Capítulo 16 [Parte 2]
Parte 2
Yo amaba mudarme. Me encantaba. Podía pasar toda la vida cambiando de hogar sin problemas. Estaba en mi listado de cosas favoritas por hacer.
Me repetí eso un montón de veces para creérmelo, esperaba sirviera de algo. Sí, tenía que funcionar.
No había dormido nada pese a la insistencia de Natalia. Por más que me esforzara en cerrar los ojos me resultaría imposible. De un momento a otro se te viene el mundo encima y lo último que piensas es en dormir. Además tenía mucho por hacer para ponerme a descansar.
Carlos y Natalia se quedaron conmigo bajo el argumento de ayudarme a ordenar mis cosas, aunque sé que en realidad lo hicieron para no dejarme sola. Quizás pensaron que me daría golpes contra la pared si alguien no me vigilaba.
—No, esa va en la caja de cosas muy importantes —le señalé a Natalia cuando estaba por guardar mi taza de café favorita con los demás platos.
Todo se colocó con cuidado para que no se dañara. Aún servían otro buen rato. Por mi situación económica no pensaba tirar nada, ya saben lo que dicen, nunca sabes cuándo puedes necesitarlo.
Había cosas que sería fácil llevarse, otras que no me pertenecían del todo y el resto no sabía dónde demonios las iría a meter. Mi refrigerador, estufa, cama, ropero y sillones no podían competir con los muebles de Carlos. No podía meterme con todo y aparatos electrodomésticos a su hogar y adueñarme del espacio como una delincuente, dejaría que él decidiera que hacer con ellos.
Todo quedó en perfecto estado pese a mis ganas de romper la tubería del baño para que Juana pagara una pequeña parte del daño que hizo. Se lo merecía, pero ya no servía de nada arruinarlo.
Me quedé contemplando unos segundos el diploma que descansaba en la pared. Sonreí con nostalgia al notar que la vida te cambia en un segundo, no siempre para bien.
—¿Quiere que la ayude a quitarlo? —propuso Natalia con amabilidad al verme tan concentrada. Seguro pensó que estaba calculando la fuerza necesaria para moverlo.
Negué con la cabeza, eso sería lo último que retiraría. Necesitaba verlo cada vez que sentía que las fuerzas me abandonaban. Podía con esto pese a los pronósticos. Yo siempre me burlaba de ellos.
—Una pregunta, Margarita. No me contesta si no quiere —dijo mientras me ayudaba a envolver con papel periódico algunas piezas de vidrio—. Es sólo curiosidad...
Le dediqué una mirada de total atención para que se atreviera a soltar su duda. ¿Qué podía ser tan grave para darle tantos rodeos? Yo no lincharía a nadie por una simple duda, ni siquiera tenía una antorcha.
—La llamada de ayer... —comenzó a hablar, pero luego se detuvo como si no supiera que añadir, por suerte yo sí sospechaba de qué se trataba.
—Oh, quieres saber a quién fue —deduje. No lo negó, eso era—. Mi hermana... ¿Te digo algo? Yo aún sigo siendo bastante ingenua en ocasiones —reconocí fingiendo indiferencia. No quería que me afectara, no tenía lógica que lo siguiera haciendo. Ojalá mi cerebro lo aprendiera de una buena vez.
Y ella pareció entender el mensaje porque no insistió en conocer los detalles. Era eso, o estaba más concentrada en Carlos que en mí.
—¿Tú crees que estaré bien? —le pregunté dándole un vistazo también.
¿Cómo sería mi vida los días que pasaría allá? Estaba claro que nunca podría faltar a clases. Vivir con su profesor es la pesadilla de la mayoría de los estudiante.
—Claro que sí —respondió sin una pizca de duda.
—¿Por qué estás tan segura? —curioseé entrecerrando mis ojos para apreciar cualquier rastro extraño en su cara. Nada. Ella sólo rió mientras cerraba una caja que tocaba los bordes.
—Una corazonada. —Se encogió de hombros sin decir más antes de apilar el paquete con el resto, pero aquella respuesta no me aclaró nada.
Sin embargo logré captar algún significado cuando los vi a ambos sellando las cajas con cinta. Sí, yo también tenía una corazonada.
🔸🔹🔸🔹
Sé fuerte, sé fuerte. Despegar el trozo de papel me costó más de lo que pensé. No era el pegamento lo que se resistía, era saber que la despedida definitiva había llegado, la que había tratado de aplazar.
Suspiré con pesadez mientras lo colocaba en un legajo junto a papeles importantes, como mi certificado o actas que ya estaban más arrugadas que unas pasas.
Los trabajadores de la mudanzas volvieron a aparecer para subir lo que faltaba y yo me negué a verlos a la cara por mi salud emocional. En una de esas mi cordura me traicionaba y terminaba agarrándome a golpes con medio mundo.
Carlos y Natalia se dedicaron a subir el equipaje al automóvil mientras yo me despedía.
No sé con exactitud si fueron horas o minutos, a mí me parecieron siglos, cuando mi casa quedó vacía por completo. Se veía inmensa a pesar de ser tan pequeña, y yo me sentí como una hormiga en una selva. Extrañaría el arte urbano, el crujir de la madera húmeda y hasta el chirrido de alguna de las puertas. Echaría de menos lo malo y bueno de esas paredes.
Le di un último vistazo antes de salir, uno que removió los recuerdos y formó a su paso historia, que alimentó la incertidumbre y los sueños. Era ese tipo de adiós que te arrancan una parte del corazón y te obligan a nunca olvidar, ese que se resiste, pero es necesario. Esas despedidas que son inicio.
🔹🔸🔹🔸
Cuando subí al automóvil abracé el folder con todas mis fuerzas para no ceder al dolor. Debía ser valiente, por mí, por todos. Observé la ciudad por la ventana mientras nos poníamos en marcha esperando que en cualquier momento una canción motivadora en inglés empezara a sonar, pero después recordé que en la vida real te va mal y ni siquiera tienen el detalle de ponerte música.
—Tengo que memorizar muy bien el camino —rompió el silencio Natalia cuando el semáforo cambió de color—, o me perderé y entonces eso sí sería un lío.
—¿Piensas visitarnos seguido? —le preguntó él despegando apenas unos segundos los ojos del volante.
—¿No puedo? Si dices que no, lo entenderé, pero eso no significa que no te ganarás mi eterno odio.
—No me arriesgaría con semejante advertencia —reconoció.
Me alegraba oír eso. No sabía el plazo que necesitaría para conseguir un nuevo cuarto, esperaba fuera corto, pero no quería alejarme del todo de mi antigua vida. Aún apreciaba esa soledad por momentos, no debía olvidarla porque después sería más difícil volver a ella.
Recuerdo muy bien el momento exacto de nuestra llegada.
Lo primero que hice cuando el automóvil se detuvo por completo fue acercarme lo más que pude al cristal para darle un vistazo a la casa que estaba frente a nosotros, y estudié cada detalle. La colonia parecía tranquila, al menos no había vándalos borrachos en la calle como en la mía.
Era sencilla. En el exterior todo se encontraba en perfecto estado y no tenía nada que la diferenciara de las otras.
—Será mejor que entremos para acomodar todo —dijo Carlos al ver que el camión de mudanza frenaba.
Asentí mientras bajaba del vehículo, despacio para no quebrarme ningún hueso, y me atreví a caminar a su lado para no quedarme atrás. Estaba nerviosa, muy ansiosa por saber qué pasaría. ¿Qué sucedería si todo resultaba un desastre?
Lo vi colocar la llave a la cerradura y solté todo el aire que mis pulmones exigían como suyo cuando la puerta nos abrió camino. Bien, era hora de la verdad.
Di un paso algo insegura hacia al interior y me encontré con una habitación iluminada por el sol que se filtraba en un gran ventanal. Para mi sorpresa todo tenía un sitio exacto. Este chico sí que es ordenado.
—¿Pasa algo? —La voz de Natalia me despertó. Negué un par de veces y me adentré despacio para no manchar nada—. Por cierto, linda casa —lo halagó perdida en un el blanco de las paredes.
Sí, era bonita. Demasiado bonita para mí.
—Hasta tienes un comedor —comentó ella que sí se aventuró a caminar más allá de la entrada. Yo seguía de pie como estatua.
—¿Pensabas que comía sobre la cama? —preguntó él burlándose de su cumplido tan básico—. Margarita, los sofás no muerden, será mejor que se siente.
Obedecí sin titubear, aún estaba muy concentrada en revisar todo para ponerme a pensar en llevarle la contra. La televisión, el comedor, la cocina, los cuadros que adornaban la pared... Nada tenía un simple rayón. Y yo que quebraba todo lo que tocaba... Tenía que ingeniármelas para no echarlo a perder antes de empezar.
Los trabajadores de la mudanza comenzaron a bajar los muebles y por sugerencia de Carlos todo se quedó en el porche para ubicarlo con calma después. Aún tenía que investigar dónde metería todo.
—¿Siempre está tan silencioso? —preguntó Natalia al mirar por la ventana. Yo aún seguía sentada en el sofá atestiguando todo.
—¿Te refieres a que si mis vecinos tienen una vida que los mantiene ocupados y les impide estar armando un escándalo a esta hora? Sí, la mayoría —respondió desde el umbral de la puerta.
Supongo que eso sería un lujo para mí. Adiós fiestas hasta el amanecer.
—Sé que puede resultar algo atrevido de mi parte —intervine tomando valor al verlos tan relajados—, pero dónde voy a dormir.
—En el piso de arriba hay dos cuartos, puede tomar el que está desocupado —me explicó él mostrándome la escalera.
Oh, oh. No. No. No. Me mareé de sólo ver el principio de la escalinata.
—¿Sucede algo? —me interrogó Natalia al verme hacer una mueca sin querer.
—No, no.... Bueno, sí. Yo no puedo subir escaleras. Es decir, si hago un esfuerzo seguro sí puedo, pero no me responsabilizo de bajarlas con el mismo estilo —aclaré.
Ya no tenía la misma habilidad de hace unos años, un mal paso a mi edad podía tener un pésimo desenlace y en mis planes próximos no estaba quebrarme una pierna. Eso si no me rompía la cara primero...
Sabía que mi declaración le daba un giro a la situación, quizás debí ser clara en ese detalle desde un inicio y así me hubiera evitado varios problemas. Pero, en mi defensa, yo nunca había habitado en una casa de dos plantas, creo que hasta olvidé que existían.
—Yo entiendo si tengo que irme —me adelanté para que él no se viera en la penosa necesidad de hacerlo.
Tenía que replantearme la de vivir afuera de un centro comercial aunque eso no me emocionara ni un poquito.
—Margarita, no hemos traído el camión de mudanzas hasta aquí para después mandarlos a otro sito. Usted se queda aquí, al menos hasta que encontremos un nuevo lugar —sentenció dándome a entender que era definitivo. Bien, ahora sí estaba intrigada por saber qué pasaría—. Por ahora tendremos que acondicionar el único cuarto disponible en este piso.
La cocina. Apuesto que es la cocina.
Carlos caminó hasta la puerta del fondo para indicarme a que se refería. No, conocía esa puerta, el patio. Sabía que bromear con lo de dormir a la intemperie algún día me costaría caro.
—Era la lavandería, pero ahora lo uso de bodega —nos explicó cuando logramos ver al interior. No se veía tan mal, excepto porque entraba poca luz—. Tiene las medidas para colocar una cama, una mesa, quizás hasta ese ropero que trajo consigo.
Examiné el lugar. Necesitaba vida. Era un sitio para el olvido, pero me pareció adecuado para el tiempo que me quedaría, además ya arreglado sería diferente. No podía pedirle que construyera un elevador. Era eso o nada.
—Me gusta —exageré, por suerte ambos lo notaron—. ¿Qué? Lo digo en serio.
—Bien. Entonces toca arreglarlo —dijo Natalia deseosa de ayudar.
Les hubiera dado una mano sino fuera porque eso de subir y bajar escaleras no era mi talento. Ellos fueron los encargados de acondicionarla mientras yo recordaba cómo respirar. No debía perder los nervios.
Mantén la cabeza ocupada...
En mi ir y venir para no volverme loca noté que Carlos no tenía ninguna fotografía de su familia expuesta a la luz. Ni una sola. Fue ahí cuando recordé que jamás le había preguntado por sus orígenes... ¿Tenía mamá? ¿Su familia lo amaba? ¿Acaso era el primo amargado que odiaba las fotografías? Yo lo era. Me obligué a guardar mis dudas para luego, no deseaba armar un interrogatorio, pero eso no significó que dejara de importarme, todo lo contrario.
🔸🔹🔸🔹
En uno de esos tantos viajes entre pisos Carlos se detuvo para ver algo de su celular. Supe que se trataba de Wattpad incluso antes que me lo mostrara. Amaba ese sitio.
—¿Qué hay de nuevo? —pregunté para que me lo explicara con palabras simples. No lograba procesar tantos símbolos.
—Alguien más la agregó a su lista de lectura —me informó—, es la autora de los dibujos de Anahí.
Leí la sinopsis que estaba en la pantalla y me gustó la parte donde se hacía mención de sacarle dinero a los enamorados. Yo mejor que nadie sabía que eso nunca fallaba. Cuando era joven en ocasiones vendía regalos en la avenida el catorce de febrero. Nunca quedaba nada. Era un buen negocio.
Si la protagonista existiera le pediría que dibujara para mí, necesitaba un poco de arte en este momento para sonreír. Y quién sabe quizás hasta podamos hacer una alianza para juntar dinero y rentar otro cuarto...
—Guárdala para leerla después —le pedí para no olvidarlo. Cada vez confiaba menos en mi memoria, mejor todo ordenado.
Él aceptó antes de volver al piso de arriba.
Me abracé a ese recuerdo. Los libros me habían consolado hace unos meses cuando mi vida acariciaba fondo. Ahora el panorama se repetía. Anahí se unió a la lista de mis acompañantes, esos que no me dejarían sola y alimentarían mi vida. Esos que significan más que letras. Y en ese momento necesitaba de muchos amigos como ella que me acompañaran en la travesía para no sentirme tan a la deriva. De nuevo los libros volverían a sacarme a flote. De nuevo ellos me despertarían de la muerte.
🔸🔹🔸🔹
Si les soy sincera yo no hice mucho esa tarde. De todo el trabajo pesado se encargaron ellos dos. Yo prácticamente estaba de espectadora, y aunque era ilógico, me sentía muy cansada. Eso de pensar tanto también costaba lo suyo.
—Ya casi está —celebró Natalia teniendo ya media habitación vacía. No se veía tan malo, y yo no necesitaba mucho espacio.
—Sí, ahora sólo falta traer la base y el colchón. De lo demás nos encargamos mañana porque ya es tarde y yo tengo que madrugar —dijo Carlos observando el reloj.
—¿Y ya pensaste cómo hacerlo? —preguntó Natalia mirando al exterior. La madera que se encargaba de darle soporte a mi cama estaba descansando con el resto de los muebles.
—Mejor dicho cómo vamos a hacerlo. Los dos —la señaló—. No pensarás que unos duendes mágicos van a hacer el trabajo pesado. A menos que no puedas o no quieras, en ese caso tendré que elaborar otro plan...
—Claro que puedo —le aseguró para no dejarse ganar y Carlos sonrió al escucharla debatir que sería él quien no podría solo. Siempre era lo mismo.
Fue muy divertido el traslado. Yo dirigí, ya con eso les digo todo, y teniendo en cuenta que no era muy buena con mis reflejos fue para agradecer que no terminarán estrellándose contra algo.
Por fortuna cantamos victoria sin heridos de gravedad y la cama terminó armada, con todo y colchón, más rápido de lo planeado. Tuve que aguantar una risa cuando Natalia se dejó caer sobre la colchoneta para tomar un descanso. Yo me senté a su lado, me contagió su falta de energía.
—Reconozco que esto fue más difícil de lo que tenía en mente—suspiró antes de cerrar los ojos. La entendía, el día había sido muy pesado para todos—, pero tienes que aceptar que sí pude. —Sonrió victoriosa recuperando la compostura.
—Bien, felicidades. Eso sí, mañana todos en esta casa vamos a amanecer muertos así que prepárate para soportarlo—le dijo mientras le tendía una mano para ayudarla a ponerse de pie.
Sí, mañana empezaba lo bueno.
—¿No le molesta quedarse sola mientras voy a dejar a Natalia? —me preguntó él a lo que yo negué enseguida. Estaría bien sola, si había resistido toda una vida podía con unos minutos.
Me sentí como una adolescente cuando tus padres van a dejarte la casa sin supervisión por primera vez. Siempre piensan que vas a comenzar a preparar el fin del mundo apenas cierren la puerta, lo que ellos no saben es que tú ya lo planeaste desde antes.
—No, para nada —aseguré para que se fuera tranquilo.
Él pareció confiar en mi criterio y se dispuso a marcharse, y lo hubieran hecho si no fuera porque en mi afán de despedirlos tropecé con una de las cosas que estaban amontonadas en la habitación.
Maldición. No, el dedo pequeño del pie. Demonios, lo que me faltaba.
—¿Está bien? —quiso saber Natalia al verme. Asentí un montón de veces sin prestarle atención del todo. Estos dolores son infernales—. ¿Y esto?
¿Qué? La muchacha se puso de cuclillas para observar al causante de mi desgracia. Parecía un cubo de basura pero sin abertura. Quise patearlo pero me resistí porque quizás era importante y costoso.
—Una computadora, no sé el tiempo que lleve ahí —confesó sin darle importancia. Tecnología, ya sabía que tenía algo en mi contra—. La dejé cuando compré la laptop. Estoy seguro de que aún funciona, pero dudo que alguien pueda llevarle el ritmo, es muy lenta...
Me sentí identificada. Las personas torpes siempre somos opacadas por las más brillantes. Si yo fuera una computadora segura estaría abandonada como esa que dormía a mis pies.
Cuando levanté la mirada para dejar el tema atrás me encontré con algo espantoso. Prácticamente mi sentencia de muerte. Los dos me estaban mirando. Sí, a mí. No. Conocía esa mirada a la perfección porque no era nueva. Algo se les había ocurrido y lo peor es que ya sospechaba de que se trataba. Y no me gustaba ni un poquito...
🔸🔹🔸🔹
¡Hola! Gracias de corazón por leer <3. ¿Teorías sobre lo que pasará pronto? ¿Tienen sospechas del pasado de Carlos? ¿El pasado de Margaret? ¿Su futuro? Adoro sus comentarios <3.
Los invito al grupo de lectores en facebook para compartir memes o frases :). Sólo deben buscarlo como: JanePrince394 (Wattpad) - Oficial.
Un enorme abrazo.
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