Capítulo 56
Capítulo 56
El principio del final:
Día 362 del programa M.E.R: 8 de enero del 2016
6:00 pm
Detroit
Sweets se sentía distinto sin Lilian y Derek en la barra de jugos. De hecho, a Cloe no le costó identificar a sus reemplazos como "aburridos" al hacer su pedido. No obstante, las margaritas y los delatores decidieron reunirse en la franquicia para tomar unos batidos y despedirse de Dann antes de que él volviera a Londres esa misma noche. Tenían demasiadas cosas de que hablar, y quedaban muy pocas horas para que él fuese al aeropuerto.
—Lilian me preocupa demasiado —soltó Sanne, en medio de un suspiro.
Buena manera de empezar la conversación, esa era la preocupación principal de todos los presentes en la mesa.
—A mí también —concordó Dalia —. Le escribí a Derek hace unas horas y me contó que ella es un manojo de nervios.
—Y eso que sus hermanas resultaron ser amables —habló Cloe —, no quiero ni imaginar que hubiera ocurrido si hubiesen sido las brujas que ella pensó que serían.
—De verdad espero que mi joyita este más fuerte que nunca —dijo Eve, entrelazando la mano de Cal con la suya con preocupación —, porque Lili lo necesita como un pilar indestructible por ahora.
—Ya lo creo —concordó Dann —, y conociendo a Derek está haciendo un buen trabajo.
Cloe movió su dije con nerviosismo entre sus dedos. Ella no era la única margarita que tenía unas ganas inmensas de volar hasta Chicago y poder calmar a Lilian. Todas estaban con los nervios de punta por el comportamiento de la chica bulímica. Las historias que Derek les contó sobre aquel episodio de anorexia purgativa en Lili hace años se repitieron en sus cabezas como una película de terror. Todo podía pasar a partir de ese momento.
La bulimia de Lili podría dar un giro drástico.
—¿Y si le pedimos a Margaret que vaya a apoyarla? —preguntó Cloe —. La ayuda de dos es mejor que la de uno solo, ¿no? La doctora podría ir y llenar a Lilian de esa aura tan extraña que ella tiene, eso la calmaría.
—Mhm, no creo que sea una buena idea —dijo Calvin.
—Clo, recuerda que los delatores le declararon una guerra fría a la doctora Wallace —habló Sanne, removiendo su batido especial. No sabía tan bien como el que preparaba Derek, pero algo de sabor tenía —, y se lo tomaron muy literal porque no hemos visto a Margaret desde esa última sesión.
—Es mejor que ella se mantenga alejada de ustedes —aseguró Dann —. Si ya le dejamos claro una vez que no podía meterse con la familia de Lilian y lo hizo, ¿quién sabe qué otras cosas puede hacer? Mejor evitar que salgan lastimadas.
—Esto suena como el fin del programa M.E.R —pensó Dalia en voz alta.
—Quizá lo sea —Eve se encogió de hombros —. Después de todo, ustedes no lo necesitan más. Se están curando solas, se tienen entre ustedes y nos tienen a nosotros ¿Para qué necesitan a Margaret?
Sanne, Cloe y Dalia se miraron entre ellas ¿Entonces eso era todo? Ni siquiera habían culminado con la primera fase del programa, ¿podría ser el fin de lo que iniciaron en enero del año pasado?
—¿Qué les pasa? ¿Por qué tienen esas caras? —cuestionó Eve al notar las miradas llenas de dudas en el rostro de las chicas —. Creí que estarían felices de no verla más. Ustedes la odiaban.
—Al inicio del programa —aclaró Sanne —. Ahora nos acostumbramos a ella.
—Sí, será extraño no ir a sus sesiones raras nunca más —dijo Dalia —, o no escuchar sus metáforas florales con frecuencia.
—Hasta extrañaré su sonrisa irritante —habló Cloe —, y que nos llame margaritas...
Los delatores se miraron entre ellos. De repente, era como si todo el odio que ellas tres junto con Lilian habían acumulado por un año entero hubiese desaparecido. Ahora, las margaritas estaban seguras de que echarían de menos ir al consultorio de la doctora; inclusive extrañarían el rosal falso y las cuatro margaritas con sus nombres ¿Quién regaría esas flores ahora que ellas no estarían más?
—No sabía que querían tanto a Margaret —dijo Calvin, sorprendido.
—Yo tampoco lo sabía —Cloe frunció el entrecejo, dándose cuenta de ese detalle —. Creo que el programa la hizo parte de nosotras.
—Es increíble lo que cuatro cartas anónimas pueden lograr, ¿no es así? —dijo Sanne con cierta diversión —. Yo aún no me creo todo lo que ha pasado gracias a esa nota de peculiar caligrafía.
—Ahí está, esa es otra cosa que extrañaré de ella —señaló Dalia —: es la única doctora con letra legible que conozco.
Tanto Cloe como Sanne soltaron una carcajada y asintieron a aquello. Habían logrado muchas cosas gracias a Margaret, no podían odiarla de la misma manera en la que lo hicieron al iniciar el programa. Si bien ella no estuvo involucrada en el pacto que forjó su amistad, la doctora creó el camino para que las cuatro se conocieran y dieran con lo más valioso que les había dado el programa: hombros en los cuales llorar.
El dinero que les ofreció en su primer encuentro se quedó corto ante el valor de ese regalo.
Solo entonces, los delatores se encontraron en un dilema: ¿Terminar, o no con el programa? Margaret y su manera de ver el mundo podían ser tanto como una salvación como una perdición para personas tan frágiles como ellas cuatro. El programa M.E.R tenía un lado bueno, claro y de buenos resultados. No obstante, también tenía uno oscuro, dañino y capaz de lastimarlas. No sabían en qué punto la doctora perdió el control de su propio sistema, pero lo había hecho y ahora resultaba peligroso hacerlas regresar.
Lo mejor era mantener a las margaritas lejos de la doctora Wallace.
—¿Y si mejor volvemos al tema de Lilian? —preguntó Eve, para eliminar por completo a Margaret de la conversación.
Quizá si se acercaba el fin del programa M.E.R después de todo...
...
6:30 pm
Chicago
Lilian observaba el plato frente a ella con cierto temor, intimidada ante cada uno de los variados alimentos en él. El olor a verduras horneadas y carne recién hecha llegaba a sus fosas y jugaba con su apetito, se le hacía agua la boca con tan solo eso. El problema era que tenía tantas miradas sobre ella que su subconsciente le prohibió llevar, aunque fuera, un simple bocado hasta sus labios. Sus tripas se quejaron, su estómago se revolvió, pero ella no les hizo caso. Además, supo que, de haber querido, ella no habría podido comer. Tenía tantas cosas atoradas en su garganta que no había espacio para las calorías de la suculenta cena frente a ella.
Así que solo miraba el plato, como si fuera una pesadilla vuelta realidad.
—¿No vas a comer, Lili? —le preguntó Harry, sentado al otro lado de la mesa. Ya todos, incluyéndolo, habían terminado de cenar.
De hecho, todos y cada uno de ellos agradecían que esa cena estuviera llegando a su fin, pues fue la más incómoda que alguna vez presenciaron. Rara vez hablaron, solo se mantuvieron en un silencio envolvente y lleno de miradas acusadoras. Claro que Lili no se dio cuenta de eso, estuvo muy ocupada observando cada pequeño alimento en su plato.
—No tengo apetito —contestó ella, sin dejar de ver su cena —. Gracias, pero no quiero comer.
—Pero...
Harry estuvo dispuesto a reclamarle su falta de apetito, pero Derek lo detuvo de inmediato con un gesto con su mano. Él estaba sentado junto a Lilian, ya había notado el terror encerrado en esa mirada pálida que tanto le gustaba. Sin embargo, sabía que obligarla a comer no era la solución. Tomó la mano de Lili sobre la mesa e intentó que ella lo mirase a los ojos...No lo logró.
—¿Podrían guardar esto y dármelo? —cuestionó Derek, mirando a las gemelas solo porque ver a Harry lo enfurecía —. Ella comerá más tarde, solo que ahora no tiene hambre.
—Claro, como gusten —Silvana sonrió y se puso de pie. Tomó el plato de Lilian y se lo llevó hacia la cocina.
Solo entonces, la margarita bulímica sintió alivio.
No pasó mucho tiempo luego de eso cuando Harry anunció que iría al estudio, dio explicaciones sobre su trabajo que Lili no entendió. Ella solo lo observó con detenimiento al marcharse, y eso hizo que el nudo en su garganta se fortaleciera. Tenía tantas cosas atoradas en su boca, esperando salir a la luz junto con todo el dolor que resguardaban, que se sentía asfixiada. No sabía si le costaba respirar por el cansancio, o porque sus pensamientos eran tan complejos y confusos que la agotaban. Solo estaba segura de que quería acabar con esa sensación, quería arreglar todo lo que estaba mal en su vida.
Así que soltó la mano de Derek y se puso de pie, ignorando el leve mareo que la invadió luego de eso.
—Iré a hablar con él —ella respondió ante la duda que formularon los ojos cafés de su novio —. Si vine hasta aquí, más vale que resuelva todo lo que me ha destruido durante años, ¿no lo crees?
—¿Necesitas que te acompañe?
—No. Debo hacer esto sola...Necesito enfrentar a mi padre.
—Esta bien —él le sonrió y tomó su mano, dejó un beso en ella y volvió a su mirada —. Suerte, bonita.
Él entendió que Lilian estaba pasando por muchas cosas, que estaba cansada por la cantidad de engaños con los que la bombardearon por años y que necesitaba ese tiempo a solas con su padre para remendar lo que el tiempo y las mentiras habían roto. Sintió orgullo al ver que ella quería solucionar lo que tanto la había atormentado, que enfrentaría a la fuente de sus problemas y se mantendría fuerte ante el hombre que alguna vez la lastimó. Derek vio en los ojos de Lilian algo que siempre quiso ver en ellos: valentía. Por primera vez, estaba siendo valiente por sí misma, no por alguien más.
Por eso la dejó sola, porque Lili necesitaba entender que ella misma podía mejorar su vida; no requería de un Derek a su lado para hacerlo.
Ella se retiró del comedor sin decir algo más, y caminó hasta el despacho luego de que Samara—o al menos creyó que era ella— le indicara hasta donde debía ir. Tomó un largo respiro frente a la puerta, ¿de verdad quería estar a solas con el hombre que tanto la lastimó y le mintió? Sabía que lo necesitaba, que debía aclarar todo lo que ocurrió esos años en los que él estuvo ausente, pero era tan difícil. Se sentía débil, cansada, asustada...Era una catástrofe vuelta persona, un terremoto devastador personificado. Estiró su mano hasta la perilla, pero esta tembló con tanta fuerza que la retiró de inmediato.
¿Y si no estaba lista para liberar todo lo que decían sus pensamientos?
De repente, sin permiso, una voz conocida se coló en su mente como una especie de mensaje por parte de su consciencia: "Hey, margarita, la Lilian que conozco no tiembla". Llevó su mano hasta el dije en su cuello al reconocer aquel recuerdo, era la voz de Sanne. Sonrío con ligereza y se dio cuenta de que ya no temblaba.
"Si este lugar te da miedo, entonces entremos juntas" fue el turno de la voz de Dalia en aparecer, y la impulsó a llevar su mano hasta la perilla. No estaban ahí, las dos estaban en Detroit, pero las sintió tan presentes que era como si las tuviera a su lado. "¡Animo, descorazonada!" Siguió el recuerdo de Cloe...
Y ese apoyo imaginado la llevó a abrir la puerta.
—Lilian... —habló Harry, al verla entrar —. ¿Qué ocurre, hija?
"Las margaritas no son tan frágiles, ni tan indefensas como piensas" y, a pesar de que nunca escuchó a la doctora decir aquello, su mente recreó la voz calmada y hasta severa de Margaret. Le creyó, pensó que no era frágil, y cerró la puerta tras ella.
Era momento de soltar todo lo que estaba atorado en su garganta.
—¿Por qué nunca me dijiste que el abuelo murió? —cuestionó ella, observando al hombre detrás de su escritorio —. Yo merecía saberlo.
De inmediato, Harry empalideció. Se notó la incomodidad que sintió hacia esa pregunta, incluso desvió su mirada con desesperación esperando poder escapar de alguna manera. No obstante, terminó por pasar una mano por su cabello con nerviosismo y suspiró. Lilian no sabía si estaba lista para escuchar las respuestas, tampoco sabía si él le respondería con sinceridad, pero debía hacer el intento. Estaba harta de no entender, de estar rodeada de engaños. Quería la verdad por más dolorosa que esta podría ser.
—Caroline sugirió ocultártelo —respondió él, mirándola a los ojos —. Desde el inicio, cuestioné mucho las decisiones de tu madre. Pero si algo admiré de la antigua Caro, esa que debes recordar como la madre cuerda y amorosa que alguna vez tuviste, fue que ella siempre hizo lo posible por proteger tu felicidad. Creyó que la muerte de mi padre te dolería demasiado, no quería ver a su pequeña sufrir, así que no te dijimos algo al respecto.
—Sufrí igual —admitió Lili —. Llegué a creer que él me abandonó.
—Las intenciones de tu madre eran buenas, pero sus decisiones fueron muy inmaduras. Para ella, ocultarte todo lo malo siempre fue la solución ¿Puedes culparla? Era una niña, no conocía otra forma de mantener el control —explicó él —. Llegó a quererte, muchísimo, por eso controlaba su alcoholismo frente a ti, fingía que estaba bien cuando en realidad estaba perdiendo la cordura. Quiso darte una vida alegre, pero se le fue de las manos cuando ella no pudo con el peso de sus propios vicios.
—Perdió el control cuando te fuiste. A partir de ahí, dejó de fingir. Le rompiste el corazón y ella se desquitó conmigo.
Él suspiró con fuerza, dejando salir toda la culpa que sentía en esa fracción de aliento. Lilian se sentó en la silla frente a él tras sentir que sus rodillas comenzaban a temblar. Era duro afrontar las verdades detrás de todas las mentiras que forjaron su vida, pero al mismo tiempo se sentía demasiado necesario.
—Si las decisiones de Caroline te parecían inmaduras, ¿por qué tu nunca hiciste algo al respecto? —preguntó Lilian —. Pudiste acabar con las mentiras, ayudarla con sus vicios, pero no fue así ¿Por qué?
—Porque...me convenía —admitió, cabizbajo —. Caroline quería mantenerte en una burbuja de mentiras, y yo necesitaba que mi esposa y mis hijas no supieran de tu existencia. Estaba asustado de perderlo todo, Lilian, así que el colchón de farsas que entre Caro y yo ideamos me daba seguridad. Dentro de todo, tú fuiste feliz, así que no estuvo tan mal ¿O sí?
—¿Y nunca pensaron en lo que ocurriría cuando la verdad saliera a la luz?
—Sí, pero nunca esperamos que las consecuencias fueran tan...graves.
Ella no se perdió el hecho de que los ojos claros de Harry viajaron hasta sus clavículas expuestas, a la cicatriz que descansaba en la esquina de una de ellas, y lo vio tragar saliva con dificultad. Seguro que no esperó que las verdades detrás de todas esas farsas empujarían a su hija hasta ese extremo, en el que sus mejillas parecían estar sumergidas en su rostro, su piel estaba tan pálida como la de un esqueleto, y vomitar se convirtió en su único pasatiempo.
No creyó que su alegre hijita podría llegar a convertirse en la chica de mirada agria que tenía en ese momento frente a él.
—Tú abuelo Sean era el único de mi familia que sabía de tu existencia y la de Caro —continuó explicando —. Me reclamó muchas veces por mis terribles decisiones, pero a ti te amó tal y como amaba a sus otras dos nietas. Caroline nunca le agradó, creía que era peligrosa para ti. Un día me dijo que le diría la verdad a mi esposa, sobre que mantenía otra familia en Detroit, y que te sacaría de las "garras" de Caro. Intenté detenerlo, pero fue imposible; él era muy terco y decidido, así que temí por nuestra mentira al instante. Mi papá quería ocuparse de ti, cuidarte, pero camino allá, falleció de un infarto. Tenía problemas en el corazón y eso lo sabes.
Lilian volvió a estremecerse ante el recuerdo de su abuelo, pero se estremeció aún más al pensar que pudieron alejarla de su madre en algún momento ¿Qué habría sido de Caroline sin ella? Se habría quedado sola...
Observó a Harry ponerse de pie, rodear el escritorio y quedar justo frente a ella. Él se veía más joven de lo que era pues, con casi cincuenta años, seguía aparentando los treinta. Se veía un poco más cansado que el padre que Lili recordaba, pero del resto era igual: mismos ojos claros, mismo cabello castaño y misma barba bien cuidada. No tenía ni una sola cana, a penas unas pocas arrugas, pero lo que si tenía el hombre era una tristeza demasiado evidente resguardada en su mirada.
—Hoy me arrepiento tanto de mis decisiones, Lili —admitió —. Debí protegerte de las mentiras de Caroline, decirlo todo cuando tuve la oportunidad, no sucumbir ante el miedo...Y ahora que te veo aquí, así, me doy cuenta de que mi papá siempre tuvo razón. Debí alejarte de Caro y afrontar las consecuencias de mis errores. Te amo, hija, y pienso hacer todo lo que no hice en el pasado.
—¿Qué? —cuestionó Lilian, sin comprender.
—Múdate con Clarice y conmigo —soltó él, tomando sus delgadas y frías manos entre las suyas —. Aléjate de esa mujer que tanto daño te hace, deja toda esa vida tan llena de dolor y empecemos de nuevo, hija. Te prometo que lo haré mejor esta vez.
Lilian quedó descolocada ante esa petición, inclusive le costó analizarla con claridad ¿Qué se mudará junto a él? ¿Dejar Detroit? Pero... ¿Qué ocurriría con Caroline? ¿Y qué pasaría con Derek, con sus amigas? Notó en los ojos de su padre que él le hablaba con sinceridad, de verdad quería empezar de cero. Añoró durante años tener el amor que perdió de su padre, pero, ¿abandonarlo todo para obtenerlo? Se dio cuenta de que su vida tenía muchas variables, muchas más cosas de las que creyó. Tenía mucho amor, no podía dejarlo allá en esa ciudad desorganizada y llena de caos.
Y si se iba de Detroit, ¿qué ocurriría con el programa?
—No —ella se soltó de sus manos y se puso de pie, para encararlo mejor —. Lo siento, pero no me mudaré contigo.
—Lili, es por tu bien —insistió él —. Caroline te hace daño.
—Ella me ha hecho mucho daño físicamente, pero nada comparado con el daño que me hiciste tú cuando te fuiste. Si la dejo, seré igual a ti, y no estoy dispuesta a romperle el corazón a mi madre otra vez.
—Pero...
—Además —ella lo interrumpió —, yo hice una vida allá, ¿sabes? Quizá sus decisiones me empujaron a hacia un sendero complicado, el que me transformó en esta chica agria y de pocas fuerzas, pero es mi sendero al final. Tengo amigas allá, amigas que me aman. Tengo a Derek, no puedo dejar a las personas que me quieren solo porque tú quieres recuperarme.
Ella suspiró. Su vida estaba llena de ansiedad, estrés y dolor, pero también tenía muchos otros factores que le daban luz a lo que simple vista parecía oscuro. Llevó su mano al dije una vez más; ella tenía un programa que terminar, no podía quedarse en Chicago.
—Vine a hablar contigo para aclarar una cosa —continuó ella —: Quiero ser la dueña de mi vida, forjar mi camino sin la necesidad de seguir los engaños de otras personas, y para eso necesito verdad. No quiero que Caroline y tu vuelvan a intentar cubrir lo malo, aprendí a sobrevivir y ahora sé como afrontar la rudeza de la vida. Estoy dispuesta a volverlo a intentar, darte una oportunidad, pero debes ser sincero de ahora en adelante. Quizá así, en algún momento, yo pueda volver a llamarte padre, Harry.
Se acercó un poco a él, para dejarle claro lo próximo que su ronca voz confesaría:
—Pero no me pidas abandonar todo lo que tengo porque no lo haré. No cuando recién estoy notando lo valiosa que se ha vuelto mi vida.
Él la observó, asombrado. Le estaba ofreciendo amor, protección, una buena vida, pero ella no estaba dispuesta a aceptarla. A pesar de que Lili se veía pequeña y frágil, como un retoño a punto de caerse, su firmeza ante su decisión le añadía cierta fuerza a su delicada imagen.
Lili ya no era una niña viviendo en mentiras, era una mujer sobreviviendo ante crueles verdades.
—Está bien —aseguró él, consiguiendo que ella sonriera —. Sin mentiras, hija.
—Perfecto.
Se sintió orgullosa de sí misma, de que finalmente viviría sin engaños. Quizá, a la verdad de su bulimia se le sumarían más verdades, y aprendería a crear un sendero libre de engaños. Entonces, pensó en el olor a verduras horneadas y carne recién hecha y le dio hambre. Podría comer uno, o dos bocados, siempre y cuando no la vieran ¿No?
La oportunidad de comenzar de nuevo le abrió el apetito, confiar la llenó de fe en su futuro...Pero Lilian tenía mala suerte, siempre salía lastimada. Bajó la guardia, dejó de pensar en espinas y comenzó a fantasear en alimentos ¿Cuánto tiempo más se mantendría esa sonrisa en su rostro?
...
Ella salió de la oficina de su padre con una pequeña sonrisa orgullosa en sus labios. Estaba feliz, calmada, emocionada y hambrienta, lo cual era nuevo en ella. De inmediato, pensó en buscar a Derek. Quería abrazarlo, decirle que logró lidiar con su mayor pesadilla y ahora quería un poco de ese plato que Silvana guardó para ellos. Además, quería agradecerle por acompañarla. De no ser por él, ella jamás habría tenido la valentía para enfrentar a su padre y exigir las verdades.
Su apoyo y el de sus amigas fue todo lo que necesitó para armarse de valor.
Lo buscó con la mirada, pero no lo encontró en ningún lado. Movió sus delgadas piernas y caminó por la casa, en busca del chico que amaba. Encontró a quien supuso era Samara—o al menos eso creyó —, en el comedor. Le preguntó por él y, con una sonrisa tímida y al mismo tiempo amable, le respondió que lo vio ir a la sala de estar. Ella le agradeció y fue hacia allá, pensando en que en serio tenía muchísima hambre ¿Había comido algo los últimos días, a parte de las frambuesas que él compró?
Pero no llegó a responderse a sí misma. El hambre y su sonrisa se esfumaron al mismo tiempo al encontrarlo a él. Tan solo quedó una sensación de vacío dolorosa, apoderándose tanto de su estómago como de su corazón.
Verás, ocurre algo curioso cuando el único alimento que está en tu estómago son un par de frambuesas: por cualquier mínimo detalle puedes sentir que tu mundo da vueltas. Las sorpresas, en especial las dolorosas, son las que más descolocan a las personas. Por esa razón, Lilian tuvo que sujetarse a una de las paredes de la casa al encontrar a Derek en el sillón, hablando con quien supuso era Silvana.
¿En verdad era Silvana? Se convenció de que sí; no quiso razonar otra cosa.
Lo que casi la hizo caer al suelo, fue la manera en la que se miraban. Él con sus ojos café fijos en su hermosa hermana, ella con una sonrisa de comercial de dentífrico que se expandía cada vez que él hablaba...Los vio demasiado cerca, o quizá tan solo era su celosa imaginación.
¿Pero puedes culparla por confundir la realidad con su exageración luego de que ella pasó años con los celos a flor de piel por sus rosas? ¿Acaso vas a juzgarla por creer que él estaba demasiado cerca de su hermana cuando su uso de razón dependía de unas cuantas frambuesas?
Ella sostuvo su dije con nerviosismo y se escondió tras la pared. Asomó su mirada para que la desilusión siguiera apoderándose de ella. Derek parecía estar consolando Silvana y Lilian se estremecía se los celos, ¿acaso la estaba viendo con ojos de enamorado? ¡¿Acaso estaba repitiendo ese gesto que tanto le había hecho a una margarita para mostrárselo a una rosa?!
—¿Lilian? —Clarice, la esposa de su padre, la encontró escondida y la observó con confusión —. ¿Qué ocurre?
Lili no respondió, solo continuó observando a su hermana y a su novio, quien acariciaba la espalda de la chica a forma de apoyo. Los celos la estaban consumiendo, ¿por qué el la miraba de esa manera? Clarice desvió la mirada hasta donde veía Lilian y, ahí, soltó un suspiro. Con solo dos frambuesas en su estómago, su raciocinio era casi nulo. Podía confundir cosas con facilidad, pero escuchar lo que escuchó de la esposa de su padre después la confundió aún más:
—Oh, ya veo —soltó la mujer —. Te aconsejo que no te sorprendas, cosas como estas ocurren todo el tiempo. Que te amen es difícil cuando hay tantas opciones en el mundo, ¿no lo crees?
Clarice se fue, y Lilian continuó jugando con su dije con mucho más miedo que antes. Entonces, recordó que ella estaba hecha para salir lastimada. En el instante en el que Silvana le dio un abrazo al nerd, Lilian cubrió su boca y se volvió a esconder detrás de la pared ¡Eso no podía estar pasando! Sintió ganas de llorar al analizar lo mucho que le dolía esa situación. No obstante, no soltó ni una sola lágrima al pensar en toda la confianza que le había depositado a Derek.
Se dio cuenta de que había sido su culpa por confiar ciegamente en alguien una vez más. Comenzó a creer que todas las palabras que le habían dicho solo eran farsas, mentiras ¿Quién en su sano juicio podría amarla? ¿Qué clase de hombre podría aguantar su inestable manera de querer? Entonces, la idea de que todo lo que Derek había hecho por ella no fuese más que el resultado de la lástima que sentía por sus clavículas sobresalientes, se apoderó de ella. Se dio cuenta de que quizá había caído otra vez en una red de engaños, que Clarice tenía razón y que nadie la amaría mientras hubiera opciones más bellas. Le había dado todo y más a Derek. Lo consideraba su razón para levantarse día a día...
Y ahora que lo veía con esa rosa hermosa, ¿se arrepentía de haber confiado en el nerd que amaba?
No pudo pensar con claridad, sentía un hueco en su estómago. Se prohibió a si misma sentir tristeza y la reemplazó por enojo. Se alejó de la pared y corrió hasta las escaleras, ignorando los llamados de su otra hermana, que la vio salir alarmada del lugar. Se encerró en el cuarto que le habían asignado y soltó un grito quebradizo. Le dolía ¡Joder, la traición le dolía demasiado!
Creyó que podría comenzar un sendero distinto, sin engaños, pero olvidó que todo en su vida resultaba difícil y doloroso. Soltó un resoplido y se alejó de la puerta. Con brusquedad, comenzó a buscar algo en su mochila. Ignoró las llamadas entrantes en su teléfono, a pesar de que en la pantalla se leía el nombre de Cloe. No quería hablar con nadie, ni confiar en alguien de la manera tan tonta en la que siempre lo hacía. Estaba harta de salir lastimada, aunque sabía que estaba hecha para eso.
A Lilian siempre la dejan.
A Lilian siempre la engañan.
A Lilian siempre la hieren.
Jamás creyó que Derek lo haría, pero hasta el hombre que amaba con locura fue el responsable de introducirla esa vez en el círculo de dolor al que estaba acostumbrada; círculo que, personalmente, creo que ella misma trazaba sin darse cuenta. Ella lo dibujaba de manera inconsciente, hasta dar con esa horrible figura sin final.
Entre tanto desordenar y remover, encontró lo que tanto había buscado: un pote lleno de pastillas dietéticas que la ayudarían a eliminar hasta la última caloría en su estómago. Quizá la fuente de su dolor no eran espinas de rosas, quizá ella misma tenía el arma que la transformaba en su propia pesadilla...Y el gatillo fue disparado por la poca lógica que quedaba en su mente tras comer tan solo un par de frambuesas.
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