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Capítulo 46


Capítulo 46
Cuatro idiomas y medio:
Día 245 del programa: 13 de agosto del 2015

3:00 pm

Los espejos seguían siendo enemigos de Cloe Nicols. No obstante, el admitir que estuvo muerta de hambre durante un largo tiempo la llevó a algo que nunca creyó posible: a buscar un poco de amor propio.

Odiaba cada centímetro de su cuerpo por no ser perfecta. Sin embargo, cada día se obligaba a decirse cumplidos a si misma; aquellos que Cameron nunca le dijo. No quería tocar fondo una vez más, así que se recordaba a cada hora que sus ojos no eran tan feos, que su personalidad no era tan rara, que era alguien digna de amar...y cada vez sentía menos odio hacia la figura que la observaba en el espejo.

A medida que su amor propio iba aumentando, el amor hacia su prima se restauraba. Ahora le hablaba, la abrazaba y le agradecía por estar a su lado. Lo mismo con las margaritas, cada vez les agradecía más por ser sus amigas. Y así, su actitud iba mejorando a un paso lento, pero seguro. Inclusive, la comida comenzó a reaparecer en su vida de a poco, como un salvador que llegó a desvanecer el horrible vacío que su estómago había presenciado por años.

—Buena idea pintar las macetas, descorazonada —le dijo a Lilian al tiempo en que llenaba de pintura la maceta con su propia margarita —. Se ven mejor así.

—La idea era decorar la maceta, no decorarte a ti misma —carcajeo Calvin, observando cómo Cloe estaba cubierta de pies a cabeza con pintura.

Ella le sacó la lengua con diversión y continuó haciendo el desastre que comenzaba a tomar forma...o al menos eso le dijo Eve para hacerla sentir mejor. La verdad, era que Cloe no tenía ni una sola vena artística, aunque se divertía jugando con pintura.

Lilian, Sanne y Dalia también estaban enfocadas en la decoración de sus propias macetas, mientras que Eve y Calvin las ayudaban. Todo aquello ocurría bajo una atmósfera cómoda, con una agradable conversación de fondo. Afuera llovía, y uno que otro relámpago se veía en el cielo desde las grandes paredes cristalinas del consultorio. Pero ellos, absortos en el agradable calor de la calefacción y en la charla, no le prestaban mucha atención a la tormenta.

Margaret entró al consultorio con su típica sonrisa, y la curvatura en sus labios se transformó en una carcajada en el momento en el que observó el rostro de Cloe cubierto de pintura. Tan especial como era, esa margarita parecía no tener remedio, lo cual era mejor para todos aquellos que querían y amaban su personalidad tan única.

—¡Doctora! —exclamó la margarita anoréxica con entusiasmo.

—¡Cloe! —respondió Margaret, con el mismo entusiasmo —. Veo que te estás divirtiendo.

—Lo que yo veo es que sufrirás para quitar toda esta pintura de tu rostro y cabello —le dijo Sanne, tomando un mechón de cabello de Cloe lleno de pintura —, pero que desastre.

Piri qui disistri —Cloe rodó los ojos ante las palabras de Sanne —. Yo creo que estás celosa de mi arte.

—Ajá, claro —habló con un sarcasmo divertido —. Que envidia no tener pintura hasta en las orejas.

—¿Ves? ¡A ti lo que te falta es color! ¡Ven acá y dame un abrazo!

—¡No! ¡Cloe!

Por supuesto, Cloe no dejó escapar a Sanne, quien se quejaba entre risas para que la soltara. Quedó cubierta de pintura, incluso en sus rizos incontrolables. No obstante, tenía una sonrisa en su rostro; al igual que Lilian y Dalia que habían levantado la mirada para observar la escena con diversión.

Una vez calmadas y con las macetas llenas de color (menos la de Cloe, pues el color estaba en su rostro delgado), Margaret les indicó que era un buen momento para iniciar la sesión del día. Cada vez, las margaritas se acostumbraban más a su manera de trabajar. Incluso la toleraban, lo cual era un gran logro. La doctora Wallace ya no era una enemiga, tan solo era...la doctora.

Ese día lluvioso, ella solo quería charlar. Apreciaba el valor de la palabra, por lo que creía que desahogarse era un tesoro. Por lo tanto, les había pedido a los delatores y a las margaritas que asistieran a su consultorio dispuestos a hablar. Quería enseñarles, poco a poco, que abrir la boca para decir algo es un trabajo difícil, pero completamente necesario. Sin embargo, al inspeccionar el consultorio, se impresionó al no encontrar a una persona.

—Lili, cariño, ¿dónde está Derek? —preguntó.

La margarita bulímica no pudo hacer más que suspirar al escuchar esa pregunta. Observó su maceta ya decorada, y a la flor. Removió los pétalos blancos con delicadeza y soltó una mueca de tristeza al no encontrar respuesta ante la duda de Margaret.

Es mi deber informarte que la relación entre Lilian y Derek no iba del todo bien. Silencios eran lo único que Lili obtenía de su novio últimamente. Aquel que siempre fue cariñoso en exceso, se había transformado en alguien de sonrisas cortas y miradas tristes. Todo eso en cuestión de un mes.

¿Qué le ocurría? Él siempre evitaba responder esa pregunta. No importaba la insistencia de Lilian ante aquella duda, él siempre le sonreía con tristeza, le daba un beso demasiado corto en los labios, y le pedía cambiar de tema. Lili ya no sabía que hacer o que opinar en cuanto a ello. Era obvio que él jamás le daría la razón de su tristeza.

Así que ella trazó sus propias conclusiones...

Lo más lógico, y aterrador al mismo tiempo, era que él hubiese perdido el interés en ella. Así solían ser las relaciones de Derek, siempre llegaba a un punto de quiebre en el que el encanto simplemente se esfumaba. Con solo pensarlo, Lilian se estremeció por completo. En parte, de ser ese el caso, podría entender que él se hubiese cansado de la relación. Ni siquiera comprendía porque se fijó en ella en primer lugar ¿Por qué alguien tan maravilloso querría a alguien tan rota, cuando había un mundo lleno de mejores opciones de las cuales podía escoger?

Había personas que volvían el cariño algo sencillo, mientras que ella lo transformaba en un desafío.

—No tengo ni idea de dónde está —soltó con tristeza.

No tenía ni idea de nada, la verdad.

—¿Sigue actuando extraño? —le preguntó Dalia, a lo que Lilian asintió.

—Ay, Lili, no quería decirte esto para no angustiarte, pero el nerd me preocupa —le dijo Cloe —. Está distante, callado, y triste.

—No hace chistes, a duras penas si me lanza una broma —añadió Calvin —. Ese no parece Jimmy Neutrón.

—Lo sé, lo sé, es como si Derek estuviera totalmente ausente —Lilian habló con tristeza —. Y yo...creo que deje de gustarle.

Esa era la razón más lógica, pero la más dolorosa. Mordió la cutícula de su dedo índice, como reacción instantánea a sus nervios. No quería que las cosas con Derek terminaran tan pronto, menos cuando sus sentimientos por él crecían a la aterradora velocidad de la luz.

La persona más agria que alguna vez conocieron las margaritas era, sin duda, Lilian. No obstante, sabían que tenía un lado dulce reservado para Derek ¿Era momento de desechar aquel sentimiento? ¿Era el instante de decirle adiós a su relación? ¿Por qué ahora? ¿Por qué, si ella ya había decidido que tenía dos palabras atravesadas en su garganta, que indicaban lo mucho que su corazón latía por él?

—Lilian, no digas eso —Sanne se levantó de su lugar al lado de Cloe y se acercó a Lili —. No sabes si es verdad.

—Pero es lo más inteligente. Piénselo bien, ¿por qué enamorarse de alguien tan dañina como yo? —preguntó —. Derek es un genio, quizá ya encontró la verdad y simplemente...se olvidó de mí.

—Vuelve a decir esa estupidez y te lanzaré un balde de pintura en la cabeza— la amenazó Cloe —. Derek es muchas cosas, pero no un idiota...al menos no en ese sentido.

—No es una estupidez —Lilian rodó sus ojos —. Es lo que puede estar pasando: ahora que no siente nada por mí, seguro se está culpando. Por eso se aleja, por eso está tan distante...ya no me quiere.

—Ay, Lili, yo no estaría tan segura de eso —intervino Eve —. ¿Por qué no lo llamas y le preguntas dónde está antes de sacar conclusiones?

—Tienes razón —aseguró, sacando su móvil —. Probablemente no conteste, pero ya estoy preocupada.

—Nada pierdes al intentar —le sonrió Cal.

Marcó su número y, como esperaba, cayó directo en el buzón de voz. Tras un suspiro lleno de frustración, se levantó del sofá y buscó el contacto de Beatrice, la madre de Derek. Necesitaba saber que le ocurría a su novio, aunque eso significara salir lastimada. Estaba acostumbrada a que la abandonaran, así que entendería si él la dejaba por más; aunque le dolería.

A lo que no estaba acostumbrada era a ver a un Derek decaído, y no permitiría que las cosas continuaran así. Quería devuelta la sonrisa que le encantaba, así que esperó a escuchar la voz de la señora Osbone en el móvil, al tiempo en que se fijaba en las gotas de lluvia por las amplias ventanas de cristal del consultorio.

—¿Hola? —un rayito de esperanza se apoderó de Lilian al escuchar aquella voz maternal.

—Bea, es Lili —le informó al notar que se escuchaba distraída.

—¡Lili! —exclamó con cariño —. ¿Cómo estás, linda?

—Digamos que bien —habló con prisa —. Bea, ¿sabes dónde está Derek? No lo he visto en todo el día y no contesta su celular...

—Ah, pues...—Beatrice soltó un suspiro lleno de tristeza —. Hoy estaba muy triste, cariño. Dejó a Silene en casa de una amiga y me llamó para decir que se quedaría todo el día en casa. Está muy decaído, aunque lo entiendo; yo también lo estoy, ya ha pasado un mes...

—¿Un mes? —Lilian saboreó aquello como un nuevo punto de información desconocida —. ¿Un mes desde qué?

—Desde...desde la muerte de Drew, cariño —se escuchó como Beatrice soltó un sollozo al pronunciar el nombre de su difunto esposo.

Difunto...

¡Difunto!

—¿C-Cómo? —a Lilian le faltó el aliento, tuvo que sentarse al sentir un leve mareo debido a la noticia.

Drew Osbone, el hombre risueño, padre amoroso y esposo leal... ¿Muerto? Eso no podía ser, simplemente no podía. Pero luego, Lilian pensó bien los hechos y todo se hizo real. El trabajo de Drew siempre tuvo su riesgo, pero jamás creyó que llegaría el momento en que la muerte fuera más fuerte que él. Pero lo fue...

Entonces lo recordó como aquel hombre que llegaba cuando podía a casa, pero que su presencia alegraba a los que lo amaban. Desde que lo conoció, lo consideró su segundo padre, incluso más importante que el original. Resultó doloroso imaginar que nunca más lo vería. Incluso estando acostumbrada a ser abandonada, aquel abandono fue algo que la tomó por sorpresa.

Demasiada sorpresa.

—¿Acaso Derek no te lo dijo? —preguntó Bea, al notar el silencio en Lilian —. Lo siento, cariño. Creí que ya lo sabías...

—Él no me dijo nada —un nudo se le hizo en la garganta —. Yo...en verdad lo lamento, Bea.

—No te disculpes —suspiró —. Me casé con un soldado sabiendo que sería duro...Yo lamento haberte dicho esto sin tapujos. De haber sabido que no tenías ni idea habría suavizado la noticia.

¿Pero cómo se suaviza a la muerte?

Cerró los ojos con fuerza y trató de recuperar aire aspirando con fuerza ¿Por qué no lloraba? Porque se había prohibido a si misma derramar lágrimas. De lo contrario, lloraría un mar entero por aquel hombre.

Aquella noticia dolorosa, que le aumentó la sensación de vacío en su interior, le hizo recordar el cambio de ánimo que había caracterizado a Derek ese último mes. Las bolsas bajo sus ojos expresivos cobraron sentido: estuvo llorando en silencio, sufriendo a solas una pérdida demasiado fuerte para cualquiera ¿Por qué no se lo había dicho? Sinceramente, no le importó saber la respuesta de esa pregunta. Tan solo quería abrazarlo...

—Por Dios, Derek... —suspiró Lilian con tristeza.

—Está mal, cariño —habló Bea —. Digo, es fuerte; mi hijo siempre lo ha sido. Pero está muy triste y bastante decaído.

—Yo...Bea tengo que colgar —le dijo Lilian —. Luego te llamo, ¿sí?

Lilian no esperó una respuesta, colgó la llamada y se tomó un tiempo para procesar todo lo que estaba ocurriendo. Sostuvo su cabeza, como si le doliera. Enredó sus dedos en su cabello corto y contuvo las ganas de halarlo para sentir dolor a parte del que estaba en su pecho. El corazón se le estrujó al pensar en Derek llorando por su cuenta. Un mes de soledad lo habían llevado a consumirse en su propia tristeza. Estuvo tan solo como ella en el instante en que su padre la abandonó, y eso la aterró. Derek no merecía sentir lo que ella sintió.

—Lili, ¿está todo bien? —Sanne la tocó por el hombro al notar que le costaba respirar. Lilian sacudió su cabeza y negó al instante.

—No, nada está bien —dijo en su voz ronca que solo retrataba dolor —. El padre de Derek murió.

—Ay, no —Eve llevó una mano hasta su boca al escuchar la noticia.

Entonces, para todos cobró sentido que aquel ser tan alegre y extrovertido se hubiese encerrado en una tristeza evidente el último mes. Solo una perdida tan importante es capaz de traer el lado azul de una persona que se asemeja a un arcoíris.

—Yo...tengo que ir con él —Lilian se levantó de inmediato, de una manera tan brusca que le generó un pequeño mareo. Sin embargo, eso no le importó.

—Pero...La sesión —dijo Margaret al instante.

—Escuche, doctora —Lilian parecía desesperada e incómoda estando ahí. Solo quería estar con Derek; se encontraban demasiado lejos para su gusto —. Derek siempre ha estado ahí para mí y no pienso dejarlo solo en este momento. Me necesita, aunque yo no sea un gran apoyo. Iré con él, no me importa cuál sea su opinión.

—Claro que irás —Calvin se levantó y la tomó por el hombro —. Yo te llevo.

—Iremos todos —habló Margaret, que esbozó una sonrisa llena de comprensión. Derek era más importante que cualquier sesión —. Puede que necesites un poco de apoyo, margarita.

El resto se levantó de los sofás, pues estaban de acuerdo con lo que Margaret había dicho. Lilian asintió con la cabeza lentamente y, aunque no sonrió o lo dijo en voz alta, agradeció que Derek no estuviese totalmente solo. Después de todo, no estaba sufriendo lo mismo que ella sufrió y eso significaba un alivio para aquella que lo quería con locura.

—Está bien —asintió ella —. Pero antes, ¿podríamos detenernos en una juguetería?

—Descorazonada, no creo que sea el momento de jugar —dijo Cloe tras fruncir su entrecejo.

—Sé lo que hago —Lili desvío su mirada a Calvin —. Lo conozco mejor que a mí misma, solo confíen en mí.

Calvin le sonrió de lado y asintió con la cabeza.

—Confiamos —aseguró el pelirrojo —. ¿Nos vamos?

Lilian asintió y todos salieron del consultorio para ir a buscar a Derek. Quizá Lili no era la mejor novia, quizá no decía muchas cursilerías y causaba muchos problemas. No creía ser suficiente para Derek, pero quería serlo. Aunque eso no era de relevancia en el momento.

Tan solo no quería que él llorara a solas.

...

4:20pm

Derek se sabía de memoria el clásico La Metamorfosis. Lo había leído en tres idiomas, al derecho y al revés. Aun así, nunca se cansaba de él. Era como si el libro lo llamara una y otra vez hasta sus páginas, y él nunca ignoraba su llamada.

No obstante, esa vez no pudo concentrarse en las letras frente a él. Leía acostado, aunque es incorrecto decir que estaba leyendo, pues estaba perdido en sus propios pensamientos. Sus ojos pesaban gracias a las bolsas en ellos, ardían por tanto llorar en silencio. Podía tener la mirada en un libro, pero su mente estaba en una nebulosa muy distinta.

Jamás quiso cuestionar a la muerte, pues el joven físico sabía que eso no tenía explicación. Lo que le gustaba de las leyes físicas era que, si bien explicaban un montón de "por qués", dejaban otros sin resolver. Esto le permitía a su imaginación volar en la infinidad de la respuesta. Pero la muerte nunca fue una de las dudas inexplicables que llamó su atención.

Sintió algo caer en su estómago, interrumpiendo su intento fallido de lectura. Sus ojos cansados encontraron una bolsa llena de pegatinas en forma de estrellas fluorescentes. Levantó la mirada para encontrar a esa chica de figura pequeña y ojos pálidos completamente empapada. Sus pasos pasaron desapercibidos para los oídos del chico, pero su presencia lo trajo de vuelta a la realidad que había estado ignorando todo el día.

—Necesitas más estrellas en tu techo —soltó Lilian, rompiendo el silencio. Él la observó caminar desde la entrada del ático hasta el centro de él. Ahí, ella se detuvo. Estuvo un tiempo sin hacer nada, hasta que volteó a verlo —. ¿Me cargas? Yo las pondré.

Para ser alguien muy inteligente, Derek no comprendió que era lo que trataba de hacer Lilian. No obstante, tomó la bolsa y, tras soltar un suspiro, se levantó de la cama. Caminó hacia ella y le entregó las estrellas. Al tenerla cerca, sintió un terrible dolor de pecho. Habían estado demasiado lejos por mucho tiempo, todo por culpa de la tristeza que lo transformó en un ser distante y para nada...Derek.

Ella se dio la vuelta con lentitud, permitiendo que él encarará su espalda. Derek rodeó su cintura delgada y, si bien se detuvo un tiempo en esa posición—como si lo que necesitara era un abrazo y no un montón de tontas estrellas—, no demoró demasiado en elevarla del suelo y apoyarla en su hombro. Él no tenía mucha fuerza que se diga, pero Lilian pesaba muy poco. Ella comenzó a pegar cada estrella en los espacios faltantes. No le costó demasiado cubrir el techo con esas pegatinas, tardó menos de diez minutos. Una vez terminó, acarició el cabello de Derek con sus dedos y se encontró con su mirada elevada debido a la altura que ella adquiría por estar siendo cargada.

Él la bajó sin problema, como si lo que estuviese entre sus brazos fuera un peluche liviano en lugar de una persona. Una vez con los pies en el suelo, Lilian se animó a acortar la distancia y lo rodeó con sus pequeños, delgados, y empapados brazos. Ella siempre supo que lo único necesario era aquello, un abrazo. Las estrellas tan solo fueron una manera de hacerle entender que, al igual que esas pegatinas que brillaban incluso en el día, ella no tenía pensado irse de su vida. Ella no abandonaba.

Él soltó un suspiro cuando, finalmente, alguien lo sostuvo. La rodeó de igual manera y escondió su rostro en el cuello de ella, sin importar que debía agacharse demasiado y que gotas del cabello corto de Lilian caían en su rostro. No le importaba, necesitaba esa cercanía con desesperación.

—¿Por qué no me dijiste lo de Drew? —la voz ronca de Lilian hizo esa pregunta con suma delicadeza —. ¿Fue por el programa? ¿No querías que esto fuera una distracción o que me hiciera empeorar?

Ella alejó sus rostros, permitiendo que quedarán cara a cara; mirada expresiva frente a mirada expresiva.

—¿Qué fue lo que pasó, Derek? —preguntó ella una vez más, casi rogando por la respuesta.

El suspiro y bajó la mirada. No obstante, Lilian atrajo sus ojos una vez más al tomarlo del mentón y pedirle que no callara. Desahogarse es clave para la felicidad; clave para la vida, diría yo.

—No tiene nada que ver con el programa, Lili —confesó —. Sé que, de los dos, tú eres más fuerte en esta clase de cosas. Tú habrías aguantado la noticia.

—Entonces, ¿por qué escondérmelo? —ella enredó sus dedos en su cabello chocolate —. ¿Por qué no me dijiste nada?

—Porque si lo hacía, todo se sentiría real —suspiró —. Y no quería que fuera real...no quiero que lo sea.

Ella jamás había escuchado a Derek tan triste. Era entendible, incluso ella se sentía derrotada por la muerte de Drew. Por un momento, todos creyeron que él era una especie de hombre inmortal y que nunca le pasaría algo terrible, inclusive estando conscientes de las circunstancias en las que trabajaba. La cruel verdad es que somos humanos, por más fuertes que nos veamos. La muerte nos alcanza a todos, a unos más pronto que a otros.

—¿Sabes que fue duro? —continuó Derek —. Cuando llegaron unos soldados a decir que a mi padre le habían quitado la vida en un ataque en Siria, yo actúe de manera automática. Supe que hacer con mi madre, supe que decirle a mi hermanita, supe que papeles hacer para arreglar un funeral...y solo en ese momento me di cuenta de que él me preparó para esto toda su vida. Me entrenó para verlo morir.

» Pero jamás me enseñó que hacer sin él. Actúe de manera mecánica y fui fuerte por mi mamá y por Sile, pero por dentro estaba destrozado. Lili, no tienes ni idea de lo duro que fue contarle a mamá, ella estaba hecha trizas; jamás imaginé verla así. Con Silene fue peor...por instantes deseé que no fuera tan inteligente, porque con solo decirle que papá no volvería, supo a qué me refería.

¿Qué era lo que tenían los Osbone para ser tan dotados en inteligencia? Lilian no tenía ni idea de la respuesta, pero sabía que Silene tenía un intelecto superior al de otras niñas de su edad. Podía ser mimada, infantil a su manera, podía jugar con muñecas, pero la verdad era que Sile Osbone pensaba y hablaba como alguien mayor. Por lo tanto, sufría como alguien de más edad.

—Él me entrenó para saber que la vida de un soldado es escasa y se acaba con rapidez—habló Derek —, pero se le olvidó decirme que la de un padre es todavía más corta...

Lágrimas comenzaron a brotar de sus expresivos ojos café, logrando que Lilian se sintiera pequeña e incapaz de hacer mucho. El único gesto que pudo de ayudar, fue el que se le ocurrió hacer en ese momento: le quitó sus gafas, limpió con delicadeza las lágrimas en sus mejillas, y dejó un beso en la punta de su nariz.

Pequeños gestos, pero poderosos resultados.

Derek le dedicó una sonrisa entre lágrimas y puso su mano sobre la de ella, que aún seguía acariciando su mejilla. "Al menos ella sigue a mi lado" pensó, y luego sintió un escalofrío al sentir la delgadez en los dedos de Lili "¿Pero por cuánto tiempo?"

—Lo extraño —le confesó a Lilian, como si ese hubiese sido un secreto mantenido por un largo y triste mes —. Lo extraño mucho.

—Lo sé —ella acarició su mejilla una vez más —. Yo también lo extraño y lo extrañaré toda una vida. Pero te juro que aprenderás a respirar sin sentir dolor en algún momento, es cuestión de tiempo. Algún día lo recordaremos y no habrá lágrimas que derramar, tan solo quedarán sonrisas. Ya verás.

—Ojalá tengas razón —él despegó la mano de ella de su mejilla para poder dejar un beso en sus nudillos —. Pero, por ahora, la sensación es horrible...

—Eso también lo sé, pero no tienes que estar solo en el proceso de superarlo.

Ella soltó un suspiro, resultaba doloroso ver esos ojos que tanto le gustaban cubiertos de lágrimas. Volvió a colocar sus manos delgadas en el rostro de él, y trazó pequeños patrones cerca de los lunares que lo adornaban. Gracias a ese tacto, Derek cerró sus ojos, permitiendo que continuaran los cariños.

Derek se estaba haciendo el fuerte por su familia, pero nadie tiene la suficiente fortaleza como para cargar con el dolor propio y el de alguien más. Ni siquiera Lilian trataría de hacer eso con su novio, pues ya tenía demasiados problemas como para añadir uno más a la ecuación. La muerte de Drew le dolía, pero no de la manera en que le dolía a Derek y no intentaría ponerse en sus zapatos, pues le sería imposible. El trabajo de Lilian se resumía a dos cosas: comprender y estar ahí.

—Derek, debiste haberme dicho —le habló con delicadeza —. Habría estado para ti incluso en los peores momentos, así como tú lo estás para mí.

Él abrió los ojos, encontrándose con la mirada pálida más hermosa que conocía.

—No pretendo tornar tu vida de color rosa con un simple abrazo o con un beso porque, seamos sinceros, mi vida es todo menos ese color ¿Por qué habría de cambiar la tonalidad de la tuya?

» Pero soy tu novia, Derek. Soy esta chica que te quiere con locura y, aunque sé muy bien que no puedo cambiar las cosas, yo haría lo posible para volver tu realidad un poco más...soportable. Te amo. Lo hago incluso cuando me intimida que sepas leerme como si fuera un libro, lo hago a pesar de que a veces me sacas de quicio con tu falta de modestia ¿Qué te puedo decir? Te amo por el simple hecho de ser tú y me destruye verte sufrir. Lo único que quiero es estar a tu lado en las buenas, en las malas, y en las peores.

Derek soltó una sonrisa de medio lado.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó, queriendo escuchar eso otra vez.

—¿Qué tu modestia me saca de quicio? —dijo Lilian, alzando una ceja en forma de duda.

—No...Digo, eso ya lo sabía. Me refiero a la otra cosa.

—Ah...—la margarita bulímica soltó una pequeña carcajada y rodeó el cuello de Derek con sus brazos —. Que te amo.

Una vez más, una sonrisa apareció en los labios del nerd que no había hecho más que llorar a solas durante un mes entero. Dos palabras, un pequeño gesto, pero importantes resultados...

—Pero que bonita sonrisa —le susurró Lilian, repasando ese gesto con sus dedos —. Si tanto te gusta que te lo diga, podría hacerlo en cuatro idiomas distintos...cuatro idiomas y medio, porque aún estoy aprendiendo latín.

—Adelante —la animó Derek, rodeando su cintura.

Ella le sonrió, con esa dulzura reservada solo para él.

—Te amo —y besó su barbilla —, I love you —y besó su mejilla —, Je t'aime — y besó la punta de su nariz —ti amo —y se detuvo en la comisura de su labio —. ¿Y cómo es que se dice "te amo" en latín? [1]

—Lo acabas de decir —le explicó Derek —: es "Te amo".

Y, a penas Derek terminó aquella pronunciación, ella lo tomó por su camisa y lo atrajo hasta sus labios. Una vez allí, a la distancia que creía correcta, se le olvidó por completo su miedo a que los sentimientos de él se esfumaran. Tan solo pensó en que quería verlo sonriente, siendo el Derek que, sin duda, amaba en cuatro idiomas y medio.

Sintió como los labios de Derek se transformaron en una sonrisa adherida a la de ella y, en ese instante, lo olvidó todo. Se puso de puntillas para poder intensificar el beso y consumió aquel sentimiento de dos palabras en un baile de bocas que encajaban a la perfección.

Te amo en latín se pronuncia igual que en español, y significa la misma intensidad de sentimientos que en cualquier idioma. Él lo pudo sentir en la manera en que Lilian no lo soltaba, si no que jugaba con sus reservas de oxígeno para besarlo una y otra vez. Pudo sentir que ella lo amaba...

—Yo también te amo —le dijo, adhiriendo su frente a la de ella. Ambos tenían la respiración acelerada y estaban a la distancia deseada —. Te lo diría en otro idioma, pero haces que se me olvidé todo lo que sé.

—Cursi —le dijo divertida y dejó un beso corto en la comisura de su labio.

—Gracias por esto —habló él, cerca del rostro de ella —. Por no dejarme solo, por venir incluso cuando no te lo pedí...gracias, bonita. De verdad, te necesito más de lo que imaginé.

—Gracias a ti —sonrió ella, sin poder ocultar el rubor en sus mejillas.

—¿Por qué?

—Por responder mi "te amo" —ella tomó su mano con cariño —. Y debes saber que no vine sola...

—¿Ah?

Ella le sonrió con delicadeza y, con su mano entrelazada a la de él, lo guío hasta la salida del ático. Bajaron las escaleras juntos, hasta llegar a la sala de estar, donde un grupo de personas muy queridas para Derek trataban, en vano, de prender la chimenea eléctrica que haría entrar en calor a sus empapados cuerpos.

—¡Cloe! ¡No es así! —la reprochó Sanne —. ¡Lo dañarás!

—¡No se supone que encender una cosa de estas sea tan difícil! —se quejó la rubia teñida al tiempo en que Calvin soltaba una carcajada —. Y tú, pelirrojo, podrías dejar de abrazar a mi prima y ayudarnos a prender esto antes de que nos congelemos. Sé que sabes cómo encenderla, ¡solo te diviertes viéndome intentarlo!

Derek soltó una pequeña carcajada desde el final de las escaleras que llamó la atención de todos. Pronto, cada margarita, delator y doctora en la casa fijó su mirada en él. Sin mucho preámbulo, y con Lilian aun sujetando su mano, caminó hacia la chimenea y la encendió, presionando unos botones escondidos entre un librero y la pared.

—Solo tengo una pregunta —dijo el nerd, mirando a todos sus amigos —: ¿a ninguno de ustedes se le ocurrió utilizar un paraguas?

Sonrisas se apoderaron de los presentes. No tenían ni idea de lo que había hecho Lilian, pero Derek estaba de vuelta. Aún se le veía triste y ojeroso. Sin mencionar que esa fue la primera vez que ellos lo vieron sin lentes. No obstante, era el chico de sonrisas y bromas que conocían. Derek Osbone había vuelto.

—Tú, nerd, necesitas el abrazo de una friki —le dijo Cloe con una sonrisa —. Y de otra gente no tan importante pero que vino igual.

—¿Dónde carajo te apagas? —le preguntó Sanne divertida.

—En ningún lado —le sacó la lengua —. Menos si mi nerd favorito necesita un abrazo.

Se lanzó a los brazos de Derek, quien la recibió con gusto a pesar de la pintura y el agua. Pronto, el resto se le unió en lo que podría considerarse un tierno y sanador abrazo de grupo. Sin duda, eso era lo que el nerd más original de Detroit necesitaba: un poco de apoyo.

La muerte no tiene explicación física, pero la vida tampoco. No existe ecuación lógica que revele cuando uno podría morir, así como tampoco existe fórmula que explique cómo se debe vivir. Son cuestiones sin respuesta, "por qués" que nacen siendo incógnitas y así se deben quedar.

Algo que si tiene explicación es que, aquel que vive, morirá; y aquel que murió, vive...Sí, vive; porque Derek sabía que, mientras sonriera, bromeara, amara, y viviera, el recuerdo de su padre nunca se esfumaría. Viviría para siempre, y resplandecería igual que las nuevas estrellas en el techo de su habitación.

[1] "te amo" en tres idiomas distintos (inglés, francés e italiano, en ese orden). 

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