Capítulo cuatro: El escape
Las hadas secuestradas cayeron exhaustas de tanto caminar entre los árboles llenos de piedras que cada momento las hacía caer. La bruja malvada se burló de ellas con una sonora carcajada. La fría voz se hizo presente cuando las miró de manera macabra. Ellas le regresaron la mirada con rencor por tal burla. Ya era demasiado, además, cruel para ser verdad. En su vida habían caminado tanto. A pesar que tenían varios raspones por las caídas, seguían de pie con su dignidad, no iban a ceder ante Desilusión.
—¿Ya se cansaron, señoritas? —Les preguntó a las tres con burla.
—Yo también estoy cansado —habló el esbirro, se estiró para relajar los músculos—. Vamos, señora. No nos caerá mal un pequeño descanso —propuso el soldado.
La Sra. Tenebrosa, meditó la propuesta de su soldado. A pesar de todo tenía razón, un pequeño descanso no les harían mal. Además, ya habían caminado mucho.
—¡Esta bien! —aceptó la bruja, se recargó en un árbol—. Pero lo vamos hacer porque yo digo. Vigílalas, bien. Estas resbalosas, ineptas y mulas. Tal vez intenten escapar.
—¡Sí, mi señora! —gritó, e hizo un saludo militar hacía su ama—. ¡Que tenga dulces sueños!
A las hadas las ató de los pies en un árbol cercano. Liberó sus muñecas un poco, pero aún seguían atadas con las mismas formando cadenas. Se recargó y se acomodó en el otro tronco. Él se quitó el casco para mostrar una gran calva, y se quedó profundamente dormido. Verificaron que este dormido y comenzaron a charlar entre ellas:
—Se durmió —susurró Imaginación—. Este es el plan...
—Espero que no duela —bisbiseó Creatividad.
—Claro que no va doler —reclamó la hada mayor frunciendo el entrecejo—. ¿Acaso he fallado?
—No. Solo fantasía en todos sus planes; por ejemplo: robar las galletas —se río. La mencionada la vio con odio—. ¡Hay estoy bromeando!
Mientras tanto, Alegría terminó de explicarle todo el plan a Marianne. Ella se limitó a asentir porque no tenía palabras para responder. Los nervios la invadían, ya que ella era la luz que derrotaría la obscuridad. Los pensamientos la invadieron con rapidez, la hizo dudar de algo sobre ella misma: ¿sería capaz de ayudarlas? ¿No se equivocaron de chica? La duda con amargura y tristeza, la dominaron.
—¿Estas lista? —Alzó la vista. Alegría notó la preocupación, duda y confusión—. ¿Sucede algo?
Marianne negó con la cabeza sin verla.
El hada solo la observaba con atención, entonces comprendió que estaba dudando de su misión. No quiso interrogarla ni decirle nada. Lo tenía que descubrir por sí misma como la conoció, así agarrará confianza. Hay dos cosas; la primera, al caer las hadas todos los humanos perderá todo; y segunda, salvarlas a todas para que vuelva el equilibrio.
Las hadas terminaron de hacer su plan de escape. Decidieron llevarlo a cabo, una de ellas fingió que está peleado con una de sus hermanas y viceversa, es decir, se iba a golpear e insultar.
—¡Todo es tu culpa! —Le dio una cachetada Fantasía a Creatividad—. ¡Si no fuera porque dejaste la puerta abierta...!
—¡No! —Le regresó el golpe con el puño cerrado—. ¡Fue tuya por no decirme que tengo que cerrar la puerta!
Imaginación les da a las dos hermanas unas cachetadas. Para tranquilizarlas, y les reprendió:
—¡La culpa son de las dos! —Les jaló el pelo a sus hermanas—. ¡No voy a tolerar esto! Yo soy el gobernante de Utopía y exijo orden.
Fantasía y creatividad se tomaron de la mejilla para sobarse; pero solamente fingían, aun así tenían que verse reales para no levantar sospechas. El esbirro se levantó para detenerlas y separarlas, sin embargo, lo pensó mejor dejó que se maltrataran. Las tres hadas se golpeaban y se mordían. Al malvado sirviente de Desilusión prefirió al fin separarlas porque a su señora la iban a despertar, después pasaría algo bastante malo: los matarían a los cuatro.
—¡A ver, ya es suficiente! —gruñó el esbirro con enojo, pero lo ignoraron, y añadió—: ¡Obedezcan!
—¡Usted no se meta! —bramaron los seres mágicos viéndolo de manera amenazante.
A unos metros, Alegría y Marianne veían la escena con la boca abierta. La niña jamás había visto una pelea entre hadas, siempre se imaginó lanzándose besos y abrazos. La realidad es que no era como lo había pensado.
Volteo a ver a su amiga, y le comentó:
—Alegría, tus hermanas se están peleando.
—La obscuridad ya les debe haber afectado el cerebro —dijo entrecerrando los ojos—. Nunca habían peleado. Bueno, en ocasiones se peleaban por cosas sin insignificancia, pero jamás hemos llegado a la violencia —explicó negando con la cabeza.
—¡Tenemos que hacer algo, se lastimarán! —habló Marianne con preocupación.
—Tienes, razón —aprobó el hada—. ¡Vamos!
Las chicas caminaron hacia las hadas peleadoras, se ocultaron detrás de un arbusto cercas de ahí. En cambio, las hadas se miraron entre ellas de manera enojada, llenas de moretes, gritaron como si fueran a una batalla y se volvieron a golpear entre ellas. Lo único que lograba el soldado separarlas ya estaban de nuevo una contra la otra.
El soldado jaló de nuevo la soga, y sintieron el agarré de la cuerda, se detuvieron en un instante para jalarlo hacia ellas; propinarle un puñetazo en el estómago sacándole el aliento. Entonces, ellas estaban libres para desatarse y hacer la tarea de amarrarlo con la misma. Ya lo inmovilizaron, además le pusieron una rama como mordaza para que no pudiera pedir auxilio.
—Lo siento, pero me desagrada tu aliento —dijo imaginación con burla—. Espero que te diviertas con tu nuevo juguete. —Luego, se dirigió a sus hermanas—. Ahora... alejémonos de aquí.
—Sí, hermana —contestaron Fantasía y Creatividad al unísono.
—Por cierto, lo siento por los moretes. —Se disculpó el hada mayor—. Bueno, ¡en marcha!
El soldado de la bruja hacía gemidos de protesta, para llamar la atención de su señora, e intentó despertarla, pero su ama dormía con profundidad con una sonrisa.
Caminaron alejándose poco a poco en silencio. No obstante, comprobaron que ella tenía el sueño pesado para no escuchar el ruido de las hojas romperse en sus pies. El corazón les latía de manera acelerada porque si las descubrían podrían perder la vida.
Alegría se puso feliz porque ella había presenciado junto a Marianne la pelea fingida, entonces le cayó bien todo. Solo fingían para poder escaparse las garras de la Señora Tenebrosa. Ella salió de su escondite para llamar la atención de sus hermanas.
Ellas al acercarse se abrazaron entre ellas. La felicidad de reencontrarse de nuevo después de dos días presas, comenzaron a llorar porque al fin estaban juntas.
—¡Hermanas! ¡Están bien! —exclamó Alegría, secándose las lágrimas por la emoción.
—Pequeña, tanto tiempo sin verte —habló con emoción—. Sabía que vendrías...
—¡Hermana, pensé que te habían asesinado! ¡Pensé que iba a ser la menor! —chilló Creatividad, sus lágrimas se le salieron.
—¡Ya basta, Creatividad! No sean dramáticas —exclamó Fantasía, y volteo a ver a su hermana menor. Luego la abrazó con fuerza—. ¡Te extrañe, enana!
—Fantasía... me asfixias... —murmuró Alegría sin poder respirar.
La mayor solo se puso la mano en la cara como diciendo: «¡nunca cambian!», pero volteo hacia un lado y miró a Marianne que veía tierna la escena. Nunca se imaginó que la profecía era verdad, pero las hadas del Oráculo jamás se equivocarían al respecto a la misma.
—Alegría, ¿ella es?
—¡Ah, es la niña de la profecía, hermana! —le reveló a su hermana mayor—. La traje para que nos ayudará.
Las tres hadas quedaron realmente sorprendidas y la miraron de manera extraña. He hicieron que Marianne se sonrojará porque no le gustó la forma que la vieron. Ella se sentía como un bicho raro dentro de un frasco de vidrio.
La mayor de las cuatro, se acercó a ella, y le pidió:
—Es tiempo que la profecía se haga realidad.
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