XI
Ni cálida como para un abrazo de buenos días.
Ni fría como para calmar las ansias de volver a verme después de mis escapadas seguidas.
Volvamos a encontrarnos cuando yo diga, puede que me indigne y eso nadie lo imagina.
Puede que la vida me regaló la vida misma para que yo la dirija.
Por caminos frondozos, por riachuelos, montañas o islas.
Para que paseé sola al borde de una misma melodía, sin necesidad de compañía, sin la urgencia de depender a una identidad fija, sin la descaradez de darme la vuelta a una despedida.
En noches oscuras ser la guía y perder el control y la cordura, como hija de Júpiter, como intuitiva extrovertida taciturna.
Soy vasta y con eso me basta, es más me alcanza lo suficiente, como para recrearme o desaparecer de la faz del universo.
Suelo orbitar sobre lo mismo cuando digo eso, pero te aseguro que aunque dudo, mis deseos son certeros, no tendré flechas pero si la mirada del arquero.
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