Capítulo 26
Nota: Hoy actualicé dos capítulos. Les agradecería revisaran si ya leyeron el anterior para evitar spoilers ♥.
Soy una sinvergüenza, no de nacimiento sino por decisión.
Las primeras horas me sentía mal por no decirle nada, pero después me lo pensé mejor y descubrí que no estaba haciendo algo malo, así que volví a la normalidad con una naturalidad que me sorprendió. Aunque quizás influenció que Carlos no quiso pasarme mi calificación y me obligó a acudir al módulo como todos los demás. Sí, quizás eso también pesó...
Para mi buena suerte no tuve que romperme mucho la cabeza para encontrar la respuesta porque llegando al salón le arrebataría el dichoso papel para despejar mis dudas.
—¿Por qué la tienes así? —rio Jaqueline, la chica de la recepción, cuando nos vio entrar. Esa muchacha me había ayudado el primer día a llenar mi registro.
—Porque las calificaciones no se dan hasta que se ingresen al sistema y estén disponibles para todos —respondió sin inmutarse.
—Eres cruel.
—Nunca he dicho lo contrario —reconoció—. Ahora sí puede crucificarse o hacerse un altar por el resultado —me dijo antes de entregarme la hoja.
Sí, el momento había llegado.
Estaba nerviosa, no tanto por no pasar, que sí era una preocupación, sino porque no sabía qué debía hacer después de esto. Esto era la meta, mi razón para empezar toda esta aventura. ¿Qué se supone que haces cuando ya llegaste al punto más alto?
Y es que yo vivía en el mundo de quizás, en ese donde uno apunta un montón de deseos a la lista, pero no llega a cumplir ninguno. En parte ese mundo es más cómodo, no tienes que hacer mucho más que quejarte, y al final eso no requiere mucho esfuerzo. Pero cuando empiezas a actuar las cosas toman otro sentido.
Margarita, deja tu nostalgia y ve el resultado.
Tomé una enorme bocanada de aire antes de estudiar la hoja. Una mezcla de orgullo y gracia encontré en el hecho de poder leer cada una de las palabras que estaban sobre el papel. Hace unos meses, ni en mis mejores sueños, hubiera creído lograr semejante hazaña.
—Pasé —susurré al ver que no había áreas destacadas por reforzar—. ¡Pasé! ¡Carlos, mira esto, dice aprobada! ¿Entiendes qué significa?
—No puedo hacerme ni una idea —respondió con sarcasmo, pero a mí no me importó, estaba tan contenta que si hubiera tenido menos edad estuviera dando de saltos—. Por cierto, felicidades.
Y sonaba sincero. Todos los pequeños pasos que había acumulado estaban haciendo el camino.
Papá mentía cuando dijo que no debía estudiar porque no servía de nada, él se equivocó, porque volvería al aula las veces que fuera necesario para sentir todo lo que sentía en mi pecho en ese momento, esa mezcla que no soy capaz de describir con precisión. Y yo también fallé por creer más en lo que los demás decían antes que en lo que yo sentía.
Ser mujer, ser de un pueblo, mi edad, no son más que excusas, nunca realmente fueron limitaciones. Y a veces me cuestiono por qué no lo descubrí antes, por qué se tiene que tocar fondo para sentir la necesidad de salir a la superficie.
¡Pero eso qué importa! Ya sólo quedaban los restos de aquella Margarita que tenía como ambición máxima comer pan recién hecho. Ahora tenía el maldito papel que acreditaba cómo me fregué por meses. Si bien no necesitaba pruebas contundentes para comprobar que comprendía, leí y escribía con lentitud, tener un certificado era otra cosa. Yo sé que muchas personas tienen la pared lleno de diplomas y que debe parecerles ridículo mi emoción, pero yo jamás creí pertenecer al grupo que poseía un reconocimiento.
—Parece que en cualquier momento va a ponerse a llorar —comentó Carlos después de todo el silencio. Yo y mis monólogos internos llenos de frases épicas que nunca usaré en mis libros. Traté de recomponerme ante la mirada de la mujer sobre mí.
—Estoy a un pelito de hacerlo, pero necesito guardarme las lágrimas para cuando entreguen el certificado —le confesé—. No vaya a ser que saliendo de aquí explote todo esto y no quede prueba física de mi avance, mejor papelito en mano antes de la fiesta. —Con la suerte que me cargaba había que ser precavida—. Por ahora tengo dos cosas qué hacer...
🔹🔸🔹🔸
Pongámoslo así. Una carreta no llega al otro lado del río por obra de magia, alguien tiene que empujarla. Ignoren todos los mundos en los que los caballos vuelen para entender mi punto.
Yo soy la carreta, metafóricamente hablando, ahora necesito agradecerle al que le dio su primer empujón. Y no sólo eso, sino que además me ayudó a no darme de lleno contra un árbol o hundirme en el río.
Era la primera vez que acudía directamente al trabajo de Natalia, Carlos me había traído, pero le pedí que no se lo dijera para sorprenderla. Eso, o le daban un reporte por distraerla... Crucé los dedos porque fuera la primera.
Natalia era una pieza fundamental para mi logro, era ella la que insistió y me tendió la mano pese a mi negativa. Me había tenido paciencia, y eso es para que te den un maldito premio, porque el que me aguanta es un ángel. Bueno, Carlos es la excepción a la regla.
—Voy a preguntar a la recepción —le avisé a Carlos, toda inocente—. Espérame aquí —le pedí antes de hacer camino hacia el escritorio principal. Me gustaba el lugar, muy limpio y solitario, incluso disfruté el olor a aromatizante que inundaba apenas ponía un pie dentro.
—Buenas tardes —traté de sonar lo más educada posible—. Ando buscando a una muchacha que trabaja aquí, ¿podría avisarle que vine a verla? Se llama Natalia —le expliqué. La mujer que atendía, que rondaba los cincuenta años, se lo pensó unos segundos antes de pedirme su apellido.
Madre de Dios. ¿Cuál es el apellido de Natalia? Me acuerdo del mío muy apenas...
—Natalia... Natalia Hernández —probé suerte. Había escuchado que era el apellido más usado en México, en una de esas chance y pegaba, pero por su expresión supuse que me estaba amparando mucho a mi suerte ese día—. ¿O ese sería el segundo apellido? —inventé—. Bueno, yo sé que ella trabaja aquí. Es una muchacha alta, pero tampoco tan alta, alta normal —comencé a describirla. Era buen momento para preguntarme si existía ese concepto—. Tiene el cabello largo, café oscuro. Es morena. Siempre está sonriendo. Es súper alegre, le encanta andar del tingo al tango... —Me hice bolas de tanta descripción sin sentido.
—Espinosa, su apellido es Espinosa —intervino Carlos ante mi desastre. Con que Espinosa, no estaba tan fácil...
—¿Algún caso en especial? —trató de indagar, supongo que sospechaba de mí. Tenía cara tierna, pero los ancianos podemos llegar a ser peligrosos.
—Algo así. ¿Crees que puedas llamarle? —le pedí con una sonrisa. Esperaba que no quisiera conocer más detalles porque no los tenía. La buena noticia es que las trabajadoras sociales, o la mayoría, no tienen la fea costumbre de echar a la gente a patadas así que le estuve muy agradecida cuando accedió a buscarla.
—Con que te sabes su apellido —acusé a Carlos con el único fin de molestarlo.
—Conozco el apellido de la mayoría de los presidentes de este país, y no, no mantengo ningún interés en ellos —expuso haciéndose el desentendido. Sí, como digas, mijo.
—¿Margarita? —Levanté la mirada al escuchar la voz de sorpresa de Natalia que salía del pasillo con su uniforme. Definitivamente no me esperaba—. ¿Pasó algo?
—¡Natalia! —grité entusiasmada—. ¡Espinosa! No lo olvidaré nunca más —me acerqué de buen humor hacia ella. Ella me estudió unos segundos y después le dedicó una mirada de reproche a mi acompañante.
—¿Qué le diste? —lo acusó.
Uy, uno no puede estar de buenas. Nada pone contento al mundo. Que si eres un limón de amargado, o eres un loco sin razón.
—¿En serio esperas que conteste eso en una dependencia gubernamental? Me subestimas, Natalia —se burló él.
—Venía a darte una buena noticia. Aprobé el examen, Natalia. Sí, ya terminé la condena —festejé sin disimular la ilusión que eso me causaba. Estaba tan feliz que hasta la abracé, esto era un momento histórico—. Y no lo hubiera logrado sin ti, Natalia. Gracias por creer en mí cuando ni yo lo hacía.
La melancolía me había pegado duro. Lo bueno de ser dulce con Natalia es que no se va a burlar de ti, al contrario, así que su respuesta fue llenarme de comentarios de orgullo y cariño. Me pareció que se emocionó más que yo, porque de verdad me preguntó todos los detalles del proceso para el certificado. Aunque eso más bien lo contestó Carlos porque yo no tenía ni idea de qué seguía.
Ahí descubrí que el examen podía ser en línea y que muchos no acuden a clases sólo a los exámenes. Bonito momento para decírmelo... Pero, bueno, ya ni quejarse sirve.
—¿Y qué piensa hacer después de esto? —curioseó Natalia hablando de mis planes a futuro. Buena pregunta, no pensé llegar tan lejos a decir verdad.
—Tomaré unas vacaciones, en la comodidad de mi cuarto —solté después de estudiar las opciones—. Y me dedicaré a mis historias —agregué para hacerme a la idea que tenía que ocupar mi cabeza en algo, sobre todo si ese algo era tan importante.
—¿Eso forma parte de las dos actividades que tenía en mente? —me preguntó Carlos haciendo referencia a mis palabras antes de visitar a Natalia.
—No, pero eso me lo guardo —les dije para evitar aceptar en voz alta mi deseo.
No lo haría porque estaba hasta el tope de problemas y en mis planes no estaba meterme en más. Tendría que aguantarme las ganas de ir a casa de Juana y burlarme en su cara diciéndole que ya nadie volvería a engañarme por no saber leer. Nadie jamás se aprovecharía de mi ingenuidad, ni de mi necesidad. De ahí en adelante pensaría más a fondo antes de aceptar cualquier cosa. Nadie, nunca más me volvería a hacerme pedazos, porque había llegado el momento de pegar los trozos.
🔹🔸🔹🔸
Había llegado el día. El certificado tardó aproximadamente un mes. Un mes que me pareció eterno. La buena noticia era que no tenía que esperar más porque esa mismo día harían la ceremonia de entrega. Estaba muy emocionada, tanto que hasta me había levantado temprano para arreglarme y no salir como siempre en todas las fotos. Me había comprado un nuevo vestido porque ya parecía retrato siempre con los mismos.
Aunque también había malas noticias, como que ya estaba a días de recibir el dinero y no podía seguir postergando el asunto. Nunca me había dolido tanto recibir billetes.
Pero ese día no me preocuparía por esas cosas, era mi día. Nada lo arruinaría.
—¡Carlos, se está haciendo tarde! Si se llevan el diploma será tu culpa —grité para que se apurara. Yo había sacrificado mi desayuno para alcanzar silla, apenas terminara la ceremonia asaltaría la mesa de refrigerios...
—No van a llevarse nada —dijo con tranquilidad. No sé cómo podía estar como si nada. Él tenía que llegar antes que la multitud, era parte de los maestros y encargados. Hasta le había tocado ir formal, cosa que le valió en medida porque no hubo poder humano que lo convenciera de usar corbata.
—Carlos, habrá personas importantes. Tenemos que aparentar que somos personas que siguen las indicaciones —traté de explicarle. En el papel decía que acudirían mandatarios de primer nivel, o algo así, me dio flojera ir a leer con exactitud las palabras.
—¿Importantes? Con puestos de renombre no los hacen personas importantes —me corrigió—. Lo son para quienes les interese.
Ese Carlos agüitando la fiesta.
—Da igual —le resté importancia para no debatir más sobre un tema que tampoco me interesaba—. Tenemos que irnos ya. Así quizás alcance a escribir un capítulo de regreso —dije, aunque eso era más mentira que verdad.
Había trabajado mucho los días anteriores, merecía un pequeño descanso. Sólo necesitaba un día para reponerme.
Además, en Wattpad, todo iba viento en popa. Había vuelto a ser constante y cada vez crecía más la historia.
Demasiado bien para creérmelo, demasiado bien para durar por siempre.
🔸🔹🔸🔹
El lugar donde se llevaría todo era un salón pequeño al centro de la ciudad. Lo primero que pensé cuando descubrí la ubicación fue esperar que tuviera aire acondicionado porque el clima no ayudaba en nada. Claro que no imaginé que fuera tanta gente, mucho más que la vez anterior. Le pregunté a Carlos en qué momento habían terminado las pruebas todos ellos, porque apenas lograba distinguir algunas caras, me respondió que también estaban los alumnos no presenciales y de los fines de semana. Si me gustara socializar esa hubiera sido una excelente opción para conocer personas, pero lo que menos quería era llamar la atención. Menos miradas sobre mí menos probabilidad de cometer una burrada a grandes escalas.
Busqué a Natalia entre la multitud, si tan sólo yo fuera más alta no habría tardado tanto en dar con ella, pero como soy de baja estatura me fregué.
Escuché que Carlos me dijo algo, pero no lo entendí, estaba demasiado concentrada en haberla encontrado como para perderla de vista de nuevo. Alcé la mano para llamar su atención y lo logré.
—¡Margarita! Lindo vestido —comentó cuando me acerqué a saludarla. Era bueno escuchar eso, porque sinceramente me estaba arrepintiendo de gastar ese dinero en un trozo de tela en vez de un pan dulce.
—Y eso que no lo viste en el aparador, se veía mejor —comenté en voz alta, a mí me faltaba un buen trecho para lucirlo como aquel maniquí. Claro que él lo tenía más fácil porque no se ve tentado a comer y flojear—. Tú también te ves muy bien —añadí.
—Excelente idea la de ahorrar en renta del auditorio, y meter a más de cien personas en un lugar con capacidad para menos de setenta —comentó Carlos dando un vistazo al lugar.
—Siempre usan este auditorio, pero este año hubo más recepción de la iniciativa. Lo cual es una excelente noticia porque además se unieron alumnos de otros cursos que abarcan el mismo tema —nos explicó Natalia. Por una parte estaba feliz porque mientras más personas decidieran dar el primer paso más pronto avanzaba este país, por otro tenía que armarme de paciencia— . Pero según tengo entendido no piensan extenderse demasiado, uno de los funcionarios tiene una cita antes de las tres —nos contó Natalia para tranquilizarnos. Qué alivio, no iba aguantar el hambre más de cinco horas, me conocía.
Carlos se despidió de nosotras y yo tomé un lugar en la primera fila porque así cuando tuviera que ponerme de pie no tendría que irme tropezando con los pies de todos, en una de esas no la libro y azoto. Y no de la manera bonita.
Mentiría, sí que lo haría, si dijera que en realidad me interesó todo el discurso inicial. El mensaje era lindo, y es que en verdad me gustan las palabras, pero cuando sé que tienen más que un simple significado. No, no estaba hablando de los sinónimos. Me refiero a que no sólo son frases en el aire que pretenden causar algo, pero que no llegan a su fin por su falta de interés. Hubiera sido más emotivo que alguien que realmente le importara el proyecto, y trabajará en él, tomara la palabra, porque es muy bonito hablar desde afuera, la cosa es hablar en que se aventó todo el camino. Y es por eso por lo que que no me concentré del todo en sus palabras, ni tampoco en el llamado particular de cada uno, aunque eso fue más por ser distraída. Eso sí, puse mucha atención al recorrido para memorizar los obstáculos y por dónde tenía que salir para minimizar las posibilidades de hacer el ridículo.
Pasada la hora al fin pronunciaron mi nombre. Es gracioso, pero aún me pongo nerviosa con esas cosas, eso de enfrentar a mucha gente nunca se hace costumbre. Parecía un pingüino camino a la tarima, y cuando estuve por subir el primer escalón todo mundo quiso ayudarme. Todos muy atentos para que no me quebrara nada antes del final.
—Felicidades —me dijo la mujer que encabezaba la fila. Fue amable y me pareció bastante sincera así que tuve que reprimir mis deseos para no emocionarme demasiado. Aún me costaba reaccionar a las personas cuando eran así.
Fue emotivo al principio, pero ya para el quinto apretón de la mano ya no sabía qué sonrisa inventarme, se había acabado mi itinerario.
Me tocó tomarme la foto con el hombre que estaba al centro, que por cierto, era muy fuerte y casi me rompió mi mano. Había que preguntarle a cual gimnasio acudía. Cuando llegué al final, donde estaba Carlos, el muchacho hizo un esfuerzo sobre humano para no reírse de mi cara. Ya quería poder admirar el papelito sin sentir que todos me estaban observando.
Y cuando lo hice comprobé que era hermoso. Así debe sentirse el amor a primera vista, aunque técnicamente no era a primera vista porque llevaba meses esperándolo. Y es que aún conociendo que lo recibiría la sensación de ilusión me inundó. Es como cuando sabes que algo llegará, pero no tienes idea de cuándo, ese factor sorpresa no te deja dormir.
Cuando al fin terminó el borlote y pude caminar un par de pasos sin romperme la cara en el intento me reuní con Natalia que se encontraba con un grupo de personas. Ese grupo de personas resultaron ser mis compañeros de cursos. A la mayoría los vi menos de cinco veces pero ahí andaban, igual que yo, campantes con su reconocimiento.
—Están planeando una comida —me explicó Natalia al ver mi cara de desorientación—, en un restaurante a unas cinco calles de aquí. ¿Le gustaría ir?
¿Comida? Hasta la pregunta ofende.
Asentí mientras escuchaba con detalle cómo se organizaban, no sé por qué le daban tantas vueltas al asunto si sólo repetían lo mismo. De igual manera no pensaba apurarnos porque en una de esas me sacaban del plan y no estaba para buscar otro sitio. Con el hambre y cansancio que tenía no pensaba poner muy pesada... ¿Cansancio?
Sí, había aparecido de la nada y logró que me pesaran hasta los párpados. Traté de sostenerme de Natalia cuando me sentí muy débil y empecé a tambalear, pero no alcancé a reconocer dónde estaba. Es decir, yo sabía que ella estaba a mi lado, pero de un momento a otro pareció haberse alejado lo suficiente para convertir su voz en un eco, uno que repetía palabras que no lograba procesar por completo, eran como si rebotaran en mi piel helada.
Hubiera pensado que se había ido si no fuera porque sentí sus manos sobre mis hombros. Traté de enfocarla con esfuerzo, y la reconocí frente de mí por sus ojos color chocolate que me miraban preocupada. Aunque no se parecía a Natalia, le faltaba esa sonrisa que siempre llevaba consigo.
Reconocí mi nombre salir de mis labios, pero antes de poder articular alguna palabra, su imagen fue perdiendo brillo de a poco hasta encerrarme en una profunda oscuridad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro