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Epílogo

Sigo trabajando, si a esto se le puede llamar trabajo, en construir historias. Algunas más intensas que otra, pero al final terminan siendo lo mismo, trozos de vida que no me corresponden y  tengo el privilegio de compartir.

No puedo considerar esto trabajo pese a que tiene todas las características para serlo. Se necesita constancia, esfuerzo y ganas de aprender, pero no hay salario ni horario fijo y esa incertidumbre genera cierta apatía y aventura que requiere de resistencia.

Das en un mismo capítulo mensajes de paz y destrucción, amas a los que la provocan y silencian, te enamoras de la altas y bajas de la vida cuando reconoces que ahí se esconden las grandes historias.

Más allá de los números o ventas, de las preguntas o premios, hoy en día me siento una persona exitosa. No quiero ser otra persona en este momento. Ser una empresaria multimillonaria no cuenta, que si es una opción no me la pienso dos veces.

Actualmente tengo tres novelas en la plataforma. No todas tienen la misma recepción, ni siguen el mismo patrón. No hay camino fijo para seguir, ni fórmula mágica. A veces te va mejor que en otras ocasiones, pero no me preocupo demasiado por el futuro. No creo historias para llegar hacia la cima, sino para disfrutar el camino, con todo y los tropiezas que eso conlleva. Dejo que cada una escoja su sendero, así como yo elegí el mío.

Sé que se están preguntando qué pasó más allá de mi pasión por las letras y yo les digo que son ustedes amantes del chisme, es decir, son de los míos.

Empezaré hablando de Carlos. El muchacho sigue laborando en el colegio como profesor y aunque su amor por el puesto no aumentó sigue dando batalla. Ha reprobado a todos los que holgazanean, agradezco al cielo ya no ser su alumna, y se ha ganado el odio de muchos adolescentes. No le importa en lo más mínimo y eso hace que se enojen más. Pero sigue vivo lo que me hace pensar que no deben odiarlo tanto.

Además, en su tiempo libre, más allá de darme la mano en todas mis locuras, ayuda a una empresa con su publicidad. De eso no se queja, no tiene horarios más los que se impone y puede hacerlo desde casa. Según él, eso es bueno porque puede supervisar que no provoque en la ciudad una crisis.

Siempre bromeando.

Mi hogar está llena de libros, borradores y hojas de papel a medio llenar. Lo poco que gano lo utilizo para comprar más obras, y mientras más tengo más quiero. Carlos dice que gastarse el dinero apenas lo recibes no es algo que haría un buen administrador, pero yo siempre termino diciéndole que no soy una. Nací para gastar dinero, lo malo de todo fue que nunca tuve y no pude ponerlo en práctica, pero una se acostumbra rápido.

—Oye, Carlos, ¿qué significa abigarrar? —le pregunté una de las tantas tardes en la que pasaba clavada a mi dinosaurio. Sí, seguía usando ese trozo de problemas y recuerdos. Acomodé mis lentes para enfocar mejor la palabra que estaba en la pantalla por si acaso me había equivocado. Cada vez estaba más ciega, a estas alturas tendría más lentes que cara.

Carlos dejó lo que estaba haciendo de lado para pensárselo unos segundos antes de responderme. Su atención siempre se dividía en la pop, unos documentos que estaban esparcidos por la mesa del comedor y mis preguntas tontas.

—Cuando componemos algo con elementos muy diversos  que no combinan —trató de explicarme distraído en sus cosas. Solté un suspiro de alivio al escuchar la respuesta.

—Ya entendí. Pensé que era cuando te salía barriga, por eso no cuadraba —confesé mientras repasaba la oración de aquel libro. Ahora sí tenía sentido.

Le dediqué unos minutos a ese capítulo y aunque la idea de pasar al siguiente resultaba tentadora fue más interesante el sonido que provenía de la pop de Carlos. Reconocía esa alarma hasta con los oídos tapados.

¡Hola Carlos! ¿Qué haciendo? —La voz de la Natalia se coló en la habitación sin previo aviso.

No me sobresalté porque ya estaba acostumbrada a que la pop la retuviera tras la pantalla. La primera vez sí que me pegó un buen susto, me recé un par de padrenuestros a una velocidad que no me conocía, pero con el pasar de los meses, la costumbre y los descubrimientos de internet, pocas cosas logran espantarme. Es un decir, no se lo tomen en serio.

—Trabajando, ya sabes que eso hago gran parte del tiempo —le contestó con la misma naturalidad del día en que marchó. La distancia no fue un monstruo tan poderoso para ocasionar estragos en su relación, a veces me hacían creer que seguían a unos pasos.

—Carlos, estaría genial que fueras como esos millonarios de los libros en Wattpad. Ellos casi no trabajan y siempre tienen dinero —grité desde mi silla para no quedarme fuera de la conversación. Yo quería correr con la misma suerte que esos protagonistas, pero la vida quiso que fuera pobre para ser más realista. ¡Como si los ricos no existieran!

—¿Dónde estás? —preguntó él con sincera curiosidad a la pantalla ignorando mis debates de economía.

Odiaba tardar medio siglo para llegar hasta la mesa, porque la edad es un tema serio. Si bien agradecía podía ir y venir a donde quisiera, las arrugas que ahora poblaban mi cara con más profundidad y el bastón que usaba para no cansarme dictaban que cuando uno pasa de los setenta los meses se viven como años. El palo ese lo había conseguido en una ocasión que casi me fui de cara, al principio me costó adaptarme a usarlo de vez en cuando, pero con el tiempo le cogí gusto y hasta lo usaba para tontería como inspirarme en batallas medievales o golpear el piso al hacer fila en el supermercado mientras sonaba una canción de los Ángeles Azules.

En la calle —le contó antes de saludarme y regalarme una sonrisa sincera cuando al fin pude ocupar un lugar para verla mejor—. Esto de grabar a pleno sol no es tan divertido como imaginé —platicó mientras entrecerraba sus ojos porque los rayos le pegaban con fuerza y la mano que usaba como sombrilla no servía de mucho.

Natalia ocupaba el centro de la pantalla rodeada de un buen número de árboles, caminaba despacio por la acera y la brisa lograba despeinarle un poco el cabello. No había cambiado mucho físicamente, o al menos no lo notaba porque ya me había acostumbrado. Aún conservaba su cabello color chocolate y esos ojos vivaces que parecían no darle tregua.

—Yo una vez vi un vídeo de alguien que iba en la calle grabando, se cayó de cara y perdió dos dientes —recordé para advertirla. Al principio el hecho fue algo traumático, pero después tuvo un final feliz.

—¿Carlos, qué clase de vídeos hay en tu computadora? —le reprochó Natalia al ver la naturalidad con lo que lo hablaba, como si habláramos del aumento del precio de la tortilla. Como si al hablar de ese tema pudiera sonreír, si hasta me da gastritis de solo acordarme.

—Ella busca esas cosas, ten presente que ama las desgracias —bromeó haciendo referencia a todas las veces que internet me había jugado bromas pesadas.

Yo no tengo la culpa que salgan esas recomendaciones cuando buscaba experiencias con el odontólogo para darle realismo a un personaje.

—¿Cuándo vendrás? —le preguntó Carlos que siempre esperaba respuesta a esa cuestión. Porque aunque Natalia nos visitara en vacaciones o en Navidad, Carlos siempre estaba buscando la fecha de volver a encontrarse con ella. No lo decía, pero yo lo conocía lo suficiente para notarlo.

—Sobre eso tengo una sorpresa —dijo a la par que un brillo inusual se instaló en su mirada. Se me asemejó a una niña que está a punto de confesar alguna de sus travesuras.

Antes de poder decirnos de qué trataba tanto misterio el sonido de la puerta nos interrumpió. Bonita hora para ello, teniendo todo el santo día... ¡Maldito cobradores, ya les pagué los zapatos que compré!

—¡Yo no voy! —grité para que no se les fuera ocurrir mandarme a abrir con lo que me costó llegar hasta aquí. Natalia rio por mi rápida respuesta y a Carlos no le quedó de otra que ir a atender a él.

—Ahora sí a seguir con el chisme —celebré—. ¿De qué se trata?

Esperé sus palabras pero nunca llegaron.

De la nada, y sin previo aviso, la pantalla se pintó de negro en su totalidad. Negro. Como si nada hubiera estado ahí jamás. ¿Qué demonios? ¡Lo que me faltaba! Ahora Carlos pensaría que quebré algo sin haber tocado ni una tecla.

El grito proveniente de la entrada me robó el aliento incluso más que la idea de explotar la pop.

—¡Soy inocente! —confesé en caso de que algo sobrenatural aconteciera. Eso me pasaba por hacerme la valiente.

Para fortuna de mi salud el temor cesó al identificar una risa femenina apenas audible. Solté el aire retenido en mis pulmones cuando agudicé mi viejo oído y lo comprobé. Nada de muertos, solo una mujer.

¿Quién estaba tan feliz? ¿Por qué no me invitaba? No me quedaría con las dudas de saber quién ocasionaba tanto escándalo. Apoyé mis manos en la madera para usarlo de soporte, ponerme de pie y alcanzar a mi paso la puerta.

Apenas caminé unos metros y el nido de ideas se esfumó como lo hacia siempre mi dinero. A la distancia pude observar el panorama en su totalidad. En el portal la figura de Natalia, tal como la había visualizado hace unos segundos en la pop, envolvía entre sus brazos a Carlos que parecía estar tan sorprendido como yo.

Y antes esa imagen yo solo podía pensar una cosa. ¡Ya habían inventado la teletransportación! Dios mío, adiós vueltas eternas para los pendientes.

—No tienen una idea de lo mucho que los extrañé —soltó con alegría mientras dejaba a Carlos de lado para zarandearme, como si yo fuera un oso de peluche. Con esa simple acción comprobé que era verdad y no una alucinación, tenía que ser una realidad que me convirtiera casi en un resorte humano.

De igual manera no pensarme quejarme porque estaba demasiado feliz como para hacerlo.

—¿Por qué no nos dijiste que vendrías? Hubiéramos pasado al aeropuerto a recibirte —mencionó Carlos que parecía feliz de volver a verla, aunque él no estaba haciendo tanto espectáculo como yo que casi sacaba las serpentinas para festejar. Noté que aún no le caía el veinte, la fuerza de sus palabras que estaba tratando de acomodar sus ideas lo dejaban claro.

—Quería sorprenderlos.

—Lo hiciste. Pensé que había roto la cámara de Carlos y ya me las estaba ingeniando para enterrar la pop en el parque —confesé feliz al verme salvada. Carlos me miró confundido, pero no tuvo tiempo de añadir algo porque Natalia nos tomó de la mano para guiarnos hacia la sala.

Me salvó la campana, o más bien, Natalia.

—Tenemos mucho de qué hablar —anticipó cuando se dejó caer en el sofá—. Aunque ahora estoy muerta... No literalmente —aclaró antes de que empezara a preguntarle cosas sin sentido sobre el inframundo.

—Dijiste que te gustaban los aviones —comentó Carlos al por algo a la cocina para ofrecerle de beber. Siempre le recordaba la experiencia y lo emocionada que estaba en su primer vuelo.

—¿Yo dije eso? Olvídalo entonces. Lo mejor de todo es que ya no tendré que subirme a uno por un largo tiempo.

—¿Qué? ¿Te irás a pie?

Debió pasarle algo terrible para pensar aventarse tal recorrido en otro medio, pero al observar su semblante entendí a lo que se refería. Si ven que una tarda en captar las ideas y vienen con sus adivinanzas.

—¡Sí! Terminé el curso al fin, así que esta vez llegué a México sin planes para irme de nuevo —celebró entusiasta como ella sola podía hacerlo. Se levantó del sofá de un salto y nos dio otra ráfaga de abrazos que me hicieron sonreír.

¿Pueden creerlo? Los tres juntos de nuevo. Siendo así todo lo que se viniera tenía solución.

—He rentado un pequeño departamento porque no pienso volver a vivir con mi madre, no es que no quiera, es solo que quiero tener un espacio para mí, al menos mientras decido que haré con mi vida. Deben ir a verlo —propuso alegre, pero yo tuve que rechazar la invitación por más que deseara acompañarla cuando mencionó que estaba en el tercer piso. No volvería a subirme en esas máquinas del demonio llamadas elevadores.

Carlos quedó de ir esa misma tarde y me pareció buena idea que fuera solo, eso de hacer siempre el más tercio tampoco estaba divertido. Vamos, me pueden querer mucho pero tampoco debo pasarme.

—Margarita también te tiene una sorpresa —señaló Carlos cuando estaba a punto de tocar otro tema. Sí, se me había olvidado contarle porque no era tan importante o tal vez el tema todavía estaba dando vueltas en mi cabeza sobre si era correcto no. Además, me gustaba escuchar a Natalia hablar sobre su viaje. Era una pena que tuviera que dejarlo para después. 

—Publicaré una nueva historia... O intentaré publicarla —dije tratando de lucir lo más normal posible. Siempre que un libro que había salido de mi loca cabeza saltaba a internet tenía la sensación que me arrojaba al vacío.

—¿En serio? —La manera en que Natalia lo preguntó, llena de ilusión, no me hizo sentir tan emocionada. Esta era la trama la más loca de todas, no estaba muy segura de acertar.

—En serio —contestó Carlos al pasarle su celular donde podía observar la portada. Ese naranja sí que era llamativo.

—¿Margaret perdida en Wattpad? —Su mirada pasó del aparato ese a mí un par de veces como si con eso me preguntara si era una broma de Carlos o una realidad—. ¡Margaret perdida en Wattpad! ¿Es su vida? Claro que es su vida, ¿qué cosas digo? Es que estoy tan emocionada que no sé qué decir. Solo sé que ya lo amo.

—Tranquila, Natalia, te vas a desmayar —intervino Carlos que disimulaba bien la gracia que le provocaba cuando Natalia entraba en modo lectora—. Si solo ver la portada te pone así lo que está en el interior te matará.

—¿El interior? ¿Qué tiene el interior? ¡Oh, Dios, yo salgo en el libro? ¿Es eso? ¿Yo salgo en una página del libro? —me preguntó hablando tan rápido que apenas le entendí.

—En varias —reconocí—. Aunque no estoy segura que funcionará. Ya sabes, eso de contar cómo la riego constantemente no es divertido.

Pero Natalia ya no me estaba prestando atención, se concentró en leer de lo que la hablaba sin importar el mundo que la rodeaba. Observé sus ojos recorrer deprisa la dedicatoria y mientras devoraba las palabras sus ojos se fueron cristalizando.

—Esto es tan hermoso. Nos dedicó el libro a Carlos y a mí —dijo como si nos estuviéramos informando por primera vez de lo que escribí—. Carlos nos dedicó el libro —repitió como si no terminara de creérselo.

—No podía ser de otra forma —confesé.

Ellos eran mi familia. Carlos que siempre estaba ahí sin importar las circunstancias, si no estaba de acuerdo, si era una locura. Y Natalia que apoyaba mis aventuras, que enternecía mi corazón con esa fe en cada paso que daba. Los quería más de lo que ellos se imaginaban.

—¿Y dice que no está segura de subirlo? Margarita, no puede hacerme esto después de emocionarme.

—Sí, no sé, ¿no escribiré de más? Quizás deba cambiarme el nombre, me podré Emiliana o Eugenia. A ti te llamaré Rosario y a Carlos...

—Prefiero conservar mi nombre —me interrumpió—.  Y también sería útil que conservara el nombre de Margaret porque ya está en la portada. Portada que estuvo debatiendo por más de dos horas.

—Yo no tengo la culpa de que el dibujo no me convenciera en un inicio —le susurré a Natalia para justificarme porque esa caricatura que todos juraban que era idéntica a mí no me agradaba.

—Margarita, yo creo que debe publicarla. En serio, piénselo, ya nada puede perder y puede ganar mucho. Más allá de todo eso creo que su vida puede inspirar a muchas personas que están empezando y que sienten que las cosas no van hacia ningún lado.

—O al menos pueden reírse un rato, que seguro tiene material de sobra para eso.

—Carlos...

—¿Qué quieres que le diga? Es la verdad —respondió pero al notar esa mirada que le dedicaba Natalia cada vez que necesitaba una mano se ocupó de mí—. Escúcheme, Margarita, nunca se logra nada si se piensa en un éxito inmediato, tiene que fallar quiera o no, y no sabremos si acertó si no lo intenta.

—Todo mundo dirá que estoy loca —murmuré pero por la manera en que ambos me miraron quedó claro que eso no era algo nuevo—. Y de ustedes... ¿No les molesta que escriba de ustedes? Porque diría todo lo que pienso —les advertí para que después no se hicieran lo sorprendidos.

—Un poco más de odio hacia mi persona me sería indiferente —aprobó Carlos que siempre tenía que salir con sus cosas.

—Me gustaría decir lo mismo, ahora que lo pienso evitaré los comentarios. O la mayoría de ellos... A quién engaño, los leeré todos —confesó Natalia con entusiasmo.

Sí, yo también lo haría. Aunque no por lo que dijeran de mí, lo que buscaría es saber si ayudé a alguien, si lo hice sonreír o alegré un momento de su día, escarbaría para encontrar el motivo por el que empecé este libro. 

—¡Imagine que ganara un premio o terminara en físico! —me animó Natalia que soñaba en grande. Carlos negó con la cabeza porque para Natalia no existía las páginas de relleno, para ella todo aportaba para  un buen desenlace—. Yo presiento que le irá muy bien.

Ojalá fuera así.

—¿Eso es un sí? —preguntó Natalia al verme sonreír. Solo ellos dos podían darme esa seguridad que en muchas ocasiones me faltaba. Si escribir era lanzarse al vacío, ellos eran el paracaídas.

—Sí, vamos a arriesgarnos.

Así que si llegaste hasta aquí quiero decirte que fuiste muy resistente porque lidiar conmigo no es fácil. También debes saber que todo en la vida es posible, incluso lo que parece no serlo lo será algún día, así que si tienes algo que ronda por tu cabeza pero el miedo te impide dar el siguiente paso recuerda que todos estuvimos en el sitio en el que te encuentras y solo hay una manera de avanzar, intentándolo.

Gracias por ser parte del libro de mi vida. 

Yo no te olvidaré, espero tú no lo hagas.

Atentamente,

tu amiga Margaret.

  🔹  🔸🔹 🔸 🔹 🔸

¡Hola! <3 De corazón muchísimas gracias por leer hasta aquí. Gracias por todo el apoyo. Espero que les gustara el epílogo. La dedicatoria de este libro está dirigida a todas las personas que le dieron una oportunidad.

Estaré subiendo capítulos extras a partir de aquí, empezando por el material que subí al grupo. Después seguirán los demás. Si gustas saber más de ellos te estaré muy agradecida de que los lean, pero si no es el caso quiero agradecerte que me acompañaras en este recorrido. Son muy importantes para mí.

Gracias a todas las personas que tuvieron el detalle de comentar en el capítulo anterior y en el perfil :,D. Mil gracias a todos, no saben lo importante que son para la historia. Meses y meses de apoyo que no sé cómo pagar. Margaret los ama y yo también <3.   

SI LES GUSTÓ LA HISTORIA quería recomendarles otras de mis novelas que están disponible en este perfil. En especial El club de los cobardes, una comedia romántica ya terminada, que cuenta los líos de siete protagonistas con muchos problemas amorosos. También si gustan de novelas tiernas, juveniles y románticas podría gustarles Las cartas de Taiyari o La chica de la bicicleta. Espero que puedan darles una oportunidad y alguna les guste.

Por último los invito a unirse al grupo donde subiré adelantos y las noticias que se generen, ya saben que pueden encontrarlo como: JanePrince394(Wattpad)-Oficial, si alguien tiene un problema con él pueden avisarme <3. Si no tienes facebook puedes seguir este perfil (JanePrince394) para que te lleguen las noticias <3.



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