo un baile un poco torpe que a Fiodor le pareció encantador. Dejó que el show se desarrollará frente a él disfrutando de la visión mientras atacaba su porción de pastel. A Eban parecía gustarle que lo mirara, actuaba como una diva Drag-queen de bajo presupuesto, probablemente era un espectáculo ridículo, pero a fiodor no se lo parecía. En realidad todo lo que podía notar era la risa fácil de Eban cuando tropezaba antes de volver a intentar marcar un paso, sus giros exagerados y sus ojos risueños. Cuando la canción terminó Eban se acercó hasta donde estaba Fiodor aún vibraba de emoción, le robó el último bocado de su cuchara antes de dejarle un beso que marcó los labios de fiódor de rojo.  Con sus pulgares Eban lo desparramó pintando los labios del ruso de un rosa oscuro. 

Fiodor era tan hermoso que no pudo evitarlo. Eban quería resaltar lo hermoso que era, casi sin pensarlo sacó los maquillajes de su bolsillo e intentó acercarse a él. Apenas Fiodor entendió su intención lo sujetó por las muñecas apartándolo de su rostro.

—no.

Fiodor no tenía problemas con ver a Eban maquillarse. Él era el marica, los maricas hacían esas cosas, había visto a Eric usar delineador dorado algunas veces, cielos.  No estaba ajeno a qué ese era un comportamiento normal entre los raritos. Pero Fiodor no estaba haciendo eso. No era un Marica, ya había llegado a un acuerdo consigo mismo al respecto. Cómo ocurría a menudo últimamente Eban ignoró la amenaza en Fiodor y volvió al ataque.

—¡No!—Esta vez la advertencia fue seguida de una sacudida que hizo a Eban perder los maquillajes de su mano. Fiodor apretó su agarre lo suficiente para darse cuenta de que le estaba haciendo daño. Le dejaría marcas, pero hizo el efecto. Aún peor, Eban se soltó de su agarre apresurando una disculpa.

—lo siento. Gracias. Yo…—algo se removió en el estómago de Fiodor al ver la mirada de miedo en Eban mientras escapaba de la cocina como un ratoncito asustado. Mierda. Llevaba tiempo sin ver ese gesto asustado en su rostro.  Mierda, Fiodor no había pretendido asustar al chico.  Se debatió un momento consigo mismo, si seguía sediendole terreno Eban se daría cuenta de su debilidad. A Fiodor lo habían criado para no mostrarse débil, había pasado la mayor parte de su vida en un mundo donde mostrarse débil era declararse a si mismo como la perra de alguien. No podía solo ir corriendo tras él. Fiodor observó las pinturas de cotillón arrojadas al suelo recordando la alegre mirada en Eban cuando las vio como si fueran pequeños tesoros. Para fiodor solo eran pequeños botes de colores grotescos. 

Fiodor los recogió del suelo y salió en su búsqueda, después de revisar la casa casi al completo encontró al chico hecho un pequeño ovillo en el lavadero. Se había sentado junto al canasto de la ropa en el pequeño hueco que formaba entre la cesta de mimbre y la lavadora. Parecía intentar fingir que no existía algo que tuvo el pecho de Fiodor retorciéndose en ochos. Mierda. Fiodor se acercó con cuidado no queriendo asustarlo, hizo sonar su posada para no tomarlo por sorpresa. 

El rostro de Eban se alzó, parecía que había pasado sus manos por su rostro varias veces intentando limpiarse, lo que solo había conseguido hacer un borrón manchado que se mezclaba con el delineado negro derretido debajo de sus ojos. Lucía mucho como un payaso triste. Sus ojos enrojecidos le decían que había estado llorando. 

Eban se tensó en cuanto lo vio.

—No quise hacerte enojar, yo solo, lo siento, pensé que…—Fidor dió un paso más en su dirección y el pánico pareció abordarlo- no me hagas daño.-le pidió encogiéndose sobre sí mismo.

—slat-kíi—Susurró Fiodor acercándose se dejó caer como peso muerto a su lado. Odiaba verlo asustado. Odiaba mucho más, ser consciente de que había sido él quien lo causó. Eban que siempre había decidido confiar en él. Fiodor dejó los potecitos frente a Eban como ofrenda de paz. 

El pelinegro lo observó confundido y los recogió del suelo observandolos de nuevo con esa adoración que había visto la primera vez que los vio. Solo que ahora había una añoranza triste en sus ojos marrones. Una desesperanza triste que revolvió el estómago de Fiodor. 

—Era mi sueño. —confesó y casi inconscientemente se inclinó hacia fiodor buscando su calor. -me dejé llevar un poco, lo siento.

—cuentame.

—ni siquiera entiendes la mayor parte de lo que digo ¿Por qué quieres escucharme?—preguntó Eban dejándose arrastrar al regazo de Fiodor. No sé resistió, solo se acurrucó sobre el ruso buscando refugio entre sus brazos. Él era su carcelero si, a Eban a veces se le olvidaba y días como ese Fiodor se lo recordaba pero mientras el ruso no se pusiera violento con él Eban estaba bien con eso. 

—tu voz.—dijo escuetamente Fiodor antes de añadir un—me gusta

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