Capítulo 39
Definitivamente todo se fue a la fregada.
Como si no tuviera suficientes razones para arrojarme de un puente había tenido la idea, mala como todo lo que me pasaba últimamente, de revisar de nuevo el correo. Ya saben, para ver si encontraba algo que me alegrara un poco el día.
Y sí, me llegó un nuevo mensaje.
Para mi desgracia no era lo que estaba esperando, y eso que en aquel momento imaginé cualquier cosa.
Buenas tardes Margarita Rodríguez.
El equipo revisó la propuesta que nos envió y a pesar de encontrar elementos interesantes en ella no logró los votos del comité suficientes para ser publicada.
Le agradecemos mucho su interés y le deseamos éxito en su camino.
Algo así, tampoco me lo aprendí de memoria y no pensaba volver a revisarlo.
Con esa ya llevaba cinco respuestas negativas. No una, no dos, no tres. Cinco.
Algo estaba fallando, había mandado el manuscrito lo mejor que pude y la propuesta editorial tal como me debí.
Y no sé ustedes pero cuando llevas tantos no empiezas a pensar que eres tú el problema. Me había dejado enamorar por los mensajes de apoyo sin ponerme a pensar que tal vez no lo hacía bien, quizás me faltaba algo para llegar a papel. ¿Por qué pensar que era sólo una cosa la que me fallaba? ¡Podían ser más! Había soñado en grande, creyendo que mi racha de suerte duraría para siempre, pero había olvidado que en esto necesitas talento. Yo estaba lejos de ser una mujer con experiencia en el tema, no conocía a profundidad mis errores y fortalezas, porque yo solo estaba jugando a ser una escritora. Una que aspiró demasiado. Todo se salió de control cuando me ilusioné por algo que no llegaría. Había cientos de personas buscando una oportunidad, cientos de ellos con años de lucha a su espalda. ¿Qué se supone que me hacía a mí especial? ¿Mis escándalos? ¿De verdad creí que eso sería suficiente para lograr lo que estaba buscando?
Al final las cinco editoriales tenían razón, a mí me faltaba algo. Y no sabía si algún día lo tendría.
Decidí que era buen momento para dejar la pop de lado porque de lo contrario terminaría dándome golpes contra la pared cada vez que observara el último mensaje de la lista. Me sentía mal, así que lo mejor sería alejarme de todo el enrollo por unos días, hasta encontrar paz y volver al ruedo.
Pensé en todo lo malo que había pasado desde que me metí en esto, en todas las decepciones y esfuerzos que hice, que parecían no servir de nada.
Caminé hasta la cocina por algo de agua y encontré a Carlos que había vuelto a su tarea de revisar pruebas de secundaria. Al menos él tenía en qué ocuparse. Yo tenía que hacer lo mismo o terminaría más loca de lo que ya estaba.
Intenté no distraerlo, pero no por eso lo ignoré, todo lo contrario. Me dediqué a observarlo como si con eso bastara para saber qué estaba pasando por su cabeza en ese momento. Ojalá pudiera leer mentes...
¿Qué se supone que iba a pasar con todos nosotros? ¿Qué pasaría con él? En mi pueblo suele decir que hay un diferencia abismal entre ser tonto y hacerte el tonto, yo tenía un poco de ambas, pero no era lo suficientemente despistada para no darme cuenta de lo que estaba pasando. Y también sabía que se necesitaba terminar un ciclo antes de empezar otro, uno sin quejas y discusiones acumulados.
—Carlos... —lo llamé en voz alta para que dejara eso de lado y me prestara atención.
—Si viene a decirme que me equivoqué, déjeme decirle que ya soy consciente de esa información —me interrumpió sin despegar la vista de lo que estaba haciendo.
—En realidad venía por agua —mentí en parte mientras me servía un vaso para aparentar—. Aunque ahora que sacas el tema que bueno que ya lo sabes. Me ahorro el sermón que traía preparado, que por cierto tú te lo pierdes porque estaba como para una película.
Él rio más relajado por lo último, como si mi tono de voz, que no era acusatorio, le hubiera quitado un peso de encima. Y estaba bien, yo no pensaba a juzgar a nadie, no era a mí la que me correspondía ese papel.
—¿Se da cuenta Margarita? Es posible convertirse en un idiota en cuestión de segundos —comentó sin emoción en su voz, como si habláramos del clima.
—Pero hay de idiotas a idiotas —le hice ver, porque estaban los que se equivocaban de vez en cuando a los que tenían título en la materia—. Tú no lo eres tanto. Estás en la media permitida aún.
—Estoy pensando qué hacer —me dijo como si por primera vez en toda su vida no tuviera la respuesta. ¿Me estaba pidiendo un consejo a mí? A mí. Quizás no, pero yo lo interpreté así. Debía estar realmente desesperado para pedirle ayuda a la personas con peores relaciones interpersonales del mundo.
—Una fiesta para festejar a Natalia. Eso sería lo primero —mencioné tratando de acomodar cuáles eran los pasos correctos. Ya nos habíamos equivocado una vez, teníamos prohibido hacerlo de nuevo—. Con botana y pastel.
—¿Vamos a festejar? No soy de las personas que fingen algo que no sienten. En mis planes no está empezar a hacerlo.
—Pues habrá que hacer un esfuerzo. Así es la vida, Carlos, todos los días en el mundo personas hace sacrificios por las personas que aman. Si todo fuera pura felicidad y recibir estaríamos en otro planeta. Además tú sí estás feliz por ella, estás mal por lo otro, pero son dos cosas distintas —le expliqué haciendo gala de mi nula sabiduría para que no se crucificara. No tenía nada de malo que no quisiera que Natalia se fuera, ni querer cambiar el destino, porque somos humanos y tenemos permitidos regarla con nuestras emociones. Nadie puede ser feliz haciendo siempre lo correcto porque dejaríamos de ser quienes somos—. Y tienes que pedirle disculpas, Carlos. Eso es inevitable así que vete haciéndote a la idea.
—Lo mejor será que deje pasar un tiempo para que las cosas se normalicen. No creo prudente hacerlo en este momento —me compartió su conclusión.
—No, no, no. Nada de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Si ya traes la intención para qué vas a retrasar lo que pasará —le dije para que no anduviera dándole largas al asunto—. Te lo digo por experiencia, si uno no arregla el problema a tiempo después se va a convertir en un monstruo que no vas a poder combatir.
—¿Todos los escritores tienen que estar soltando frases así cada vez que dan su opinión o es parte de su personalidad? —se burló de mi reflexión. Bueno, al menos las cosas estaban volviendo a su curso.
—Un poco de ambas —reconocí—. Soy buena dándole dramatismo al asunto, así como también lo soy escuchando —traté de persuadirlo. Yo sabía que las cosas se podían arreglar, pero mi vena chismosa deseaba conocer lo que pasaba por su cabeza, porque siempre es sano deshacerse de esa tormenta que nuestras ideas provocan dejando que el viento las arrastre. Y yo quería darle a Carlos la libertad de hablar—. Yo creo que Natalia será más feliz si tú la apoyas también.
—No tiene que decírmelo, sé que ella esperaba otra cosa, pero... —buscó las palabras exactas para terminar su idea, pero decidió dejar eso para centrarse en lo que realmente lo atormentaba—. ¿Sabe lo que pensé cuando me crucé con Natalia por primera vez?
—¿Te enamoraste de ella? —sonreí porque eso sonaba bien para una novela, pero Carlos sólo se rio de mi respuesta.
—No —negó mientras me contaba con naturalidad su respuesta—, pensé que era una mujer muy rara.
—¿Rara? Eras más raro tú —le hice ver, no para ofenderlo, yo le ganaba en extrañeza, pero Natalia era la más normalita de todos.
—Tal vez, es sólo que había algo que no encajaba en su personalidad. Estaba seguro que la bondad que presumía era una fachada, una manera de protegerse del mundo y poder ganar algo a cambio. Me era ilógico que alguien hiciera lo que ella hacía porque le nacía. Somos humanos, Margarita, egoístas por naturaleza.
—Sí, pero ella lo hacía por lo de su abuela... —le recordé por si quería de hallarle lo humano a sus actos.
—Ahora usted y yo lo sabemos, pero en ese entonces sentí una curiosidad injustificada por demostrarme a través de ella que mi pensamiento de que nadie buscaba el bien del otro era correcta. Porque yo estaba seguro de eso —me contó. Y no sé qué es lo que estaba ganando si mi curiosidad por seguir escuchando la historia o la emoción porque Carlos estaba confiando en mí.
—Y fallaste. Te toca pagar la apuesta —le eché en cara para que después no se echara para atrás. Yo sí confíe parcialmente en Natalia, gané.
—Ni siquiera aposté.
—Perdón, la costumbre. Continúa —le pedí después de disculparme—. ¿Y cómo te convenciste de que estabas equivocado?
—Porque me dediqué a observar sus reacciones. No se pueden fingir ciertas cosas, Margarita —me contó. Y compartimos esa opinión. El problema del actor no es que te convenzan, si no la paciencia para que perdure—. Y para mi sorpresa, Natalia era tan auténtica en su comportamiento que nunca necesitó convencerme de lo contrario.
—Y caíste, mijo. Muerto. Qué te digo, así es esto. —Me encogí de hombros para que entendiera que de esa no se podía librar.
—Usted sí que ama el drama, de otra manera no me explico una relación con la muerte —mencionó de buen humor, pero lo interrumpí.
—¡Yo lo sabía! Les dije que terminarían juntos aun cuando tú perjurabas que no. —Lo señalé con una sonrisa victoriosa—. Gané.
—Una victoria fugaz.
—Me importa un bledo si fue fugaz o no. Te gané, Carlos. ¿Sabes lo que significa eso? Si yo pude ganarte, puedo hacer lo que sea —hablé sin pensarlo a fondo. Estaba demasiado contenta porque había aceptado que estaba enamorado de ella, lo demás me valía un cacahuate.
—Felicidades por eso —se burló de mi reacción.
—Bueno, pero ya hablando en serio, aún pueden arreglar las cosas —solté cuando me calmé y volví a mi faceta de mujer pensante—. La mayoría de los problemas tienen solución, los que complicamos todo somos nosotros.
—No sé si quiero arreglar las cosas —me confesó sorprendiéndome. ¿Estaba loco o qué? Estuve a punto de preguntarle a qué se refería, pero al ver mi semblante se adelantó a aclarar mi duda—. Margarita, no está en mis planes atar a Natalia a una relación a distancia.
—Hay relaciones que funcionan así —intervine sin saber muy bien de lo que hablaba porque jamás había sido testigo de una relación así. ¿Cómo sería estar enamorado de alguien del que sólo puedes ver por una pantalla o hablar por teléfono? Por mí estaría bien porque eso del contacto físico me molesta, pero aquí el lío no era mío.
—Lo sé, pero estamos hablando de Natalia. Ella siempre hace lo correcto, incluso antes de hacer lo que quiere. Sé que va a sentir un compromiso conmigo sin importar que esté en otro país, y no quiero que deje de pensar en ella por eso.
—Entiendo tu punto —le aseguré, y Carlos rio como si no me creyera—. Oye, lo digo en serio. Pero se te pasó un pequeño detalle, muchacho. Uno pequeño, pero importante. Deja que ella decida. Si ella quiere seguir contigo, pues adelante. Si ella quiere mandarte el diablo, pues ni modo. No decidas lo que crees mejor para ambos, sino deja que las cosas se decidan sobre la marcha. Si de verdad quieres que sea feliz dale la confianza suficiente para que sea libre de hacer lo que quiera antes de lo correcto. El amor no se puede pensar tanto, estamos hablando del amor no del partido de la selección —lo aconsejé.
—¿De dónde se supone que sacó tanta sabiduría? —se burló Carlos al verme hablar tan apasionada del tema, pero realmente creo que escuchó cada una de mis palabras con atención y las tomaría en cuenta.
—Carlos, uno no carga los años en vano. —Me encogí de hombros para no declarar que todo eso lo había inventado—. Cuando seas más grande te sacarás consejos de la manga.
—Me parece riesgoso seguir un consejo suyo, pero no me queda de otra que probar qué tal me va —terminó por reconocer de buen humor.
—Me lo vas a agradecer cuando todo salga bien —le dije con la misma actitud—. Y si todo se echa a perder recuerda que ya era decisión tuya hacerlo o no.
—No voy a esperar hasta ese día, porque teniendo en cuenta los antecedentes es más factible que ocurra lo segundo, así que le agradezco desde ahora. Si no es por la solución tan sólo por escuchar mis divagues.
—¿Me estás agradeciendo? —pregunté con sorpresa porque eso era nuevo, al menos de una forma tan explícita, pero no fue necesario escuchar una respuesta porque su sonrisa tranquila antes de abandonar la cocina me dictó lo que quería decir. Sí, era un gracias de verdad.
Y me sentí feliz, no solo por la confianza que depositó en mí aún sabiendo lo difícil que era para él, sino porque Carlos estaba decidiendo el rumbo de su vida con el corazón y yo estaba a punto de hacerlo también.
🔹🔸🔹🔸
A veces es bueno volver al principio de la historia, no para retroceder al pasado sino para recordar por qué llegamos a este punto. Y yo necesitaba en ese momento tener presente un detalle que en ocasiones de incertidumbre olvidaba.
Todo era posible si se trabajaba para ello.
Dudo que alguien pueda presumir de gozar de un éxito inmediato, sin mover un solo dedo, sin sacrificios, esfuerzos y pérdidas. Así es esta vida, todo lo que queremos debemos ganarlo. Yo sin duda había ganado más de lo perdido por lo que debía sentirme afortunada. Debía. Hay muchas cosas que deberíamos hacer y no ocurren porque somos humanos, no podemos seguir al pie de la letra las instrucciones. Somos personas no recetas de pastel.
Por eso estaba de pie justo frente al INEA, recordando la decisión más importante que había tomado en mi vida y las consecuencias de ella. El dejar mis temores atrás e intentar algo que consideré imposibles por muchos años.
El lugar no había cambiado, seguía manteniendo todo en su sitio, aunque destacaba la pintura nueva en las paredes de la oficina.
—¿Margarita? —La voz de la recepcionista me sacó de mi trance cuando decidí entrar. Le sonreí porque la reconocí, fue la misma chica que me atendió el primer día que llegué aquí—. ¿Puedo ayudarla en algo? —me cuestionó enseguida, parecía sorprendida de verme y no la culpaba, ni yo podía entenderme la mayoría de las veces.
—¿Tendrás las llaves del salón número uno? —le pregunté casual como si hubiera ido a pedir informes. Ella me observó sin emitir palabras, no se atrevía a soltar lo que estaba en su cabeza, por lo que traté de aligerar el misterio—. Quiero robarme el escritorio que era de Carlos.
Ella rio y no reunió el valor para preguntarme qué era lo que quería. Supongo que se compadeció de mí y me acompañó al aula para que dejara de quitarle el tiempo. Era como una clase de favor, creyó que no quería hablar de eso, pero siendo completamente honesta se lo hubiera contestado apenas me cuestionara.
—No te angusties, cosas de viejos. La mayoría de las veces actuamos por nostalgia —le dije mientras la veía colocar la llave en la cerradura confiada a que con eso captara mi objetivo.
Creo que lo hizo, pero no estoy segura porque en ese momento toda mi atención se concentró en esas cuatro paredes que me trajeron tantos recuerdos. Traté de estudiar cada detalle buscando algún cambio, pero todo parecía haberse congelado en el tiempo.
La silla donde me senté tantas noches seguía pegada al escritorio, a una distancia corta del pizarrón donde aprendí a copiar las letras. Primero mi nombre, luego el de otros, los colores, ciudades, animales, sensaciones. De paso en paso, con una combinación de caos y paz a mi espalda. En una carrera sin competidores físicos, pero con una meta igual de compleja.
Recuerdo que al principio mi vida se concentraba en pagos, noticias, chismes y peleas de barrio. Después en letras, pruebas, tareas y horarios. Ahora mi preocupación era no ser lo suficientemente buena para lograr mi sueño más ambicioso.
Acaricié el escritorio mientras recordaba la emoción que me inundó la noche que alguien me dijo que tenía la capacidad para crear mundos que no existían y darles voz a seres que no la tenían.
Esa noche descubrí que podía luchar por algo, plantearme un objetivo y hallar en él una razón para levantarme cada mañana. Ya no por costumbre sino porque deseaba a vivir. Y de ahí se vinieron cosas buenas, muchas cosas buenas. Tantas que no podía dejarlas de lado solo porque las cosas se estaban tornando complicadas.
Tenía que confiar en mí, no esperar que otro me lo dijeran. Dejar de siempre imponerme una meta que dependía de otros para sentirme realizada. Necesitando las voces de otros para callar las que me atormentaban.
Quizás no llegaría a papel pronto, pero ya no importaba porque lo importante no era llegar primero, sino llegar.
Lo sabía yo que había entrado en este salón a los setenta sin ilusiones y se despedía una Margarita diferente. Una que sí tenía motivos para sonreír cada mañana.
—¿Margarita, está bien? —insistió la chica al verme perdida entre los muebles de madera. Quizás la broma de robarlo contenía un poco de mi deseo interior. Asentí un sin fin de veces para que dejara de preocuparse.
—Estoy mejor que nunca —le aseguré mientras suspiraba aliviada, necesitaba dejar de pensar en cosas negativas.
Pero no me creyó del todo así que le agradecí el gesto de invitarme algo de tomar mientras charlaba sobre los cambios que estaban aconteciendo en el instituto.
Aunque ustedes no lo crean aceptar su invitación fue un gran paso para mí, que poco a poco estaba empezando a salir de mi caparazón de amargura y trataba de convivir sin sentirme tan obligada.
Además, escuchar que el mundo seguía rodando pese a las decepciones me recordó que la lista de sueños no puede cumplirse cuando nosotros queremos, sino cuando se llegue el momento. Así algunos ese día se animarían a dar el paso que yo me atreví hacer meses, otros estarían presentando sus libros en alguna librería, otros sólo estarían pensando si debían intentarlo. Tiempos diferentes, momentos exactos para cada uno. Cada día en el mundo se cumple uno, aunque mucho tratemos de ignorarlo.
Me platicó sobre la inscripción de muchos tutores para dar clases. El impacto que tuvo la entrevista, el comercial y todo mi rollo para la difusión del programa. Me alegré al saber que algunos estaban iniciando su aventura, que los líos de alguna persona son la fortuna de otras y que entre todo lo malo que tenía al menos había hecho algo bueno, aunque fuera en una medida pequeña.
Incluso había un trío profesoras que habían leído mi historia en Wattpad y que se habían decidido a enseñar en las aulas, claro que allá las conocían por sus nombres y no por esos apodos raros que se poden en internet, porque de lo contrario sus alumnos estarían como yo tratando de adivinar si de verdad Patty C.P era contadora, qué era una Arepita y de qué idioma había salido la palabra Hummingbird.
Fue bueno alejarme de los problemas que en ese momento me atormentaban y respirar un poco de paz. Imaginar que todo se arreglaría y muchas cosas buena llegarían. Tal como al inicio cuando todo se veía oscuro y la luz lo inundó de golpe.
🔹🔸🔹🔸
Llegué a casa cuando el sol estaba por ocultarse. Dejé el intento de bolsa que tenía en el sofá, donde no cabía nada, para encontrarme con Carlos en la pop. ¿Eso muchacho no podía dejar ese maldito aparato de lado?
—Estaba pensando que no puedo esperar que siempre sea la policía quien me contacte para poder hablar con usted. Tenemos que considerar la idea de que lleve consigo algún celular —me dijo apenas me vio.
Sí, estoy bien, no he comido, tengo hambre, pero sobreviviré.
—No, esas cosas son del diablo, ya estoy suficientemente enviciada con la pop como para no poder salir del pozo —le avisé para que fuera borrando esa loca idea de su cabeza. Yo ya no estaba tan cuerda para poder usar tanta tecnología y no volverme loca.
Carlos terminó por darme la razón, o eso creí porque no debatió el punto.
—Por cierto, intentaron localizarla en la tarde —me platicó Carlos de lo más casual concentrado en la pantalla mientras me dejaba caer en el sillón para que mis pobres pies hallaran la paz que necesitaban.
—Verónica —pensé en voz alta. Habíamos quedado de vernos de nuevo para charlar, quería mostrarme unas cositas de tela que hacía. Se escuchaba muy entusiasmada cuando me lo contó—. La llamaré mañana. Si vuelve a hablar le dices que ponga la fecha y...
—La editorial Renacer.
—¿Qué? —Lo miré desconcertada mientras él giraba un poco la pantalla de la pop para mostrarme algo que estaba escrito en ella.
—Aceptaron el manuscrito —me informó al mismo tiempo en que leí el correo que había enviado.
—Eso significa que... —me sentí como una tonta porque estaba explicado en el mensaje lo que significaba, pero mi cabeza no lograba procesar tanta información. Creo que hasta olvidé cómo se respiraba porque mi corazón emocionado entre tanto salto sacudía mis pulmones. Sentí que mis ojos se llenaron de lágrimas, pero me negué a llorar hasta escucharlo como algo definitivo.
—Prepárese para ver su libro en las vitrinas porque van a publicarlo.
🔸🔹🔸🔹
¡Margarita está por cumplir su sueño! Estoy orgullosa de ella. Todo lo que recorrió junto a ustedes que la acompañaron.
Ya falta poco para el final, así que cuando termine la inscribiré a los WattysES para ver si este año corre con suerte (aunque ya es muy afortunada estando ustedes aquí). Y también está participando en PremiosGemasPerdidas, CarrotFamily y otros concursos para ver si más gente se une a la familia ♥✨.
Gracias por sus comentarios y votos. Espero les gustara el capítulos <3
Los quiero mucho ♥.
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