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Capítulo 55

Capítulo 55:
Un par de frambuesas:
Día 362 del programa M.E.R: 8 de enero del 2016

2:00 pm

—¿Alguna vez te he agradecido por despertar?

Lilian le preguntó aquello a Derek en el instante en el que le ofreció una pequeña bolsa con frambuesas. Los dos habían pasado el día junto con Samara y Silvana, quienes les estaban dando un recorrido por Chicago. Las hermanas de Lili resultaron ser agradables, sus personalidades distintas chocaban de una manera encantadora y graciosa, puesto que Sam era activa y se hacía escuchar, y Sil era despistada y hablaba sin pensar. No obstante, Lilian seguía temerosa a que sus rosas le clavaran alguna espina.

Después de todo, ella estaba hecha para salir lastimada.

—No, creo que nunca lo has hecho —contestó Derek frunciendo el ceño—. ¿Por qué preguntas?

Pues, estuvo mal al no haberle agradecido. Ella estaba pasando por uno de los momentos más difíciles de su vida, sus nervios estaban al borde del colapso y no encontraba un método para calmar su ansiedad. Las cutículas en sus manos sangraban sin control y, a pesar de que Sam y Sil lograron sacarle una que otra sonrisa, el terror seguía presente en su diminuto cuerpo.

No comió nada durante el día, se levantó con el estómago tan revuelto que le fue imposible pensar en comida. Por esa razón, Derek detuvo el recorrido que estaban impartiendo las gemelas y les pidió a ambas que los esperarán fuera de un local en el que vio frambuesas en la vitrina. Sin importarle las constantes negaciones de Lilian, él compró una pequeña bolsa y se la ofreció con una sonrisa. No permitiría que ella se quedara sin comer.

Solo entonces, Lilian se dio cuenta de que jamás le había agradecido por hacer la cosa más relevante en su vida: despertar.

Él estuvo ahí siempre y la apoyó de todas las maneras posibles. De amistad a noviazgo, de cariño a amor, él estuvo presente en cualquier etapa y lo seguía estando. Se dio cuenta de que, con tenerlo a él, su vida podía sentirse casi completa. Quizá Derek era la única familia que necesitaba, el único remedio válido para la bulimia. En ese instante, lo vio con sus ojos azules más enamorados que nunca y decidió expresarle lo feliz que estaba de que, a pesar de todo lo malo en su vida, él despertara cada día.

—Porque debo hacerlo —dio un paso hacia él, acortando la distancia —: Tibi gratias ago pro vigiliae, Derek.

Derek esbozó una sonrisa amplia. Tomó su delgada mano y le dio un beso en sus nudillos. Su relación con Lilian estaba tomando una excelente dirección, y eso lo tenía fascinado. A pesar de que ya llevaban varios meses como pareja, la "chispa" del inicio no se extinguía, tan solo de intensificaba. Las cosas se tornaban más serias a medida que el tiempo pasaba y él estaba seguro de que esa sería su primera relación duradera. El compromiso en el que se estaban sumergiendo era profundo, pero parecía correcto.

Aunque debo recordar que ningún buzo sabe que tan oscura es la profundidad del océano hasta que se encuentra con ella.

—Repítelo, por favor —le pidió Derek.

Tibi gratias ago pro vigiliae [1]—ella esbozó una pequeña sonrisa, sus mejillas estaban completamente sonrojadas.

Él volvió a sonreír.

—A la mierda el francés, tu acabas de transformar el latín en el idioma más romántico y sexy del mundo —dijo Derek, haciendo reír a Lilian. Luego, besó la frente de su novia y acarició su mejilla —. Yo también te estoy muy agradecido por despertar, bonita...como no tienes idea.

Sin saber que responder a aquello, ella soltó un "te amo" casi en susurro y besó los labios de Derek de manera fugaz. Le estaba entregando a su novio una gran parte de su ser sin estar del todo consciente de ello; y no estoy hablando de su corazón, porque el nerd era dueño de eso desde hace ya un tiempo. Hablo de que la confianza de Lilian estaba siendo depositada por completo en él. Se la estaba dando toda y sin notarlo, porque de estar clara de ese acto ella se habría asustado.

Derek le respondió a su muestra de cariño con otro "te amo". Le pidió que comiera, aunque fuera, un par de frambuesas mientras estaban solos, pues sabía que Lilian le daba vergüenza comer en público. Eso hizo ella y solo cuando tuvo algo de comida en su estómago, él tomó su mano y salieron del local para encontrarse con las gemelas.

Ambas hermanas charlaban con entusiasmo sobre algo en un banco fuera del local. Durante el tiempo que pasaron con ellas, Lilian y Derek comprendieron que la relación entre ellas dos se basaba en un cariño impresionante. Sam cuidaba de Silvana como si ella fuese lo más valioso en su vida, y Sil confiaba en su hermana más que en cualquier otra persona. Resultaba extraño que ellas dos fueran tan unidas a pesar del drama familiar en el que estaban sumergidas, uno en el que Lili no era el único problema.

Las gemelas les contaron durante su día en Chicago la razón por la cual las dos huyeron a Los Ángeles apenas pudieron. Resultó ser que Clarice y Harry eran unos padres demasiado exigentes y controladores. Siempre fueron amorosos, eso es cierto, pero las chicas llegaron a un punto en el que sintieron que fueron entrenadas para seguir las órdenes de sus padres.

Samara se cansó de esto en su adolescencia, y dejó de ser la modelo perfecta que su madre creó para hacer campañas vanguardistas. La voz de Sam era demasiado distinta, única a su manera, y no iba a permitir que la moldearan a un gusto que no era el suyo. Siempre quiso hacerse escuchar, pero sus padres rara vez la dejaron alzar la voz tanto como quería. Sus decisiones y opiniones fueron formando de a poco una brecha entre ella y el resto de su familia. No obstante, Silvana siempre se mantuvo a su lado, como el apoyo más fiel de su hermana.

Sil fue la única que comprendió que Sam tan solo quería ser... Samara; no había forma de evitar que ella quisiera encontrarse a sí misma.

A pesar de la tensión que se creó esos años, los conflictos familiares explotaron por una razón completamente distinta; una que Samara nunca quiso que se convirtiese en un muro entre ella y sus padres. En el instante en el que les dijo a ambos que era lesbiana, los gritos y regaños se hicieron parte de su día a día. Sam les contó a Lilian y a Derek que en esa época lloró tanto por no sentirse aceptada que, de juntar sus lágrimas, habría terminado con la sequía en el mundo. "Esperaba que me criticaran por mi estilo de trabajo" les contó "pero no que lo hicieran por ser quién soy".

Luego de meses difíciles en los que su único apoyo fue su hermana, Samara decidió largarse para siempre de la vida de sus padres. Silvana la siguió y estuvo con ella en cada momento duro. Así, las dos pudieron concluir que los años que llevaban lejos de Clarice y Harry habían resultado un respiro de un mundo lleno de críticas y exigencias. Al parecer, las rosas tampoco lo tienen fácil.

—Hey —los saludó Sam, quién estaba sentada junto a su hermana en el mismo banco en el que se habían acomodado para esperarlos —. ¿Ya están listos?

—Sí —respondió Derek —. Sólo fuimos por unas frambuesas.

Samara asintió con una sonrisa y miró a Derek con gratitud, pues había notado como su hermana perdida le huía a la comida, pero ese chico consiguió que ella llevase, aunque fuera ese poco de alimento a su boca. Al pensarlo mejor, le resultó extraño ese comportamiento pues, por lo poco que sabía de bulimia, esperó que ella tan sólo fuera recelosa ante purgas y demás; no a comer como tal. No le resultó difícil adivinar que el trastorno de Lilian era más delicado de lo que describió su padre. No obstante, ese nerd parecía saber cómo animarla. Estaba feliz de que Lili tuviese su compañía, al menos algo estaba bien en su vida.

—Bien, entonces vamos —Sil se levantó entusiasmada y entrelazó su brazo con el de Lilian. Descubrieron en poco tiempo que ella era alguien increíblemente cariñosa, tan solo debía entrar en confianza para demostrarlo —. Aún les queda mucho que ver de Chicago.

—Lástima que no es tan bonito —dijo Samara levantándose —. Si pudiésemos mostrarles Los Ángeles, sería distinto.

—Oh, sí. Los Ángeles es mucho más bonito —concordó Sil —. Deben venir a visitarnos algún día para verlo.

—Chicago no está mal —aseguró Derek —. Es hasta más bonito que Detroit.

—Sí, pero Detroit tiene su encanto —dijo Lilian, encogiéndose de hombros.

De hecho, comenzaba a extrañarlo. Se reunía tan seguido con sus amigas que resultó raro levantarse y saber que no acompañaría a Cloe al árcade, o que no vería a Sanne entrenar, que no charlaría con Dalia sobre cualquier cosa, o que no se reuniría con las tres en Sweets. Llevaba tan solo un día en Chicago y sabía que volvería a Detroit en las próximas veinticuatro horas, pero ahora que veía a su ciudad como un hogar era incómodo alejarse de ella.

Silvana los animó a seguir caminando. La chica contaba anécdotas de cada lugar y su hermana las completaba sin problema. "Cerca de aquel edificio, Sam y yo aprendimos a patinar" decía Sil. "Y un poco más lejos de aquel edificio, Silvana se rompió el brazo intentando patinar" añadía Samara. Las dos estaban tratando de hacer que su hermana se sintiera a gusto en todo momento. Querían recobrar los dieciocho años que se perdieron en un fin de semana...era difícil, inclusive sonaba imposible, pero esas gemelas rara vez se rendían.

—Lilian —la llamó Samara en medio de su caminata —, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Yo...Eh...No veo porque no —respondió ella con voz temblorosa.

Todavía creía que se encontraría con las espinas de ese par de rosas, solo que no estaba segura de cuando sería. Por ende, no debía bajar la guardia, pero era difícil mantenerse siempre a la defensiva. Estaba tan cansada que le costaba mantenerse atenta ante las palabras de las gemelas, o concentrarse en el paisaje a su al rededor. Sentía que sus pasos eran casi automáticos y que la empujaba una fuerza mucho mayor que ella.

Quizá, solo quizá, eso se debía a que un par de frambuesas no le dieron toda la energía que necesitaba en un día como ese.

—¿Cuántos años tienes? —cuestionó la Sam.

—Oh...—esperó una pregunta más compleja. Casi agradeció el hecho de que no fue una de esas en las que debía analizar demasiado la respuesta —. Cumplí dieciocho hace un par de meses.

—¡¿Dieciocho?! —exclamó Silvana, quien se avergonzó de inmediato por su reacción. Se sonrojó y miró a Lilian apenada —. Lo siento, es que no aparentas tu edad. Te ves...mhmm...menor.

—Pero no tan menor —aseguró Sam, hablando con sinceridad —. No pareces de dieciocho, pero tampoco te ves como una niña.

—Ya me han dicho eso antes...

Ella tragó saliva al instante. De hecho, pudo recordar con exactitud al último hombre que señaló el hecho de que ella no aparentaba la edad que en realidad tenía. Se estremeció al instante e intentó alejar ese recuerdo y, para eso, intentó se concentrarse en el par de rubias que los guiaron hasta un parque nevado, pero terminó por enfocarse más en sus propias respiraciones un tanto entrecortadas.

—¿Y ustedes que edad tienen, chicas? —cuestionó Derek, quien sí se mostró curioso hacia las hermanas.

—Veintiuno —respondió Silvana, con una sonrisa amable.

—Se ven mayores...—dijo Lilian, con una voz a penas audible.

—Si, ya nos han dicho eso —habló Sam, quien soltó después una leve carcajada —. Es extraño, ¿no lo crees? Tú te ves menor de lo que eres, y nosotras mayores de lo que somos.

—Bueno es que, para ser familia, no nos parecemos mucho que se diga —opinó Lili, soltando un suspiro en el que su aliento se vio como humo por el frío —. Es como si viniéramos de dos mundos opuestos.

—Oh, vamos, debe de haber, aunque sea, una similitud —habló Derek, quien apresuró su caminata para quedar frente a las tres. Eso detuvo tanto a la margarita, como a sus rosas —. Veamos...

Derek llevó su mano hasta su mentón y rascó el rastro de barba en su barbilla, como si estuviera pensando demasiado aquella sencilla cuestión. Lilian lo observó con curiosidad, sin tener estar clara de lo que él tramaba. Si lo que intentaba era buscar similitudes entre ella y sus hermanas, entonces no las encontraría. Tan solo bastaba con verlas para descubrir que no compartían absolutamente nada, aparte de la desafortunada historia de una familia llena de dramas, claro esta.

Ella desvió su mirada unos segundos hasta sus rosas: altas, rubias, esbeltas, hermosas...Eran como un par de ángeles de rostros ovalados y sonrisas perfectas. En cuanto a Lili, ella era solo una sencilla flor incapaz de competir con esa belleza, una chica de contextura delgada y pequeña que estaba tan alejada de los ángeles como el mismo diablo. Sin duda, no era la bonita de la familia.

Eso la asustó ¿Y si, de tanto verlas, Derek notaba que estaba enamorado de la hermana equivocada...?

—¡Lo encontré! —exclamó él, victorioso —. Ya noté el parecido.

—Pues, dilo —habló Sam, con una sonrisa ladeada —. ¿En qué nos parecemos?

—Sus ojos. Las tres tienen el mismo tono pálido, como el azul de un cielo ligeramente nublado ¿Cómo no lo noté antes? Si, sin duda son las miradas más únicas del mundo, y las tres las comparten.

Las hermanas se observaron entre sí, y fue entonces cuando notaron lo que el chico logró ver: sus ojos eran idénticos, un tanto pequeños pero ideales para sus rostros, y con aquella tonalidad que Lili siempre consideró melancólica. Así que ella compartía una similitud con sus rosas... ¿Habría algún parecido más que no podía ver?

—Si, tienes razón —dijo Sam, sonriendo en dirección a Lilian —. Al parecer, heredamos la mirada del abuelo...

—¿Abuelo? —cuestionó Lilian, cuyo corazón se heló ante esa información —. ¿Qué abuelo?

—Oh, el abuelo Sean —respondió Silvana, con una ligera y triste sonrisa en sus labios —. Era el papá de papá, solía consentirnos muchísimo a Sam y a mí.

—En invierno, íbamos a su cabaña en Michigan y él nos tocaba canciones en su viejo piano. Murió hace unos años, creo que hace ya cinco, pero seguro que te habría encantado conocerlo. Era muy diferente a Harry.

Lilian se sintió sin aliento. Esa verdad la golpeó una forma demasiado inesperada.

—Yo si lo conocí...

Las felices memorias de su infancia en esa vieja cabaña en Michigan, a la que fue cada verano sin falta durante muchos años, invadieron su mente como un rayo de luz. Esas tardes en las que ella escuchó durante horas a aquel hombre de manos arrugadas, olor a pipa y mirada pálida llegaron a su cabeza de la misma forma en la que se cuela una canción de agradable melodía en tu consciencia: con lentitud y sin permiso...

No les respondió a sus rosas cuando la bombardearon de preguntas: ¿Entonces las tres llegaron a estar en esa misma cabaña, solo que en tiempos distintos? ¿Acaso lo único que siempre tuvieron en común fue su abuelo? A ella no le importaron las respuestas a eso, pues su corazón estaba sumergido en recuerdos agridulces en los que incluso pudo verse a sí misma, más pequeña, sonriendo junto al hombre que alguna vez fue su inspiración. Su abuelo fue su primer confidente, la persona con la que aprendió la importancia de la confianza y el amor...Pero hacía tantos años que no lo veía.

Durante mucho tiempo, creyó que él solo la abandonó; eso era lo que hacían todos, ¿no?

—¿D...Dicen que está muerto? —cuestionó hacia las dos rubias. Sintió que le faltaba el aliento.

—Si...—respondió Sil, con un nudo en su garganta y su mirada cristalizada —. Fue un infarto, en un vuelo en avión camino a...

—A Detroit —terminó Sam, y su mirada se juntó al instante con la de su hermana gemela.

Te puedo asegurar que pensaron lo mismo, pero ninguna lo dijo en voz alta. Claro que no fueron las únicas en pensar que Sean tomó ese avión para ver a Lilian, ella también lo consideró ¿Pero que más daba eso? Ya era pasado, nada lo traería de vuelta...

Ahí Lilian lo entendió: la primera persona en la que confío, que admiró y amó, estaba muerta. Su tristeza se mezcló con una debilidad física a la que ella no quiso darle explicación. Se sintió mareada, y temió por el hecho de que sus delgadas piernas no fueran suficiente para sostener el peso dolor en el resto de su cuerpo. Era un caballete inestable que poco a poco perdía el equilibrio, una obra que se iba cayendo de a poco.

De alguna manera, se mantuvo estable y se aferró con fuerza a su dije de margarita. Un pensamiento fugaz llegó a su mente: necesitaba a sus amigas. Luego, volvió a pensar en su abuelo.

—Yo...Yo no tenía idea de que había muerto.

¿Y cómo iba a tenerla? ¡Si personas como su madre y su padre forjaron su vida ocultándole la verdad! Fue ahí cuando Lili notó algo que pasó por alto durante años, o que quizá simplemente prefirió ignorar. Siempre supo que su pasado estaba hecho de mentiras, pero recién notó que toda su vida fue conducida por los engaños de los demás, no por ella. Las decisiones de sus padres la empujaron hacia un destino que la niña alegre, que tocaba el piano junto a su abuelo, no merecía. Se estremeció al pensar que la única decisión que tomó sin pensar en las acciones pasadas de sus padres, fue el vomitar la primera vez.

La bulimia era lo más real que tenía en su vida.

—¿Bonita? —Derek la notó perdida en sus pensamientos, tan ajena al mundo real que casi creyó que ella había encontrado un mundo diferente entre sus agridulces recuerdos.

Se acercó a ella, ignorando por completo la presencia de las dos rosas, y tomó sus manos delgadas. No le sonrió, no creyó que lo necesitara. Él tan solo le mantuvo la mirada.

—¿Estás bien? —cuestionó, acariciando sus nudillos con los pulgares de sus manos mientras esperaba por la respuesta.

— Él...Él está muerto, Derek —susurró ella, rendida. Soltó una respiración sin fuerza, estaba tan adolorida —. Creí que solo me había abandonado, como Harry. Pero resulta que no lo volví a ver porque murió y yo ni siquiera lo supe hasta ahora.

Él no se lo preguntó, la atrajo hacia sus brazos y la apretó contra su pecho. El frío, que era como un intruso en el cuerpo de Lili, disminuyó tan solo un poco gracias al calor corporal de Derek. Se dejó proteger, consolar, pero no pudo dejar de pensar que todo en su vida se formó a base de engaños. Se hizo más pequeña en el abrazo, quería conservar la confusa realidad que le quedaba.

—Estaba preparada para encontrarme a mis hermanas, pero saber esto...Es demasiado —le confesó —. No creo poder con tanto.

—Claro que puedes —aseguró él, con confianza desbordando de su voz.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque te conozco, sé que puedes —aseguró él, alejándose un poco del abrazo para mirarla a los ojos —. ¿Te digo algo? Puede que compartas el tono de tu mirada con tus hermanas, pero tus ojos me gustan mucho más; de hecho, me encantan. Son los ojos de una chica que despierta cada día, a pesar de que su vida no es sencilla. Si puedes hacer eso, sé que podrás con esto.

Él se soltó del abrazo y llevó una mano hasta el bolsillo de su abrigo. Sacó la pequeña bolsa con las frambuesas, tomó unas pocas y, solo en ese momento, le sonrío.

—¿Una frambuesa? —le preguntó.

Una de las esquinas de los delgados labios de Lili se elevó tras escucharlo decir eso. Me gustaría decirte que sus palabras la llenaron de calma, de seguridad, pero lo cierto es que no fue así; ella ni siquiera llegó a aceptar la frambuesa que él le ofreció. Si sonrió, solo fue porque estaba demasiado enamorada. Cualquier cosa que decía ese chico le sonaba como...como una preciosa melodía de la cual su conciencia y corazón ya no podían escapar. Toda su confianza estaba puesta en las manos de Derek. Ella en sí estaba completamente entregada ante el amor que sentía hacia él.

Pero, al tiempo en el que el calor abandonó su cuerpo y el frío regresó a sus huesos, un terrible pensamiento le causó escalofríos: ¿Y si nada de lo que él sentía por ella era real? ¿Y si todo se echaba a perder? Todo entre ellos estaba tan bien...pero toda su vida se basó en engaños y desastres ¿Cuánto faltaba para que su historia con Derek se sumara a todas las mentiras? Su estómago crujió, fue un quejido casi inaudible que la obligó a reprocharse a sí misma ¡Él jamás la engañaría! ... ¿Verdad?

Se fijó en esos ojos café que tanto quería y se convenció a sí misma de que esa era la mirada más sincera que existía...Se negaba a creer que la bulimia era lo único real en su vida.

[1] Latín: Gracias por despertar.

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