Capítulo 8
Capítulo 8
Primer juicio:
Día 4 del programa M.E.R: 14 de enero del 2015
9:15 pm
La inteligencia de Derek Osbone era algo digno de admirar. Todos los que lo conocían podían concluir, luego de unos minutos a su lado, que él sería capaz de lograr cosas grandes con esa mente suya que simplemente no se cansaba de aprender. Por eso, más de uno se preguntaba: ¿qué hacía un joven genio como él vendiendo dulces y cafés en Detroit cuándo podría estar cambiando el mundo?
Pues, nadie consideró que Derek estaba lo estaba cambiando desde ese café.
Él volteó el letrero para indicar que Sweets estaba oficialmente abierto para el público ese día. Se colocó el delantal pensando que este debía tener el tono de rosado más horrible del mundo; brillante y muy cursi. Finalmente, tras saludar a su jefe y mentirle para cubrir la ausencia de Lilian, tomó su lugar detrás de la barra.
De estar en la mente de Derek, saldrías mareada debido a la cantidad de cosas que revoloteaban en ese lugar. Podía estar pensando en alguna teoría relacionada a la cosmología física, al mismo tiempo en que se hacía una idea de algunas frases en latín que podría enseñarle a su mejor amiga. A su vez, se preguntaba si había dejado la luz de su habitación encendida, cosa que siempre hacía. Y, al final, concluía que tenía hambre, siempre tenía un hambre terrible en las mañanas.
Escuchó la campana de la puerta, los primeros clientes de la mañana habían llegado. Él levantó la mirada, esperando encontrar a la típica clientela de siempre, esos chicos y chicas con vestidos bohemios con los que siempre era interesante conversar. Sin embargo, para sorpresa suya, encontró algo muy distinto.
-¡Querida Margaret! -exclamó al ver a la doctora junto con tres de las cuatro margaritas. Les sonrió en el momento en el que se acercaron a la barra -. ¿A qué se debe la dicha de verla el día de hoy?
Margaret rio y negó con la cabeza. Cuando conoció a Derek, este le dijo que ella le daba la impresión de alguien superior, como de la realeza, así que comenzó a hablarle de esa manera. Ella se acostumbró con facilidad, aunque debía admitir que aún le daba gracia.
-Hola, Derek -dijo ella con una sonrisa -. Bueno, querido, estoy aquí por trabajo. Bienvenido a la segunda sesión del programa M.E.R.
-Wuju -exclamó Cloe, sin entusiasmo alguno.
Derek esbozó una sonrisa ladeada en dirección a las tres margaritas. Cloe, Dalia y Sanne habían visto a ese chico cuando conocieron a la doctora Wallace. Lo recordaban bien, él era uno de los delatores; específicamente, el delator de la margarita con bulimia.
-Hola, chicas -dijo con ese tono amigable tan típico en él -. ¿Cómo están?
-Nos despertamos a las cinco de la mañana para que la secretaria nos dejara esperando unas tres horas, y luego seguimos a una loca dos cuadras hasta un café -dijo Sanne -. No es el mejor lunes de mi vida.
Derek soltó una pequeña carcajada. Bien, Margaret aún no se ganaba el cariño de las chicas. Él tuvo el presentimiento de que así sería; alguien tan extravagante y diferente como esa doctora era difícil de comprender. Incluso a él le costaba, y era experto en entender cosas difíciles.
-¿Dónde está Lilian, Derek? -preguntó Margaret.
-Pues, Lilian Bennett tiene el don de llegar siempre tarde al trabajo, querida Margaret. Llegará pronto, ya verán -explicó Derek -. Pero si mi jefe pregunta, la vieron ir a buscar fruta en el depósito.
-¿La estás cubriendo? -preguntó Dalia.
-Cubrir a Lili es mi trabajo oficial, solo que por ese no me pagan. Por eso tuve que ponerme un delantal color rosa y aprender a hacer batidos -dijo él, sacándole una sonrisa a la margarita con obesidad -. A todas estas, ¿qué hacen aquí? Digo, no cuestiono tus métodos, querida Margaret, pero, ¿por qué están en un café?
-¿Recuerdas que les dije a Dann, Eve, Calvin y a ti que serían mis cómplices en algún momento? -preguntó Margaret a lo que él asintió, se los dijo la primera vez que los vio y les advirtió a los cuatro delatores que servirían de apoyo en algunas sesiones -. Pues, hoy me ayudarás tú.
-Ay, mierda -soltó Derek, abriendo mucho sus ojos cafés-. ¿No podía ser Eve la primera?
-No, te necesito a ti. Tranquilo, será fácil. Por ser la primera vez, te tocará algo sencillo.
-Y supongo que no me puedo negar, ¿o sí?
-Vamos, sé que no quieres negarte. Harías lo que fuera por una de mis cuatro margaritas.
Derek sonrió y dejó a un lado el trapo con el que estaba limpiando.
-Bien, ¿en qué puedo serle útil, mi querida doctora?
-Esperemos a que llegue Lilian y comenzaremos -indicó Margaret a lo que él asintió.
Mientras, él se dedicó a atender a otros clientes. Después de todo, estaba trabajando. Quien no podía ocultar su molestia era Cloe. Ya le parecía malo estar siguiendo las órdenes de esa doctora, ¿ahora tenía que aguantar a ese nerd también? Vaya compañía tenía esa mañana. Sin duda era vergonzoso, solo esperaba que nadie que la conociera pasara por ahí.
Ella se dedicó a observar a Derek con detenimiento. A simple vista, él le recordó a esos chicos con gafas que ella Rachelle y Cameron se dedicaban a molestar en su instituto. Quizá él era más apuesto que muchos de los que habían hecho llorar, pero supuso que se debía a que él no era un adolescente, sino un adulto joven. La pubertad debió haberle hecho el favor de atropellarlo de la manera correcta. Aun así, sus lindos ojos café, y las pecas y lunares que cubrían parte de su cuello y cara, no quitaban el hecho de que él era algo que Cloe detestaba: un nerd.
Eso, y el tentador pero prohibido aroma a dulces, la estaban irritando más de lo normal.
-¿Qué? ¿Tengo algo en mis gafas? -preguntó él luego de un tiempo bajo la atenta mirada azul de Cloe -. ¿Por qué me miras así?
- Eres repugnante -le dijo, recordando las palabras de Rachelle usaba con los nerds en la escuela.
Sentía la necesidad de burlarse de él solo para no sentirse tan avergonzada por su compañía. Además, los insultos la distraían de los quejidos de su estómago, hambriento por un poco de azúcar. El chocolate, la crema batida, las tortas, el delicioso olor a merengue...Es más fácil atacar a alguien cuando te sientes atacado, y Cloe estaba siendo atacada por su peor enemiga: la comida.
Y esperó verlo derrotado para dejar de sentirse mal consigo misma, pero eso no ocurrió.
-Pues, sé que no soy un modelo, pero hasta ahora ninguna chica ha vomitado al verme -Derek se encogió de hombros -. ¿Vas a ser la primera? Los baños están a la derecha. Hoy limpia Lilian así que puedes tomarte todo tu tiempo y soltar todo lo que mi repugnante cara te provoca.
Cloe no esperó esa reacción, pero no se permitió mostrar sorpresa. Mantuvo su mirada crítica y alzó el mentón para demostrar superioridad.
-Si eres grosera, Cloe -dijo Sanne, quien levantó la mirada de su teléfono para mirarla con desaprobación.
-¿Qué? Es un nerd -puso como excusa -. La gente como él solo sirve para hacer los deberes de otros, para lloriquear y dar asco.
-Ah, ya veo -dijo Derek con cierta diversión -. Entonces, ¿decidiste odiarme solo porque tengo lentes y soy inteligente?
-Pues, sí. Eres un nerd -Cloe recordó a Cameron en ese momento, él siempre le dijo que la gente como Derek presumía de su inteligencia cuando no eran nada. Eran inservibles, merecían ser molestados.
Sin embargo, Derek comenzó a reír en vez de lloriquear ¿Que había hecho mal? Lo molestó de la misma manera en que insultaba al resto, ¿por qué a él no le había afectado?
-Ya veo que está pasando aquí -dijo él, calmando su risa -. Eres de las que usa etiquetas como armas.
-¿Disculpa? -ella alzó una ceja, sin comprender.
-Si, eres de esas chicas que cree que con una palabra ya puede definir a la gente y destruirla con eso. Las personas no somos prendas de ropa, Cloe. No nacimos con etiquetas que nos describen. En mi caso, acertaste, soy un nerd; pero no soy el nerd que imaginas. De hecho, a diferencia de lo que crees, me gusta ser quien soy.
-¿Qué puede tener de bueno ser un nerd como tú?
-La pregunta es, ¡¿qué puede tener de malo ser como yo?! Porque no me siento mal al ser como soy, no me molesta ser nerd cuando eso implica ser alguien inteligente. De hecho, disfruto estudiar. Quizá lo único que no va conmigo en ese término es que se hizo para personas con pocas habilidades sociales y, pues, seré grotesco para ti, pero muchos otros disfrutan de mi compañía. Allí está, adapte mi etiqueta, la acepte, pero eso jamás definirá quién soy. Hay mucho más de mí que no cabe en esa palabra.
Derek se tomó unos instantes para limpiar la barra, y lo hizo con una sonrisa en el rostro. Ella no sabía que opinar, ni que decir al respecto. Quizá, el olor a dulces la estaba volviendo más débil de lo normal. Más débil que un nerd.
-Debes tener cuidado al etiquetar a alguien, Cloe, porque rara vez acertarás -le dijo Derek -. Hay un mundo detrás de cada persona a la que insultas y podrías equivocarte al etiquetarla a primera vista. Una palabra no basta para describir algo tan importante como una personalidad, menos si la usas de esa manera.
Cloe se quedó callada. Parpadeó un par de veces, atónita ante el discurso que el nerd acababa de dar. Las etiquetas se pueden ver de dos maneras: la manera de Cloe, que incluye una prisión hecha por una palabra, englobando todo lo malo y logrando que la gente olvide el resto de lo que es; o de la forma en la que las veía Derek, como una descripción de una parte diminuta de la personalidad de alguien. Uno de los errores más grandes que él veía en la sociedad era que, en la mayoría de las ocasiones, las letras valían más que las personas. La humanidad estaba olvidando que ellos inventaron el abecedario en algún momento, ellos tenían el control sobre las palabras; no al revés.
-¡Ya llegué! -la voz de Lilian se escuchó desde la puerta trasera. Atravesó la pequeña distancia entre la entrada, pasó los aparatos que servían para preparar los dulces y a Derek, todo eso con la mirada baja. No notó a las margaritas, o a la doctora Wallace.
Derek le sonrió por última vez a Cloe, dando por culminada la lección impartida hacia la prima de Eve. Luego, se dedicó a observar a su amiga, quien se amarraba el delantal con esmero. No tenía chicle en la boca, solo tenía las manos llenas de pintura. Supo que no llegó tarde por purgarse, aunque eso no lo calmó. Cuando Lilian no vomitaba en la mañana, lo hacía en la noche.
-Joe cree que estás en el depósito buscando fruta -dijo Derek -. Llegaste a tiempo, ya estaba considerando decirle que te había tragado un mango.
Lilian soltó una pequeña carcajada sin despegar la mirada del suelo. Ese día, iba vestida con un suéter blanco y unos pantalones marrones que hicieron que Cloe se arrepintiera de llamarla gótica la primera vez que la vio. Sin duda, esa etiqueta no iba con ella.
-Eres el mejor, Derek Osbone -dijo ella.
-¿En serio? Pues, hoy me dijeron que soy repugnante -le informó -. Ya no sé a quién creerle.
Para cuándo Lilian levantó su mirada y encontró a las otras tres margaritas junto con la doctora, su pequeña sonrisa se esfumó. Miró a Derek, quien se encogió de hombros, dándole a entender que él tampoco estaba muy claro de lo que ocurría
-¿Qué hacen ustedes aquí? -preguntó.
-Bienvenida a la segunda sesión del programa M.E.R -dijo Dalia con un falso entusiasmo. Ella quería el programa, pero no negaba que las sesiones eran molestas -. Está vez, en vivo desde un café.
Lilian no supo que decir, no esperó tener que lidiar con la doctora Wallace ese día y no se sentía con ganas de hacerlo. Puso de inmediato la excusa de que debía trabajar, pero la insistencia de la doctora para que dejara la barra y se pusiera del lado de la clientela terminó por molestarla tanto que hizo lo que le ordenaron. Satisfecha, Margaret le sonrió, logrando que su sangre hirviera aún más. Le estaba resultando imposible soportarla, pero no le quedaba de otra.
Con las cuatro margaritas del lado de la clientela, se podía dar inicio a la sesión.
-Bien, llamo al ejercicio de hoy primer juicio -comenzó la doctora -. Solo necesito que le pidan a Derek lo que normalmente desayunan. Hoy comeremos juntas.
-¿Eso es todo? -preguntó Sanne.
-¿Y le aceptaron que faltará a la escuela por un desayuno? -preguntó Cloe -. Digo, no me molesta faltar, pero creí que tenía profesores más estrictos.
-Chicas, háganme caso -las calmó Margaret -. Sweets no solo es una franquicia de dulces, por lo que tengo entendido.
-No, también tenemos desayunos ligeros - explicó Derek -. Yogurt con fruta, sándwiches, ensaladas de frutas, no es que sean las especialidades de la casa, pero son comestibles.
-Perfecto, porque muero de hambre -dijo Dalia que, en lugar de prestarle atención al menú ligero que ofrecía Derek, pasó su mirada por la vitrina de los postres. Esas sí que eran las especialidades de Sweets.
-Bien, Dalia -habló la doctora -. Escoge tu primero.
Sin perder el tiempo, Dalia le pidió con amabilidad un sándwich de queso, una torta de chocolate, un batido de fresas con cacao y una galleta de avena tamaño grande a Derek. Sanne y Cloe la miraron con un asco rotundo. Tan solo con ver la bandeja que recibió, pudieron contar que la cantidad de calorías eran demasiadas para un desayuno. Dali se sintió intimidada por las miradas unos importantes segundos, pero, al encontrar los amables ojos café de Derek, mandó al demonio las opiniones silenciosas de Cloe y Sanne y tomó gustosa su bandeja con comida.
-Sanne, sigues tú -indicó la doctora.
-Con un yogurt y un jugo natural me basta -le dijo a Derek -. Digo, ¿el jugo es cien por ciento natural? ¿No?
-Como empleado, tengo que seguir el protocolo y decirte que si mientras sonrió y te ofrezco alguna de nuestras especialidades -confesó Derek -, pero como persona que lo ha probado, solo me queda decirte que debes averiguarlo.
Sanne se encogió de hombros y tomó su pedido. Si el jugo no era natural, ella lo notaría. Su paladar ya podía identificar la glucosa extra en ciertos alimentos y bebidas.
-Cloe, vas tú -señaló Margaret.
-Mhm, bien, ¿los sándwiches son de pan integral? -preguntó.
- Hay unos que lo son -respondió Lilian, sabía que Derek no conocía esa parte del menú -. Los que están envueltos en la esquina del mostrador, Derek. Los de arriba son de queso y los de abajo son de jamón. Todos tienen lechuga y tomate. El aderezo es opcional.
-No quiero aderezo -soltó Cloe, así evitaba engordar -. Bien, el pan integral son doscientas noventa y tres calorías en un sándwich de ese tamaño. Quince calorías por la lechuga, veintidós por el tomate... ¿Cuántos gramos de queso trae?
Derek parpadeó un par de veces, sorprendido. Tenía el sándwich en su mano, envuelto en el llamativo empaque de Sweets.
-¡¿Pero qué...?! -exclamó -. ¿Te sabes las calorías de memoria?
-Antes las anotaba, ahora no lo necesito. Lo tengo todo aquí -dijo ella, señalando su cabeza -. Ahora, ¿me puedes decir cuántos gramos de queso son para saber las calorías?
-¿Y yo como carajos voy a saber cuántos gramos de queso tiene esta cosa?
-Trabajas aquí.
-¿Y? Ni mi jefe sabe cuántas calorías tiene el queso que le ponemos a los sándwiches.
-Al menos dime cuántas rebanadas son, sacaré la cuenta.
Derek miró a Lilian, en busca de una respuesta. La misma se encogió de hombros indicándole que no tenía idea de cuantas rebanadas traía cada sándwich. Ninguno de los dos se detuvo a pensar alguna vez cuánto queso utilizaban. En su defensa, nadie les había dicho algo al respecto, hasta ese momento.
-Son tres rebanadas de queso -le dijo Derek, dándole el sándwich.
-¿En serio? -preguntó Cloe.
-No. Solo come tu sándwich y quédate con la duda -Derek le dedicó una sonrisa amplia al tiempo en que ella fruncía el ceño -. ¿Algo de tomar?
-Agua, solo agua. Y mejor cambia el sándwich por una ensalada de frutas.
-Te advierto que esas cosas vienen en un envase del tamaño de un dedo índice -Derek tomó el sándwich de vuelta -. ¿Segura que no es muy poco?
-Mejor que no saber cuántas calorías estoy ingiriendo. Luego no sabré cuánto ejercicio hacer para compensarlo.
Cloe tomó su pedido, molesta; ni siquiera un gracias le dio. La última en pedir fue Lilian, quien se tomó la molestia de ir sola hacia uno de los estantes del mostrador y tomar una barrita de cereal. Le pidió a Derek un agua fría y solo eso, nada más. La doctora la miró con el entrecejo fruncido, esperando a que tomara algo extra. No fue así, ella se conformó con aquello.
-¿Solo tomarás eso? -preguntó Margaret.
-Sí -se limitó a decir Lilian.
-Bien, entonces la dinámica será distinta para ti. Menos mal que sospeché que esto ocurriría. Aquí es donde entras tú, Derek -le dijo Margaret al chico de gafas y ojos café -. ¿Sabes cuánta comida ingiere Lilian durante un atracón?
-¿Qué? -pregunto Lilian, sorprendida ante eso -. ¿Para qué le pregunta eso a Derek?
-Porque ese será tu desayuno -dijo con simplicidad. De nuevo, le dedicó una sonrisa -. Sé que es algo que se suele hacer en privado, los casos como los tuyos vienen acompañados de mucha vergüenza...
-¿Qué va a saber usted de mi vida?
-Solo estudié nutrición y tengo galardones por mis libros sobre trastornos alimenticios, nada importante. Sé más de tu vida de lo que crees, Lilian.
-No, usted no sabe de mi vida. Usted cree saber de mi vida solo porque estudió lo que tengo, pero jamás me conocerá.
-Derek, ¿sabes, o no? -preguntó la doctora, ignorando a la chica.
Él buscó la mirada de su amiga. Le pidió permiso con los ojos para hacer lo que la doctora indicaba. Tras suspirar, Lilian asintió con la cabeza y le permitió hablar. Salvar a Caroline, debía pensar en salvar a su mamá para tener fuerzas que le permitieran seguir adelante.
-Sí, si lo sé -respondió Derek sin apartar sus ojos de los de Lilian.
-Bien, sírvelo.
Derek observó a Lilian una vez más y cuando está bajó la mirada, rendida, tomó una bandeja y comenzó a servir. Entre dulces, galletas y sándwiches, dejó boquiabiertas al resto de las margaritas con la cantidad de comida que tomó. Incluso Dalia estaba impresionada. Miró a Lilian, su delgado cuerpo, y se preguntó cómo cabían tantos alimentos dentro de algo tan frágil y pequeño como lo era ese estómago. El detalle era que la comida nunca pasaba mucho tiempo ahí adentro.
Verás, un atracón suele realizarse a escondidas. En el caso de Lilian, ella lo hacía a solas por vergüenza a que vieran la asquerosa cantidad de comida que ingería con rapidez, casi sin respirar, en un intento desesperado por calmar su ansiedad, el estrés, su vacío. Podía llegar a tragarse tres mil kilocalorías de una sola vez. Era demasiado, lo suficiente para que le doliera el estómago y luego...
Todo se iba por donde había llegado en primer lugar.
Derek le entregó la bandeja de comida a Lili, mirándola con tristeza. Sabía que no era fácil para ella, ni siquiera admitir que comía tanto frente a su mejor amigo le era sencillo.
Él se enteró de la bulimia de Lilian una noche que la sorprendió en medio de un atracón. Ella trató de resistirse al verlo, pero no pudo con el peso de llevar tantos alimentos dentro de sí, de sentirse tan vacía, de ser tan imperfecta comparada con sus rosas, así que se indujo el vómito ahí mismo. Fue horrible para él, pero fue peor para ella por la vergüenza que sintió al instante.
Y la vergüenza se había instalado una vez más en ella gracias a las miradas de las margaritas.
Margaret nunca quitó su sonrisa del rostro y eso molestó a todas. Sentían que ella lo estaba disfrutando, gozaba el poder avergonzarlas. La doctora pagó la comida de las chicas tras pedir una galleta de avena que comería luego. Guío a sus cuatro margaritas hacia una mesa y les pidió sentarse, todas lo hicieron y colocaron sus respectivos desayunos frente a ellas. Ella se sentó después, con la espalda erguida y sus manos juntas sobre la mesa.
Derek las observaba desde el mostrador, curioso y preocupado ante los métodos de Margaret.
-Bien, ahora intercambien de plato.
Las chicas intercambiaron miradas, extrañadas ante las órdenes de la doctora. Dalia, quien estaba a punto de darle un buen mordisco a su tarta de chocolate, la soltó de inmediato y escondió su mano. Creyó que era el momento para comer, no para jugar a intercambios.
-¿Qué dice? -preguntó Sanne, queriendo escuchar una vez más.
-Lo que oyeron -indicó Margaret -. Dalia, dale tu comida a Sanne. Sanne, tu comida a Lilian. Lilian, tu comida a Cloe y Cloe, tu comida a Dalia.
Sin conocer la razón de tal petición, las chicas hicieron lo que se les ordenó. Pronto, Dalia y Lilian tuvieron un desayuno minimalista ante ellas mientras que Sanne y Cloe miraban impactadas la enorme cantidad de comida a la que no estaban acostumbradas.
Sanne estaba asqueada por la cantidad de carbohidratos en su nuevo plato. No seguía ninguna regla, ninguna dieta. No había equilibrio entre los grupos alimenticios, todo era desastroso. Era un caos de alimentos que se le pegaría a las caderas y la volvería peor nadadora.
Cloe, por su parte, tenía el rostro de alguien que acababa de ser protagonista de alguna aparición fantasmal. Le era imposible calcular cuántas calorías tenía la bandeja frente a ella. Solo pudo mirar a Lilian con sorpresa, ella bajó su mirada pálida, avergonzada ¿Cómo podía comer todo eso? Pues, cuando lo comía con rapidez no le resultaba tan molesto. Sin embargo, a la margarita con anorexia le daban náuseas tan solo pensar en ingerir todo aquello.
-Bien, comiencen a comer -indicó la doctora -. Buen provecho, margaritas.
-¿Buen provecho? Yo ya terminé -anunció Dalia, dejando el pequeño empaque de la ensalada de frutas vacío en la mesa.
-Que raro -dijo Cloe, rodando los ojos -. Te lo devorarse en segundos como la gorda que eres.
-No, me lo comí en segundos porque eran solo diez pedazos de fruta - se defendió Dalia -. Es muy poco. Igual que el yogurt que tiene Lilian, el envase es demasiado pequeño ¿Cómo aguantan con eso? ¡No es sano comer tan poco en el desayuno!
-Pues, tampoco es sano comer esto -dijo Sanne señalando su plato de comida -. Es demasiada azúcar, muchos carbohidratos ¡No sé cómo puedes con esto!
-Esto tampoco...-habló Cloe, mirando su bandeja -. Yo...ni siquiera puedo decir cuántas calorías son...esto es...es...
-Asqueroso, lo sé -completó Lilian.
-No hay nada en esta bandeja que sea sano - le dijo Cloe.
Margaret sonrió y tras tocar tres veces la mesa con su puño, dio por culminada la lección que quería enseñarles.
-Felicidades, ustedes mismas acaban de dar el veredicto de su primer juicio -les dijo -: Nada de lo que ustedes comen es sano.
Las margaritas se miraron entre ellas, luego a sus desayunos. Unos de ellos eran demasiado poco, otros eran mucha comida. No había un equilibrio, solo dos extremos muy distintos.
-Comer poco no es sano, tampoco lo es comer mucho - les explicó -. Una flor necesita agua para crecer, pero si le das demasiada, se va a ahogar. Acaban de delatarse a ustedes mismas, son culpables, margaritas.
Y el delito de todas ellas fue conformarse con vidas que no eran lo suficientemente sanas como para mantenerlas mirando hacia el sol.
Dinámica 9:
Bueno, para esta 9na dinámica, pongamos en práctica los métodos de la doctora Wallace...pero no de la manera que piensan.
¿Recuerdan que una dinámica consistió en hacer su propio personaje? Pues, ahora es su turno de contarme como reaccionaría ese personaje si estuvieran en una situación como la de este capítulo.
Y cuéntenme esas reacciones, quiero ver que tanto logran entender a sus margaritas.
Recuerden el check en sus calendarios y comentarme junto con el hashtag #soyunamargarita si van a subirla en sus redes sociales.
Con amor, Rina García ❤
Pd: una pequeña cosita, recuerden que no deben imitar la historia. Nada de plagios porque Wattpad prohibe eso. Lo digo por si deciden hacer una historia a partir de estos personajes que crearán. Pueden hacerlo siempre y cuando no se copien de este libro y pidanme permiso para las adaptaciones ❤
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