Capítulo 49
Capítulo 49
Purgándose de vergüenza:
Día 236 del programa: 13 de noviembre del 2015
12:00 pm
—Tienes esa cara —le advirtió Cloe a Sanne.
—¿Qué cara? —preguntó la morena, sin comprender.
—La que sueles poner cuando piensas en algo muy importante —respondió Dalia, como si fuera obvio —. Suéltalo de una vez.
La reunión para celebrar el cumpleaños de Lilian se llevó a cabo en la casa de Margaret, quien ofreció su "humilde morada"—que de humilde no tenía ni la alfombra pues, he de recordar, que la mujer era millonaria —, en el instante en que se enteró de la idea de alegrar el día especial de su margarita bulímica.
Personas no tan cercanas a Lilian, pero que le habían tomado cariño con tan solo conocerla, estaban ahí presentes. Jade junto con su prometido, que de hecho le cayó muy bien a las margaritas, se encontraban ayudando a Margaret y a Ume con la preparación de una comida casera. Padme, que se encargó de regalarle unas hermosas zapatillas bajas a la modelo más real que alguna vez conoció, estaba por ahí, charlando con el primero que se cruzaba en su camino. Y Aviv, se divertía escuchando anécdotas de aquellos a los que le sacaba conversación.
En cuanto a las margaritas, Sanne, Dalia y Cloe estaban juntas, sentadas en el jardín trasero. El patio era tan lujoso como el resto de la casa, e incluso más grande que esta. Una piscina llena de hojas caídas por el otoño les sirvió como escenario perfecto para su charla. De fondo, el sonido del caer del agua de una fuente no muy lejana.
—Pienso en Lilian —les confesó —. Chicas, ¿saben que significa que por fin tenga dieciocho?
—¿Que puede conducir? —cuestionó Dalia.
—Aunque no creó que ella quiera sacar una licencia —añadió Cloe —. Ya nos ha dicho que le da pavor manejar un auto.
—No me refiero a eso —Sanne rodó los ojos —. A partir de hoy, es legal que Lilian viva sin la supervisión de un adulto.
Cloe y Dalia intercambiaron miradas, casi aliviadas ante esa nueva información. No consideraron antes la importancia de que Lilian pasara de ser una adolescente dependiente, a una adulta joven a los ojos de la ley. Si hacia lo correcto, podría llegar a cambiar su vida por una más tranquila. Una sin tantos gritos ni golpes de su propia madre.
—Sanne, ya le pedimos que se mude con nosotras y se negó —le recordó Dalia.
—Sí —concordó Cloe —. Se rehúsa completamente a dejar sola a la desgraciada esa.
—¿Pero no creen que sería diferente sí Derek le pidiera mudarse con él? —preguntó Sanne —. Es decir, una cosa es que sus mejores amigas le ofrezcan techo, y otra completamente distinta es vivir junto con el chico que ama. Si Derek le pide mudarse a su casa, probablemente ella acepte.
—¿Y crees que él haga eso? —cuestionó Dalia.
—Estamos hablando de Derek —recordó Cloe —. En el instante en que le digamos esta idea, hará lo posible por que se cumpla.
—Y espero que sea así —añadió Sanne —. Porque quiero a Lilian lejos de esa casa y de esa mujer.
—Somos dos —concordó Dalia.
—Tres —la siguió Cloe.
Está de más decir que las tres se preocupaban por el bienestar de Lilian. De hecho, cada margarita velaba por la salud y felicidad de las otras como si se tratase de algo natural. Era como si hubiesen sido plantadas para dar y recibir apoyo de personas con las que compartían tantas diferencias, que podían considerarse similares.
Porque aquellas que son distintas a los estándares de un mundo lleno de estereotipos, están unidas por la más grande similitud: ser diferentes.
Cloe recordó el primer día del programa como un pequeño rayo de memoria. Soltó una carcajada nostálgica al pensar en lo mucho que odio a las chicas sentadas junto a ella.
—¿Cuándo nos volvimos tan amigas? —preguntó —. Es decir, pasamos de odiarnos a muerte a defendernos a capa y espada ¿En qué momento sucedió esto?
—No lo sé —Sanne imitó su sonrisa —. Pero las necesitaba, ahora que lo pienso.
—Yo también. A mi vida le urgía un ramo de margaritas como este —Dalia las rodeó a ambas con sus brazos.
—No nos llames así —Cloe hizo una mueca, aunque aceptó gustosa el abrazo.
—¿Por qué no? Creo que, a este punto, ya acepté que eso somos: margaritas.
A pesar de todo lo malo que implicaba ser una flor pálida, sin olor y sin espinas, ella comenzaba a ver la luz dentro del prado lleno de pétalos rojos. Aunque Sanne y Cloe no querían admitirlo, también estaban pasando por lo mismo. Cada vez, les sonaba menos molesta la palabra "margarita". Inclusive, sonreían al ver alguna por casualidad ¿Qué les había hecho el programa a las chicas que recibieron cartas anónimas en enero de ese mismo año?
Permanecieron así, abrazadas en el banco movedizo del patio. Observaron a Derek salir de la casa por las puertas francesas, ese sería un excelente momento para decirle al chico de lentes lo que habían conversado. Si así lograban alejar a Lilian de un peligro tan grande como su madre, entonces lo obligarían a hacer eso, de ser necesario.
—Pero qué lindas se ven las tres abrazadas —les dijo él con diversión —. Casi parecen inofensivas.
—¿Estás celoso porque no te incluimos? —preguntó Cloe con diversión.
—Mucho, de hecho —le respondió y luego dejó un plato con botanas frente a ellas —. Coman, están deliciosas. Luego me darán el abrazo que merezco.
—No tengo hambre —soltó Cloe de manera casi automática.
—Este de acá tiene salsa de fresa, tan solo pruébalo; sé que te encantan —le señaló una botana en la esquina del plato —. Sanne, las que están más a la izquierda son, según el prometido de Jade, muy saludables; deberías probar alguna. Y si esperas unos diez minutos, Dali, te traeré unos postres bajos en azúcar que Eve y Padme están escondiendo para que Aviv y yo no los devoremos. Pronto se aburrirán de vigilarnos y te daré alguno.
Las tres lo miraron con cierta sorpresa, él tan solo sonrió. Pronto, esa sonrisa en el que sus mejillas se elevaban hasta el punto de empujar un poco sus gafas, se les contagió a las chicas.
—Te detesto —dijo Cloe, negando con la cabeza mientras sonreía. Tomó una de las botanas que Derek le indicó y regresó su mirada hacia el nerd —, sabes exactamente que hacer para que nos den ganas de comer.
—Es un nuevo don del que me siento muy orgulloso.
Sanne y Dalia hicieron lo mismo que Cloe y tomaron una botana cada una, logrando que la alegría de Derek se multiplicara simplemente por esa acción. Era satisfactorio ver que el programa si estaba rindiendo frutos, por más lento que resultó. Se sentó en una de las sillas frente a ellas, y tomó una botana para sí mismo.
—¿Y dónde está Lili? —preguntó tras comer.
—Creí que estaba contigo —confesó Sanne, luego de tragar la deliciosa botana que le ofrecieron.
—Yo he estado con mi gemelo ciego desde que llegamos —habló con diversión, refiriéndose a Aviv —. Lili me dijo que estaría con ustedes un rato.
—A nosotras nos dijo que estaría contigo —le informó Dalia.
Derek abrió mucho los ojos, en señal de sorpresa. Bien, aquello comenzaba a sonar preocupante.
—Tranquilo, nerd —Cloe rodó los ojos con diversión. Derek se preocupaba con demasiada facilidad —. Seguro está hablando con Eve, o con Cal.
—Sí, tienes razón —asintió Derek —. Podría estar con ellos.
O, podría...No, mejor pensar que estaba hablando con ellos a creer que la historia podía repetirse. Así que se convenció de aquello: ella estaba conversando con los otros dos delatores.
—¡Aquí están! —la voz femenina de Eve llamó la atención de los que estaban en el patio —. Los estaba buscando ¿Quieren ver a Pad y a Aviv cantando Karaoke? Según Maggie, es la cosa más graciosa que presenciaremos en nuestras vidas.
Fue automática la manera en la que Derek se levantó tras notar que Eve venía con Calvin, pero Lilian no estaba con ellos. Las margaritas lo siguieron en su carrera apurada hacia el interior de la casa, sin comprender lo que estaba ocurriendo. Una vez dentro, él comenzó a buscar y a preguntar si alguien, aunque fuera una persona, había visto a Lilian. Para su mala suerte, todos la perdieron de vista en algún punto de la fiesta.
—Hey, amigo, cálmate —Calvin lo de detuvo luego de que él soltará una maldición —. ¿Qué ocurre?
—Hoy no es el mejor día para dejar a Lili sola —se quitó las gafas con nerviosismo —. ¿De verdad nadie la ha visto?
—¿A quién buscan? —preguntó Aviv, entrando a la sala de estar siendo guiado por Loto.
—A Lili —respondió Cloe —. ¿La has visto?
—Bueno, verla no. No veo a nadie, la verdad —soltó él con cierta diversión.
—¡Ay, carajo! ¡Lo olvidé! —exclamó ella, quien se tapó la boca ante la vergüenza —. ¡Lo siento, Avi!
—Tranquila, suele pasar. En cuanto a Lilian, ella me preguntó dónde quedaba el baño hace unos diez minutos. No he vuelto a saber más de ella.
Y ahí, el corazón de Derek se estremeció. No podía estar pasando de nuevo...o, mejor dicho: podía estar pasando de nuevo, eso era lo que temía. La aterradora sensación que lo invadió en el pasado, el día en el que descubrió la bulimia de Lili, lo envolvió una vez más.
Debía encontrar a Lilian.
—¿Dónde está el baño? —preguntó con urgencia.
—Primera puerta en el pasillo de la derecha —le informó Aviv e, inmediatamente, Derek siguió sus indicaciones hasta dar con dicha entrada.
Comenzó a tocar la puerta, esperando respuesta. Trató de abrir la manilla, pero estaba cerrada. La llamó una y otra vez, rogó para que ella saliera. Pero solo obtuvo un silencio que volvió todo aún más aterrador. La primera vez que eso ocurrió, él se dijo a sí mismo que no creía poder volver a ver una escena como esa. Resultó tan desgarrador que, en el momento, deseó no volver a ser testigo de algo así nunca más.
No obstante, si lo que creía de verdad estaba ocurriendo, no le importaría intervenir como lo hizo la primera vez. No podía pensar en lo horrible que resultaría verla en un estado deplorable, no cuando le era imposible abrir la puerta para estar junto a ella.
—¿Qué está pasando? —preguntó Dalia, asustada por la reacción de Derek.
—No lo sé —respondió Sanne —, pero no tiene buena pinta.
—¿Por qué no abre la puerta? —Cloe se acercó hasta el baño junto con Derek y comenzó a llamar a Lilian junto a él —. ¡Descorazonada, somos nosotros! ¡Abre!
—No lo hará —Derek se dio por vencido en su intento de llamarla —. Ella no nos quiere ahí.
Se puede decir que el corazón de Derek ya estaba rasgando su garganta. El resto de los invitados, incluyendo a Margaret, se acercaron hacia donde todo aquel escándalo estaba tomando lugar. El delator tragó saliva y suspiró con fuerza ¿Sabes? Él tenía un miedo que nunca le contó a alguien, ni siquiera a Lilian:
Él le tenía terror a los déjà vu.
—Lo siento tanto por ella si me quiere lejos de aquí, porque no pienso irme —sentenció, enfrentando su miedo a que todo se repitiera —. Margaret, ¿tienes llave de esta habitación?
—Sí, sí —ella también lucía angustiada, pero dispuesta a ayudar —. Espera un minuto.
La doctora corrió hacia la cocina una vez más, en busca del juego de llaves que lograría abrir la puerta. Le entregó a Derek la llave indicada y, con rapidez, él la introdujo en la cerradura; giró la perilla y...
Y...mejor me detengo a definir la expresión "déjà vu". Para empezar, es francesa, por lo que Derek tenía muy claro que la traducción en español es nada más y nada menos que: "visto antes". Así es, no hay otra manera de describir un suceso como este. Sensaciones antiguas se repiten, imágenes viejas regresan a la mente.
Temores del pasado se replican en el presente...
A Derek le daban terror los déjà vu solo por el hecho de que había visto y sentido cosas en el pasado que no quería ver, o sentir, otra vez. Trataba de escapar de aquel vocablo francés, aunque es imposible huir de un término como ese. Persigue a las personas, como si esperara el mejor momento para replicar una nebulosa de memorias y emociones capaces de reconstruir o destrozar a una persona fuerte de espíritu.
Al verla a ella, de rodillas en el suelo frente al inodoro, con su cabello despeinado, sus dedos en la boca, sufriendo de arcadas silenciosas, pero que se veían dolorosas...él sufrió el peor déjà vu de toda su vida. Cualquiera en su lugar se habría paralizado. De hecho, el resto de los testigos, estaba en ese estado. Tan solo las margaritas y Margaret tenían visión de la escena junto con Derek. El resto supuso lo que estaba ocurriendo. No obstante, él no se quedó inmóvil.
Él actuó.
—Lili, basta —él tocó su hombro, esperando que ella se detuviera de esa manera.
Solo en ese instante, ella notó que no estaba sola. Soltó un sollozo al escuchar la voz de Derek, aún tenía ambos dedos introducidos en su boca hasta la parte baja de su garganta. La vergüenza la invadió; la vergüenza y el dolor. Todo fue peor al sacar su mano de su boca, pues las arcadas la llevaron a vomitar justo frente a él ¿Eso era purgarse? ¿Por qué no se libraba de la vergüenza también?
A pesar de que su corte evitaba que los mechones marrones en su cabeza se llenarán de vómito, Derek sostuvo su cabello y se arrodilló junto a ella ¿Qué podía hacer en ese momento? ¿Cómo la ayudaba? ¿Cómo se ayudaba a sí mismo? Porque estaba destrozado con el solo hecho de verla así.
Cuando ella no tuvo más fuerzas para seguir vomitando, se sostuvo del inodoro sin fuerza alguna. Le dolía la garganta pues llevaba poco más de diez minutos en el proceso de limpiarse a sí misma. No obstante, aquello era lo menos importante en ese momento. La habían visto, la estaban viendo ser débil en ese instante...pero que vergüenza. Derek comenzó a acariciar su espalda en forma de apoyo, pero ella se alejó de manera brusca. Se arrastró hasta quedar en una esquina del baño y se abrazó a sí misma. Ya no había vacío, solo había dolor.
—No me toques —le rogó —, no ahora. No me toques...
—Lili...—Dalia fue la única capaz de hablar entre las margaritas. Trató de acercarse a ella entre lágrimas, pero ella la detuvo.
—¡No vengas! —gritó con su voz ronca. Su boca estaba quebrada y cubierta de vómito y sus ojos rojos y destrozados —. ¡No me vean! ¡Largo! No los quiero aquí...
Dalia dio un paso atrás por instinto al ver como el estado de Lilian empeoraba al tener a alguien cerca. La margarita bulímica temblaba sin control, cada vez estaba más fuera de sí. Su boca sabía al ácido sabor del vomito y su vista se sentía borrosa, incapaz de descifrar lo que ocurría frente a ella. Abrazó con mayor fuerza sus propias rodillas, queriendo hacerse tan pequeña hasta no tener espacio en su cuerpo para sentir. Al verla así, Dali intercambio una mirada rápida con Derek ¿Qué se hacía en una situación como esa?
Derek suspiró con fuerza. Ni siquiera tenía que hablar para expresar lo derrotado que se sentía en ese momento. La chica que amaba estaba demasiado marchita y no había nada que él podía hacer al respecto.
—Déjenos a solas un momento —le pidió Derek a las chicas, aunque solo miró a Dalia —, por favor.
Cloe y Sanne arrastraron a Dalia fuera del baño. Cerraron la puerta, dejando tan solo a Lilian y a Derek en aquella habitación reducida. De nuevo, él se sintió en medio de un déjà vu: ella temblando, con la boca llena de vómito, los labios rotos, una mirada perdida, y él sin tener idea de que hacer. Tenía un corazón roto, pero se obligó a ignorar el dolor para fijarse en ella.
Tomó una toalla del lavamanos y la mojó con un poco de agua, ella lo observó sin procesar bien lo que ocurría. La vergüenza hacia sí misma opacó cualquier pensamiento lógico. Parecía un cachorro abandonado, una niña perdida, un alma confundida y atormentada...
—¡No me toques! —insistió en el instante en el que Derek se agachó a su altura y trató de tocar su cara con la toalla.
— Deja que te limpie —le pidió con calma —. Solo quiero limpiar tu boca, ¿sí?
Los ojos perdidos y desamparados de Lilian siguieron el movimiento de Derek con recelo. Se estremeció un poco cuando él hizo contacto con su piel, pero se relajó un poco al sentir como el pedazo de tela mojada removía el vómito de sus labios y mentón. Conocía a Derek mejor que a sí misma, así que notó en sus ojos lo mucho que le estaba afectando verla de esa manera. Había lágrimas retenidas en sus ojos café y eso le estrujó el corazón a ella. Se sentía culpable en todo sentido, miserable por haberle causado tanto dolor a la única persona en el mundo que amaba. Entonces, pudo entender porque su padre la abandonó en primer lugar: era una mierda de persona, un error que solo causaba desastres.
Derek merecía a alguien mucho mejor.
—Déjame terminar —le pidió ella con voz quebrada —. Aún me falta...
A pesar de que ya había expulsado todas las calorías de su cuerpo, aún se sentía llena de vergüenza. Necesitaba purgarse por completo, dejar todo de sí dentro del váter.
—Tengo que seguir —ella alejó la mano de Derek de su rostro y la tomó con desesperación —. Déjame terminar, por favor.
—Hay mejores maneras que está —él apretó su mano con fuerza y besó sus nudillos —. No tienes que seguir con esto, bonita. Por favor, no sigas.
Ella soltó su mano y rodeó sus propias rodillas una vez más. No lloraba, ¿cómo no lo hacía? Quizá porque, en el instante en que sus ojos se cristalizaban, transformaba toda la tristeza en enojo, inseguridad y resentimiento.
—¿Por qué siempre me dices bonita? —le preguntó. La palabra "bonita" salió con repulsión de su boca —. ¿Por qué me dices así si es obvio que no soy linda?
No era bonita, pues no era igual a ellas. No tenía ese encantó capaz de atraer a cualquiera, no era capaz ni de provocarle sentimientos de amor a su propia madre ¿Entonces como él podía quererla? ¿Cómo podía ver belleza en un error como ella?
—Sé que tengo unos brazos muy delgados —continuó con una voz leve y apagada —, sé que mis costillas se ven demasiado y tú lo sabes también. Sé que eso no es belleza, no es algo bonito ¿Entonces por qué me llamas así?
Él suspiró ante esa pregunta, y la observó como si le resultara imposible comprender como ella no veía la razón de eso. Llevó el paño a su boca una vez más, acariciando sus labios con delicadeza.
—Lili, más allá de tu cuerpo, o por como luces, te digo bonita porque eso es lo que le haces a mi vida: la haces más bonita —le explicó —. ¿Ahora lo entiendes?
Lo entendió...y le dolió.
Si ella era la clase de belleza que esperaba en su vida, entonces la vida de un hombre maravilloso como él resultaba bastante fea. Derek merecía algo mejor, a una chica hermosa que hiciera de sus días algo que valiese completamente la pena. Él debió haber conocido a una rosa, no a una margarita.
—Déjame terminar, por favor —le rogó una vez más —. Por favor...lo necesito...
—No —él la atrajo a sus brazos y la apretó con fuerza —. Lo lamento, pero no puedo permitir que hagas eso.
—Pero lo necesito...
—Te amo, y solo por eso sé que tú necesitas lo que sea, menos esto.
Lilian tembló en sus brazos, sollozó sin derramar lágrimas. Aún sentía la necesidad de derramar lástima en el inodoro con arcadas. Él besó su frente con delicadeza y no la soltó. Ella jamás entendería las razones por las cuales él no la abandonaba, aunque él se las repitiera todos los días, en diferentes idiomas y de todas las maneras posibles. Se había acostumbrado tanto a que la dejaran, que ya no podía entender a quienes se quedaban.
...
Margaret abrió la puerta de una habitación de huéspedes para que Derek pudiese entrar en ella con Lilian entre sus brazos. Luego de horas encerrados en el baño, ella se quedó dormida. Él la dejó en la cama con delicadeza, la cubrió con una sábana y acomodó las almohadas a su alrededor. Incluso con los ojos cerrados, parecía estar sufriendo. Sinceramente, verla era doloroso.
Las margaritas y el resto de los delatores entraron a la habitación también. Se sentía terrible ver a una de ellas en ese estado y todas ellas se dispusieron a derramar las lágrimas que Lilian no se atrevía a soltar por su cuenta.
—¿Cómo no llora? —preguntó Dalia —. ¿Cómo aguanta tanto sin quebrarse por completo?
—Así es Lilian —Derek se encogió de hombros —, y así como hoy está en su peor momento, mañana fingirá que nada de esto pasó. Quizá no espere hasta mañana, fingirá en el instante en el que se despierte. Aunque lo más probable es que ni siquiera esta dormida, está fingiendo...pero dejémosla fingir.
Las chicas miraron a Lilian, que respiraba tranquila y con sus ojos cerrados. Era imposible que estuviera fingiendo estar dormida, pero no se atrevieron a contradecir al nerd. Él tenía sus ojos fijos en ella, y la observaba con una tristeza que me es imposible poner en palabras. La chica que amaba se estaba desvaneciendo, dañando, marchitando...Y su corazón estaba sufriendo las consecuencias de eso. Cloe lo abrazó con toda la fuerza que su contextura le permitió, pero ni siquiera eso lo animó.
No había nada que pudiera animarlo en ese momento.
—¿Hace lo que vimos a diario? —preguntó Sanne, casi espantada al imaginarla repitiendo lo que vio cada día.
—Si...—Margaret asintió, luego de soltar un suspiro —. Debe esperar a estar sola y luego hace eso.
—Derek, pídele que se mudé contigo —soltó Cloe con desesperación —. Si está contigo no hará eso.
—Sí, Derek —Dalia se acercó hasta él —. Tienes que sacarla de todo esto.
—¿Creen que no lo he intentado ya? —les preguntó con cierto dolor en su voz —. Ella no quiere, chicas.
—Lilian aún no entiende que necesita ayuda —dijo Margaret, observando a su margarita bulímica —, y mientras no lo entienda, no se dejará ayudar.
—¿Entonces qué hacemos? —preguntó Cloe —, porque ella no se merece esto.
— Si lo supiera, no la dejaría fingir que está dormida, friki —le dijo Derek —. Pero no sé qué hacer, entonces la dejaré mentirse a sí misma y a nosotros por un tiempo más.
Soltó a Cloe solo para acercarse a Lilian y dejar un beso en su frente. No tenía idea de que hacer al respecto, ni con su corazón lastimado, ni con el de Lilian. Se alejó de la cama y, con un movimiento de cabeza, les indicó a todos que debían salir de ahí.
Ella escuchó la puerta cerrarse y, solo en ese momento, se sentó en la cama y se abrazó a si misma ¿Ayuda? Quizá si la necesitaba, pero creía no merecerla ¿Para qué recibir ayuda, si al final la abandonarían igual? La vida de Lilian se resumía en momentos de vergüenza, en los que una purga no era suficiente como para expulsar todo el dolor que se había introducido en su sistema durante dieciocho largos años.
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