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Cap. X El Mensaje

La noticia de su muerte fue la gota que derramó el vaso. Fue el puntillazo final para una historia paranoica impulsada por Ganid. Ya nadie tuvo la menor duda de la falsedad de todo. Una desaparecida, un muerto y un suicida, más trágico no se podía pedir. El mundo siguió su curso y echó el asunto al olvido, ya más nadie habló del tema, ni siquiera para descalificarle. Yo mismo empecé a vacilar, mi fe disminuyó en gran medida y a punto estuve de ser la cuarta víctima en la ficción creada por un teólogo loco. No es que José, el esposo de María, se haya suicidado, más bien se dejó morir. Me explico. Él tenía una enfermedad rara, no recuerdo su nombre en estos momentos, la cual había recrudecido por descuidos de su misma parte. Y a raíz de la desaparición de María abandonó el tratamiento y cometió algunos excesos, acelerando su fallecimiento. Supongo que fue un acto inconsciente. En cuanto a mí, por un tiempo se me ocurrió la estúpida idea de que él no podía amar más a María que yo e iba a demostrarlo acabando con mi propia vida.
Sin embargo, si algo ayudó en la recuperación de mi cordura, fue cuando decidí someterme a una auroterapia.
Fue a mediados de abril del 2050 que inicié las sesiones, prescindiendo de esas energías tan negativas que me estaban destruyendo, además de fortalecer de mi espíritu y mi alma. Pero el verdadero regalo lo encontré en la grabación, de las diferentes sesiones de aurahipnosis. Escondida entre las palabras del doctor y las mías se encontraba aquel mensaje perdido, aquella porción del sueño que me fue arrebatada por la zona inconsciente de mi cerebro.
El doctor se dio cuenta de ello y por eso me obsequió un programa informático, especial. El cual me permitió escuchar una vez más su voz, un poco atemperada quizá. ¡Era ella! Magias de la tecnología y la ciencia o dones de Dios hallados por los hombres, otorgados por Él. Y a través de un sistema de filtros digitales de sonido, los cuales identifican las ondas cerebrales, las descifran y clasifican para luego convertirlas en información mediante bandas de sonido y/o Espectros WAV, pude conocer la totalidad de su mensaje de despedida. El cual compartiré con ustedes seguidamente:

“No sé cómo empezar a decirte todas estas cosas y hechos maravillosos que están sucediendo en mi vida, en la vida espiritual del planeta. Quizás debería comenzar por el hecho de que ya tú sabías o intuías que era yo la persona seleccionada. ¿Cómo lo supiste? No tengo la menor idea y creo que tú mismo no te lo puedes explicar, curiosidades del amor, supongo. Yo, cuando te cité para vernos ayer viernes, quería comunicarte los sentimientos al respecto que estaba descubriendo en mi ser. Una chispa diminuta dentro de mí me decía que yo era esa persona, no me lo creía. Pensé que no lo merecía, aún hoy lo pienso; existen tantas almas superiores a mí en este mundo. Parecía imposible que yo fuese elegida para semejante preparación, una misión tan importante. Yo iba decírtelo, de verdad deseaba contártelo. Quería compartir todas esas impresiones con alguien, pues no le había comentado a nadie acerca de ellos y quién mejor que tú para escucharme. Sin embargo, ironías del destino. Mientras yo buscaba las palabras adecuadas para no pasar por loca ante ti. Tomando en cuenta que hasta ese momento no estaba muy segura y mi mente todavía analizaba la posibilidad que fueran meras suposiciones mías. Algún tipo de reacción psicológica que mi cerebro ideó para hacer frente a mis problemas existenciales. Tú te adelantaste, manifestando sin tapujos ni miedos, tus sentimientos con relación al tema. Siempre admiré esa cualidad en ti, a veces te pasas de sincero, lo primero que viene a tu mente es lo que dices y el origen de todas esas ideas siempre son tu corazón. Lo sabías, sin saberlo lo sabías. No te imaginas la sorpresa que me llevé, ante la seguridad con la que tú defendías la hipótesis de yo poseer todos los atributos para cumplir tal empresa, para ser seleccionada. Me quedé en una sola pieza, no sabía qué hacer, me puse nerviosa, mi vida cambió en ese preciso instante. Eso era todo lo que necesitaba oír, era lo que mi corazón requería. No dude más y terminé de aceptar lo que antes me había parecido una presunción paranoica de mi mente. Cambié de tema sin querer y traté de disuadirte de esos pensamientos o sentimientos. Debí haberte confesado todo, pero me faltó valor y talvez hasta fe. Me dediqué por lo tanto a compartir esos últimos momentos contigo, recordando el pasado. Aunque primero te revelé ciertas cosas relativas a mi vida terrenal. Lo demás fue un tanto extraño, yo sentía tantos cambios dentro y fuera de mí. No obstante, tú no percibías dichas transformaciones y me acompañaste hasta mi casa sin notar nada especial en mi persona. Te observé cruzar la calle, ver hacia la puerta, sentí tu suspiro, el aliento del amor sencillo y sincero que sientes por mí. Te confieso que en muchas ocasiones llegué a pensar que ese amor era contraproducente. Llegué a lamentar que estuvieses enamorado de mí. Ahora no pienso igual, bendito seas por amarme sin haberme amado. Por derrochar tanto cariño recibiendo sólo pequeños porcentajes cuando en realidad merecías más. Lo siento, nunca quise hacerte mal. Perdóname si alguna vez te olvidé más de la cuenta, tú sabes que no fue intencional.”
“Hoy, además de esta necesaria y merecida aclaración necesito un favor tuyo. Una vez más te pondré en aprietos, te pido que me disculpes por hacerlo, pero tú eres mi única y mejor opción, sé que tú puedes hacerlo. Tú sí estas seguro de todo, no obstante, existen otras personas importantes que piensan diferente, José incluido. Y de él quiero hablarte. Él no cree en nada de lo que está ocurriendo. Su fe se encuentra enfocada hacia otras creencias, un tanto ortodoxas y atrasadas, y por lo tanto le afectará en demasía mi desaparición. Él me ama, a su manera, me quiere. Descuidó nuestra relación, se confió, las cosas se volvieron rutinarias y el amor se apagó, aunque sin dejar de existir. De todos modos, yo también tengo cuota de responsabilidad en ese distanciamiento acontecido entre ambos. Lo que deseo pedirte es que hables con él. Él no entiende que pasa, no lo asimila aún y la verdad es que temo por su salud. Tú no lo sabes, pero el sufre una enfermedad, que, si bien no es mortal a priori, si él no sigue el tratamiento al pie de la letra se podría complicar y allí sí que su vida correría peligro. Habla con él, explícale todo, si es posible dale aliento, otórgale un poca de esa fe que tienes en mí. Te estoy pidiendo algo que no es nada fácil, lo sé. Una vez más te pido excusas y agradezco toda la comprensión que puedas concederle a este asunto. Y si él no llega a escucharte no te sientas culpable, por favor no te me caigas tú también pues te necesito de mi lado cuando vuelva. Prometo concederte la oportunidad de conversar a solas conmigo, no me falles que yo no te fallaré. Muchas veces te he decepcionado pero esta vez no será así, búscame que yo estaré esperándote.”
“Ahora, no puedo decirte donde y cuando regresaré, entre otras cosas porque yo misma lo ignoro. Guíate por tus instintos, sólo tengo entendido que será en un lugar apartado, quizás una pequeña isla lejana, no me visualizo en ninguna gran ciudad, descarta Roma y a Jerusalén, elimina cualquier lugar de Venezuela; no es allí. Piensa en un lugar que simbolice algún triunfo colectivo para la humanidad, un hecho que repercuta sobre cada individuo de nuestro amado y maltratado planeta. Es todo lo que puedo indicar, mantente firme, mira que cuento contigo, tu comprensión, tu apoyo y tu compañía. Despierta Robert, que el mundo de lo aparentemente real te espera, un pequeño beso de despedida significará el hasta luego que te acompañará hasta nuestro encuentro posterior y definitivo, no lo olvides.”

Ese era el fragmento perdido de aquel extraño sueño. Lo demás ya lo conocen, el asunto de los “nueves” y toda la secuencia onírica subsiguiente. Un mensaje que significó mucho en mi vida, me devolvió la esperanza perdida en los acontecimientos anteriores, me otorgó una meta a seguir; una meta nada fácil pero que debía realizar a toda costa: averiguar en donde podría llegar mi bienaventurada amiga. Digo “donde” porque el cuándo estaba relativamente claro: 5 de mayo; posiblemente a las diez de la mañana. Si esto resultaba cierto disponía de escasas dos semanas para lograr mi objetivo y trasladarme hasta él. Cosa preocupante, pues mis finanzas no estaban balanceadas y asumir un viaje hacia quién sabe dónde implicaba tener un respaldo para posibles imprevistos. Había que pensar en comida, alojamiento, transporte, los gastos fiscales, etc. La única medida plausible era practicar una política de austeridad en mi loca cruzada. No era algo favorecedor ni reconfortante, yo no sabía que cosas pudieran acontecer en el extranjero. Me intimidaba, ciego, loco, enamorado, perdido, abandonado y pobre en un país extraño y quizás con otro idioma y cultura. En fin, la suerte estaba echada y no me quedaba otro camino sino seguir lo desconocido, una aventura desventurada; que si no la hacía me lo iba a reprochar toda la vida.

Tamaña tarea me tocaba ahora. Averiguar, adivinar, intuir, oler, buscar a ciegas, en qué lugar de este desamparado planeta mi querida amiga haría acto de presencia. 510.000.000. Km.2 de superficie terrestre de los cuales dos tercios está compuesto por agua. Como no disponía de mucho tiempo me apresuré a investigar cuanto libro, articulo, webzine, publicaciones diversas, etc.; que pude encontrar acerca del tema. Hallé muchas cosas interesantes, pero sólo tres hechos, ocurridos o desarrollados en islas, resaltaban entre tantos: La famosa misión tripulada a Marte, en Phobos y Deimos, dos pequeñas islas artificiales construidas especialmente para el lanzamiento de las Naves Minerva I y II; El puente sobre el estrecho de Bering. Otro conjunto de islas artificiales, en donde se encuentra erigida la estatua de la Fraternidad Universal con motivo de la unión del continente americano con el conjunto euro-asiático-africano, así como la declaración oficial de apertura de la línea de trenes rápidos entre Anchorage (Alaska) y Providentia (Rusia). Por último, Rapa-Nui, Isla de Pascua, siempre célebre por sus esculturas megalíticas y a partir del 2040 conocida por haber sido el centro piloto para la puesta en prueba de nuevas tecnologías ecológicas, botánicas y biogenéticas. Mismas que luego serían utilizadas en el mundo entero para luchar contra la contaminación ambiental, el manejo de los residuos sólidos y tóxicos, la recuperación de la capa de ozono, etc.
La primera opción: Las islas Phobos y Deimos, era una candidatura casi redonda, alejada de todo centro poblado, con espacio y logística más que suficiente para concentrar personas o en su defecto transmitir el evento (?) sin ningún tipo de problemas ya que poseía un centro de comunicaciones de última generación, desarrollado exclusivamente para el proyecto del viaje a Marte. Más otras ventajas que en este momento no alcanzo a recordar. Digo que era una candidatura casi redonda porque faltaba un pequeño detalle: las instalaciones principales y gran parte del conjunto no se le permitía el acceso a los civiles. No dejaba de ser una instalación con tecnología de punta; la cual no podía ser vista por el visitante común. Quizá esto resultaría favorable para el regreso incógnito de Mariángeles, pero no visualizaba una apertura de la infraestructura sólo por el hecho. De todas maneras, las islas eran más concreto y acero que tierra y árboles.
La segunda posibilidad la descarté de inmediato. Nada más y nada menos que en el estrecho de Bering, casi en el polo norte. Sinceramente no imaginaba que motivos podrían influir para que se escogiese semejante paraje como lugar de regreso de María. A veces me siento extraño al escribir o hablar sobre su regreso, suena todo tan inverosímil que si no fuera porque medio mundo fue testigo de lo que pasó no me atreviera a decir nada de nada. Punto a favor lo representaba la gigantesca y majestuosa estatua de 250 metros de altura levantada en honor de la Fraternidad Universal, era difícil concebir un mejor símbolo de triunfo colectivo. Pero el detalle invernal le restaba puntos al sitio.
Y la tercera opción. Isla de Pascua. 118 Km.2. Un cúmulo de rocas volcánicas en la mitad del Océano Pacifico. Laboratorio natural a la descubierta. Escenario arqueológico, mudo y silencioso, microcosmos en donde el hombre puso en práctica el principio del consumo masivo y sin freno. Acabando con todos los recursos de ese pequeño y aislado mundo. Una representación a escala de lo que ocurriría en el planeta luego. Hecho que colocó a Rapa-Nui como ambiente ideal para desarrollar y poner a prueba aquellas técnicas que nos permitiesen ayudar a la naturaleza en su proceso de depuración y recuperación. Me pareció la opción más viable de las tres en cuestión. No había restricción de paso, la isla poseía un clima estable. Su estado ecológico se encontraba en pleno crescendo. En fin, se hallaba en una época de abundancia y prosperidad, nunca antes observada por el hombre occidental. El problema, como siempre, lo representaba la accesibilidad, no existían vuelos comerciales directos desde Venezuela hacia allá y por barco sería una eternidad cubrir los miles de Km. que me separaban de mi destino.
Armado de valor comencé a realizar gestiones de pasaporte y salvoconducto. Me informé de los costos de viaje a cada una de las tres opciones. Y si antes había descartado a Bering, después de calcular los gastos de dicho traslado, rogué al cielo que no fuera allí el sitio de reunión con mi amada amiga. Pascua le seguía, en cuanto a costos se refiere, y Deimos y Phobos como la más barata opción de todas.
A Jonathan le daba igual cualquiera de las tres. Él sólo quería ir conmigo para estar presente en el acontecimiento. Fuese cual fuese su naturaleza, alcance, dimensión, costo, consecuencia o emplazamiento. Sobre las causas de dicho acontecimiento bien conocíamos su pensamiento.
–—¿No decías que irías al fin del mundo si allí hallarás a Mariángeles? Pues ha llegado la hora de demostrarlo: práctica lo que predicas —recalcaba a cada rato —Bering no es el fin del mundo, pero se le acerca bastante.
En el fondo creo que mostraba cierta inclinación por esa opción sólo para molestarme o retarme. Nunca se le olvidaron mis palabras con motivo de mi devoción por María y como recorrería el planeta entero para ir en su búsqueda. Por la boca muere el pez.
El tiempo no se detuvo y los días pasaron en un abrir y cerrar de ojos; me hallaba de pronto en un punto vago del universo, en un instante de la eternidad en movimiento. Al cual el hombre ha clasificado a su gusto y comodidad. Un día, un mes, un año; nomenclatura hipotética que existe sin existir. La noche del 4 de mayo del 2050, restaba menos de 24 horas para corroborar si todos mis pensamientos y presentimientos eran correctos. No poseía la más mínima idea que aclarase mi razón ¿Bering, Deimos y Phobos, Pascua? Cuál de las tres. Quizás ninguna.
Ya a esas alturas el mal estaba hecho. Había renunciado a mi trabajo, el equipaje estaba listo, compuesto de ropas y toda cosa que podía llamar indispensable.
A pesar de toda la inquietud y ansiedad que me embargaba, dormir no se me hizo una tarea pesada o difícil. En un dos por tres caí en brazos de Morfeo y en las profundidades de ese reino inconsciente de la oscuridad mental. Las luces de los sueños se encendieron en una continua parada de imágenes repletas de María. No tengo una idea clara de cuantas veces soñé con ella esa noche. Todas sus formas, actitudes y semblantes se recrearon en una grandiosa gallería de recuerdos sublimados. No los describo ahora para no alargar más el asunto, en uno de ellos encontré la clave que señalaba o talvez apoyaba una opción. Quizás fue el más significativo de todos, ella acariciaba mi cabello con una ternura y cariño fraternal que rayaba en lo materno y lo sublime. Vestida con una sencilla franela o bata blanca.  Mariángeles tenía un pequeño collar con una figurita tallada en madera. Y la imagen era un Moai.
Demasiado claro para mí.
Decidí por lo tanto llamar a Jonathan e informarle a donde iríamos: Isla de Pascua. Ya esas alturas, el día había comenzado y en cuestión de cuatro horas María de los Ángeles estaría otra vez más nosotros. Todos los sentimientos imaginables se agolpaban en mi corazón. El miedo penetró mis entrañas y el estómago somatizó cada uno de esos temores y anhelos.
A las 9:45 a.m. del 5 de mayo Jonathan y yo partíamos en un vuelo desde Caracas hacia Santiago y todavía faltaba mucha locura por recorrer. No teníamos adonde llegar, los hoteles (por un adelanto inusual de la temporada turística) se hallaban abarrotados. No pudimos reservar ningún cupo en alguno de los vuelos hacia Pascua por la misma razón. Íbamos a la venia de Dios. Bueno, por lo menos bien encomendados estábamos.

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