Capítulo 19
Capítulo 19
El problema con las cámaras:
Día 27 del programa: 6 de febrero del 2015
6:00 pm
Si bien la sesión inició con cuatro chicas cohibidas, Cloe, Sanne y Dalia dejaron la vergüenza atrás para hacer lo que Calvin y Padme les habían dicho: disfrutar.
Las prendas de Padme resultaron ser hermosas y, una vez ella las arregló, encajaron a la perfección con sus cuerpos. Además, la joven diseñadora hizo lo posible por escoger ropa que representará sus personalidades. Las chicas nunca se sintieron tan cómodas como con esos atuendos.
Sanne llevaba puesta una prenda que pertenecía a la colección de deporte de Pad Everton: un enterizo holgado en las piernas y ajustado en la parte superior que encajaba a la perfección con ella. Se sentía cómoda y libre para correr, incluso cuando traía unas plataformas que asimilaban un estilo entre deportivo y urbano.
Dalia, por su parte, traía puesto un vestido con tantos colores que era imposible contarlos todos. Al principio, tuvo dudas sobre dejar sus brazos llenos de estrías y celulitis descubiertos, pero, en el momento en que Sanne dijo "si vamos a hacer esto, al menos divirtámonos", cambio de parecer.
Cloe, por su parte, quiso aprovechar la oportunidad de estar en el lugar de aquellas a quienes veía inalcanzables. Había bajado de peso para ser perfecta y, aunque no estaba tan delgada como quería, pensó que podía ponerse en el lugar de una modelo si así quería. Lució con gracia parte de la colección urbana de Pad, en la que unos jeans rotos y una camisa roja escondían sus costillas expuestas. Si Rachelle la hubiese visto con esa ropa, la habría criticado por no ser lo suficientemente delicada. Por suerte, la sesión era privada, así que se permitió usar aquello y sonreír a la cámara. Se lo tomó tan en serio, que Dalia y Sanne no tardaron en aplaudirle. Ella solo pudo reír y luego de la sesión de alabanzas por parte de las margaritas, bromeó frente a la cámara.
Nunca está de más un poco de diversión, ¿no lo crees?.
Sin embargo, no todas las margaritas se sentían a gusto estando allí. Lilian tenía muchas más razones para odiar a las modelos que el resto de las chicas, claro que jamás lo diría. Por esa razón, las cámaras la intimidaban. Solo pudo abrazarse a sí misma y mantener su mirada agria cuando fue su turno frente al lente.
—¿No quieres sonreír? —preguntó Padme con amabilidad. Ella las acompañaba en la sesión, asegurándose de que todo estuviera yendo como debía.
—No —respondió —. Me siento ridícula.
—¿Ridícula? ¡Pero si estás muy linda, Lili! —exclamó Dalia.
Las piernas huesudas asomadas en el vestido, los brazos delgados y la espalda que mostraba cicatrices por tantos abdominales, no era algo que a todos les resultara "bonito". Sin embargo, nadie pudo negar que el color azul rey le sentaba fenomenal a Lilian. Sus ojos lucían más brillantes, y su piel clara complementaba la prenda como una perla a un collar fino. Sin duda, no era la belleza que alguien miraría en primer lugar, pero eso no descartó su hermosura.
—Nunca uso vestido —continuó Lilian, negándose a colaborar frente al fotógrafo.
—Deberías, este te queda genial —la apoyó Sanne —. ¿Por qué no sonríes, dejas que te tomen una foto, y lo ves por ti misma?
Lilian apartó la mirada, decidida a no esbozar ni una sonrisa frente al lente de la cámara. Ese simple gesto empujó a las tres margaritas restantes a intercambiar miradas que, para sorpresa de las tres, estaban llenas de angustia. Si en algo estaban de acuerdo, era que Lilian desprendía un aire de necesidad imposible de ignorar. La chica era bastante independiente y muy cerrada en cuanto a sus problemas, pero solo bastaba estar con ella unos pocos segundos para querer ayudarla.
Ver a Lili era como encontrarse a un cachorro abandonado en la calle, o a una niña pequeña que perdió a sus padres en algún centro comercial. Daba la misma impresión de necesitar ayuda, solo que ella la rechazaba cuando llegaba. Las cuatro llevaban poco tiempo conociéndose, pero sin duda habían aprendido una que otra cosa de la otra, por más mínimo que el detalle fuera. Las chicas dedujeron, luego de todas las sesiones que habían compartido, que con Lilian no servían los consejos, o las palabras de ánimo; su sonrisa nacía por otras razones. Y, tras pensarlo bien, a Dalia se le ocurrió una manera de conseguir la foto de una Lili animada.
—Pad, ¿te importa si pongo música? —preguntó Dalia.
—¡Por supuesto que no me importa! —exclamó Padme, contenta. La chica parecía ser toda sonrisas y emoción—. Allá hay un reproductor, siéntete libre de poner las canciones que quieras.
Tras dedicarle una sonrisa a la diseñadora, Dalia caminó hacía el reproductor que le señalaron. Conectó el auxiliar con su teléfono y le puso play a una canción movida. El ritmo sin líricas llenó todo el estudio y le agregó un poco más de alegría a esa escena. Cloe y Sanne voltearon para encontrarse a una Dali sonriente, que caminaba hacia ellas siguiendo el ritmo de la música.
—Bien, pongámosle algo de ritmo a esto —habló animada —. ¿Les parece?
Dalia nunca bailaba en público, no desde el recital, pero la música movida y el hecho de que fuese un lugar cerrado la impulsó a mover sus caderas con ritmo y diversión. Le costaba creer que estaba danzando con personas frente a ella, pero una vez la música se adentró en sus oídos, no pudo parar. Las ondas sonoras viajaron de su cráneo a sus caderas, y luego a sus pies. Antes de notarlo, estaba moviéndose como no lo había hecho en mucho tiempo.
Sanne no tardó en sonreír y solo bastó ese gesto para que Dalia la tomara por ambos brazos y la invitase a seguir sus pasos de baile. Sanne era madura, quizá demasiado para sus diecinueve años de edad. Jamás en la vida se hubiera imaginado a sí misma bailando en medio de un estudio fotográfico, menos con alguien que no comía de manera sana y correcta. No obstante, la música resultó hipnotizante, y los pasos de Dalia divertidos a la vista. Pronto, ella comenzó a moverse también.
Cloe las observó y soltó una carcajada. Se olvidó que debía sentir repulsión hacia ellas y descartó el hecho de que Sanne era sosa y Dalia una cerda. En su cerebro, se borró por instantes su comportamiento de porrista, superior y perfecta, y volvió la chica rara y extravagante de hacía dos años. Comenzó a saltar y a bailar un ritmo que no era una porra de animadora. Solo la friki dentro de ella podía moverse así.
Las tres estaban bailando tras las cámaras, todas a su manera. Padme y los fotógrafos no pudieron hacer más que sonreír, era una escena bastante alegre protagonizadas por unas chicas que parecían necesitar cada segundo de sus risas. En cuanto a Lilian, ella observó a sus "compañeras" con curiosidad. La música llegaba a sus oídos, pero no tuvo el mismo efecto que con el resto de las chicas. Ella se mantuvo quieta, en su lugar, y con la misma mirada agria en sus iris.
—¿Por qué bailan? —preguntó, al no verle el sentido a eso.
—¡Porque es divertido! —exclamó Dalia—. ¿Vienes?
—No, gracias —dijo Lili, abrazándose a sí misma una vez más —. Creo que estoy bien así.
—¡Ay, vamos, Lilian! ¡Ven con nosotras! —la ánimo Cloe —. ¡Aprovechemos ahora que la doctora desapareció!
—¡Sí! Hablando de eso, ¿a dónde habrá ido? —preguntó Sanne, a lo que el resto de las chicas respondieron encogiéndose de hombros —. Bueno, no interesa ¡Ven, Lili! ¡Vamos a...!
¿Qué fue lo que ocurrió?
Pues, esa fue la pregunta que se hicieron las tres chicas cuando terminaron en el suelo. Resulta que su baile fue mucho más animado de lo esperado y, en un tropiezo, se cayeron las tres. Claro que eso no fue lo único que pasó; durante su aterrizaje "triunfal" al suelo, empujaron uno de los roperos con ruedas y éste rodó hasta empujar otro. En un efecto dominó, alrededor de seis roperos terminaron en el suelo junto con un montón de prendas. Las chicas se miraron entre ellas tan atónitas como apenadas. Luego, observaron el desastre que causaron, ni una sola prenda quedó colgada.
—¡Yo no fui! —gritó Cloe, desde el suelo.
—No jodas, Cloe. Fuimos todas —le reclamó Sanne —. Dios, que vergüenza.
—Sí —concordó Dalia, roja de pies a cabeza —. Lo sentimos muchísimo, Pad. Nosotras te lo compensaremos, si quieres pídele a mi...
Pero Dalia fue interrumpida por una carcajada proveniente de la única margarita que no estaba en el suelo. Las chicas voltearon y se encontraron a una Lilian de ojos entrecerrados y una gran sonrisa en el rostro. Sus brazos ya no estaban cruzados, la música ya no interesó, sólo se escuchó esa risa demasiado sincera y contagiosa retumbar en las cuatro paredes del estudio.
Padme no tardó en darle un pequeño golpe al fotógrafo en el codo para que tomara la foto en ese instante. Lo hizo; se escuchó el flash y en la pantalla de la cámara no apareció una Lilian de mirada agria, sino una feliz. Resultó una de las fotos más bonitas que la diseñadora Pad Everton había visto en su carrera, y solo eso la hizo sonreír.
Las chicas en el suelo no esperaron mucho para ponerse de pie e ir a observar la foto. Sonrieron ante el resultado. La Lilian de la imagen no expresaba ese aire de necesidad, tan solo era una chica en un vestido azul rey con sonrisa sincera. No era una modelo, pero se veía linda, así como estaba. Era una belleza distinta, pero no menos bella.
—¡Oh por Dios! ¡Lilian, quedaste preciosa! —exclamó Dalia.
—Preciosa no es como me describiría —dijo Lilian en el mismo lugar de antes, mordiendo su uña.
—Pues, deberías ver esto —dijo Cloe —. Te ves bien.
Lilian trago saliva y llevó uno de sus pequeños mechones de cabello tras su oreja. Dudaba en ir a ver la foto y Sanne lo notó al instante.
—No, no vengas a verla —la detuvo Sanne —. Quédate ahí donde estás.
Tomó a Dalia y a Cloe por sus brazos y las arrastró hasta Lilian. No tardó en rodearla con un brazo y dedicarle una sonrisa.
—Ahora, que tomen una en la que salgamos las cuatro —indicó Sanne.
—¡Qué buena idea! —exclamó Dalia, con emoción.
—Espero que nos pasen estas fotos, las quiero conservar —al parecer, Cloe había olvidado que debía sentir vergüenza al estar con ellas —. Bien, ¿qué esperan? ¡Tomen la foto!
Las indicaciones de Margaret hacia Padme solo hablaron de fotos individuales. No obstante, ella no se resistió ante la imagen que crearon esas cuatro unidas. No era perfecta, ellas estaban lejos de la perfección, pero en el momento en que todas soltaron una carcajada divertida y mantuvieron sus sonrisas, le pareció algo demasiado hermoso como para no fotografiarlo.
Ellas cuatro siempre creyeron que ponerse en los zapatos de una modelo sería más incómodo, diría que hasta imposible. Sin embargo, resultó más sencillo y divertido de lo que predijeron. Incluso Lilian pudo concluir que se sentía excelente estar frente a las cámaras cuando alguien lograba sacarle una sonrisa.
Y así, otra extraña sesión del programa resultó exitosa sin que ellas lo notaran siquiera...
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