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Capítulo 18

Según mis cálculos Carlos bajaría cuando yo ya me hubiera levantado de la mesa. La mala noticia es que eso de calcular no se me daba muy bien, así que cuando lo escuché por la escalera casi me ahogué con lo que estaba sobre el plato.

En ese momento descubrí que yo realmente debí ser un topo para poder cavar un pozo cada vez que la riego. Es decir, todos los días desde que nací.

Me hice la distraída para aparentar que el plato había aparecido en la mesa de la nada, con todo y cubiertos, y yo ni lo había notado. Lógica nivel Margarita. No me lo creería, estaba segura, pero no hay peor lucha que la que no se hace.

El último paso resonó como una alarma. Esto no era un simulacro.

—Carlos, pensé que te quedarías una, o dos, vidas allá arriba —lo saludé fingiendo que estaba de lo más relajada, poco me faltaba para ponerme a hacer yoga.

—Uno se cansa de revisar tantas incoherencias —confesó con esa sinceridad que nunca dejaba en el cajón. Me pareció que me daría más detalles de lo que se refería, pero su atención se desvió al plato que estaba sobre la mesa.

—¿Es sobre el colegio? —traté de cambiar de tema. Olvídate de ese trozo de vidrio.

—Sí, estoy empezando a cuestionarme si debo dejar tarea cuando la mayoría está basada en trucos adolescentes —dijo algo despistado. No había logrado engañarlo.

—Pero si no les encarga se harán unos flojos. —Me puse en modo mala—. Que no te ganen.

Cientos de adolescentes me recordarían a mi progenitora si llegaban a escucharme.

—En los colegios nadie gana, tanto los presos como los custodios están en prisión al final —respondió antes de sentarse a la mesa pero sin tocar nada.

Me sentí en un examen cuando su mirada se clavó en mí esperando un comentario que no llegó.

—¿Qué?

—¿Me dirá qué estuvo haciendo en realidad? No creo que doblar ropa le lleve tantas horas —soltó después de unos segundos. Yo no me salvaba de nada, si no era una cosa era la otra.

—¿Tienes cámaras en esta casa? —pregunté enseguida. Lo que me faltaba, que toda mi vida fuera grabada como si estuviera en un programa de televisión, y lo peor, sin un peso de por medio.

—No, pero gracias por la respuesta —se burló ante mi torpeza. Cuando repartieron la inteligencia seguro yo estaba dormida, esa es la única explicación que encuentro—. Y supongo que tanto secreto se debe a Wattpad.

—¿Seguro que no tienes una cámara? —insistí. Si la respuesta era negativa empezaría a cuestionarme si estaba frente a un vidente—. Adelanté un poco, pero nada sorprendente —confesé al darme por vencida—. Escribí mi vida amorosa, creo que se resume en un párrafo o dos. Ya contando el epílogo y los agradecimientos.

—Las historias amorosas trágicas están de moda últimamente —reconoció.

¿En serio?¿Por qué? En mis tiempos las personas buscaban finales felices para distraerse de su espantosa vida. Aunque supongo que demasiado engaño también es cansado. Pero vamos yo prefería seguir siendo fan de esas cintas donde al menos superas el promedio de vida. Por eso me gustaban las películas de Parque Jurásico porque si ellos resurgieron después de millones de años, yo a mis setenta años la llevaba ganando.

—La mía ni siquiera es triste —argumenté con sinceridad. Por un segundo debatí en dar más detalles pero no me atreví a hacerlo. Ahí estaban los malos momentos acechando de nuevo.

—¿Piensa publicar el texto? —consultó Carlos. Me pareció que esa vez habló para no ahogarnos en el silencio. Alguien debería lanzarme un salvavidas cada que los recuerdos amenazan con absorberme.

—Primero revísalo y luego pensamos en dar el siguiente paso —analicé. No sé con exactitud por qué acepté, quizás fue la plática finales tristes la que me había puesto pensativa—. Ahora, come algo o te vas a morir —indiqué sin darle muchas vueltas al asunto. Me estaba cansando de pensarme tanto las cosas cuando al final siempre terminaban en un desastre. No sé por qué aún seguía evitándolo, el caos y yo estábamos hecho el uno para el otro—. Y no queremos finales trágicos aquí.

Quizás tenía demasiada esperanzas, pero tal vez ya merecíamos un final feliz, con todo y créditos musicalizados.

🔸🔹🔸🔹

Estaba algo nerviosa cuando me senté de nuevo frente a ese aparato. Abrir la llave de algo que había calado dentro de mí era un capítulo extraño en mi existencia.

—Ya sé cómo encenderla —comenté cuando la máquina comenzó a despertarse.

—Supuse eso cuando me dijo que lo había guardado en la computadora.

—Bueno, maestro de computación, ¿cómo puedo encontrar lo que guardé? —consulté. Estaba dentro de esa caja, aquí lo difícil era sacar la hoja.

Carlos me explicó algo sobre una carpeta llamada documentos, creo que era así, la verdad que sus palabras no permanecieron en mi cerebro ni diez segundos. El tipo que había creado esto era un amante de lo complicado.

En la pantalla aparecieron cinco dibujitos que parecían hechos por un niño de preescolar, pero que según Carlos, era mi libro. Sí, claro.

—No lo sé, no se parece en nada —dudé observando detalladamente la imagen.

—Ni siquiera lo abrió, ¿cómo sabe que no es? —argumentó él, pero yo sólo negué con la cabeza. Muchacho, yo sé lo que estaba haciendo, y ese dibujo no me da buena espina—. Bueno, dígame cuál es el nombre para compararlo.

Demonios, lo que me faltaba.

—No me acuerdo —me sinceré. Viéndolo así quizás sí era ese porque era el único que tenía un nombre tan poco convencional—. Vamos a abrirlo para ver qué sale.

Presioné con tanta fuerza el botón que hasta tronó, pero por suerte no se quebró. Con lo cuidadoso que era Carlos con sus cosas me mataría.

—¿H, A, E, C, V, B? Debo reconocer que con semejante título mis expectativas aumentaron —se burló con diplomacia.

—En mi defensa pudo ser algo más grave —argumenté mientras le daba espacio para que leyera el primer párrafo—.  Y, bueno, aquí está...

Carlos enfocó su vista a la pantalla y dedicó un largo rato a seguir las líneas que hace unas horas yo había creado. Yo también lo releí para no dejar que mi mente se perdiera en un hilo de preocupaciones. Hubo muchas cosas que deseé cambiar al volver a reunirme con esos personajes, pero también me sentí tranquila al notar que ellos hablaban por sí solos. Estaban tan locos como yo.

—¿Y qué tal? —me atreví a preguntar cuando Carlos terminó. No dijo nada por un rato, estaba pensativo, luego tomó el aparato que servía para ubicarse dentro de la computadora y seleccionó una palabra que estaba subrayada para cambiarla.

—¿Quiere una opinión objetiva? —Asentí sin entenderlo—. No sé cómo serán los demás capítulos, pero si mantiene el nivel de este inicio el futuro es prometedor.

Supuse que eso era bueno, pero preferí asegurar.

—Eso significa que...

—Hay que pulir el texto, editarlo y estudiar algunos errores que están presente en él, pero en términos generales, tiene una calidad destacable —me informó.

¡Sí! Con tanta palabrería pude resumir que le había gustado y que no terminaría en el cesto de sueños frustrados. Esto no se arruinaría, esto no.

—Y, como le ofrecí el primer día, yo puedo corregir lo básico en este primer borrador —propuso.

Claro que no rechazaría la oferta. Mientras más ayuda mejor.

—Pero eso no significa que termine en Wattpad —dije para dejarlo claro.

—Me encantaría escuchar un buen argumento para eso —debatió.

—Yo sólo sirvo para escribir, todo el otro rollo para tener éxito me suena a cuento chino —repliqué—. El cabeza de león ni siquiera me regresó el saludo de vuelta.

Quizás ni siquiera tenía pulgares ahora que lo pienso.

—Entonces usted destaque en su área, y Natalia y yo nos encargamos del resto —expuso.

—¿Tú cómo sabes que ella va a aceptar? —interrogué para llevarle la contra.

—Es una mujer inteligente, y le gusta correr riesgos —enunció con simpleza—. ¿Acepta?

—Sólo si ella se compromete —aprobé—. Y también deben prometer no meterme en líos. Ya con los de mi vida real son suficientes.

—Trato hecho.

Y no sé la razón pero le creí.

🔸🔹🔸🔹

El camino al colegio fue una búsqueda constante por hallar un puesto de periódicos. Nadie parecía tener ejemplares para esa hora, y tampoco los culpaba, el tiempo no ayudaba nada.

¿Cómo se informan en la actualidad de lo que sucede en esta ciudad? ¿Señales de humo?

—Quizás en una tienda de esas. —Señalé una que era conocida porque todo el día estaba abierta. Un local dedicado a comida, cerveza y pagos—. Allí siempre encuentras todo, hasta al amor de tu vida, a precios poco accesibles.

—¿La espero aquí? —me preguntó Carlos cuando se estacionó. Asentí porque sinceramente él pensaba quedarse arriba de igual manera.

Bajé del coche y entré al lugar que estaba perfectamente iluminado. Se veían impecable los estantes y el pulcro suelo.

Estaría bien trabajar aquí, está presentable y hay comida al alcance las veinticuatro horas del día.

Me regañé por distraerme en esos pequeños detalles cuando observé que la fila llevaría su tiempo.

La lucha por elegir entre tomar el periódico de anuncios o el pan que estaba en promoción fue difícil, pero fui fuerte. Necesitaba ahorrar para alquilar un nuevo cuarto. Adiós tentaciones. Malditas y geniales tentaciones.

Me formé detrás de cuatro personas que estaban perdidos en sus teléfonos. Bufé al verlos así. Estos niños de ahora, se puede acabar el mundo y ellos ni enterados, pero no les pidan una fotografía porque hasta en el suelo se tiran.

Abrí el diario para perder el tiempo, aunque más bien quería demostrar que tenía cosas en qué pensar además de criticar a la juventud. Claro que en realidad era divertido hacerlo, pero no era algo que se pudiera presumir. Casi me desmayé al ver que los precios de todos los productos andaban por el cielo, tan lejos e inalcanzables para mí. Ojalá pudiera volver a los noventa, eso si eran buenos tiempos.

Decidí no seguir revisando para no deprimirme, tenía que mantener el ánimo arriba aun cuando estuviera en el fondo del infierno. Me entretuve con un juego de palabras que venía gratis al final. Antes no sabía qué significaban, los ignoraba y terminaban en la basura sin una mirada, pero como ya sabía leer las cosas cambiaban. Sí, ya sentía el poder.

¿Personas que caminan dormidas?

Personas que deben ir a trabajar en la madrugada. ¿Qué, no hay espacio para tantas letras?

—Señora, su turno. —Levanté la cabeza cuando una voz me llamó. Fue una sorpresa que atendieran tan rápido. Aceleré, dentro de lo posible, mi paso para llegar a la caja. Le pasé el diario para que lo registrara y después de dictarme el precio decidí contar mis monedas para pagarlo.

Tenía tan mala suerte que nunca traía conmigo un billete, quizás también influía ser pobre, pero culpar a la suerte era más sencillo.

Cuando estaba por terminar sentí un ligero empujón que me hizo perder la cuenta. Maldita sea, lo que me faltaba.

—Si la abuela no puede apurarse cóbrame a mí primero —se quejó una señora de unos cuarenta años, con aspecto de matona y que me ganaba por una cabeza.

—¿Disculpe? —me ofendí al verla adueñarse de mi lugar—. Yo llegué primero, sáquese.

Respuesta estilo Margarita no le teme a nada porque ya perdió todo.

—Pues apúrese. —Me tronó los dedos desesperada.

¿Qué? A mí nadie me daba órdenes, menos una roba lugares.

—Uno, dos, tres —comencé a contar en voz alta casi arrastrando las palabras—. Será mejor volver a empezar. Uno, dos...

—Vieja ridícula —escupió al captar mi intención.

—Oye, no, para ti soy la vieja ridícula que estaba antes que tú. Más largo para que le cueste —expuse con paciencia para hacerla rabiar. Y lo conseguí, me pareció que hizo un esfuerzo para no romperme la botella que llevaba en la mano—. Ahora si me permites tengo que pagar esto porque voy a llegar tarde a la escuela.

Yo hablaba en serio, pero la mujer no lo tomó de igual manera. Quizás pensó que bromeaba. Soltó una carcajada y me pregunté si ya se había tomado el contenido del envase o su estado era de nacimiento.

—Creo que ya perdió un tornillo —dijo.

Con que así nos llevamos. Piensa, piensa, piensa en un insulto con clase...Bien, esto es más difícil de lo que imaginé.

—¿Por qué tardas tanto? —se quejó un hombre que venía con una bolsa de frituras.

Reconozco que ya entre dos la cosa pintaba más difícil.

—La loca no quiere quitarse —le comentó bien alto para que todos escucháramos. Casi pude jurar que todos los presentes comenzarían a dividirse en equipos para defender a su favorita.

—Óigame no —la interrumpí. No me gustaba que me trajeran en chisme, menos cuando hay un hombre de esas proporciones frente a mí. Con un silbido me puede matar—. Yo estaba de pie aquí, tranquila, cuando la señorita me llamó. ¿Cierto? —le pregunté a la cajera que era la testigo. Ella asintió varias veces como respuesta—. Yo comencé a contar mi dinero como todo mundo lo haría. ¿Cierto? —Todos me dieron la razón—. Y de repente su amiga vino y me empujo insultándome. ¿Cierto? Yo me defendí porque una no puede dejarse de cada persona que se le ponga enfrente ¿Cierto? ¿Usted lo haría, no?

El hombre se lo pensó un segundo como si mi conversación lo hubiera atontado un poco.

—Cariño, la señora tiene razón —comentó mostrando que era muy simple de entender. Claro que su mujer no lo tomó tan bien, pero eso ya no era mi problema. O quizás sí lo era, pero yo tenía unos más grandes para ponerme a discutir sobre conductas agresivas.

Mientras los dos discutían por esa bobería yo aproveché para realizar mi pago y escapar del alboroto tan rápido me fuera posible.

—¿Cómo hizo eso? —susurró la cajera cuando me dio el cambio.

—¿Qué? ¿Meterme en problemas? —Ella sólo rio por la sinceridad de mis palabras. Supongo que se refería más bien a ponerme a luchar con personas que me sobrepasaban en fuerza—. Defecto de fábrica —me sinceré mientras me encogí de hombros antes de hacer camino a la puerta.

Era una pena que la otra mujer no pensara lo mismo de mi habilidad para enamorar al peligro, lo supe por la mirada que me dedicó al salir de ahí. No tenía que preocuparme porque nunca la volvería a ver, es decir, en una ciudad como esa coincidir no frecuentando los mismos sitios era casi imposible. ¿Cierto?

—Tengo una buena y una mala noticia —le informé a Carlos cuando me acomodé de nuevo en el asiento. Él me miró curioso—. La buena es que conseguí el periódico. La mala es que si no nos vamos rápido de aquí nos van a poner a los dos.

—¿Qué? —me interrogó como si hubiera hablado en otro idioma, pero no había tiempo para ponerse a dar explicaciones, menos con ese par saliendo del lugar.

—Luego te cuento, ahora sólo acelera —le recomendé para el bien de ambos. Si no lo hacía la cosas se pondrían feas.

Y captó el mensaje porque optó por retirarse del lugar sin hacer más preguntas. Claro que no fue una huida al estilo que me hubiera gustado, tirando botes de basura, derivando señales de tránsito y con el sonido de las llantas aumentando la expectativa. No. Fingimos retirarnos como todos los demás. ¿De qué sirve ganarse enemigos si ni siquiera puedes lucirte?

—Justo en este momento me cuestiono cuánto tiempo pasará antes de recibir nuestra primera orden de arresto. ¿Quince minutos? —se burló él al verme escanear el periódico ya más lejos del embrollo—. Ni siquiera sé por qué deduzco que sería la primera.

—Quiero defenderme de esa acusación pero no encuentro manera —dije mientras guardaba el trozo de papel entre mi libreta.

Necesitaba encontrar alguna esperanza para ser Margarita de nuevo, con todo lo que eso incluía.

Porque eso era yo, un conjunto de problemas que deseaba no dejar de serlo. Un personaje en toda la extensión de la palabra.

🔹🔸🔹🔸

Cuando llegamos al colegio había pocas personas porque todos siempre llegan tarde. Vi a un par de personas charlando y otros perdiendo el tiempo con sus teléfonos. Nunca entenderé cómo dependían tanto de ese mugrero. A veces me parecía que se casarían con ese trozo de metal sin pensárselo mucho.

—¿Natalia? —La voz de Carlos me guió hasta la imagen de una mujer morena que estaba sentada en un pedazo de concreto que simulaba ser una banca.

Sí, era ella. No fue necesario mucho para reconocerla, pero me sorprendió que Carlos la reconociera sólo por la voz. Quizás yo era bastante despistada para eso, a mí me podía pasar un circo por enfrente y ni me enteraba.

—Oh, hola —saludó levantándose enseguida con una sonrisa después de despedirse de una mujer que nos sonrió y se marchó—. No esperaba verlos aquí —mintió, fingiendo sorpresa.

—¿En serio? Sí, seguro fue una sorpresa hallarnos en el lugar donde trabajamos —dijo él mientras abría el salón de clases—. ¿Y tú qué haces aquí? ¿Olvidaste cómo leer?

¿Eso podía pasar? Lo bueno de aprenderlo a mi edad es que podía aprovecharlo al máximo.

—Eres tan cómico —respondió ella mientras entrábamos. Yo tomé el lugar de siempre, hasta adelante para no perder detalles y para no caminar tanto—. Vine a saludar a una amiga que trabaja en la recepción. Y fue una maravillosa casualidad que nos encontráramos.

—¿Casualidad? —rio antes de concentrarse en la pizarra. Yo podría haber comenzado a copiar para adelantarme, pero no había prisa, es mejor esperar a todos—. Comenzaré a creer en ese concepto después de esto.

—Bien, tú ganas —aceptó dándose por vencida. Hasta yo que no era lista notaba que mentía. ¿Qué pensaba Natalia que trataba de engañar a niños de cinco años? Y bueno, acepto que yo no era un detector de mentiras, pero estábamos hablando con Carlos. Carlos. A ese muchacho no se le escapaba nada—, pero no puedes culparme. Llevo muchos meses haciendo el mismo recorrido todos los días, no puedo dejarlo de un día para otro como si nada. Además, quería saber cómo estaban.

Natalia me dedicó una mirada para saber detalles, pero Carlos se adelantó llevándose la diversión. 

—Eso suena más creíble. Aprovechando que estás aquí necesito tu opinión sobre algo.

Oh, no. Cogí el periódico que estaba en medio de mi libreta y fingí que ese robaba toda mi atención. Promoción en el pollo rostizado, esto sí es relevante.

No sé cómo lo hizo, pero creo que pasó el capítulo de su celular al de ella. Cada día me asombraba más la tecnología, pasar hojas de papel por medio de un cable imaginario era hablar de otro nivel.

—¿H, A, E, C, V, B? —preguntó desconfiada después de deletrear el título. Dios mío, nadie me dejaría en paz después de eso—. ¿Qué se supone que me mandaste?

—Es algo ilegal, ten seguro eso —comentó tranquilo a pesar de que ella no confiaba del todo en que eso fuera mentira—. Vamos, Natalia, no sé que tan idiota crees que soy para mandarte a ti algo que puedas considerar malo. Si te deja más tranquila pagué hasta los datos que utilicé para enviar el documento.

—Pues a la otra ponle un nombre más común —se defendió ella antes de adentrarse a su teléfono.

—Lo tendré en cuenta —aceptó antes de dedicarme una fugaz mirada para que captara el consejo. Sí, ya me había caído la pedrada desde hace un rato, pero gracias por recordármelo

—¿Capítulo uno? —La voz de Natalia me ubicó de nuevo en el salón. Enseguida noté que la tensión aumentaba. Que alguien leyera mi historia, sobre todo esa a la que le había dedicado mucho corazón, era como estar desnuda frente al lector. ¿A nadie le gusta eso, verdad? Y si a alguien le gusta, bien por ello, a mí no me terminaba de convencer. Había persona que leía entre líneas y le temía a que tuvieran tanto de mí de un sólo párrafo.

—Si quieres te paso el diez, pero pensé que sería más sencillo que empezaras por el primero —mencionó él al verla tan desconcentrada, estaba acomodando las piezas. No tardó nada en descubrir que la autora de esas letras era yo, lo supe por cómo sus ojos me lo dijeron. Natalia hablaba por medio de ellos la mayoría de las veces, me pregunté en ese momento si no temía ser tan trasparente.

—¿Ya lo escribió? Creí que se resistiría más —confesó con alegría. Yo asentí sin muchas ganas, no quería que notara que era muy importante.

Primero su opinión, luego los sentimientos. Necesitaba que fuera objetiva y sabía que si conocía lo importante que sería para mí cuidaría mucho más su honestidad.

—Todos caen, todos caen —habló Carlos con ese aire triunfal que mantenía siempre que ganaba algo.

—Supongo que tuviste algo que ver —lo acusó antes de volver a su teléfono. No estaba molesta, más bien ya sabía cómo era su acompañante, siempre lograba lo que quería.

Aunque esta vez, para su pena, él no tenía méritos, la loca que había iniciado el incendio había sido yo. Esperaba no meterme en problemas porque con un vaso de agua no creía poder apagarlo.

—Esta vez soy inocente—se sinceró.

—Tú jamás eres inocente —rio ella de buen humor, pero dejó de hacerlo cuando alguien tocó a la puerta. Era un compañero que pedía permiso para entrar. ¿Ya era hora de entrar? Miré el reloj y lo confirmé. Qué rápido se pasa el tiempo cuando se está descansando.

—Pase —lo animó Carlos antes de carraspear y convertirse de nuevo en ese maestro que conocí el primer día. Nunca había dejado de serlo, pero en el salón no se daba la libertad de reír y sonreír de vez en cuando—. ¿Entonces espero tu opinión más tarde?

—La tendrá, profesor —le aseguró ella poniendo de pie escondiendo una sonrisa. Se despidió de mí con un abrazo y un movimiento de mano de esos que llamaban la atención de todos los que estaban en el aula, por suerte no había tantos espectadores, no quería que más personas se enteraran de mi aventura.

Podía permitir que un par de personas cercanas accedieran a esas letras, pero ya imaginarlo a grandes escalas era imposible. Aunque de eso no tenía que preocuparme porque siendo sincera, y dejando esos sueños que ellos habían logrado contagiarme, yo era consciente de que jamás pasaría de una decena de lectores que vinieran orillados por la sensación de que alguien que podía ser su abuela manejara la plataforma. Claro que en ese momento no sabía que todo estaba a punto de descontrolarse.

🔹🔸🔹🔸

Toda la clase me la pasé anotando lo de la pizarra y tratando de adivinar qué pensaría Natalia del texto. Quizás estaría tratando de darme una crítica que no fuera tan dolorosa, o tal vez no analizaría a fondo ningún error. ¿Qué me servía más? Suspiré tratando encontrar la respuesta. ¿Mi ego o mis ganas de no estancarme?

—¿Margarita, cierto o falso? —La voz de Carlos me sacó de base. ¿Era a mí? Tardé unos segundos en volver a la realidad. Claro que la pregunta era para mí, no había otra Margarita en ese salón. Me odié por no saber ni en qué país estaba—. Espero su respuesta.

—Pues... —La mirada de todos pesaba como bultos de cementos en mi espalda. Estaba segura de que más de la mitad también se estaba durmiendo, pero el chisme había sonado como timbre de recreo—. Es discutible.

No supe por qué dije eso, supongo que fue lo único que se me ocurrió para no descartar ninguna otra respuesta.

—¿Discutible? ¿En qué sentido? —dijo fingiendo estar muy interesado en mi respuesta. Carlos podía ser el diablo si se lo proponía.

Yo me acomodé en el asiento buscando una respuesta aceptable. Este es el momento en que una invasión extraterrestre vendría de perlas.

—Todo en el mundo puede ser parte de un debate —comencé a cantinflear—, sobre todo ahora que todos opinamos diferentes y nos importa poco la opinión de los demás.

Traté de mantenerme firme a pesar de no saber de qué hablaba. La seguridad ante todo.

—Perfecto. Le pasaré su comentario a la Real Academia Española para que debatamos sobre la acentuación.

Demonios.

Está de más decir que no me permití distraerme más en esa clase, sobre todo porque Carlos puso especial atención para que no lo hiciera. Para esos amigos no hacía falta enemigos.

—Margarita, no puede darse el lujo de viajar a la luna estando en clase —me reprendió cuando el salón comenzó a vaciarse. Me sentí como una niña. Maldita cabeza que no se queda quieta nunca.

—No volverá a pasar —confirmé en voz alta, esperaba mi cerebro estuviera escuchando.

—Eso espero. De escribir no va a vivir —me recordó. En realidad no consideraba que los acentos me pagaran un buen sueldo, pero en parte tenía razón.

—¿Se puede? —Natalia se asomó por la puerta cuando ya sólo quedaba un par de personas. Esos niños corren a sus casas como si los estuvieran persiguiendo. Así fueran de buenos para llegar temprano.

Carlos le hizo un gesto para que entrara y volvió a poner total atención en mí. Me pareció que seguiría con sus recomendaciones pero Natalia lo silenció.

—Sé que lo vas a decirle es importante, pero no puede contener a una lectora emocionada —lo interrumpió hablando muy rápido—. Acabo de leer el capítulo. Me tomé unos segundos para hacer teorías, pensar en las razones que le hicieron crear un mundo así y hasta desesperarme por verlo terminar. Margarita, sé que suelo exagerar con mis emociones, pero le aseguro que esto es lo mejor que escribió hasta ahora. Supera por mucho sus antiguos relatos.

—¿Entonces los anteriores estaban mal? —curioseé alzando una ceja. Lo sabía. Siempre pasa. Te dicen que los haces bien, pero no te confiesan la verdad hasta que dejas de hacerlo mal.

—No, no, no —se apresuró a aclarar. Casi solté una risa por la manera que movía sus manos para dejar claro su negación, temí que entre tanto meneo me terminara dándome una bofetada sin querer—. Es sólo que está mejorando, y se nota, de verdad que sí.

Bien, eso sonaba bien. Mejorando. Quizás estos meses no sólo eran la colección de malos momentos.

—¿El panorama ahora es más claro? —curioseó Carlos después de notarme algo atontada. Aún me parece gracioso lo fácil que una frase me eclipsaba.

—¿Si lo hago tendré que ser constante, esforzarme el doble y aguantar críticas?

La balanza se inclinó tanto que temí caer en un pozo sin fin, ese que no sabes dónde está, pero no dudas que existe.

—Y para contestar miles de comentarios, tener un grupo de lectores, publicar su libro, dar conferencias, ocupar los primeros lugares y ser famosa —celebró Natalia hablando deprisa, pensé que pensé se ahogaría si no tomaba un poco de aire—. ¡Se viene lo bueno!

—¿Qué? ¿Famosa?

Vamos, yo primero me convertía en un pingüino que hablaba siete idiomas antes de ser famosa. ¿A mi edad? Por favor, esta niña soñaba alto. El problema era que lo decía tan convencida que me hacía dudar.

—¿No es grandioso? Margarita, es su momento —insistió—. Piense que si falla al menos lo habrá intentado, del otro modo todo lo que resta de su vida se arrepentirá de no saber qué hubiera pasado si se hubiera atrevido.

Para los años que me quedaban eso no me asustaba demasiado.

—¿Y qué si algo sale mal? —traté de ganar puntos. No sabía ni contra quién jugaba pero la cosa era no dejarse, luego investigaría lo demás.

—Elimina su cuenta y ya, nadie sabrá dónde encontrarla —dijo haciendo énfasis en la simpleza.

—¿No dijiste que la plataforma rastrea tu ubicación?

—Carlos —lo reprendió ella ante la broma. Esperaba que lo fuera. De igual manera la casa era de él así que si algo le pasaba ya sabían la razón—. Ayúdame a que acepte en vez de estar diciendo tonterías.

—¿Y por qué tanta urgencia para que lo publique? ¿No eras tú la que decía que Wattpad era del diablo?

—Yo nunca dije eso —aseguró. La verdad yo no creía que lo fuera, más bien era como un club nocturno lleno de libros bailando entre sí—. Y hay varias razones. La primera es que soy lectora, y no puedes dejar a una lectora con un capítulo a medias, estás tratando de contener una tormenta. Segundo, Margarita, he visto como creció estos meses, esta es la piedra final de la construcción. Presiento que es algo grande, muy grande.

¿Eso era una revelación? No lo sé. Lo que sí sé es que dentro de mí también estaba ese presentimiento. Margarita, la anciana de la esquina, al fin tendría su momento. Quizás, después de tantos años de sequías se vendría una lluvia de las buenas, lo único que debía hacer era no ahogarme en la travesía.

—Bien. —Suspiré fingiendo que me daba por vencida—. Por millonésima vez vamos a intentar algo que quién sabe cómo termine.

—¡Sí! —gritó Natalia emocionada. ¿Cuántos kilos de azúcar se desayunaba?—. Verá que todo va a salir maravilloso. Amarán esa historia y exigirán actualización, ya no me sentiré tan sola en ese sentido.

—¿Actualización? —pregunté. ¿A qué demonios se refería? Traté de repetir la pregunta pero Natalia estaba tan distraída abrazándome que decidí hacerle un favor a mi columna y no permitir que se distrajera—. ¿Escuchaste, Carlos?

—¿A diez centímetros de ustedes? No lo sé —se burló al verla tan efusiva, pero ella no se molestó, al contrario. Natalia simplemente lo sacudió de los hombros para que se contagiara del momento y él se limitó a sonreír como ella lo hacía, claro que más discreto.

—¡Estoy tan feliz! —canturreó Natalia sin dejar espacio a las dudas—. Creo que es un momento perfecto para hablar sobre la invitación que quiero hacerles.

¿Qué? No, no. Ya tenía suficiente con la visita al bar, aún tenía pesadillas con el guardia.

—No sé si escucharon sobre la feria corazón de México —comenzó a narrar. No quise negar nada, pero para ser honesta en mi larga vida jamás había escuchado sobre ello—. Es un evento donde artesanos y artistas del país muestran sus obras de arte. Está aquí en la ciudad. He estado ayudando en la preparación, ya saben, es parte del trabajo. Por cierto, me regalaron unos boletos y pensé que ustedes podrían acompañarme. Al principio la idea era invitar a mamá y a mi hermana, pero después analicé todo y creo que sería grandioso que fuéramos los tres. ¿Les gusta la idea?

—¿Ahí venden comida? —pregunté enseguida. Paseo sin comida no es paseo, además yo sabía muy bien en qué invertir mi poco dinero.

—Sí —respondió dejando en claro la respuesta a mi duda. Perfecto—. Además, Margarita, se me ocurrió una locura muy interesante. Y quería que usted me ayudara...

—No voy a matar a nadie —aclaré. Así son los amigos, un día te comparten un trozo de torta y al otro ya quieren dividir la celda.

—No es eso —me aseguró disfrazando que la acusación le había causado una mezcla de gracia y ofensa—. Muchas de las personas que estarán exponiendo sus productos son personas que no asistieron al colegio, así que sería una gran oportunidad para dar a conocer el programa del INEA y que se sientan motivados de venir. Sé que si les hablo de los beneficios no lo harán, pero un testimonio real tiene un gran paso.

Para el carro, niña. ¿Yo, hablando en público? Wow, definitivamente no. Había gente que nacía con ese talento, pero yo no formaba de ese selecto grupo. Apenas lograba ordenar las palabras en mi mente para soltarlas en voz alta.

—¿Seré como un mono de circo?

—Un ejemplo de vida —me corrigió. Acepto que dicho de esa manera la cosa pintaba más prometedora—. No necesita hablar demasiado si eso la pone nerviosa, sólo ser honesta y contar cómo cambió su vida con esto.

—Claro, evitando lo del desalojo, la borrachera y todos los demás descalabros de las últimas semanas. Ya sabe, contar sólo lo bueno —se metió Carlos haciéndose énfasis en lo último. Sí, claro. La cuestión es que se animen, no que se depriman hasta preguntarse su función en la vida.

—Nadie va a preguntarle sobre su vida personal —me aclaró para que no me echara para atrás. Luego dirigió toda su atención al muchacho—. Por cierto, tú también deberías ir.

—¿Y yo por qué?

—Te recuerdo que eres maestro de este instituto —repitió, como si pudiera olvidarlo, pero eso no pareció afectarle en nada.

—Conozco mis obligaciones como tutor y te aseguro que esa no está entre ellas—dijo con total seguridad.

—No en el de maestro, pero sí en el de ser mi amigo.

—¿Amigo?—preguntó él enseguida, me pareció que empezarían un debate sobre eso última y la verdad es que ya tenía mucho sueño para estar más tiempo en el salón así que me adelanté.

—Tampoco está en mis obligaciones —traté de hacerme la lista, pero por la mirada que me lanzaron ambos entendí que conmigo no aplicaba—. Bueno, yo iré si me das tu palabra de que la poca dignidad que aún conservo se viene de vuelta conmigo.

—Margarita sólo hablará un poco, no tiene que ponerse a bailar, le aseguro que todo saldrá fenomenal. Además estaré a su lado todo el tiempo —intentó tranquilizarme, aunque no estoy segura si tuviera ese efecto—. Y tú no puedes decirme que no —lo señaló con su dedo, y era claro que no bromeaba.

—Está bien, está bien —aceptó, aunque yo sabía que lo haría de igual manera—. Por cierto, quería pedirte algo.

, Natalia, aprovecha para después poder cobrar el favor. Eso es lo divertido de ayudarnos entre todos.

—Claro —asintió.

—Tenemos que sacar de la oscuridad el trabajo de Margarita, literalmente. Más personas deben conocerla.

—¿Algo así como convertirla en un fenómeno en la plataforma? —preguntó emocionada.

—No, yo estaba pensando en algo más realista. Aunque si pensarlo así te motiva puedes mantener esa meta.

Genial. Este par me iba a dejar por los suelos.

—Trato hecho —aceptó feliz por formar parte del equipo esto se va ir a la fregada pero ya nadie tiene permiso de bajarse del tren—. Y tengo una idea para comenzar. Podríamos dar papelitos con el nombre de su cuenta y un ejemplo de su trabajo en la feria, va ir muchas personas y seguro alguna se interesa —opinó de buen humor.

Y yo me reí por el chiste con total inocencia pensando que era una broma. Pero no lo era. Para mi desgracia estaban hablaban en serio.

🔹🔸🔹🔸

¡Hola!
Aquí está la segunda parte del capítulo anterior, resultó ser más largo de lo planeado xD. Aquí empieza el trabajo para el crecimiento de popularidad de Margaret.

Gracias de corazón a todas las personas que siguen aquí 💕💕. Los adoro. Son los mejores de todo el mundo. Gracias de corazón por comprender.

Quiero enseñarles este hermoso dibujo que hizo Milinlovethefood de Margaret y que subió al grupo 💕💕. Está hermoso, lo amé. Te agradezco muchísimo el detalle.


¿Les gustaría aparecer en el siguiente capítulo junto con Margaret? 💕 :D

Natalia ya lo dijo, en la feria habrá muchas personas y pensé que sería una maravillosa idea que ustedes fueran parte de ellas. ♥ Sería una pequeña participación, pero con mucho humor ♥.

No olviden unirse al grupo de lectores porque ahí subiré las instrucciones para que puedan hacerlo 💕. El link está en mi biografía y en el tablero. Estaré feliz de verlo por allá.

Los quiere mucho.
Jane.

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