Epilogo
Pasaron seis meses desde que vencieron a la Sra. Tenebrosa Desilusión. Todo iba normal, pero no todo. Las cosas cambiaron en el reino de Utopía, ya que las hadas decidieron salir de su palacio después de diez mil años de estar ausentes, la razón era que todo lo hacían las diminutas hadas.
Las hadas del arte, estaban listas para partir hacia el mundo humano para provocar la inspiración en ellos, prepararon sus polvos mágicos para esparcirlos por la tierra.
Ellas llegaron al pueblo, vieron la felicidad que había en el pueblo de Marianne, sin embargo, eran invisibles antes los ojos de los humanos una regla que han tenido desde hace miles de años. Aunque solamente los veía una persona y era Marianne.
Encontraron la casa de la niña, era enorme y de color azul. Tocaron la puerta con un delicado toque, después se escucharon pasos atrás de ella. Era Marianne que abrió la puerta, en su hombro tenía una pequeña lagartija llamada: Yoyo, que en su cabeza tenía una pequeña corona.
Aquella niña que venció a la obscuridad, visitó en varias ocasiones Utopía para conocer un poco más del reino y su cultura. Se dio cuenta que había más seres mágicos aparte de ellas.
Durante todo ese tiempo aprendió mucho y ayudó a más niños para que tuvieran su imaginación activa. Eso coadyuvo que se incrementara un diez por ciento la actividad de las hadas que manejaban las artes.
Juntas caminaron por el pueblo con disfraz de humanas; aprendieron la cultura de los humanos al mismo tiempo. Se acercaron al teatro donde comenzó todo. Cuando entraron vieron a la escritora que dirigía un ensayo de su nueva obra, levantó la mirada hacia Marianne y las hadas.
La escritora las había reconocido:
—¡Imaginación, Fantasía, Creatividad y Alegría! —exclamó dando un paso hacia adelante—. ¡Ese milagro que vuelven! —Se tapó la cara por la sorpresa—. ¡Ya están a salvo!
—Hola, es una larga historia que después te contaremos —expresó Imaginación con un gran porte.
—¿Ya terminó la obra? —inquirió Fantasía haciendo un puchero.
Las hermanas de ella se rieron por la cara de su hermana y la comenzaron a molestar burlándose, por lo tanto, todas rieron juntas.
La niña volteó a ver a la escritora como diciendo: ¿De dónde se conocen? Solo guardo silencio, sin embargo, le preguntó algo que la estuvo carcomiendo desde que llegaron, cuando vio el ensayo:
—¿Cómo se llamó la obra? —preguntó con curiosidad.
—Marianne y las hadas del Arte —respondió con una sonrisa.
A Marianne se le iluminó los ojos porque tenía su nombre, además se sentía alagada por el gran honor. A pesar que no sabía por qué la llamó así. Otra pregunta surgió en ese instante: ¿cómo supo que pelee con la Sra. Tenebrosa?, pero prefirió guardárselo para ella misma. Al cabo era su obra, era su momento y de nadie más.
—¡Qué bonito nombre!
—¡Vámonos que ya casi empieza la función! —pidió la escritora, y le tomó de la mano.
Salieron del escenario, pero antes las hadas comenzaron a bailar al compás de una melodía. Se iluminó el escenario para dar inicio a todo. Se tomaron de la mano para girar en círculo. Su baile era tan majestuosas, ligeras como un pétalo que vuela en el aíre. Seguían dando vueltas hasta que se levantó el telón y ellas desaparecieron para regresar a su tierra, su reino: Utopía.
Marianne les dijo adiós con la mano con una sonrisa. Ella sabía perfectamente que su tiempo terminó. Además, sabe que regresarán pronto y ella allá también.
Se sentó para admirar su obra, y reflexionó:
«La maldad jamás volverá mientras que existan las hadas del Arte, todo estará bien. Por lo pronto, la paz seguirá siempre: "la melodía de la luz vencerá el vacío de la obscuridad", y ella fue la luz que la derrotó».
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