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Capitulo 1. Mis vecinos

El día de la mudanza, con la llegada a mi nueva casa.
Mi madre y yo dábamos un paso importantísimo, ya era un hecho que empezábamos de cero.

Por supuesto que llegar a un lugar nuevo, en plena luz del día, y súper soleado, hace que todas las miradas se posen en ti, en cada movimiento en cada gesto, a mí personalmente me daba miedo hasta tragar en seco, pues sentía que todos se daban cuenta. Lo peor es que ningún vecino disimulaba, éramos el show en ese barrio, parecía que hacía mucho no pasaba nada interesante.

Y si en algún momento quise ser famosas por x o por y, ese día cambié de parecer.
Al menos no de multitudes, pero sí de la divinidad de chicos guapos que eran mis vecinos más cercanos.

Disimuladamente llegué a contar cinco y cuál de todos ellos el mejor.
Pasé de solo verlos en las revistas y la tele a tenerlos al alcance de mis manos y ojos, así de simple, y le di gracias a todas las madres del amor hermoso, gracias...

Aclarando la importancia, es un cambio muy brusco, yo chica de campo, inmigrante, tímida, sin novio, sin besos, sin primeras veces, pasaría a tenerlo todo. Así que de esta forma quiero contar mi historia.

No sé si es una suerte para mí, pero, mi madre es de esas personas que tiene la socialización en sus venas, en su ADN dice: puramente sociable al mundo. Así que rápidamente pude conocer a todos de primera mano. A todos, especialmente a esos chicos lindos que vi el primer día que llegué y ellos se me quedaron mirando y sonriendo, había maldad de la buena en esas miradas, haciendo que mi timidez hiciera acto de presencia, pasaría mucho tiempo para poder sacarla a patadas de mí y desterrarla de mi rostro.

Esa primera semana, la pasé acomodando todo, es una locura mudarse, solo el que lo vive sabe de lo que hablo, cajas y bultos por todas partes, por suerte no empezaría en mi nueva escuela hasta la semana entrante, pero gracias a mi bella y amistosa madre, pude apropiarme de algunos datos que me harían volar el cerebro, los cinco chicos que se habían convertido en mis vecinos iban al mismo curso y mismo año que yo.

El que me quedaba pared con pared, era el rubio llamado Mario y su madre, también era profesora del centro en que estudiaría.
Su núcleo familiar constaba de su madre Nora, su hermano Maikel y el, su hermano mayor que no se le parecía en nada ya que era trigueño, más bajo, descuidado físicamente, trabajaba de informático en el mismo lugar.

Una casa después se encontraba la Casa de Raico y Racel dos hermanos gemelos y trigueños como la noche, con ojos azul cielo, su color me recordaba a la abuela materna que había dejado atrás en mi país natal, vivían con sus padres un poco mayores, pues los tuvieron en una etapa adulta avanzada, y al frente me quedaban los primos Javier y Henry, vivían juntos ya que Henry había sido acogido por sus tíos al perder a sus padres, lo dos parecían más hermanos que primos porque ambos tenían los cabellos castaños, los ojos achinados y negros, yo me imagino que no los podía identificar aún por conocerlos tan poco, para mi eran más gemelos que los propios gemelos, y les aclaro desde ahora no había imperfección de ningún tipo en estos chicos, se habían robado todos los genes de perfección a su alrededor.

Se habían quedado con todo, cada uno perfectamente imperfecto en su propio estilo atractivo,  eso me tenia suspirando corazones de colores por todas partes, habían despertado un monstruo en mí, me olía una obsesión nada sana, creciendo, invadiendo poquito a poco mi ser.

El rubio, ¿Cómo se llama?, Mario, ese rubio alto, de hombros anchos y ojos color café, se sentía como un verdadero amor platónico y estaba a ocho pasos de distancia, ocho paso de mi cuarto, si ya se los dije, parece toda una obsesión, la segunda noche en mi nueva casa los conté, por eso se los menciono.

Era tanta mi emoción de tenerlo cerca que tuve que salir a medir la distancia que nos separaba, no conté el de los demás por mi obvio miedo a ser descubierta o hacer el ridículo.

Claro veremos como sucede, de todos, es el único que no me ha mirado a los ojos, el único que parece no darse cuenta ni darle importancia a la chica nueva, parece juguetón pero a la vez serio, todo un enigma, nota para mí misma,
¡Mi misma!: el chico enigma debe ser investigado! En fin, el contacto con mis vecinos está a punto de empezar seriamente, ya que comienzan las clases.
Y dato informativo. ¡Acaban de darme mi primer celular¡, ya que se lo recomendaron a mi mamá porque, según Nora, la madre de mi chico enigma, es decir, Mario, le comentó que hoy en día donde la internet es tan importante, me va a hacer mucha falta en los estudios, tanto independientes como para las tareas, y mi madre se toma los consejos muy a pecho sobre todo si son de personas preparadas, más de Nora que es profesora, yo inmediatamente le di la razón formalmente sin que delatara que dentro de mi daba saltos como campeona mundial de salto con pértiga, y los gritos en mi cabeza dejarían sordos a cualquiera si los pudiesen escuchar.

Se abría todo un mundo nuevo para mí en el internet, aunque, primero iba a necesitar ayuda, y eso me gustaba más que el propio celular, pues tenía un motivo para acercármele a cualquiera de esos chicos que me rodeaban, tenía que elegir con inteligencia.

Quién sabe, podía convertirse en el futuro novio de Mariana, nota importante: darme dos palmadas en el hombro y decirme: ¡mi misma, bien hecho!

Tenía música romántica en mi cuarto, con el volumen perfecto para no molestar, estoy molida del cansancio, por desgracia no heredé la energía de mi abuela y de mi madre, ellas son inagotables, sin embargo parece que se dedicaban a drenar la mía porque siempre me sentía agotada, normalmente le pedía permiso a un pie para poner el otro, cosa que no era normal en mi familia, por eso me gané todo tipo de sobrenombres que no les pienso contar.

Pero en el momento que se me ocurrió la idea de espiar a mi vecino, me invadió la energía, que bueno que mi familia no lo haya observado, pues me ganaría unos cuantos disgustos más.

Me levanto y voy hacia las persianas de mi cuarto las cuales daban a la habitación del vecino, (yo aun no lo sabía) quería ver de quien era cuando escuché ruidos al lado.
Ahí me acordé de las grandes ventanas que tenía en mi antigua casa pero ya aquí en la ciudad no existían ventanas todas las casa que había alcanzado a ver era persianas, así que estaba un poco limitada en ese aspecto, pero a la vez protegida.

Mi cuarto estaba en un segundo piso, si miraba hacia la izquierda podía ver como desaparecía el sol, ese era el último cuarto, me encantaba ver el atardecer, dando paso a la llegada de la noche, me le quedo viendo los colores entre amarillo, naranja y rojo parecía en ciertos puntos como si fueran fuego, soy más de observar la luna, soy una chica de la noche, es mi tiempo favorito por la tranquilidad que reina, por el frescor de la noche, por todo lo hermoso y poético que nos ha regalada a través del tiempo, pero sobre todo porque puedo darle rienda sueltas a mi pasión, que es la de leer sin que me molesten o me interrumpan, puedo pasar noches enteras leyendo, empatándola con el día.

Estando totalmente absorta en mis pensamientos y en la despedida que hacia el sol ese día, escucho que alguien al frente se aclaraba la garganta.
Cuando miro, la persiana de enfrente estaba abierta y Mario sentado en algo que me pareció su cama, con los codos apoyados en las rodillas y un celular en la mano me miraba extrañado.

Me asusté un poco, pero hice uso de toda la actitud carismática de mi madre, de la cual estaba segura que se sentiría orgullosa. Así que salí rápido de mi estupor y con mi mejor sonrisa lo saludo.
--Hey! ¿Qué tal vecino? El arquea las cejas como si no estuviese correcto lo que acabo de hacer. Por lo que me puso aún más incómoda.

--Soy Mariana tu nueva vecina y…- Con el seño más profundo, cosa que pensé imposible me responde

—Sé quién eres, tu madre nos hizo escuchar a cada vecino tu bibliografía completa Mariana Luna.- Por supuesto, como olvidar a mi madre, su solidaridad para con su hija, no deja nada a la imaginación.

--- Claro es cierto, perdón si, lo siento por eso —Mira su móvil al sentir una notificación y me dice

- ¿y porque ese perdón, porque lo sientes?—Intento tragar pero se me hace casi imposible, ese chico tan exageradamente guapo me miraba de una forma y me hablaba tan cortante que se podía sentir el filo en sus palabras, no estaba preparada para una actitud así. Di un paso atrás, y cuando supo que no tenía una respuesta me volvió a mirar.

— ¿Te comieron la lengua los gatos? Parece que no heredaste los genes de tu madre, cualquiera pensaría que una acosadora sabría responder una simple pregunta. -Pone cara de asombro-- ¡Espera! ¿Es eso? ¿Te disculpas por acosarme al descaro, sin mi consentimiento?-  --Mis ojos casi se salen de las órbitas, los abrí tanto que me dolían, quise hablar pero no sabía qué respuesta darle a todo lo que acababa de salir de eso labios gruesos y perfectamente delineados, era imposible que de aquella boca sensual y perfecta haya salido semejante grosería. No estoy acostumbrada a ese tipo de tratos sin tacto. Sigo en intentos vanos de tragar pero me doy dos sacudidas imaginarias he intento responder.

--Yo…yooo… yo no hago eso que dices, yooo no acoso—logré decir después de mucho esfuerzo, mis ojos entre pardos y toques de verde (realmente no sé cómo describir el color de mis ojos, porque suelen cambiarme dependiendo de la luz) ya estaban aguados y mi cara debía parecer un tomate, mi piel era tan blanca que cualquier reacción o emoción se me notaba porque la sangre me subía al rostro como si no existiera ninguna otra parte, y el calor que sentía en el mismo no era normal, volví a retroceder otro paso. Cuando se volvió a dirigir a mí.

-- Espero que no mueras, lo que veo en tu rostro te delata, parece que fueras a desmayarte, prepárate, mañana empiezas y te toca estar conmigo en el cole, en mi misma aula, mi madre se aseguró que te sentaras conmigo.

Ah también según ella, muy a mi pesar, tengo que darte una especie de bienvenida o algo así, por ser mi vecina y mi compañera de clases, así que te espero a las ocho aquí en casa, Hey, sé que solo son ocho pasos para que llegues, te vi la otra anoche contándolos no te será difícil ser puntual—Cerré de un tirón las persianas, me apoyé de espaldas a ella y empecé a hiperventilar,

-¡¿Qué rayos acaba de pasar?¡-

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