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Capítulo 20

Esa noche publiqué lo que es el inicio de esta historia y, literalmente, el fin de muchas cosas. Guardé la espada y la remplacé por una vieja computadora que me defendería en las tormentas que se avecinaban.

Mi novela estaba lejos de ser popular en la plataforma, y mi nombre, más por morbo que por otra cosa, apenas llegaba a sonar como un susurro entre el estruendo. No, no aspiré llegar muy lejos, aunque eso no significaba que deseaba quedarme abrazada al suelo. Tenía mis propios sueños, algunos alcanzables, otros que carecían de lógica, pero ahí está la gracia de soñar, nunca saber a cuál pertenece cada uno.

De ser por mí, y no es un orgullo reconocerlo, jamás hubiera pasado de las diez lecturas, ni siquiera repasando el capítulo varias veces, pero Carlos y Natalia no tenían una mentalidad tan negativa, ellos esperaban más. Ahora, justo donde estoy, debo agradecerles apostar por alguien que tenía todo en su contra. Yo no era un proyecto seguro, trabajar a mi lado podía ser una pérdida de tiempo, pero si algo tenían los dos era palabra y no pensaban dejar el trabajo a medio hacer.

Yo sólo me dedicaba a escribir. Esa era mi tarea. ¿Sencillo? No era difícil teniendo en cuenta que me gustaba hacerlo más que todo en el mundo. La inspiración me acompañó los primeros capítulos como sí me amara, y yo no la abandoné porque era necesaria para que mi idea cobrara vida. Las letras eran una voz de consuelo que necesitaba escuchar cuando Carlos se marchaba y yo me quedaba en compañía de mis propios demonios, esos que no se cansaban y esperaban con paciencia que yo lo hiciera. La voz de esas palabras silenciaba todo lo malo que quisiera entrar en mi mente. La escritura me sacó del pozo que parecía crecer más cada vez que intentaba salir de él.

Por las mañana me perdía en aquel mundo donde la maldad tenía límites, en el que gozaba de un poder que jamás tendría en el real. Abrazaba esa sensación, esa que me hacía vivir lo que no me sucedería en el lugar que me había tocado. Sé que suena de locos, pero ver que los sucesos se entrelazaban formando más que oraciones despertaba en mí el deseo que no detenerme. Ahí, en esa máquina olvidada, como lo era mi corazón, no había tiempo de lamento ni de incertidumbres.

A veces pienso que si esto hubiera llegado un poco antes, las cosas serían muy diferentes. Imaginarlo provoca una ola de tristeza, pero trato de no hundirme en ella. Lamentablemente el tiempo no puede alterarse, y me gusta pensar que las piezas del rompecabezas encajan sólo de una manera porque así debe ser.

Y seguí escribiendo a diario con la esperanza de no fallarle a nadie, sobre todo a mí misma. Al fin, después de tantos años, era buena para algo más que meterme en problemas. Sí, Margarita, la mujer que no destacaba, tenía un talento. Uno sólo. Yo no deseaba una lista de ellos, sólo necesitaba uno para sentir que existía por algo, para recordarme que el corazón tenía un motivo para seguir andando. Y sé que puede parecer una exageración, pero para mí no lo era, no sé si era la edad o siempre había pensado así.

Mi vida se resumía a escribir por las mañanas un nuevo capítulo, o parte de él.
Después, cuando Carlos llegaba del trabajo, lo observaba y me dedicaba a estudiar los cambios me hacía en mis escritos para no volver a cometer los mismos errores. Comencé a analizar cada punto, espacio, diálogo para aprender.

A Natalia la veía los sábados cuando nos visitaba en casa o en el colegio. Ella y Carlos estaban encargados de hacer la publicidad a la historia para que más personas me notaran. Para empezar decidieron cambiar la imagen de la margarita, por una foto mía bajo la excusa de demostrar que lo de mi edad no era un gancho para atraer gente. En realidad era eso lo que despertaba la curiosidad de muchos. Hay muchos autores que me superan en edad que publicaban en físico, pero supongo que en Wattpad era la novedad o no había tantos casos por lo que tenían que aprovechar. Además sacarme esa fotografía fue un espectáculo.

Lo de los folletos, para mi sorpresa, tuvo un buen resultado, y si le sumamos la promoción de la chica que me topé en la feria podía presumir feliz de sobrepasar los treinta seguidores. Pocos, sí, pero por algo se empieza. Muchos de ellos le dieron una oportunidad al inicio de mi novela, esos eran los que más me importaban. Y mientras más personas se pasaban por mis páginas mi dedicación aumentó, era una motivación. Me obsesioné, esa es la palabra para describir la situación, para entregar el mejor trabajo posible. Soñaba despierta cada pequeño obstáculo que los protagonistas debían sortear para resultar ganadores, repetía los diálogos para darles naturalidad, y sonreía cuando los lazos crecían a paso lento dando origen al puente de la felicidad. Yo, Margarita corazón de piedra, estaba dejándome conmover por algo que no existía, pero es que para mí sí lo hacía.

Natalia soportó mis incontables charlas de  curiosidades y detalles que no podía contener para mí sola. Sí, no sé cómo lo hizo, pero valoré su paciencia más que nunca, incluso parecía deseosa de escuchar cada tontería que soltaba. Yo no lo hubiera hecho por otra persona, pero ella jamás se quejó o mostró hastío ante mis palabras, y eso significó mucho porque, aunque lo hubiera entendido, el dolor de su rechazo me asustaba un poco. ¿Quién no deseaba una amiga así?

Y es que, en resumen, mi inicio no fue malo, pero había un error que cometía constantemente, y no descubrí hasta que el problema avanzó. Yo seguí disfrutando del momento, conviviendo con él, disfrazándolo o cambiándole el nombre,  pero él seguía ahí, esperando que notara su existencia. 

—¿Por qué no podemos publicar ya el capítulo siguiente? —le pregunté sabiendo muy bien la respuesta.

—Se llama constancia. A los lectores les gustan las actualizaciones, si los deja un mes esperando perderá a los pocos que arriesgaron por usted —me explicó él por millonésima vez. Yo estaba segura que podía escribir con frecuencia, pero Carlos insistía que dejara capítulos de reserva y que no inundara sus notificaciones. Si yo le hubiera sabido al Wattpad el libro estaría completo de golpe. No me gustaba esperar—. Diez votos, va bien.

—¿Con eso ya me pueden pagar? —curioseé. Una decena es más que uno. Estaba avanzando, quería resultados.

—Margarita, ni teniendo un millón le van a pagar así que la respuesta está clara.

Demonios. Bueno, supongo que tendría que ilusionarme con las estrellitas.

—En el último capítulo tiene varios comentarios —dijo algo sorprendido. Yo estuve a punto de arrebatarle la pop para leerlos. Sí, alguien había dedicado unos segundos de su tiempo para escribirme, y no me podía creer. Esperé un extenso mensaje lleno de buenos deseos, un sigue o te golpeo, y en el peor de los casos simple hola, pero nada de eso apareció.

—Ya los chipeo —pronuncié con dificultad cuando lo leí en voz alta. La última palabra parecía una maldición en otro idioma. ¿Qué demonios era eso? ¿Para qué querían chivos en ese lugar? ¿Ya habían instalado una granja? Llegué a pensar que cuando alguien escribía eso era porque te avisaba que eras parte de los seleccionados para un grupo exclusivo de criadores.

Ya los shippeo —me corrigió Carlos—, se refieren a que les gusta una pareja en su libro.

—¿Una pareja? ¡Pero en mi libro no hay romance! —aclaré desconcertada. ¿A quiénes querían juntos? No tenía a nadie que... Entrecerré mis ojos para repasar las líneas buscando un indicio que diera pie a su deseo, pero nada—. Sólo se están saludando. Ni siquiera son amigos.

Era una escena sin mucha relevancia, ese chico se moría en el siguiente capítulo y perjuré que nadie lo iba a extrañar.

—¿Qué quiere qué le diga? —se burló Carlos de mi confusión. No me cabía en la cabeza cómo podían relacionar a ese par—. No trate de buscarle lógica porque no la hallará.

—¿Los demás comentarios qué dicen? —quise saber para cambiar de tema, pero entendí que no eran precisamente unas cartas de agradecimiento cuando Carlos rio al verlos.

—No le quitaré el derecho a que los vea usted misma —dijo antes de enseñarme la pantalla.

Chocolateamargodevainilla
Ya los shippeo 💕💕😍.

🔘Limonadamarga
x2

🔘Waffle123
x3

Mi rostro fue digno de una fotografía. ¿Qué significaban esos números raros? Me lo pensé un poco tratando de entender, pero mientras lo repasaba más me enredada. ¿Era escritora o maestra de matemáticas? ¿Por qué estaban multiplicado en lugar de escribir comentarios lindos? ¿Qué tenía que ver yo en esos códigos llenos de mensajes secretos que ni las autoridades lograban entender?

—Todo esto comienza a asustarme —confesé, no estaba en mis planes estar en líos de extraterrestres o metodologías extrañas.

—Debería, porque si rompe esa pareja tendrá que enfrentarse a la furia de varias personas, y sinceramente no sé cómo terminará todo el asunto —agregó, pero supe que estaba jugando—. Para su buena o mala suerte esos mensajes codificados, como usted les dice, sólo tratan de dejar claro lo anterior.

—Van a golpearme cuando se enteren que se muere, y no de la manera bonita —susurré para mí. Debí hacer un manual de cómo perder a tus lectores en un simple paso—. Aunque la buena noticia es que no saben mi dirección.

Carlos se levantó para servirnos algo de beber mientras disfrutaba de mi expresión. Estaba estudiando cómo hacer una muerte menos explícita... Menos sangre, más palabrería, algo debe hacer que no me suene tan desalmada.

Cuando estaba en pleno estudio un sonido, parecido a un silbido, me sobresaltó, y era inconfundible que provenía de la máquina que estaba frente a mí. Sabía que la pop algún día se vengaría.

—¡Carlos, esto va explotar! —lo alarmé. ¿Se lo imaginan? Mujer muere cuando una máquina estalló en su cara. Estuve a punto de tomarla entre mis manos, o intentarlo, y lanzarla lejos para que los daños, a mi persona, fueran menores. Sí, pude haber corrido, pero no me arriesgaría a tropezarme a medio camino y quebrarme los huesos frágiles que tenía. ¿Qué vale más? Exacto, mi bienestar.

—¡No! —me detuvo Carlos para que no cometiera semejante locura—.  Es una notificación, no una señal de alerta. Es un nuevo comentario —se acercó para leerlo, también para mantener vigilados mis movimientos—, de Natalia.

🔘Natalia
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—Lo que me faltaba, que Natalia también se una a mi linchamiento —me quejé. Si lo pensaba bien con Natalia en el equipo contrario mi ejecución sería más dulce.

—Natalia es romántica de nacimiento, pedirle que deje de creer que el amor es la fuerza primordial en el universo es como pedirme a mí que deje de odiar a todo mundo. Imposible —soltó con simpleza.

Tenía razón. Hay cosas que no cambian, vienen de paquete, por ejemplo mi amor por el café.

Un nuevo ruido salió de aquella máquina anunciando el último comentario de esa tarde. Yo crucé los dedos para que no tuviera una terminología muy complicada. ¡Tengan piedad de mí, apenas sé leer español, y me salen con sus palabras mochas!

🔘Galletaplateada
Me encanta la historia. Espero la autora tome en cuenta los comentarios y escuche nuestras súplicas porque si no me largo :v.

—¿Lo último tiene un significado en particular? —interrogué porque esas abreviaturas me ponían en plan de detective.

Carlos negó sin darle mucha importancia, supuse que sí lo tenía, pero no era muy importante para debatir sobre eso, o quizás quería ahorrarse el intenso cuestionamiento de la razón por la que los jóvenes están inventando expresiones raras y combinando puntos con letras sin orden específico.

Suspiré concentrándome en un pequeño detalle de no había tocado antes. Vamos, yo prácticamente empezaba a andar a pasos torpes y estaba a punto de negarles lo que ellos querían. Temía que aquellos los alejara, que se negaran a continuar y que, de nuevo, tuviera que hacerle lugar al número cero. Al fin estaba saliendo a la luz, y no quería quedar sepultada bajo las rocas de la desilusión.

—¿En serio está haciendo un lío en su mente por eso? —Carlos curioseó después de unos segundos de silencio.

—Yo hago un lío por todo —confesé, era la verdad, una gota de agua se convertía en tormenta apenas llegaba a mis pensamientos. Ya deberían saber que nunca dejaba todo tal cual, siempre le buscaba lo malo.

—Y eso no le quita lo ilógico.

—Lo sé, es sólo que... Al fin alguien ajeno a todo esto se interesa en lo que sea que estoy haciendo. Y sé que es una ridiculez, pero no quiero que se vayan cuando se den cuenta que la historia tomará otro rumbo —le confesé en voz baja, me avergonzaba esa preocupación tan absurda, pero yo era honesta conmigo misma. Sabía que estaba mal, y eso no le quitaba peso al padecimiento. Además, quería desahogarme, a veces hay que hablar de esas tonterías que nos agobian para que no estanquen dentro de ti sin una respuesta.

—Demasiada intensidad para ser sólo un sitio de internet, ¿no?

—¿Lo dices tú? —pregunté recordándole que él era el apasionado por Wattpad. Yo antes ni vela en este entierro tenía.

—Golpe bajo —reconoció de buen humor, ni siquiera estaba tomando en serio lo que le había contado, y debo de agradecerle eso, porque tenía que enfocarme—. Si le preocupa lo que otros quieren y va a terminar haciendo su voluntad, déjeme decirle, y espero no se ofenda, que no está preparada para esto aún.

Debo admitir que esperaba otra repuesta, una que no hiciera estrellarme contra el piso tan rápido. Me sentí como cuando vas a contarle a tu mamá para que te defienda y termina dándote por la chancla. Y en cierta medida sus palabras me dolieron porque había verdad en ello.

—Qué sincero —susurré lo bastante alto para que pudiera escucharlo—. No quiero dejar de escribir.

—Jamás dije que lo hiciera.

—Pero acabas de...

—Dije que Wattpad no es lugar para usted si un par de comentarios bien intencionados la ponen ansiosa —me explicó como si fuera lo más sencillo del mundo—. Margarita, esto no es tan sencillo. No puede esperar que a todo mundo le guste lo que hace, o hará, tampoco deje que las opiniones le afecten de manera personal. Tenga criterio propio. Haga con su historia lo que quiera, pero si lo hace pensando en otros llegará el día que estará trabajando para todos menos para usted.

—No sé por qué siempre te avientas esas frases tan complicadas —me lamenté, necesitaba tiempo para analizarla—. ¿Tú crees que dejen de leerme?

—No lo sé, no adivino el futuro, pero si llegara a pasar buscaremos más. Y ya en el peor de los casos tenemos a Natalia como lectora de reserva —bromeó, y yo reí porque al final era verdad.

Yo necesitaba crecer en muchos sentidos, excepto en edad, y uno de esos campos era en creer en mí misma. Sé que había avanzado kilómetros de distancia, me sentía más segura que hace unos meses y lograba que la opinión de los demás influyera en menor medida, pero esa temerosa Margarita seguía dando guerra cada vez que algo nuevo se asomaba a la puerta sin avisar. El miedo seguía alquilando alcoba en mi vida aunque en ocasiones me negara totalmente a esa posibilidad. Pero había algo diferente. Estaba claro que jamás dejaría de ser insegura después de tantos años refugiándome en el no puedo, pero a comparación de hace unos meses cuando la voz aullaba que estaba lejos de alcanzar lo que me proponía una más fuerte me recordaba que estaba a unos pasos de hacerlo. Una lucha diaria que estaba dispuesta a ganar.

Era el día. Había muchas razones para levantarme esa mañana, todo para llegar a un objetivo. No fue una tortura levantarte apenas amaneció, arreglarme y saltarme el desayuno para ser de las primeras en la fila. Esperaría los minutos que fueran necesarios para lograr tener el dichoso papel en mis manos. No me quejé del agua fría, ni de las horas que el día parecía haberle robado a la noche, quedó en el olvido cualquier dolor pasajero porque esa mañana después de varias semanas al fin recibiría mi cheque. Sí. ¿Había algo que podía hacerme más feliz que tener dinero en mi poder? La respuesta es tan simple que pensarla es una pérdida de tiempo. No.

Así que planifiqué a la perfección mi trayecto, y agregué a mi lista de cosas por no perder la paciencia. Y es que al camino sería largo, pero el resultado lo merecía.

Tomé mis papeles y el dinero que Carlos me había prestado para un taxi, yo quería viajar en camión, pero él insistió que así se aseguraba que llegara sin causar una revolución, y me monté en el vehículo para llegar a la repartición. Después de recibir el dinero haría camino al nuevo cuatro que deseaba rentar para darle un vistazo, estaba claro que no sería una maravilla, pero el precio que estaba anotado lo era por lo que no me quejaría.

Me propuse mantener mi actitud positiva porque si el día pintaba para ser largo sería mejor si me lo tomaba con calma. La cosa no iba a ser tan fácil, y no necesitaba ser muy lista para notarlo, lo hice apenas me bajé del taxi y observé la kilométrica fila que se formaba ante mí.

Resoplé tantas veces como me fue posible, a ese paso terminaría de alborotar todo el polvo del mundo. Era consciente que atender a tantas personas era un reto, pero no concebía la idea de esperar dos malditas horas de pie para firmar una hoja. Para acabarla, como si no fuera suficiente, ni un vaso de agua nos dieron. Paciencia, Margarita, recuerda que la alegría debe dominar tu día... Y es que si la situación afuera estaba cardíaca, dentro era un caos. Había más personas que sillas por lo que tuve que volver a mi apariencia de poste durante un rato. Supuse que esto de entregar dinero tenía su chiste porque muchas de las personas que estaban presentes venían solas, al igual que yo, y había detalles que no entendían por lo que dar explicaciones se extendía unos minutos más de lo planeado. Si yo estuviera al frente lo repartiría sin tantas preguntas de por medio.

Pero cada segundo, sin exagerar, valió la pena. Cuando el cheque llegó a mis manos soñé despierta con todo lo que haría con él. Siempre había tenido necesidad, estaba de más explicar lo mucho que cuidaba mi dinero porque era difícil disponer de él, pero en esa ocasión era mucho más importante. Con ese pago podría empezar un nuevo capítulo, uno con más aprendizaje, uno donde disfrutara más del concepto independencia. Sí, estaba vez todo sería distinto, porque aunque ya no viviera con Carlos sabía que él y Natalia me frecuentarían y ya no estaría completamente sola. Y la palabra soledad adquirirá un nuevo significado, uno menos desgarrador, uno más dulce.

Tanto fue mi felicidad que hasta le sonreí al guardia de seguridad al retirarme en lugar de arrojarle la puerta como la mayoría hizo, yo también en muchas ocasiones. Y ese gesto, de alegría, se mantuvo durante todo el camino para intercambiar el papelito por los billetes. Siendo hora pico el tráfico se convirtió en mi peor enemigo, por lo que las largas hileras de vehículos impidieron el avance del autobús que se figuraba a una lata de sardinas donde todos se mecían como en una cuna, pero no de manera agradable. Para mi buena suerte alguien se había compadecido de mí y disfruté de un asiento antes de volver al ruedo.

Observé a las personas moviéndose como mosquitos, amontonándose en los centros de comida, zumbando ante el sonido de sus teléfonos y volando de un lugar a otro como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Era triste formar parte de un sistema donde el dinero importara tanto, lo decía yo que sonreí como tonta haciendo cola en la ventanilla del banco, en uno donde a nadie le importaba en lo más mínimo la razón de la sonrisa de otros, donde los minutos se escapan de las manos como agua. Y es que antes de tener algo ya sabíamos cómo perderlo.

Mi turno fue rápido por lo que volverme a incorporar a las calles de la capital fue pan comido. Lo que no sería sencillo sería encontrar la dirección que estaba anotada en el periódico, tuve que fiarme del taxista que aseguró conocer la ruta. No sabía cómo sería mi nuevo, y posible, hogar. Quizás apenas unas paredes con cementos y pintura vieja resquebrajándose a punto de venirse abajo, en el mejor de los casos un cuarto rodeado de ermitaños que compitieran por ser los más silenciosos del vecindario. Tal vez una fuente de inspiración para mis próximos capítulos. Un monstruo de vecino o un mago como rentero, un guerrero de enemigo y un artista de conserje. Fuera cual fuera la realidad yo evitaría relacionarme demasiado hasta estudiarlos a detalle.

Pero a pesar de mis dudas, de algo estaba segura, me lo dictaba mi corazón. Mi nueva vida daría un giro interesante.

La buena noticia era que el conductor era un tipo realmente amable, la mala fue que me tocó caminar desde la avenida porque eso de pagar más no estaba en mi planes de ahorro. Tenía que cumplir con todo, y para eso se necesitaban hacer sacrificios. Con todo ese dinero de reserva pensaba comprar un par de libros, incluso hasta me aventuraría con alguno que fue publicado originalmente en Wattpad. 

Suspiré cansada en el avanzar de las calles que prácticamente se encontraban vacías, de vez en cuando un par de personas se dejaban ver para perderse en la enredadera de vías que se formaban. Todos en su mundo, imposible que me notaran. Tampoco es que necesitaba, o deseara, atención, mientras menos me observaran mejor.

Me detuve un rato para reponer energías cuando mis pulmones exigieron aire como una orden que me fue imposible ignorar. Esto de caminar grandes distancias ya no es para mí. Miré mis zapatos llenos de polvo, maldije al percibir que no servían para mucho, apenas recorría algunos metros y el desgaste se hacía notar, los pies dolían y sabía que ponerme en marcha de nuevo sería una odisea. Pensándolo bien, quizás los zapatos no eran el causante de todo el lío.

Debo reconocer que pierdo la cabeza por cualquier tontería, eso de estar concentrada para hacer las cosas bien en el menor tiempo posible nunca funcionó conmigo, así que mi debate interno duró un par de minutos y luego éste se transformó en otro que se extendió más. La colonia era mi punto de análisis, sinceramente no me pareció una caja de inspiración al primer vistazo, el silencio me susurró que debía prestar atención a los detalles, pero en ese momento no lo entendí. Y es que no era fácil hacerlo teniendo semejante cuadro frente a mí. Concreto, concreto, concreto. Las calles no eran más que hileras de construcciones que se arrinconaban entre sí, compartiendo no sólo los colores opacos sino también el silencio abrumador que molestaba los oídos. Me gustaban los lugares tranquilos, aunque estando ahí dudé de tal afirmación.

Sé que debí dejar de lado esa preocupación y enfocarme en lo importante, pero estábamos hablando de mí, yo nunca aprendo la lección, yo necesito estamparme con la realidad para recibir una enseñanza, porque jamás me leí esos cuentos tontos que las madres guardaban en el buró. Echémosle la culpa a eso para no recalcar lo distraída que podía ser...

Y es que todo lo que pasó después sucedió muy rápido, tanto que describirlo me cuesta un poco. Sé que emprendí camino dejando atrás mis distracciones para no retrasarme más, que me quejé para mis adentros del calor que sofocaba y que comenzó a molestarme, pero no logro dibujar a la perfección cómo fue que perdí mi viejo bolso. Es decir, está bien que soy algo torpe pero no para perderlo así como si nada, el caso aquí es que no estoy segura cómo no advertí que alguien se acercaba, y no precisamente para que jugáramos a las manitas. Quiero creer que los criminales son expertos para pasar desapercibidos y que es difícil notar las señales que apuntan que algo malo te va a suceder,  porque al final ningún ladrón va a llegar bailando zumba a quitarte lo poco que tienes. Y recalco eso último, porque yo era la última persona en el país anotada en la lista de grandes peces, apenas tenía para comer y había perdido la mitad de mis fuerzas para conseguirlo.

Claro que no pensaba dejarme tan fácil aunque en esas condiciones llevaba todas las de perder. Y no, aclaro que no recomiendo exponer tu vida por cosas materiales por más que las necesites. Nunca. Es sólo que la emoción del momento me jugó en contra. Muchas inquietudes se amotinaron en mi interior apenas sentí el jalón de mi brazo, porque no tuvieron ni la decencia de cuidar mi salud, tiraron de él como si fuera de esponja y se echaron a correr dejándome. No pude distinguir sus rostros, pero eran jóvenes.

La voz se negó a salir en el primer intento, era como si no existiera, y es que el nudo en el estómago estaba decidido a asfixiarme sino me movía. Cuando la vida me regresó al cuerpo grité tan fuerte como me fue posible, lo hice sabiendo que lo más probable era que nadie me escuchara o que no quisieran ayudarme. No sé la razón, pero caminé detrás de ellos pidiéndoles que se detuvieran. ¿Era estúpido? Sí, pero estaba desesperada. No podía dejarlos irse así como así, no sólo se llevaban mi dinero, también todos los sueños que con él construiría. Y es que la impotencia y el coraje me torturaban. Me negaba a perder de nuevo porque un par se lo había propuesto.

En un intento desesperado me saqué el zapato y lo lancé esperanzada que la fuerza y velocidad sirviera de freno, pero a esa edad esos golpecitos te hacen los mandados, y eso sólo logró que la frustración se incluyera a la lista. Ni la chancla voladora, ni mis gritos de auxilio resultaron conmover su corazón, o por lo menos romperles un hueso, así que fui testigo de cómo mis ilusiones se desmoronaban a la distancia. Quise maldecir y ponerme a llorar porque eso era mío. ¿Qué tan difícil era entender la simpleza de ese concepto? ¿Por qué hacían esas cosas, no pensaban un poco en los demás? No me importaban sus trágicas historias cuando la mía estaba embarrada también.

Suspiré derrotada, fue ahí cuando noté que yo no estaba sola en esa calle. Y pese a mi sorpresa no era un perverso villano que deseara hacerme papilla para terminar de arruinándolo todo, sino una patrulla que rondaba el vecindario y que habían presenciado mi tragedia. Sí, celebré cuando el vehículo se aventuró a perseguirlos. Ellos podían ganarme sin dificultad por mi edad y mi lento caminar, pero contra mis pulmones y mis gritos de camionero la cosa dejaba de ser un juego de niños.

Crucé los dedos esperando ganarles, no quería problemas, sólo deseaba mi dinero de vuelta y si eso era parte del costo estaba dispuesta a pagarlo. Uno más, uno menos, ¿qué podría importar ya? La página estaba a medio hacer, sólo le faltaba el final feliz. Un final que terminó de escribirse cuando los capturaron. Sí, sí, sí.

Era un mal día para poner denuncias, de hecho era uno de esos en los que levantarse de la cama era una pésima decisión. Tal parece que el fin de mes, fecha en la que todos reciben sus pagos, era el día preferido de los ladrones para salir a trabajar porque al igual que el resto tenían que alistar y cumplir recibos.

Si a eso le sumamos que el proceso lleva su tiempo pueden imaginar que, a diferencia del principio, ahora estaba cansada de estar sentada. Y para acabarla de jorobar el paquete estaba incompleto. Sí, yo había celebrado antes de tiempo. El oficial había capturado a uno de los delincuentes, el que se había aletargado y que corría agitado por el sendero, pero se le había ido el importante, el que llevaba el bolso. ¡Me lleva la que me trajo! Por más que el hombre insistió que me calmara, y que la captura había sido un gran avance para la investigación porque él soltaría la información, yo no estaba para nada contenta. No le sacarían ni las vocales al niño ese, que tenía cara de tonto, apenas asentía y negaba como si su cerebro no diera para más, ni siquiera se dignó a hablar cuando lo amenacé con romperle un tubo en la cabeza si no soltaba la sopa. De eso sólo gané una amenaza del policía que me advirtió me llevaría presa si no lo dejaba hacer su trabajo. ¡Pues pregúntale con ganas, mijito! Si no puedes tú suéltamelo un ratito para que veas como lo hago hablar.

Revisé el reloj de pared que colgaba del centro. Horas enteras por un maldito cheque, si no lo necesitara tanto no me prestaría a tales acciones. Yo debería estar en casa contándole a Carlos lo bien que me fue, no en una comisaría llorando mis desgracias. Carlos...

No sabía si a él le importaba mi situación, pero quise creer que se alarmaría si no sabía de mí cuando llegara a casa, y si el reloj no fallaba debía estar saliendo de su trabajo. Debía llamarlo, para informarle, y para que me ayudara de alguna manera porque no traía ni para el camión. Me levanté de mi trono, la silla oxidada, y pedí un teléfono para hacer una llamada urgente. De vida o muerte remarqué. Y no mentía, ¿cómo salía de ese pozo sin un quinto? No pensaba quedarme a dormir ahí así que había que buscar soluciones.

Yo no me sabía su número, no recordaba ni mi fecha de nacimiento de memoria, menos esos números tan complejos, pero Natalia había tenido la brillante idea, que en su momento me pareció una tontería, de hacerme unos brazaletes de papel donde estaban escritos sus teléfonos. En el izquierdo el número de ella, el de Carlos en la derecha. Los llevaba a todos lados cuando salía de casa por si se ofrecían, para emergencias. Él solía bromear que los necesitaría cuando me arrestaran, era una pena que sus burlas se volvieran realidad.

Marqué cada dígito con torpeza antes de que el sonido de espera se hiciera presenta. Contesta, contesta, contesta. No se le fuera ocurrir ignorar el número desconocido porque ahora sí me ponía a llorar. Maldije cuando el buzón entró y colgué tan rápido que casi se me cayó el aparatito ese, primero muerta antes de pagar semejante tarifa. En mi casa decían que cuando entraba la operadora había que salir corriendo... Volví a intentarlo poniendo todas mis esperanzas en aquel timbre, crucé los dedos para que resultara y casi me pongo a dar saltos cuando su voz invadió la línea.

—¿Carlos? —pregunté haciéndome la torpe para que no notara mi desesperación.

—¿Margarita? —Él no estaba fingiendo, esperar mi llamada no era común. Yo apenas sabía que era un teléfono—. ¿Está bien?

—Sí, sí —dije fingiendo indiferencia. Tenía que preparar el terreno antes de lanzar las semillas. No podía llegar y de golpe explicarle todo—. ¿Qué tal el colegio?

—¿En serio me llamó para saber cómo me fue en el trabajo? —se burló sin creerlo del todo. No contesté nada porque eso de mentir, a estas alturas, era arriesgado, pero aceptarlo era echar a perder mi introducción—. Pero si tanto le interesa le resumo que me fue igual que siempre, nada rescatable. Supongo que usted sí tiene muchos temas para charlar.

Si te contara.

—Algo... —reí, disfrazando mis nervios de buen humor. Qué risueña y pésima actriz era.

—¿Todo bien con su pago? —interrogó porque sospechaba que ese podía ser el origen de la llamada.

—Sí, cobré sin problemas —reconocí con sinceridad. El problema vino después...

—Perfecto. ¿Qué le parece si me cuenta detalles cuando llegue a casa? Ahora estoy saliendo del colegio, así que estaré ahí en un rato... —respondió, y casi pude jurar que colgar era el siguiente paso.

—¡No! —grité alarmada ganándome las miradas de todos alrededor—. No me cuelgues, por favor —le pedí angustiada. Carlos apenas comenzó la frase, pero yo me adelanté a sus dudas—. Quería pedirte un favor... ¿Podrías venir por mí a la comisaría?

Bien, eso no sonaba tan casual como lo imaginaba, pero nada como un plato de realidad para cerrar el día.

—¿Qué? —pude jurar que conocía a la perfección su expresión al imaginarme en una celda, esperando mi sentencia y haciendo amistades con mis compañeros de área—. Ya se veía venir, pero supuse que tardaría más en suceder.

—Carlos, yo no hice nada —contesté haciéndome la ofendida.

—Sí, le creo.

—Deja de burlarte y ayúdame —le exigí cuando noté que su atención se centraba en que sus predicciones se hicieron realidad—. No es momento para darte la razón.

—Lo siento —se disculpó por educación, pero sinceramente seguía gozando de la situación—. ¿Puedo saber qué la llevó hasta allá o es un secreto de Estado?

—Me robaron el pago, Carlos —le conté sin darle muchos detalles, eso vendría después con unas palomitas—. Sí, tengo una suerte envidiable.

—Le preguntaría su estado pero daré por hecho que se encuentra bien porque hasta se da tiempo para bromear con la situación.

—Carlos, si me pusiera a llorar cada vez que la vida me agarra a trancazos, la ciudad ya sería una isla —le expliqué. Yo creo que por eso mi mamá me enseñó a ser más fría que el hielo, por el bien del país—. Estoy a punto de hacer la denuncia.

—Bien, páseme la dirección y estaré por allá en una media hora —contestó dándome a entender que me daría una mano. Gracias al cielo. ¿Quién es el mejor profesor del mundo?  Carlos. Hice lo que me pidió y prometimos encontrarnos apenas solucionara mis problemas, o una parte de ellos.

🔹🔸🔹🔸

La señora estirada que estaba a mi lado me miró extrañada, pero no me importó yo seguí tarareando el tono que acaba de crear. No sonaba tan mal cuando aceleraba... Lo intenté una vez más aumentando la velocidad, pero el resultado fue catastrófico, ahí me encontraba yo ahogándome con mi propia saliva y siendo auxiliada por varios extraños.

—Ya estoy mejor. Gracias, gracias —dije recuperando el aire. Sólo a mí se me ocurría semejante burrada.

—¿Seguro que está bien? —insistió una mujer que llevaba un rato a mi lado. Yo asentí agradecida antes de ponerme de pie para alejarme de la vista de todos. Sería la anécdota graciosa para varios que estaban pasándola mal. Eso sonaba mejor que casi morir por estar jugando. Apenas di un par de pasos descubrí una figura acercándose, una que reconocí con facilidad.

Natalia.

La muchacha compartió mi gesto de confusión, fue casi como un encuentro de película. Se aproximó deprisa haciendo eco con el andar de sus tacones. Llevaba su uniforme y una carpeta en sus manos, me recordó a la primera tarde que la vi, aunque sin esa sonrisa entusiasta.

—¿Margarita? ¿Qué hace aquí? —me preguntó haciéndome un escaneo visual para comprobar mi estado.

—No vine de visita, por desgracia —especifiqué.

—¿Pasó algo malo? ¿La golpearon, asaltaron, trataron de secuestrarla? ¿Hubo un problema con su cheque? —trató de adivinar ante mi falta de información. Vaya, ahora que lo pensaba sí podía ser peor.

Estuve a punto de pedirle que se calmara y resolver todas sus dudas, pero entonces noté que no estaba sola. La acompañaba un muchacho, no era el mismo que visitaba mi colonia, sino uno más alto y que vestía más formal.

—¿Podemos ayudarla en algo, señora? —Quiso saber él. ¿Sería policía? ¿Investigaba los casos? ¿Sólo llevaba esa pinta porque le gustaba la ropa elegante?

No obtuve respuesta de inmediato, me dediqué a contarles a grandes rasgos lo sucedido y el motivo de mi presencia. Nada agradable mi relato, pero al fin de cuentas suficiente para que Natalia quedara satisfecha.

—Bueno, al menos está bien —suspiró aliviada para después intentar dibujar una sonrisa. Sentí que su preocupación era genuina. Sé que suena tonto, pero hasta imaginé que si yo hubiera tenido una hija compartiría aquella expresión, y sonreí.

—Así que es usted la mujer que casi golpea al ladrón  —soltó el varón con una sonrisa, ya hasta me reconocían en la policía— . Debe tener cuidado porque era prácticamente un niño.

Sí, lo supuse apenas lo examiné, un menor de edad. Maravilloso. ¿Dónde están los padres que no hacen nada? ¿Qué están esperando que sus críos maten a alguien antes de preocuparse?

—No se altere demasiado —me pidió Natalia cuando me escuchó parlotear de asumir responsabilidades y educar bien a los niños.

—Estoy tranquila —aseguré. Se asustaban con tan poco. Debería verme cuando me enojo de verdad, en esos casos sí doy miedo.

El muchacho rio por mi expresión y después, más relajado, se atrevió a preguntar si teníamos un vínculo familiar. Parecía muy interesado en nosotras.

—No. Es la mujer que te platiqué. La conocí por lo del INEA —le contó Natalia—. Es mi mejor amiga.

¿Mejor amiga? El término me sacó de base, y es que nunca había sido la mejor amiga de nadie. Estaba acostumbrada a que nadie me colocara ese nombre porque nunca me encariñaba mucho de alguien. Tardé unos segundos en volver a nuestra dimensión, y lo hice cuando noté que Carlos estaba buscándome.

—¡Carlos! —grité alarmando al otro par que no se esperaban mi reacción. Sí, pensaban que se me había ido el avión, pero yo lograba conectar rápido de vuelta. Alcé mi mano para que notara mi presencia aunque era evidente que lo había hecho desde antes—. ¡Aquí!

No tardó mucho en llegar hasta nosotros, de lo que sí se sorprendió fue de ver a Natalia ahí.

—Yo trabajo aquí —se defendió con anticipación ella antes de que él soltara un comentario sobre la coincidencia de encontrarla en aquel lugar. Éste rio en respuesta antes de saludar al hombre que nos acompañaba.

—No tienes que recordármelo, lo tengo siempre muy presente. Lo que no sabía es que Margarita viniera a visitarte en horario laboral. Supongo que te extrañaba mucho para venir hasta aquí.  

—No tienes la idea de las ganas que tenía de conocer la delegación, pero ya que le di un vistazo sólo me falta poner la denuncia para irnos —le avisé. Eso debí hacerlo desde un principio en lugar de perder el tiempo, pero yo no tenía la culpa de encontrarme a mis conocidos.

—Y nos encargaremos de darle seguimiento al caso —intervino el hombre haciendo énfasis en el profesionalismo de la institución.

—Pensé que eso de atender las denuncias y trabajar en ellas era sólo una leyenda urbana —comentó Carlos sin importarle si aquello era un buen momento o no, yo también estaba muy convenida del proceso, pero a algo debía ampararme. Natalia le regaló un codazo para que fuera prudente, no parecía ideal dañar el entusiasmos del otro hombre que parecía tener como objetivo apantallarnos, o al menos a la mujer del club de solitarios—. Pero es bueno saberlo, y ya que estamos en ello no haga esperar a la justicia que está deseosa de ayudarla.

Sí, mucho teatro para poco público. Era momento para darle en la torre al que resultara responsable. Si es que me servía de algo porque en este país nunca se sabe.

Escuché un alboroto en la entrada pero yo estaba más concentrada en la charla de horarios que en cualquier otro evento. Carlos le propuso a Natalia a llevarla casa con nosotros, y se formó un debate entre horarios de trabajos y esperas que terminó en un acuerdo. Aguardaríamos un rato para que acabara sus obligaciones. A mí no me molestaba, el dueño del coche era Carlos y si a él no le costaba hacerlo, ¿cómo podía yo quejarme?

—Bueno al mal paso darle prisa —le dije a los dos para que me esperaran. El compañero de Natalia se había marchado hace un rato para atender el problema de la entrada, aunque yo sospechaba que también lo orilló hacer un mal tercio, cuarteto en este caso. Y es que si bien Natalia parecía admirarlo mucho, no podía competir con la atención genuina que le prestaba al chisme que nosotros traíamos—. No tardaré.

Eso, en este país, era sarcasmo.

Estaba muy segura de lo que estaba haciendo, quería justicia y aunque dudaba que se me regresarían el dinero sabía que hacer lo correcto me mantendría un poco más tranquila. Tendría la certeza que en mí ya no quedaba el resultado. Ya saben, como lavarse las manos.

Me formé en la fila ensayando mis palabras, no deseaba meterle mucho drama, pero era imposible. Soy escritora, nací para exagerar todo. Reí por mi pensamiento, agregaría esa frase a una de mis novelas, pero mi risa se vio interrumpida porque el escándalo ahora no estaba en la entrada sino a mi espalda.

Vi al compañero de Natalia hablando con un par de personas que estaban de espaldas. La mujer dejó de hablar y comenzó a gritar, fue ahí cuando quedé pasmada. Pude sentir que mi piel se erizaba y el aire huía despavorido de mi entorno. Esa voz...

Sollozaba entre sus queja, era un llanto que desgarraba su garganta, mentiría si dijera que entendía de lo que hablaban. Algunas palabras sueltas llegaron a mis oídos, pero desaparecían antes de zarpar en mi cerebro. Yo no tenía conocimiento de nada, sólo de una cosa, era su voz. ¿Necesitaba más?

Tomé un largo suspiro, esperanzada que un poco de valor se colara entre él, y me negué a avanzar antes de comprobar mis sospechas. Sí. Necesitaba la verdad.

Giré mis talones temerosa, sabiendo de aquello no era un simple movimiento, era una jugada de esas que cambian el resultado del partido sin que te lo esperes. Mientras más tratas de huir de algo, más te persigue, se aferra a no dejarte marchar. Y ese par de personas dejaron de ser sólo extraños para convertirse en las figuras que habitaban mis recuerdos con tanta frecuencia que apenas les di la cara los reconocí. 

No había más cartas en la mesa, ni dudas abajo de esta. Eran ellos.

♥♥ ¡Hola!
Gracias a todos por leerla. Hoy quiero agradecerles de manera especial su apoyo ♥.
Gracias a ustedes Margaret está creciendo más de lo imaginé, y hasta alcanzó el #7 en el ranking ♥♥♥. Gracias a todos por recomendarla y por comentar. Los quiero muchísimo.

Un meme para reír un rato:

No olviden unirse al grupo de lectores <3. Estaré feliz de verlos por allá.

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