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Capítulo: 16. Elisabeth.

Lo miro desde el piso, el se pone una mano en la cintura y me extiende la otra, me le quedo mirando con la duda si debo aceptar o no su mano, con el nunca sé cómo actuar. Se acerca a mí y me levanta por los hombros.

-Necesito que conversemos.-me dice serio

-Lo siento, ahora mismo no puedo, voy muy apurada.- intento continuar mi camino, pero él me lo impide.

-Vamos a hablar ahora, sino nunca lo haremos.- intento seguir caminando pero no me deja, me toma de una mano y se me acerca despacio, tratando de no espantarme, me habla sin quitar la vista de mis ojos. Su mirada ya no es fría, es suave, cálida, hasta tierna me atrevería a decir.

-Mariana, quiero hablar contigo desde que te vi por primera vez, pero tengo un carácter difícil, yo mismo pongo los obstáculos, y la puta suerte no me ayuda. Si no me das un voto de confianza ahora misma no creo que lo logre nunca. Por favor Mariana, ¿me escuchas?- intento no pensar, esos ojos de cachorro apedreado me atrapan.

Creo que es mejor que Raico se enfríe un poco le daré tiempo y aclararé todo en el primerchance. Aún no sé como aclararlo, porque es que ni yo lo tengo claro, ahora necesito escuchar a Mario aunque no lo merezca.

- Vale, te escucho.- pone suavemente un mechón de pelo detrás de la oreja, pasa el dorso de su mano por mi mejilla, tan delicado que no puedo evitar cerrar los ojos. Siento su mirada intensa en mí y me hala para llevarme no sé a qué lado. Me dejo guiar. Bajamos por unas escaleras y al final hay una puerta roja con el letrero de salida. Cuando creo que vamos a salir por allí me lleva hasta debajo del descanso de escalera que la posición y las sombras nos dan una total privacidad.

Me acorrala contra la pared, sintiéndome un poco intimidada, su cuerpo es tan inmenso comparado al mío, que si alguien se asoma no me ven.

- Soy toda oídos Mario, este es el momento, no te entiendo no logro comprender que es eso que hay en tu cabecita, y estoy seguro que podíamos buscar el indicado. Pero lo quieres ahora y te estoy complaciendo. Habla.- el se me queda mirando, veo dudas y una lucha interna que se debate si salir o no.

-Mi cabeza es un lío Mariana, tengo tantas cosas aquí encerradas que quieren salir pero a la vez se aguantan- se pone una mano en el pecho- No sé porque soy así.- baja la cabeza, yo me le acerco y se la levanto despacio, espero a que me mire a los ojos, el va levantando la vista pero su mirada se queda clavada en mis labios.

-Cuando estás cerca me paralizo, quiero ser de una forma y soy de otra, te quiero pero le temo tanto a ese querer. A lo más que le temo es a perderte, te quiero y te necesito en mi vida, eres como un ancla que me ata a la tierra, que me mantiene cuerdo. - se acerca lentamente como si me fuera a besar pero sigue el recorrido hasta la mejilla- te quiero Mariana, desde el primer día, por eso se que también te quiero en mi vida- yo sin aliento sin lograr procesar toda esta información intento hablar y me sale un susurro.

-Yo también te quiero Mario- rozando nuestras mejillas me acerco a sus labios, quiero besarlo. Se abre de un tirón la puerta y entran dos trabajadores con batas blancas.

Me quedo en esa posición, Mario me abraza y nos quedamos en silencio para no ser descubiertos. Podemos escuchar como hablan acaloradamente. Es un doctor y una mujer parece ser, por como hablan, que ella es su subordinada.

-Doctor: Te he dicho que no hables tanto de lo que no tienes que hablar, que te los ganaras y que te quisieran pero no que los quisieras tu a ellos. ¿Te has vuelto loca? Es muy peligroso, otro fallo y la vas a pagar muy caro.

-¿Entiendes en el idioma que te hablo, Elizabeth? ¿Eres gilipollas o qué?

-Elizabeth: Perdón Doctor. García.- Le dice con la cabeza baja.

- Doctor: que perdón ni hostias, me estoy jugando mi carrera, no te voy a permitir ni un fallo más. Ya no es tu puesto lo que te juegas es mucho más, recuerdas tienes a dos pequeños y un esposo esperando en casa.

-Elizabeth: Por ellos es que no quiero continuar, no importa cuánto necesite el dinero, no vale la pena. Necesito un reemplazo rápido porque no podré seguir con la falsa por más tiempo, no lo soporto. - el doctor la coge por el cuello y la pega con toda su fuerza contra la pared, Mario hace ademán de intervenir pero lo aprieto más contra mi cuerpo y no sé lo permito.

-Doctor: Fíjate bien, porque solo te lo voy a decir una sola vez, se te va la vida en ello, y te aguantas, no confío en nadie más y nadie más puede estar involucrado, un solo fallo y perderás todo lo que amas en esta, tu miserable vida.- le dice en tono amenazante. La tira al piso abre la puerta y sale.

Ella queda allí llorando con las manos en la cabeza, solo logro ver su cabellera risada, abundante y alborotada, una cofia adornando en el centro.

Mario se despega de mí, pero le sostengo las manos, no quiero que descubra que estamos ahí, me parece muy peligroso todo lo que escuchamos y es mejor prevenir, el comprende y seguimos en silencio, Mario no logra verla porque está de espaldas, pero yo desde mi posición si veo su silueta levantarse sacudirse la bata blanca, limpiar su cara, respirar profundo y salir por donde mismo había entrado.

Miro otra vez a Mario y está como ido, imagino que debe estar intentando entender todo, como yo. Se separa bruscamente me hala de una mano y sale en dirección a la puerta. Casi me arrastra con él, pues no cuento con la fuerza suficiente de detenerlo. Al salir estamos en una especie de patio terraza sin nada alrededor y completamente solos.

-¿Qué m... acaba de pasar? ¿Entendiste algo? - me dice Mario poniendo sus dos manos en la cabeza.

- ¿Los conoces? - le pregunto preocupada

- ¿No y tú?- es lo que obtengo como respuestas

-No estoy seguro, pero si me suenan de algo y creo que he escuchado sus voces antes.- se queda pensativo- ¿Qué podemos hacer?- pregunta buscando una respuesta que no se darle.

-No lo sé, te lo digo en serio, no tengo ni idea que podemos hacer somos aún dos adolescentes, que escucharon una conversación que no debían de unos médicos que ni siquiera conocemos, ¿Te das cuentas? Nada.- le dije con toda la calma de la que fui capaz, ya que podía ver como el perdía la suya.

Da varias vueltas en el puesto, respira profundo y me mira.

-Tienes razón, volvamos con los chicos, hace un rato que no sé de Racel, ¿Vienes?- extiende su mano hacia mí, yo la miro unos segundos indecisa, pero al mirar sus ojos y ver la ternura con que me miraban la tomé y así de la manos hicimos el recorrido de regreso a la habitación del gemelo enfermo.

Al llegar a la misma, Yamilet y Henry seguían allí, se había sumado Yaniet y Javier, ya que dentro estaban los padres del gemelo con los médicos reunidos para ver la evolución y resultados de las analíticas realizadas.

Todos se quedan mirando nuestras manos unidas, y yo me congelo sin saber en lo que pareciera una eternidad, hasta que sentimos abrirse la puerta de la habitación.

Nos giramos hacia ella y vemos salir a los padres de Racel con un doctor. Le entrega lo que parece ser una receta y se despide de ellos y escuchamos a Bea (Beatriz) la madre de los gemelos llamarlo como Manuel.

Mario me aprieta la mano y me doy cuenta que yo también estaba rígida esperando su nombre por suerte no parecía ser el mismo doctor, y se veía que los conocía y le tenían confianza.

Nos acercamos todos y les hicimos un coro esperando las noticias.

Ellos nos miraron con amor como suelen hacerlo y nos explicaron que estaban en el mismo punto que habían empezados unas indiscretas lágrimas se dejaron ver cuando llegó el turno que tenían que moverlo hacia otro hospital. Que empezarían un tratamiento más efectivo y agresivo, que era sumamente caro, pero que lo del dinero era lo de menos sino más bien, que lograra salvar a su hijo.

Ellos se abrazaron y Yaniet y Yamilet me abrazaron a mí. Los chicos bajaron la mirada y voltearon la cara tratando de impedir que pudiéramos verlos llorar.

Yo no lograba entender cómo era posible que estuviera tan grave y a la vez se viera tan bien. No es que me quejara pero aquello no me terminaba de cuadrar. Más tarde investigaría a fondo más sobre su enfermedad. Seguir preguntando esas cosas que parecían torpes y estúpidas no era una alternativa. Entramos todos seguidos de Bea y Yayo (Fernando) como cariñosamente le llamábamos.

Al entrar vi como una seño recogía pelo cortado del piso y lo llevaba hacia el cesto de la basura de la esquina del cuarto. También había en una bandeja unos cups cake súper lindos, creativos y apetitosos.

Para la noche, decidimos que nos quedaríamos Yamilet Henry y yo, porque Mario, Yaniet y sus padres habían pasado la noche anterior. Estaban cansados, así que haríamos turnos.

-Chicos se pueden servir, son todos suyos, no disimulen más que se le van los ojos para allí,- nos dice Racel, nos echamos a reír y cuando íbamos a servirnos, Yaniet nos detiene.

-Buenos de todos menos, los azules, esos son especiales para Racel, Elisabeth se los trae siempre o se los manda a casa, es increíble.

-No es que me queje, pero se puede saber cuando la vamos a conocer- apunta Mario-

-¿Quién es Elisabeth?- Pregunto súper interesada

-Bueno, es la otra chica de Racel, el no puede vivir sin ella- Dice Yaniet con una fingida molestia- Racel la hala hacia si haciendo que caiga encima de él y la besa intensamente en los labios y aun pegado a ella le escuchamos decir.

-Sabes perfectamente que mi chica eres tú, sin ti sí que no podría vivir-veo como Yamilet se abraza a Henry y Mario carraspea a mi lado cuando lo miro me está abordando completamente y hace que me pierda en su mirada, pero como ya es natural entre nosotros nos interrumpe una llamada de su celular. Rompemos la mirada y decido revisar el mío, tengo varios mensajes de mi madre y respondo a todos.

También le pido que me alcance ropa porque me quedaría esa noche, como respuesta obtengo unas lindas caritas de amor y la promesa de su famosa sopa.

Decido decirle a Racel que al fin probaría la sopa de mi madre y me siento al pie de la cama. Los veo tan lindos entre besos y susurros que vuelvo a dudar que ese chico lindo y casi perfecto tenga una enfermedad tan fea y tan agresiva.

-Hoy tomamos sopa- le digo para que me pongan atención, cosa que logro- mi mamá va a traernos esta noche, acaba de mensagearme.

-Genial después de tanto dulce se agradece un montón, estaba loco por probarla, no dejas de mencionarla siempre.- los dulces de la famosa Elisabeth me vinieron a la mente, estaban deliciosos, pero quien era ella realmente y porque le daba dulces cuando debía de cuidar también de su dieta, mi mente detective no descansaba y lo que mas temía era que solo fuera mi cabeza o me estuviera poniendo neurótica-

- ¿Como la conociste?, me refiero a Elisabeth, - le pregunto tratando de ahondar más, porque antes ya había escuchado su nombre, mucha casualidad para un solo día.

Cuando me va a responder Mario llama nuestra atención, avisándonos que ya se tenía que ir, que vendría al otro día para relevarnos, me mira como pidiendo que lo acompañe, pero yo no me muevo, no podía con mas dramas, y quería conocer más sobre la chica pastelera.

El se marcha y yo decido insistir hasta saber todo sobre ella, para mi sorpresa y admiración, no solo era pastelera sino también le sabía todo al mundo de la peluquería, el pelo que había visto antes había sido ella que le había hecho unos cortes súper chulos a los dos, los amé, por la perfección del acabado, tenía sus propios productos naturales creados por ella que estaban al patentarle, sabía varios idiomas, tenía un título como estomatóloga, una bella familia que era su vida, además era suplente y voluntaria en aquella sala. Bajo las órdenes siempre del Doctor Manuel, ya que él solo confiaba en ella.

Realmente me cayó muy bien la chica, era realmente especial, decidí sacudir mis sospechas y darle una oportunidad, quería conocer a alguien así de especial que hacía que cada día contara, que era ejemplo de entrega y sacrificio, que no perdía el tiempo y se entregaba de la forma en que lo hacía. También me encantó el doctor Manuel.

Racel hacia que sintiera que les debía el estar vivo.

Desde la primera vez que tosió sangre que les dio el diagnóstico de su enfermedad, no permitió que ningún otro lo tratara, estaba comprometido de lleno a su recuperación eran realmente increíbles y especiales.

Estaba pensando en llevarlo a una clínica privada que solo trataba pacientes con su enfermedad y el se iría con él y no se despegaría de su lado, se los había prometido. Me alegraba mucho que en el mundo aún se pudiera contar con personas así.

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