Capítulo 19 [Parte 1]
La feria corazón de México.
Sonaba como un programa de televisión para encontrar pareja por medio de preguntas tontas y diálogos prefabricados, de esos que tienen mucho éxito en el país. Pensándolo mejor los tres encajaríamos bien para protagonizarlo, aunque seguro yo terminaría dejándolos en la quiebra, porque con el carácter que me cargo no encontraba nada.
Miré el reloj varias veces para ejercitar el cuello y para verificar lo que sabía a detalle. Quince minutos de retraso. Mal, muy mal. En estos tiempos la puntualidad es una virtud y no una obligación. Natalia había quedado de pasar a la casa de Carlos a las ocho para poder irnos todos juntos, pero ya llevaba un rato desde esa promesa. ¿Natalia, me bañe y perfumé para llegar cuando ya cerró todo? Esperé de respuesta un no.
Miré a Carlos que también estaba listo, se había entretenido en la pop para perder el tiempo.
—A mí me gusta la puntualidad desde que nací —dije porque estaba aburrida de estar sentada en el sofá. Carlos levantó la vista de la computadora esperando añadiera algo más—. Con decirte que nací en parto natural justo el día pronosticado.
—Qué gran hazaña —me felicitó antes de volver a la pantalla. Sí, aquí en la ciudad nadie valora ese detalle, pero en mi pueblo era una leyenda.
—Claro, tú eres joven. Yo a los treinta años tampoco valoraba lo que es realmente importante —comenté antes de levantarme a fisgonear lo que él estaba haciendo. Fue una sorpresa no hallar un libro como imaginé, cosa que lo eclipsaban todo el tiempo, sino una imagen.
—¿Qué es eso? —pregunté fijando mi vista en la pantalla. Era una tontería cuestionarlo, cuando la respuesta era obvia, pero quería hacer más drama. Ya saben, echarles más crema a los tacos.
—¿Usted qué cree?
—¿Un jaguar? —Una figura plateada al centro me transportó a otra realidad, a mi realidad—. ¿Ahora eres biólogo? Te lo tenías bien escondidito.
Carlos no negó aquella acusación, pero cuando lo vi escribir unas palabras al centro capté el mensaje sin dudas. Wow, ¿así se sienten las sorpresas? Las buenas, claro está, las malas se sienten como una patada en el estómago.
—Necesita una portada, no nos arriesgaremos de nuevo a exponer con la basura de la vez anterior —dijo antes de ponerse de pie para que yo ocupara su lugar y analizara de cerca el trabajo. Debo hacer énfasis en que estaba gratamente sorprendida, tanto que tardé en procesar el momento por completo. Tenía una portada muy bonita, más de los soñado. Cuando Carlos me preguntó cómo me la imaginaba para un futuro no pensé que se haría realidad—. Esta vez vamos a pensarnos muy bien los pasos.
Esperé no se refiriera a mí porque eso de pensar antes de actuar no era lo mío.
El sonido de un golpe contra la puerta me recordó que teníamos un compromiso, dejaría para después el soñar con ser una escritora con más de dos lectores.
—Oye, Carlos —lo detuve antes de que fuera a abrir, sabía que si no lo hacía ahora pasaría mucho antes de armarme de valor—. Gracias.
Y no era una simple palabra, sentía cada una de las letras en mi corazón. Había muchas cosas que realizó y jamás se lo había agradecido, quizás él ganaba en esto y su interés también estaba en juego, pero eso no le quitaba, para mí, valor a su acción. Con Natalia y Carlos había aprendido que la gente buena no siempre es como la pintan en los cuentos, a veces los moldes se rompen. Además estaba recibiendo de ese par más de lo justo.
Él sólo asintió antes de hacer camino a la puerta porque si no lo hacía Natalia era capaz de partirla a la mitad por su ansiedad.
Estudié la imagen. Aquí mi primer consejo: la primera impresión es importante aunque la segunda sea la definitiva. La portada es la carta de presentación, y después de varios errores había aprendido que no se puede dejar en segundo plano. Si no sabes hacer una, como yo que soy fanática de los palitos y bolitas en el arte, puedes conseguir ayuda. Ojalá los demás se sintieran atraídos por ese gráfico.
—Perdón, perdón, ya sé que es tarde pero el tráfico era un caos —se disculpó Natalia apenas puso un pie dentro de casa. Se veía linda con su vestido celeste y su cabello recogido, aunque su cara de preocupación era lo que más destacaba—. Y con los baches que se formaron las últimas semanas parece zona de guerra.
—Te quejas tú que trabajas para el gobierno, no sé qué esperas de nosotros —se burló él al verla tan distraída, pero ella lo ignoró. Natalia estaba concentrada en llegar a mí antes de ponerse a charlar.
—Dijiste que llegarías temprano para ensayar lo que diría —me quejé como si fuera necesario recordárselo, quizás sólo me gustaba angustiarla más o mi temor por echar todo a perder me anudaba la garganta. Sabía que sin entrenamiento las posibilidades de arruinarlo se duplicaban.
—Lo sé, lo sé, soy un monstruo. Sé que dije muchas cosas, pero ya es tarde y no quiero fallar en ambos sitios —me explicó apenada—. Podemos repasar en el auto —propuso para que no me molestara. De igual manera no pensaba hacerlo, estaba tan nerviosa que no quería ponerla peor.
Yo acepté sin entretenernos más en discursos, apenas Carlos tuvo tiempo de apagar su computadora, antes de marcharnos.
—Tranquila —le aconsejó él. Sí, con eso seguro se calmaba.
—Sé que estoy exagerando, es sólo que no quiero arruinarlo —se justificó cuando el automóvil encendió—. ¿Te lo imaginas? Dime que no para creer que no hay posibilidad.
—Vamos, Natalia, son unos minutos. Si el evento se arruina por eso quiero decirte que el problema era otro —dijo él no sé si para darle ánimo o para terminar de darle en la torre, pero quise pensar que era lo primero.
—¿Trajiste los volantes? —Quise saber, al menos deseaba tener una idea de lo que se avecinaba.
—Sí —soltó más relajada mientras sacaba un paquete de hojas de su bolsa. Las hojas eran de colores—. Creo que quedaron lindos —me dijo al pasarme uno. Bien, no era lo que estaba esperando—. ¿Hay algún problema?
Muchos. Lo analicé unos segundos antes de hablar. El color naranja de fondo me recordó al de la plataforma y las letras blanca con el nombre raro que me habían inventado no se veían tan mal, pero había algo que no me gustaba del todo.
—¿El dibujo de la abuelita con lentes era necesario? —curioseé al estudiar la ilustración, parecía sacada de un cuento donde una dulce abuela repartía galletas, no de una mujer, como yo, que le cansaba la paciencia a todo el mundo.
—Es un lindo detalle. Además, a todo el mundo le gusta las cosas tiernas —opinó sin darme derecho de replicar lo último—. Y se parece a usted —comentó.
¿Qué? ¡Eso último debió ser un error! Yo no tenía semejanza alguna con ella.
—Eso no es cierto —objeté, lo único que teníamos igual era el blanco de los ojos, y me arriesgaba con eso último, porque con mi edad ya no podía presumir de un color brillante.
—Claro que sí, ¿verdad? —le preguntó ella mostrándole el dichoso papelito. Carlos apenas despegó unos segundos del frente para verlo y volver a lo mismo. Asintió mientras seguía concentrado en el volante. ¿Cómo iban a saber más que yo? Llevaba más de setenta años viéndome en el espejo, sabía perfectamente a quién me parecía.
—Ya tengo mi discurso —les informé para cambiar el tema porque seguir hablando de mi versión caricaturizada no me convencía. Natalia me pidió exponer sobre eso para escucharme. No me negué porque necesitaba opiniones, muchas opiniones—. Soy Margarita, una mujer de setenta y un años que conoció al INEA porque... Porque fui a comprar algo para comer y me pescaron entre varios. Ya en medio trataron de convencerme pero no me dejé tan fácil —comencé sincerándome. ¿Cómo olvidar ese día? Aún padecía las consecuencias de aquello.
—Pero...
—No, no, déjame terminar, luego se me olvida y lo medité toda la noche —le mentí a Natalia para que no me interrumpiera. En realidad había dormido como un oso, andarme preocupando por el dichoso discurso no estaba en mis planes. Cuando sabes que te va ir mal dejas que la marea te guíe—. Me brinqué la parte dramática para no agüitar la fiesta y desviar toda su atención a lo positivo —le expliqué para que se quedara tranquila y después continué—. Días pasaron y tras pensármelo mejor terminé aceptando porque necesitaba callarle la boca a todos los que dijeron que no podía, esos que se reían de mi edad y mi ignorancia. ¿Eso está bien o lo cambia por un quería superarme, ser independiente y todas esas tonterías?
—¿Estás segura de que quieres ganar alumnos? —se burló Carlos del gesto de Natalia cuando ella buscaba palabras para mí. No sé por qué se la complicaba tanto, era muy sencillo decir Margarita hizo un excelente discurso, digno de un Oscar, o simplemente mandarme a la fregada.
—Cállate —lo regañó para que no la metiera en más aprietos—. El discurso está... Pues, muy intenso, pero bien. Sí, bien —opinó no muy segura.
—¿Muy intenso? ¿Acaso no sabes que eso engancha? —le pregunté al ver que eso no era un cumplido del todo—. Mientras más dramático y menos correcto sea atrae más público.
—La mujer tiene un punto —me apoyó él.
Sí. Margarita, el centro de atención, no siempre de manera positiva, pero al final lo que se necesita son voces que hablen. Sonaba tan bonito, lástima que vivirlo en carne propia no provocara la misma sensación.
—Hablas como si fueras su representante —le echó en cara Natalia a Carlos, aunque ya estaba un poco más relajada y menos a la defensiva, incluso su buen humor salía a la luz—. Te advierto que el día que Margarita sea famosa vas a compartir el puesto.
—A mí se me hace que ustedes dos ya se tomaron el tequila y nadie me compartió —dije porque cuando hablaban de mí en un futuro mágico no podía más que sospechar que se trataba de sus sueños de juventud, a ambos aún se le daba el derecho de hacer cosa grandes. Sin embargo me era imposible no preguntarme la razón de tanta seguridad en sus predicciones. No existía una pizca de duda en ellas, o quizás lo disimulaban, y entre tanta confianza llegaba a creer que ellos tenían cierta razón. Una llama se avivaba, una que me susurraba que era posible lo que en otro tiempo no lo fue.
Y era gracioso porque siempre somos los últimos en confiar en nosotros. Los últimos en darnos cuenta de lo que somos capaces, de lo que merecemos. Los últimos en vivir nuestro momento.
El edificio estaba en el corazón de la ciudad, hicimos un buen rato por el tránsito, tanto que cuando llegamos, la noche ya era la protagonista. En la oscuridad, las luces de la construcción que venían de adentro lo hicieron relucir sobre todos los departamentos continuos.
Esperaba que la feria estuviera más animada en el interior porque afuera estaba más muerto que mis esperanza. ¡Esto es México, hermanos, es para que se escuche la música hasta diez calles a la redonda! Al menos pintaba que sería un evento tranquilo, nada fuera de lo común, por lo que las personas no debían ser muchas. Paz a mi corazón llegó con esa suposición.
—¿Es aquí? —pregunté, para asegurarme, mientras nos bajamos del vehículo. Quién sabe, quizás nos habíamos detenido a ir al baño y era hora de aprovechar.
—Sí —nos informó Natalia mientras tomaba iniciativa y nos guiaba como si necesitáramos ayuda. Yo la seguí de cerca, no fuera a ser que me perdiera y no tuviera a quién ampararme.
En la entrada había un par de guardias, con cara de pocos amigos, que revisaron el boleto y nos dieron acceso sin muchas preguntas. Suspiré porque con ese par en contra tenía nulas posibilidades de ganar.
Apenas di un paso dentro descubrí que venían con todo y me lamenté de los deseos de hace unos minutos. No recuerdo, aunque mi memoria puede fallar, haber ido a una feria así antes, con tantos colores, diseños y personas mostrando más que elotes y algodones de azúcar. El camino principal se dividía en senderos llenos de aparadores con objetos peculiares y artesanías mexicanas.
El mariachi retumbó en mis viejos oídos dejándome algo atontada. Lo malo de ser viejo es que eso de tener la música al máximo no es tan divertido como en la adolescencia. Lo bueno es que no importa que uno tenga siempre aquel sonido será un llamado de la tierra al corazón.
Un par de personas gritaron cuando inició una canción conocida por todos. Nadie se quedó quieto y se amontonaron en medio de los músicos que se entregaron por completo al público. Lo disfrutaban, sabía que no era un simple espectáculo, cuando uno llega a un lugar así no sólo va a cantar y bailar, va a hacerse pedazos en el intento. A México se le ama con locura, con el corazón, aquí no hay punto medio.
—¿Saben lo mejor de las ferias? —preguntó Natalia sacándome de mis pensamientos, antes de adentrarse a uno de los pasillos obligando a seguirle el paso. No respondí porque estaba demasiado distraída tratando de procesar tantas formas entre los vendedores. Desde llaveros hasta ropa bordada se presumía en las repisas.
—¿No tener que venir? —opinó Carlos ganándose una mirada de desaprobación de ella.
—No. En estos lugares puedes hallar todo lo que te imaginas, además activas la economía del país porque todos son artesanos nacionales —nos informó recordándome a los comerciales de algunas instituciones, ya sólo faltaba el mensaje final con una velocidad alterada para no entender nada. Resumí el mensaje y concluí que su significado era que gastáramos nuestro dinero. Si tan sólo tuviera un poco para activarla..
—¿Y supongo que tú nos vas a poner el ejemplo? —preguntó Carlos al ver que no se animaba a comprar nada. Sólo nos paseábamos entre el lugar sin siquiera tocar algo.
—Sí —respondió sin saber a dónde ir. Era como visitar un bufé, quieres de todo, pero no te comes ni una quinta parte de lo planeado porque sabes que después la vas a pasar mal. Se los digo yo que la primera vez que fui a uno no cené, ni desayuné—. ¡Ahí venden algo interesante!
Me acerqué nada más para curiosear y quedé ante una fila de alcancías de todos los tipos. Cerdos, vacas, gatos y hasta elefantes modelaban con su piel de colores brillantes ante nosotros. Eran bonitas y tal parecía que frágiles así que di un paso atrás para alejarme de arruinarlo. Mi torpeza no merecía arruinar semejante trabajo.
—¿Usted las hace? —preguntó Natalia para sacarle plática. El hombre que estaba detrás del mostrador se levantó de su asiento y se acercó con una sonrisa deseoso de mostrarle un buen semblante a sus clientes, bueno, a su cliente. Yo no pensaba comprar nada porque ni dinero tenía para andar ahorrando. Él asintió un par de veces para señalar con las manos su trabajo. Ahí me di cuenta de que todos tenemos diferentes talentos. Unos hacen arte con las manos, otros con la voz, otros como yo le intentamos a todo para ver que pega—. ¿Y cuál es su costo?
Él pronuncia una cifra que me provoca una tos sorpresiva. ¿Estaría ya lleno de monedas? Debo reconocer que pagar esa cantidad por algo así me pareció arriesgado, pero Natalia no se inmutó, todo lo contrario, le dijo que se llevaría una y él se apuró a prepararla.
Miré a Carlos para saber si soltaría algún comentario, pero estaba tan intrigado con la acción de Natalia que ni siquiera pudo idear algo para decir. La muchacha le preguntó cómo hacía esos objetos y el hombre le contó con detalles todo el proceso, en su hablar dejaba ver que las emociones lo gobernaban. Supuse que estaba demasiado feliz porque mantuvo esa cara mientras colocaba el cochinito azul en una canastita.
—Perfecto. —Sonrió Natalia cuando le entregaron el marranito y le entregó el dinero—. Sé que es un poco atrevido de mi parte pero soy trabajadora social y quería dejarle mi tarjeta por si necesita ayuda en algo —propuso mientras le daba a cuidar a Carlos la mercancía y sacaba un trozo de papel de su bolso.
—Gracias —respondió él dudoso—, pero yo no entiendo las letras...
Y entonces todo el rompecabezas se unió. El hombre que rondaba los cincuenta años era la primera oportunidad que Natalia había aprovechado. Casi pude jurar que ella sintió que su momento había llegado, y por desgracia también el mío. Maldije por lo bajo mientras ella se dedicó a hablar sobre el programa de alfabetización de la ciudad y yo me repetí, internamente, que debía cuidar cómo no echarlo a perder. Me sentí como el actor extra que sólo le dan una escena de diez segundos, pero es capaz de incendiar el set en ese segmento.
—Ella es Margarita, es una amiga —me acercó, yo traté de dibujar un gesto amigable, pero creo que le tiró más a uno acosador—. Ella tampoco sabía leer, ni escribir y ahora es una gran lectora, ¿cierto?
—Sí —acepté sin agregar nada más, pero como los dos esperaban una entrada triunfal se las di—. Muy grande —traté de bromear pero nadie captó el chiste. Sí, estaba bromeando, amargados.
Carlos negó con la cabeza mientras se mantenía una lucha interna por no reírse de mi actuación.
—Soy Margarita, como la flor —me presenté dando ejemplo de mi creatividad tan escasa y común—. Y todo lo que dijo ella es verdad.
Fácil. Me lavé las manos para no embolarme más y le cedí, como buena ciudadana, a Natalia el derecho de terminar lo que empezó.
No sé si él quedó muy convencido, pero algo estaba claro, cualquiera que fuera su decisión no estaba influenciada por mí. Y no sé si ese era el plan inicial.
—Lo hizo bien para ser la primera vez —me animó Natalia al ver que no me sentía muy orgullosa de mi actuación, tampoco quería el protagónico, pero vamos, sabía que podía hacerlo mejor—. Yo casi lloro cuando me planteé ante público como primeriza, así que no se mortifique.
Según ella lo pintaba a ese paso yo me iba a conducir programas de televisión. Margarita y su sección mitad escritora, mitad Cantinflas.
—Y vamos por el segundo —anunció cuando caminamos a uno donde vendían sombreros charros. Y yo sólo recé para no desmayarme antes del tercero porque mi condición no daba para tanto, y no hablaba de lo físico, en eso aún me defendía un poco.
Dame paciencia, Dios, y si eso no se puede, el don de hablar en público aunque sea.
No puedo decir que todo fue un fracaso porque Natalia me compró muchas cosas bonitas, algunas no sabía ni para qué se usaban, pero ya investigaría luego. Además, en mi pueblo dicen que cuando no sabemos la utilidad de algo le creamos otra, así de fácil. Sí, así terminó la primera batidora que me gané como tortillero.
Ya para la docena de puestos recorrido me sentí como en el décimo round, hablaba poco, pero peleaba duro. Maldije cuando los pies parecieron negarse a dar un paso más y tuvimos que sentarnos para reposar. Sí, lo que me hacía falta. Me ajusté el sombrero que colgaba en mi cabeza, había que admitir que con ese estilo sólo me faltaba un caballo para irme a pelear por los campos.
—¿Se siente bien? —preguntó Natalia preocupada.
—Sí, sólo necesito algo para beber, y quizás unos taquitos —dicté después de hacer un pequeño examen interno.
—Le traeremos algo de agua —me dijo Natalia deprisa, y aunque también esperaba la comida asentí para que se apuraran.
—Yo me quedo con los volantes, para ir adelantando a la repartición —mentí fingiendo que la idea me emocionaba. En realidad tiraría una buena parte para acabar más rápido.
—Está bien —aceptó sin peros de por medio antes de irse por los refrigerios para recargar energías.
—¡Y que sea de tamarindo, por favor! —grité esperanzada de que me escucharan a pesar de ya estar alejados. Imposible con tanto ruido...
Vi que el mariachi se emocionó al empezar una melodía, y me entretuve observando la escena de una niña que comenzó a zapatear, o eso intentó, porque más bien parecía que estaba tratando de matar un par de cucarachas. Su papá se rio de su actitud y cuando ella lo invitó a reunirse al baile él se negó porque ya era mayor y aquello era vergonzoso. La verdad que yo era la menos indicada para opinar en ese caso, pero el cansancio activa mi modo de cometer estupideces así que lo hice.
—¡Baila! No la dejes así —grité desde mi lugar. Vamos, la niña con todo el ritmo contenido y su padre no la iba a dejar varada por el qué dirán. Por experiencia sabía que eso siempre era un limitante para ser feliz. Los otros se van a burlar de ti hagas lo que hagas, al menos dales una buena razón.
Ya no vi lo que pasó porque un cúmulo de chismosos lo rodearon para presionarlo. Bien, no esperaba eso, pero al final el gusto a su hija nadie se lo quita, o eso creo porque desde donde estaba sólo veía gente amontonada aplaudiendo. Buenos para hacer borlote, así fueran para otras cosas.
Me levanté alejándome del escándalo y decidí que era momento de ocultar la evidencia. Quizás podía regalarse a alguien que reciclara papel, mi lado ecológico apareció de la nada.
Observé la imagen mientras caminaba, esa no era yo, estaba lejos de ser una escritora innovadora como Natalia había descrito. Yo sólo era una mujer tratando de esconderse de todos y jugando a ser más que eso...
—Oh, no —me quejé cuando choqué con un par de chicas y a causa de eso todos los trozos cayeron al piso. Sí. Genial, así podía inventar que no había podido recogerlos. Al fin la suerte está de mi lado.
—Lo sentimos —se disculpó la que llevaba una blusa con un gato en el centro—. Veníamos distraídas —señaló su celular en respuesta.
—¿Wattpad? —La voz de la otra me sobresaltó. No, ahí va mi pequeño secreto—. ¿Abuela Margaret? ¡Oye, mira, ella también tiene Wattpad! —le contó a la otra, y me pareció que ese lugar les gustaba mucho para identificarlo tan rápido.
La de rulos sacó su teléfono de su bolsillos y comenzó a presionar la pantalla sin parar. Supuse que era algo interesante para interrumpir nuestro encuentro tan extraño.
—Ya la sigo —me mostró la imagen de buen humor—. Me verá comentando tonterías por sus historias todo el tiempo.
—Oiga, en el folleto dice que no sabía leer —comentó la chica que la acompañaba con una sonrisa. Parecía que el dato le había robado la atención—. Debería escribir un libro de su vida, sería un éxito.
Ni mi madre leería mi vida, pero agradecía el cumplido porque siendo sincera quería los millones que la palabra éxito rememoraba.
—¿Ustedes escriben? —me atreví a preguntar. Las dos asintieron y me contaron sobre su vida en la plataforma, no entendía cómo a ella les gustaba tanto ese lugar pero comencé a cuestionarme si era yo la que no había tomado el ritmo porque a todos les fascinaba. Quizá tenía la versión complicada—. Y aquí entre nos, ¿cómo se puede hacer famoso ahí? —curioseé, necesitaba la fórmula secreta.
—Si tan sólo la supiéramos se la daríamos —contestó la que tenía un nombre difícil de recordar. Creo que le llamaban Mili, y aunque me dijo que era por otro nombre muy elegante, yo me acordé porque así le decíamos a mi tía abuela Milagros, esa que siempre me daba con la chancla—. Dicen que es más fácil ser presidente del país que publicar tu libro —bromeó, pero entre broma y broma la verdad se asoma.
—Yo conozco a un par que les va bien —comentó Luna, manteniendo mi esperanza viva—. Aunque es un camino largo.
—Oh, no, ¿qué tan largo? A mi edad llevarse tiempo es un peligro inminente.
Si hablábamos de años la cosa no parecía muy sencilla. ¿Se imaginan, yo repartiendo publicidad por meses?
Las dos sólo rieron y me dieron ánimos para que no me rindiera, como si fuera tan sencillo. Después de escucharlas me di cuenta de que hay muchas personas ahí que desean ser leídas, no sólo yo.
¿Cuál era el secreto para que algunos sí lo lograran? ¿Dónde estaba la fórmula? Algo escondido, quizás un pequeño detalle hacía la diferencia. En ese momento no lo sabía, pero el hecho de querer encontrarlo era un importante avance.
—¡Fotografía del recuerdo! —canturreó la de sonrisa risueña. ¿Fotografía? Oh, no, odiaba que me retrataran. Esa era la razón por la que jamás tuve muchas fotografías en mi casa—. Es para hacer un bonito retrato después.
—Lo siento —me disculpé, tratando de pensar en una buena excusa—. Soy alérgica a las cámaras.
Épica respuesta.
—A mí tampoco me gustan las fotos —apoyó mi punto la de cabello castaño tratando de no incomodarme—, pero tengo una idea mejor. Espero que más personas la descubran —me dijo antes de tomarle una fotografía al trozo de papel—. Estoy segura le irá muy bien —me deseó suerte y sentí que era sincera.
—Etiquétame en la fotografía —pidió la otra, divertida. ¿Qué? ¿Se iban a empaquetar o para qué querían etiquetas?—. Y escribe en la descripción, vine buscando tamales y encontré a la nueva celebridad de Wattpad.
¿Celebridad? ¿Yo? Pues no sonaba tan mal. ¿A las celebridades de ahí les darían plata, porque de ser así me apuntaba contenta?
Cuando noté que Carlos y Natalia se acercaban a mí me despedí de ellas y me encaminé en su encuentro.
—¿Dónde estaba? —preguntó enseguida apenas me planteé ante ellos, estaba preocupada—. La estuvimos buscando por todos lados.
—Sí, pensamos que ya se había emborrachado con los músicos y ahora descansaba en una celda —se burló Carlos ganándose un codazo de la morena en respuesta. Y es que conociéndome todo era posible, toda teoría podía ser aceptada.
—Lo importante es que está bien —suspiró aliviada, luego notó los folletos y sonrió—. Tal parece que ya empezó a repartirlos.
—Sólo un par —confesé con sinceridad antes de contarles mi pequeña anécdota. Gracias a Dios habían traído mi agua de limón, no era lo esperado pero no me quejé, para poder contar todos los detalles sin lastimarme la garganta. Fue una pena que el descanso se acabara tan deprisa y me viera obligaba a volver a mi labor de repartidora de publicidad. Sí, yo, en pleno fin de semana trabajando sin sueldo por algo que, según ellos, me daría alegrías a largo plazo. Qué emoción.
Un montón de personas ignoraron mi presencia y el resto fingió hacerlo, pero no me desanimé porque la noche era larga y yo persistente. Le di el folleto a un par de muchachas que se perdieron entre la gente sin poder notar si lo habían leído, pero al menos ya me quedaban menos. Observé a Natalia y a Carlos que estaban en otro punto. Ojalá les ganara para poder exigir irnos a casa temprano.
Un hombre pasó y le di el dichoso papelito, pero él, sin pena alguna, lo aplastó y lo lanzó cayendo en uno de los aparadores. Grosero, al menos pudo guardárselo para tirarlo en otra parte. Odiaba a esos que tiraban su basura por donde pasaban, como si no estuviera ya bastante contaminada la ciudad.
Sé que lo hice después se separa bastante de la prudencia, pero yo no pensaba la cosas cuando estaba molesta. Tomé el papel arrugado con forma de esfera y se lo lancé. Hágase responsable, mijito, ya está grande. Y con mi puntería le di en la mera cabeza. Si hubiera sido un concurso ya sería millonaria. Me hice la despistada cuando buscó al culpable. Vamos, no sospecharía de mí porque mi apariencia no me apuntaba como alguien peligrosa.
Me reí para mis adentros cuando lo vi alejarse metiéndose la nota en el saco. Sí, así debía ser.
Una decena de personas pasaron a mi lado durante el lapso que el aburrimiento no me dominó, pero cuando la cosa se puso pesada me vi obligada a buscar una nueva manera de salir de esto rápido. No, no pensaba quedarme dos horas parada como poste de luz esperando encontrar el éxito. Sé que las cosas buenas tardan en llegar, pero ya había esperado setenta y un años, y si algo había aprendido es que lo que deseas no va a venir a ti solo.
Observé el cochinito que me acompañaba en la canastita. Piensa, piensa, piensa. Natalia lo dejó a mi custodio para que lo cuidara, pero debía sacarle más provecho. Y una idea apareció.
—¡Atención a todos! —alcé la voz para que me prestaran atención. Esperaba que la hora que llevaba estudiando a los vendedores sirviera de algo—. En uno de todos estos papeles está un número escrito, en la parte detrás —mentí mientras levantaba a la vista de todos los volantes—. El que lo encuentre se queda con el marranito gratis. Abusados que sólo hay uno.
Crucé los dedos para que se la creyeran, y arrojé las notas al aire como si estuviéramos en un programa de televisión. No sé si se tragaron el cuento, pero varias personas comenzaron a levantar el papel buscando algún indicio de ganar, y mientras más se acercaban el resto se veía tentado a curiosear. Natalia notó el alboroto y me dedicó una mirada intrigada antes de acercarse a mí para preguntarme qué demonios estaba haciendo. Cuando estuvo a punto de hablar le arrebaté uno de los folletos que ella llevaba y levanté la voz de nuevo.
—¡Tenemos ganadora! —dije fingiendo analizar el papel.
—Pero...
—Felicidades, el puerco es tuyo —respondí antes de darle la canasta de vuelta—. Qué suerte, mija, ojalá yo la tuviera.
Las personas se fueron disipando pero la mayoría se llevó el anuncio porque, supongo por su expresión, la palabra Wattpad les llamó la atención. Seguro pensaban que era algo malo porque de lo contrario ni lo hubieran pelado, así están los niños de ahora.
—¿Qué fue todo eso? —me interrogó Natalia cuando todo el mundo volvió a lo suyo. Sabía que cuando le dijera que era un engaño se molestaría, pero no pensaba negarlo porque sería una mentira doble.
—Me pareció una buena manera de acelerar la llegada a mi camita —me justifiqué sintiéndome un poco mal al pensarlo mejor.
—Margarita, eso es mentir. Sabe que es malo —me explicó como si no lo supiera. Quizás tenía razón, pero vamos, ignorarme también era malo... ¿No? Ya sé que la respuesta era negativa, pero con algo tenía que defenderme. Además, el ingenio y la mentira a veces son males necesarios.
—La vida me miente todos los días. Una de cal por la que van de arena—me defendí tratando de ganar la partida.
—Aún falta entregar el resto y no vamos a mentir esta vez —me aseguró tratando de convencerme de volver al lado de luz—. Debemos encontrar otra forma de hacerlo...
Y la había. Yo estaba a punto de aventarme una de esas jugadas épicas, que nunca faltaban, para demostrarle a Natalia, y a mí misma, que podía ganarme mis clientes de manera limpia, aunque con ello tuviera que esforzarme más de lo planeado.
¡Hola!
Gracias por leer a Margaret, por sus votos y comentarios que valoro muchísimo. El capítulo 19 cuenta con aproximadamente 10000 palabras así que tuve que dividirlo. ¡La buena noticia es que hoy mismo publicaré la segunda parte! <3 Espero les guste la idea.
Quiero agradecer a Megan_RHs por tan bellos gráficos que hizo para la historia. ¡Gracias de corazón por tan bonito trabajo que hace lucir a Margaret más profesional! Ojalá puedan seguir su trabajo porque es muy talentosa y una chica muy amable. Y sobre todo agradecer a todas las personas que votaron por mí para ganarlos. Gracias, son los mejores, sin ustedes nada de esto sería posible.
También agradezco a todas las personas que participaron en el concurso para aparecer en la historia. ¡Me emocionó que varias personas se apuntaran! <3 Son realmente amable y se los agradezco de corazón.
Felicidades @Milithelovefood y @nya_Luna_nya por ganar, y gracias por todo su apoyo. Espero que les gustara su participación. :').
A los que no ganaron quiero decirles que habrá muchas dinámicas de ahora en adelante para poder aparecer (tanto aquí en Wattpad como en el grupo). Gracias de corazón por ayudar a crecer a Margaret.
Nos leemos en un rato.
No olviden unirse al grupo de facebook.
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