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Capítulo 30


Capítulo 30:
La familia Osbone:
Día 105 del programa: 25 de abril del 2015

3:30 pm

La familia Osbone era la familia más alegre que Lilian conocía y su felicidad aumentaba cuando a Drew Osbone, el padre de Derek, le permitían un descanso de la milicia y volvía a su hogar. Ser soldado y pasar más tiempo en zonas de guerra que con su familia, le hacía apreciar a Drew el poco tiempo que tenía con las personas más importantes para él. Luego de haber visto a miles de soldados y civiles morir, él valoraba cada instante de su vida y se lo hacía saber a quienes amaba.

—Derek, hijo, debes cortar tu cabello —dijo Beatrice, la madre del nerd, comenzando a servir el almuerzo que con empeño había preparado para tan especial ocasión.

Drew se quedaría en Detroit tan solo unas semanas, y toda su familia pensaba sacarle el máximo provecho a su presencia.

—Ugh, mamá ¿Otra vez con lo mismo? —preguntó Derek con fastidio.

—¿Cómo quieres que deje de reclamarte si aún sigues con esa melena? —le reprochó —. ¿Qué? ¿Estás tratando de copiarle el peinado a Lilian?

Los dos amigos intercambiaron miradas, y solo para ese entonces notaron que tenían el cabello del mismo largo; la única diferencia era que el de Lilian era completamente lacio y el de Derek era ondulado. No obstante, los mechones de sus cabelleras castañas oscuras, llegaban hasta sus mentores.

—¿Y qué si me quiero copiar? —él volteó hacia su madre, para bromear con ella imitando un tono de voz de niño de primaria enojado.

—Que a Lili le queda bien el peinado —le respondió su hermana desde el regazo de su papá —, pero tú te ves como ese vagabundo que vimos el otro día cerca del basurero de McDonald's.

Lilian y Drew rieron en sincronía gracias a la sinceridad de la pequeña Silene. Beatrice se cruzó de brazos y levantó el mentón con orgullo, como si quisiera presumir lo bien que había criado a esa niña y que siempre, siempre, tenía la razón. Derek soltó un suspiro y miró a su hermana sintiéndose traicionado.

Para cuándo terminaron de reír, Drew le pidió a Silene que se sentara en su puesto para poder comer. Beatrice tomó asiento al lado de su esposo y Lilian se tomó el tiempo de observarlos a ambos. A diferencia de lo que su padre fingió tener con su madre por años, la relación del señor y la señora Osbone era real y llena de amor.

Ella era una mujer de cuarenta y tres años, de estatura promedio, alegre, de ojos castaños claros y cabello color miel tirando a dorado, y él era un hombre de la misma edad, más alto, de cabello chocolate oscuro y sonrisa sincera. Llevaban veinte años casados, y, a pesar del tiempo, Drew aun lograba hacer sonrojar a su esposa tal y como lo había hecho en su primera cita. Tan solo bastaba una mirada fugaz entre los dos para percibir ese cariño que perduraba a pesar de todo.

Para Lilian, ellos dos eran la demostración de que, lo que para ella fue una farsa, si existía en verdad. No podía sentir celos hacia Derek o hacia alguno de los Osbone, porque, después de todo, ellos la trataban como una más de la familia. No obstante, si le habría gustado que sus padres hubiesen intentado ser como Beatrice y Drew.

Pero a ella le tocó una Caroline y un...hombre al que ni siquiera quería mencionar.

—Bien, he estado mucho tiempo fuera —dijo Drew con una sonrisa —. Cuéntenme, ¿qué ha pasado?

—Nada nuevo —Beatrice se encogió de hombros —. Tu hijo sigue viviendo en el ático.

—Genial, aquí vienen las bromas otra vez —Derek soltó los cubiertos y esperó lo que venía, reprimiendo una sonrisa.

—¿En serio, Derek? —su padre lo miró con diversión —. ¿Veinte años y aún vives con tu madre...y en el ático?

—Y está soltero —añadió su madre —. Tantos idiomas que sabe y no usa ni uno para coquetear con alguna chica.

—¡Ja! ¡Sí claro! —Lilian rio a la broma de Beatrice.

Tanto su madre como su padre sabían muy bien que la larga lista de exnovias de su hijo decía lo contrario, pero se divertían al fingir que no era cierto.

—Al paso que vas, tendremos que sacarte a escobazos de la casa, hijo.

—¿Al menos tienes amigos? Lilian no cuenta, todos sabemos que ella está contigo por lástima.

Lilian soltó una pequeña carcajada al tiempo en que la sonrisa burlona en los padres de su amigo aumentaba. A Beatrice y Drew no les molestaba en lo absoluto que Derek viviese en el ático. Sabían perfectamente que su hijo tenía la capacidad para llegar lejos, él decidiría cuando hacerlo. Sin embargo, disfrutaban bromear con él diciendo que terminaría solo, viviendo con su madre y con Lili como su única amiga.

—¿Que hice yo para merecer esto? —preguntó negando con la cabeza, divertido.

—La única razón por la que tuvimos hijos fue para poder reírnos de ellos —aseguró Bea.

—Y como mi princesa es demasiado tierna, te tendrás que aguantar las bromas tú solo, hijo —soltó Drew.

Derek volvió a sacudir su cabeza y, en el momento en que su melena un tanto crecida siguió tal movimiento, su madre le quitó a Silene el moño que traía, se levantó, y recogió los ondulados mechones de su hijo en un lazo rosa. Derek trató de librarse de aquello, pero un jalón de orejas y una sacada de lengua por parte de su progenitora lograron que se quedara quieto. Lilian solo sabía mirar a los Osbone con diversión.

—Y bien, Lili —Drew dirigió su atención a quien consideraba una segunda hija —. ¿Qué tal la escuela?

Derek y Lilian intercambiaron miradas. Los señores Osbone, al igual que todos los antiguos conocidos de Lili, no sabían la historia completa de la vida de la chica. Ambos amigos decidieron revelar solo el detalle del abandono de su padre, pero no dijeron que Lilian debió abandonar la escuela para trabajar.

—Estoy aprendiendo latín —se limitó a decir Lilian.

—¡Oh! ¡Qué bueno! —exclamó Bea —. Derek habla ese idioma...aunque bueno, hablar es lo mejor que hace mi hijo. Lo que estoy esperando es que alguien lo calle.

—Numquam!—exclamó Derek y llevó un gran bocado de milanesa en su boca.

—¿Y qué tal tu madre, Lili? —continuó Drew. El detalle de Caroline volviéndose adicta al alcohol tampoco lo sabían.

—Igual que siempre —y por supuesto que los señores Osbone desconocían que con ese "igual que siempre" Lilian se refería a que seguía golpeándola.

Derek miró de reojo a su amiga y de inmediato se le encogió el corazón. Notó como ella bajó la mirada al instante, y que se negaba a tocar su comida. Lilian merecía la mejor vida posible y había recibido una que no se le acercaba en lo absoluto.

—Yo debo irme —suspiró Lilian —. Gracias por todo, pero debo ir con mi madre.

—Ay, pero cariño, no has comido nada —señaló Beatrice.

—¡Y me prometiste jugar conmigo luego de comer! —exclamó Sile, con cierta tristeza.

—No tengo hambre, Bea —le sonrió de lado para luego mirar a Silene—, y te prometo jugar mañana contigo, princesa.

—Ay, pero linda, seguro que a Caro no le molestará si te quedas un rato más.

—Si, además que tengo mucho tiempo sin verte, Lili —dijo Drew —. Esperaba que me contaras sobre tus dibujos.

—Déjenla irse — habló Derek y luego miró a su amiga —. Iré a tu casa más tarde para recoger esos cuadros que ya vendiste y los entregaré mañana.

Ella parpadeó un par de veces antes de poder recordar de qué hablaba.

—No tienes que hacerlo —le dijo a su amigo.

—Pero quiero hacerlo —él le sonrió —. Nos vemos, Lili.

Lilian se despidió del resto de la familia Osbone y se retiró de la mesa para luego salir de la casa. Derek sabía exactamente qué haría y lo asustaba. Sin embargo, ya había descifrado que, si continuaba insistiéndole que parara, solo empeoraría las cosas. Suspiró y se convenció de que iría en la noche a consolarla y abrazarla. Solo esperaba que Caroline no dejara un nuevo moretón en el lastimado cuerpo de su mejor amiga. Sabía que las purgas de Lili no siempre podría evitarlas, pero al maltrato de su madre si podía ponerle un parado.

Solo no lo hacía por qué Lilian le había pedido máxima discreción.

Por otro lado, Bea y Drew intercambiaron miradas llenas de preocupación al ver el plato de Lilian completamente lleno. Había cosas que su hijo no quería decirles, pero que notaban con facilidad.

—Cariño, sé que dices que Lilian está bien y todo eso —le dijo su madre —, pero, ¿no ves que está demasiado delgada?

—La veo muy apagada —señaló Drew —, esa no es la Lili que recuerdo.

—Sé que lo niegas, pero creo que ella está enferma, Derek. Quizá los dos no lo quieren ver, pero soy nutricionista y he visto cientos de casos así. Creo que algo podría estarle pasando y no es...

—Bulimia —la interrumpió Derek al tiempo en que quitaba el lazo rosa de su cabello. Sus padres lo miraron extrañados.

—¿Qué? —preguntó Drew.

—Eso es lo que le está pasando —admitió Derek —: bulimia.

Tanto Drew como Beatrice quedaron boquiabiertos. Supusieron que algo le pasaba a Lilian, pero la querían tanto que optaron por negarlo hasta el final. Ahora que lo sabían, era duro de afrontar. Vieron a esa niña crecer junto a su hijo, no querían verla desvanecer ahora.

—No debí decirlo, ella me pidió guardar el secreto —él se quitó los lentes para esconder su rostro frustrado entre sus manos —, pero me está volviendo loco ver cómo se hace daño. Lleva tres años así y yo...cada vez duele más.

Derek soltó una carcajada amarga y se puso los lentes de nuevo para mirar a sus padres.

—Lo lamento, soy un egoísta —dijo apenado —. Ella es la que está sufriendo y yo me quejo de dolor...

—Ay, no, cariño, tienes toda la razón de sentir dolor —su madre se apresuró en buscar su mano y apretarla con fuerza —. Ella es muy importante para ti y es normal que te duela verla así, a nosotros nos duele también.

—Hay que hacer algo al respecto —habló Drew con preocupación —. Tenemos que ayudarla, buscar a algún especialista...

—Ya lo hice —les informó Derek —. Lili es parte de un programa que ayuda a personas con trastornos. Una doctora especializada en ese tema se encarga de ella y de otras tres chicas.

—¿Qué doctora? —preguntó su madre.

—Margaret Wallace.

Al oír ese nombre, Beatrice soltó la mano de su hijo y abrió los ojos en sorpresa.

—¿Está todo bien, ma? —preguntó Derek.

—Sí, sí, esa mujer es una veterana en lo que hace —le explicó —. Se ha vuelto millonaria con sus libros, que son asombrosos. Prácticamente, mi carrera entera se resume en ellos. He ido a seminarios y su manera de hablar y de conectarse con el tema es simplemente único...

—Pero...—la animó a terminar Derek.

—No es un pero, es un y, hijo —lo corrigió—. Su hija mayor, Jade, es pasante en el hospital en el que trabajo. Está bajo la supervisión de Ume, ¿la recuerdas, cielo?

—Por supuesto — respondió Drew.

—Bueno, hace unos meses, ellas dos solicitaron mi ayuda para revisar unos exámenes. No me dieron los nombres de las pacientes, tan solo me dijeron que era un favor para Margaret y que eran casos de ortorexia, anorexia, obesidad y...bulimia.

—Esas son las chicas —susurró Derek con sorpresa.

—Hijo, tuve el diagnóstico de Lilian en mis manos y ni siquiera lo sabía.

—Mamá, ¿qué decían los exámenes? ¿lo recuerdas? Necesito saber qué tan mal está Lili.

Su madre trago saliva antes de hablar, casi parecía estar buscando la fuerza para confesar todo lo que sabía.

—El de la chica con ortorexia decía que tenía niveles anormales de sodio en su sangre; el de la obesa, que sus niveles de azúcar estaban al borde del colapso; el de la anoréxica, que tiene anemia y el de la chica bulímica...muy poco sodio, potasio y calcio en su organismo, ¿sabes que puede causar eso?

Él lo sabía, pero quiso negar con la cabeza porque no lo quería admitir.

—Hijo, si Lilian sigue por el camino que va, podría darle un ataque al corazón.

Derek se echó para atrás en la silla y suspiró con fuerza. Cerró los ojos, tratando de asimilar aquello. No estaban hablando de algo ligero, se trataba de un ataque al corazón. Su bulimia podía llevarla a la muerte. Esa enfermedad podía detener el corazón más injustamente lastimado que conocía Derek.

Y eso rompería su corazón también.

—Hiciste bien en llevarla con Margaret —su madre volvió a tomar su mano para animarlo —. Ella la ayudará y verás que tendremos de vuelta a nuestra alegre y tierna Lilian de siempre.

Esa Lilian se oía demasiado lejana para Derek, era como un fantasma del pasado. Aún podía verla en ocasiones, cuando se fijaba en sus ojos azules pálidos por los cuales ya sentía debilidad, pero tan solo era un espejismo escondido detrás de tanto dolor.

—Eso espero —Derek trató de sonreírle de lado a su madre, pero no lo logró —. No quiero perderla...

—Vaya, de verdad te gusta —señaló su hermana.

Derek miró a la pequeña princesa Osbone con sorpresa. Sin embargo, al procesar esa oración, no pudo evitar sonreír, o sentir esas polillas dentro de sus paredes estomacales. Quizá ya no lo podía ocultar.

—¿Tan obvio soy, princesa? —preguntó con diversión.

—No, pero tú madre me estaba contando que lo sospechaba ayer por la noche —le dijo su padre —, y la princesa de la casa resultó ser igual de chismosa que la reina de esta.

—Y nosotros lo notamos porque...bueno, te hicimos —su madre se encogió de hombros —. No hay nada que puedas ocultarnos, cariño.

—Me estoy enamorando de Lilian —les confesó —, pero esto no es como con Nickie, o con Heather, o con Tiffany, o...

—Entendimos —lo detuvo su madre tras rodar los ojos—. No nos des la lista de tus ex's cuando ya la sabemos de memoria. Háblanos de la chica que nos importa.

Derek le dedicó una pequeña sonrisa a su mamá

—Quiero enamorarme de la manera correcta con ella. A pesar de que lo más probable es que ella nunca sienta lo mismo por mi.

—¿Lili no quiere ser tu novia por qué te ves como un vago con el cabello largo, o por qué cree que le robaste el peinado? —preguntó Silene ladeado la cabeza y su hermano soltó una carcajada.

—No, princesa. Lilian no querría ser mi novia porque uno, soy su mejor amigo y dos, ella no está pensando en enamorarse.

—Pues, enamórala —siseó su hermana.

—Sería egoísta, considerando por todo lo que está pasando.

—Egoísta sería que, con tanto amor que tienes para dar, te lo calles y no se lo ofrezcas. Mala jugada, hermanito.

Derek y sus padres miraron a la niña de siete años con sorpresa.

—¿Desde cuándo dices cosas tan sabías? —preguntó Derek —. ¡Vas a primer grado!

—No eres el único inteligente en esta familia —se encogió de hombros —. Solo eres el único con miopía.

—Ay, como me alegra haber tenido a estos niños —soltó Drew con diversión.

—¿Y crees que pueda enamorarla, princesa? —le preguntó Derek a su hermana.

—Eres Derek Osbone, si pudiste enamorar a Nickie, a Tiffany, a Heather y a las otras tantas, podrás con Lili. Solo hazlo bien esta vez porque a Lilian si la quiero ¡Ah! Y si estás buscando que ella piense que eres guapo, cortarte el cabello, o te dará limosna en vez de un beso.

Beatrice y Drew soltaron carcajadas sonoras ante la osadía de su hija menor. Silene era una princesita de siete años que amaba a su familia con todo el corazón, pero también era una mimada muy directa que no tenía pelos en la lengua a la hora de decir la verdad. Con una inteligencia vivaz para una niña de su edad, era capaz de dejar a su hermano, el físico, boquiabierto.

—Yo...ehh...creo que estoy demasiado impactado con ese consejo como para decir algo —dijo para luego soltar una carcajada —. Te amo, princesa.

—Y yo a ti, hermanito —ella sonrió —. Y amo el hecho de que serás el príncipe de Lilian.

—No cantes victoria antes de que empiece la guerra, princesa —le dijo su padre —. Primero, ¿no crees que deberías hacer algo con respecto a los resultados de sus exámenes, hijo?

—Cierto —concordó su madre —. Lilian no es la única en estado crítico: la chica con obesidad me preocupó mucho también. Por como Ume me describió su alimentación, creo que podría darle diabetes, o algún problema en el corazón.

— Mier...—Derek se detuvo al notar a su hermana —. coles por la tarde, el momento más fastidioso de la semana.

Silene rodó los ojos y continuó comiendo su milanesa. Derek Osbone: excelente físico, hermano intachable, pero terrible escondiendo cosas como esas.

—Llamaré a Calvin y a Eve después de comer, entre los tres hablaremos con Margaret.

—Ve ahora —le dijo su madre.

—Pero...

— Hijo, ve —le ordenó su padre —. Tendremos muchos más almuerzos juntos, pero la vida de esas chicas vale cada segundo. No lo gastes en comer una milanesa, por más excelente que esté.

Derek miró a su padre, a quien no había visto hacía meses, y sintió un orgullo enorme. Ese hombre arriesgaba su vida a diario y cuando por fin conseguía un tiempo con los que amaba, le pedía que fuera a socorrer a alguien más. Por supuesto que las margaritas valían la pena y quería ver a las cuatro lo más sanas posibles, así que siguió la orden de su padre y, tras despedirse de su familia, se retiró de la casa y se apresuró a llamar a Calvin.

Beatrice sonrió por la decisión de su hijo y buscó la mano de su esposo sobre la mesa. Una vez sus dedos se entrelazaron y sus miradas se juntaron, ambos concordaron con ese pequeño contacto lo orgullosos y agradecidos que estaban de tener una familia como la suya. Así como eran, bromistas y demás, se querían como solo ellos podían. Y ella estaba segura de que, cuando su hijo estuviera listo para amar a Lilian, lo haría de la mejor manera posible.

Solo así sabían amar los Osbone.

—¿Me llamaste chismosa hace un rato, Drew Osbone? —cuestionó Bea alzando una ceja.

—Eh...no —dijo él con nerviosismo.

—Yo te oí, papi —lo delató su hija.

Drew miró a su princesa con los ojos entrecerrados. Silene le sonrió con inocencia, consciente de lo que había hecho, pero divertida ante ello. Él miró a su esposa y le dedicó una de esas sonrisas que sabía derretían a Beatrice.

—Te amo —le dijo.

Su esposa rodó los ojos ante esa sucia jugada, pero no pudo evitar sonreír por sus palabras. No había familia más alegre y llena de amor que la de los Osbone, y si a alguno de ellos se le presentaba la oportunidad de contagiar tan solo un poco de su cariño, lo harían sin pensarlo.

Era algo natural en ellos.

Latín: ¡Nunca!

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