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Capítulo: 19. Besos robados.

Todos se pusieron manos a la obra con tanta seriedad que podíamos pasar por profesionales.

Yo encontré a Raico en la habitación de su hermano, no fui bienvenida pero me daba igual, estaba fija en mi misión y lo conseguiría a como diera lugar.

Racel empezó a darse cuenta de que algo no iba bien, primero preguntaba por su novia y le cambiaban el tema y después notaba como su hermano gemelo me trataba tan mal, que no era propio de su persona.

–Por favor alguien me puede contar que pasa– estuve a punto de contarle todo cuando se abrió la puerta y entraron Bea y Yayo, los padres de los chicos con los ojos color de cielo, acompañados de Elizabeth la enfermera voluntaria bajo el mando del Doctor Manuel García.

Me ericé de pies a cabeza, lo miré a los ojos, táchenme de dramática estoy consciente de ello, pero eran los ojos del mal, aquel cuerpo estaba habitado por un ser maligno– disfrazado de doctor, a mi no me engañaba.

Si no lograba encontrar la pruebas gritaría que era un asesino a plena voz hasta que me creyeran o me trancaran para siempre en el hogar para locos. Se percata de que algo no anda bien conmigo. Pero decide ignórame.

– ¿Encontraste a la amiga que estabas buscando anoche guapetón?– le dice a Raico estrechándole la mano–

–No, y me alegro esta media ida de aquí arriba– apunta con un dedo su cabeza y hace muecas cómicas– no quiero personas así cerca de mí– concluye

–Haces bien. ¿Después que nos marchamos vistes a alguien extraño allá abajo? – le pregunta como si fuera algo casual

–No, ¿Por qué? – le responde

–Sentí un timbre de teléfono y nos pareció extraño porqué lo muertos no llaman, – se echó a reír y me pareció la risa más siniestra del mundo, es cierto que ya estaba sugestionada en su contra, pero vaya que asustaba la mueca que hacía pasar por risa.

Tuve que tomar asiento, estaba sintiendo unas fatigas horribles y la causante de las mismas eran aquel demonio presente.

Elisabeth la chica favorita de todos allí, corrió a atenderme cuando me divisó retrocediendo en busca de un lugar para sentarme. Raico se acercó desconfiado. Creo que ni desmayándome estaría seguro de la veracidad del suceso, viniendo de mi parte.

Necesitaba conseguir quedarme a solas con él.

Allí después de un reconocimiento completo a Racel, el doctor del Infierno llego a la conclusión que por la mejoría era tiempo de moverlo y comenzar con el nuevo estudio, prometiendo los mejores por cientos de cura y salvación para el chico. Todos se pusieron muy contentos menos yo, que me justifiqué por lo mal que me estaba sintiendo en ese momento.

El doctor me puso atención y su receta fue una de los pasteles de su ayudante Elisabeth. Pensé en negarme porque no solo sospechaba, estaba segura que era literalmente un dulce envenado, pero enseguida pensé que sería una evidencia más si las personas correctas nos ayudaban a desenmascararlos y se encontraba la sustancia que hacían que los pacientes enfermaran de esa forma tan agresiva, acepté el pastel y salí de la forma más firme que mi cuerpo me permitió con la excusa de buscar una soda para acompañarlo.

Afuera lo guardé en mi mochila pequeña, que tenía a la espalda con mis pertenecías.

Seguidamente Raico, siguió mis pasos. Vió lo que hice y me tomó con impulso agresivo por el brazo.

– ¿Qué crees que estás haciendo ahora?– me solté de un tirón de su agarre y le contesté con toda la fortaleza de la que fui capaz.

–Yo sí me tomo en serio, la salud y el bienestar de mis amigos y si tu hermano te importara tanto como sabemos que lo hace, me darías una oportunidad, porque tal vez y solo tal vez ,tus amigos si les desean lo mejor y los quieren de tal forma que no les importa ponerse en peligro y en ridículo para salvarlos.

Me miró directo a los ojos y me di cuenta que ya estaba cediendo.

– ¿Qué quieres que haga?– respiré  y sentí que el alma regresaba a mi cuerpo.

–Solo quiero que me escuches–

–Vale. ¿Dónde?–me pegunta loco por terminar de una vez

–Donde haya privacidad– me tomó del brazo y me guió fuera del hospital. Sacó el celular hizo una llamada anunciando que necesitaba el auto y la ubicación de las llaves. Ya afuera me di cuenta que íbamos directo al auto de Mario. Nos montamos en el todo terreno negro y tomamos la autopista sin dirigirnos la palabra.

Aparcó frente al Hotel de Asturias, frente a la mega plaza, no sabía sus intenciones llevándome a ese lugar pero tenía fe. Porque  yo sí que confiaba en él, me dejé guiar.

Pagó en la entrada y le dieron las llaves de una habitación hot de la que estaban disponibles todos los días del año. Ese Hot me puso la carne de gallina pero ya estaba allí y no quería ser ese pajarraco, así que me sacudí las plumas de miedica y me vestí con mi mejor piel, la más valiente.

Entramos a la habitación que tenía como protagonista una cama matrimonial en el mismo centro del cuarto adornada de grandes espejos, llamándome el que más, uno que cubría parte del techo haciendo que se reflejara la cama. Me empezaron a sudar las manos, y sentí como el calor se me subía al rostro, no necesité mirarme en ninguno de ellos para saber lo colorada que estaba.

Me asaltó la timidez y olvidé el porqué estaba allí. Hasta que el habló.

–Acércate– me dice sentándose en el borde de la cama

– ¿Para qué?– respuesta tonta lo sé, pero en mi defensa me pongo así en situaciones de este tipo que no se controlar a esa edad.

– ¿En serio?– me dice me dice uniendo las cejas y poniendo cara de no creérselo.

–Lo siento estoy nerviosa– le dije con total sinceridad. Se levanta viene a mi encuentro con toda la calma de la que es capaz. Yo lo sigo con la vista fija, tratando de perderme ni un solo movimiento. Me toma ambas manos y me arrastra hasta allí caminado de espaldas a la cama, se sienta y yo me quedo de pie como tonta sin un solo pensamiento coherente en el cerebro.

–Mariana, si te traje hasta aquí es porque me pediste intimidad, ¿verdad?– Asiento con la cabeza– Entonces te estoy dando nuevamente lo que me pides ¿No es cierto?– solo logro repetir que si bajando y subiendo como antes y como tonta, el sonríe ante mi comportamiento, no creo que haya persona en el mundo que me tenga tanta paciencia como aquella bella criatura, de ojos tan profundos y azules que hipnotizan.

– Entonces estoy aquí para ti, es tu momento de hablar– se queda esperando que hable, yo me esfuerzo internamente pero no me sale nada. Se da cuenta.

– ¿Mariana?– me dice muy bajo

–Si– le respondo de igual forma

–Quiero que seas mía– dice seguro de sí, solo puedo abrir mis ojos como platos– que me elijas, que te entregues a mí, que yo y solo yo ocupe tus pensamientos.

Quiero traerte a un lugar de estos con la convicción de que te me entregarás y sabrás que has venido a ello. Quiero desnudarte despacio y disfrutarlo, que mis ojos graben cada parte de tu cuerpo a fuego.– yo solo podía darle imágenes en mi cerebro a cada una de sus palabras embriagándome en ellas

– Quiero hacerte mía y que grites mi nombre mientras te poseo una y otra vez. Quiero tatuarte la piel a besos y que no pase una hora al día en que solo desees tenerme dentro de ti.

— Todo esto quiero desde que me pediste ser el protagonista de tu primer beso.– se detuvo un momento bajo la vista de mis ojos a mis labios y continuó

– Tú eres la culpable por permitir que probara esa boca, que me hace suspirara en los rincones cuando nadie me ve, tus amigas son las culpables de que haya probado la manzana prohibida del Edén, esas serpientes son las culpables– intente intervenir a su favor pero puso su dedo en mis labios

– Yo y solo yo soy el culpable de enamorarme de ti.– dijo así, fluido y fácil, como si todo aquello fuera sencillo de decir, claramente se estaba sacando un peso de encima.

–Pero la vida como nos ha demostrado, no se obtienen todo lo que se quiere, tu amas a mi mejor amigo, yo lo respeto y me aparto. Me dejaste claro delante de todos que no te gusto. Ahora.–lo interrumpo bajito y el no se da casi cuenta

–Yo también quiero– se me escapa en susurro, el continua hablando

–Estamos aquí, no para entregarnos, no, para amarnos como locos, no, para disfrutar…–Se corta, me mira intrigado, sacude la cabeza y me pregunta

– ¿Qué acabas de decir?–

– ¿Qué?– le doy por respuesta

– ¿Dijisteis algo?–

– ¿Cuando?–

–Ahora mismo–

–Sí–

– ¿Qué?–

– ¿De qué?–

–Por favor Mariana me quieres volver loco, es un hecho. Repite lo que me dijisteis– dice ya perdiendo la paciencia

–Yo también–

– ¿Yo también?–

–Sí–

– ¿Yo también qué?–

–Yo también quiero todo eso, que me dijisteis– le digo un poco insegura.

– ¿En serio?– me pregunta sin creérselo, le digo que sí con la cabeza y me hala hacia si atacando mi boca.

Dejo de contenerme y hago de esa rica invasión una experiencia más. Me acomodo entre sus muslos, mientras nuestras lenguas se exploran, cada parte, cada rincón existente.

Nos perdemos el uno en el otro en un beso sin contención, donde el tiempo y el espacio no existen, ataco con mis manos ese maravilloso y brillante pelo negro, donde la oscuridad de la noche es menos oscura.

Levanto una rodilla y la apoyo en la cama, quedando su muslo entre mis piernas. Poco a poco nuestros cuerpos se van acoplando, buscando su lugar como las piezas de un puzle.

Hasta tener la necesidad de ir juntos como un solo ser a la cama. Allí tirados de costados, seguimos el tercer interminable beso que surgía entre los dos.

Lo que comenzó como un beso, se estaba convirtiendo en algo más, pero no me importaba, me urgía que así fuera. Poco a poco lo giré sobre su espalda y tomé posición encima de el.

Desgraciadamente eso hizo que detuviera aquella entrega sin fronteras. Para mi decepción me tomó en brazos, me hizo a un lado y se alejó de mí todo lo que fue capaz de permitirle la habitación.

Además de decepcionada y perdida me sentí sola y rechazada. Pero no dije nada.

Sabía que eventualmente el me explicaría el porqué de ese comportamiento. Me senté, abracé a mis rodillas sintiendo como quemaban y palpitaban mis labios y zonas impronunciables en ese momento.

Puso ambas manos en la pared y se quedó ahí lo suficiente como para ponerme más nerviosa de lo que ya estaba. Me levanté y fui a su encuentro.

–Raico, ¿podemos hablarlo?– le pedí en un intento de intentar arreglar todo.

–Ahora mismo no puedo– me dice muy serio

– ¿Por qué no?–

–Déjame ser un momento, Mariana por favor–

–Hablemos, necesito que me hables– se gira dando el frente

–Mírame, ¿no ves lo que me cuesta controlarme?, no cumplir con todo lo que te dije que quiero hacerte antes, me está matando– no lo capté en el instante hasta que se miró la entre pierna haciendo que comprendiera la situación.

Bajé mi vista y no pude despegarla, parecía que lo que había allí tenía vida propia y quería salir a la fuerza.

Se me hizo un nudo en la garganta y el deseo se apoderó de mí. Caminé sin quitarle la vista y el empezó a retroceder, yo hacia él, y él hacia atrás.

– ¿Qué crees que estás haciendo?– Me dice sacándome del trance en el que me encontraba.

Lo miro y le apunto a sus partes privadas como lo más natural y obvio del mundo,  se mira y regresa a mí con extrañeza, ambos miramos una vez más, abajo, arriba y rompemos el silencio incómodo con una gran carcajada a coro.

Me abraza. Me besa el cabello y me lleva nuevamente hacia la cama.

Nota de la autora.

Hola solo quería dejar ésto por aquí.  Si se dan cuenta he retomado con fuerzas. Ojalá no vuelva a parar porque son etapas oscuras y tristes para los que intentan crear una historia. 

Espero que lo estén disfrutando tanto como yo al escribir ✍️ 😅.
 
Los comentarios son lo mejor así que no te aguantes, pon todo lo que te viene a la cabeza.  Sácalo y dale aire.  Es bienvenido siempre.
Besos y corazones 💋 💞

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