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Capítulo: 27. Encuentro con el pasado.

La luz del atardecer se filtraba a través de las ventanas del salón, tiñendo el ambiente con un suave tono dorado.

Me encontraba allí frente al espejo del salón sosteniendo la manito de mi pequeña hermana. Me ajusto el cabello con nerviosismo, todos mis amigos esperan fuera tan nerviosos como yo, son mi apoyo y fuerzas en este importante momento que marcará un antes y un después en nuestras vidas.

Con la mano que me arreglo el cabello, sostengo ahora mi pecho con fuerza, tratando de impedir que se me salga por allí el corazón. Sayra estaba mirándolo todo con la curiosidad que la caracterizaba, ajena a la importancia del encuentro que estaba a punto de suceder.

- ¿Estas lista, Sayra?- le pregunto girándome hacia ella con una sonrisa nerviosa. Sayra levanta la vista y me sonríe sincera

- Sí, Mariana. Pero... ¿ y si no le gusta?.- Me arrodillo para estar a su altura.

- A mamá le va a encantar conocerte. Eres la mejor hermana del mundo, estoy convencida que ya no puede esperar mas para conocerte.

- ¿De verdad?, me pregunta mirándome con esos hermosos ojos grandes y brillantes llenos de esperanza.

- De verdad- le aseguro con toda la convicción de la que soy capaz, mientras acaricio su dorado cabello. - Solo recuerda ser tu misma- Sayra me asiente con determinación.

- "Seré yo misma"- me repite como si eso le diera mas confianza.

Me levanto del suelo y la tomo de la mano, la guio hacia donde podía adivinar que su madre la esperaba. Con cada paso que daba , sentía como crecía dentro de mi un torbellino de emociones; ansiedad, mi amiga inseparable desde que tengo uso de razón, Miedo; el inevitable, pero también una pizca chispeante de alegría. Era otro de mis nuevos comienzos, mi vida estaba plagado de ellos y estaba agradecida, una oportunidad mas para reconstruir los lazos familiares que habían estado rotos por tanto tiempo.

Al abrir la puerta de la cocina, el aroma a pastel recién horneado lleno el aire que nos envolvía, mi madre... nuestra madre estaba allí, moviendo algo en el horno mientras tarareaba una suave melodía, de una canción ya conocida. Sentí una gran punzada en el corazón al verla, era la misma mujer que nunca se había separado de mi lado, que sin importar los inconvenientes y los obstáculos de la vida me había priorizado, jamas dudo ante la vida y siempre me eligió de primera, me había criado, me había dado su vida entera, en mi memoria siempre había sido ella, mi miedo mas profundo era lastimarla, pero no podía hacer nada sin ella, había una pequeña a mi lado que también la necesitaba.

- "Mamá" - la llamo con un ligero temblor en la voz.Ella se vuele, su ojos, como suele pasar cada vez que me vez, se ilumina.

- ¡Mariana!, llegasteis antes, pensé que pasarías todo el día con tus amigos. ¿Donde están?,- se fija en la niña que me sostiene la mano como si eso dependiera de su vida- ¿con quien tengo el placer?- pregunta mirándola con ternura, yo le sonrío mientras mi pequeña hermana se esconde detrás de mi.

- Mamá, hay alguien que quiero presentarte- le digo tranquila, un destello de curiosidad se refleja en su mirada.

- ¿Alguien?- me pregunta
- Si- le digo dando un paso al frente y tomando de la mano a Sayra. - Esta es Sayra, mi hermana, tu hija pequeña- Sayra sale detrás de mi, tímida pero decidida, mira a nuestra madre con esos ojos inocentes que siempre logran ablandar los corazones mas duros.

- Hola...- dijo en un susurro, la reacción de nuestra madre, a pesar que se perdió por milésismas de segundos, fue instantánea, se agachó para estar la altura de Sayra, y sonrió con calidez.

- Hola, Sayra, es un placer conocerte- pude observar como las tensiones empezaban a desvanecerse en el aire mi madre extendió una mano hacia su niña pequeña, , quien dudo por un momento, buscando mi aprobación antes de tomarla con confianza.

- ¿Te gusta el pastel?- preguntó y sentí que esa era una buena manera de romper el hielo.

- Siii, me encanta el pastel- exclamó Sayra con entusiasmo
- Perfecto- dijo mi madre con una risa suave, - Acabo de hornear uno de chocolate con fresas- los ojos de Sayra brillaron como si hubiera encontrado un tesoro escondido.

- ¡Es mi favorito!- observé como nuestra madre se levantaba y comenzaba a preparar dos platos para servir el paste. La atmósfera se sentía mas ligera ahora; el amor por los dulces había creado un puente entre ellas.

- ¿Te gustaría ayudarme a servirlo?, hay que poner la mesa estoy segura que hay una tropa de chicos hambrientos allá afuera- la mira cómplice- hay que alimentarlos ¿verdad?.

- ¡Sí!- le responde Sayra con energía, corriendo hacia la mesa donde estaban los platos.
Mientras Sayra, ayudaba a nuestra madre en la cocina, me quede atrás, observando como ambas interactuaban, la chispa de la infancia brillando en mi hermana y la dulzura maternal fluyendo como un rio tranquilo, así podía sentir como mis miedos se desvanecían poco a poco.

Me retire en silencio en busca de mis amigos, cuando les abrí la puerta todos estaban intranquilos a la espera, supongo que esperaban todo un drama, al ver la tranquilidad en mi rostro respiraron aliviados a la vez, digno de una novela, los invite a pasar y el brillos y las risas volvieron a llenarlo todo.

Estaban felices, no se si por el festín dulce que se les brindaba o por como estaba saliendo todo o ambas con ellos era todo o nada. Pasaron las dos parejitas primeras, tomadas de la mano, Raico y Mario le siguieron junto a Javier. Todos buscaron un sitio junto a la mesa. Mario sin que nadie se diera cuenta me tomó una mano, la apretó con fuerza y me miró a los ojos, dándome la valentía y el empujón que aun necesitaba.

- Mamá, - comencé con cautela, mientras servían el pastel. - Quería hablar contigo sobre... lo que ha pasado- ella deja de mover los utensilios y me mira con seriedad.

- Lo se, Mariana. Lo siento mucho por todo lo que ha pasado-. Sentí un nudo en la garganta. - siento que se me escapara de las manos de esta forma, debí buscar respuestas hace mucho, así no tendrías que pasar por esto de la forma en que se ta han presentado- Suspira profundamente y continua. - Quiero que sepas que estoy aquí para ti, las cosas no han sido fáciles, hemos dejado todo atrás y empezado de cero pero al final es pasado ha logrado alcanzarnos. - su voz comienza a temblar ligeramente, mientras me hablaba de sus propias luchas y decisiones difíciles que la vida la había obligado a enfrentar.

Sayra, nos interrumpe al traernos dos platos llenos de pastel humeante, decorados con fresas frescas y crema batida por encima. Expresando con sus emocionados ojos verdes lo bonito que había quedado. Mi madre sonrió emocionada al ver el esfuerzo de su hija menor y eso hizo que mi corazón se abriera un poco mas, y mientras colocaba los platos sobre la mesa le dijo.

- Es perfecto- comenzando a servir una porción generosa en cada plato, bien recibido por todos con besos y aplausos de mis chicos guapos y locos. Las risas seguían fluyendo mientras devorábamos el pastel junto a la mesa; sin embargo una sombra seguía acechando sobre mi: la ausencia de aquel padre.
Era un tema delicado que siempre había evitado mencionar porque sabia cuanto dolía a mamá; pero sabia que se imponía abordarlo lo antes posible. Entonces lo vi claro, este era el momento.

- Mamá- ella levanta la vista hacia mí; su expresión cambia en el instante en que se da cuenta.

- ¡No quiero hablar sobre él! Sé que debemos hacerlo inevitablemente hay muchas preguntas sin respuestas de ambas partes, lo sé, pero Mariana este no es el momento, te lo suplico, ahora no. - traté de calmarla al instante.

- No quiero revivir viejos rencores, es solo que Sayra, merece saber todo y crecer en un ambiente libre de secretos tóxicos, merece empezar y tener una niñez sana y normal- . Las palabras se me escaparon sin pensar; es así como sentí al aire ponerse densa entre nosotras. Se hizo un silencio pesado; podía sentir como mi madre luchaba internamente, entre abrirse por completo o seguir, según ella, protegernos del dolor de esas verdades crudas y dolorosas. Le di la carta y la leyó en silencio. En la habitación nadie ni siquiera osaba suspirar, Finalmente decidió hablar.

- Tu padre... tuvo sus propias batallas y su decisión fue alejarse- . Su voz era suave pero firme; sabia que debía ser honesta aunque doliera, mis amigos estaban allí, ahora mas que nunca iban a formar una parte indispensable de nuestra familia, ya no había nada que ocultar, así pensábamos todos. Sayra frunció el ceño, ante esa respuesta ambigua; podía ver su confusión reflejada en su rostro infantil lleno de esas tantas preguntas sin respuestas. - No quiero hacerles daño...- respondió ella rápidamente tratando de calmar nuestras inquietudes pero era demasiado tarde; ya habíamos abierto es caja llena de recuerdos dolorosos e incómodos sobre nuestro pasado familiar fracturado. El ambiente tenso y las rosas desaparecidas daban espacio solo para preguntas difíciles e incomodas sobre nuestro pasado compartido pero totalmente roto.

Me di cuenta entonces que debía cambiar el rumbo de la situación y de aquella conversación que no llevaría a nada bueno y antes que todo terminara mal.

- ¿Que tal si hablamos sobre algo mas divertido? ¿Que tal si, después de la cena, todos juntos, hacemos galletas?- Todos me miraron sorprendidos, antes esta actitud tan inesperada, pero pronto sonrieron al imaginarnos juntos creando algo delicioso, donde podía reinar la diversión.
Los chicos a su manera no me dejaban sola, cada uno sabia como hacerme sentir cómoda, estaban ahí para mi, sabia que podía contar con ellos, se sentía mi hogar definitivo.

A medida que comenzamos a limpiar los platos y preparar los ingredientes necesarios para nuestras galletas soñadas, sentí como las tensiones anteriores comenzaban a disiparse, lentamente permitiéndonos disfrutar nuevamente del momento compartido sin recordar tanto los dolorosos del pasado...

Después de la maravillosa sopa de mi madre nos pusimos manos a la obra, mientras mezclábamos harina y azúcar juntas, recordamos viejos momentos divertidos, sin preocupaciones ni miedos sobre nuestro futuro incierto... al final del día comprendí algo importante: aunque había heridas profundas entre nosotras aun existía espacio suficiente para sanar, si tan solo nos permitíamos abrirnos mutuamente, sin miedo y sin vergüenza alguna... y así continuamos creando recuerdos nuevos juntos como familia, disfrutando cada instante compartido, mientras aprendíamos poco a poco como reconstruir nuestros vínculos rotos, debido al doloroso silencio impuesto por nuestras propias decisiones equivocadas pasadas...

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