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El sol cayó, y la noche llegó. El convento Wensay encendió sus faroles con poca energía, y tres niñas se sentaron en las escaleras hacia el gran árbol. Se entretenieron jugando juegos inocentes y en tono bajo, para no despertar a la madre superiora.
- Tea acompáñame al baño, no aguanto más- dijo una de ellas y Tea asintió con la cabeza.
- Marga, esperanos aquí, regresamos enseguida- Sin más, las dos niñas se marcharon hacia el interior del convento, así la pequeña Marga se quedó sola en plena oscuridad con una vela.
Pero la vela se apagó y sus ojos se cegaron de tanta oscuridad. Paso a paso, tocó la tierra descalza, solo así ella supiera qué cosa estuvo allí frente con frente. Caminó y gritó levemente los nombres de Teodora y Dansi, sin obtener respuestas; de repente chocó con algo y se dió cuenta que era el árbol, ya estuvo harta de tanto buscar la salida y nunca encontrarla.
Sin embargo, la ceiba se iluminó y se mostró un hombre vestido de negro y con un rosario en el cuello. La pequeña dió paso atrás, supo que era el hombre que cuidaba el convento, y era uno de los más estrictos además de la madre superiora. Tembló de miedo, rogó que no le informara nada a la señoría, pero él le dijo:
- no le diré nada, Margaret, pero tú tampoco lo harás- ella quedó confundida, pero el hombre la cogió de desprevenida cuando corrió en su dirección y empezó a quitarle la ropa bruscamente. Ella trató de zafarse, pero él era fuerte, y no pudo gritar ya que le tapó la boca, solo supo llorar y forzar la voz para pedir ayuda.
Al día siguiente, Margaret sintió náuseas y sus pechos aumentaron su tamaño. La madre superiora se dió cuenta y habló con un doctor para analizarla. "La niña está embarazada" dijo, y la mujer solo regañó a la niña y la bañó de agua bendita haciendola pedir perdón a Dios por lo que hizo; la inocente quiso decir que no fue a su voluntad, pero no tuvo el valor.
Así fue hasta que pasaron nueve meses y tuvo al bebé la noche del trece de diciembre del año 1923. En ese preciso momento, la niña se paró de su cama y se dirigió a la ceiba con pocas fuerzas. Desde allí, se escucharon los llantos del bebé, Margaret solo rompío a llorar. Pero levantó su cabeza y encontró el rostro de aquel hombre que abusó de ella.
- ¿Qué haces a estas horas de la noche, pequeña?
Los ojos de Margaret miraron fijamente hacia los del hombre, asustandolo. Corrió sus manos hacia atrás, tocando un cuchillo que sacó de la cocina, y abrió sus piernas. El custodio sonrió ante esta acción y fue corriendo hacia ella, pero antes de que pudiera tocarla, atravesó el cuchillo por el cuello, saliendo la sangre a montón del lugar. Cuando cayó en el piso, la niña miró el arma y lo atravesó en su pecho, dando por fin su vida.
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