Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16

Parte 1

Fue como un golpe contra el asfalto. Un capítulo amargo que me gustaría olvidar pero permanecerá siempre en mi cabeza. Cada palabra que se escribe en nuestro libro de vida, cada coma, cada espacio y punto, tiene un significado. No hay una página que esté de relleno, no podemos arrancarlas y fingir que no estuvieron ahí. Es una reacción en cadena, cada acción se alimenta de otras y nos forman entre líneas. Es una batalla diaria sin un ganador absoluto.

Y ese día fue uno de los round más salvajes que tuve la mala fortuna de vivir en carne propia. Siendo sincera aún me duele cada golpe, cada herida que en ocasiones amenaza con abrirse, cada moretón que parece borrarse pero se sabe a la perfección el lugar que pintó.

Ver mis cosas fuera de casa tenían un sólo significado, por más que lo deseara y tratara de buscar otros no los hallaría.

Recuerdo la sensación del viento golpeándome la cara cuando bajé del automóvil, casi la misma intensidad que mi corazón se golpeaba con mi pecho. Ese pequeño siempre me recordaba que estaba ahí cuando llegaba olvidar que seguía en la realidad.

Mis cosas en la calle eran más que madera y tela esparcidas en una banqueta sucia, era verme expuesta a una fragilidad que solía esconder. Y es que me di cuenta, o al menos recapitulé, que la vida no depende de una persona solamente, hay valor en cada avance que dan los demás aunque trate de ignorarlo.

Con pasos lentos llegué hasta donde un par de hombres sostenían una base de cama para colocarla en el suelo.

—¿Qué está pasando aquí? —Mi voz exigía una explicación, pero no con la fuerza que hubiera querido, algo dentro de mí se había hecho pequeño.

Uno de los trabajadores del camión de mudanzas se encogió de hombros y echó un vistazo al interior de la casa. Ahí estaba mi respuesta.

—No muevan nada, esto ya se arregla —dijo Natalia a mis espaldas cuando me encaminé a mi hogar.

Tenía que escucharme. ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza? Una mezcla de miedo y coraje se formó en mi estómago quemándolo. Tenía tantas emociones a flor de piel que hasta respirar me parecía una misión imposible.

Y la vi, no tuve que poner un pie dentro para encontrarla. Descubrí que los villanos en la vida real se alejan del concepto que es famoso en la televisión, porque aquí no siempre pierden, no siempre te avisan que van hacerte pedazos.

La acompañaba otro hombre y una hoja que sostenía como tabla de salvación. Cuando nuestras miradas se encontraron no se inmutó, incluso sonrió. Con las ganas que tenía de sacarle ese par de ojos debió correr.

—No la esperaba tan temprano —comentó haciéndole una señal a su compañero para que se marchara. 

Paciencia, paciencia.

—¿Qué está haciendo con mis cosas? —pregunté molesta mientras le arrebata a uno de los trabajadores que pasaba a mi lado una caja donde guardaba mis hilos—. Preste para acá.

—No se comporte así, Margarita, están haciendo su trabajo —me pidió con amabilidad, fingiendo ser la persona más correcta del mundo.

—¿Asaltar casas es su trabajo? —la reñí en voz alta.

—Seguir mis órdenes —aclaró menos paciente—. Usted sabía que esto iba a pasar.

¿Soy vidente ahora?

—¿Cómo lo haría si ni siquiera tiene la atención de avisarme antes de sacar todo a la calle? —grité desesperada. Me estaba hartando su actitud de aquí no pasa nada. ¡Se está cayendo el mundo, reacciona!

—Hubiera armado un escándalo. ¿O me dejaría hacerlo sin problemas?

—Claro que no, es una injusticia —le hice saber. Tenía mis rentas pagadas. No podía echarme a la calle así como así, yo tenía un contrato.

Ella resopló cansada, le daba flojera explicarme su atropello.

—Lamento mucho todo esto, de verdad que no lo haría si no fuera necesario —intentó justificarse, pero las palabras rebotaban en mi cabeza, no lograba procesarlas—. Yo quise arreglar las cosas a tiempo, pero usted se puso muy pesada, le dije que llevaba todas las de perder.

—¿Perder? ¡Arrebatar no es ganar! Además yo tengo todos los puntos a mi favor —dije para asustarla un poco. Confieso que creí eso la haría entrar en razón.

—No, se equivoca. Los nuevos inquilinos aceptaron el precio y la fecha de pago sin peros de por medio. No tiene nada a su favor —me informó antes de rodearme y seguir su camino al automóvil.

Maldita sea.
Me di la vuelta para seguirla pero Natalia me detuvo y me hizo un gesto para que me quedara callada. ¿Qué? La vi avanzar decidida a su lado.

—Señora, déjeme decirle que lo que está haciendo está muy mal. No puede sacar a alguien de su casa simplemente porque otra persona le ofrece un mejor precio, hay un compromiso —dijo haciéndose la valiente. Eso Natalia. Todas mis esperanza estaban puestas en ella.

—¿En serio? —Alzó una ceja ante sus palabras—. Entonces espero esto sea suficiente para que me dejen trabajar en paz —respondió antes de entregarle el trozo de papel que llevaba consigo.

La muchacha lo aceptó de mala gana y se encargó de estudiarlo. Los ojos cafés de Natalia recorrieron las líneas con cuidado por un par de minutos y después me miró desconcertada.

—¿Qué es esto? —preguntó confundida. Describir la intensidad de su mirada aún me resulta difícil, era como si no entendiera ni siquiera donde estaba de pie.

Comencé a pensar que traía entre las manos la lista de todos mis pecados con descripción y fecha. Pero no, era algo peor.

Debo reconocer que al principio no comprendí una sola palabra. Y entonces me encontré meses atrás con mi propia imagen, con la misma sensación recorrieron mi cuerpo.  Al igual que esa tarde las palabra eran sólo manchas sin sentido, pero las razones eran diferentes.

—¿Es su firma? —susurró Natalia con esperanzas que negara, pero no podía mentir. Sí lo era.

Asentí algo atontada. ¿Cómo pude ser tan tonta? Parpadeé un par de veces para limpiar mis ojos de algo que me nublaba la vista, pero era una guerra constante que no ganaría. Escuché a Natalia maldecir y observé de reojo sus manos recorrieron su rostro nerviosa.

Suspiré para ubicarme en mi realidad, necesitaba recordarme que no era una pesadilla por más que se asemejara a una.

—¿Qué pasó? —Carlos que se había mantenido alejado del borlote se acercó al ver su reacción.

Sé que Natalia le explicó lo poco que sabía, no recuerdo con exactitud las palabras que utilizó porque yo aún seguía perdida.

Yo había firmado mi propia condena. Yo era la responsable de todo esto. ¿Me lo merecía? No lo sé. Dolía, dolía mucho darse cuenta de que todo lo que estaba pasándome era mi culpa. No podía defenderme de mis errores.

—¿Por qué? —La voz de Natalia me recordó que seguía viva, incluso me pareció haberlo olvidado por unos segundos.

—Yo... No sabía qué significaba —confesé avergonzada. Y no mentía. Cuando firmé ese papel yo pensé que era una prórroga de pago, eso me dijo ella, pero mi ignorancia no me dio el derecho de dudar. Yo creí en sus palabras, yo no tenía nada qué hacer en esa ocasión, y tampoco en esta.

Me sentí tan estúpida, tan vulnerable. No importaba lo que hiciera, aún había personas que tenían poder sobre mí, que podían pisotearme y hacerme pedazos. Porque en ese momento yo era un montón de trozos viniéndose abajo.

Natalia estudió mi rostro varios segundos esperando encontrar más, pero yo no tenía fuerzas para explicarle, para nada en realidad. Por suerte era lista para deducir en mis silencios lo que las palabras se negaban a liberar.

—¿Fue hace meses, no? —cuestionó en voz baja.

Quise responderle que sí, pero no pude. El nudo que se formó en mi garganta jugó en mi contra y amenazó con destrozarme.

No recuerdo cuando fue la última vez que lloré en mi vida de esa manera, no solía hacerlo, al menos no frente a los demás.

Desde niña fui débil. No sabía leer, tampoco tenía una fuerza bruta que admirar, me alejaba de ser inteligente, no tenía gracia, ni talentos destacables, no era bonita, ni encantadora, no tenía el don de la palabra, ni el carisma que muchos querían ver. Yo era hierba bajo el sol en un jardín de flores. Había tanto que podían juzgar de mí... Y lo sabía tan bien que nunca dejé que los demás supieran que eso me afectaba, porque si lo hacía les concedía poder sobre mí, sobre lo que me lastimaba.

Pero esa noche la vida me recordó lo frágil que era, no podía engañarme más, ya no tenía sentido.

Y me desmoroné. Las lágrimas se liberaron sin pedir permiso llevándose con ella mi poca seguridad. Bajé la mirada para que no me vieran, pero fallé en mi intento.

—No llore —me suplicó Natalia con un hilo de voz—. Esto se va arreglar.

¿Cómo? Por primera vez sus ánimos no lograron calmarme. Sabía que eso no mejoraría ni con magia de cuento de hadas. Al menos que alguien pueda regresar el pasado y me ayudara a corregir mis malas decisiones.

—¿A dónde vas? —Levanté la mirada cuando escuché la voz de Carlos. ¿Qué demonios pasaría? Ya sólo faltaba que el mundo se congelara para que mi día terminara de fregarse. Y la respuesta fue ver a Natalia caminar hacia Juana. ¿Esta niña qué pensaba hacer? Ya alguien máteme, por favor. 

—Usted y yo tenemos que hablar. —La encaró, pero la mujer no tenía tiempo para oír a mis defensores. Le dedicó una mirada de arriba a abajo y luego le pidió permiso para seguir trabajando—. ¡Deje de ser tan sin vergüenza! Voy a llamar a un abogado para que se encargue de este show.

—¿Y puedo saber bajo qué cargos? Margarita firmó, ella debe hacerse responsable —le respondió a la defensiva—. Es muy triste todo esto, pero su edad no puede ser la excusa que la libere de todo.

Auch. 

—Es una pena que no puedan procesarla por ser una arpía.

—¿Disculpa?

Hasta los trabajadores estaban pendientes del chisme después de eso. Tantas miradas sobre nosotros me pusieron nerviosa. Pónganse a trabajar... ¡No, esperen, mejor no lo hagan!

—Usted sabía perfectamente que no conocía lo que estaba firmando. Eso es un delito. No recuerdo el nombre ahora, pero le aseguro que en la comisaria nos refrescan la memoria —la amenazó.

—¡Qué desesperación con ustedes! Deje de estar de metiche donde nadie la está llamando —escupió ya cansada.

Oh, esto se pondría feo. Agudicé mi vista para ver con más claridad la reacción de Natalia que conociéndola sería épica, pero Carlos lo arruinó todo.

—¿Escuchan esa canción? —Se interpuso entre ambas cuando los ánimos empezaron a calentarse—. Igual yo. En cualquier momento esto se convertirá en una telenovela, así que lo mejor será que nos calmemos.

¡No! ¿Cómo se supone que esto se arregle sin peleas? ¿Dialogando? ¡Aquí no estamos capacitados para eso! ¡Aquí queremos ver sangre!

—A la próxima yo seré la que llame a la policía —amenazó. Qué miedo me da—. Así quizás pueda pasar la noche en una celda mientras consigue dónde quedarse.

—Hija de...

—Ya. Si nos permite... —se disculpó él tomándola de los hombros y alejándola de Juana antes que se armara la grande.

—Suéltame —le exigió apenas unos pasos recorridos—. Lo que deberíamos hacer es romperle la cara con una piedra.

Excelente idea. Yo la apoyo.

—Hay piedras más grandes a la vuelta —recordé y casi me pareció que me tomaba la palabra.

—¿Podemos comportarnos como personas que usan su cabeza para razonar? —intervino Carlos.

—¿Me lo dices a mí? —le preguntó molesta—. ¡Ella está haciendo una canallada!

—Y lo más seguro es que la hicieras reflexionar recordándole a su progenitora. Lo vi en sus ojos, en cualquier momento devuelve la casa —le celebró como si estuviera muy orgullosa de ella.

Pero aunque él utilizaba el sarcasmo, yo sí le estaba agradecida por poner las manos al fuego por mí.

—Bien, señor pensante, ¿qué nos aconseja hacer? Pero algo que funcione de verdad.

—Lo primero será que se relajen —nos pidió. Yo no podía en esas condiciones, pero como hablaba en serio no me quedó de otra que sentarme en una de las sillas que estaban afuera y tratar de no matar a nadie. Natalia no cedió tan fácil—. Margarita, lamento decirle que a esta hora y bajo esos términos no creo que logremos solucionarlo.

No. El tiro de gracia. Oírlo de su boca me refrescó la memoria. No se aplazaría. Yo ya estaba fuera.

—Eres tan optimista —le reprendió Natalia al ver lo mucho que me afectaban sus palabras.

Me quedaría en la calle. ¿Qué haría? ¿Viviría debajo de un puente? No tenía nada.

—Soy realista, Natalia. Por más que quieras a una persona no puedes engañarla y decirle que todo estará bien cuando no lo estará —le respondió con honestidad. No parecía juzgarla como en otras ocasiones, esta vez sólo quería dejarle claro que sus intentos se quedarían en eso.

Tenía mucho miedo. Mi casa era mi refugio. La necesitaba para sentirme segura. Mi historia estaba en esas paredes.

¿A dónde iría? No tenía un plan de reserva. No podía pagar un hotel o buscar un sitio de último momento. Yo estaba en un laberinto sin salida y con los fantasmas del miedo cantando a mi espalda.

Tenía que buscar ayuda.
¿A quién acudiría? Yo no tenía a nadie que tuviera la obligación de hacer algo por mí... Excepto una persona. Su nombre apareció en mi cabeza de inmediato.

Era una emergencia, me recordé, porque me costaba tanto pedirle un favor de ese grado. Mi dignidad corría peligro, uno muy grande. Sin embargo estaba tan nerviosa que lo dejé en segundo plano.

—Le pediré a Juana el teléfono —susurré sintiéndome patética—, necesito hacer una llamada.

—Será mejor que ustedes dos se mantengan alejadas —aconsejó mientras me entregaba su celular—. Use el mío.

Le di un vistazo. La imagen era azul por completo. No había nada más.

—No sé usarlo —le dije porque desconocía cómo empezar. ¿Dónde están los números aquí?

—Yo le ayudaré. —Natalia lo tomó entre sus manos y me pidió que le dictara el número. Fue una prueba de fuego poder recordarlo, pero al final lo logré. Ella me lo entregó pidiéndome tener cuidado. ¿Cuidado? Las manos me temblaban, pero hice un esfuerzo para no dañarlo.

Me concentré en el clásico sonido de espera. Una, dos, tres veces. Nada. Ese teléfono no se levantó en esa ocasión así que tuve que rogar al cielo para que las siguientes funcionaran.

Por favor, contesta. Contesta. Te necesito.

Me costaba tanto aceptar lo mucho que esperaba me ayudara. Era perder mi orgullo, era tirar a la basura muchos años de indiferencia y pisar el borde al que juré jamás llegar. Sabía que cuando ella contestara el teléfono tendría que humillarme pese a los años que me negué a hacerlo. Pero eso no pasó.

—Nada —dijo Natalia cuando le pasé el aparato para que insistiera—. Volveré a intentarlo.

Y entonces lo entendí.

—Nadie va a responder —le aseguré guardándome el dolor. Otra decepción en mi larga lista de vida—. Será mejor que lo dejemos así.

—Pero...

—Por favor.

Carlos le hizo un gesto para que no volviera a marcar y ella lo aceptó sin preguntar.
Respiré y cerré mis ojos deseando tantas cosas. Si tan sólo la mitad se hicieran realidad yo tendría la vida resuelta.

Ojalá pudiera desaparecer. Necesitaba descansar un rato para enfrentarme al monstruo que amenazaba en la oscuridad.

Tenía que encontrar camino. ¿Cuál era lo correcto? Una heroína hubiera tomado eso como un desafío, quizás lucharía y se daría cuenta de su valor en los retos, pero yo no encontré esa motivación. Yo simplemente quería acurrucarme en mi cama y llorar. Llorar sin pensar si era lo correcto o no, sólo hacerlo porque era lo que me nacía.

—Puede quedarse en mi casa —dijo Natalia con cuidado. Pensó que me estaba quedando dormida, pero se equivocaba, yo no dormiría un par de noches después de lo sucedido—. Es pequeña, pero podemos hacer espacio.

Me partió el corazón su ofrecimiento. No tenía razón para hacerlo, pero lo hizo. Y ese detalle significó mucho para mí.

Me acostumbré a enfrentar los obstáculos en silencio, aceptando que el consuelo era para los que tenían una familia. Siempre fui consciente que debía aceptar lo que viniera sin una mano amiga, pero esa noche fui diferente.

—¿Qué? —pregunté esperanzada a que lo repitiera. Me estaba dando una oportunidad de echarse para atrás. Ella no tenía que cargar conmigo, pero reconozco que deseaba con todo mi corazón que me diera una mano.

—Estaba pensando que sería una buena idea que usted se quedara conmigo —me explicó—. Espero no le moleste los espacios pequeños, ni el ruido, ni los adolescentes que madrugan, ni el desorden... Es que mi casa sólo tiene dos cuartos y es un caos sinceramente mantener el orden, pero lo intentamos...

—La convenciste con tantas maravillas —opinó Carlos por la descripción—. Un hotel cinco estrellas.

Pero no me importaba, yo podía dormir en la alacena si me daban una oportunidad.

—En ese caso podría quedarse en la mía también —habló el otro.

¿Qué? Quizás ya estaba alucinando con tanto drama, pero no eran imaginaciones mías Natalia lo escuchó.

—¿En tu casa? —dudó.

—Sí, eso dije. Sería temporal, claro está, mientras que encuentra otra vivienda.

Bien, esto era extraño. Dos personas que hace unos meses eran ajenas a mí me ofrecieron su casa. Sí, parecían importarles. Yo. ¿Cómo se supone que se actúa en estos casos?

—¿Y qué, jugamos un piedra, papel o tijera para decidir qué casa es mejor?

—Natalia...

—Eso pensé, hay que hacerlo de la manera madura —dedujo.

Sinceramente prefería quedarme con Natalia porque tenía una relación más cercana con ella, me sentiría más cómoda y la conocía más a fondo. Pero al oírlos charlas para debatir qué era lo mejor me di cuenta que lo único que Natalia tenía eran buenas intenciones. Su casa era un departamento ocupado por su madre y hermana, tenía que avisarles y cambiar muchas cosas por mi llegada. Y pese a que insistía que podía solucionarlo pude notar que sólo sería un estorbo. Ya había hecho tanto por mí que arruinar más su vida no era una opción.

Con Carlos las cosas eran difíciles también. No tanto por su hogar, sino porque en mi cabeza jamás apareció la idea de quedarme con él. Eso de ser una molestia me ponía mal. Lo peor es que se llegó a la conclusión que su casa sería lo mejor. Negarme no era una opción por desgracia. Después de hacerme el favor no podía ponerme los moños.

Sería unos días horribles donde no formaría parte de ninguna parte...

—Tranquila, le aseguro que las cosas van a mejorar —me animó Natalia cuando Carlos se alejó para hablar con Juana, no sé de qué—. Es una nueva etapa. Sé que al principio será difícil, pero puede con ella.

Lo decía tan confiada que llegué a creer sería posible.

—Estará bien con él. Es un dolor de cabeza, de esos que te obligan a estar en cama, pero es la persona más sincera que he conocido en mi vida —dijo con la mirada clavada en algún punto de la calle—. Además voy a visitarla todo el tiempo para que no se olvide de mí.

No podría hacerlo. De hecho no olvidaría nada de lo que estaba viviendo. Mi casa, mis cosas, mi seguridad. Todo se iría en la maleta aunque ya no sirviera de nada.

🔹🔸🔹🔸

No sé cómo pero Carlos convenció a Juana para que nos permitiera hacer la mudanza de manera normal. Teníamos hasta mañana al mediodía para desocupar la casa. Unas horas para empacar el resto y despedirme de mi hogar para siempre.

¿Escuchan eso? Mi corazón haciéndose trizas.

Acaricié las cajas que cubrirían lo indispensable y pensé en lo difícil que sería guardar los recuerdos. No estaba preparada, nunca lo estaría, pero ya no había tiempo para lamentos. Tenía que hacerme a la idea que algo nuevo llegaría, y sólo esperaba poder soportar el cambio.

🔸🔹🔸🔸

¡Hola! Dividí el capítulo en dos partes porque era muy largo, pronto subiré la segunda parte :3. que me odian pero aún tengo un par de avisos que espero les recuerde que los quiero xD.

El primero es avisarles que Margaret perdida en Wattpad está en la lista corta de los Wattys ♥. que las posibilidades de ganar son mínimas, pero la esperanza es lo último que muere xD. Y quiero agradecerles de corazón porque gracias a ustedes Margaret cada día crece un poquito más. Gracias por tomarse el tiempo de comentar y votar, eso la ayuda mucho a que más personas la conozcan. De corazón muchísimas gracias.

El segundo aviso es invitarlos al grupo de lectores. Gracias a todas las personas que forman parte y ayudan para que esté activo. Estaré muy emocionada de recibirlos allá. Compartimos memes, adelantos y más sorpresas. Esta semana haré una actividad y tendrá un premio el ganador. Si quieren participar no se olviden de unirse a:
JanePrince394 (Wattpad) - Oficial.

¡Un gran abrazo!








Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro