Capítulo 52
Capítulo 52
La margarita más dañada:
Día 359 del programa M.E.R: 5 de enero del 2016
10:30 am
Cuando Margaret se refirió a Lilian cómo la margarita más dañada de su jardín la primera vez que se vieron, no lo hizo por lástima o por darle prioridad. Todas las margaritas llegaron lastimadas, la diferencia con Lilian era que ella creía merecer el dolor. Sanne no supo que estaba enferma hasta que descubrió lo mucho que se había distorsionado su manera de ver al mundo gracias a comer sano. Dalia no admitió su enfermedad hasta notar que ella era la que más se insultaba. Y Cloe tuvo que darse cuenta de que había llevado muy lejos su envidia en el instante en que temió por la seguridad de alguien a quien quería, solo así descubrió su anorexia.
No obstante, Lilian sabía que vomitaba. Siempre supo que estaba mal, pero sentía que estaba bien. Se obligó a llenarse de dolor porque creía merecerlo, y eso hizo que sus pétalos se marchitaran con rapidez.
Era la tendencia a lastimarse lo que estaba destruyendo a Lilian.
Derek, quien se había quedado paralizado luego de ser alejado por Lilian y de que ella se marchara, sacudió su cabeza y organizó sus ideas. Sabía que Lili estaba hecha trizas, era la primera vez que la veía llorar en cuatro años. Aunque eso no fue un llanto como tal, tan solo fue una lágrima.
Una lágrima que representaba torrentes, ríos, lagos, mares...era una lágrima de Lilian, suficiente como para preocuparle en exceso.
El hombre que le había hecho daño estaba justo detrás de él. Sintió la tentación de voltearse y estamparle un puño en la cara a Harry. No obstante, su preocupación principal era Lilian. No iba a detenerse a destrozarle la cara al tipo —cosa que resultaba imposible dado a su poca fuerza —, cuando debía correr hacia Lilian y envolverla en un abrazo. Quería limpiar sus lágrimas, decirle que la amaba y que dejara de pensar en que él podría abandonarla. Así que decidió dejar a un lado molestia hacia el padre de su novia e ir a buscarla.
Hasta que alguien lo detuvo.
—Alto ahí, nerd —Cloe se interpuso en su camino e impidió que él alcanzará la puerta.
—Friki, déjame ir —Derek miró a su amiga con desesperación. Trató de esquivarla, pero ella lo detuvo —. Cloe, Lilian me necesita.
—No, tú la escuchaste: te quiere lejos, Derek —ella lo tomó por los hombros y lo miró con delicadeza —. No te ofendas, nerd, pero eres el menos indicado para ir con ella en este momento.
—¡¿Qué?! ¡¿De qué hablas?! —alzó la voz —. ¡La conozco mejor que nadie! ¡Yo la amo, Cloe! ¡Claro que me necesita!
—Pero estás alterado —ella trató de razonar con él —. No estás pensando con claridad.
—Deja que vayamos nosotras, Derek —Dalia se acercó hasta los dos y se fijó en los ojos acelerados del chico de lentes —. No es que estemos muy calmadas que se diga, pero estamos más cuerdas de lo que tú estás. Así de alterado solo la preocuparás más.
—Además, creo que yo sé a dónde pudo ir —intervino Sanne —. Las tres podemos encargarnos.
Derek estaba dispuesto a negarse, él necesitaba ver que ella estuviese bien. Respiró con fuerza, ¿por qué eso le tenía que pasar a Lilian? ¿Por qué el mundo era tan cruel con alguien que no lo merecía? Se hacía la misma pregunta cuando veía a las otras tres margaritas, o cuando pensaba en su hermana huérfana de padre, o al ver a Eve llorando por recuerdos indeseados, o al pensar en Dann y en su hijo con una anomalía, o al hablar con Calvin sobre lo inútil que se él sentía al no poder calmar a su novia, o al quedarse solo, hablando con la voz de su subconsciente que le repetía una y otra vez que podía perder a Lilian en segundos...
La conclusión a la que había llegado era que el mundo no es más que una gran mierda que gira al rededor del sol ¿Por qué no mejor vivían en una estrella? ¿No sería algo más hermoso? Luego recordó que estás no hacían más que arder y se le arruinó la fantasía. Continuó con su enojo y trató de apartar a Cloe una vez más.
—Joyita, deberías escucharlas —Eve colocó una mano en el hombro tenso de Derek, esperando que él se calmara.
—Sí, amigo —Calvin intervino —. No eres tú en este momento, solo alterarás a Lilian y te harás daño a ti mismo.
Derek se fijó en ellos dos, quienes le pidieron con la mirada que entrara en razón. Dándose por vencido, asintió con la cabeza y les indicó a las chicas que fueran. Quizá todos estaban en lo cierto: no se encontraba en su mejor momento, y no sería justo para Lilian que él fuera incapaz de calmarla como debía.
—No la dejen sola —les rogó —. Por favor, chicas. Y si está llorando, hagan lo posible porque no se detenga. Ha aguantado demasiado, solo necesita que alguien esté con ella si es el momento de soltarlo todo.
—Lo haremos — Cloe le sonrió y se puso de puntillas para dejar un beso en la mejilla de su amigo —. Y tú cálmate, nerd. Ella necesita al Derek cuerdo.
Él asintió de manera automática, no podría calmarse mientras Harry siguiera en esa habitación. Suspiró una vez las tres abandonaron el consultorio y se dejó caer en uno de los sillones sintiéndose derrotado. El resto de los padres de las margaritas seguían ahí, sin saber que ocurrió con exactitud. Margaret también estaba presente, aunque en shock ante la escena vivida. Hay raíces que deben quedarse escondidas, quizá esa era la lección que se llevaría la doctora luego de ese día.
Eve se sentó junto a Derek y lo envolvió en un abrazo. Acarició su cabello corto, como solía hacerlo normalmente. Su joyita era demasiado única y especial; era un diamante en bruto que cuando amaba, lo hacía con todo su brillo. A Lilian la amaba con locura y cada pequeño pétalo marchito de la margarita significaba un centenar de dolores para él. Pobre, debía de estar más adolorido que nunca...
—¿Quieres explicarnos que pasó? —preguntó Dann con sutileza —, ¿o prefieres que te saquemos de aquí?
De nuevo, un suspiro se escapó de Derek. Su mirada se levantó hasta encontrar la del hombre que había causado todo eso. Lo recordaba a la perfección como el engaño que fingió ser en el pasado. Y creer que lo vio con admiración de niño, ahora solo lo veía con odio y enojo. Él le había hecho daño a Lilian y, por lo tanto, merecía lo mismo de regreso.
Se levantó de manera brusca del sillón, logrando que Eve se extrañara de aquello. Sin pensarlo, se acercó hasta Harry de la misma manera amenazante en la que lo había hecho al inicio de la sesión. Estaba rojo de la furia y su sonrisa típica era una sola línea, amenazante y hasta ruda.
—¿Explicarles lo que pasó? —preguntó Derek —. ¡Este hombre fue lo que pasó! ¡Después de todo lo que le hiciste, tienes el descaro de venir a hacerle daño otra vez! ¡¿Qué te pasa?!
—Derek, yo...—Harry trató de detenerlo, de que se calmara, pues le daba cierto miedo a pesar de ser solo un niño comparado con él.
—¡No digas mi nombre! —le gritó —. Luego de que abandonaste a Lilian, trate de hacer lo posible para que ella te olvidara. Hice de todo para borrar tu recuerdo de su mente, y eso incluyó que yo te olvidara también. Para mí, usted es hombre muerto desde hace cuatro años y que yo sepa, los muertos no hablan.
Los esqueletos sí, al menos ahí en el consultorio de Margaret...pero eso no va al caso.
—Bien, no te llamo por tu nombre, niño —Harry aceptó colaborar con él y lo llamó de la manera en que lo había hecho cuando lo conoció —. Te juro que nunca estuvo entre mis intenciones hacerle daño a Lilian. Yo amo a mi hija, jamás la dañaría intencionalmente.
—¡Pero lo hiciste! —le reclamó —. Si la amaras en verdad, si fueras, aunque sea un padre regularmente bueno, no le habrías causado todo ese dolor.
—¿Ha sufrido mucho? —cuestionó él, cabizbajo.
—Tú no la has visto despertar en las noches por pesadillas, o quedarse despierta por miedo a revivir el día en que la dejaste en sueños. No la has visto tornarse cada vez más gris, menos alegre, y más agria por miedo a que la lastimen. No la has visto...no la has visto vomitar porque no se siente suficiente en este mundo, pero yo sí. La he visto todos estos años y, ¿sabes algo? Es tu culpa.
Y culpa de Caroline, era culpa de los dos. Entonces, Derek empezó a culparlos por todo lo que él había visto y sentido durante esos cuatro años. Fue duro ver a su amiga consumirse en tristeza, le resultó terrible encontrarla vomitando y tener que apoyarla durante un arduo camino acompañado de bulimia. Resultó peor enamorarse de ella, y los culpó por el dolor que sentía día a día al ver los huesos de la mujer que amaba tan expuestos. Los culpó por el sabor a chicle en la boca de Lilian cada vez que se besaban...
—No saben cuánto los odio —soltó con su mandíbula tensa —, a los dos.
—Niño, sé que estuve mal —Harry se acercó a él y trató de razonar —. Pero si vine aquí es porque me arrepiento, ¿no crees que merezco una segunda oportunidad?
¿Después de todo el dolor que le había causado a Lilian? ¿Después de hacer su mundo tan miserable que ella debía encontrar paz en unas jodidas pegatinas fluorescentes? Después de todo eso, ¿él pedía una segunda oportunidad?
El tiempo no se repite, no se puede retroceder o detener. Por lo tanto, para Derek, lo que Harry había hecho nunca se podría borrar. No era una ley física, tan solo una que dictaba su moral: lo hecho, hecho estaba, y las consecuencias se debían pagar.
No obstante, una ley de física si se vio presente en ese instante: la ley de acción y reacción; la acción resultó equivalente al arrepentimiento abrupto de Harry y la reacción fue el golpe que le proporcionó Derek, dejando su nariz ensangrentada y a todo el mundo boquiabierto en la sala. Ese nerd no tenía una fuerza especial, pero el tanto cargar cajas de frutas pesadas lo había ayudado hasta ser capaz de proporcionar un golpe capacitado para causar tal impacto. Se sintió tan bien al golpearlo, que quiso hacerlo de nuevo. Sin embargo, alguien se interpuso en sus planes...otra vez.
Calvin lo sostuvo del brazo y, al ser más fuerte que él, impidió que el segundo golpe llegará a Harry. Eve lo tomó por el brazo y lo arrastró fuera del consultorio, seguida por los otros dos delatores. Para cuando llegaron a la recepción, Derek se quejaba y le pedía a Eve que lo dejara ir. Fue le instante en el que Dann y Cal se encargaron de sujetarlo por los hombros, para impedir que regresara a causar más escándalo.
—Debes calmarte —le dijo Dann —. Así no llegarás a ningún lado.
—¡Ese imbécil merece más que una nariz rota! —gritó —. ¡Déjenme ir!
—A ver, genio, usa esas neuronas —le reclamó Calvin —. Lo tomaste desprevenido a la primera, pero la segunda te la devolverá y tú no aguantas un golpe de ese tipo.
—¡A la mierda, no me importa! —insistió —. ¡Lo golpeare igual!
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Primrose, detrás de su escritorio, quitando sus audífonos de sus oídos —. ¿Por qué Derek está sangrando?
Solo en ese instante, los delatores notaron que la mano derecha de Derek estaba ensangrentada debido al impacto de sus nudillos en el tabique de Harry. Eve tomó su mano y, sin perder mucho tiempo, le preguntó a Primrose donde había un botiquín de primeros auxilios. La tercera de las Everton le señaló la oficina de su madre y, en cuestión de segundos, los delatores arrastraron a Derek hasta ahí.
Dann cerró la puerta con seguro, solo para impedir que él se saliera de control y decidiera volver al consultorio. Calvin lo obligó a sentarse en el escritorio de Margaret al tiempo en el que Eve se encargaba de buscar el botiquín. Lo halló, y no tardó demasiado en comenzar a sanar el área afectada.
—¡Ah! ¡Eve! —se quejó Derek —. ¡Eso duele!
—Pues, yo no estoy hecha para primeros auxilios y tú no estás hecho para golpear —le dijo su amiga —. Respira profundo y trata de no pensar que soy yo la que te está colocando alcohol en la mano.
Eso hizo. Tuvo que dejar escapar una mueca al sentir el ardor en sus nudillos. Poco a poco, logró calmar su enojo. No consiguió eliminarlo por completo, pero sin duda se calmó un poco.
—Ya voy a terminar —anunció Eve —. Solo un poco más, ¿sí?
—Ah...—se quejó una vez más —. Está bien, solo termina de una vez...
Ella cubrió su mano con una venda con cuidado y se relajó una vez notó que Derek estaba recuperando su compostura. Intercambio una mirada rápida con sus otras dos joyitas, los tres se habían preocupado por la ida temporal del delator con gafas. Por instantes, fue como si alguien más lo hubiese reemplazado.
—Gracias...—le dijo a Eve, cabizbajo.
—Ni lo menciones, joyita —se sentó a su lado y apoyó su cabeza en su hombro.
—Derek, ¿qué es lo que pasa con los padres de Lilian? —preguntó Dann, cruzándose de brazos.
Él suspiró.
—Creo que la historia se contó sola, ¿o no? —habló Derek —: el padre de Lilian la abandonó y la dejó sola con su madre, cuyo alcoholismo la ha vuelto inestable, agresiva y muchas otras cosas más. Lili ha tenido que trabajar y sobrevivir desde entonces, sin mencionar que la desgraciada esa le ha hecho daño física y verbalmente.
—No tenía ni idea de que la vida de Lili fuera tan dura —suspiró Eve.
—No se suponía que alguien lo supiera —habló Derek —. Su pasado es algo que siempre se ha mantenido oculto. Ya lo dije, incluso traté de hacer que ella lo olvidara por completo. Obviamente, no lo logré del todo, y ahora, con el regreso de Harry, todo empeorará para Lili.
—Por eso le advertiste a Maggie qué no se metiera con el pasado de Lilian...—recordó Calvin.
Derek asintió con la cabeza y soltó un suspiro lleno de frustración. Se lo advirtió a Margaret: no debía de meterse en los asuntos familiares de Lilian. Creyó que se lo había dejado claro la primera vez, pero no fue así. Ignoró su consejo, lo desechó y así logró hacerle daño a Lili.
—Margaret se pasó de la raya —dijo con la mandíbula tensa —. No tiene ni idea de lo que acaba de hacer ¡Y eso que se lo advertí! ¡Le dejamos claro hace tiempo que con el pasado de las chicas no podía jugar!
—Eso es cierto —concordó Dann —. ¿Para qué nos pidió consejos si al final no los usó?
—Hizo lo que le dio la gana —bramó Derek —. No sé qué le pasó por la cabeza al hacer algo así. Quizá así curó a otras personas, quizá así se curó ella misma, pero nuestras chicas no son iguales al resto.
» No existen estadísticas o maneras exactas de curar lo que tienen ellas. No hay método o inyección que las salve de un trastorno como si este fuera una...infección. Comienzo a creer que quizá su programa fue...fue un error.
Los delatores se quedaron en silencio, observando a Derek. Era cierto lo que decía, no existía método exacto para curar a alguien que se odia a sí mismo. Hay probabilidades, estadísticas, pero cada proceso es distinto. No hay un caso promedio, no hay un tratamiento exacto. La sociedad las dañó tanto a ellas cuatro que con cualquier mínimo toque podían destruirse. Aun así, Margaret provocó uno tan grande para Lilian que Derek comenzó a dudar si ella sería capaz de sobrevivir a algo así. Todo por creer que afrontaría sus raíces de la misma manera que el resto, cuando estaba hablando de margaritas completamente distintas.
—No sé qué vamos a hacer —susurró Eve, temiendo por Lilian también.
—Dejemos que las chicas lo solucionen —sugirió Cal —. Confío en que ellas pueden remediar esto.
—Eso espero —dijo Derek —, porque ya no confío en la doctora Wallace ni un poco. Es más, creo que jamás la podré perdonar por llevar esto tan lejos.
Margaret, quien había ido a buscar a sus delatores, terminó por escuchar aquello estando al otro lado de la puerta. Se sintió terrible al instante, como si hubiese arruinado la vida de alguien más al creer que podría sanarla de la manera en que Jayden la salvó a ella.
"El que tú te estés muriendo no te da el derecho de empujar a alguien más hacia la muerte, Maggie" recordó la voz de Jay como un soplo de memoria "Y sé que no lo haces adrede, pero a veces me matas, margarita. Para de hacerlo, nadie te dio el derecho de matarme; solo yo y mis huesos débiles podemos hacer eso"
Margaret ahogó un sollozo en su mano y se apoyó a la pared con sus ojos cristalizados. Ella alguna vez fue la margarita más dañada en el prado de alguien, y causó muchísimo dolor sin quererlo. Ahora, había hecho algo terrible, capaz de empujar a un montón de personas hasta un abismo sin salida ¿Quién le había dado el derecho de matar? Porque, incluso cuando creía estar haciendo algo bien, terminaba por asesinar pequeñas fracciones de felicidad.
...
11:59am
Luego de que Harry se alejara de su vida, Lilian deseó una y otra vez poder volar como un bicho de alas coloridas y largarse de ese mundo tan cruel. El abandono de su padre fue un golpe de realidad. Solo en ese momento, ella se dio cuenta de que el mundo real se basa en un filtro llamado sociedad y es él quien rige a cada persona, los asfixia en estándares. Si no se es una modelo tan perfecta como una rosa, el abandono y la vergüenza serán tus únicos compañeros de vida ¿Quién dijo felicidad? ¿Quién mencionó la alegría? Eso solo existe si se tienen alas que te lleven lejos de la crueldad representada por un jardinero de manos ásperas...
—Hey —una voz conocida la obligó a levantar su mirada y alejarla de la mariposa que observaba.
Sanne adivinó el paradero de Lilian con facilidad. Junto con Cloe y Dalia, no tardaron en encontrarla dentro del jardín de mariposas del zoológico de Detroit. Estaba sentada en el mismo banco que, alguna vez, le mostró a la margarita ortoréxica. Jugaba con el dije en su cuello con cierto nerviosismo y se perdía en alas de mariposas al azar. Al tenerla enfrente, notaron que no había soltado más lágrimas que aquella derramada en el consultorio. Lili se bloqueó y se prohibió seguir llorando, como muchas otras veces.
—Les dije que se alejaran de mí —habló en un tono de voz muy bajo.
Quería estar sola, sentirse sola, sufrir sola...
—¿En serio lo dijiste? Pues, yo no te oí —le dijo Cloe, sentándose a su lado —. ¿Tú la escuchaste decir algo así, Dalia?
—No —le siguió el juego Dalia y se sentó al otro lado de Lilian —. ¿Y tú Sanne? ¿Oíste a Lilian pedir que nos vayamos?
—No —habló Sanne, tomando lugar al lado de Dalia —. Tan solo la escuché pedir un poco de compañía, solo que no sabe cómo hacerlo bien. Debes aprender a decir "no me dejen sola" con la boca y no solo con la mirada, Lili.
No pudo mirarlas solo por una razón: sabía que estaban en lo correcto. Quizá no quería estar sola, tan solo no sabía cómo solicitar compañía en un momento de crisis. Derek siempre estuvo ahí, no hubo razón para pedir sus consuelos pues él los ofrecía sin siquiera hablar. Con las margaritas pasaba algo similar, ya que ellas la descifraron lo suficientemente bien como para notar que ella no era alguien acostumbrada a rogar por compañía. Aunque sus ojos lo hacían de manera constante, jamás lo pedía abiertamente.
Ella creía merecer la soledad, entonces no gritaba por sentirse sola.
Quizá lo que necesitaba era sacarse ese nudo de la garganta y dejar que la acompañaran. En vez de alejar a las personas, ¿por qué no dejaba que ellas se acercaran? En su interior, creía que, después de todo, la abandonarían. Entonces, ¿por qué no aceptar compañía si el abandono era algo inevitable? ¿Por qué no aprovechar los pequeños instantes en los que no estaría sola sí su destino era terminar abandonada? ¿Por qué no gritar, si sus dañadas cuerdas vocales aún tenían suficiente fuerza para expresarse?
Entonces, de manera automática y sin si quiera pensarlo, comenzó a contarle todo a las margaritas. Les habló de cómo ella fue una niña feliz y de repente, todo se esfumó. Les contó del engaño de Caroline y de Harry, del error que cometieron los dos. Hablaba rápido, sin pausa, atorada y con poco aliento; era como si estuviera regurgitando las palabras.
Vomitaba recuerdos, se purgaba de letras y de momentos dolorosos. Aquel fue el peor momento de su bulimia, pues se había preparado para sacar de su cuerpo comida chatarra que ingería en atracones, pero nunca creyó que palabras y memorias rasgarían su garganta con mayor intensidad que vómito mezclado con ácido estomacal.
Se detuvo un instante para respirar, ya para ese entonces había alcanzado la parte de la historia en la que su bulimia dio por iniciada. No lloraba, pero se sentía agotada. Jamás había jadeado del cansancio luego de una purga, así que se sorprendió a si misma cuando un suspiro agotado se escapó de su boca. Dalia entrelazó su brazo con el de ella y Cloe apoyó su cabeza en el huesudo hombro de Lilian, dándole, aunque fuera un poco de apoyo. Las tres estaban escuchando, absorbiendo la rápida pero dura información, como esponjas. De nuevo, coincidieron en que la vida era demasiado injusta para Lilian. Quizá, es demasiado injusta para todos.
La margarita bulímica sabía qué parte de la historia seguía y, a pesar de lo agotador que resultaba purgarse de memorias, sacó la fotografía del bolsillo de su abrigo. No supo porque, pero en la mañana sintió la necesidad de llevar aquella dolorosa imagen consigo durante el día. En ella, dos adolescentes sonreían esplendidas hacia la cámara. Ambas eran hermosas e increíblemente parecidas. Rubias, de cabello frondoso, ojos azules pálidos y piel cual porcelana. Resultaban de esas pocas bellezas natas en la tierra, eran las pesadillas de Lilian. Sus rosas.
—El día que Harry no regresó —les contó a las margaritas —, Caroline me dio está foto.
Se la ofreció a las chicas, Sanne fue la primera en tomarla. Las tres observaron a esas niñas de rostro perfecto y continuaron escuchando a Lilian.
—Recuerdo que, estando borracha, ella me dijo que esas dos niñas eran mis hermanas —continuó —, y que eran la razón por la cual mi papá nos había dejado.
» Me dijo que ellas resultaron ser mucho más perfectas que yo y que...pues...no eran un error. De hecho, son modelos, o eso me dijo Caroline. Por eso odio tanto las cámaras, me recuerdan a ellas dos. En fin, desde que descubrí que mi vida se arruinó por no ser lo que mi padre quiso, una ansiedad horrible se apoderó de mí. Sentí un vacío ese día, uno que no me ha abandonado desde entonces, y comí, comí, comí, hasta que me dolió el estómago...quería llenar el hueco dentro de mí.
La foto llegó de nuevo a sus manos y maldijo en silencio a esas rosas...esas niñas perfectas...
—Y luego me sentí mal, porque de seguro ellas dos no se atragantan en comida, así que vomité —les explicó —, y he hecho lo mismo desde entonces.
—Ellas son la razón de tu bulimia —concluyó Dalia a lo que Lilian asintió.
—No vómito por ser delgada y mucho menos para morir. Me purgo porque me duele no ser como ellas, me abandonaron por eso...y sé que lo que hago está mal. No soy tonta, purgarme es peligroso y doloroso, estoy consciente de ello. Pero...se siente bien.
» Es algo que está mal, pero que siento correcto y por eso lo hago. Puede que ahora Harry le haya echado la culpa de su partida a Caroline y a su alcoholismo, quizá nunca me abandonó por estas chicas, pero, aun así, me siento mal al no ser ellas, o no tener sus vidas. Es vergonzoso vivir lo que yo vivo...así que vomitaré hasta que ya no sienta dolor, ni vergüenza; o hasta que mi garganta se destruya, lo que pase primero.
Cloe tragó saliva al escucharla decir aquello y la rodeó con sus huesudos brazos. La apretó contra su cuerpo, aunque Lilian no le devolvió el gesto. Margaret les dijo una vez que, un abrazo no es abrazo si el otro no te envuelve también con sus brazos. Lilian estaba rechazando las muestras de cariño, se estaba preparando para ser abandonada otra vez.
—Descorazonada, como me gustaría cambiar tu vida —le dijo, a pesar de que fue ignorada en ese gesto. Ella no dejó de seguir intentando, y siguió abrazándola —. Me gustaría regalarte un lienzo en blanco y que ahí retrataras la vida que te mereces...
Lilian dejó escapar una pequeña sonrisa al pensar en esa idea.
—Eso sería lindo...—pensó —. Aunque te pediría cuatro lienzos pálidos.
—¿Para qué? —preguntó Dalia.
—Para pintarles vidas distintas a ustedes también —les dijo —: a Sanne le dibujaría un mar enorme, agua sin límite en la que pudiera nadar todo lo que quisiese; a Dalia, le haría un escenario gigante dónde pudiera dar piruetas hasta marearse; y a Cloe...a ti te haría un cuadro abstracto, Clo. Quiero que vivas una vida sin definiciones, límites o parámetros. Quiero que seas tú.
Las tres sonrieron, que bonito sería vivir una vida pintada desde cero en un lienzo en blanco.
—¿Y tú? —le preguntó Sanne —. ¿Qué dibujarías para ti?
Lilian ni siquiera lo pensó, lo tenía muy claro.
—Una vida sin abandonos —cerró los ojos, la purga de recuerdos comenzaba otra vez —, porque sé que estoy hecha para que todos me dejen. Incluso ustedes lo harán en algún momento, es cuestión de tiempo. Así que dibujaría un jardín de margaritas en el que ninguna de ustedes sienta la necesidad de irse, porque no quiero que se vayan...
Volvió a soltar un suspiro agotador. A su alma le resultaba cansón el dejar salir todas esas confesiones al aire. Comenzó a preguntarse si alguna mariposa utilizaría el pequeño rastro de su aliento sabor a chicle para elevarse más porque, al fin y al cabo, las palabras se transforman en corrientes de aire, que pueden pasar a estar bajo las alas de un bicho colorido.
Abrió los ojos y, al ladear un poco su mirada, encontró unos ojos verdes cristalizados. Estaba acostumbrada a ver a Dalia derramar las lágrimas que ella no se atrevía a soltar, lo que le sorprendió fue ver al par de ojos grisáceos llorando también. Volteó al otro lado de la banca, el par azul no paraba de gotear. Las hizo llorar a todas y ellas la hicieron purgarse de la manera más efectiva posible. Por primera vez en cuatro años, sentía que había dejado la vergüenza atrás luego de una purga.
—Lo siento, no quería hacerlas llorar —se disculpó.
—¿Estás bromeando? —Dalia limpió sus propias lágrimas —. Lili, acabas de pedirnos que no nos vayamos de tu vida. No nos pidas perdón, nosotras te tenemos que dar las gracias.
—Mi vida es terrible...—afirmó Lilian, con la foto en su mano —. No es un halago formar parte de ella.
—¿Y? La mía también es una mierda —aseguró Cloe, entre lágrimas —. Aun así, las quiero en ella. Merezco vivir una vida de color rosa, aunque sea un poquito; y ustedes son ese color en mi lienzo. Así que seré egoísta, y les pediré que nunca se vayan, por favor.
—Lo mismo digo —concordó Sanne —. Seamos todas egoístas y quedémonos en la vida de la otra ¿Qué dices, Lilian?
Intercambio miradas con las tres, ella era la única que no lloraba. No obstante, sentía que su interior estaba derramando lágrimas como nunca lo había hecho. Soltó una pequeña sonrisa y volteó la fotografía para no mirar más a esas modelos.
—Quiero ser egoísta —dijo en voz baja —, y no quiero que se vayan.
Entonces, las cuatro se sumieron en un abrazo que Lilian sí aceptó. La margarita más dañada del prado no era la más débil o la de peor estado físico, tan solo era aquella que aún no encontraba la gravedad en la enfermedad dentro de sí. Aquella purga de sentimientos que Lili acababa de tener, podría ser el inicio de una gran recuperación, así como también podría significar un bonito preámbulo para un terrible final.
La verdad, es que no lo sé. A este punto de la historia, las margaritas me conmueven tanto que no puedo pensar en el final de ellas cuatro...no sé qué va a pasar...Tan solo sé que ellas no querían salir de la vida de la otra, por más difíciles que estas fueran. Estando juntas, se sentían menos vulnerables ante el filtro de la humanidad al que llamamos sociedad; unidas podían luchar contra ese cruel jardinero, con o sin lágrimas que derramar.
Así, en medio del abrazo, Cloe comenzó a reír sin razón alguna. Quizá le causó gracia lo mucho que su vida había cambiado gracias a esas otras tres chicas. Se soltó de ellas para poder sacudirse entre carcajadas y limpiar sus lágrimas. De alguna manera, le contagio la alegría a las otras margaritas y todas terminaron sonriendo, hasta que una de ellas recordó algo.
—¡Por Dios, Derek! —exclamó Lilian, cubriendo su boca al recordar lo que había ocurrido —. Le dije... ¡Ay no! Pero que pésima novia soy...
—Hey, tranquila —Dalia rodeó su brazo y la abrazó por los hombros —. Resolverás eso luego. Estoy segura de que él lo entenderá.
—Sí, enfócate en mirar mariposas, Lili —le sugirió Sanne —. Luego te enfrentarás a Derek, a tu padre y a tu madre si quieres.
—Y te acompañaremos en el proceso —le aseguró Cloe.
—Pero ahora, observemos bichos, ¿Te parece? —cuestionó Sanne una vez más.
Lilian asintió con la cabeza y aceptó el apoyo de sus amigas. Necesitaba descansar de esa purga tan emocional, luego se encargaría del resto. Por ahora, solo quería observar mariposas e imaginar que su vida era un lienzo con un jardín de margaritas que nadie abandonaría.
Si nos desviamos cinco segundos de la historia y regresamos al consultorio de Margaret, veríamos a la doctora releyendo la carta que nunca fue enviada y preguntándose en silencio: ¿Por qué siempre mataba pequeños pedazos de la gente? Verás, la doctora se estaba dando demasiado crédito por algo que no había hecho. Ella nunca mató a nadie, o eliminó fracciones de felicidad. En esta historia, y en varias ocasiones en la vida real, muere aquel que decide que quiere morir. Lilian no había decidido hacerlo y, por lo tanto, eso no estaba en su mente todavía ¿Lo estará? Ya dije que no sé nada, me distraje con lo conmovedoras que pueden ser estás chicas. Por ahora, siéntete a gusto con saber que ella pensaba en un lienzo lleno de margaritas...
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