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CAPÍTULO 1

Louis salía de su oficina, era la hora de almuerzo y debía encontrar el regalo perfecto para su madre. Sería su cumpleaños número cuarenta y cinco. Así que se organizó una fiesta por la noche y darle la celebración que merece.

Se despide de su secretaria y fue en búsqueda de su auto. A la edad de 26 años llegó a realizar todo lo que alguien puede desear: lujo, fama, comodidades, tenía el auto de sus sueños y no podía pedir nada más. 

Se despide cordial de todos los empleados, sube a su auto, se pone el cinturón y va directo a su departamento. Vivía en uno de los Penthouse más prestigiosos.

Iba conduciendo con total tranquilidad, hasta que recordó que había olvidado un pequeño detalle. A medio camino, recordó que no compró el obsequio que no podía faltar. Su madre adoraba con su vida las flores, cada que podía se las hacía llegar sin tener motivo o alguna fecha especial. Era un aficionado del trabajo y ella igual, entonces casi no se lograban ver solo en ocasiones que lo ameritaban. 

Su madre Isabela lo crío sola, su padre los abandonó cuando él tenía 4 años, todos suponían que Isabela iría al fracaso y terminaría en la calle más no fue así, la omega luchó y salió avante a pesar de toda adversidad que la vida le ponía en frente. 

Toda su familia le dio la espalda y ambos aprendieron una lección importante, solo tenían el uno al otro y eso era lo que valía. 

Isabela se volvió una de las empresarias más relevantes en todo el país. Al principio le fue muy difícil, ya que ser omega soltera, madre, sin mordida y sin alfa se le dificultaba absolutamente todo. 

Sin embargo, hubo un alfa que creyó en ella y le dio la oportunidad de mostrarle al jodido mundo de lo que ella era capaz. 

Así que hace tan solo 6 años, justo después de que Louis cumpliera 20 años, la vida le devolvió algo de lo que ella siempre soñó en el fondo de su corazón. Un lindo y amoroso alfa. 

Ambos se conocieron en una de las juntas de trabajo y se odiaron desde el primer instante en que se vieron. Su relación no empezó a nacer de un instante a otro. Fue cuando un día ella iba con algunas cosas y por accidente tropezó y cayó rompiéndose una pierna. Louis estaba en un viaje importante de negocios, no tenía a quién llamar.

Se asustó y su olor salió demostrando lo atemorizada que se encontraba, entonces su única opción fue aceptar la ayuda de Fillip. Él la acompañó al hospital hasta que fue dada de alta. Fill estuvo en todo momento, desde los cuidados más pequeños hasta las terapias de recuperación en los cuidados de su recuperación. Fue ahí cuando todo inició. 

Al principio Louis estaba un poco protector con ella, su madre era fuerte y sabía que ella se defendería, pero siempre como todo buen alfa debía dejarle en claro que si ella terminaba herida usaría su piel para los asientos de su auto. 

Encendió la radio para escuchar algo de música —Maldición… — Graznó cuando mencionaron la hora, eso significaba que ya no podría ir a casa. Sin más remedio, dio la vuelta y llamó a su asistente y mano derecha. 

El tono de llamada sonó dentro del auto —Bueno… 

—Liam. 

—Diga, señor. 

—Se me hizo tarde, este jodido tráfico está del infierno, necesito que me envíes la ubicación de un par de florerías. 

—Como guste, señor. —El sonido del teclado se escuchó al fondo—. Hay un par, pero están cerrados. Si me permite sugerirle, yo conozco una donde mi alfa compra las flores que me envía. No es un lugar de renombre, pero es muy lindo. 

—Está bien, gracias. 

—Listo, señor Tomlinson, si necesita algo más, hágamelo saber. 

—Ve a comer, es tarde. 

—Sí, señor, espero que Isa tenga una linda celebración.

Colgó la llamada, Liam era un alfa enlazado con un alfa llamado Zayn, tenían dos cachorros muy lindos y lo que Louis adoraba era que Liam era uno de los mejores trabajadores que tenía, sin Liam todo era un desastre.

Activó la ubicación que el alfa le mandó y para su bendita suerte el viaje estaba a diez minutos, así que pisó el acelerador y fue directo. 

Tendrían una cena especial, ya tenía otras cosas que le daría, pero debía ir búsqueda de las flores favoritas de su madre, siempre iba personalmente a buscarlas porque si las mandaba a traer no lo sentía correcto para ella. 

Diez minutos más tarde llegó al lugar, era pintoresco y lindo, bajó del auto, le puso seguro y activó la alarma, llegó hasta la puerta y giró la manija, al entrar una campanilla anunció su llegada. Notó a un par de personas escogiendo algunas macetas. 

Frunció el ceño al sentir a su alfa inquieto, se le hizo extraño, su celo recién pasó, sacudió la cabeza y caminó a un tipo recibidor, golpeó la campanilla, pero nadie salió. Una de las mujeres que estaban viendo las macetas habló. 

—Está afuera. 

Louis volteó —¿Perdón? 

—El dueño está afuera, solo sal por esa puerta y lo encontrarás en los sembradíos. —indica señalando por donde debe ir.

—Perfecto, gracias. 

—De nada. —sonrió amable. 

Louis hizo lo indicado pensando que el dueño del sitio debía tener más cuidado, podrían robarle o dañar algo. Al abrir la puerta, muchas plantas de todo tipo lo recibieron, pensó que era como un jardín colorido. A lo lejos, un delicioso olor a mandarinas llegó. 

Recordó que su madre siempre quiso tener algunos árboles frutales, así que llevaría uno para sorprenderla, caminó buscando al dichoso dueño que parecía no estar en ningún lado. 

—Hola… —Gira en su propio eje, pero nadie respondió. Sin ser consciente de que su instinto era el que lo guiaba, siguió caminando hasta ver un plantío de margaritas y girasoles. Se le hizo extraño que ese peculiar olor lo dirigiera ahí. 

De pronto escuchó un pequeño silbido, un aleteo por allá —Hola. —Vuelve a hablar, observando detenidamente el sitio.

El alfa curioso siguió su camino —¿Hay alguien por aquí? 

Arriba se escuchó un leve sonido —Guapo, guapo. 

—¿Hola? —Louis, extrañado, frunce el ceño.

Un tenue cotorreo salió de una esquina por donde había unas pequeñas macetas con unos rosales bebé. 

Un tierno y lindo lorito asomó la cabeza entre las rosas rojas. —Guapo, Arryyyy —gritó moviendo la cabeza de arriba hacia abajo. 

Louis se rascó el entrecejo, algo sorprendido, ignoró al animalito y continuó. 

—Genial… —bufó al seguir llamando y que nadie le respondiera. 

Sus zapatos resonaron por todos lados, dando vueltas por aquí y por allá. Cansado de esperar, giró dispuesto a irse, pero todo se ve interrumpido, ya que a medio camino, vio lo que él denomina como unos pequeños demonios voladores. 

Se puso un tanto nervioso cuando notó a los bichos volar a su rededor. Para su mala suerte, Louis era alérgico al piquete de las abejas. 

—Hola… —Vociferó de nuevo al escuchar ruidos atrás de él. 

—Lo siento, ya voy… —Una voz al fin se escuchó a lo lejos. 

Louis se quedó parado y, como si el destino le jugara una mala broma, un par de abejas revolotearon más cerca. —Jodida mierda, váyanse. —manoteó intentando espantarlas. 

—Malditas bestias infernales, largo de aquí. —Caminó queriéndose alejar, pero parecía que de la nada salían más y más. 

Su olor salió, el café y el eucalipto se hicieron presentes, estaba algo nervioso que no prestó atención a quien se acercaba. 

—¿Se encuentra bien?—preguntó una voz con tono que notaba su preocupación. 

—No —respondió el alfa —. Soy alérgico a estas malditas cosas. 

—Mald… ¡Margaritas! —el chico exclamó preocupado—. ¿Qué debo hacer? —preguntó nervioso. 

—Aleja a esos malditos demonios —Louis seguía sin verlo, intentando ahuyentar a las pobres abejas. 

—Por la luna, tiene una cerca del cuello. —informa nervioso señalando dónde una de ellas se posó. 

—Mátala… —ordenó el alfa tratando de sacarla él mismo.

—No, yo no mato animalitos indefensos. —Con los ojos llorosos a causa de la frustración, se impacienta en buscar algo para espantarla, pero para no dañarla. 

El alfa empezó a darse pequeños golpes para sacarla, y el pobre chico se puso nervioso. —Ayúdame, maldita sea… —bramó preocupado, si esa cosa infernal lo picaba, ese sería su fin. Ya había pasado por eso en un par de ocasiones y el ir al hospital no le agradaba para nada. 

El cotorrito salió medio volando desprolijamente hasta posarse sobre el hombro del dueño de la florería. 

—Por todos los cielos… —El dueño brincó preocupado y nervioso girando sobre sí para ver cómo le podía ayudar. Giró el rostro hasta ver una cubeta de fertilizante natural; una granja le daba algo de excremento de caballos y vacas para sus plantas. 

—Cielooossss —gritó el animalito. 

Por suerte tenía guantes puestos y sin pensarlo tanto metió la mano tomando un buen puñado. 

—No se mueva, señor. —Sin medir sus actos, lo lanzó el estiércol al rostro del alfa, manchando sus mejillas, ojos y el costoso traje que llevaba puesto. 

Estuvo a punto de llevarse la mano al rostro sabiendo la estupidez que acaba de cometer, se detuvo al recordar de qué estaba cubierta.

Pero si le preguntan, diría que le salvó la vida gracias a la mierda, ya que las abejas se estaban alejando. 

—ARRYYYY —repetía el cotorro con un sonido estridente. 

—Cállate, Pepe. —ordenó, creyendo que ese sería su fin. 

Temeroso se acercó al furioso hombre, caminó hasta estar frente al inmóvil alfa. —Lo siento tanto. —Alargó la mano y la pasó con cuidado sobre sus ojos para que pudiera ver. 

Se sentía pequeño y cohibido, rápidamente sacó unas toallitas húmedas que usaba para su cuidado personal y limpió el rostro. 

—Déjame ayudarlo.

El alfa abrió los ojos y el omega tragó duro; era muy guapo. Dio un paso atrás y casi cae si no es por los brazos de ese atractivo hombre.

—Opss —dijo apenado y cohibido, pero hipnotizado por la hermosa mirada de ese guapo alfa, sintió sus piernas tambalear y su omega gritaba ponerse a su merced.

—Hola —el hombre respondió en un suspiro algo irritado, pero sorprendido. Tenía enfrente a un lindo, muy lindo omega. 

—De verdad lo siento, señor, discúlpeme, no fue mi intención. —Habló sin poder quitar la vista del rostro del alfa, tenía el cabello algo desalineado, rostro firme y nariz respingada, labios apetecibles y sus malditos ojos eran de otro jodido mundo. 

—Está bien, supongo que esto es parte de la bienvenida. —Le ayuda a estabilizarse.

—No —rio nervioso—. En realidad las abejas no eran parte de ello.

—Guapo, guapo. —Pepe lanzó besos. 

—Es bueno saber eso. —El alfa lo observó detenidamente, era un hermoso omega, de cabello rizado, rozando los hombros, blanco, ojos verdes, linda y tierna sonrisa y su magnífico olor a mandarinas era lo mejor. 

Estaba vestido con un overol de mezclilla, uno de los tirantes está sin abrochar, tenía una camisa de corazones y, por supuesto, los guantes llenos de estiércol. 

Suspiró intentando controlar a su alfa; el omega era jodidamente hermoso.

—Acompáñame, por favor. —pidió guiándolo hasta una pileta para que se lavara, Louis disfrutó de la vista y aguantó un poco la risa que amenazaba con partirle el rostro al notar su nerviosismo.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el alfa mientras se quitaba el saco. El rizado se quedó pasmado escudriñando su fornido cuerpo. 

—Harry, mi nombre es Harry. —responde distraído, mientras Louis se subía las mangas a los codos. 

—Lindo, es un placer, Harry, y debo decir que nunca en mi vida me han recibido tan amablemente. 

—Lo lamento, señ… 

—Louis, soy Louis y trátame con confianza, por favor. —Lo interrumpió. 

—En verdad lo lamento, Louis. —El lindo omega acercó su rostro a las caricias que el cotorro le hacía en la mejilla. 

—Este es Pepe, por lo regular tiene el trabajo de funcionar como timbre avisando a los clientes. 

—Muy lindo, debes pensar en un remplazo. —Habla con una gran sonrisa.

—Es un poco distraído, siempre avisa; sin embargo, hoy no dijo nada. —Vi con fingida desaprobación al cotorro.

—Guapo, ¿besito? —canturreó el pequeño Pepe. 

—No te preocupes, en realidad me salvaste —calmó, le brindó una risa suave, ya que sentía alterado al lindo omega. 

—Puedo compensar todo esto, lo juro. —Buscó algún trapo limpiador para otorgárselo. 

Harry fue por algo de jabón y una toalla, se sentía realmente preocupado, ese alfa lucia importante y sin mencionar el traje, parecía tener algunos brillos, maldijo para sí mismo sintiéndose realmente estúpido. 

Cuando salió encontró al alfa esperando, le tendió las cosas y él le vio fijo, su loco omega se encontraba algo alborotado ¿y quién no? Si esa mirada era capaz de hacerlo doblegar. 

—Lo siento. —Vuelve a decir apenado.

Louis enjabonaba bien su rostro con una mueca de asco, se talló bien las manos y pasó agua cuando realmente se sintió satisfecho. 

Volteó a ver al omega que le daba una pequeña toalla para que se secara —ya te dije, no te preocupes, en realidad yo estoy en deuda contigo, tengo un cambio de ropa en el auto.

—Yo soy muy torpe, te compensaré, lo prometo. 

—Al parecer ambos estamos en deuda. —Louis se recargó en la pileta, cruzó los pies y sus manos se cernieron en la orilla, las mangas de su camisa estaban dobladas hacia arriba y un par de botones estaban sueltos. 

Harry, sintiéndose nervioso, llevó uno de sus rizos detrás de su oreja, se rascó el hombro e intentó sonreír: —Te puedo hacer un cheque. 

—Tentador, pero no. —El alfa ahora se cruza de brazos.

—¿Flores? —Harry propone forzando sonrisa, rogando para que aceptara. 

—Esas las puedo comprar yo, que por cierto vine en busca de algunas. —menciona, viendo el reloj de su muñeca, ya le explicaría a su madre. 

—Entonces escoge lo que más te guste y, si no te molesta, quiero pagar la tintorería del traje. 

—No. 

—¿No? —Da un paso atrás. 

—No.

—Pero si solo tiene que dármela. —Habla nervioso.

—¿Tan rápido me quieres quitar la ropa, Harry? —inquirió coqueto.

—¿Qué? No, yo no me refería a eso —sonrió sonrojado.

—¿Qué te parece si te invito a comer? Así yo te pago y tú me pagas y nuestras deudas quedan saldadas. 

—Yo… 

—No tienes que responder hoy. 

—Pero las flores… digo… yo no salgo con alfas comprometidos. —Habla creyendo que el alfa tenía pareja.

—Son para mi madre —sonrió. 

—Oh, bueno, creo que en ese caso está bien. —Sonrojado, le devolvió la sonrisa. 

—Bien… 

—¿Qué tipo de flores buscas? 

—Ama las Peonias. —Louis se endereza.

—Tiene buen gusto, son mis favoritas. 

—Es bueno saberlo —el alfa se relamió los labios, sintiendo las notas de mandarina en su boca.

—Pasa por aquí —Harry señala el camino. Su nerviosismo aumentó cuando sintió a su omega removerse necesitado; tenerlo tan cerca era inquietante.

—No, ahora, por favor— rogó para sus adentros, intentó calmarse y pensar en helados, arcoíris, flores y en cosas extrañas para tranquilizarse antes de que reaccionara de otra forma.

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Hola...

Aquí de nuevo, esto será soft y lindo, no esperen drama porque no habrá jajaj ya tengo mucho en la vida real.

Espero les guste, nalgaditas cariñosas ✨️

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