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Hola mis amores, siento que estuve un poco perdida esta semana, en fin, los amodoro, que lo disfruten, ya me dicen que les parece
Capitulo 8
Tener a Eban en su espacio resultó alarmantemente fácil. En especial desde que Eban había dejado de mostrarse tan asustado. En realidad no estaba seguro de que eso hubiera sido del todo bueno, Eban le sonreía e intentaba sacarle conversación todo el tiempo. Parecía jodidamente desesperado por agradarle.
Tan malditamente necesitado.
Fiodor había querido recordarle un par de veces que no era su novio, ni su amante de ningún tipo para que se portara así con él, pero cada vez que los castaños y esperanzados ojos de Eban se posaban en su persona con ese aire de cachorrito abatido, no podía. Simplemente no podía, Incluso comenzaba a acostumbrarse a su verborragia nerviosa. A veces hacía que a Fiodor le doliera la cabeza, en serio, Fiodor odiaba la manera en la que Eban jamás cerraba la boca por más de dos minutos. si no estaba intentando hablar con él, estaba cantando. Y no, no tenía una voz melodiosa como para sentarse a escucharlo.
Fue por eso que cuando llegó a casa y no sintió la ruidosa presencia de Eban sus alarmas se encendieron.
Fiodor volvió la vista para asegurarse de que la puerta había estado llaveada segundos antes de que entrara.
¿Dónde demonios estaba Eban?
Por un momento la idea de que hubiera escapado golpeó a Fiodor como un puñetazo de realidad en su estómago.
¿Cómo era que no había pensado en esa posibilidad antes?
Había sido bastante descuidado en el último tiempo con el chico. Se sintió furioso y estupido consigo mismo, quizás había sido demasiado blando y confiado. Con pasos apresurados comenzó a revisar la casa seguro de que no lo encontraría hasta que dio con él, tirado en el sofá, se lo veía decaído, casi como un amasijo reblandecido sobre el cuero del sofá. La rabia pronto se convirtió en preocupación.
—¿Qué?—Dijo antes de darse cuenta dejándose caer de rodillas al lado del sillón que ocupaba Eban para ponerse a su altura.
El pelinegro pestañeó enfocando sus ojos en Fiodor, estaban enrojecidos igual que su nariz como si hubiera estado llorando o tuviera un resfriado. La mano de Fiodor palpó sus mejillas, no estaban calientes, pero quizás...? ¿siquiera tenía un termómetro en su casa? La idea de que Eban de pronto se enfermara hizo que su estómago se revolviera.
La mano de Eban se posó sobre la suya.
—Estoy bien.—Eban forzó una sonrisa triste en sus labios para tranquilizarlo, pero el efecto fue todo lo contrario.
—¿qué?—volvió a repetir Fiodor con su intensa mirada en el pelinegro.—¿qué pasa?
—no es nada.
—¿qué?—Insistió y Eban que había llegado a comprender su limitado lenguaje se dio cuenta que no lo soltaría. Fiodor esperaría una respuesta que pudiera entender.
—Cuando estoy solo en la casa me aburro y pienso cosas, yo sólo...—Se limpió los ojos pestañeando un par de veces.—Lo siento, no quería asustarte.
Fiodor no dijo nada ese día. Sus labios se aplanaron en una línea, se levantó y se fue a su cuarto como si sus palabras lo hubieran ofendido personalmente, pero días después al volver de la ciudad trajo un par de películas para él, eso pareció subirle el animo al chico, por lo que no tardó en llevarle otras al dia siguiente, luego vino con libros claramente elegidos al azar (había desde una novela romántica a un manual de cocina) incluso le trajo discos para que pudiera poner en el equipo de sonido y un viejo ipod cargado de música.
Eban reconoció la vieja canción country que solía cantar cargada en la lista de música y lo abrazó contra su pecho sintiendo una extraña y cálida sensación al verlo. Fiodor había recordado una cosa tan trivial como esa, era estupido, Eban lo sabía, pero la sensación de mariposas en su estómago y su corazón acelerándose cuando Fiodor volvió de la cocina con un paquete de palomitas de microondas le dijo indiscutiblemente que estaba siendo lo suficientemente estupido para enamorarse de él.
Sí quizás lo estaba viendo con ojos demasiado azucarados en ese momento, porque en cuanto se sentó en el sillón su ceño se frunció en dirección a Eban.
—¿Qué?—Le gruñó tosco como siempre.
—Nada.—Mintió Eban y se apresuró a poner el blu-ray. Era una de acción, a Fiodor parecía gustarle las películas donde había muchas explosiones.
En realidad Eban dudaba que entendiera más de la mitad de lo que ocurría más allá de lo que podía deducir por las imágenes, quizás por eso le gustaban las películas con tramas básicas. Eban se acomodó a su costado, en realidad Fiodor había comenzado a hacerle más compañía en el último tiempo. No era que Eban se quejara, en lo absoluto. De hecho odiaba quedarse solo.
Apoyó su cabeza en el pecho de Fiodor, él hombre era firme como si estuviera hecho de cemento puro, músculos gruesos, no del tipo que se gana en un gimnasio a base de proteínas filtradas y sobrecarga de peso, no, era más bien del tipo que se gana con trabajo duro.
A Eban realmente le gustaba el cuerpo del hombre, en serio, era tan malditamente rudo y rustico, todo en él, sin embargo también era suave y cariñoso, pensó apoyando toda su espalda contra el frente de Fiodor, como había hecho otras noches anteriores, lo rodeo con el brazo y dejó que el bote de palomitas descansara en el abdomen de Eban. Era como se acomodaban para ver las películas que el platinado traía.
Como a la mitad de John wick sus manos se cruzaron el bote de palomitas y otra vez esa sensación electrizante recorrió sus dedos, Eban quería tomarle la mano, lo quería tanto... Maldita sea, Eban lo hizo, sí, imprudente, quizás, pero cuando Eban enlazó sus dedos con los del ruso, Fiodor no se inmutó, simplemente lo dejó y comenzó a comer con la otra.
Eban no pudo prestar atención al resto de la pelicula, aquello se sentía tan intimo, para alguien como Eban, que le mantuviera la mano sujeta durante una pelicula era un gesto mucho más personal que el sexo, vamos, lo habían follado cientos de hombres pero no recordaba ninguno que se hubiera mantenido toda una pelicula con el brazo acalambrado solo por mantener sus dedos entrelazados.
De alguna manera, eso lo puso muy nervioso. Ansioso, una parte de él quería que la película terminara pronto, la otra que no lo hiciera nunca, estaba tan jodidamente cómodo sintiendo el calor corporal de Fiodor.
¿Como un hombre tan aparentemente frío y feroz podía hacerlo sentir de aquella forma tan acogedora?
Cuando aparecieron los títulos Fiodor soltó un gruñido que le indicaba que debía moverse.
Eban no quería moverse. Fiodor se había tardado más tiempo del normal en volver a la cabaña, eso significaba que pasaba menos tiempo con él. no es como que si el hombre estuviera obligado a entretenerlo claro, pero Eban lo extrañaba. se había acostumbrado a su compañía.
El pelinegro se giró y antes de que fuera del todo consciente de lo que hacía sus labios lo traicionaron.
—te extrañé hoy.—Admitió. Sintió a Fiodor tensarse un momento antes de fruncir el ceño en confusión.
—Mi polla?—Preguntó y los ojos de Eban bajaron hasta la mencionada polla, podía verse el contorno semiduro en sus pantalones. Fiodor siempre estaba medioduro alrededor de Eban.
—Me gusta tu polla.—Admitió Eban con una ligera sonrisa antes de acunarla en su mano para demostrarlo. Fiodor soltó un gemido con sus ojos aun fijos en el rostro de Eban.—Pero me refería a ti, todo tu.
—¿todo yo?
Eban asintió con paciencia, Fiodor tendía a repetir como si aquello lo ayudara a entender.
—Me extrañas, todo yo.
—Sí.
—Por qué?
—No lo sé, porque eres bueno. Eres amable.
—Net, no lo soy.—Fiodor negó con su cabeza con efusividad, al punto que le recordó a los perros secandose. Era como si acabara de decirle algo malditamente ofensivo.
—Lo eres conmigo.—Eban se estiró a acunar el rostro de Fiodor y lo detuvo, sus ojos se encontraron.—Me gusta como eres conmigo. Te acuerdas cosas, te acordaste de johnny Cash.
—no.
—Si lo hiciste.—Insitió caprichosamente olvidandose de que el tipo al que estaba instigando era más fuerte y grande que él y con seguridad no podría defenderse si ponía violento.—lo pusiste en el ipod.
—callate.
—por qué?—Eban parecía apunto de llorar.
Porque no hacía cosas lindas por él, eso era tan... Marica, él no era su jodido amante para que lo extrañara y le dijera esas cosas.
Fiodor observó a Eban, aún estaba sentado en su regazo, podía admitir que había hecho un par de cosas confusas para el chico. La cosa con Eban se estaba volviendo demasiado raro. Enredó su mano en la coronilla y lo obligó a arrastrarse en el suelo, Eban soltó un alarido de sorpresa antes de caer de rodilla frente al sillón.
—chupame.—Le dijo empujando su rostro bruscamente hasta su bragueta, ese era su lugar, era para lo que servía, no debía hacerse otras ilusiones.
Fiodor tenía que poner al marica en su lugar, y lo intentó, maldita sea que sí, pero cuando vio la mirada angustiada de Eban llena de su polla no hizo nada por él. Eban era bueno chupándola, pero no había forma de que se pusiera duro con el chico llorando alrededor de él, maldición. Intentó no mirarlo, concentrarse solo en la succión, pero si era de alguna forma posible su cuerpo podía sentir las emociones de Eban y se revelaba a sentirse excitado. De hecho se sentía cada vez más flácido y frustrado consigo mismo.
Bajó la vista al chico entre sus rodillas, sus mejillas estaban rojas, su boca llena de polla, levantó su mano para limpiar sus lágrimas cuando vio a Fiodor observar y sorbió por su nariz. Suficiente. No podía, no entendía qué demonios le había hecho ese chico, pero solo verlo sufriendo hizo que su pecho doliera.
Fiodor lo alejó de su polla y tiró de su brazo para volver a subirlo al sillón con él. Eban ni siquiera intentó resistirse, como un cachorro hambriento de atención se acurrucó en su regazo abrazándose al ruso como si buscara consuelo en el mismo hombre que había causado sus lágrimas en primer lugar. Era un chico tan jodidamente estupido. Fidor no entendía por qué esperaba consuelo de él, era tan iluso, tan... Fiodor no sabía que pensar en ese momento.
—sí lo hice, poner las canciones para ti.—Admitió besando su oreja, su mejilla. Dios solo quería que dejara de llorar.—si lo hice.
—¿Por qué?—¿Porque lo había oído cantandolas con tanta alegría que le hubiera gustado embotellarla para conservarla para él? Fiodor no iba a decir mierda de esa. Eban se abrazó más fuerte a su cuello su voz estrangulada.—¿Por qué quieres ser malo conmigo cuando no lo eres?
Fiodor era malo, nunca había tenido más que putas, no estaba siendo malo con él, El simplemente lo era, lo raro era que fuera amable. No es que hubiera esperado alguna vez sentir algo por uno de los juguetes de Niko, solo eran descarga para su polla y menos por el Marica. Que Eban pusiera en evidencia su debilidad lo hacía sentir tan enojado y frustrado, por qué tenía que haberlo mencionado ¿Por qué? Fiodor había ignorado deliberadamente lo mucho que se había esforzado por hacer sonreir a Eban en el ultimo tiempo.
—Tengo qué.
—Por qué?
—Porque esto está mal.—Dijo Fiodor. Era enfermo, eso era tan malo. Eban hundió su nariz en el ángulo recio de la mandíbula de fiodor y lo acarició con ella.
—¿Te hago sentir mal?
sí, lo hacía sentir un enfermo desvíado. Un...
—No.—Admitió frotando su mejilla contra la de Eban, tenía un rastrojo y se sentía bien, tan bien. Se sentía tan bien cuando lo miraba con esos ojos brillantes, parte de Fiodor quería que nunca dejara de verlo de esa forma, la otra parte quería que nunca volviera a verlo como crío enamorado, todo lo que despertaba el chico era tan confuso. Fiodor estaba en guerra consigo mismo.
—Me siento bien contigo.—Fiodor pestañeó con sorpresa.—Cuando no quieres lastimarme.
No quiero, se dio cuenta Fiodor, lo que menos le atraía era la idea de lastimar al chico, jesus ¿Por que demonios le importaba? Fiodor no respondió pero lo mantuvo en sus brazos hasta que Eban se calmó por completo. Tenía un problema allí, uno grande, definitivamente el chico le había hecho algo, esto era... Joder.
Fiodor no quería saber lo que esto era.
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