Capítulo 15
Hay sueños de todo tipo, los que aparecen por ilusión, los que te hacen olvidar la realidad, los que se van apenas aparecen, los que se forman aún sin cerrar los ojos y el que tuve esa noche.
Era la perfecta descripción de una aventura que nunca viviría, pero se sentía tan real que dudé de esa lógica. Incluso el agua que se filtró en mis pulmones, las voces que no conocía y la sensación de cansancio permaneció en mí minutos después de abrir los ojos.
Yo no era la protagonista de aquel suceso, era una simple espectadora. Tuve la fortuna, buena o mala, de observar en primera fila lo que alguien con cualidades de heroína padecía.
Mentiría si dijera que conocía lo importante que serían esas imágenes en mi existencia. Pude dejarlo en el olvido, recuperarme del momento y seguir con mi rutina, pero algo dentro de mí me advirtió que no lo hiciera. Bendita voz interior que solía meterme en problemas, pero que en esa ocasión jugó a mi favor. Hay días que me pregunto dónde estaría ahora si lo hubiera dejado de lado. Es imposible no sonreír al imaginarlo.
Anoté en un trozo arrugado de papel todo lo que se presentó ante mí esa noche, cada detalle y movimiento que logré retener. No seguía una línea, ni un orden establecido, no me la dejaron tan sencillo. Tenía huecos, de hecho eran más dudas que respuestas, pero eso no me desánimo, al contrario, me impulsó a darle un significado. Era como una necesidad, un deseo de conocer las razones y motivos de cada acción.
Trabajé toda la mañana en convertir esos extractos de fantasía en algo concreto. Claro está que aun cuando las horas pasaron quedó mucho por pulir, lo que estaba dentro de mí era tan grande que un resumen consumió gran parte de mi energía. Sin embargo el cansancio no pesó, por irónico que parezca me recargó la batería.
Me limité a prepararme para contarles todo a Carlos y Natalia que pasarían por mí en la tarde. Ellos eran, en este punto del camino, mis consejeros o asesores. Además, si no se los contaba me ahogaría con la emoción contenida, y moriría. Y viéndolo desde ese punto era algo muy costoso y peligroso. ¿Qué pasaba si no querían escucharme? Pues no les quedaría de otra. Ellos me metieron en esto y ahora se aguantaban el paquete completo.
🔹🔸🔹🔸
—Así que una aventura submarina... —comentó cuando la chica que tomó la orden se retiró. Esto de ser clientes frecuentes tenía sus privilegios, siempre nos atendían primero. Eso, o a la chica le interesaba alguien de la mesa, y era evidente que yo no era la elegida.
—No, no. —Mi cabeza no dejaba de moverse—. Dije que algo pasó en el agua no que todo sucediera ahí —aclaré mientras observaba el sol que se colaba por el cristal de la entrada. Un rato más y la noche sería la invitada de honor—. Pon atención.
Cuando les conté mi sueño y mi idea de plasmarlo no dejaron de hacerme preguntas. Querían saberlo todo. El problema era que yo a duras penas sabía lo básico.
—¿Y ya lo escribió? —intervino Natalia.
—Sería un cuento muy largo, necesito prepararme psicológicamente para hacerlo —le expliqué mientras recibíamos las bebidas. La verdad era que escribir me fascinaba, pero a veces me emocionaba la idea de que las cosas se redactaran directamente de mi cabeza al papel. ¿Se lo imaginan, una máquina que hiciera todo por uno?
La flojera es una barrera enorme.
—¿Un cuento enorme? —rio él por mi descripción—. En ese caso podría ser una novela.
—¡Oye, tranquilo! —Casi escupí lo que estaba tomando al escuchar semejante palabra—. Tranquilo. Estás como los novios que apenas se sonríen y ya están pensando en el nombre de los hijos con todo y apellidos.
Aquí todo tenía un ritmo. Además el término novela me revolvía el estómago. Cada vez que me perdía en los libros me preguntaba cómo alguien lograba terminar de escribir todo eso. ¿Cómo se supone que pasas de la página veinte sin morir en el intento? Admiraba a esos autores, de verdad lo hacía.
—Entonces encierre toda la película en un par de páginas y eche su idea a la basura —comentó—. No piense en la extensión, Margarita, no traté de resumir en algunos párrafos algo que merece páginas. No es qué cuente, sino cómo lo haga.
—Carlos... —Lo reprendió Natalia antes de dedicarle una mirada que le obligó a mantenerse unos segundo al margen—. Te apasionas demasiado con esto de los libros y el talento de Margarita. Ella sabe qué hace con sus historias.
—Hay un abismo en crear historias y saber qué hacer con ellas —la corrigió—. De nada sirve que tengas una joya encerrada en un cajón. Es por eso por lo que empezamos a abrir horizontes.
—¿Y Wattpad es el escaparate? Me parece que te dejaste impresionar muy rápido por ese sitio—objetó.
—¿En serio, quién lo dice, la que se leyó media plataforma? —se burló con pericia. Esa sonrisa que le brindaba cada vez que le ganaba un round volvió a aparecer.
—¡Bueno, ya! —exploté poniendo el orden. No tuve hijos pero estos dos me sacaban canas como si lo fueran—. Se habían tardado en ponerse como chiquillos. Pensé que ya habían hecho las paces.
Ambos rieron sin una pizca de gracia dando a entender que ellos siempre tendrían esa rivalidad. ¿Por qué? ¿No podían estar en paz y quererse como hermanos? ¿Era tan difícil hacer mi sueño realidad?
Carlos sacó la pop para cambiar de tema y se dedicó unos minutos a trabajar en ello.
—Mejor hablemos de las novedades —opinó haciendo referencia a mi trabajo en Wattpad.
—¿Hay cosas buenas?
—Sí —meditó—, la agregaron a dos listas de lectura.
¡Dos personas! Primero una, después un par, mañana diez, después la dominación mundial. Paciencia, sólo paciencia.
—Una es la autora de Las imaginaciones de un niño enlutado —dijo concentrando en recolectar información.
—¿Ya enlatan a los niños? —pregunté sorprendida. Cuando yo era chica no se podía ir por el mundo comprando niños en el supermercado.
—Enlutado —remarcó mi error. Oh, así cambian las cosas—. Se trata de una lectura paranormal.
—Yo soy normal, puedo leerlo perfectamente —aclaré con orgullo. Claro que era una mentira, yo era todo menos normal.
—Dale un vistazo —le pidió Natalia emocionada—. Yo casi nunca leo de fantasmas y muerte, será bueno empezar con...
—¿Qué? —la interrumpí horrorizada—. ¿Fantasmas y muerte? ¡No, cierra eso!
—Vamos, Margarita, no haga un escándalo —me pidió—. No me diga que le provoca miedo.
¿Miedo? ¿Miedo? Yo lo llamaría respeto, y le sumaría una increíble mala suerte que me acompañaba todo el día.
—Para ustedes es fácil, todos agarran sus cosas y se marchan a su casa donde los abrazan y consuelan si se les aparece algo. En cambio yo, que estoy más sola que la propia soledad, no puedo arriesgarme a no dormir toda una noche —les dejé muy claro—. Así que ustedes dos pueden leerlo, pero después no lloren si algún espíritu se libera del libro.
—Bien, eso es debatible —me dio la razón algo divertido por mis palabras—. Lo que me parece una pérdida de tiempo es poner sobre la mesa el tema de la novela.
—Y dale con lo mismo —renegué—. ¿No vas a dar por cerrado el tema?
—No. Margarita, por si no lo notó antes, déjeme decirle que en esta mesa competimos por saber quién es más testarudo. —En eso no podía dar un punto en contra—. Algún día me lo va a agradecer.
Sí, como digas.
—¿Si lo convierto en una novela creen que tendría éxito? —traté de seguirle el juego.
—Nunca lo sabremos desde las gradas. Tiene que arriesgarse. ¿Qué sucedería si fracasa? Nadie lo notaría —me aseguró—. No es una figura pública, nadie estará al pendiente de sus pasos. Ni siquiera tiene enemigos. ¿Por qué no prueba cómo le va?
—¿Gracias? Acabas de subir mi autoestima un cien por ciento.
—Si me permiten opinar... —interrumpió Natalia nuestra conversación. Los dos la miramos con cara de pocos amigos—. A mí me parece que discutir por una novela que aún ni siquiera está escrita es innecesario. Les propongo una idea. Margarita escribe el primer capítulo, si le gusta cómo queda, podemos subirlo a Wattpad.
Qué buena idea, yo me paso todo el día trabajando y exprimiendo mi cerebro, ellos observan. Me encanta el trato. Fenomenal.
—Y ahí es cuando entra Carlos —lo señaló—. Él se encarga de convertir un grano de arena en un punto turístico.
—¿Cómo piensa hacerlo? —curioseé.
En el cuento todo me resultó sencillo porque no me lo cuestioné tanto, pero esto ya exigía un compromiso mayor.
—No lo sé aún, pero ya se me ocurrirá algo —sostuvo con certeza. Si fueran un par de vendedores ya tendría un crédito preocupante—. De igual manera podemos incluir en la portada un famoso como recurso provisional mientras estudio una estrategia más sólida. Nunca falla.
Estuve a punto de repetirle que no quería nada de modelos, famosos, políticos o tipos sin oficio en mis portadas cuando Natalia calmó las aguas.
—Yo tengo una pregunta —apareció cuidadosamente con esa sonrisa tierna que dibujaba cuando quería moderar la charla—. ¿Por qué es tan importante para ustedes dos esta historia?
El tono que utilizó me recordó a las madres cuando te quieren sacar la verdad. Dulce, suave, delicado. El mismo que es necesario cuando sincerarse es tan complicado. También utilizado antes de que te alcancen y te den con un bate.
Inspeccioné el semblante de Carlos para descubrir quién hablaría primero. Esperé no ser yo, no tenía respuesta a esa interrogante, pero él no dijo nada.
Para eso me gustaba.
—Qué coincidencia, nadie sabe qué decir —dijo para no dejarnos morir en silencio—, así que ya no vamos a ponernos pesados por esto. Son un buen equipo, cada uno pelea por lo que cree es lo correcto. Usted tiene razón al sentir un poco de temor cuando va a empezar un nuevo proyecto, es natural. Y tú, tú no puedes dejar de querer superar las expectativas.
—El problema aquí es que yo no tengo la certeza de poder lograrlo, no sé si la idea de verdad vale la pena. —No quería que me consolaran, sólo quería dejar claro que lo que me preocupaba. Además sabía que así dejarían de molestarme. ¿Inteligente, no?—. Se los conté porque me gustaba la idea de escribirla, pero no estoy segura si quiero exponerlo ante muchas personas... No quiero tanta presión...
Natalia no me quitó la mirada de encima, casi me escaneó analizando mis palabras. ¿Era tan difícil entender que arriesgarme con algo que me ilusionaba tanto se convertía en todo un reto?
El cuento fue diferente, un experimento, lo habían aprobado más personas y no esperaba nada. Pero para ese entonces yo ya tenía cierto nivel de confianza y me ponía nerviosa perderla. Yo estaba jugando en terreno seguro, y eso estaba mal, porque me estaba estancando.
—Carlos, acompáñame por unas servilletas —dijo Natalia poniéndose de pie.
—¿Servilletas? —preguntó al ver que había una docena en nuestra mesa—, pero si...
—Ya no hay. —Le mostró el servilletero después de que accidentalmente todas cayeran al suelo cuando su mano chocó con este. Carlos sólo negó con la cabeza antes de levantarse.
—Sé perfectamente lo que querías, no es necesario que dejes en la quiebra este lugar —apuntó cuando se alejaron un poco. Natalia me aseguró que no tardarían, incluso me saludó a lo lejos antes de halar de su brazo para acelerar los pasos.
Bien. Esperé en silencio unos cinco minutos a que regresaran. No tenía ganas de pensar más en el lío de la novela. Era muy cobarde, siempre hacía una tormenta en un vaso de agua. Sabía que estaba avanzando, cada vez tomar decisiones me era menos pesado pero había cosas que aún me robaban valor. No quería decepcionar a nadie. No quería que escribir se convirtiera en un trabajo. Me estaba volviendo dependiente de esa plataforma, de las opiniones positivas, de lo bien que se sentía que alguien te leyera. Pero escribir una novela implicaba muchas cosas, yo era una aprendiz, y no estaba preparada para equivocarme y aceptar de buenas a primeras las piedras que en el camino se fueran formando.
Además sabía que lo yo hiciera no se compararía con esas grandes novelas que leí por las noches. Yo aún no estaba lista para dar ese paso.
—¡Y llegaron los bizcochos! —celebró Natalia cuando volvieron sacándome de mis pensamientos. Traía entre sus manos un paquete con pan.
—¿No iban por las servilletas?
—Oh, sí, las servilletas... Se me pasó. Sí que somos despistados —rio ella restándole importancia.
—Totalmente —dijo él con sarcasmo—. Por cierto, Margarita, no quiero que piense que todo esto es impositivo. Yo... Si usted requiere tiempo está en su derecho de exigirlo, al final es su trabajo lo que se debate en esta mesa.
Miré a Natalia para ver si ella le había obligado a decir eso, pero ella tenía sus ojos clavados en él.
—Y no, no me lo ordenó Natalia, yo ya pensaba decírselo antes de irnos —aclaró ante mi duda.
Bien, sonaba sincero. No sé cómo describir lo bien que se sintió que me entendieran. Siempre había tratado de evitar a las personas o encariñarme con ellas porque me asustaba que mis indecisiones los alejaran. No confiaba porque ni siquiera tenía confianza en mí misma. ¿Qué me había hecho tan arisca? Muchas cosas, pero aún no es tiempo de hablar de ellas.
—Gracias —solté sin más. No quería ponerme muy sentimental, en cualquier momento pensarían que yo era una actriz de telenovela de tanto drama que hacía por todo—. Y lamento ser tan gallina a veces.
—¿Gallina?
—Sí, así se le dice en mi rancho —le expliqué porque se me olvidaba que aquí trataba con puro chicos diccionario—, a las personas que...
—Sé a lo que se refiere —intervino Natalia cortándome la inspiración—, pero usted no es nada de eso. Margarita, deje de subestimarse. Todos los días logra muchas cosas, no puede conquistar el mundo de un golpe, pero todo lo que lleva es de admirarse. Tiene muchas pruebas que confirman lo fuerte que es. Tener miedo no es malo, malo es no superarlo, y usted lo está venciendo.
Esta niña debería dar palabras motivacionales en algún local. Me costaba reconocerlo pero se sentía bien que las personas te dijeran ese tipo de cosas. Y me las creía, ese par me hacía creer que yo era capaz de todo. Yo, Margarita, podía lograr lo que me propusiera. Qué bien se escuchaba. Eran más que palabras. Yo necesitaba siempre un empujón, uno bien fuerte, para aventurarme.
¿Ellos los sabrían? No lo sé, pero ahora reconozco lo mucho que me ayudaron.
—Ya lo decidí —susurré después de unos segundos de silencio. Esto formaría parte de mi lista de locura—. Voy a escribir esa novela.
—¿Qué? —Natalia tenía una cara de horror terrible, debió pensar que esos minutos que me dejaron sola habían sido suficientes para fumarme algo.
—Lo que oíste. Voy a arrojarme al barranco sin paracaídas —di por hecho más animada. Había logrado aprender a leer, a escribir y a vivir, podía aprender a crecer y aceptar las críticas. Sí, sí que podía.
Ya escuchaba una cancioncita de fondo.
—Pero...
—Pero nada —sentencié—. ¡Ahora que traigan un par de cervezas!
—Pero esto es una cafetería —me recordó. Oh, lo había olvidado por la emoción.
Carlos sólo negó con la cabeza antes de sonreír. ¿Se los agradecería algún día como él decía o terminaría golpeándolos con un bate? No lo sabría. Aún faltaba mucho por conocer la respuesta, pero sonreí.
Fui feliz al saber que algo nuevo se avecinaba ante mí. Debía salir de nuevo de mi zona de protección, romper el caparazón y aceptar que aunque todo en esta vida tiene una posibilidad de herirte también la tiene de hacerte bien.
Estaba evolucionando. Estaba corriendo riesgos.
Estaba viviendo.
Ese día pudo ser uno de los mejores día de mi vida porque tendría una nueva batalla con mis temores con alguna posibilidad de ganar. Pero no lo fue.
Todo cambió al llegar a casa.
Sí, algo se rompió en mí al contemplar mis cosas en la calle junto a un camión de mudanzas.
La nueva estación del infierno había abierto las puertas en mi hogar, y eso apenas comenzaba.
🔹🔸🔹🔸
:)
Los quiero mucho <3
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