Capítulo seis: La despedida
La paz había regresado al reino de Utopía, todo se terminó con el fin del reinado de terror de la Sra. Tenebrosa: Desilusión. Los esbirros regresaron al castillo de la obscuridad en Kelpie, por la derrota de su ama, pero ahora era definitivo, ya que se hizo un pacto en el cual narraba así:
«El sello permanecerá sí los humanos prometen a ser unas personas felices, leer mucho y, por último, practicar las diferentes disciplinas del arte".
A pesar de todo, se llevó a una nueva cárcel que estaba en el centro de la tierra donde desde ahora será su prisión. Pero la seguridad aumentó, ya que a su alrededor había una esfera de luz que neutraliza sus poderes, y así la mantendrá dormida para siempre.
Mientras tanto, en Utopía: todas las hadas recuperaron sus poderes mágicos que las caracterizaban a cada una, también las reinas habían recuperado el control de su reino.
Se levantaron de un brinco para mirarse entre ellas, y volaron hacia la niña para auxiliarla, pero no tenía nada. Ella estaba bien ni una herida, nada. Se alejó un momento al sentir esa sensación tan cálida que era muy contraría a la bruja.
Recordó ese momento cuando Desilusión la lanzó hacia otro lado, pero antes de todo, sin embargo, terminó su trabajo con su nariz, se terminó el terror de la noche.
Ya regresaron al castillo. Las hadas reinas se sentaron en su trono, después ordenaron que sus súbditas fueran al mundo de los humanos para que todo volviera a la normalidad, se esparcieron por el mundo para esparcir sus polvos mágicos. Al hacer eso, provocaron que la inspiración regresara en cada persona.
—¿Todo volverá a la normalidad? —preguntó Marianne.
—Sí, gracias a ti, Marianne —contestó imaginación sentada en su trono.
—Gracias, pequeña —agradeció Fantasía, sentada a un lado de imaginación—. Sin ti no podríamos haberlo logrado.
—De nada.
Las súbditas y las reinas aplaudieron a Marianne con tanta energía porque estaban de nuevo a salvo. Las soberanas se levantaron del trono para hacerles una reverencia y le dieron un título de nobleza: La doncella de la luz. La chica se sonrojó tanto que parecía un jitomate. Ella nunca había tenido un nombramiento, el único que tuvo fue en la escuela por sus buenas calificaciones.
—Sera que vuelvas a tu mundo, Marianne —comentó creatividad, luego miró a Alegría que iba a decir algo, y añadió—: Tiene que volver, hermana.
—No se puede quedar —suplicó haciendo ojos de borrego antes de morir—. Es que le prometí que la llevaría a conocer más el reino.
Las hermanas mayores, se miraron entre sí. Luego miraron a Alegría que tenía los ojos cristalinos, e Imaginación habló:
—No puede quedarse, lo siento. Si permanece en nuestro mundo... morirá.
—¿Qué! —exclamaron Marianne y Alegría.
Las hadas se rieron por la expresión que tenían las dos. La sangre se les había ido hacia los pies y estaban pálidas.
—Estoy bromeando, puede venir las veces que quiera —explicó Imaginación—; pero hay una condición —su rostro se pone serio—. Tienes que prometer que ayudarás al mundo leyendo libros, practicando el arte y lo más importante: sonreír.
Relajaron la cara y suspiraron de alivio. Alegría se sorprendió por la broma que su hermana mayor había dicho, ya que ella es tan correcta que nunca jugaba. Ella pensó que estaba tan tensa por la profecía que escucharon del regreso de la Sra. Tenebrosa que era nombrada por los que le temían, pero ellas no, y la llamaban por su nombre: Desilusión.
Ahora todo volvió a la normalidad a la llegada de Marianne, y la bruja desapareció de nuevo. Y regresó la paz de nuevo a Utopía.
—Lo haré, lo prometo.
—¡Bienvenida al reino de Utopía, Marianne.
Unas horas antes de marcharse. Las súbditas que tenían a su cargo una disciplina le mostraron a Marianne su poder de motivación que usaban en los humanos.
Por ejemplo: las hadas del baile, danzaron al son de la música que era hecha por las hadas de los instrumentos musicales; las de canto con su bella voz cautivaron a Marianne, y se dio cuenta que si sabían hacer bien su trabajo.
Después, recordó la razón porque su familia tocaba bien los instrumentos, danzaban y cantaban; pues ellas eran los que los motivaron para crear el arte.
—Hay más hadas: las escritoras, las de poesía, escultura, dibujo, etcétera —explicó Alegría.
—¡En serio! —gritó Marianne con una gran sonrisa.
—Sí —asintió el hada tomándola de la mano—. Créeme somos un gran reino.
—Puedo preguntar algo —dijo Marianne levantando una ceja. El hada dio un leve cabeceo, entonces la niña expiro aire, y le lanzó su pregunta—: Ustedes, ¿de qué disciplina son?
El hada sonrío con ternura. Ya esperaba ese tipo de pregunta le soltó la mano para alejarse de ella un poco para meditar su respuesta, y contestó:
—Somos todas, Marianne. Sin nosotras no podrían existir. Lo sé, olvidé mencionártelo, lo siento —añadió con calma.
Marianne se despide de las hadas con un adiós con la mano. Ella no se quería ir pronto del reino y mucho menos separarse de sus amigas, pero debía hacerlo. Su tiempo se había terminado, pero volverá. La verdad, no tenía ganas de marcharse, ella quería quedarse en este mundo, sin embargo, lo pensó muy bien porque no podía vivir sin su familia.
Recordó todos los momentos que habían pasado en el reino de Utopía: primero, conoció a Alegría; segundo, a las hadas de la danza; tercero, la Sra. Tenebrosa invocando a sus vasallos; cuarto, la caída del árbol; y por último, la frustración, el miedo y la tristeza que le provocó al fallar en su misión.
Todo estaba en paz. Aunque lo más profundo no quería cruzar la cascada que dividía el mundo mágico, regresó la mirada hacia atrás para ver el castillo de Kelpie, por un momento pensó que había fallado, pero no. Ella tuvo la fuerza necesaria para ayudar al castillo de Utopía.
—Es tiempo de cruzar, Marianne —dijo Alegría interrumpiendo sus pensamientos, y añadió—: No te preocupes, volverás.
Marianne sonrió con una sonrisa de oreja a oreja. Se secó una lágrima que comenzó a recorrer en su mejilla, y murmuró:
—Lo sé.
—Espero que te haya gustado mi mundo —comentó Alegría agarrando su mano—. No es un adiós es un hasta pronto.
—Saben, ojala vayan a visitarme —insinuó Marianne con timidez—. Te daré mi dirección, aunque es pequeño el pueblo...
—Gracias, iré pronto —tomó el papel que le dio Marianne.
Marianne cruzó la cascada que dividía los dos mundos y volvió con los humanos. Todo volvió a la normalidad ya que las personas de nuevo sonreían, todo tenía color y practicaban una disciplina del arte. Entró al teatro con todas sus fuerzas para ver que la obra de teatro que vino a ver desde un principio estaba ahora en función. Se sentía cansada por la batalla que tuvo, pero se quedó a disfrutar sin problemas.
Mientras miró la obra de teatro, recordó aquella frase que le dijo su amiga alada, al principio no le entendía muy bien, pero después le halló sentido en su mente.
«La melodía de la luz vencerá el vacío de la obscuridad».
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