Zeldris y Haruka se encontraban sentados en la cafetería del Instituto. La chica tenía en una mano un zumo, el cual estaba disfrutando, mientras que en la otra portaba la nota entregada a Zeldris en la hora de almuerzo, la cual leía con detenimiento por undécima vez; pareció prestarle atención hasta a los más mínimos detalles. Por mientras, él observaba impaciente una reacción, necesitaba su consejo.

—Así que una admiradora —ella alzó la vista para mirarlo y extenderle el papel.

—¿Por qué no me lo dirá de frente? —se cuestionó a sí mismo, incrédulo —, soy muy abierto con las chicas.

—Será por miedo a que la rechaces —propuso, encogiéndose de hombros.

—Tendría que ser muy fea —nada más terminar la frase la caja de zumo vacía de su mejor amiga llegó volando hacia su cara.

—Estas payaso tú hoy —Haruka se cruzó de brazos, para sonreír.

—Y tu agresiva —Zeldris se sobó la frente —, como de costumbre.

—Oigan chicos —llamó Derieri, antes de sentarse en la misma mesa —, ¿qué hablan?

—De la admiradora secreta de Zeldris —contestó Haruka, sin darle tiempo al chico de hablar.

—¿Tienes una admiradora secreta? —la otra muchacha se giró por completo para observar al pelinegro.

—No es una admi... —cortó su frase, para negar con la cabeza —. Olvídalo.

—Zel, Haru, ¿vienen al partido del finde? —interrogó interesada —. Dicen que juegan tres de Los Siete.

—Yo si —contestó Haruka y recibió la mirada de desacuerdo de Zeldris, ella bufó y puso los ojos en blanco —Oh vamos, no seas celoso, se lo prometí a Melo.

—Que cariñosa tú con mi hermano, el traidor —escupió con sarcasmo.

—Por Dios Zeldris ya olvida eso, esta en el pasado. Estoy tratando de seguir adelante, es más, tu deberías venir también al partido y aclarar las cosas con él.

—Siento tensión aquí —Derieri levantó las manos para pararse —, sé dónde sobro.

—Claro, y ya de paso me visto de admiradora y le hago dos o tres porras —rio irónico, ignorando por completo la incomodidad de su otra amiga, quien ya se encontraba a varios pasos de la mesa.

—Mira tú, que buena idea —respondió seria para colocar ambas manos bruscamente sobre la mesa —¿Ves como cuando quieres puedes dejar de ser un tonto creído?

—Pues ya que estamos superando defecetos, tu deberías dejar de ser tan mosquita muerta —soltó sin venir a cuento. Segundos más tarde de lo dicho, Zeldris apaciguó su expresión, pasó de una de rabia o otra completamente distinta, una de arrepentimiento, pudo ver en la mirada de su mejor amiga lo mucho que le había dolido aquel rudo comentario —. No era mi intención, Haruka.

—No te preocupes, es un gusto saber lo que opinas de mí —ella se levantó de la mesa totalmente calmada, el tono en su voz era triste. Haruka sabía lo mucho que le afectaba a Zeldris hablar de su hermano y también conocía lo duro que fue para él en su momento, pero eso no justificaba que fuera así de cruel —, perdón si no soy tan puta como las mujeres a las que estás acostumbrado.

Sin nada más que decir, ella se retiró. El resto del descanso lo pasaron cada uno por su lado, y de camino a casa no se dirigieron la palabra. El día había comenzado bien y había terminado siendo un asco.

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A Zeldris no le gustaba esa situación, él era un hombre orgulloso pero sabía admitir cuando las cosas eran su culpa, y está vez lo habían sido. Se había pasado siete cuadras y había herido a lo más importante que tenía en la vida, todo por no aceptar que ella tenía razón y que tenía un odio enfermizo a su hermano por acciones del pasado.

Recién llegaban al salón de clases y ya la estaba mirando sacar sus libros, su expresión no era muy distinta a la de ayer. El pelinegro sonrió instintivamente, seguramente ella tampoco había dormido ayer pensando que estaban peleados y lo mucho que se extrañaban.

Quería acercarse a hablarle y aclarar las cosas, pero justo antes de hacerlo, apareció el príncipe azul de Haruka. Ahora mismo Meliodas se encontraba charlando amenamente con ella, y hasta pareció sonreír, el chico le había sacado una sonrisa, que frustrante era esa situación.

Con desdén, Zeldris se lanzó a su asiento y se cruzó de brazos, ahora mismo lo pinchaban y reventaba. Él los presentó, él la conoció primero, él es su mejor amigo, él debería estar en su lugar, maldito sate sate sate.

En medio de su ira interna, el protagonista notó que había algo debajo de su escritorio. Metió la mano esperando encontrar lo mismo que ayer. Sacar aquella margarita y una hoja bien doblada lo hizo sonreír, olvidando lo anterior. Al abrir la nota se encontró con un mensaje distinto:

"Esta es la primera vez que la inquietud en mi pecho me hace querer llorar"

Que admiradora secreta más loca le había tocado, dejaba unos mensajes sin sentido, tiernos, pero sin sentido.

Cuando alzó la vista nuevamente, Meliodas había desaparecido y le había dejado vía libre para su reconciliación con Haruka, quien ahora mismo lo miraba con una gran sonrisa y apuntaba a la nota en su mano.

Zeldris caminó despacio hacia ella y cuando estuvo al frente se rascó la nuca nervioso, buscando que decir sin meter la pata.

—Estoy esperando pacientemente tus disculpas —comentó la chica, colocando sus codos sobre su escritorio y su cabeza en sus manos.

—Lo siento, vale, fui un imbécil —confesó derrotado, para tenderle la nota.

—Voy a aceptarlas sólo porque quiero saber qué dice —tomó el papel —. Pero eso si, podías haberte currado más las disculpas.

—Para la próxima te traigo Michael Jackson para que te las cante.

Haruka chasqueó los dientes —. Esta un poquito muerto.

—Sería capaz de revivirlo por ti —Zeldris le giñó un ojo.

—Buen intento, pero te faltan cien años más para coquetear conmigo —finjió desagrado.

—Anda, lee la nota —solicitó entre risas.

—No me presiones —del mismo modo ella comenzó a leer.

Estos chicos, no podían estar separados ni un día. Desde que son pequeños las discusiones duraban poco, no pueden vivir el uno sin el otro.

Palabras del autor:

Nada que decir,

Lean comiendo palomitas (￣ω￣)🍿

~Sora