Capítulo 36
Capítulo 36
Encontrar el corazón una descorazonada:
Día 144 del programa M.E.R: 3 de mayo del 2015.
7:00 pm
Lilian no sabía bien lo que hacía. Jugaba con sus manos, mientras observaba las conocidas calles que la llevaban a su hogar desde la ventanilla del auto, intentando no pensar que se dirigían directo a su casa. Derek manejaba en un silencio preocupante para ser él, mientras que Cloe, Dalia y Sanne charlaban en los asientos traseros. Ella aún no podía creer que llevaría a las chicas al centro de sus desgracias. Era algo que ni en un millón de años imaginó que haría.
Claramente, verían a Caroline y su desastre. Tendría que explicarles el comportamiento de su madre, a pesar de que eso era algo que la incomodaba y, por lo tanto, evitaba. De hecho, enfureció con Margaret en el instante en que le pidió ser la chaperona de sus llamadas "pijamadas". Podía comprender la razón y la importancia de tales cosas, ya que fortalecieron desde un inicio la confianza entre las chicas. Sin embargo, se molestó inmediatamente con ella por su manera tan descarada de pedirle ofrecer su casa.
Dedujo que, en el instante en el que la doctora vio las cicatrices de las quemaduras en su abdomen, Margaret decidió utilizar a las margaritas como un método para evitar que ella se siguiera lesionando, pues se creyó la mentira que Lilian le contó. Era obvio pues, alguien con aquel instinto no haría algo con la presencia de otras personas en su casa. Claro que, Lilian no tenía el instinto de lastimarse. Al menos, no de esa manera. Lo único que logró Margaret con transformarla en chaperona de la pijamada fue aumentar la ansiedad de la margarita. Eso solo la llevaba a una cosa...
—No te comas las uñas —le dijo Derek en voz leve.
Lilian lo observó por instantes, él siempre le reclamaba ese hábito. Carraspeó un par de veces y no volvió a llevar su uña hasta sus dientes...aunque deseó hacerlo en el momento en que el auto se detuvo frente a la fachada de una casa conocida.
—Llegamos —anunció Derek, para luego mirar a Lilian —. ¿Segura que quieres hacer esto?
El vacío en el estómago de Lilian se intensificó. Casi pudo sentir que aquel hoyo dentro de sus paredes estomacales buscaba tragársela entera y hacerla desaparecer. No estaba segura de si quería hacerlo, pero asintió a pesar de eso. Después de todo, no quería entrar sola a su casa después de la noche anterior...
—Sí, estoy segura —dijo más para convencerse a sí misma que a Derek —. Gracias por traernos, Osbone.
—Wow, espera, descorazonada —Cloe la detuvo antes de que se bajará del auto —. Derek quiere decirte algo, ¿no es así, nerd?
Derek se fijó en los ojos de Cloe desde el retrovisor. Era claro que en su mirada azul le gritaba: "¡Dile de una buena vez!". Quiso callarla al instante, pero con Cloe eso era imposible. Así que solo suspiró y miró a Lilian antes de hablar.
—Lili, yo...—tragó saliva con nerviosismo —. Quería saber si necesitas ayuda para entregar alguno de los cuadros que has vendido. Estoy libre así que...
—Ay, tiene que ser una broma —susurró Sanne, llevando su dedo índice y pulgar a la hendidura de su nariz.
—No necesito nada por ahora, pero gracias —Lilian le dedicó una sonrisa ladeada al tiempo en que abría la puerta del auto. Sanne y Dalia hicieron lo mismo con sus respectivas puertas —. ¿Te sientes bien, Derek? Jamás te había visto así de callado...
—Estoy bien, Lili. No te preocupes, solo llama si me necesitas.
Lilian lo examinó con la mirada, lo que logró que sus piernas temblaran tal y como Cloe le había advertido que pasaría. La margarita bulímica terminó por creerle y solo cuando ella se volteó para caminar junto con las otras dos chicas hacia el porche de la casa, pudo suspirar. Se había distraído tanto en los ojos azules de Lilian que no notó que una margarita seguía en el auto.
—Vaya, nerd. Ella te deja sin aliento —señaló Cloe mientras se asomaba hacia los asientos de en frente —, literalmente.
—Te encanta verme en esta situación, ¿no es así, friki? —él rodó los ojos con cierta diversión.
—No lo voy a negar —ella se encogió de hombros —. No me sé cómo, pero estos meses en los que has sido mi tutor, llegue a conocerte mejor de lo que imaginé que podría. Eres impredecible, nerd, y el verte así de asustado es, sin duda, algo que no me esperé en lo absoluto.
—Créeme, yo tampoco me lo esperaba.
—Me agrada más el nerd con agallas que el que se acobarda, ¿sabes?
—A mí también me agrada más ese nerd, pero, al parecer, él sí pudo escapar a Australia. Tuvo más suerte que yo.
Cloe rodó los ojos ante aquel comentario. Pudo comprender el miedo de Derek a la perfección. Después de todo, él se había enamorado de la persona más difícil que conocía. No obstante, si algo le había enseñado ese nerd, era que existen cosas que simplemente no se pueden ocultar.
—Escucha, puede que Lilian no sienta nada por ti más que una amistad. Eso es algo en lo que no te voy a mentir, nerd. No quiero ilusionarte.
—Lo sé...—dijo Derek tras suspirar.
—Eso no significa que seas un mal partido, es solo que Lili es... descorazonada, no existe otra palabra para describirla. Jamás ha hablado sobre tener sentimientos hacia ti con nosotras, así que no tengo idea de lo que pasa por su cabeza cuando te ve.
—Yo sí lo sé —aseguró Derek —. Ella piensa: Oh, ese es Derek, mi mejor amigo que suele ser un dolor de cabeza y por el que nunca sentiría nada más que una amistad.
—Dios, estás terriblemente mal —soltó Cloe, a lo que Derek asintió —. Bueno, a pesar de que esos pueden ser sus pensamientos, no creo que deberías callar lo que sientes.
—¿Acaso no oíste la parte en que la que caigo en la zona de amistad? ¿Te la repito?
—Derek, si no se lo dices, esto te atormentará por muchísimo tiempo. Es mejor que te rechace a que mueras con la duda de qué habría pasado entre ustedes dos. Creo que deberías decírselo antes de que se termine el día de hoy. De lo contrario, nunca te atreverás.
Cloe observó cómo Derek consideraba aquella opción mientras apretaba sus manos contra el volante. La verdad, de todas las margaritas, la anoréxica era la peor dando consejos. Se podía decir que la experta en eso era Lilian, seguida por Sanne y Dalia le pisaba los talones a ambas, ¿pero ella? Ella era un desastre andante a la hora de aconsejar a alguien. Aunque sentía que la propuesta que le ofreció a Derek era, en verdad, el primer buen consejo que daba.
—Tienes que buscar los cojones que te faltan, nerd —y ...fin de la seriedad en el consejo de Cloe.
—Creo que prefiero callar un tiempo más —aseguró Derek a lo que Cloe rodó los ojos.
—Cobarde —espetó, saliendo del auto.
—Quizá si lo soy —Derek se encogió de hombros al tiempo en que Cloe se asomaba en la ventana delantera.
—Si sabes lo que te conviene, se lo dirás antes de que se acabe el día —le aseguró —. Si no, solo serás una gran gallina con miopía.
Y con eso, ella comenzó a mover sus brazos de manera en la que imitó a una gallina. Derek negó con la cabeza al ver como ella transformaba eso en un pequeño baile, en el que movía sus caderas junto con sus alas falsas. Sin dejar de mirarlo o de bailar, caminó hacia el porche para encontrarse con las otras margaritas. Sin dejar de moverse, deletreó la palabra cobarde lo suficientemente alto como para que él la escuchara. Claro que solo llegó a la "b" pues él puso en marcha el auto y se alejó por las calles de Detroit. Ese sí que era un nerd aterrado.
—¿Y ese baile? —preguntó Dalia con diversión.
—Dedicado a nuestro nerd sin cojones —ella continuó bailando, sacándole una carcajada a Sanne y una sonrisa a Dalia.
Lilian era la única que no le estaba prestando atención. Ella observaba la cerradura de la casa con la llave en su mano. Comenzó a considerar que traer a sus amigas hasta su hogar fue una idea terrible al recordar que todo el interior estaba repleto de botellas vacías y colillas de cigarrillos. Sintió temor, de repente. Estuvo a punto de morder su cutícula una vez más, pero se detuvo al pensar en que Derek le reprocharía. Así que se rascó la nuca, otro hábito que a él no le encantaba, pero era mejor que uñas rotas y llenas de sangre.
Cloe codeó a Sanne, quien llamó la atención de Dalia, y así las tres se fijaron en como Lilian temblaba al acercar la llave a la puerta. Se miraron entre ellas, extrañadas por tal reacción. Parecía que la margarita bulímica le tenía miedo a su propio hogar. No entendían porque, pues el lugar se veía bastante normal por fuera...claro que no imaginaban lo que había detrás de la cerradura que Lili luchaba por abrir.
—Hey —Sanne se acercó hasta ella y tomó su mano con la llave, que temblaba sin cesar —, ¿Pasa algo malo?
—Yo...—Lilian no encontró las palabras correctas para hablar. Le dolía la garganta, y sus caderas le recordaron lo adolorida que quedó luego la noche anterior.
Pensó entonces en la escena que había vivido en el sillón de su propia sala, cuando fue utilizada como cenicero sin piedad. Temió que Caroline hubiese llevado otro hombre, ¿y si le hacían daño de nuevo? Soltó la llave al perder la fuerza en su mano y comenzó a respirar con rapidez al no encontrar aire suficiente.
—Lili, ¿qué pasa? —Dalia se acercó a ella mientras Cloe recogía la llave.
—No saben cuánto odio este lugar —les dijo con poca voz.
—¿Tu casa? —Cloe levantó una ceja y Lilian asintió.
—La detesto, lamento haberlas traído hasta aquí —en el momento en que su otra mano comenzó a temblar, Sanne la tomó también y la miró directo a los ojos.
Caleb solía decirle que sus ojos grises calmaban las tormentas, incluidos rayos y truenos. Trató de calmar la tormenta de Lilian, así como solía hacerlo con las de su sobrino.
—No lamentes nada, Lili —le aseguró con un tono de voz lleno de tacto —. Todo está bien.
—No lo está —Lilian negó con la cabeza —. Ustedes me odiaran después de esto...
—Acordamos apoyarnos entre nosotras, ¿no es así? —Dalia llevó una mano hasta su hombro y le sonrió —. Si este lugar te da miedo, entonces entremos juntas.
—Cuatro margaritas son mejores que una sola —aseguró Sanne logrando que Lilian soltará un suspiro pesado.
—Sabes que odio que nos llamen así —dijo Lili, rodando los ojos.
—Lo sé, solo necesitaba traer de vuelta a la Lilian agria —dijo Sanne y luego soltó sus manos —. Ella no suele temblar.
Lilian observó sus manos, era cierto que ya no temblaba. Apretó sus puños y observó la puerta cerrada. Luego, llevó sus ojos a los de las margaritas y respiró hondo ¿De verdad les revelaría la verdad a esas tres chicas que recién comenzaba a conocer? ¿En serio quería verse vulnerable ante ellas?
—Está bien, entremos —al parecer, lo haría.
Cloe llevó la llave que traía en la mano hasta la cerradura y giró la perilla. Lilian tragó saliva, a pesar de que le dolía, y con Dalia entrelazando uno de sus brazos al de ella, entró a su "hogar". Cerró los ojos con fuerza en el momento en que sintió como cerraban la puerta tras ella. Ya todas habían entrado, lo que significaba que no había vuelta atrás.
Por supuesto que las chicas notaron la excesiva cantidad de botellas vacías en el suelo y en cada rincón de la casa. Divisaron las colillas de cigarrillos al instante, al igual que el hedor a humo que se percibía con tan solo entrar. La casa se veía bastante normal por fuera, pero por dentro lucía como si un huracán ebrio la hubiese destrozado. Eso fue algo que ninguna de las margaritas esperó.
Las tres se quedaron inmóviles, analizando cada detalle. Nada en esa casa se parecía a Lilian, porque a pesar de verse débil y necesitada en ocasiones, ella no daba la impresión de repugnancia que tenía ese lugar. Esperaron algo más bohemio y artístico, no lo que tenían en frente.
Lili, quien se había quedado paralizada por instantes, decidió soltarse del brazo de Dalia y caminar hacia la cocina. Las chicas la siguieron, notando que cada detalle se veía peor que el anterior. Intercambiaron miradas llenas de preocupación. Ese lugar no era uno apto para vivir, ya podían comprender porque Lilian lo odiaba.
—Sé que es estúpido preguntarles esto —con voz temblorosa, Lilian se acercó hasta el refrigerador —, ¿pero quieren algo de comer?
Buena manera de romper el hielo con chicas que con complejos para alimentarse; bien hecho, Lilian (nótese mi terrible sarcasmo de narrador).
—No, gracias —Sanne le respondió con amabilidad, a pesar de que la pregunta tenía una respuesta obvia.
—Descorazonada, creí que habías dicho que tú no bebes alcohol —señaló Cloe tomando una de las botellas vacías en la encimera de la cocina.
Lilian suspiró con tristeza y tomó la botella de las manos de Cloe. Caminó hasta la basura y arrojó el pedazo de vidrio en ella ¿Beber alcohol? Eso era algo que ni en un millón de años haría, no después de ver lo que causa en las personas.
—Las botellas no son mías —se limitó a decir Lilian.
Un ruido proveniente de la sala hizo que Sanne, Dalia y Cloe pegaran un brinco por el susto que les había generado. Lilian mordió sus uñas, había esperado que Caroline no estuviese en casa. Al parecer, sus plegarias no fueron escuchadas ¿Pero acaso alguien la escuchaba alguna vez?
—¡¿Lilian?! —se oyó el grito de su madre retumbar hasta la cocina —. ¡¿Eres tú?!
Las tres chicas observaron a Lilian, esperando que les dijera de quien era esa voz. Ella evitó esas miradas, solo se quedó callada. Ni siquiera le respondió a su madre, quien apareció en la cocina poco después.
Al ver a esa mujer de cabello desarreglado, lentes de sol que de seguro cubrían ojos ojerosos, ropa descubierta y mal puesta, labios quebradizos, maquillaje corrido y hedor a alcohol, las tres chicas abrieron sus bocas con sorpresa ¿Qué estaba pasando ahí?
—¿Por qué no contestas, hija de perra? —le reclamó a Lilian.
Cloe, Sanne y Dalia pasaron su mirada hacia Lilian, quien se podía decir que ya estaba avergonzada. Suspiró y levantó sus ojos hasta su madre. Al menos, estaba sola. Por un momento temió a que la escena de la noche anterior tuviera alguna secuela.
—¿Qué quieres? —le preguntó Lilian cruzándose de brazos. Parecía que trataba de protegerse de ella, y las chicas lo notaron de inmediato.
—¡No grites, perra! —le reclamó Caroline, llevando la mano a su cabeza con dolor.
—No te grité —Lilian rodó los ojos y caminó hasta ella —, es solo la resaca que te tiene vuelta mierda, como siempre.
—Insolente —espetó la mujer —. Solo dame una puta pastilla, no sé dónde están.
Lilian asintió lentamente y caminó hacia uno de los envases con píldoras en una de las encimeras. Las chicas habían notado antes lo extraño que estaba el caminar de Lilian ese día, pues cojeaba con dolor. Sin embargo, ahora cobraba un sentido diferente al tener tal escena frente a ellas.
—¿Quiénes son estás? —preguntó Caroline al notar a las chicas.
Se quitó los lentes, dejando ver sus ojos avellana cansados, ojerosos y llenos de maquillaje corrido. Ahí, las sospechas de las chicas fueron desveladas. Reconocieron a la mujer como una versión de Lilian mayor y más destruida.
—Son unas amigas —aseguró Lilian, entregándole la pastilla a su madre.
—¿Amigas? ¡Ja! ¡Pero si tú no tienes amigas! —carcajeó la mujer —. Solo está ese idiota de lentes ¿Drake? ¿No? Bah, sé que su nombre empieza con D, ¿o con E? ¿Emett? Como sea, es un pequeño infeliz y solo lo tienes a él.
—Ni se te ocurra volver a decirle así a Derek — le reclamó Lilian—. Él ha hecho el trabajo que las personas que debían hacerlo decidieron abandonar.
—¿Qué insinúas, hija de...?
—No creas que te he perdonado por lo de ayer.
En el momento en el que Lilian la interrumpió, el rostro de Caroline cambió y la miró con algo muy parecido a arrepentimiento. Sus ojos hinchados se tornaron vidriosos de la nada y, cuando intentó hablar, su voz falló y se convirtió en un pequeño quejido. Ni siquiera esa imagen logró conmover a Lilian.
—Toma tu pastilla y déjanos a mí y a mis amigas en paz —soltó Lili, evitando su mirada.
—Lilian, yo...—Caroline intentó tocarla, pero se contuvo al instante. Luego, carraspeó y su mirada llena de odio regresó —. Quería que te doliera tanto como a mi me dolió cuando él se fue...
—Felicidades, has herido a tu hija tanto como te hirieron a ti; yo diría que incluso más.
Las margaritas se miraron entre ellas ¿Qué estaba pasando?
—La diferencia entre tu dolor y el mío es que yo todavía puedo cubrir mis heridas —dijo la margarita bulímica. Ahí, Lilian volvió a mirar a su madre —. ¿Qué hay de ti, Caroline?
Entonces, la mujer notó la insolencia en la voz de su hija. Se molestó y dejó de importarle la jaqueca, solo quiso callar a Lilian. Se acercó hasta ella de forma amenazante, pero no pudo hacer lo que tenía en mente. Quizá llevar a las margaritas no fue tan mala idea, o eso pensó Lili en ese instante.
—A ver, no sé quién carajos es usted, pero ni se le ocurra volverle a hablar así a nuestra amiga —Cloe tomó a Lilian por el brazo y la alejó de Caroline por instinto.
—Lili, ¿cuál es tu habitación? —Dalia le preguntó aquello con delicadeza, dispuesta a empujarla hasta la habitación que señalará primero.
—¿Ahora necesitas que den la cara por ti, Lilian? —le preguntó su madre.
—Cara no, puño si —amenazó Cloe —, ¡Así que aléjate de ella si no quieres comprobarlo!
Caroline llevó sus manos hasta sus oídos y soltó un quejido de dolor ante el grito de Cloe, la resaca la tenía sensible. Lilian se apresuró en tomar a Cloe, quien estaba dispuesta a estampar su delgado puño en la cara de Caroline, y la guío junto con Dalia y Sanne hasta su habitación. Las empujó a las tres hacia adentro y entró junto a ellas, cerrando la puerta de un golpe y con seguro.Eso había estado cerca.
Una vez en su santuario, se permitió soltar un suspiro y cerrar los ojos. Aún apoyada en la puerta, trató de procesar el hecho de que las tres margaritas vieron a su madre amenazándola. Conocieron el día a día de Lilian en tan solo segundos, y ahora debía explicar...
Abrió sus ojos pálidos y encontró a las chicas observándola. Ninguna de ellas tenía palabras al respecto, las tres estaban impactadas a lo que acababan de ver. Supusieron que la vida de Lilian no debía ser sencilla, pero jamás imaginaron que fuera tan dura. Lo que sufría era otro nivel de dolor. Entonces, comprendieron todos y cada uno de los golpes que habían visto en ella durante meses. Todos tenían una autora: su propia madre.
—No le digan a nadie —fue lo único que pudo rogar Lilian, en una voz destrozada —, se los ruego. Sé que se ve duro, pero yo...yo puedo aguantarlo. Después de todo ella sigue siendo mi madre y no debería...
Dalia la interrumpió lanzándose a ella en un abrazo. Derramó las lágrimas que Lilian no se atrevía a derramar. La margarita obesa lloraba con facilidad, y el ver a una de sus más queridas amigas en una situación como esa, solo pudo soltar el torrente que Lili seguía guardando en su interior.
La margarita bulímica le devolvió el abrazo, escondiendo su rostro en el hombro de gran volumen de Dalia. Pronto, Sanne y Cloe se les unieron también. Ellas comprendieron que a Lilian no debían preguntarle si estaba bien o no, tan solo debían darle un apoyo más allá de consejos o palabras de aliento. Con ella, hacían falta gestos.
Solo debían hacer que no se sintiera abandonada.
—Lo lamento tanto, Lili —lloró Dalia.
—No, no lo lamentes —Lilian habló sin separarse de ellas —. Esta es mi vida y me acostumbré a sobrevivir a ella.
—Mierda, por esto no vas a la escuela —se dio cuenta Sanne, soltándose del abrazo —. Por esa mujer es que trabajas tanto.
Lilian asintió, soltándose del abrazo también. Esperó que la miraran con lástima, pero no fue así. Encontró distintas reacciones: en Sanne, sorpresa; en Cloe, enojo; y en Dalia, tristeza. Cualquier persona habría pensado, "pobre Lilian, su vida es demasiado injusta"; pero ellas pensaron, "desgraciada vida, es demasiado injusta para Lilian". Eso era algo nuevo para ella.
—¿Es por esa mujer que siempre llegas tarde? —preguntó Cloe, enojada por Caroline. Aún quería partirle la cara...aunque con su fuerza ni un rasguño le causaría.
Pero lo que importa es la intención, ¿no?
—No siempre —Lilian se encogió de hombros —, está en mi naturaleza llegar tarde.
—No mereces que te traté así —dijo Dalia limpiando sus lágrimas.
—Ya me acostumbré...
—¡Tienes que irte de aquí! —le sugirió Cloe —. Descorazonada, si necesitas una casa, mi apartamento está disponible. Vivo ahí con Eve, pero ignorarla es sencillo, te lo prometo.
—Mi casa también está a la orden —habló Sanne.
—Y la mía —Dalia le sonrió con tristeza.
Lilian las miró a las tres y una sonrisa involuntaria invadió su cara. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no la abandonarían. A pesar de que ellas vieron la peor parte de su vida, aún le ofrecían ayuda. Creyó que el único que se quedaría en su vida para siempre sería Derek. Sin embargo, al ver a Cloe, Sanne y Dalia frente a ella tratando de ayudarla, agradeció el hecho de que aún le quedaba un año y varios meses junto a ellas.
—Se los agradezco, pero no puedo dejar a Caroline —dijo caminando hasta su cama para sentarse en ella —. Sigue siendo mi madre, a pesar de todo. Le debo esos nueve meses que desperdició haciéndome...
—¡No los desperdició! —Sanne se agachó a su altura y le dedicó una sonrisa —. Si esa mujer estuviera, aunque sea, un poco cuerda, se daría cuenta que cada segundo de esos meses valió la pena.
—Si, pero a esa loca se le subieron los grados de alcohol al cerebro —señaló Cloe —. Sus neuronas deben estar más ebrias que un adolescente un sábado por la noche.
—Ten eso por seguro —Lilian rodó los ojos.
Para ese momento, Dalia se permitió observar la habitación. Notó al instante que era distinta a toda la casa. Cuadros y pinturas estaban regados y colgados por doquier, en un desorden tan estético que parecía estar en orden. Cloe y Sanne recorrieron con la mirada el lugar también. El dormitorio de Lili era como un museo en miniatura y, a donde mirasen, solo podían quedar maravilladas.
—¡Wow! ¿Tú has hecho todos estos cuadros? —preguntó Cloe, observando algunas de las pinturas en la pared.
—Si, todos —aseguró Lilian.
—Son hermosos —observó Dalia —. Tienes mucho talen...
—Ah, ah, ah, no termines la palabra —la calló Sanne —. Lilian no cree en el talento. Si quieres ahorrarte su charla, solo sigue viendo los cuadros y confórmate con decir que son hermosos.
Lilian soltó una pequeña carcajada, notó entonces que esas tres chicas la conocían bastante bien. Por supuesto, aún no sabían detalles importantes. Por ejemplo, no les contaría sobre el abandono de su padre. Al menos, habían sobrevivido a una de las partes más oscuras en la vida de Lilian: Caroline.
A pesar de lo doloroso que podía ser el mundo en la vida de la margarita bulímica, las chicas notaron que sus cuadros estaban llenos de color. Sus trazos finos siempre incluían algún color pastel llamativo, lo que les hizo pensar que aún había partes de esa chica destrozada dispuestos a sentir. Parecía que Lilian no tenía corazón, pero con una vida tan caótica, esa solo podía ser una fachada. Quizá estaba presente, escondido en algún lugar. Lo que les hizo preguntarse: ¿Dónde está el corazón de una descorazonada?
Unos golpes en los ventanales lograron llamar la atención de todas. Lilian se levantó de la cama, supo al instante de qué se trataba aquello. Descubrió las cortinas, solo para encontrar el rostro de Derek al otro lado. Ambos se sonrieron al mismo tiempo, y luego abrió la ventana.
—¿Se te quedó algo, Osbone? —le preguntó una vez que el vidrio no se interpuso entre ellos —, ¿O es que me darás otra lección de latín?
Al escuchar el apellido del susodicho, las chicas corrieron hacia el ventanal junto a Lilian. Cloe le sonrió al nerd más original que conocía, orgullosa de que hubiese encontrado la valentía que le faltaba...o eso creía.
—¡Hola, Derek! —saludó Dalia con entusiasmo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Sanne con una sonrisa cómplice en el rostro.
—Probablemente, quiere seguir admirando mi baile —Cloe comenzó a hacer como gallina otra vez —. Sabes que te encanta.
Derek soltó una carcajada, lo que le sentó genial pues estaba más nervioso que nunca. Se fijó en los ojos pálidos de Lilian y supo que no podía aguantar, debía seguir el consejo de Cloe...
—Lili, necesito hablar contigo —dijo tras tragar saliva.
—Claro —ella se hizo a un lado para dejarlo pasar, pero él no se movió.
—No, emm...me refería a hablar a solas. En el patio, si no te molesta.
—Ah, con que encontraste tus cojones —sonrió Cloe.
—No, haré esto sin ellos...—Derek la miró, asustado —. Debí escapar a Australia.
—No seas llorón. Ya estás aquí, ahora asume en lo que caíste, nerd.
Lilian pasó su mirada de Derek a Cloe, y de Cloe a Derek, así como unas dos veces más. Soltó una pequeña risa, pues cuando ellos dos se juntaban, nunca lograba comprenderlos.
—Bien, comienzan a preocuparme —Lilian sonrió —. Hablaré contigo, Derek. Solo ayúdame a bajar por la ventana, ¿sí?
Derek le hizo caso y la sostuvo por la cintura para que pudiera pasar. Ella se quejó un poco del dolor en su cadera, pero luego le sonrió indicándole que estaba bien. De disculpó con las chicas, y les prometió volver pronto. Luego, ella y Derek caminaron hacia el árbol en el centro del patio, aquel con un columpio que no había sido de utilidad en años.
Y cuando ambos estuvieron lejos, fue el turno de las margaritas para celebrar el retorno del valiente Derek Osbone.
—¡Sí! ¡Muero por ver qué ocurre! —aplaudió Dalia, dando pequeños saltitos en el lugar.
—Solo espero que él no salga corriendo —Sanne se dejó caer en la cama —, y que ella no sea muy dura con él.
—¿Les digo que espero yo? —les preguntó Cloe.
—¿Qué? —Dalia esperó una respuesta bromista, y obtuvo todo lo contrario.
—De verdad, espero que ese nerd encuentre el corazón de la descorazonada, y que la descorazonada permita que él lo encuentre...
—Dijiste que Lilian no tenía corazón —señaló Sanne —, ¿Crees que Derek podrá encontrar algo que no tiene?
—Sanne, mira estas pinturas —Cloe señaló todo el cuarto con una sonrisa —, esto demuestra que Lilian sí tiene corazón, solo que lo esconde; ahora sabemos porque lo hace. Confío en que el nerd sabe buscar y que ayudará a sanar heridas que otras personas dejaron.
—Sí, solo hay que dejar que hablen y veremos qué pasa —añadió Dalia.
—Exacto, necesitan privacidad —acordó Sanne.
—Pf, hablen por ustedes. Yo veré todo esto desde la ventana —soltó Cloe, volviéndose a asomar entre las cortinas.
Dalia y Sanne intercambiaron miradas. Estaba mal espiar, pero ninguna de las dos dudó en correr hacia donde Cloe se encontraba para buscar un lugar en el cual observar la escena que transcurría afuera. Después de todo, no se encuentra el corazón de una descorazonada todos los días...
No querían perderse aquel espectáculo.
...
7:35 pm
El columpio colgado en el árbol del patio de Lilian fue utilizado por última vez el día en el que Derek se enteró de la bulimia de su amiga. Desde entonces, aquel pedazo de madera sirvió como alimento para polillas y termitas, que ignoraban todos los recuerdos que guardaba aquel objeto. Crujió por el desuso en el momento en el que Lilian se sentó en él. El sol estaba al borde de extinguirse en el horizonte, lo que significaba que pronto quedarían iluminados solo por las luces de la casa. Sin embargo, Derek aprovechó cada instante de los rayos del atardecer que rebotaban en el rostro de Lili para admirar como estos resaltaban los detalles de su cara.
En su piel pálida, la luz se reflejaba mejor que en algún retrato. En sus ojos pálidos, los colores naranjas del atardecer jugaban con ciertos matices de sus iris celestes. Lilian no lucía perfecta, pues sus mejillas eran tan delgadas que parecían succionar su rostro, y su clavícula se mostraba tanto que casi daba la impresión de poder quebrarse con facilidad. No era la belleza que todos buscaban, ni la chica ideal que alguien miraría en primer lugar.
Solo era la clase de belleza imperfecta capaz de quitarle el aliento a Derek Osbone.
—¿Todo bien con las chicas? —preguntó él, haciendo tiempo para armarse de valor.
—Vieron a Caroline —admitió Lilian, meciéndose un poco en el columpio —, y ellas...me defendieron.
Derek no pudo evitar sonreír. Se apoyó en el árbol y fijó sus ojos en los de ella. Notó al instante aquel alivio encerrado en el color azul pálido que adoraba. Las chicas pudieron haber reaccionado de mil y un maneras al ver a Caroline, y escogieron la única capaz de animar a Lilian. Aquello lo llenó de una inmensa gratitud hacia las margaritas.
—Les conté sobre su alcoholismo, pero no sobre mi padre —admitió Lilian —. Créelo o no, aprecio a esas chicas y no quiero que me vean con lástima.
—Si no te vieron con lástima al saber de Caroline, no creo que lo hagan al saber de él —Derek se encogió de hombros.
—Es diferente verme como la Lilian que trabaja para sostener a su alcohólica madre, que como a la Lilian a la que abandonaron a los catorce años por una familia mucho mejor.
—Pero estas hablando de la misma Lilian: la chica fuerte y trabajadora que conozco. No veo una razón por la cual te tendrían lástima.
Lilian negó con la cabeza, como si tratara de decir en silencio que él jamás entendería. Quizá tenía razón; por más que tratara, Derek jamás podría llegar a ponerse en sus zapatos. No obstante, le era imposible pensar en ella como alguien a quien mirar con lástima.
Él la miraba de una manera distinta.
—Olvídalo, Derek. Mejor, no toquemos el tema —ella entrelazó sus dedos a las cuerdas del columpio y miró a su amigo con expectación —. Y bien, ¿que tienes que decirme?
—Ah, eso...—él carraspeó con nerviosismo.
—¿Es la razón por la que estás tan raro? —preguntó Lilian —. Desde esta mañana estás demasiado callado. Creí que era porque estabas molesto, pero, de ser así, ya me lo habrías dicho ¿Te sientes bien?
—Pues, aún no tengo náuseas, así que todo perfecto —rodó los ojos, recordando los síntomas que Cloe le había descrito.
Nervios, sí.
Piernas temblorosas, sí.
Miedo, sí, sí y sí.
Náuseas, no... aún.
Lilian entrecerró los ojos, sin comprender de qué le hablaba. Derek soltó un suspiro, incapaz de decir alguna palabra en ese momento. Quedaron en un silencio incómodo, uno de los pocos que presenció su amistad, y todo por culpa de unos ojos pálidos capaces de borrar un avanzado léxico de una mente brillante.
—Escucha Lilian, yo...—él extinguió el silencio con su nervioso temblar —. Desde hace unos meses he estado...eh...diferente y...
—Alto, ¿estás divagando? —preguntó la chica alzando una ceja.
—Eso parece...—él pasó la mano por su cabello y, en el momento en que Lilian observó cómo él se quitó y limpió sus lentes con rapidez para ponerlos de nuevo en su lugar, notó que Derek estaba pasando por un momento difícil para sus nervios. Hacía años que no veía ese gesto en su amigo, pero aún lo recordaba bastante bien.
—El Derek Osbone que conozco jamás divaga, él va directo al grano —recalcó —. Solo respira hondo y suéltalo de una vez por todas, ¿sí?
Derek ajustó sus gafas al tiempo en que tragó saliva. Se sintió como uno de esos imbéciles que tanto salían en películas, esos que vivían locamente enamorados y callaban lo que sentían, desencadenando mil y un problemas más. Era como aquel antagonista, enamorado de la chica que jamás se fijaría en él y, por lo tanto, no le dirigía palabra alguna a ella. Toda su vida podía resumirse a un escape constante de clichés como ese, y no permitiría que aquel momento se convirtiera en uno.
Derek Osbone no era un chico de película, solo era un nerd de la vida real que enfrentaba las cosas de la única manera en que le salían bien: yendo directo al punto.
—Lilian, te quiero...
¡Listo! ¡Ahí estaba! La verdad, la pura verdad, era que él la quería de una manera en que la física no puede explicar. Por suerte para Derek, también era aficionado de la literatura y conocía un centenar de libros que hablaban del fenómeno por el cual estaba pasando su corazón. Claro que ninguna palabra, poema o novela podían asimilarse a sentir aquello en carne y hueso.
Lilian arrugó su nariz al escuchar aquellas palabras, un tanto confundida. Luego, tras procesarlo, sonrió.
—Yo también te quiero, Osbone —le dijo —. Sé que no te lo demuestro mucho, pero trato de ser la mejor amiga posible...
Derek llevó una mano a su frente y soltó un suspiro frustrado. Lilian confundió sus palabras, creyendo que le había hablado del mismo cariño de amigos que surgió en ellos con los años. Pues, no era así. Hablaba de un "te quiero" reciente, uno con un significado más fuerte que cualquier ley de física.
Tendría que explicarle mejor.
—No, Lili, no hablo de eso —dijo él —. Confundes mis palabras.
—¿Entonces, de qué hablas?
Ella lo observó separarse del árbol y caminar hacia ella. Se detuvo frente al columpio y sostuvo con ambas manos las cuerdas de este, logrando que se quedara inmóvil. Ella debía subir la mirada para mirarlo, y él bajarla para encontrarla. No era la posición más cómoda, pero ninguno quiso quejarse por aquello, pues a ese ángulo y estando tan cerca, Lilian notó algo en los expresivos ojos de Derek que no había visto antes...
—Habló de que me gustas, Lilian —sonrió él —, pero no solo como amiga.
Con el corazón en la garganta y las náuseas comenzando a florecer, Derek buscó aquella valentía que había perdido. Hablaría con claridad, con la verdad, a pesar de que podía salir lastimado. Fue incapaz de pensar en las consecuencias que podría traer el ser rechazado cuando los ojos de ella se veían tan bien en la posición de la que se habían adueñado...
—¿Q-Qué? —ella tartamudeo, incapaz de procesar las palabras que escuchó.
—Lo que oíste Lilian: me gustas, y mucho. Te quiero en el sentido de que no puedo dejar de verte porque comienzo a extrañarte al instante. Te quiero tanto que me haces dudar de mi integridad mental. Te quiero al punto de sentir polillas revoloteando en mi estómago, y a mi cerebro repetir tu nombre día y noche ¡Estoy enamorando! ¿Cómo no puedes entenderlo? Si eres la única chica capaz de dejar al nerd experto en ocho idiomas sin palabras...
Sus ojos brillaban, a pesar de que el atardecer ya se había extinguido y solo quedaban las luces de la calle y el interior de la casa para iluminarlos. Lo había dicho, eso era todo lo que sentía. Un alivio inmediato se apoderó de cada parte de él, y una sonrisa involuntaria hizo acto de presencia en sus labios al sentir a su corazón latir con rapidez.
Luego de muchas relaciones sin valor, finalmente encontró a alguien capaz de hacerle decir cursilerías en voz alta sin sentirse del todo... cursi. Ese par de ojos pálidos eran una trampa para él, en la que se perdió sin pensarlo dos veces. Esperó obtener una reacción ante esa confesión, aunque fuera una pequeña, pero ella no se movió. Tan solo se quedó observándolo, sin ninguna expresión legible en sus ojos. Entonces, Derek comprendió que debía soltar otra verdad; una más dolorosa que la anterior.
—Te quiero muchísimo, Lili —su sonrisa se transformó en una especie de mueca adolorida en el instante —, pero comprendo si tú no me quieres como yo lo hago. Sé que lo que menos quieres en este momento es sentir...
» Para ti, soy solo un amigo y, por más que me duela, puedo entender. Conoces mejor que nadie mi historial de amores, así que no puedo mentirte con respecto a ser un príncipe azul, no luego de haber arruinado todas y cada una de las relaciones en las que he estado. No puedo ser quien te rescate de los peligros; es más, ¡yo podría ser un peligro en sí! Así que comprendo si prefieres que sigamos como hemos vivido todos estos años. Solo tenía que decírtelo, porque lo que me haces sentir, no lo había sentido antes y debes saberlo. Me conformo con seguir junto a ti, aunque sea como...
—Derek, ¿recuerdas que te dije que hay momentos en los que solo quiero que te calles? —interrumpió ella.
—Si...—él la miró extrañado, sin comprender el porqué de la interrupción.
—Pues, este es uno de esos momentos: cállate —soltó ella —. Ahora me toca hablar a mí...
Ella se levantó del columpio, sin permitir que Derek quitará sus manos de las cuerdas. Para cuándo se puso de pie, ambos estaban a una distancia increíblemente corta. Eran centímetros los que separaban sus bocas, aunque se veían como metros para él. La cercanía era abrumadora, pero se sentía incorrecta; la quería más cerca.
La expresión de Lilian se suavizó al encontrar esos ojos cafés una vez más. Entonces, Derek vio venir aquel rechazo esperado. Era cuestión de segundos para sentir como su corazón se quebraría en miles de pedazos. Cada célula de su cuerpo le gritaba que debía correr y huir de algo que consideraba inevitable. No obstante, al tener a Lilian tan cerca, sus pies se rehusaron a alejarse.
Debía afrontar las consecuencias de enamorarse de una margarita, incluido el inevitable rechazo.
—También me gustas, Derek —dijo ella con una sonrisa —, y no solo como amigo.
O quizá no tan inevitable...
—¿Eh? —un Derek confundido ante esa respuesta elevó una de sus cejas.
¿Era otro síntoma de estar enamorado imaginar cosas? Porque comenzaba a creer que alucinó las palabras que llegaron a sus oídos.
—Te quiero muchísimo, Derek —la dulzura ausente por años en el rostro de Lilian regresó como un pequeño destello en sus ojos —. Te tengo afecto en el sentido en que yo tampoco puedo dejar de verte sin extrañarte; al punto de sentir polillas en mi estómago y ver estrellas incluso cuando estoy dormida. Estoy enamorada, y me sorprende que no lo hayas notado nunca. Llevas robándole las palabras a la chica frente a ti por mucho tiempo. Es irónico porque me has enseñado cuatro idiomas, pero no tuve el valor de usar ni uno de ellos para decirte lo mucho que te quiero, hasta ahora.
Lilian era tachada como descorazonada por sus tres nuevas amigas. A simple vista, ella parecía que nunca podría llegar a sentir algo en verdad. Con sus comentarios agrios, sus pocas muestras de afecto, sus sonrisas de escasa duración y sus respuestas más cortas que el retoño de una nueva flor, el amor sería el último sentimiento que creerías que podría llegar a sentir. Por esa razón, esconder su enamoramiento por Derek Osbone le resultó una tarea tan sencilla durante los meses en los que su corazón llevaba latiendo en dirección a esos ojos cafés.
Incluso él, que la conocía mejor que nadie, tomó aquello con sorpresa. Se soltó de las cuerdas del columpio por inercia y abrió la boca por la impresión ¿Acaso estaba escuchando mal? ¿De verdad le acababan de decir que sus sentimientos eran correspondidos? Estaba demasiado impactado como para procesarlo.
—Espera, espera —la detuvo él —. ¿Tú estás enamorada de mí?
Ella asintió con la cabeza, bajando la mirada un tanto tímida. Fue la primera vez que Derek la vio sonrojarse y, a pesar de la poca iluminación, consiguió presenciar ese tierno rubor.
El error de todos fue creer que Lilian no tenía corazón, cuando tenía uno que susurraba todos los días pequeños sentimientos hacia el exterior. El dolor y la vergüenza de su pasado eran algunos de ellos, y opacaron por completo el cariño que había crecido hacia quien creyó que tan solo la veía como una amiga. La margarita bulímica era la viva demostración de que no todos los sentimientos anuncian su llegada con gritos y celebraciones; algunos se quedan callados por largo tiempo, hasta que encuentran el valor de salir al mundo y lo impactan de la mejor manera.
—Yo...te quiero como no tienes ni idea —ella llevó un mechón de su cabello hasta detrás de su oreja. No pudo dejar de sonreír, sentía una especie de chispa que aceleraba su corazón.
—Me tienes que estar jodiendo —habló Derek con sus ojos bien abiertos —. ¿Estás bromeando conmigo? ¿No?
—¿Crees que podría bromear con algo así? —preguntó ella a lo que él negó—. ¿Y tú? ¿Estás bromeando conmigo?
Ella creyó que debía de ser así. Es decir, estaba consciente de que no era la chica en la que se fijaría primero. Era todo lo contrario a las ex novias de Derek, por lo que nunca pensó que él se enamoraría de alguien tan... destrozada.
Él le dedicó una de esas sonrisas que ella debía admitir que le encantaban. Retomó de nuevo su posición inicial, en la que sus manos rodeaban las cuerdas del columpio y Lilian lograba convertirse en la ladrona de su oxígeno. Esa cercanía fue capaz de acelerar ambos corazones.
—Jamás bromearía con algo así —le dijo muy cerca de su rostro.
—¿En-en serio? —ella tuvo que tragar saliva cuando él se detuvo a observar sus labios.
—Muy en serio, Lilian —y fue su turno de tragar saliva en el instante en que ella se fijó en los labios de él.
Esa noche, a diferencia de lo que las margaritas esperaron, él no necesito encontrar el corazón de una descorazonada, pues este seguía en su caja torácica, latiendo solo por él.
Entre sus respiraciones lentas y profundas, ambos procesaron bien los hechos en los que estaban envueltos. Sin poder evitarlo, comenzaron a reír. Pensar que ambos se correspondieron desde el primer momento y nunca lo notaron, los llenó de gracia. Jamás esperaron encontrarse en esa situación, pero resultó bastante bien para los dos. En el momento en que las carcajadas terminaron, quedaron en un silencio cómodo. Lilian mordió su labio inconscientemente y se fijó en los ojos de Derek. Debía admitir que le encantaba ver lo brillosos que estaban en ese momento.
—Bien, entonces...—ella soltó un suspiro en ese instante —. Yo te gusto...
—Y yo te gusto a ti —habló Derek.
—Ahora, ¿qué sigue?
—¿Qué sigue? —Lilian asintió ante la pregunta y Derek solo alargó su sonrisa —. Tengo muchas ideas sobre qué es lo que sigue en esta historia...
—¿Y qué es lo que te impide mostrármelas?
Derek sonrió al sentir esa pizca de expectación en el tono de voz de Lilian. Dejó de sostener el columpio para llevar su mano hasta la mejilla derecha de ella, y se permitió acariciarla con delicadeza. Su otra mano se deslizó hasta su cadera con especial cuidado, pues sabía que estaba adolorida. No obstante, eso no le impidió acercarla lo suficiente como para que no quedaran esos centímetros con sabor a metros entre sus cuerpos. Ella se sostuvo de su pecho, sintiendo por primera vez lo que provocaba en el corazón de Derek. Ella era la responsable de un concierto de latidos que a duras penas tenía sentido...
Él la sostuvo por la barbilla y le sonrió. Lilian lo dejaba sin aliento, más cuando mordía sus labios y miraba sus ojos con fijeza. La cercanía no era suficiente, así que hicieron algo que ambos de imaginaron un millón de veces, pero nunca creyeron que podía pasar. Derek fue quien adhirió sus labios a los de Lilian, fundiendo el momento en lo que podía considerarse el beso más esperado por ambos corazones.
A Lili le costó creer que, luego de años sintiendo solo dolor, su pecho fue capaz de llenarse de miles de sensaciones tan solo por ese contacto. Se sentía repleta de colores en su interior, como un cuadro sin sentido pero lleno de emoción, y ella quería más. Rodeó el cuello de Derek con sus brazos y le permitió guiar los movimientos de sus labios. Se sentían suaves contra los de ella. Te puedo asegurar que ese no fue el primer beso de la margarita, mucho menos el del nerd, pero se sintió como si lo fuera solo por ser tan...tan... único.
No fue un beso de película, pero era un beso real y demasiado bueno para las partes involucradas. Derek no la dejó escapar luego de que ambos buscasen aire por primera vez, y atrajo su labio inferior con un beso más profundo aún. Lilian lo siguió, enredando sus dedos en el cabello corto de él sin querer que el momento terminara.
Comenzaba a preguntarse porque había tardado tanto en decirle que lo quería con locura...
Una vez sus pulmones y la necesidad de tomar aire les ganaron a los impulsos de sus corazones sincronizados, sus labios se separaron y sus frentes se unieron. Ambos tomaron oxigeno cómo pudieron, pensando más en lo que recién había ocurrido más que en cualquier otra cosa. Ella abrió los ojos, que solo para ese momento notó que se habían cerrado. Se fijó en los ojos de Derek, que estaban a la distancia que ella siempre deseó. Brillaban más que miles de esas pegatinas en forma de estrellas hechas para todas las edades, y los de ella, centellaban tal y como una estrella real.
Ambos sonrieron sin separarse ni un poco. Gracias al cielo, que aún se mantenía oscuro y sin estrellas, Derek encontró la valentía que necesitó para acercarse. De lo contrario, nunca hubiera adivinado que el corazón de Lilian seguía intacto, protegido por sus salientes costillas.
...
—¡Oh, por Dios! ¡Se están besando! —exclamó Dalia, observando la escena desde la ventana.
—Esto no me lo esperaba —soltó Sanne, quien también observaba todo.
—Parece que el nerd encontró los cojones que buscaba —Cloe sonrió ante lo que veía —. Y, ¡carajo! ¡Va con todo!
No las culpes, trataron de alejarse de la ventana en algún momento. Sin embargo, la curiosidad pudo con ellas y las adhirió al vidrio. Ya conoces el dicho: la curiosidad mató al gato...
Pero ellas no eran gatos, eran margaritas; así que verían toda la escena de ser necesario.
—¡Ay, no puede ser! —Dalia saltó de la emoción en su lugar —. ¡Son tan lindos!
—¿No les sorprende lo bien que está respondiendo Lilian? —preguntó Cloe con orgullo en su voz —. Es decir, creí que la descorazonada lo quemaría vivo si él le demostraba demasiado afecto, pero ella se lo está tragando con gusto.
—Dios, Cloe, debes aprender a ser más sutil —carcajeo Sanne.
—¿Sutil? Pf, no puedo ser sutil al hablar de ese beso. Solo míralos...Se nota que él espero mucho para esto.
—Es muy romántico —habló Dalia —. Digo, intenso, pero romántico.
—Y ... se besan otra vez —observó Sanne con diversión —. Creo que es hora de darles privacidad...
—Si...—concordaron Dalia y Cloe al mismo tiempo.
A pesar de la respuesta afirmativa, ninguna de las tres pudo separarse del vidrio del ventanal. Una especie de alegría las invadió en pesar que Lilian obtendría el cariño que merecía de un hombre que en verdad la quería. Después de todo lo que vieron ese día, creían que ella necesitaba a alguien que le hiciera sentir más de lo que ella se limitaba a sentir. Por esa misma alegría, ninguna pudo dejar de observar lo bien que se veían juntos. Incluso cuando se volvieron a besar, no les dieron la privacidad que debían. Es más, Cloe sacó su teléfono y apuntó con la cámara hacia ellos dos.
—¿Qué haces? —le preguntó Sanne, extrañada.
—Grabando este importante suceso en vídeo —informó Cloe —. Imagina como se pondrán los delatores cuando se los envié.
—Lilian te matará —rio Dalia.
—Moriré sabiendo que la descorazonada tiene corazón —ella se encogió de hombros —, y yo tengo la prueba en vídeo.
Dalia y Sanne negaron con la cabeza divertidas. Cloe no detuvo el vídeo, de verdad creía que su nueva amiga viera lo mucho que alguien podía quererla, y confiaba en el nerd para ese trabajo. Cometió el error de juzgarlos mal a ambos cuando los conoció, ahora creía que eran dos de las mejores personas en el mundo y merecían un lindo inicio juntos...
Además, nunca estaba de más tener alguna broma para retar a Derek. Así que siguió observando por la ventana, feliz de que el nerd hubiese encontrado su valentía y Lilian su corazón.
¡Aww! ¡Que bonitos recuerdos! Todavía recuerdo cuando escribí este capítulo por primera vez y fue tan...¡Awwee!
Bueno, ya dejo la nostalgia a un lado y voy a la dinámica😂
Dinámica:
Volvamos a las canciones que hace tiempo que no las hacemos. Busquen en sus playlist la canción que más les recuerde a este capítulo, esa con la que imaginarían la escena entera ¿Les parece?
Si quieren pueden subirla a sus historias de instagram y comentarme, asi también puedo escucharlas de una vez.
Eso es todo por la dinámica de hoy. Fácil, ¿no?
Recuerden marcar un check en sus calendarios ✔
Con amor, Rina García❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro