Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Capítulo 2
Las cartas de Cloe y Sanne
Día 0 del programa M.E.R: 11 de enero de 2015

1:00 pm

A simple vista, la vida de Cloe Nicols era como la vida de una adolescente cualquiera con diecisiete años. Iba a la escuela, formaba parte de un grupo de porristas, salía con amigos, asistía de fiestas y a partidos. En fin, no era distinta a muchas chicas de su edad, pues es cierto que últimamente hay demasiados casos como el de ella, pero te digo que la historia detrás de sus costillas expuestas la vuelve diferente.

Y no, diferente no es un insulto; es un error pensarlo así.

Se miró una y otra vez en el espejo del baño del instituto. Debajo del uniforme de porrista, sus costillas comenzaban a reclamar ser vistas. Sus ojeras, bien cubiertas por el maquillaje, aún resultaban un problema ¡Y ni hablar de los mechones de cabello que poco a poco se desprendían de su cuero cabelludo! Por esa razón, siempre traía su rubia cabellera en un moño, así no se notaba la reciente calvicie ni las raíces castañas. No entendía cómo, incluso después de haber eliminado cada carbohidrato y dulce de su dieta, seguía odiando el reflejo frente a ella. Odiaba sus brazos porque no parecían lo suficientemente delgados, y sus piernas las aborrecía por no ser del grosor de un palo de escoba. En sus ojos azules, oscuros y profundos, la frustración se hacía ver como un grito desesperado proveniente de su alma. Después de todo su esfuerzo, seguía sin ser la más delgada del equipo de animadoras.

La anorexia es sinónimo de temor; temor a aumentar de peso. Quienes la padecen, tienen una percepción delirante de su cuerpo que los hace verse a sí mismos más pesados de lo que son. Cómo si sus espejos fueran de esos que se encuentran en los circos, ven su imagen más voluminosa de lo que en verdad es. Por esa razón, combaten su delirio con ayunos y reducción de ingesta de alimentos. No se permiten sentir hambre, todo por un reflejo quebrado ante ellos.

Pero si se lo preguntabas a ella, te habría dicho que no estaba enferma. Ella solo quería ser hermosa.

Tras respirar profundo e intentar callar a su estómago, se miró en el espejo y se dedicó a pintar sus labios rotos. Tenía la mala costumbre de morderlos siempre que sentía hambre, lo cual era más seguido de lo que solía admitir. El timbre de salida dio la señal de que las clases habían llegado a su fin por ese día y, en menos de diez minutos, otras chicas entraron al baño. Cloe les sonrió, tras ese simple gesto se dedicó a salir hacia los pasillos de su instituto.

Bien, volvía a su constante actuación: fingir que no le dolía la barriga, fingir que no le sangraban los labios, fingir que sonreía porque estaba feliz, fingir que no tenía hambre...fingir que no tenía hambre...hambre...

No, las chicas lindas no tienen hambre.

—¡Cloe! —ella escuchó la voz de Rachelle Johnson (alias, "su mejor amiga en el mundo mundial"). La llamó desde los casilleros al final del pasillo y Cloe no tardó en llegar hasta allá.

Rachelle era la viva demostración de que la perfección existe, o al menos así la veía Cloe. La chica tenía una despampanante cabellera rubia natural que se veía hermosa de cualquier forma. Poseía unos ojos claros que lograban derretir corazones a lo largo y ancho de la escuela. Eso sin mencionar su abdomen plano, sus largas piernas, y sus delgados brazos...No había nada que diferenciara a Rachelle de una modelo de revista.

—¿Dónde te habías metido? —le reclamó Rachelle introduciendo algunos libros en su casillero —. Te perdiste la mitad de la práctica.

—Lo siento, Chelle, me siento un poco mal del estómago —mintió, con vergüenza saliendo de su voz.

—Mhm, ¿mal del estómago? ¿No será que comiste algo que te cayó mal?

Cloe mordió sus labios con nerviosismo, sintiendo el sabor metálico de la sangre invadir su paladar. Intentó huir de los perfectos ojos de su amiga, pero, sin importar sus esfuerzos por esconder la verdad, no pudo ocultar que sí había ingerido algo. Cometió el error de comer un alimento prohibido.

—Cloe, ¿comiste algún dulce? —preguntó Rachelle en tono de regaño.

—Solo fue un pequeño chocolate —y con esa confesión, se ganó una mirada de horror por parte de su amiga.

—Ugh, Cloe, ¿qué acaso no puedes controlarte? Esa comida de cerda te va a inflar como el globo que eras antes.

—Lo sé, pero...

—¡Cameron! —antes de que pudiese terminar, Rachelle llamó al chico rubio al otro lado del pasillo.

El estómago vacío de Cloe se hizo un nudo en el instante en el que Cameron Jones se acercó hasta ellas. Su novio era sin duda el chico más guapo del instituto, y el más popular de por sí. Era el capitán del equipo de fútbol americano, así que hacían la pareja de ensueño: la porrista y el jugador ¿Acaso había algo más perfecto?

La Cloe que hace dos años había sido solo la cerda del instituto, sentía que su nueva vida era todo un sueño hecho realidad. Era popular, tenía amigos geniales, su novio era guapo y a ella no la insultaban. Era linda y aceptada, eso no se podía arruinar por una barra de chocolate.

—Hola, nena —le dijo Cameron, tomándola por la cintura para luego dejar un beso en la comisura de su labio —. ¿Qué tal todo?

—Bien, cariño —respondió, ocultando a duras penas el temblor en su voz.

—Ah, no mientas Cloe Gabrielle Nicols —le reclamó Rachelle y luego miró a Cameron directo en sus ojos pardos —. Tu novia no fue a la mitad de la práctica de hoy porque se comió un chocolate y le sentó mal en el estómago.

—¿Un chocolate? —Cameron la soltó y alzó una ceja en su dirección —. Cloe...

—Ya, ya, lo siento. De verdad que lo siento —dijo cerrando su casillero de golpe —. Fue un error. No lo volveré a hacer...

Cameron y Rachelle habían hecho mucho por Cloe. La apoyaron cuando todo el mundo la llamó cerda y la ayudaron a convertirse en la chica que era en ese momento. Gracias a ellos dos, ella había dejado de ser la burla de la gente. Por ellos era respetada y no quería decepcionarlos...No podía decepcionarlos.

—Nena, sabes que te decimos esto por tu bien —habló Cameron, tomando la delgada mano de Cloe —. Si comes esas cosas volverás a engordar.

—Y las gordas no pueden ser animadoras —le recordó Rachelle —. Sería terrible que no fueras porrista, Clo. No estaríamos juntas casi nunca y nuestra amistad se dañaría. No quiero perder a mi mejor amiga.

—Y no me vas a perder. Ninguno de los dos me va a perder —aseguró —. Se los prometo, no volverá a pasar.

—Bien, porque Chelle y yo nos esforzamos mucho por ti y no quiero creer que ambos desperdiciamos nuestro tiempo. Te amamos y por eso queremos lo mejor para ti.

—Y yo los amo a ustedes, no haré esto de nuevo.

Tras dedicarle una sonrisa, Cameron dejó un beso en los labios de su novia. Sí, definitivamente Cloe se sentía en el paraíso y no podía arruinarlo. Debía ser perfecta, perfecta como Rachelle o como una modelo para no perder la vida tan maravillosa que se había ganado. No habría más chocolates para Cloe Nicols, ni una pizca de azúcar entraría en su paladar de ahora en adelante.

Se despidió de ambos y fue hacia la calle, donde la bocina de un viejo Volkswagen azul reclamó su atención. Entró en el viejo cachivache que, como siempre, olía a café y a flores. El crédito de ese dulce aroma que comenzaba a darle nauseas le pertenecía a la chica que le sonreía desde el asiento del piloto. Cloe desconocía la razón por la cual el auto de su prima, Eve Nicols, tenía ese olor tan específico. Aunque, entre nosotros, Eve se lo habría dicho si tan solo ella hubiese preguntado...

—Tienes que comprarte un auto nuevo —dijo Cloe sin siquiera saludar —. Qué vergüenza que vengas a buscarme en esta cosa.

—Si tanto te molesta, ve a casa caminando, Clo-clo —dijo Eve, bajando el volumen de la radio —. ¿Qué tal la escuela?

—Es la escuela, Eve ¿Qué te interesa lo que haga allá?

Eve y Cloe fueron muy unidas en un pasado no tan lejano. Siendo cinco años mayor que su prima, Eve siempre la trató como la hermana menor que nunca tuvo. La Cloe que recordaba era una chica amigable, graciosa y alegre. Sin embargo, en ese último año, había visto cómo se transformaba en alguien más irritable y respondona. Fue como presenciar una metamorfosis...pero a la inversa.

Notó la pérdida de peso de Cloe y, aunque en un principio creyó que todo se debía a dietas y ejercicio, luego se dio cuenta de que quizá se le había salido de las manos a la chica. Le reclamó una y otra vez que no podía dejar de alimentarse, pero, ¿la escuchó? El hecho de que tú estés leyendo la historia de las Nicols demuestra que no; Cloe nunca escuchaba lo que salía de los labios de Eve.

Después de todo, ¿para qué hacerlo? Cloe creía que su prima jamás la comprendería. Eve era hermosa, también rubia con los mismos ojos azules que ella, pero por supuesto que le quedaban mejor. Tenía un cuerpo digno de envidiar y un rostro que muchas revistas desearían contratar ¿Cómo entendería a su querida Clo-clo, cuando ella no sabía lo que era sentirse fea y gorda? No vivió lo que vivieron las costillas de su prima en algún momento, así que no entendería porque ahora ellas intentaban escapar de tan escuálido cuerpo.

—Me importas, Clo-clo —dijo Eve, echando a andar el auto —. Así que todo lo que hagas me incumbe.

—Te he dicho que no me llames así —le reclamó.

—Así te llamo desde que tenías seis...

—Pues mira, ya han pasado once años. Es momento de dejar ir ese apodo.

Eve suspiró sin saber qué más hacer. No importaba que tan amable tratara de ser, o que tanto intentara involucrarse, Cloe siempre la alejaba. Era considerada una enemiga cuando lo único que quería era ayudar. Pero, ¿cómo ayudas a alguien que no quiere ayuda? ¿Cómo le explicas a alguien que su imagen de belleza es letal? ¿Cómo le dices a una persona que quieres que está enferma, cuando sabes que te lo negara?

Cloe movió su mochila para colocarla en la parte trasera del auto. En el proceso, un sobre cayó de esta. Miró extrañada aquella carta, no había puesto eso ahí antes. La tomó con curiosidad, insegura con respecto a su contenido. Lo único que pudo leer fue su nombre escrito en una letra que desconocía, por lo que descartó que fuese un detalle de Cameron, o alguna nota de Rachelle.

—¿Qué es eso? —preguntó Eve sin apartar la mirada del camino.

—Una carta —respondió Cloe confundida, mirando el sobre por delante y por detrás —. Que extraño, no estaba ahí en la mañana...

—Capaz alguien la puso ahí —sugirió la mayor de las dos —. ¿Hay algún remitente o algo por el estilo?

—No, la carta es anónima.

Para ese momento, Eve frenó el auto frente a un semáforo en rojo y se permitió mirar a su prima con curiosidad. Luego, le sonrió.

—Ábrela y léela. Por algo debió aparecer en tu mochila, ¿no?

—No sé, no me interesa —aseguró poco convencida —. Mejor la boto y ya.

—¿No tienes curiosidad?

Cloe mordió su labio inferior y observó con delicadeza el sobre. No tenía ni idea de que podría estar escrito dentro y creyó que no le importaba, hasta que vio la ceja alzada de su prima y recordó algo que ni siquiera su nueva imagen logró desterrar de su personalidad: ella era extremadamente curiosa.

—Bien, la leeré —dijo, dándose por vencida.

Y eso hizo: abrió el sobre y leyó...

...

12:30 pm

Sanne Coleman, esa nadadora que con tan solo diecinueve años había ganado incontables competencias, no era bien conocida a sus alrededores. La precedía una actitud antipática y prepotente que lograba apartar a cualquiera que intentara acercarse a ella. No obstante, eso no parecía importarle. Cuando no estaba nadando, estaba sumergida en su cuenta de Instagram ¿Cómo iba a notar que todos los presentes en el gimnasio por el que caminaba rodaron los ojos al sentir su presencia?

Sanne había iniciado una cuenta en esa red social que la llevó a tener más de un millón de seguidores. Sus dietas y ejercicios consiguieron incontables likes, por lo que se sentía muy orgullosa. Sin embargo, desde hacía ya un tiempo, comentarios negativos comenzaron a atormentar la fama en su página, hasta un punto en el que ella se lo tomó como algo personal.

—¡¿Dietas demasiado estrictas?! —exclamó en voz alta al leer uno de los comentarios. Notó que llamó la atención de algunos en el gimnasio y, sin darle mucha importancia, empujó la puerta hacia donde se encontraba la piscina.

¿Dietas demasiado estrictas? No comprendía, tan sólo les había recomendado a sus seguidores eliminar la carne, las grasas y las verduras cultivadas con pesticidas de su alimentación, nada más. No era nada exagerado, así que userCaro_romina podía irse a la mismísima mierda por no seguir sus indicaciones. Jamás adelgazaría si no seguía sus recomendaciones, o al menos eso predicaba Sanne.

La ortorexia no es un trastorno alimenticio muy conocido, aun así, no deja de ser importante. Muchos de los que la tienen ni siquiera lo saben; eso le ocurría a Sanne, quien no tenía ni idea de que su obsesión por la comida sana era más bien una conducta trastornada.

Las personas ortoréxicas no paran de comer para ser delgadas, tampoco se inducen el vómito o llegan a más. Lo que las caracteriza es que se preocupan a cada segundo por lo que ingieren, lo que los lleva a pensar detalladamente qué tan sana es la comida que comen y a planificar por horas dietas que podrían servirles para no aumentar de peso. Ellos se vuelven increíblemente abiertos a la hora de compartir su manera de alimentarse, tanto que incluso llegan a menospreciar a aquellos que no siguen reglas dietéticas.

Y sé que te estás preguntando: ¿Y comer sano es un problema? Pues, todo se vuelve problema cuando se convierte en una obsesión.

Sanne se enamoró tanto de sus dietas estrictas que comenzó a promocionarlas por Instagram. Se volvió muy popular en la red. No obstante, en la vida real, cuando alguien se le acercaba y ella se enteraba de que esa persona no seguía un estilo de vida tan sano como el que promocionaba en su página, lo rechazaba. Se volvió alguien increíblemente aislada, pero, ¿cómo iba a notar eso sí sólo pensaba en dietas a cada segundo del día?

Levantó la mirada para observar el agua de la piscina. Sonrió, esa era su razón para vivir. Desde niña, ella siempre estuvo clara de una cosa: mientras estuviese nadando, todo estaría bien. La natación se convirtió en su pasión, su razón para respirar. Cuando nadaba, el agua se colaba por sus poros y se volvía parte de su alma. Lástima que una pasión tan grande haya sido la fuente de una obsesión que la duplicaba en tamaño y gravedad.

A medida que Sanne fue avanzando en el territorio de las competencias de nado, notó que nadadoras mucho más esbeltas llegaban a la meta en tiempos que ella ni pensaba alcanzar. Para mejorar, comenzó a comer sano. Uno nunca espera que algo como eso se le salga de las manos a alguien, pero como ya ves, se le salió.

Invertía todo su tiempo en pensar cuántos carbohidratos eliminar de sus dietas, cuántas lechugas poner, y cuantas almendras quitar. Tras años de esa manera, aborreciendo a cualquiera que no siguiera reglas alimenticias, se volvió alguien de mirada severa y carácter tan frío como el agua de la piscina en la que se sumergía cada tarde.

—Sanne, llegas tarde —Dann Carlton, un hombre alto, musculoso, pelinegro de unos treinta años, la encontró observando la piscina.

Sanne era la alumna estrella de Dann, comenzó a entrenarla cuando ella era una niña y podía decir que con los años ya la veía más como una amiga que como una nadadora más. Quería lo mejor para ella, soñaba despierto con verla en las Olimpiadas. Sabía que tenía el potencial para llegar lejos, lástima que su actitud le había quitado muchas buenas oportunidades.

—Lo lamento, estaba probando una nueva receta para... —Sanne se vio interrumpida por su entrenador, quien la calló al tiempo en que se secaba el torso completamente empapado.

—Ya, déjalo así —le indico —. No es la primera vez que me abandonas por comida.

—No te abandoné. Aquí estoy, ¿o no?

Dann suspiró. Le preocupaba que Sanne no viera la gravedad de su actitud. Quizá él no la vio en un principio tampoco, pero ahora comenzaba a ser bastante obvio que no se trataba de un comportamiento normal. Temía por el futuro de las dietas de Sanne. Si seguía eliminando carbohidratos y grasas, podría llegar a hacerse daño de verdad. Esa es otra característica de la ortorexia: a medida que avanza, más probabilidades hay de que la o el paciente sufra carencias nutricionales o alguna enfermedad psiquiátrica.

La pregunta es, ¿qué tan obsesionada estaba Sanne?

—Mejor ve a cambiarte —dijo Dann sin querer discutir.

Ella no respondió, tan solo se dirigió al vestidor de damas para cambiar su ropa deportiva por su bañador entero. Buscó su casillero sin apartar la mirada de su móvil, ya conocía el camino lo suficientemente bien como para no chocar con nada. Lo que la sorprendió fue que, al abrir el pequeño compartimiento donde sus lentes de agua y gorro reposaban, consiguió un sobre con su nombre escrito en una bonita letra.

—¿Y esto? —se preguntó al tomarlo.

La carta era anónima, y tenía un extraño olor a rosas que se mezclaba de la forma indebida con el aroma a cloro en esa parte del gimnasio. Miró a sus alrededores, pero, al no encontrar a nadie, dirigió su mirada al sobre una vez más. Quizá había sido Dann quien la había puesto ahí, aunque lo dudaba; esa letra no era ni remotamente parecida a la de él.

Confundida, decidió dejar su teléfono a un lado para poder abrir el sobre. Lo hizo; ella leyó la carta a pesar de que su móvil estaba a reventar de notificaciones...

Admito que releer el inicio de estas chicas, a las que le tomé muchísimo cariño, me trae cierta nostalgia ahora que estoy  corrigiendo la historia...💔

Como ven, este cap ocurre antes de que lleguen al consultorio de la doctora Wallace. Cuenta como obtuvieron las cartas, el próximo cap será parecido. Antes de que sigan quisiera aclarar que nada de lo que hagan las chicas estos primeros capítulos es algo que se deba imitar. En este momento, ninguna de las margaritas es un ejemplo a seguir. 

Dinámica #3: 

Bien, hasta ahora han conocido bien a dos de las margaritas y a dos de los delatores, cada uno con sus propios problemas ¿Pueden notar cómo Eve y Dann están ahí para Cloe y Sanne, pero ellas a penas si los notan? Bueno, esto suele pasar muy seguido. Hay personas que están ahí para nosotros y a veces nos cuesta notarlo.

Para hacerles saber a esas personas que nos importan, hoy la dinámica estará dedicada a ellos. Busca una frase que te recuerde a alguien que siempre ha estado a tu lado. Puede ser una frase de este libro, de otros, de una canción, o de un poema. Es más, si te animas a escribirla tu, mucho mejor. Súbela a alguna red social y comenta a esa persona, o simplemente envíasela y hazle saber lo importante que es para ti. 

Y si sientes que no tienes a alguien, te aseguro que no estás solo. Sube la frase, tengo fé en que alguien te responderá y te hará saber que no estás tan solo como piensas. 

Yo les dejo la mía aquí, y es para todos ustedes (mis lectores). Soy una persona que se estresa con facilidad, y ese estrés me ha jugado muchas malas pasadas. A veces, cuando estoy muy desanimada, leo algunos de sus comentarios. Parece que ustedes confían en mí más de lo que yo lo hago jajajajaja. Eso me ayuda a seguir adelante:

(Es de otro de mis libros porque no tuve tiempo de ponerme más creativa). No sé si soy increíble, o no, pero me siento mejor siempre que leo sus palabras. Espero que ahora sepan lo mucho que mr importan

No olvides marcar un check en tu calendario y comentarme si subiste alguna de las dinámicas a tus redes sociales. No olvides usar el hashtag #yosoyunamargarita. 

Con amor, Rina García

Pd: si van a usar frases de libros o canciones que no son suyas, no olviden darle créditos a los escritores originales :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro