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Capítulo 51

Capítulo 51
Afrontando raíces:
Día 359 del programa: 5 de enero del 2016

9:00 pm

Dicen que a las hierbas malas se les debe arrancar de raíz... ¿Era eso lo que pretendía Margaret con esa sesión? ¿Arrancar los desórdenes alimenticios de sus chicas desde la fuente principal? ¿Planeaba eliminar la vergüenza desde la raíz?

Primrose no estaba segura y, por primera vez en su vida, se sintió apenada ante la posible reacción de las chicas. Quizá su madre fue demasiado lejos al llamar a las personas que protagonizarían la sesión junto con las margaritas ese día. Esa secretaria poco interesada y aparentemente amargada, pudo predecir un terrible desenlace en las próximas horas y, está vez, algo más que una rama saldría hecha pedazos.

Las margaritas y los delatores hicieron presencia en la recepción. Lilian y Cloe venían temblando debido al frío que provocó la nevada Detroit, ese mes de enero estaba resultando mucho más helado que el anterior. El resto de ellos, entraron al lugar charlando con entusiasmo sobre lo divertido que había sido pasar el cumpleaños de Derek, que oficialmente tenía veintiuno, en la casa del susodicho. Aquel resultó ser un cuatro de enero divertido para todos, pero eso ya era pasado. Ahora, que era un día distinto, las cosas podían cambiar ¿Qué diferencias pueden traer veinticuatro horas? ¿Cómo reaccionarían ante ese cinco de enero? ¿Qué pasaría si sus raíces salían a la luz?

Cloe fue la primera en notar la mirada atenta de Primrose, esa tan amarilla que se asemejaba a un color dorado intenso, sobre ellos. La margarita rodó sus ojos azules y cruzó delgados brazos, aún detestaba a la hija de Margaret con toda su alma, y era claro que el sentimiento era mutuo.

—¿Tienes algún problema, secretariucha? —preguntó con hostilidad —. ¿Por qué nos miras así?

Primrose parpadeó un par de veces tras notar que Cloe le habló a ella, eso fue suficiente como para devolverla a la realidad. Desde el inicio del programa, a la secretaria le fue imposible llevarse bien con esas cuatro chicas. Prim no era como sus hermanas y hermano, ella no sentía la necesidad de ser amable con todos. Era mucho más reservada y realista que el resto de los Everton y, por ende, mucho más antipática a los ojos del resto de la gente.

Tenía sus ideas bien claras, cuando algo no le gustaba lo demostraba; y algo que en serio la sacaba de quicio era la lástima que esas cuatro chicas le generaban al mundo. Si ellas decidieron hacerse daño a sí mismas, ¿por qué habría de sentirse mal por ellas? Solo eran personas cargando con terribles decisiones, no eran su problema.

Eso sí, por más sorprendente que parezca, ella era capaz de sentir empatía, tan solo se negaba a sentirla por unas margaritas ridículas a su parecer. Solo que esa vez, no pudo reprimir ese sentimiento. Cualquiera al que le corra humanidad por las venas habría sentido lo que ella sintió al ver a Cloe, Dalia, Sanne y Lilian, pues sabía quiénes eran los que estaban al otro lado de la puerta del consultorio. Quizá no era empatía lo que sentía, quizá solo era terror. Terror a que las raíces fueran demasiado pesadas, capaces de ahorcar a cualquiera de ellas en un instante.

—¿Podrías ser un poco más sutil, friki? —le reclamó Derek a Cloe, mirándola con diversión. Luego, pasó sus ojos a Primrose —. Perdónala, Prim. Ninguna de las Nicols es un rayo de sol cuando las obligas a levantarse antes de las 11:00am.

—Ese dato está científicamente comprobado —aseguró Eve, bostezando —. Las mañanas son de lo peor, más aún si son nevadas.

La situación con los delatores resultaba distinta para la secretaria. Ellos si le agradaban, pues no eran de esas personas que causaban una lástima absurda. Con decir que estuvo perdidamente enamorada de Derek por meses podría darte una idea de lo mucho que le simpatizaban los delatores. No obstante, el enamoramiento se esfumó pronto. Ella no era alguien de atracciones, prefería los amores platónicos.

Claro que lo importante aquí no es Prim, ni sus cuestiones amorosas; tampoco lo son los delatores, ni su simpatía nata. El tema aquí son las margaritas y lo que había detrás de la puerta del consultorio. La secretaria vio a alguien capaz de causar alboroto ese día y, al revisar una vez más su investigación, descubrió que no debió de desenterrar las raíces de una margarita. Fue algo muy impulsivo por parte de su madre, y ahora temía por las consecuencias.

—¿Y bien? —reclamó Cloe —. ¿Nos vas a decir por qué nos miras como si fuéramos basura andante?

Primrose parpadeó otra vez, lento, como si intentara procesar lo que aún no ocurría. Soltó un leve suspiro y, sin sentir lástima ante ellas, tan solo un profundo temor, dijo:

—Ninguna de las cuatro me cae bien. Simplemente, no me agradan. Pero espero que sepan que lamento todo lo que ocurra en la sesión de hoy. Ni unas simples margaritas merecen esto...

Por alguna razón, dijo todo aquello mirando a Lilian. No obstante, la mirada dorada de la secretaria era tan penetrante que le llegó a todas. Inclusive, un escalofrío recorrió a las cuatro, pero culpemos al frío de Detroit por eso último. Digamos que ellas cuatro tan solo sintieron curiosidad ante las palabras de Primrose, ¿qué podría ser lo que les advertía?

Prim bajo su mirada hacia su cuaderno de anotaciones, aquel que no tenía ni una sola palabra escrita en él, y sentenció sin la necesidad de hablar que no deseaba tener más contacto con alguno de ellos durante el día. Esa era toda la gentileza que estaba dispuesta a dar: una advertencia. Viniendo de ella, era demasiado.

Las margaritas se miraron entre ellas, y a sus miradas dudosas se le sumaron las de los delatores. La única manera de solventar una duda es afrontarla, mirarla cara a cara. Solo de esa manera, al tener los ojos de una respuesta frente a frente, es que se obtiene una verdad concreta; de esas que construyen al mundo, de esas que hacen que me permita seguir preguntando y, por lo tanto, viviendo.

Como la curiosidad es fuerte, mucho más fuerte que cualquier otra cosa, los delatores y las margaritas abrieron la puerta del consultorio de Margaret ¿Encararon la respuesta? Vaya que lo hicieron. Luego de percibir el olor floral que inundó sus narices, se encontraron con los ojos profundos de una gran respuesta ¿Sabes? Dicen que la curiosidad mató al gato, otros dicen que el gato murió sabiendo. Tú me dijiste una vez que nada de eso importa, que el gato está muerto igual, y me preguntaste: ¿qué sentido tiene hablar de gatos cuando respuestas se resuelven solas ante nuestros ojos? Y te entendí, pues no todas las soluciones a las dudas son buenas.

Algunas matan más que a gatos.

—¡¿Dann?! —Sanne fue la primera en exclamar el nombre de uno de los muchos presentes en la habitación.

Antes de decirte lo que mató al gato, hablemos de lo lindo, lo rosa en esta historia. Dann se levantó del sillón con una sonrisa amplia destacando entre su creciente barba. Se le veía feliz, sonriente, radiante. Era como si el Dann estresado que se vio presente en sus últimos días en Detroit hubiese sido reemplazado por un delator mucho más parecido a la personalidad de ese nadador. Quizá se debía al cambio de ambiente, o al hecho de que ya era padre de una niña y un niño a los que amaba y se encargaban de alegrar su día a día. La verdad era que, él se veía como el Dann que Sanne tanto extrañó.

La morena no tardó en correr a sus brazos. Durante meses, solo tuvo un silbato y sus llamadas para recordarlo. Era bueno ser envuelta por los brazos de su amigo más querido, se sentía como respirar aire fresco después de meses de solo extrañar. Era capaz de sobrevivir sin él, ahora lo sabía más que nunca, pero vaya que necesitó esos abrazos de su delator durante el tiempo en el que estuvieron separados.

—Hola, niña —dijo aún con ella en sus brazos—. ¿Me extrañaste?

—Como no tienes idea —dijo ella, sin impedir unas pequeñas lágrimas de alegría que nacieron en sus grises ojos.

Alguien tocó el hombro de Sanne y solo para ese instante ella se dio cuenta de la presencia de una persona tan importante en su vida como Dann, o incluso más; sí, mucho más. Una señora de unos cincuenta años, con el mismo cabello voluminoso que la margarita ortoréxica y una sonrisa tan contagiosa que resultaba difícil de no admirar, abrió los brazos y recibió a su hija en un abrazo. Ellas no se habían visto en casi un año, una de las desventajas de vivir tan alejadas.

Sanne se refugió en su madre y lloró, soltó lágrimas sin poder, ni querer, controlar su llanto. Ella era madura, capaz de sobrevivir sin alguien más a su lado. No obstante, era humana y los humanos somos seres necesitados de cariño. Su madre y Dann resultaron ser todo el amor que tuvo de niña, sus raíces más queridas.

—¿Mamá? —preguntó Dalia al ver a la mujer pelirroja al otro lado del salón —. ¿Papá?

Los señores Milestone fueron a Detroit para celebrar las fiestas con sus queridos niños, pero regresaron a Florida inmediatamente después. No obstante, estaban de vuelta por una razón: eran las raíces de Dalia. Ambos sonrientes, demasiado melosos como para ser reales, se acercaron a sus hijos con entusiasmo. Los abrazos Milestone resultan ser los mejores, y cuando eran entre ellos cuatro, eran mucho más alegres de lo que se puede imaginar.

—¿Tíos? —Eve sintió un nudo en la garganta al ver las sonrisas severas de los padres de Cloe.

Ellos también pasaron las fiestas con su hija, pero Eve los evitó a toda costa, tanto en Navidad como en Año Nuevo. No encontró la fuerza para verlos, pues, entre estar sumida en el juicio contra su agresor y recuperarse, no se sentía preparada para encarar a aquellos que la veían tan solo como un objeto bonito en el retrato familiar. Los señores Nicols estaban ahí por una sola razón: eran las raíces de Cloe. Ellos fueron quienes llenaron la cabeza de las chicas que criaron con ideales erróneos sobre ellas mismas. A Eve le dijeron tantas veces que era hermosa que la acostumbraron a que eso fuera algo malo; a Cloe le dijeron tantas veces que su prima era el adorno más bello que se podía tener, que consideró terrible no tener aquella belleza. No fue intencional, claro está. Pero hay raíces que crecen sin que la flor se dé cuenta.

Cloe corrió a abrazar a sus padres con entusiasmo y alegría. Mientras, Eve tragó saliva, evitó ver a la señora y el señor Nicols y abrazó con cariño a su querido rubí. Esa joyita le había hecho demasiada falta y amaba verlo con una sonrisa tan sincera en su rostro. Calvin también saludó a su amigo delator. En cuanto a Margaret, ella sonrío satisfecha al fondo del salón. Era un bonito encuentro de raíces ocurriendo justo frente a sus ojos.

Y sé que te estás preguntando en este momento: ¿Y Prim temía de una escena tan bonita como esta? Pues, cambiemos de perspectiva y vayamos a lo que mató al gato; la razón por la cual una margarita no debió sucumbir a la curiosidad. Ella debió quedarse afuera.

Lilian llevó aquello de encarar la respuesta al límite literal en el instante en el que se encontró con unos ojos verdes azulados que no había visto desde hacía cuatro años. Al principio, creyó que lo estaba imaginando. Luego, bastó con sentir que su corazón disminuía su latir para descubrir que todo lo que estaba ocurriendo era real. La chica cuya vida se formó de mentiras, deseó que aquello fuera una farsa más.

Tragó saliva y sintió todo su cuerpo temblar. Él no hizo nada más que mirarla con impresión, ¿qué esperó? ¿Qué después de cuatro años de abandono ella se vería igual? Él no había cambiado, quizá lo único nuevo eran esas bolsas bajo sus ojos verdsos que delataban que no había podido dormir en días. "¿Será que el arrepentimiento lo está destruyendo?", se habría preguntado Lilian si hubiese estado del todo consciente en este instante. Pero no lo estaba, su mente no funcionaba con claridad.

El miedo de la margarita bulímica aumentó al ver a su otra raíz sentada en uno de los sillones. Sus ojos estaban cubiertos por unos lentes oscuros, típico de Caroline. Estaba maquillada en exceso y desprendía una mezcla de repugnancia y lástima con su simple presencia. Lo peor de todo fue que no miró a su hija en ningún momento, ella lo miró a él.

Patético, como todo lo que hacía Caroline últimamente.

Las manos de Lilian comenzaron a temblar y sus temores a florecer. Deseó que los retoños de miedo naciendo en su interior fueran tan falsos como el rosal entrelazado en la falsa pared del consultorio. No obstante, eran reales; el miedo lo era. Eso le hizo entender el porque del temor de Primrose: seguro la secretaria vio a una borracha derretirse por un hombre demasiado ajeno a ese asunto y dedujo problemas. El trabajo de Prim fue investigar las raíces de las margaritas de su madre, pero lamentaba haberlo hecho tan bien.

—¡¿Qué hace este hombre aquí?! —Derek tomó la mano temblorosa de Lilian y la arrastró hasta que quedó tras de él. Más molesto de lo que nunca habían visto delatores y margaritas, se colocó frente al hombre de ojos verdes y lo miro amenazante —. ¡¿Qué hace este imbécil aquí?!

El padre de la margarita quedó impresionado. Pudo reconocer a Derek como ese adolescente que su hija conoció en la secundaria, ese chico de lentes que de vez en cuando vio cuando formó parte de la vida de Lilian. Sí, sin duda era el mismo chico...Pero se veía tan diferente. Te puedo asegurar que esa fue la primera vez que ese hombre se sintió indefenso ante alguien tan joven. Claro, es que él aún no tenía idea de lo que un nerd es capaz de hacer por alguien a quien ama.

No obstante, a pesar de la amenaza del chico, el hombre no despegó sus ojos de los de su hija. Había lágrimas en el iris verdoso de él y se intensificaron al ver lo delgada que estaba. Lilian no tenía ni idea de que hacer, estaba paralizada. Sin embargo, al notar el poco autocontrol de Derek, rodeó su brazo y lo alejó del hombre que provocó su bulimia.

—No hagas nada loco —le susurró a su novio —. Por favor, si te hace daño yo...

—¡Te hizo daño a ti! —le reclamó Derek, enojado —. ¡No merece tenerte en frente y está mujer menos! ¡¿Qué hacen estos dos aquí?!

—Derek, calma —Sanne dejó de abrazar a su madre en el instante en el que reconoció a Caroline. Notó la cara de Lilian, lo mal que estaba. Lo que menos necesitaba era que Derek perdiera la cordura, no en ese momento.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Calvin, mirando con desconfianza a las raíces de Lilian.

Y el hombre no despegaba los ojos de los de su hija.

—Hola, Lili —se dignó a pronunciar.

Lilian respiró hondo, tragó saliva, y apartó la mirada de los ojos de su padre. Su voz sonaba igual y eso la destrozó. Era la misma voz del hombre que alguna vez le dijo que la amaba...era una voz que asociaba con mentiras, engaños y dolor.

—Hola, Harry —respondió con poca voz. Ella no se dignó a llamarlo papá...si a Caroline no le decía mamá, a él nunca lo llamaría como un padre.

Porque, a pesar de todo, Caroline estuvo cuando él no.

—Hhmm —carraspeó Margaret para llamar la atención de todos los presentes. No esperó la reacción tan tensa de Lilian, por lo que comenzó a cuestionarse sobre la vida de su margarita, ¿habría hecho bien en desenterrar las raíces de su bulimia?...ella no cometía errores, así que se dijo a si misma que todo estaba bien —. ¿Les parece si comenzamos? Tomen asiento, por favor.

Derek miró a Lilian, luego a Harry, luego a Caroline, y volvió a Lili. Esperó a que su novia le diera la señal para llevarla lejos de todo eso ¡La arrastraría hasta Australia si eso implicaba alejarla de personas como las que tenía enfrente! No obstante, ella se sentó en silencio, en un sillón opuesto al de sus padres. No dijo nada, no miró a nadie, tan solo se sentó.Ella solo quería terminar con eso lo más pronto posible y correr a atragantarse de comida, para luego vomitar. Jamás lo había sentido tan necesario.

Derek observó a Lilian, incrédulo. Lo mismo hicieron las margaritas que, si bien no conocían la identidad de Harry, conocían la de Caroline y también creyeron que lo mejor que podía hacer Lilian era marcharse. Pero ella no lo hizo...A veces la fortaleza de Lilian resultaba absurda. Hay momentos para ser cobarde, para salir corriendo. Ese, por ejemplo, era el instante perfecto para huir.

Pero no lo hizo.

Derek respiró con fuerza y, receloso ante los padres de su novia, se sentó junto a ella. Las margaritas siguieron sus pasos. Pronto, todos estuvieron sentados. Inexpresiva, Lilian analizó los pasos de Margaret, quien colocó las cuatro macetas con los nombres sobre la mesa para café. Lili estaba sin estar, pensaba sin pensar. Se sumergió en un limbo del que no sabía cómo salir; y deseó ser el gato vivo que nunca murió por curiosidad.

—Bien, traje a todos sus padres aquí por una sencilla razón —dijo Margaret con un entusiasmo que enojó a Derek, pero lo mantuvo callado —: de una u otra manera, ellos las influenciaron para llegar hasta donde están. Sé que es duro, porque ellos las aman más que a nadie. No obstante, a veces el amor puede ser la fuente de puntos débiles, y son esas fallas en sus raíces lo que las llevó al lugar en el que están.

» No estoy diciendo que sus padres las criaron mal, solo digo que ustedes interpretaron ciertos aprendizajes de manera incorrecta. Lo noté en el instante en el que destrozaron mi árbol de los recuerdos: le temen a sus pasados. Pues, las raíces de ellos son quienes las vieron crecer. Hoy quiero que se enfrenten a ellos, que les pidan perdón por malinterpretar el mundo en el que les enseñaron a vivir y quiero que se perdonen a sí mismas. Bien, enfrenten sus pasados, margaritas.

Silencio.

Tensión.

La razón por la cual destruyeron el árbol la primera vez fue porque sus ramas eran demasiado crueles, pues era cierto eso de que sus pasados las condujeron a terribles presentes. Malentendieron, en muchos casos, el amor que se les proporcionó. Lo obviaron, por ello se creyeron solas en el mundo, y una flor sola tiene la tendencia a autodestruirse.

En cuanto a sus padres, al menos la mayoría de ellos, se sentían culpables por lo que sus hijas se habían hecho a ellas mismas. Ese era el instante en el que se preguntaban si habían hecho su trabajo bien. Criar a alguien no es tan sencillo como suena, implica muchos errores de por medio.

—Yo... —comenzó a decir Sanne, mirando a su madre y a Dann a su lado —. Creo que esto te tomó por sorpresa, mamá. No sabías que estaba enferma, ¿o sí?

—Cuando Dann me llamó en nombre de la doctora Wallace, quedé destrozada —ella tomó la mano a su hija y soltó un par de lágrimas —. Lo siento, cariño. Debí haber hecho un mejor trabajo...

—No, no, no, tu trabajo fue excelente —la detuvo Sanne —. Yo fui la que no supe controlar mi actitud exigente y competitiva. Me aislé tanto en ser la mejor que no me di cuenta del daño que me estaba haciendo. Lo lamento, debí darme cuenta antes. El lado bueno es que me estoy curando y les aseguro a los dos que nunca más olvidaré que lo que necesito no es ganar medallas o comer sano; lo que necesito es recordar lo mucho que me quieren...a pesar de mi terrible humor.

—No es tan terrible —acotó Cloe —. Eres nuestra Sanne. Te amamos, así competitiva y todo.

—Gracias, Clo —le sonrió y luego volvió a su madre y delator —. En fin, siento haber llegado tan lejos. Les prometo que esto no sucederá otra vez.

—¡Ay! ¡Mi Sanne! —su madre soltó más lágrimas y la abrazó —. No podría estar más orgullosa de ti.

—Y yo igual, niña —le dijo su entrenador, con una sonrisa genuina—. Siempre supe que podrías pasar por esto y salir victoriosa.

Sanne sonrió y los abrazó a los dos. Era cierto que ellos eran sus raíces, además de su padre que llevaba unos años muerto, pero seguía presente en el día a día de ella. El error de su familia fue no ponerle un alto a su competitividad, y el de Sanne fue no prestarle atención al cariño que le prestaron: ese era el único premio que debió de enmarcar. Pero estaba contenta con sus raíces; ellas no la ahorcaban, la dejaban respirar.

—Pues...creo que seguiré yo —dijo Dalia, encarando a sus padres. Respiró hondo y se enfrentó a sus raíces —. Perdóneme, pero me cansé de ser su chiquita.

Sus padres la observaron con confusión ¿A qué se refería su niñita?

—¿Qué quieres decir, Dali? —preguntó su padre, quien resultaba tener una voz demasiado gruesa para el aire amable que desprendía.

—Los amo y aprecio todo su cariño...—Dalia miró a su hermano, quien le dio apoyo adhiriendo sus ojos verdes a los de ella —. Pero creo que me acostumbré a ser dependiente de ustedes y de muchas otras cosas. Si es cierto que siempre supe defenderme de las críticas, aunque me las creí e incluso me las repetí estando sola. La verdad es que siempre he llorado porque ustedes me enseñaron que van a estar ahí para mí, cuándo puede que en ocasiones no deba recurrir a alguien más. Yo...Debería sobrevivir por mi cuenta; con su apoyo, pero por mi cuenta.

—Yo...Eh... nosotros... —la madre de Dalia no supo que decir. Solo en ese momento notó que había criado a su hija para ser alguien llena de estrés, una esponja que absorbía los insultos de la gente esperando que alguien más la salvara. Nunca se valió por sí misma, siempre fue la chiquita a la que debían ayudar.

Pero, ahora, ella veía a una mujer madura, distinta a la niña que recordaba...

—Ay, mi niñita...—la señora Milestone envolvió a su hija menor en sus brazos, sintiéndose más terrible que nunca —. Tienes razón, cariño ¡Lo sentimos tanto...!

—Sí, Dalia. Pudimos haber sido mejores padres —se lamentó el señor Milestone —. Nunca te enseñamos a valerte por tu cuenta y... Lo sentimos, chiquita.

—No, no, no lo sientan —ella les sonrió —. Hicieron un excelente trabajo porque, al fin de cuentas, Cal y yo crecimos bajo el cuidado de padres amorosos. Quizá fui yo la que no supo distinguir entre amor y necesidad, lo siento.

» De hecho, quiero cambiar, y les quería pedir permiso a los dos para vivir sola, sin Calvin. Tengo diecinueve, creo que estoy lista. Además, estoy segura de que mi hermano merece compartir un hogar con alguien muy distinta a su hermanita.

Eve se sonrojó en el instante en que Dalia le lanzó una mirada fugaz. Sabía que entre su hermano y la delatora rubia había una relación sincera y llena de cariño. Lo pensó por noches durante largas semanas... ¿Y si dejaba que Eve fuera la compañera de techo de su hermano? Era momento de que la flor obesa se concentrara más en sus propios pétalos que en depender de sus raíces. Era momento de florecer por su cuenta.

—¡Mi turno! —indicó Cloe para mirar a sus padres. Ambos tenían las miradas más severas de todo el consultorio. Podían dar miedo si se lo proponían, sobre todo cuando encontraron el cuerpo de su hija más escaso de lo que recordaban.

¿Qué le había hecho Eve a su hijita?

—Antes que nada, la única disculpa que les debo a los dos, es que esto les haya tomado por sorpresa —habló Cloe, señalándose a sí misma y a su delgadez —. No les dije nada sobre mi alimentación porque, ¡vamos! ¡Nunca lo consideré algo malo! Yo creí que estaba haciendo lo correcto. Sé que Eve no les dijo nada por una sola razón: trató de curarme y hacerme entrar en razón una y otra vez, porque no quería que los dos se enteraran de que había entrado en un verdadero agujero de anorexia. Fui yo la que no le hice caso, así que perdón por no mejorar antes...lo lamento.

Sin palabras que decir, los señores Nicols asintieron con lentitud. Ella era una mujer castaña arreglada, con aspecto empresarial y severo. Él era un hombre calvo, de ojos y sonrisa seria. No sabían bien cómo reaccionar a las palabras de su hija. Es decir, ellos estuvieron lejos por tanto tiempo que se les hacía extraño hablarle con sinceridad. El trabajo les impidió conocer a Cloe de la manera correcta.

—Bien...Ahora, quiero que ustedes le pidan perdón a Eve —Cloe se cruzó de brazos y espero por aquello.

—¿Nosotros? —preguntó la madre de Cloe —. ¿Por qué?

—Porque, puede que no lo hayan notado, pero la han subestimado toda su vida —Cloe miró a su prima y luego volvió a sus padres —, y no entiendo porque, cuando es una luchadora de primera. No es sólo una cara bonita y quiero que se lo digan.

—No entiendo a qué va esto, hija —habló su padre —. Hemos criado a Eve con el mismo cariño con el que te criamos a ti.

—¿No creen que es extraño que ella decidió pasar las festividades con la familia de su novio en lugar que con la suya propia? —cuestionó Cloe, recordando esas navidades —. Les tiene miedo a ustedes dos, a su rechazo ¡Y la comprendo! Siempre le han dicho que solo es una cara bonita; hasta yo me lo creí, cuando no es así. Gracias a ella me estoy curando, así que espero oír sus disculpas. Adelante.

Eve parpadeó con rapidez, sorprendida ante la petición de su prima. Cloe tomó su mano y le sonrió, regalándole un poco de apoyo. La margarita anoréxica no quería escuchar un perdón dirigido hacia sí misma. Después de todo, ella sola se había empujado sola al abismo de la anorexia. No obstante, Eve no había hecho nada para caer en el camino en el que cayó. Ella era su raíz más importante y, si alguna vez la aborreció, ahora le parecía digna de cuidar y de mostrar con orgullo.

—Perdón —le dijo Cloe, observando esos ojos que eran idénticos a los suyos —. Perdón por creer que un alma fea se escondía dentro de un rostro hermoso. A veces, las portadas si concuerdan con el contenido del libro y lo aprendí gracias a ti, Eve.

Eve soltó una pequeña sonrisa. Comenzó a llorar y recibió el más cordial y cálido abrazo por parte de su prima. Sus tíos le pidieron perdón, más por compromiso que por otra cosa. No obstante, ella lo acepto ¿Y cómo no iba a hacerlo? Si ella tenía el corazón más blando y dispuesto a perdonar de todo el mundo.

Así, la alegría de afrontar raíces se había acercado a las predicciones de Margaret para la sesión. Sus margaritas habían madurado mucho y estaban sanando. No obstante, había un detalle que aún no estaba listo, unas raíces demasiado gruesas como para afrontar.

—Lilian, querida, te toca —le indicó Margaret —. ¿Quieres pedir perdón?

Lilian no dijo palabra alguna, no lo hizo por largos instantes. Seguía en ese limbo, ese trance que le impedía moverse o pensar con claridad. Sabía que los ojos de Harry estaban sobre ella, los sentía en su nuca. Ella respiró hondo y, más agria que nunca, tomó el coraje para hablar:

—La última vez que nos vimos, él dijo la última palabra —recordó —: "Feliz cumpleaños, nena. Te amo"

Volteó a encararlo sin dejar que ninguna expresión se saliera de sus ojos azules pálidos. Él no merecía ser dueño de sus sentimientos, no después de lo que había hecho, pero debía admitir que sentía su corazón lastimarse contra sus costillas debido al fuerte palpitar que provocaba su presencia.

—Como él fue el último en hablar hace cuatro años, me parece justo que sea el primero está vez.

Harry tragó saliva y observó a su hija con dolor en los ojos. La curiosidad mató al gato, dicen por ahí, pero ella jamás moriría por curiosidad. Quizá moriría por las lágrimas acumuladas, indispuestas a derramarse; o por las palabras que diría su progenitor.

O quizá, ella no moriría. Si su bulimia no la mataba, ¿por qué habría de morir por tenerlo a él en frente? La curiosidad mató al gato, el gato murió sabiendo, pero, al fin y al cabo, estaba muerto e incapaz de sentir dolor.

Por primera vez en su vida, Lilian deseó ser el gato...

—Per...

—Ni se te ocurra pedir perdón —Derek interrumpió a Harry con brusquedad —. No después de no haber visto a tu hija en cuatro años, no después de irte sin decirle nada. Ella perdonaría a cualquier persona en este mundo, menos a ti.

Las palabras de ese chico solo hicieron sentir peor a Harry. Era obvio que no sabía cómo reaccionar ante el estado de su propia hija y que la culpa lo destrozaba en silencio ¿Cómo llegó a esa situación? Mintiendo, pero que terrible solución.

Él observó la forma en la que Derek buscó la mano de Lilian en un intento por animarla. "Al menos tiene a alguien que la ama a su lado", pensó. El tener a Caroline a su costado, en el estado vergonzoso en el que se encontraba, solo lo hizo sentir peor sobre su decisión de dejar a Lilian ¿Se arrepentía? No estaba del todo seguro. Pasaron cosas buenas una vez se alejó de ellas dos, pero siempre quedo con remordimiento de conciencia por su pequeña hija.

Porque, si te digo la verdad, Harry amaba a su niña.

La amaba con locura, pues la recordaba como esa niñita de ojos pálidos y sonrisa radiante que vio crecer durante catorce años. Ella solía ser un rayito de sol, la persona más alegre en el mundo. Ahora, era...era...una Lilian destruida ¿Dónde estaban las sonrisas? Reemplazadas por una agria mirada ¿Dónde estaba el sol en su vida? Oculto por una nube gris hecha del humo del cigarro de su madre.

¿Dónde estaba su hija alegre? Fue reemplazada por una realista, que encontraba satisfacción en purgarse de vergüenza y observar bichos con alas coloridas.

Suspiró adolorido, verla así le resultó más difícil de lo que esperó. Caroline, por su parte, solo tenía ojos para Harry. De haberle preguntado si le parecía terrible la situación de su hija habría contestado: ¿Lilian está aquí? No me había fijado. El amor no correspondido la volvía una mujer patética...Y digo el amor porque a este punto de la mañana, los grados de alcohol eran bajos en su sistema.

—Bien, tienes razón, debo empezar de una mejor manera —dijo Harry para luego carraspear —. Eh... ¿Y qué tal la escuela, Lilian?

De la garganta destrozada de Lilian solo pudo escaparse una risa agria y sin sentimiento alguno ¿Esa era su manera de empezar una conversación con alguien a la que había abandonado? ¿Planeaba retomar la charla en donde la habían dejado la última vez? Mala decisión, eso solo hizo sentir peor a Lili.

—Pues, no lo sé —respondió, agria —. Tuve que dejarla para trabajar y valerme por mi cuenta. Creo que la escuela está bien, la pregunta que debiste haber hecho es: ¿cómo estoy yo?

Harry abrió los ojos con sorpresa, ¿su hija había dejado la escuela para trabajar? Eso no lo esperó. Miró a Caroline, ¿Qué había hecho ella todo ese tiempo?

—Yo...pero... ¿y qué pasa con el dinero que te envío cada mes? —preguntó, confundido —. Es suficiente como para que no tengas que trabajar...

—¿Qué dinero? —cuestionó Lilian sin entender.

Ella jamás recibió dinero de nadie. Solo por eso trabajaba en Sweets y vendía cuadros por internet, nadie la ayudó a sobrevivir; ni a ella, ni a Caroline les ofrecieron ayuda. Lilian conseguía el dinero suficiente como para comprar comida, pagar la hipoteca, y mantener uno que otro capricho. Lo único que Lili nunca financió fueron las bebidas de su madre.

Bebidas que aparecían sin explicación en su casa, ¿cómo las pagaba cuando no le quitaba dinero de su tarjeta de crédito?

Entonces, lo entendió. Se levantó del sillón y encaró a su madre. Estaba acostumbrada a observarla con decepción, pero esa vez, ese sentimiento era tan grande que incluso pareció que estaba al borde de desbordarse de sus pálidos ojos. Si lo que creía Lilian era cierto, entonces estaba frente a la mujer más horrible de la faz de la tierra.

—Usaste ese dinero para comprar alcohol, ¿no es así? —le preguntó Lili a su madre —. ¿Lo hiciste incluso después de decirme que él cortó toda la conexión con nosotras dos?

Caroline no dijo nada.

—¡¿Lo hiciste?! —Lilian exigió una respuesta, pero silencio fue lo que obtuvo.

Eso y golpes era lo único que su madre sabía darle.

—Eres una hija de perra —soltó Harry hacia Caroline —. ¿Gastaste dinero en alcohol en lugar de ayudar a tu hija? ¿Qué es lo que te pasa?

—No sé a qué se refieren—Caroline alargó las palabras y se sostuvo la cabeza con dolor —. ¿Podrían hablar más bajo?

—¡¿Qué te pasa, mujer?! —le gritó Harry —. ¡¿Dejaste que tu hija trabajara para poder saciar tus vicios?!

—¡No grites! —soltó Caroline, cubriendo sus oídos.

—¡Cállense los dos! —la voz ronca de Lilian enmudeció con la frecuencia de un grito tan agudo —. No los quiero escuchar.

Sanne, Dalia y Cloe intercambiaron miradas llenas de angustia al escuchar a su amiga de esa manera. Sintieron la enorme necesidad de sacar a Lilian de ahí, pero sabían que nada de eso estaba en sus manos. Comenzaban a entender porque la presencia de ese hombre la puso nerviosa al punto de temblar, e incluso se sintieron mal por creer en algún momento que el mayor problema de Lilian era Caroline...Vaya equivocación.

—Lilian, sé que me fui, pero yo siempre estuve velando por ti y por tu seguridad —Harry se levantó y trató de acercarse a su hija, ella se alejó por instinto —. Te envié dinero, lo que menos quería era que tu vida se viera perjudicada por mi ausencia, nenita.

—¡No me llames así! —le reclamó Lilian —. No tienes el derecho de llamarme así.

—Lili...—se acercó otra vez.

—Ella no te quiere cerca, ¿no lo entiendes? —Derek se interpuso entre Harry y Lilian —. No sé qué haces aquí pero jamás debiste volver ¡Lárgate de una vez!

Lilian sujetó el brazo de Derek con fuerza para impedir que él se saliera de control. El nerd a duras penas podía pensar con claridad, pues tenía frente a él al hombre que más daño le había hecho a Lili. Derek tan solo quería golpearlo y alejarlo de ella antes de que se repitiera la historia y la hiciera llorar una vez más. Harry no se merecía entrar en la vida de la margarita una vez más, al menos eso creía el delator.

Al notar que Lilian no sería suficiente como para aguantar el enojo descontrolado de Derek, Dann se colocó entre ellos dos. Los separó lo más posible, pues era obvio que él chico no aguantaría mucho más tiempo sin querer estamparle un puño en el rostro al hombre. Calvin fue el siguiente en intervenir, arrastrando a Derek hasta uno de los sofás, en donde las margaritas e Eve trataron de calmarlo. Luego, el pelirrojo tomó el lugar de su amigo al lado de Lilian. La sostuvo por los hombros de manera protectora.

Nadie sabía que estaba ocurriendo ahí, pero no permitirían que las cosas se salieran de control.

—Lili, por favor, debes creerme —insistió Harry —. Yo sí te deje algo. No te abandoné del todo, quise darte una buena vida...

—A mí no me importa el dinero, nunca me importó —le respondió Lilian, sintiendo que su voz se desvanecía de a poco—. Aprendí a cuidarme sola, a vivir sin depender de nadie. Sé conseguir mi propio dinero, así como sé curar mis heridas yo sola...

—¿Heridas? —se cuestionó Harry, quien notó en ese instante una cicatriz cerca de la clavícula descubierta de Lilian. Abrió los ojos con sorpresa y miró a Caroline con horror —. ¿Tú le has hecho daño?

Caroline enfocó su mirada hasta su hija. Veía poco, hasta borroso, pero encontró esa cicatriz y un repentino dolor en el pecho la apuñaló. Se levantó de dónde estaba sentada y se acercó hasta Lilian, casi sin pensar. Intentó acortar aún más la distancia, pero Calvin la alejó en el instante en el que sintió a Lili tensarse. Eso sí, quedaron lo suficientemente cerca como para que la margarita notara lágrimas en los ojos cansados de su madre...

Ahí, a Caroline dejó de importarle Harry.

—Yo...Yo...—balbuceó Caroline, fija en la cicatriz que reposaba en la clavícula de Lilian. Su voz temblaba, sus ojos relampagueaban. Verla daba lástima —. Esa vez...No estaba pensando, Lilian ¡Él no tuvo que llegar tan lejos! Solo quería...

—¿Él? ¿Él quién? —la detuvo Harry, cuyo rostro expresó mucha más furia que antes —. ¡¿Dejaste que alguien le hiciera daño a mi hija, Caroline?!

—¿Tu hija? ¡Tu la dejaste! Me dejaste sola con ella ¡Yo era una niña, Harry!

—Pero ya no lo eres, tu deber era defenderla si alguien quería lastimarla.

—¡Y el tuyo era quedarte, cabrón! Si hice lo que hice fue porque...porque estaba dolida, porque quería venganza...Pero él no entendió, se pasó, hizo más daño del que pedí y...

—¡Basta! ¡Basta! —Lilian se cubrió sus oídos y cerró los ojos con fuerza, como si de esa manera fuera a desaparecer —. Para, no lo digas ¡No frente a ellos! Aunque no lo creas, estas personas me importan, Caroline. No quiero que sepan lo que hiciste, y tampoco lo que hiciste tú, Harry ¡No quiero! ¡No quiero!

Calvin la atrajo a sus brazos al sentir que comenzaba a temblar de nuevo. Para él, era una sorpresa todo lo que estaba ocurriendo, pero no dudó en ayudar a pesar de no comprender nada. Dirigió su mirada esmeralda hasta Derek, quien observaba a Lilian un tanto perdido. Parecía estar en shock, sin saber qué hacer al ver a su novia en ese estado, y supo que así no sería de mucha ayuda en ese momento. Entonces, viajó a la mirada de Eve, y luego volteó a ver a Dann. Los dos le devolvieron la misma mirada llena de confusión, pero al menos estaban tan dispuestos como él a defender a la margarita de su amigo, a pesar de no comprender los problemas con las raíces de Lilian.

Mientras tanto, las miradas Harry y Caroline se perdieron en su hija. Los dos se sintieron rendidos, dolidos, e increíblemente tristes al encontrarla de esa manera. Creo—y digo creo porque en realidad no me fio de ninguno de los dos—que llegaron a sentir culpa al verla de esa forma.

—Esto no le habría pasado si no la hubieras dejado por tu familia perfecta —espetó Caroline, cuyo dolor de cabeza solo era opacado por el cóctel de sentimientos encontrados que sentía en ese momento —. Preferiste a tus hijitas perfectas antes que a ella, a tu mujer perfecta antes que a mí. Ahora mírala...

—¿Qué parte de basta no entiende esta mujer? —susurró Lilian, abrazada a Calvin.

—¿Quieres que te saque de aquí? —le preguntó el pelirrojo.

—Por favor, Cal. Sácame de este lugar, de este mundo si es necesario, pero no puedo verlos a ellos dos.

Y eso iba a hacer, hasta que ese hombre que nunca debió aparecer los detuvo.

—¡Espera, Lilian! —solo tres pasos para llegar a la salida, solo eso y aún así se detuvo cuando Harry la llamó —. ¿Sigues creyendo que las dejé por eso? ¿Qué me fui solo por mi familia?

Lilian bajó la mirada, recordando la foto en el baño de su habitación. Volteó lentamente para encarar a quien colaboró en su creación, y esta vez impidió que Calvin la sostuviera. Ella lo enfrentó sola.

—¿Acaso esa no es la razón? —preguntó, intentando sonar firme —. Caroline me mostró una foto de tus hijas y todo. Tengo un par de lindas hermanas, por cierto. Sin duda, mucho más bonitas que yo.

—Escucha, ne...Lilian —suspiró él—. Si es cierto que tengo una familia y que tu madre y tú fueron algo que ocurrió por error, pero créeme que no te dejé por eso. Habría seguido con la mentira durante toda una vida solo por ti, hija.

—¿Entonces por qué me dejaste?

—No te deje a ti, deje a tu madre. No la aguantaba más. Ella solía beber en la noche y nunca pudo controlar su alcoholismo del todo. Decidí irme y pensé en traerte conmigo, pero Caroline me lo impidió.

—¡Pensabas quitarme a mi hija! —le gritó Caroline, amenazándolo. Incluso Dann debió ponerse entre ellos para evitar que ella lo golpeara, o algo por el estilo —. Me dejaste con el corazón hecho trizas, con una vida rota y una farsa que mantener. Pensabas dejarme sola, abandonarme; Lilian era lo único con lo que podía quedarme.

—Si me la hubiese llevado, ella habría estado mejor.

—¿Con tus niñas que parecen muñecas y tu esposa de revista? ¡Ya lo creo! Habría crecido justo para ser como ellas... ¡para casarse con un imbécil y esperar a que este la engañe con una adolescente!

—Yo la habría defendido.

—Pero conmigo ella no...

—¡Basta, joder! ¡No soy su juguete! ¡¿Qué más da si me hubiese ido, si me hubiese quedado...?! ¡Ustedes habrían arruinado mi vida de cualquier manera!

Respiró profundo, le estaba costando tanto retener las lágrimas en sus ojos. Estaba consciente de que los padres de sus amigas la estaban mirando con confusión y con lástima, que las margaritas la veían con tristeza y de que su novio estaba en shock. Sabía que la doctora no estaba clara de como reaccionar ante todo eso, y que esas cuatro flores delicadas en la mesa para café eran tan frágiles como ella en ese instante. Sabía todo eso, pero lo ignoró para caminar con pasos débiles hasta sus raíces y les dijo algo que llevaba guardando en forma de nudo en la garganta por años:

—Ustedes dos, "mamá y papá", son lo peor que me pudo haber ocurrido. Ustedes son la razón por la que estoy así, tan marchita como una jodida margarita...Yo solo quería algo como lo que tiene la gente normal. No necesitaba una familia de ensueño, solo los quería a ustedes y ni eso tuve. Me arruinaron, me destruyeron, hicieron de mi vida algo miserable.

Un nudo se formó en la garganta de Lilian al hablar. Era terrible sentir dolor por personas a las que no les importó lo suficiente como para intentarlo, y peor aún ver como se pelearon por ella como una especie de juguete cuando ninguno de los dos le había prestado atención durante años. Ellos pudieron haberse esforzado, estaba segura de que cualquier otro padre lo habría hecho. No obstante, no lo hicieron y eso la destrozaba. No quería sentir nada, pero era un remolino de sensaciones humanizado y ya no había forma de controlarse.

—Les tengo una pregunta —cerró los ojos para evitar llorar y los abrió, revelando lo rojos que estaban —: si fui un error para ambos, ¿por qué se molestaron en hacerme creer que no lo fui? ¿Por qué me dieron una infancia tan linda y luego la destrozaron?

» Si ninguno de los dos me quiso, ¿por qué no me abortaron y ya? Habría sido más sencillo.

Las personas cercanas a Lilian en esa habitación sintieron un vuelco dentro de sus corazones al escucharla decir aquello. Si bien Lili estuvo cerca de la muerte en un pasado, les había confesado a todos que nunca la había buscado. "Me da miedo" les dijo aquella vez "No soy de las bulímicas que buscan morir vomitando, soy de las que no lo controlan. Así que nunca me verán cuestionando el estar viva porque no quiero morir, y ya está". Pero la había cuestionado, deseó no haber nacido nunca, y lo hizo frente a sus padres.

Las margaritas dejaron de sostener a Derek en ese instante, pues pensar en un mundo sin Lilian se les hizo demasiado difícil. Eran cuatro chicas inseparables, ella no podía simplemente esfumarse y ya. A Margaret, el arrepentimiento la recorrió de pies a cabeza al instante en el que los padres de Lilian no encontraron la manera de responderle a su hija. Quizá debió haber seguido el consejo del delator con lentes y no meterse con el pasado de Lilian. Quizá debió pensar que no todos eran Jayden, y, por lo tanto, reaccionarían diferente.

En cuanto a Derek, él se levantó de su lugar sintiéndose débil. No quería perderla, ni imaginar una vida en la que ella nunca existió. Le dolieron las palabras que ella pronunció con su voz ronca. Aunque no pudo pensar demasiado en eso al verla temblar sin control. Ahí, él salió de su shock.

—Lili...—él la tocó en el hombro, pero ella se alejó tan rápido que a aquel contacto se transformó en un simple roce.

Lilian parecía un pequeño animal asustado, un cachorro sin hogar. Se rodeó a sí misma y se alejó de Derek lo más posible, chocando incluso con la mesa para café en el centro del consultorio. Una de las macetas cayó al suelo, quitándole varios pétalos a una flor. No le importó, quería alejarse de todos en ese instante; y el deseo de huir aumento al encontrar frente a ella aquellos ojos café expresivos que amaba vidriosos y repletos de tristeza.

—Aléjate de mí —le pidió sin fuerza —. Te quiero lejos de mí.

—Lilian...—Cloe trató de acercarse, pero, de nuevo, Lilian se apartó y chocó con un sillón, perdiendo el equilibrio y recuperándolo al instante.

—A ustedes también las quiero lejos —aseguró, viendo a las margaritas —. ¡No quiero a nadie en este momento! ¡Aléjense de mí!

—Lili, cálmate, ¿sí? —Derek se acercó con lentitud hasta llegar frente a ella —. Estoy aquí para ti, ¿bien? Nada malo va a pasar.

Él tomó su delgado mentón en su mano y llevó la mirada de Lilian hasta la suya propia, sabiendo que ella era incapaz de escapar a algo así. El problema era que ella estaba demasiado pérdida, demasiado sumida en un pensamiento que le aterraba: si los que nacieron para amarme no me aman, ¿cómo podrán amarme los que lo hacen por casualidad?

De pronto, comenzó a pensar que todo era una mentira...una dulce mentira como la que forjó su infancia. Derek se sorprendió al encontrar una lágrima salir de los ojos pálidos de Lilian, la primera lágrima en años ¿Y cómo no iba a llorar? Ella comenzó a creer que todos los te amo, los besos y caricias que había recibido no eran más que una gran telaraña de mentiras. Le dolió, y cuando se recibe un golpe tan fuerte, se desatan tormentas.

—Aléjate de mí —le pidió ella, con hostilidad —. Aléjate antes de que me abandones porque sé que lo harás; todos lo hacen.

Ella apartó su cara del agarre de Derek con cierta violencia. Pasó de verse como un cachorro perdido a lucir tan agria que su sola mirada resultaba peor que una limonada sin azúcar. Se alejó unos pasos de Derek y encaró a la doctora Wallace.

—Y usted, doctora —le dijo sin expresión alguna en su rostro —, no tiene ni idea de lo que ha hecho.

Sin decir más, salió de ese lugar. Derek ni siquiera consiguió la fuerza para moverse, algo dentro de él estaba tan adolorido que dudaba si había suficiente fuerza dentro de si mismo como para que su corazón pudiera latir. El portazo que provocó ella al salir se sintió como un golpe para él y para todos los que amaban a Lilian allí adentro.

A Lilian nunca le resultó difícil amar, pero desde el abandono de su padre, le costó encontrar las fuerzas para hacerlo. Ahora que amaba a Derek con locura, el miedo a que la historia se repitiera era más fuerte que cualquier otra cosa. A ella ni siquiera le importó que su padre hubiese reaparecido, o que su madre la hubiese engañado durante años, tan solo pensó en ser abandonada otra vez.

Tuvo razón en algo: Margaret no tuvo ni idea de lo que acababa de hacer. Destapó una raíz demasiado delicada, extremadamente delgada, perfecta para ahorcar el cuello de una margarita con pocas ganas de seguir aguantando abandonos... 

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