Capítulo 31
Capítulo 31
El lugar del alma:
Día 106 del programa M.E.R: 26 de abril del 2015.
6:00 pm
E. Punset, escritor y economista español, dijo alguna vez que "el alma está en el cerebro". Aquella se convirtió en una frase célebre, ¿pero acaso podría ser verdad? ¿Algo tan fuerte, tan importante como el alma, puede almacenarse solo dentro de la mente?
La cosa con las frases que llegan a ser populares —en la mayoría al menos— es que no necesariamente deben ser cien por ciento ciertas; tan solo deben tener algo que las vuelva inolvidables, algo que las conecte con un sentimiento aterradoramente real. Son la justa mezcla entre la metáfora y la realidad.
El señor Punset, por ejemplo, no sabía dónde se encuentra el alma al decir aquello; nadie lo sabe, pero la ubicó en el cerebro por alguna razón. Quizá tiene que ver qué por ahí pasan todas nuestras decisiones antes de realizarse, o que todos tenemos esa voz interna que nos aconseja dentro de las paredes de nuestra cabeza. Lo cierto es que, con esas pocas palabras, logró hacernos pensar en una realidad que es desconocida para todos nosotros. No sabemos si el alma se encuentra en el cerebro, pero andamos buscándole un lugar constantemente; esa es la parte inolvidable de su frase.
Existe otra frase, quizá no tan célebre, pero es capaz de acercarnos a una realidad tan aterradora que nos puede hacer temblar. Quizá debas tener cuidado al leerla, pues quién la dijo sintió que su corazón se desinflaba al pronunciarla:
—No sé quien sufre más: si los enfermos, o los que los vemos enfermar.
No la dijo un filósofo, o algún escritor, tan solo fue un Calvin Milestone que no sabía cómo afrontar las noticias que le había dicho Derek, hacia tan solo veinticuatro horas. Eve Nicols sintió un escalofrío al escuchar esas palabras salir de la boca de su novio, y solo pudo levantarse de la silla dentro del pent-house del pelirrojo y abrazarlo.
—Tranquilo, Cal —lo había visto con esa cara de preocupación desde la llamada de Derek y ya le estaba rompiendo el corazón ver esos ojos verdes tan tristes —. Ya Margaret nos dijo que la siguiente sesión serán otros exámenes médicos para tomar acciones en pro de la salud de las cuatro. Todo estará bien, cariño.
¿Qué? ¿Creíste que la doctora Wallace no haría nada al respecto sobre la salud de sus margaritas? Pues, si así fue, estabas equivocada. En el instante en que vio los análisis de las cuatro, supo que Ume y ella debían tomar acciones rápidas para mantenerlas sanas. El programa ya había cambiado ciertas cosas con respecto a las chicas, pero era hora de seguir avanzando.
Sanne se reunía todas las semanas con Ume, solo para revisar su estado y para que ella le indicara alimentos que podían aumentar el sodio en su organismo. La margarita ortoréxica estaba dispuesta a mejorar, lo cual era un gran logro. Se le veía más abierta con las margaritas, a pesar de que seguía igual de cerrada ante el resto del mundo. Era un inicio, y si seguía como iba, pronto volvería la Sanne que la ortorexia alguna vez se llevó.
En cuanto a Lilian y a Cloe, las dos seguían igual de delgadas. Sin embargo, había un cambio notorio en sus niveles de confianza. Eve notó que su prima volvía a leer cómics y a jugar con videojuegos, aunque lo hacía en secreto. No obstante, era un gran paso para una Cloe que vivía a merced de la opinión de los demás. Lili, por su parte, seguía igual de agria que siempre, pero le respondía con más sutileza a la doctora...un gran logro para la margarita bulímica.
En el caso de Dalia, todos creían que el mayor cambio estaba en ella, pues seguía diciendo que continuaba con la dieta, a pesar de estarla rompiendo de una manera exagerada. Mientras ella se ahogaba en dulces, el resto creía que ponía su mejor esfuerzo en salir adelante. Nadie podía ver qué el terrón de azúcar de las margaritas de estaba quedando sin dulzura...
O quizá tenía tanta glucosa en su organismo, que ya no podía repartirla de la manera correcta.
El programa estaba funcionando en el sentido de que les estaba dando a las chicas confianza y hombros en los cuales desahogarse. Ahora, tocaba hacerse cargo de la salud de ellas. Margaret les aseguró a los delatores que haría lo posible porque nada les ocurriera a sus margaritas. Claro que eso no les fue suficiente para calmar su preocupación. Después de todo, estaban viendo como las personas más importantes en sus vidas se enfermaban al punto en el que podrían...morir.
—¿Y si no lo está? ¿Y si nada está bien, Eve? —preguntó él aún con ella entre sus brazos.
—Cal, yo también tengo miedo —ella se separó un poco para poder mirarlo a los ojos —. Todos lo tenemos, pero no podemos dejar que esto nos ponga así. Te conozco y eres más fuerte que esto.
—Mi hermana es mi debilidad, Eve —él bajó la mirada —. Escuchaste a Derek, a mi hermanita podría darle diabetes ¡O podría morir por una enfermedad cardiovascular!
—Sé muy bien que Dalia es tu debilidad —ella rodeó el cuello de su novio y atrajo su mirada hasta sus ojos azules una vez más. Enredó sus dedos en los rizos pelirrojo de su cabello y no se molestó en regalarle una sonrisa, sabía que ningún gesto lo animaría en ese momento—. Ella es tu debilidad así como Cloe es la mía, Sanne es la de Dann y Lilian la de Derek. A todos nos duele lo que está pasando, cariño, ¿pero sabes una cosa? Debemos ser fuertes por nuestras debilidades.
» Nos toca ser los héroes en esta historia, no los que se acobardan. Entiendo que estés destrozado, yo también lo estoy, pero conozco a mi novio lo suficientemente bien como para saber que es alguien que puede con esto y más. Si necesitas derrumbarte, puedes hacerlo conmigo y te ayudaré a reconstruirte. Solo no te encierres en lo negativo cuando aún estamos a tiempo de salvar a tu hermanita.
Ella entrelazó sus manos con las de él y adhirió sus frentes, queriendo transmitirle una fuerza que no tenía, pero que sabía fingir bien. Algo que le encantaba de Calvin era que podía ser débil en ocasiones, y no tenía miedo de demostrarlo. No era como la clase de hombres sexistas a los que estaba acostumbrada, que creían que por ser del género masculino no debían tener sentimientos, mucho menos llorar. Cal podía derramar lágrimas y seguir siendo fuerte. Él entendía que ser sensible no lo hacía menos hombre, solo lo hacía más humano.
—Nos queda tiempo para verlas sanar —le aseguró Eve —. Solo hay que ser fuertes y tener paciencia, cariño.
Calvin le sonrió sin alejarla. La sostuvo por la cintura y beso su nariz respingona con dulzura. Eve sintió como sus mejillas ardían al instante, y se preguntó cómo era posible que él lograra hacerla sonrojar con tanta facilidad.
—Explícame, ¿qué hice para encontrarte? —preguntó él a centímetros de su boca.
—Pues, chocaste conmigo —le recordó ella —. Ambos tropezamos y rompimos como tres macetas. Dann me ayudó a ponerme de pie y tú lo hiciste por tu cuenta. Recuerdo que comenzaste a disculparte incluso antes de vernos, y cuando cruzamos miradas...
—Derek nos interrumpió y me dijo que si para el final del día no te invitaba a salir, solo sería un torpe que chocó con una chica y no le sacó provecho a eso —Cal completó la historia, sacándole una sonrisa a su novia.
—Amo a esa joyita.
—Sí... No quiero darle el crédito a Jimmy Neutrón, pero me dio el truco para no quedar como un torpe ese día.
—Igual quedaste como un torpe, solo fuiste un torpe que me gustó.
—Suerte para mí...
—Y para mí...
Al tenerla así de cerca, era imposible que Calvin sintiera que su alma estaba en su mente. La sentía cerca de su latiente corazón, de la misma manera en que lo hacía ella ¿Y si la frase célebre se equivocó por completo y el alma no está en el cerebro?
¿Y si dos almas se funden en un beso?
Interesante pregunta, pero no pudo ser respondida. El sonido de la manilla de la puerta que comenzaba a abrirse fue la señal para que se separaran a una velocidad increíble. Eve se sentó de golpe en el sillón y Calvin encendió la televisión para disimular el ambiente. Él prácticamente se lanzó a la silla que Eve había dejado vacía y tomó su celular. Fingió jugar al tiempo en que Dalia entró al pent-house.
El secreto de la pareja seguía intacto
En cuanto a Dalia...mareada, solo así podía describir como sentía la margarita obesa. No comprendía lo que le pasaba, pero sentía su corazón acelerado y unas intensas ganas de vomitar. Al ver a otras dos personas en la sala de estar, tuvo que sostenerse de la pared para no caerse.
—Oh...hola Eve —saludó Dalia apoyada en la pared —. ¿Qué haces aquí?
—¡Hola Dali! —saludó con un entusiasmo lleno de nerviosismo —. Eh...Cal y yo solo estábamos charlando. Ya sabes, cosas de amigos...
Calvin miró a su novia con los ojos entrecerrados, pero que pésima manera de actuar natural.
—Mhm, entiendo —Dalia se apoyó aún más a la pared. Estaba demasiado mareada como para notar la pésima actuación de Eve.
—¿Dali? ¿Te encuentras bien? —en el momento en que Calvin volteó para ver a su hermana, notó su mirada un tanto perdida.
Dalia trató de responder, pero no pudo hacerlo al instante. Sintió que su corazón latía con rapidez, para luego hacerlo con lentitud ¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan cansada de repente? ¿Por qué comenzaba a ver doble? Observó cómo la cabellera pelirroja de su hermano se multiplicaba, al igual que la rubia de Eve.
Ambos se habían levantado al ver como Dalia observaba el lugar con confusión. Los Milestone eran pálidos de naturaleza, con pecas decorando parte de sus mejillas y narices. No obstante, el color de Dalia había pasado de blanco porcelana a un blanco amarillento bastante preocupante ¿Por qué se sentía así de repente?
Se sentía incluso más pesada de lo que sus kilos de más señalaban en las balanzas.
—Dali, ¿qué tienes, chiquita? —Calvin corrió a su lado, aterrado por como lucia.
—Yo...Yo...
Se sentía como una bailarina, dando vueltas de un lado a otro. Habría creído que era sueño, de no ser por el latir irregular de su corazón. No pudo seguir apoyándose de la pared, pues el suelo prácticamente la arrastró hacia él. Los latidos acelerados contra su pecho fueron lo único que pudo percibir al tiempo en que sus pulmones perdieron la capacidad de captar aire casi por completo. Ni siquiera pudo escuchar como todo el contenido de su bolso cayó junto a ella, incluidas las envolturas de todos los dulces que había ingerido y escondido ahí.
—¡Dalia! — Calvin e Eve corrieron hacia ella, preocupados ante lo que veían.
Las envolturas se regaron en todo el suelo y pronto Dalia perdió la conciencia ¿Su corazón latía? Sí, pero a un ritmo para nada regular...al igual que el de su hermano que no podía con aquella imagen: la persona más importante de su vida, su debilidad, en la peor situación imaginada.
¿En dónde se encuentra el alma en verdad? Porque él sentía que eso se había ido de su cuerpo en el instante en que la persona más importante de su vida cayó al suelo, sobre un montón de envoltorios de dulces vacíos.
...
7:30 pm
La pregunta de dónde se encontraba su alma en ese momento seguía rondando la cabeza de Calvin, mientras esperaba con nerviosismo en la sala del hospital. En el instante en el que Dalia se desmayó, él e Eve no perdieron el tiempo para llamar a emergencias, quienes estuvieron ahí lo más pronto posible. La persona más importante en la vida del pelirrojo seguía inconsciente, pero él no podía verla porque los incontables exámenes que le debían realizar aún no finalizaban.
Todavía no sabían qué tenía Dalia.
A su lado, Eve Nicols trataba de consolarlo, aunque sabía que ningún apoyo moral podría calmar a Calvin. Él necesitaba ver a su hermana, solo así sentiría su alma de vuelta en su cuerpo. Cloe y Sanne estaban sentadas en las sillas a su lado, igual de angustiadas por su compañera. Todo había ocurrido tan rápido que aún no lograban comprenderlo. Para ellas, la decaída de Dalia no tenía explicación lógica.
Un pequeño pitido indicó que el ascensor había llegado al piso tres, en el que se encontraban. De él, salieron apresurados Lilian y Derek, quienes inspeccionaron el lugar con la mirada hasta dar con las personas que conocían. Para ellos, el anuncio de Dalia también fue una sorpresa, pero no por eso dejarían de estar ahí para apoyarla.
—Hola, perdón por la tardanza —se disculpó Lilian al tiempo en que recuperaba el aire por la rapidez con la que Derek y ella llegaron al lugar.
—Vinimos lo más rápido posible —dijo Derek al tiempo en que Lili caminaba hacia las margaritas.
Lilian no era de recibir abrazos, a menos de que se sintiera en confianza con la otra persona. Por esa razón, a Derek le pareció impresionante ver cómo Cloe se lanzaba a los brazos de Lili y ella no la apartó. Pronto, Sanne se unió al abrazo de tres. Lucían como amigas de toda la vida, consolándose por algo terrible que podía estar ocurriéndole a la chica faltante del grupo. Al parecer, el programa si había funcionado en algo.
No se pudo fijar demasiado en la amistad de esas tres, pues otra persona lo tenía más preocupado. Dirigió su mirada hacia Calvin, se veía destrozado. Su cabello pelirrojo estaba más desordenado que nunca y a su típico traje elegante le faltaba una chaqueta... además de elegancia. Su camisa estaba fuera del pantalón, y su corbata era todo un desastre. El chico con lentes solo pudo buscar los ojos de Eve con preocupación, y ella le sonrió con tristeza como respuesta.
—Que bueno que estés aquí, joyita —le dijo ella apretando su mano con delicadeza.
Él le sonrió y luego miró a su amigo.
—¿Ya saben lo que le pasó a Dalia? —preguntó Derek a lo que Calvin negó.
—No, Margaret llegó hace poco y dijo que se encargaría de ella y de mantenernos informados —habló Cal —. Pero hasta ahora, no han dicho nada a parte de lo que Eve y yo escuchamos en la ambulancia...
—¿Y qué escucharon? —preguntó Cloe al tiempo en que las tres chicas entraban en la conversación.
Calvin bajó la mirada, Eve solo pudo acariciar su brazo como apoyo. Fue la rubia quien suspiró, pues sabía que ella debía contar lo que habían visto y escuchado. El pelirrojo no tenía la fuerza suficiente para hacerlo.
—Más que escuchar, fue lo que vimos —comenzó Eve —. Cuando Dalia se desmayó y emergencias llegó por ella, los latidos de su corazón eran anormales en todo sentido. Fuimos en la ambulancia con ella y por más de que trataban de estabilizarla, no podían. Hasta que...Su corazón se detuvo por un momento. Por suerte, lograron reanimarla, pero temían que algo así se repitiera al llegar acá.
—Ay, no —Cloe mordió su labio con fuerza.
No estaban hablando de algo ligero: Dalia había sufrido un ataque al corazón. Es común en personas con sobrepeso tener esta clase de ataques, al igual que padecer de hipertensión. Lo último, se le había diagnosticado a Dalia hacia años, pero nunca le hizo caso. Ahora, sufría las consecuencias de no haberlo hecho, y de haber roto con la dieta que le impartieron.
Derek sintió una mano entrelazarse con la de él. Cuando volteó para ver, encontró a Lilian con su piel pálida y dispuesta a aferrarse a él. Él se dijo a si mismo que no era momento de sentir polillas en el estómago, a pesar de que era imposible espantarlas. Ella apoyó la cabeza en el hombro de su amigo y, aunque no lloró, pudo sentir lo mucho que le afectó la noticia.
A todas les afectó escuchar que el terrón de azúcar del grupo estuvo al borde de tener su último latido.
En el momento en que Margaret y Ume aparecieron junto con una joven que no pasaba de los veinticinco años en el pasillo, tanto delatores como margaritas fueron hacia ellas. El primero en encararlas fue Calvin, quien ya no resistía el hecho de no saber que le ocurría a su hermanita. Necesitaba estar a su lado, ver que ella estaba bien. Quería acompañarla en cada paso, así como siempre lo había hecho, convirtiéndola en alguien demasiado dependiente para su edad sin darse cuenta.
—Maggie —él llegó hasta ella y la doctora le sonrió con amabilidad de inmediato. Quiso rodear al chico con sus brazos solo para darle apoyo, pero no lo hizo por miedo a darle una idea errónea de lo que le ocurría a su hermana —. Maggie, ¿qué le pasa a Dalia?
El resto llegó a su lado segundos después. Margaret quedó impresionada, pero satisfecha, al momento de ver a todas esas caras conocidas preocupadas por Dalia. Sabía que la margarita obesa se sentiría mejor al ver todo el apoyo que tenía; lo cual era necesario debido a lo que estaba pasando.
—Bueno, chicos, es algo duro de decir...—Margaret miró a Ume, luego a Jade, la chica que las acompañaba. Volvió su mirada hasta las margaritas y delatores.
—Solo dilo —pidió Calvin con desespero.
—Cal, tu hermana no solo tuvo un ataque al corazón —Margaret lo miró con tristeza, pues también le afectaba decir lo que ocurría.
Créelo o no, Margaret sentía afecto por sus margaritas.
—Hicimos unos exámenes y su nivel de glucosa está incluso peor que la última vez que la vimos —habló Ume con tacto en su voz —. Luego de los primeros exámenes que le hicimos, Margaret, Jade y yo hicimos las predicciones de que, con una dieta nueva, podríamos evitar esto por varios meses, hasta darle un tratamiento especial, pero...
—Digamos que todo se salió de control —intervino Jade —. No esperábamos que esto le sucediera tan pronto. Parece que Dalia tiene tanta azúcar en su organismo que la glucosa comenzó a resistirse a la insulina.
—Cal —Margaret tomó sus manos con delicadeza una vez más y lo miró con tristeza —, a Dalia le diagnosticaron diabetes del tipo dos.
Calvin se soltó de las manos de Margaret y llevó su mano hasta su frente. Aún no sentía el alma en su cuerpo, mucho menos en su cerebro. Su mente estaba en blanco, pues nunca es sencillo escuchar que alguien que amas tiene una enfermedad como aquella. No obstante, en el momento en que Eve apoyó su mano en su hombro, cayó en cuenta de que ese era el mejor escenario que pudieron esperar. Es decir, a Dalia pudieron haberle diagnosticado alguna afección cardíaca. O peor, pudo no haber reaccionado luego del paro cardíaco. La diabetes no era buena, pero al menos la mantendría con vida. Tendría a su hermanita a pesar de todo.
—Dios, Dalia quedará destrozada al escuchar esto —pensó Sanne en voz alta.
—De verdad, no entiendo cómo ocurrió —aseguró Margaret —. La dieta que le di debía mejorar los niveles de glucosa en su sangre. Creí que ella estaría mejor, sobre todo después del esfuerzo que ha hecho por mejorar, pero luego de ver sus exámenes...solo empeoró.
—Creo que Cal y yo tenemos la explicación a eso —dijo Eve recordando el momento en que Dalia cayó al suelo junto con sus cosas —. Cuando Dalia se desmayó, su bolso se cayó con ella y de él salieron un montón de envoltorios de dulces y comida chatarra.
—Pero si ella estaba a dieta —Jade, que sabía a la perfección los movimientos de las margaritas gracias a que su madre, la doctora Wallace, la mantenía al tanto, la miró con confusión —. Mamá, tu misma hiciste la dieta indicada para eso ¡Le pediste ayuda a Beatrice y todo!
—Al parecer, la rompió —dijo Ume con tristeza —, y de una manera muy exagerada según los resultados de los exámenes.
Todos estaban impresionados ante esa nueva información. Durante todo ese tiempo, creyeron que Dalia puso su mejor esfuerzo en cada rutina de ejercicio y que siguió su dieta al pie de la letra. Al parecer, ella había estado rompiéndola en secreto. Comió tanto a escondidas que puso su vida en riesgo sin que el resto lo notara. Pasó desapercibida su tristeza y la escondió en una dulzura tan exagerada que se quedó sin insulina para procesarla.
—Yo...yo...no entiendo —Calvin se sentó en una de las sillas sin fuerza alguna —. Ella estaba haciendo la dieta. Yo la estaba apoyando, ¡todos la estábamos apoyando!
—Cal, Dalia tiene el alma más dulce que todos nosotros alguna vez conoceremos —aseguró Lilian —, pero también es una de las más débiles que he visto.
—Cierto, ella se deja corromper fácilmente —concordó Cloe —. Sé que se defiende bien de los insultos, pero, al final, le duelen más de lo que demuestra.
—Capaz perdió la fuerza en cierto punto y se rindió —habló Sanne.
—Sí, rendirse es lo más fácil cuando no ves resultados pronto —Cloe se abrazó a sí misma en ese instante.
A pesar de los kilos de diferencia que separaban a las chicas de Dalia, lograron comprenderla. Lo más sencillo en esta vida es rendirse, y sabían que la margarita obesa era capaz de tomar ese camino por lo débil que era. Resulta que, por mala suerte del destino, son las almas más valiosas quienes deciden rendirse primero.
—Pero la apoyamos —continuó Cal —. Estuvimos ahí para ella ¡Le dijimos que podría lograrlo y aun así se rindió! No lo entiendo.
—A veces, no necesitas que alguien te apoye, Cal. La vida no siempre se trata de depender de las palabras de aliento de otra persona, también tienes que apoyarte y confiar en ti. Eso es más importante —habló Lilian —. Claro que también es lo más difícil.
—Yo en el lugar de Dalia, habría hecho algo peor que romper una dieta —confesó Cloe.
—¡Clo-Clo! ¡No digas eso! —le reclamó Eve, casi asustada por la seguridad con la que hablo su prima.
—Es la verdad, Eve. Puede que a ella y a mí nos separe un muro de grasa bastante grueso, pero en algo nos parecemos y es que no importa cuánto tratemos, no vemos los resultados de nuestros esfuerzos con la rapidez que deseamos. Eso es suficiente para tumbar la esperanza de cualquiera.
—En eso nos parecemos todas —admitió Sanne, a quien le estaba costando ver su mejora.
—Ay, margaritas, sé que es duro, pero las recuperaciones no se dan de un día a otro —les dijo Margaret con cierta dulzura —. Para que una planta florezca, primero deben regarla. Pasa mucho tiempo después de eso para que de un retoño salga una flor. Es cuestión de tiempo y, por más que es duro esperar, vale la pena.
—Lo que Maggie quiere decir, sin todas esas metáforas de flores —agregó Ume al ver los rostros de confusión —, es que sanar es un proceso lento. Lilian tuvo razón al decir que el apoyo moral no es el único necesario, también deben confiar en su recuperación si quieren verse sanas. Es duro, pero muchos lo logran, así que confío en que Dalia lo hará.
—Y, ¿saben algo? Lo mejor de tocar fondo es que solo puedes ir hacia arriba —aseguró Jade con una sonrisa —. Creo que está experiencia le servirá a su amiga para darse cuenta del daño que se está haciendo.
—Sí, tienes razón —aseguró Sanne —. Aunque le dolerá saber que esto podría traerle consecuencias a su carrera de baile.
—Ella ya tenía muchos obstáculos —se lamentó Cloe —. Este es uno más.
Lilian aún tenía su mano entrelazada con la de Derek, y en el momento en que escuchó eso, él solo pudo soltar un pequeño quejido ante lo fuerte que ella lo apretó. Lili se disculpó al instante, y soltó una sonrisa que impresionó a todos los que la rodeaban.
—Descorazonada, ¿te sientes bien? —le preguntó Cloe —. Es que hay demasiado sentimiento en tu rostro y no es normal.
—Creo que se quién puede ayudar a Dali —dijo Lilian mirando a Derek —. Sé de alguien que puede mostrarle que la diabetes no es un obstáculo.
—¿Estás pensando en lo que yo creo que estás pensando? —le preguntó Derek alzando una ceja.
—Vamos, Derek. Sabes que estoy pensando en eso. Prácticamente, puedes leer lo que pienso.
—Entonces si es lo que creo, es una buena idea.
—¿Qué carajo está pasando aquí? —preguntó Sanne, confundida —. Es como si se comunicaran telepáticamente entre ellos ¡No entiendo nada!
—¿Dónde está ella? —le preguntó Lilian a Derek, sin prestarle atención a Sanne.
—En mi casa. Si nos apuramos, podemos ir y venir en quince minutos.
—¿Qué estamos esperando? ¡Vamos! —Lilian lo empujó de nuevo al ascensor —. ¡Chicos, nos vemos en unos minutos!
Y con eso, ambos amigos desaparecieron del lugar, dejando a todos confundidos.
—Que par más raro —Cloe frunció el entrecejo —. ¡Voto por ellos para que sean pareja!
— Sanne...—Eve observó a la margarita con cabello voluminoso con sus ojos entrecerrados.
—¡No le dije nada! Es solo Cloe siendo Cloe, ella sola entre sus locuras ha adivinado ciertas cosas.
Cloe sonrió satisfecha ante esa descripción de ella.
— Soy muy observadora —aseguró —. Noté que al nerd le gusta nuestra delgadita favorita desde el momento en que lo conocí. Me da cierta lástima con él, porque Lili tiene un corazón de piedra. Sería más fácil ver a Sanne con el cabello lacio que a una Lilian enamorada.
—Y este cabello no es sencillo de domar —señaló la margarita ortoréxica.
—El corazón de Lilian tampoco...si es que el hielo en su pecho se puede llamar corazón.
—Ay, mi pobre joyita —soltó Eve tras un suspiro.
Mientras tanto, Calvin seguía igual de inmerso en su tristeza y preocupación como para pensar en cualquier otra cosa. Pensar que su apoyo no fue suficiente como para alejarla de algo dañino lo lastimó a un punto en el que le dolía el corazón. Él siempre la defendió, dio todo de él para que su hermanita sonriera. Incluso le regaló un nuevo inicio, que se estaba transformando en uno terrible.
Margaret notó como los ojos tristes de Cal no abandonaban el suelo. Quizá el lugar del alma se encuentra en la mirada, pues a veces es sencillo adivinar todo por lo que pasa una persona al ver tan solo sus ojos. Ella suspiró y se sentó a su lado, atrayendo su atención.
—Escucha, Cal —le dijo —. Dalia despertó hace un tiempo. Aún no dejan que nadie pase a visitarla, pero por suerte para ti, Ume, Jade y yo tenemos contactos aquí. Danos diez minutos y buscaremos la manera de que veas a tu hermana.
—¿En serio? Gracias, Maggie —Calvin le sonrió al tiempo en que ella se levantaba una vez más para ir junto con Ume y Jade.
—De nada, querido —le dijo antes de retirarse —. Se nota que lo necesitas.
Quizá, Dalia no era la única dependiente en la familia Milestone...
...
¿Dónde se encuentra el alma en verdad? ¿Está en la mente, está en los ojos? ¿Está en el corazón? Quizá el alma está en todos lados. O, tal vez, ni siquiera está...
Margaret, su hija mayor, y Ume, hicieron lo posible por buscar a alguien que dejara pasar a Calvin a la habitación de su hermana. Gracias a sus contactos, el pelirrojo logró llegar a la persona más importante en su vida lo más pronto posible.
En el momento en el que Calvin abrió la puerta de la habitación, el olor típico a químicos del hospital se intensificó. Las paredes blancas se veían asfixiantes, incluso con ese ligero toque de azul que propiciaban los muebles resultaba demasiado abrumadora. Se adentró en el lugar, encontrando una cama con una pelirroja sobre ella.
Lo que Dalia estaba sintiendo en ese entonces, se resumía en su reflejo que le devolvía la mirada desde el cristal de la ventana. Su imagen seguía dándole asco, seguía viéndose repugnante. Ahora, a su patético físico lo acompañaba un malestar y una debilidad de la que no se podía deshacer. Finalmente podía decir que odiaba cada centímetro de su ser...
¿Y si el lugar de su alma estaba en el reflejo de sus ojos verdes?
—¿Dalia? —preguntó él al ver que ella no reaccionó ante la compañía en la habitación.
Ella volteó la cabeza lentamente al escuchar su nombre. Su hermano sintió como su corazón crujía al ver sus mejillas regordetas cubiertas de lágrimas. Ella estaba destrozada, sus kilos de más la llevaron hasta el colapso. Las burlas por fin invadieron cada una de sus estrías, hasta entrar en su organismo y atravesarlo.
—Hola, hermanito —le dijo con voz quebrada y, en medio de una sonrisa forzada, más lágrimas cayeron sobre sus mejillas regordetas.
E. Punset se equivocó, pues el alma es algo tan grande que no tiene lugar en el cerebro. No cabe en los ojos, o en el corazón. Es algo que se almacena en todo el cuerpo, en cada centímetro de él.
Un alma no es sólo la esencia de una persona, también son sus temores y sus debilidades. Es lo que nos hace humanos, y al mismo tiempo, es capaz de lastimarnos. Y si alguien tiene una inocente, valiosa y dulce, puede que sea la primera en rendirse...
Es que mientras más pesada el alma, más difícil es cargarla.
¿A dónde van las almas que se rinden? Porque el gran cuerpo de Dalia no quería seguir almacenando algo que la llenaba de tanta...lástima.
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