Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

Detestaba el transporte público. Natalia y yo esperamos casi una hora para poder detener un vehículo que nos llevara al centro de estudios. Una larga y eterna hora donde revisé que llevara todos mis documentos, la escuché hablar sin descanso y fui testigo de cómo el sol le pinta las mejillas con su simple contacto.

Yo no le pedí que me acompañara, pero ella insistió y a mí no me pareció una mala idea porque imaginé traería su automóvil. Recalco eso último, imaginé. Hubiera sido muy útil que aclarara que no tenía y que el paseo incluía el recorrido de mi casa a la parada de autobús a pie.

—¡Ahí viene uno! —La escuché celebrar cuando divisó a lo lejos un viejo camión de esos que tiemblan más de lo que avanzan.

Resoplé cansada poniéndome de pie, con las ganas en el suelo y las piernas adoloridas. Venía tan motivada pero el calor me había puesto de mal humor. Si me hubiera quedado en casa no tendría que pasar por esto. ¿Importaba que ya no tuviera ganas de ir? No, cuando estás con Natalia Espinosa esas cosas valen un bledo.

La vi hacerle la señal para que se detuviera, y pese a que en ocasiones ignoraban a todos a su paso esa vez no corrí con la misma suerte. El montón de chatarra frenó delante de nosotras y abrió sus puertas invitándonos a pagar.

Me llevó mi tiempo subir los escalones y pagarle al chófer que tardó una infinidad para contar las monedas que le entregué. Cuando al fin llegó al número siete me di la vuelta buscando un lugar, pero me topé con una sorpresa que me hizo desear arrojarme por las ventanas.

Estaba lleno.

Maldición.

Niños, mujeres y hombres ocupaban los asientos sin inmutarse por mi presencia. Avancé un par de asientos por el estrecho pasillo sosteniéndome con cuidado del borde para no tropezarme. Eso funcionó mientras el autobús se mantuvo inmóvil pero apenas se puso en marcha fue un milagro que Natalia me sujetara para no irme de cara.

—¿Está bien? —se alarmó mientras me sostenía de los hombros.

Asentí un montón de veces antes de seguir avanzando algo abochornada, la esperanza de que alguien se pusiera de pie para cederme el lugar murió cuando llegué al fondo y nadie mostró interés en mí. Se hicieron los desentendidos, unos en sus teléfonos, otros dormidos o mirando por las ventanas. No tenía ganas de descansar, ya estaba cansada de eso, pero sabía que cualquier movimiento en falso me costaría unas semanas en cama.

—Le conseguiré un lugar, ya verá —me susurró Natalia sin borrar su sonrisa. No sé qué me causó más curiosidad, el hecho de saber cómo lo haría o conocer si no le dolían las mejillas de mantener siempre la misma expresión.

—¡Buenas tardes damas y caballeros! —alzó un poco la voz para hacerse notar sobre la melodía que se escuchaba en la radio—. Necesito un...

—¡Están prohibidos los vendedores en la unidad! —gritó molesto el conductor sin despegar la vista del volante—. ¡Si le molestan las reglas puede bajarse!

—No estoy ofertando nada, necesito un asiento —respondió más para ella que para los presentes que la ignoraban. Quizás si yo tuviera asiento también lo haría, y no estoy orgullosa de eso, pero a veces la indiferencia es cómoda.

—¿Qué? —volvió a preguntar el hombre que conducía, no lograba oír la voz de mi compañera.

—Un asiento...

—No la escucho, esto no es una iglesia, grite...

—¡Que necesito un maldito asiento! —explotó llamando la atención de todos dentro, incluso yo la observé con sorpresa. Tenía unos buenos pulmones—. Lo lamento, me exalté un poco —se disculpó tomando un suspiro y acomodándose el cabello. Luego volvió a alzar la voz para que todos le vieran a la cara, tenía que aprovechar el momento—. Veo muchos hombres y mujeres fuertes que pueden brindar su asiento a esta pobre viejecita...

Con lo que me gustaba llamar la atención y esta niña exponiéndome ante todos.

—Como pueden ver ya no es bueno para su salud que esté largos periodos de pie —prosiguió—. Hoy es un día muy importante para ella y sería de mucha ayuda si le... ¡Pero no tantas personas! —soltó con sarcasmo al ver como todos volvían a lo suyo.

—Ya, ya, deje de estar lloriqueando —chistó un muchacho poniéndose de pie con mala cara apartándose para cederme el lugar.

—¿Disculpe?

Tomé asiento sin pensármelo, no fuera a ser que se arrepintiera de última hora y yo me quedara en medio del ring sin asiento. Para desgracia del público el joven no agrandó el problema por lo que Natalia no le quedó de otra que tragarse su coraje.

Pasó un buen rato en el que disfruté conversando únicamente conmigo misma. Había tratado de no pensar en lo que pasaba, así no daría un paso atrás, quería avanzar hasta donde pudiera y entonces después recriminarme si fallaba. Porque sabía que lo haría, algo dentro de mí me lo decía.

—¿Nerviosa?

El señor que estaba a mi lado se había marchado sin que lo notara y Natalia no tardó en ocupar su lugar.

—No se angustie, conozco a muchas personas que trabajan en el instituto —contestó por mí—. Quizás hasta corra con suerte y su tutor sea Martín Andrade. ¿Se lo imagina? ¡Eso sería fabuloso! 

—¿Martín Andrade? —pregunté confundida, no conocía a nadie con ese nombre.

—Sí, es el mejor maestro del mundo —me explicó—. Un hombre excepcional en todos los sentidos.

Pensé que quizás estaba enamorada de él por la manera que lo describió, hasta le brillaron los ojos cuando mencionó sus múltiples virtudes y logros que no lograron emocionarme. Inteligente, paciente, amable, sabio, sólo le faltaba volar para ser perfecto ante sus ojos.

—Estoy segura se llevarán estupendo. Después de todo apenas lo supera por unos años.

—¿Cuántos exactamente? —curioseé cuando el sueño me tentó a cerrar los ojos. Su voz no se asemejaba a una canción de cuna pero yo era de sueño pesado.

—Diez o doce —escuché casi como un susurro su voz—, pero le aseguro que serán grandes amigos.

🔹🔸🔹🔸

Bien, reconozco que imaginaba otra cosa. El centro de inscripción no se parecía en nada a lo que tenía en mente, quizás debería dejar de ver películas americanas que aumentaban mis expectativas. La recepción era un pequeño cuarto con pintura desgastada que en un principio debió ser blanca pero en ese momento podía confundirse con gris. Un escritorio reposaba al centro, con una máquina gigantesca y flores más secas que mis manos. No, definitivamente esperaba otra cosa, al menos aire acondicionado.

—¡Natalia, llevaba meses sin verte! ¿Dónde te habías metido?

La mujer que se ocultaba detrás del escritorio casi saltó al vernos poner un pie dentro. Llevaba un gafete al igual que mi acompañante, por lo que me fue fácil deducir que ambas trabajaban para el gobierno.

—En todas partes y en ninguna. Familia, trabajo, problemas, de todo un poco —le contó restándole importancia—. Por cierto te presento a la señora... Señorita... Mujer... Margarita, Margarita Rodríguez. Viene a inscribirse para el curso básico. ¿Tendrás una solicitud de ingresos?

No hubo problemas para entregármela e incluso tuvieron el detalle de ayudarme a llenarla porque, no sé a quién en su sano juicio se le ocurrió llevar un registro escrito cuando se supone no sabemos hacerlo, pero bueno...

—¿Crees que logre un cupo en el curso del profesor Martín? —preguntó con ilusión después de escribir mis datos—. ¿Sigue impartiendo clases por las tardes?

—Natalia, el profesor Andrade falleció.

—¿Qué?

Oh. Su voz tembló al escucharlo, me preparé a levantarla por si se desvanecía, pero no lo hizo aunque creo que estuvo cerca de hacerlo porque se puso algo pálida. Se sostuvo del filo del escritorio y casi pude oír su respiración cambiar de ritmo.

—¿Qué le pasó?

—Un infarto, hace apenas unas semanas. Fue algo privado, su familia no dio detalles, ya sabes cómo son —le explicó más angustiada por su reacción que por la muerte misma.

Pese a mi pronóstico Natalia no derramó ni una sola lágrima aunque sus ojos si se cristalizaron. Fue algo extraño ese cambio en su actitud. Ahí, con la mirada algo pérdida y el semblante lleno de nostalgia noté que prefería verla como un saltamontes más que como lo que en ese momento parecía.

—Pero hay un nuevo profesor —trató de animarla, dudé eso funcionara—. Es maestro de secundaria.

—Qué interesante —mintió desanimada.

—A mí me parece un tipo agradable. Además tiene buena química con los adultos mayores. No sé en qué se parece un adolescente y un ancianito pero a él le funcionan sus tácticas con ambos.

Yo sí sabía en qué se parecían pero preferí guardármelo porque no era un buen momento para bromas. De hecho no era un buen momento para muchas cosas.

—¿Cuándo será la primera clase?

—El lunes a las siete de la noche, ¿le parece un buen horario? —me consultó.

—Sí, sí, por mí está bien.

Podía pasar la actividad de mirar por la ventana para más tarde.

—Creo que no me complico con la hora, puedo salir del trabajo y luego... —susurró Natalia tratando de no llamar la atención, pero logrando el efecto contrario.

—¿Pasa algo?

—No... Bueno sí —titubeó nerviosa. Pasó sus ojos cafés de su compañera a mí un par de veces como pensándose como soltar lo que se traía entre manos—. Mire, llegó el momento de ser clara con usted...

Me alarmó el tono que utilizó, creo que hasta entoné una melodía dramática para acompañar el golpeteo de mi corazón.

—Necesito que me haga un favor...

Ya sabía que todo esto no sería gratis, que ilusa fui. Yo a mis setenta años aún seguía pecando de ingenua.

Y ya que lo pensaba mejor quizás había algo turbio aquí.

Dios mío, quizás esta no es una recepción sino un cuarto para secuestrarme, ya decía yo que estaba horrible.

—No tengo nada que puedan quitarme —me adelanto—. Y sé defenderme muy bien, lo que me falta de fuerza me sobra en estrategia. He visto las películas de Jackie Chan.

Creo que la sorprendí con eso último porque me examinó desorientada.

—No sé de qué demonios está hablando...

Ajá.

—Quería hacerle una propuesta, una que nos beneficia a las dos... Necesito demostrar que estoy capacitada para este trabajo, últimamente cometo muchas tonterías...

—Tú siempre, querida —silbó la otra.

—Sí, bueno, pero mis jefes no lo notaban —la silenció entre dientes—. Necesito hacer algo que los impresione, que les demuestre que soy una mujer comprometida con la ciudadanía. Estaba pensando en ayudarla en todo este proceso, ya sabe, estar al pendiente de su avance hasta que finalice el nivel básico para que pueda atestiguar que hice un buen trabajo... Ellos quedarán encantados al saber que fuera de mi horario me dedico a esto, ¿entiende?

—Algo... Pero está bien, puedo inventar lo que quieres que diga.

—¡No! Eso sería mentir —escupió esa última palabra como si se tratara de veneno—. ¿Por qué engañarlos cuando puedo realizarlo de verdad?

Y es que no encontraba una razón para negarme, pero algo me obligaba a no fiarme por completo. Era como un recordatorio que me pedía tener cuidado. Sin embargo, no tenía mucho que perder, nada en verdad, ¿qué si las cosas salían bien?

¿Qué era lo peor que podía pasar?

🔸🔹🔸🔹

Respiré profundo cuando el golpeteo en la puerta se hizo presente. Era el día. Había pasado todo el fin de semana pensando en las posibilidades, animándome para no caminar hacia atrás y creyendo que las cosas tenían que seguir su curso natural, aunque no estaba segura de que lo que yo estuviera haciendo siguiera ese camino.

Tenía miedo, y vergüenza, aunque me esforzaba en no hacerlo notar.

—¿Lista?

—¿Si te digo que no lo estoy me dejarás quedarme en casa? —pregunté desde el umbral de la puerta, sabía la respuesta pero no perdía nada intentándolo.

—No, lamentablemente no —negó divertida mientras me veía ponerle llave a la casa y emprender camino.

—Eso me temía. Sí, estoy más lista que nunca —me resigné.

—¡Pero no con esa actitud! —Me codeó como si fuéramos grandes amigas, me sentí una adolescente aunque estábamos lejos de serlo—. La escuela es lo mejor del mundo. Yo podría vivir en el colegio, lo amaba.

La miré asustada. Esta niña debía estar loca. Nunca había escuchado semejante oración.

—¿Algún día dirás algo que las personas normales digan?

Se lo pensó un segundo antes de negar con buena actitud. Estaba segura de que llevarnos bien sería algo complicado, pero teníamos algo a nuestro favor, ninguna competía con la otra y caminábamos en la misma dirección. Y me di cuenta de que si no puedes con el enemigo lo mejor era unirse a él.

El trayecto me pareció el más corto del mundo, no me dio tiempo ni de relajarme antes de entrar al laberinto. Me aferré a la libreta que llevaba en las manos con el propósito de calmar mis nervios y aspiré todo el aire que mis pulmones pudieran retener para no ahogarme con el nudo que se formó en mi garganta. Temía hacerlo mal, arrepentirme de haber considerado que alguien como yo podía ser como los otros, lograr lo que los demás podían. Tenía miedo de darme cuenta que no era capaz, que mis esfuerzos no sirvieran de nada. La decepción es un sentimiento que te roba más de lo que tienes en los bolsillos, y yo, literalmente, no quería quedarme con números negativos.

No me hice ilusiones con el ambiente, el salón era un pequeño cuarto al fondo y me pregunté cuántas personas acudirían conmigo. Por una parte deseaba no estar sola, pero mientras menos gente estuviera menos burlas podría recibir.

Abrí la puerta y me encontré con una decena de adultos esparcidos por el aula. Pasé saliva nerviosa, no esperaba llamar tanto la atención, y es que por alguna extraña razón todo mundo fijó la vista en nosotras cuando entramos. Quizás fue que Natalia saludó a todos en voz alta... Sí, eso pudo ser.

Arrastré mis pasos al lugar más cerca del escritorio esperanzada que así mi voz no tuviera que alzarse tanto para hacerme escuchar.

—Todo estará bien. Vendré por usted en una par de horas, ¿de acuerdo? Estaré cerca por si necesita algo.

Asentí firme confiada que así se marchara rápido, parecía mi madre en esas condiciones.

Ella se dio la vuelta satisfecha por mi respuesta dispuesta a salir de ahí, pero no logró avanzar ni un paso porque tropezó con alguien en su intento. Escuché algo al suelo y una infinidad de disculpas que salían de la boca de Natalia tratando exentar su torpeza.

—De verdad lo lamento mucho. —Se enderezó ella para excusarse con el varón que estaba frente a ella.

Demonios.

—No pasa nada —le respondió mientras se planteó recoger sus cosas que estaban tirados en el piso, pero yo sabía que pasaba porque el hombre no le dio mucho tiempo para explicaciones. Me estudié al afectado, alto, de piel blanca y ojos oscuros, demasiado común, pero eso no significaba que debía bajar la guardia.

Ella se ofreció a ayudarlo y él no se lo pensó, ambos terminaron en menos de lo esperado, incluso Natalia seguía atontada por el momento.

—Quite esa cara o pensaré que la he insultado —le pidió él mientras observaba el gafete que ella todavía portaba en el pecho, ese que no se había quitado al salir del trabajo—, Natalia Espinosa. ¿Ese es un nombre o acaba de robar esa identificación?

—Es mi nombre. Soy trabajadora social —soltó disimilando que lo último le había incomodado. Todas las palabras que se relacionaban con delitos le desagradaban, sobre todo si ella estaba incluida en la oración.

—Qué interesante —respondió, pero noté que mentía—. ¿Vino a dejar a su abuela?

Lo vi poner sus cosas en el escritorio y deseé taparle la boca a Natalia para que no se le ocurriera decir mi nombre. ¿Pueden creer que el maestro me tomara mala voluntad porque casi le rompe la cara?

—No, en realidad fue a una amiga... —Me sonrió.

Genial, quise cavar un pozo y ocultarme ahí para siempre.

—Eso es nuevo —admitió mostrando por primera vez genuino interés—. ¿Recibe una cuota extra por hacer obras de caridad de manera personal?

—¿Disculpe?

—Sólo fue una duda —Se encogió de hombros y luego volvió a lo suyo ignorando por completo a la muchacha que seguía estudiando la cuestión.

Para mi buena fortuna no encontró motivo para quedarse así que respiré tranquila cuando me quedé a mi merced. Un poco de paz era una buena recompensa para alguien como yo que... Siendo sincera no había hecho nada para un premio, pero daba igual al final.

Observé al maestro que pasó la mirada por los asientos ocupados, luego revisó su teléfono y susurró algo que no entendí por más que agudicé mi oído. ¿Sería un buen profesor, un demonio, un ángel, un multimillonario, un héroe, un vampiro? No lo sabía, pero sólo esperaba fuera un tipo paciente porque su cara de aburrimiento me dejó claro que tenía ganas de estar en cualquier parte menos ahí. Y siendo sinceros, ¿quién en su sano juicio, con una profesión y salario decente, estaría encerrado en un cuarto feo con un grupo de personas que rozarían los límites de su paciencia? Yo no, en su caso estaría viendo alguna película mientras gozo de los frutos de mi esfuerzo...¿Entonces por qué él estaba aquí?

Vamos, en el caso de Natalia era justificable, al final ella buscaba un reconocimiento, ella en parte ganaba. Él en cambio no recibiría nada, nada más que problemas.

Personas llegaron al paso de los minutos, de todas las edades, complexiones y alturas. El salón me pareció más pequeño mientras los lugares se fueron llenando y me di unos minutos para analizar a mis compañeros. Había muchas mujeres, algunas rondando los cincuentas, otras más jóvenes. Los hombres debían ser mayores, o al menos aparentaban más edad.

—Creo que está la mayoría —levantó la voz el profesor despertándome de mis pensamientos. Me acomodé para verlo bien. Abandonó su asiento y se plantó frente a todos con una seguridad que me achicó—. Estoy sorprendido, debo reconocer que es la primera que vez que mis alumnos me doblan la edad. Admiro el valor que tienen para venir hasta acá, se debe tener coraje para sentarse aquí. Aún me las estoy ingeniando para trabajar con ustedes.

No sé qué intenciones tenía ese mensaje, su voz no decía más que lo que declaraban sus palabras.

—Mi nombre es Carlos Castillo, mercadólogo desempleado y maestro de unos demonios, los cuales tengo prohibido exorcizar, conocidos por la mayoría como adolescentes.

Había oído hablar de ellos.

—Pero no se angustien —prosiguió haciendo eco en el silencio que reinaba entre el resto que lo estudiaban sin disimulo—, no han logrado modificar mi carácter. Así que sonrían porque tengo la sospecha que nos vamos a divertir mucho...

Y no  el porqué, pero yo también lo presentí.

🔸🔹🔸🔹

¡Hola!
Antes que nada gracias por llegar hasta aquí. Espero que el capítulo te gustara. Me disculpo por la demora en la actualización, tuve una semana algo complicada, pero para recompensar la espera hice un capítulo más largo y les traeré el próximo pronto. Gracias a todas las personas que se dan el tiempo de votar, comentar y recomendarla.

que esto no viene al caso, pero les cuento que nunca me había sentido tan insegura con una historia, y su apoyo me regala un poco de confianza. Los quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro