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Capítulo 8

Por fin había llegado el sábado. Haruka se levantó temprano esa mañana justo como le había pedido Meliodas. Él la pasaría a recoger tan pronto porque quería disfrutar el día a su lado, y según el chico, cada segundo contaba. El joven se había propuesto con todas sus fuerzas conquistar el dulce corazón de la protagonista y hacerla olvidar, con buenos recuerdos, su profundo amor por Zeldris; sin embargo, aquella tarea no sería fácil y estaba consciente de eso.

La muchacha se había esmerado en su apariencia, como ya se mencionó antes, por supuesto que Meliodas la atraía, tanto física como mentalmente. Era un chico apuesto, amable y protector con lo que quiere, el sueño de toda mujer. Ella quería darse la oportunidad, después de todo, dicen que en la vida las oportunidades son como los trenes, siempre pasan, solo que como son algo tan normal no las tenemos en cuanta, y al final podemos llegar a arrepentirnos.

En fin, la vida está llena de oportunidades, Haruka decidió tomar esa.

Lo prometido se hizo deuda saldada, el rubio pasó por ella a las nueve de la mañana, jurando llevarla a casa para el anochecer; o sea, tendrían todo el tiempo del mundo.

Harían cosas triviales en su primera cita.

Primero, él la llevó a desayunar a una cafetería, era rico, el dinero no era un problema. Ahí, conversaron tranquilamente de como había transcurrido su semana. Meliodas encontró el valor para preguntarle acerca de cómo se estaría tomando su hermano la idea de que tengan una cita, ella solo sonrió forzadamente y le dijo que todo bien.

Aunque él sabía que no era del todo así, esa mañana, mientras sacaba su coche, vio al pelinegro observarlo con una mirada, que a pesar de ser neutral, denotaba su desagrado. Zeldris lo veía desde la distancia, con las manos colocadas en sus bolsillos, y cuando Meliodas le dedicó una sonrisa, él solo se dio media vuelta, negándose a aceptar aquello, le había prometido a Haruka que le dejaría hacer lo que quisiera, pero estaba siendo bastante más difícil de lo esperado.

Pasaron un rato ameno antes de volver a a abordar al coche con el objetivo de llegar la feria que se estaba llevando a cabo en la ciudad. Meliodas sabía del gusto literario de la jovencita, y al enterarse de que se estaba desarrollando un evento de ese tipo, se dijo que era la oportunidad perfecta, y que si la desaprovechaba era un tonto.

La vuelta terminó ahí, porque aunque él tuviera planeadas mil cosas más, la cara de felicidad y fascinación de Haruka lo hizo tragarse sus planes y disfrutar del momento.

La castaña parecía loca dando vueltas por todo el lugar, sus ojitos brillaban peculiarmente con cada paso. Sin darse cuenta, terminó tomando de la mano a su acompañante y arrastrándolo con ella a todos lados. Apuntaba con alevosía cada estante con cada libro, era una lectora empedernida y aquello la traía loca.

Más de una persona admiró a la pareja con una sonrisa, parecían unos adolescentes enamorados, y se veían tan bien juntos, unos tórtolos cualquieras. Solo alguien totalmente prendido se dejaría llevar de ese modo como el varón.

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—¿Qué libro quieres? —cuestionó Meliodas, tras unos intensos minutos de caminata.

—Quiero demasiados —le contestó ella, iba delante de él, y se giró para poder dedicarle una sonrisa.

—Cómpralos todos —le devolvió el gesto —, van por mi cuenta.

—No puedo hacer eso, Meliodas —murmulló avergonzada, parándose en seco.

Tenía vergüenza, le encantaba la idea de poder llevarse toda esa feria a su casa, ¿por qué negarlo?, pero también era una muchacha bien criada, y sabía que aquello era aprovecharse de los buenos sentimientos del chico, cuando ni siquiera sabía si algún día podría corresponderle.

Sin siquiera percatarse de que el de orbes esmeraldas soltó su mano y se adelantó para colocarse frente a ella, la muchacha se sumergió en sus pensamientos, recordando, nuevamente a ese estúpido amigo que no la dejaba dormir. Una mano sobre su mentón la obligó a apartar la vista del suelo, colocándola en unos hermosos ojos verdes, que denotaban vida y parecían un pasaje a lo desconocido.

Meliodas la divisó, pero lo hizo fascinado, embelesado por su tierno rostro y su alma sincera. Sin tan solo hubiera hecho bien las cosas desde el principio, tal vez hoy su hermano y él podrían llevarse mejor, tal vez Haruka y él podrían estar juntos, tal vez no hubiera perdido tantos años. Pero se equivocó, lo hizo porque prácticamente era un niño en aquel tiempo, no había madurado lo suficiente como para saber que buscó bronce teniendo oro, y sabía que eso le pesaría.

—Puedes tomar los que quieras, Haru-chan, te compraría todo, pero no cabría en tu casa —susurró, con voz suave y dócil, empalagando aquel momento.

—Prometo no ser tan brusca —bromeó, tratando de quitarle peso al ambiente.

Oh dios, aquello era malo, Meliodas sonrió de medio lado y ella no sabía que él podía ser tan coqueto, estaba babeando ahí mismo. La situación solo empeoró cuando el chico se inclinó ligeramente para acercarse a sus labios.

¿La iba a besar?

¿Ahí mismo?

¿Ella no lo detendría?

No, lo dejaría, dejaría que sus bocas se encontraran y lo disfrutaría, porque ¿cómo no disfrutar un beso con semejante dios?

En su intento egoísta por olvidarse de su mejor amigo, fue interrumpida por el vibrar del teléfono en su bolsillo. Maldecía a quien fuera por hacerla apartar la mirada justo cuando solo faltaron milímetros.

Cuando tomó el móvil y divisó de quién se trataba, su corazón se aceleró con fuerza y sus latidos se volvieron inestables, justo como de costumbre, todo lo que incumbiera a Zeldris la derrumbaba.

Abrió el mensaje y sus ojos casi se salen de su rostro por lo mucho que se dilataron.

Cambié de opinión, no quiero compartirte con nadie, regresa a casa, te necesito.

Sabía que girarse en el lugar y perderse sería una falta de respeto para quien la había cortejado de tal modo, pero aún así, tuvo las imparables ganas de hacerlo.

Cómo el hombre curioso que era, Meliodas se tomó la atribución de leer aquello. Aceptando que había perdido esta vez, buscó los castaños ojos de su compañera, esperando su clara respuesta.

—Yo... —su lengua se trabó, ella también estaba buscando su propia respuesta, estaba confusa. Odiaba a Meliodas por permitirle escoger y no imponerse, odiaba a Zeldris por ser tan codicioso y egocéntrico, y se odiaba a sí misma por vacilar cuando claramente debía quedarse con el hombre que aceptaba sus sentimientos y estaba dispuesto a luchar por ellos.

—Puedo llevarte, me queda de camino —bromeó, rascando su nuca, claramente estaba triste y molesto.

Al ver aquello, ella tomó su decisión.

—Seguro es otra de sus tonterías, podemos pasar un rato más juntos y luego puedo ir en su rescate —tomó su mano de vuelta —. Me debes unos libros.

Si, aunque en realidad se moría por ir con Zeldris, decidió que Meliodas no tenía la culpa de aquella turbia relación, que él no merecía sufrir por sus embrollos. Así que se armó de valor y pasó dos horas más con el rubio. Compró diez libros y se paseó por todos los estantes buscando un ejemplar de "Cumbres Borrascosas", su novela favorita, aunque lamentablemente ya se habían terminado. Aún así, eso no quitó que durante aquel rato pudiera ser felíz con el mayor de los Yami.

Aquella tarde regresó con su amigo, pero lo hizo con una gran bolsa llena de obras que le había regalado su cita, y el regalo para él, fue que ella lo escogiera.

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Palabras del autor:

Sora actualiza dejando sin palabras a Lina, again C:

Solo tengo una pregunta, ¿Que team son?

Team Meliodas.

Team Zeldris.

Comenten y voten sus razones.

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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