Capítulo 17: Fríos, solitarios y oscuros pasillos.
Yaniet se despidió de nosotros estaba cansada, a pesar que se quería quedar, realmente necesitaba reponer energías, ella más que todos había vivido momentos muy tensos, sin olvidar que había perdido hasta la virginidad.
Que valiente mi amiga. Me sentía tan feliz por ella. De algún modo verla así de enamorada me daba una nueva esperanza que el gemelo conseguiría vencer su enfermedad.
– Me voy amor, mañana a primera hora estoy aquí ¿vale? No creas que te vas a librar de mí, ni por un segundo.– lo besa en los labios y cuando se va a ir él le dice que coja sus cup cake, que no tenía deseo de dulces y quería guardar espacio para la sopa de mi madre.
Ella feliz los toma y se va comiéndolos. Me dió mucha gracia, sobre todo porque la cara del trigueño hacia que sonriera como tonta también. Amor en tiempos tan tristes, eran sinónimos de esperanza.
Estaba orgullosa de mis amigos. Habían logrado vencer sus miedos. Gracias a esos estaban con las personas que amaban. Entiendo que debo seguir sus ejemplos.
Esa noche cenamos la divina sopa o caldo cubano que solo mi madre sabe hacer. Todos lo amaron y se deshicieron en elogios para ella. La despedimos y se me apretó el corazón por lo feliz que se iba. Estaba orgullosa de mí y los amigos que había logrado hacer, y de ella porque sí, porque se lo merece por mil razones y ya.
Reímos de todas las anécdotas que se nos cruzaban en la cabeza. Henry tenía un hermoso rubor en el rostro. Parecía más saludable que todos nosotros juntos ya que el cansancio y las ojeras estaban haciendo estragos en todos los que estábamos a su alrededor.
Ya era tarde, pero ninguno tenía sueño. Entonces decidimos salir un rato a dar una vuelta para apagar la luz y dejar que aquel trigueño con ojos de cielo descansara.
Yo me fui a la cafetería en busca de un buen té. Esperaba que mí suerte me sonriera y encontrar, no mí preferido, pero si uno decente. Yamilet y Henry tomaron otro camino. Sé que harán cosas de novios, yo feliz por ellos llevan muy poco tiempo juntos, después de quererse por tanto tiempo en silencio.
Sacudo los pensamientos perversos de mi cabeza pues se siente súper incómodo pensar en ellos de esa forma, sonrío y continúo.
Ya en la cafetería, puedo ver a algunos médicos y personal por todo el lugar socializando y a lo que mi entender, serían acompañantes igual que yo.
Pago mi té negro, y aprovecho para tomar una mesa que apenas dejaron algunas enfermeras. Me siento un poco tímida al encontrarme sola.
Cuando escucho el nombre del Doctor García. Me queda de espaladas, los nervios me atacan y no sé como voltear que no le llame la atención. Quiero verle el rostro para poder identificarlo, pero a la vez le temo, sé lo violento que puede ser y lo creo capaz de todo.
No quiero que sospeche nada. Pienso en Mario y en la falta que me hace en ese momento, pero no está, estoy sola, para colmo, soy tan cobarde que ni siquiera me atrevo a voltear. Tal vez sí lo llamo acepte venir. Va, pero no creo que le dé tiempo.
Está hablando, deja poner atención, me digo en mi cabeza y hago mis respiraciones controladas sin que los demás se den cuentan. No sé qué hacer. Logro escuchar por lo bajo a varias personas. Volteo rápido y veo a un hombre de bata blanca de espaldas a mi rodeados por varios hombres y mujeres también con el uniforme de médicos. Me levanto y me cambio de asiento, quedando de frente al coro de doctores.
– Doctor García: Está siendo muy buena noche, está fresca y tranquila, las mejor de las guardias. –
–Doctor 1: ¿Pero qué dices? ¿Te has vuelto loco? –le dice totalmente azorado, este doctor mayor de pelo plateado.–
– Doctora: ¿con la experiencia que tienes no sabes que no se deben decir esas palabras en una guardia?–
–Doctor García: tonterías, eso son supersticiones, bobas.–
–Doctor: Igual no me atrevería nunca a pronunciarlas. Cada vez que un médico las ha dicho ha sido catastrófico. –
–Doctor García: Apostamos- dice muy seguro de sí cuando se escucha por la integración AV instalado en todo el hospital; los parlantes–
CÓDIGO ROJO ¡DOCTOR GARCIA A URGENCIAS! –
CÓDIGO ROJO ¡DOCTOR GARCIA A URGENCIAS! –
Después de varias llamadas que casi ha sembrado el pánico en aquel lugar, el sistema de Perifoneo utilizado para la localización de personas. Se detiene, parece que al centro de mando donde se encuentra desde donde emite el mensaje a obtenido su localización.
Algunos de los doctores se tapan la boca, uno se pone la mano en la cabeza, y el del pelo plateado sonríe con superioridad. El doctor García sale disparado por la salida de la cafetería y yo automáticamente me incorporo y lo sigo.
No lo pensé en ese momento, porque de ser así no me aventuro de esta forma. Después de seguirlo por un largo pasillo, lo he perdido, estoy de frente a varios de ellos oscuros y totalmente pérdida. Siento un frío nuevo que me atrapa. Una luz parpadea al final de uno de los pasillos y solo puedo pensar que acabo de entrar en una peli de terror. No sé en qué momento pasé de tomar un calentito té a estar en esa situación de pesadilla.
Estoy aterrorizada y sin ningún tipo de idea que se hace en estos casos. ¿Sigo adelante o retrocedo? No me gusta ninguna de las opciones. Pero estar allí de pie muchísimo menos. El viento o la ventilación están creando sonidos de dudosa procedencia, así que los temblores que me atacan no son de frío.
No sé qué tiempo me quedo en esa posición temblando miserablemente, esperando lo peor cuando siento pasos detrás de mí. Creo que es la señal indicada para tomar carreara y lo hago. Corro por mi vida, la cual pienso defender con uñas y dientes. Se me va a salir el corazón y para mal de males las luces son esas que cuando pasas se encienden con sensores y se apagan después de pasar.
Sigo corriendo desbocada hasta llegar a una gran puerta. Pego mi espalda a ella y puedo ver como a lo lejos se comienzan a encender las luces, no diviso que puede ser. Comienzo a pegar en la puerta con manos y pies hasta que siento que cede, la empujo para entrar. Pero antes miro atrás, y casi desfallezco al ver una sombra negra con capucha empujando una camilla cubierta con lo que parece ser un cadáver bajo una sábana blanca.
Me abalanzo dentro de la habitación cayendo sobre mis rodillas. Me levanto quedando petrificada.
Estaba cubierta de camillas y todas estaban ocupadas ya saben por quienes. Logro espabilar por un segundo ya que aún tenía la sombra pisando mis talones y esa si caminaba en mi dirección. Me cuelo debajo de una de ellas la más alejada. En ese mismo instante, siento como se abre nuevamente la puerta.
Entra lo que sea que se acercaba. No se escucha nada más en lo que parece una eternidad. Voy a asomarme cuando veo que hay una mano colgando de la camilla en la que estaba escondida.
Ahogo un grito y caigo de nalgas, sintiendo como traqueaba algo en mi parte trasera.
Caigo en cuanta que es mi móvil y rezo internamente para que aun funcione si voy a morir alguien tiene que saberlo. Pienso primero en Mario, pero dudo. Mando un mensaje lo más rápido que pueden teclear mis dedos pulgares.
De Mariana:
Auxilio. Estoy en peligro de muerte. Me encuentro escondida en la morgue.
Te necesito ahora.
Ya.
Nuevamente se vuelve a abrir la puerta y se escuchan voces alteradas, discutiendo acaloradamente y para mi sorpresa y casi alegría creo conocerlas. Son del Doctor García y la Enfermera del otro día. Están otra vez peleando pero esta vez parece mucho más serio.
– Doctor García: estas cosas pasan, son simples daños colaterales. – Dice como algo de lo más natural–
–Elisabeth: ya ahora si se pasó doctor, ya no me puede seguir reteniendo ni obligándome, acaba de morir un niño, y nosotros somos los culpables-
–Doctor García: tú eres la culpable, tú le echasteis el veneno–
–Elisabeth: pero usted fue quien me lo dió y me obligó a ponerlo en los dulces, y usted fue quien hizo que lo comiera, tengo testigos que lo motivaste a comer más. Y al hacer eso duplicó la dosis que lo mató. ¡Usted es un asesino! Hasta aquí llegué y si es inteligente usted también–
–Doctor García: Te advertí que me respetaras, y lo vas a hacer- le dice un montón de amenazas más entre los dientes que no logro entender, la toma por el cuello y cuando está a punto de asfixiarla suena mi teléfono, por instinto levanto la llamada y lo pongo en mi oído, me mantengo quieta al otro lado, me hablan pero el miedo me impide escuchar a la personaal otro lado de la línea.
Siento pasos, se acercan lentamente en mi dirección, me asusto, creo que estoy perdida cuando tocan a la puerta, respiro de alivio y me siento la chica afortunada de la peli de terror, la última que queda, la que termina contando la historia. Lo pasos se alejan hacia la misma.
Otra voz conocida habla entrando y saludando al Doctorcuando vuelven a sonar por los altavoces el código rojo.
CÓDIGO ROJO ¡DOCTOR GARCIA A URGENCIAS! –
CÓDIGO ROJO ¡DOCTOR GARCIA A URGENCIAS! –
Se cierra con fuerza la puerta y vuelvo a sentir los pasos acompañados por el sonido de mí móvil queriendo escapar de mis manos. Ahora si se acabó mi suerte, pienso para mí y me abrazo a las rodillas.
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