Acto 1 El Espíritu Negro
Andrés Hylea cacique de Port Du Lac levanto su enésima copa con licor.
Sus ojos azul acuoso estaban fijos en el mar, la luz de la luna iluminaba a un hombre en sus 30, de cabello y barba negra, aunque era joven su rostro parecía haber envejecido algunos años; hasta hace un par de años atrás había sido un hombre fornido; pero ahora que era el nuevo cacique tras la inesperada muerte de su padre había comenzaba a adquirir obesidad.
Los Hylea, vivían en una casa solariega, construida en lo alto de un risco al mar. Y era llamada el "Alcázar de la Gloria" por haber gobernado con "sabiduría, justicia y nobleza" esa comunidad, si es que esas 3 palabras significaban: Chantajes, matones y corrupción.
Eran personas odiadas, crueles, que dirigían con mano de hierro y se sospechaba haber confabulado con ladrones y piratas en épocas pasadas. Pues diversos enemigos en su contra habían muerto, y su fortuna parecía no acabarse, pese a la conocida vida opulenta que llevaban.
Había quienes juraban que Marius Hylea, el padre de Andrés había hecho un pacto con el diablo; y sea rumor o no, no estaba tan desencaminado, pues el gobernador de Luisiana les protegía al tener negocios oscuros con ellos.
Como decía ese dicho chino: Las aves del mismo plumaje, vuelan juntas.
—Ya han pasado 12 días... —Murmuro para sí mientras vaciaba el licor en la copa. Bajo la mirada al risco y sintió un escalofrió.
Cerró los ojos, eso que había visto, no lo olvidaría nunca, de eso estaba seguro.
12 días, atrás.
Andrés sintió esa especie de salto que dan las personas dormidas, y al hacerlo sintió la mano de la furcia dormida a su lado. Abrió los ojos y se dio la vuelta sin despertar a su compañera de cama cuando escucho un rechinido de una tabla floja en el pasillo, seguido de unos pasos sigilosos.
Lo hubiera ignorado pero unos instantes después, sintió un escalofrió recorrerle la espalda, se incorporó de un salto para alcanzar a ver con la luz de la luna como una hoja de papel doblada se deslizaba bajo la puerta de su recamara.
Se levantó de un salto sintiendo un temor atávico que no pudo explicarse, era como si "Alguien hubiera pisado su tumba" tomo de la mesita al lado de la cama un trabuco y se acercó despacio a la puerta, la abrió de golpe y miro al pasillo, no había nada ni nadie pero esa sensación siniestra no desaparecía.
Se inclinó y tomo la hoja acercándose a una lámpara la cual encendió fuego bajo. La prostituta en la cama gruño ligeramente y se giró para seguir durmiendo.
«Andrés Cipriano Hylea.
Los Espíritus del Ciclo, aceptan atender la solicitud de un asesinato, con el costo de 10 mil guineas.
En 2 días en la arboleda del risco del lado este del puerto a las 10 de la noche, nuestro hermano el «Espíritu Negro» se reunirá con usted. Se le pide puntualidad y llevar la mitad del pago que nosotros hemos decidido 5 mil guineas, en compañía del señor Benjamín DeFoe, para aclarar los términos de la otra mitad del pago puntual y exacto.
Saludos Cordiales.
Espíritu Verde»
Una mezcla de emociones se reflejó en el rostro del cacique, desde sorpresa a ira, con un gruñido dejo la habitación para ver a los 2 guardias nocturnos que se levantaron de un salto al verlo acercarse con el arma en mano.
— ¿Dejaron entrar a alguien? —Pregunto a voz cuello.
—No señor, todo ha estado tranquilo. —Respondió uno de ellos, no recordaba su nombre porque había diversos sirvientes a su servicio.
—Despierten a los otros, que revisen en la casa, alguien se coló en su turno. —Bramo.
Y así lo hicieron. Encontraron huellas, y en una ventana abierta que el mismo Andrés había cerrado con llave unas horas atrás; había marcas en la cerradura de la ventana y la puerta, que precisamente era la ventana de su despacho. La que daba al risco de 80 metros de altura hacia el mar.
No pudo conciliar el sueño, y a partir de esa noche, comenzó a llevar un arma al alcance de la mano, incluso mientras dormía. Alguien había escalado el peligroso risco cortado a pico, para dejarle esa nota.
Benjamín DeFoe era todavía alguien en quien Andrés no confiaba demasiado, le conocía de un año atrás, y de no ser por un par de cartas de recomendaciones de personas muy respetadas en el gobierno, no le hubiera contratado para administrar sus plantaciones y la venta de ganado. Claro había cometido un par de desaciertos en sus primeros días, pero a fin de cuentas administraba bien las 2 haciendas de los Hylea no debía de ser fácil para un solo hombre.
Ambos eran de complexión similar, cabello negro y ojos azules facciones similares e incluso tenían casi la misma altura; de ahí que en ocasiones, quienes no los conocían, los tomaban por hermanos; algo que Andrés se apresuraba a refutar; después de todo, el provenía de la noble e intachable familia Hylea, mientras que Benjamín era un español que buscaba hacerse una vida o al menos eso creía.
Cuando le hizo llamar le guio directamente a la oficina. Era muy temprano y aun así, ya había bebido 5 copas de licor.
— ¿Para que soy bueno? –Pregunto apenas se sentó frente a Andrés, este con un gruñido le ofreció la carta. La expresión del hombre fue de sorpresa casi instantánea. — ¿¡10 mil guineas!? —Exclamo con sorpresa poniéndose de pie. —Señor, con esa cantidad puede comprar 4 plantaciones igual de grandes a las que ya posee el gobernador de Luisiana. Una guinea, es una moneda de oro y...
— ¿Crees que no lo sé, imbécil? —Respondió de malos modos el cacique, y solo después de unos instantes de silencio incomodo se sentó y se recargo al respaldo de su asiento. —Pero necesito de los Espíritus. —Dijo más calmado.
DeFoe releyó la carta antes de alzar la mirada.
— ¿Espíritus? —Pregunto dejando la carta en el escritorio — ¿Señor, acaso trata de contactar con una bruja o algo así?
—No, no es brujería. —Respondió Andrés con un gruñido. —No me sorprende que no sepas algo de ellos, casi nadie los conoce. Se hacen llamar los «Espíritus del Ciclo», pero simplemente les llaman los «Espíritus» a secas, son una organización pequeña pero muy efectiva de mercenarios. Guardaespaldas, heraldos, espias, saboteadores... Pero son asesinos a sueldo principalmente. No es fácil contactarlos, y que acepten trabajar para ti, es aún más difícil; oí decir que incluso rechazaron una solicitud de los Borgia hace un par de años.
Benjamín miro a su patrón con una expresión entre curiosidad y cautelosa.
— ¿Los Borgia...? ¿No son una de las familias más ricas y poderosas del Vaticano y de Roma?
—Si —Respondió Andrés. —Hubo un papa que era un Borgia, era un español, como tú.
DeFoe se mostro genuinamente sorprendido.
—No entiendo, si son tan... esquivos, ¿Cómo es que les conoces?
—Hace 4 años, el gobernador de Luisiana, Marcel Passel, acepto a asesorarme debido a la amistad y negocios que tuvo con mi padre. Había un rival político, que conocía algunas cosas que pudieron llevarlos a la horca. Así que estuve presente cuando Passel fue visitado inesperadamente por una mujer enmascarada que decía llamarse el «Espíritu Blanco».
Narro llenándose otra copa con licor, sin ofrecerle a su invitado.
—Juro que es la hembra más seductora que he visto, su figura, sus pechos, sus caderas anchas y aunque no podía ver su rostro tras la máscara que llevaba, estoy convencido de que era hermosa. Si hubiera tenido a mis guardias conmigo, les hubiera ordenado que la capturaran para tener sexo con ella. —Su expresión lujuriosa casi caía en truculenta. —Imagínate mi sorpresa cuando Passel le entrego pequeño cofre a rebosar de joyas, y monedas de oro y plata. Si a mí me van a cobrar solo 10 mil guineas, no me quiero ni imaginar cuanto fue el costo que pago Passel. Pero sospecho no fue una cantidad pequeña.
DeFoe iba a preguntarle algo, pero Andrés no se percató de esto pues estaba llenando su copa de nuevo y comenzó a hablar antes de que su empleado hablara también.
—5 días después de ese encuentro, cuando ambos estábamos de nuevo solos, ella volvió a aparecer, le entrego a Passel un sobre y se retiró tan rápidamente como llego. No vi lo que había en ese sobre, pero no hizo falta, porque unos minutos después el mayordomo de Passel trajo noticias, ese peligroso rival político, había muerto de una caída.
— ¿Una caída? —Pregunto DeFoe confundido.
—Sí. Una caída de una silla, con una soga alrededor del suelo. —Andrés sonrió siniestramente. —La esposa embarazada y su hija, habían sido asaltadas unos días atrás y no hubo sobrevivientes, además de que ese rival, tenía un par de deudas que no pudo pagar dado a que su hogar ardió en un incendio accidental... en términos simples: se entregó a la bebida y de ahí a que muriera por su "propia mano"...
Ambos hombres en la oficina se miraron el uno al otro.
—Suena a que esos asesinos no tienen escrúpulos. —El cacique no dijo nada, solo bajo los hombros con desinterés. –Andrés, yo no te recomendaría esa clase de personas... si quieres puedo buscar a algunos...
—Mañana en la noche, vendrás conmigo. –Le interrumpió el cacique con una mirada que no auguraba nada bueno. —10 mil guineas es un precio que francamente es inesperado, pero que... puedo permitirme.
Benjamín DeFoe no dijo nada pero suspiro para sus adentros, no le agradaba esa situación y tenía un mal presentimiento.
La noche era calurosa. El cielo estaba cubierto por nubarrones oscuros, pero no llovía y dado esto, el ambiente era sofocado. Pero sorpresivamente, ambos hombres a lomos de sus caballos sintieron: frío.
Había algo en el aire que les inquietaba a ambos.
—Este es el lugar. —Murmuro DeFoe pero su comentario fue innecesario. Estaban en lo alto de un risco rodeado de diversos árboles y hierbajos, el lugar donde les habían citado. Desmontaron ambos y para su sorpresa una hoguera se encendió a solo unos metros entre un claro entre los árboles.
—Estamos aquí. —Dijo Andrés en voz alta, pero nadie les respondió. Intercambiaron una mirada DeFoe lucia nervioso, era obvio que no deseaba estar ahí.
Andrés tenía su reloj de cuerda en mano, faltaban 2 minutos para las 10. Cuando guardo el reloj en el bolsillo, sintió en la manga de su chaqueta se ocultaba una daga que podía desenfundar fácilmente; así mismo de su cinturón colgaba una pistola; mientras que su acompañante sujetaba dos pistolas en cada mano, aunque las mantenía bajas. Se acercaron al claro, la hoguera iluminaba alrededor pero las únicas personas ahí presentes eran ellos.
— ¿Hola?
—Ahí. —Señalo Benjamín entre los árboles.
Una silueta en lo alto de las ramas de uno de los arboles salto, de rama en rama y después a otro árbol, antes de dar un rodeo entre saltos acrobáticos para aterrizar, inclinado ante la hoguera quedando a 2 metros él de ellos.
A pesar de la hoguera ante ellos, esa sensación de frío se incrementó. Los caballos relincharon visiblemente asustados.
El desconocido no alzo la mirada, Andrés y Benjamín notaron que todas sus ropas eran negras incluyendo la capa y capucha que llevaba puesta.
—Sabrán perdonarme si les hice esperar. –Dijo una voz infantil. Cuando alzo la mirada ambos hombres vieron su rostro dieron un salto involuntario hacia atrás con la misma expresión de terror en sus rostros. La faz de un horrendo demonio les miro sonriente bajo la capucha. —Y ahora, les pido perdón por asustarlos. No era esa mi intención. Soy el Guardián de la Noche. El «Espíritu Negro», a su servicio... Por un precio. –Agrego como si fuese algo obvio.
— ¿Eres un niño? —Pregunto Andrés, cuando el misterioso enmascarado se puso de pie, apenas y le llegaría a la altura del pecho.
—Sí, señor Hylea. —Respondió en tono respetuoso. –Cumplí los 10 hace poco más de un mes. Pero eso no debería de sorprenderle, todos los Espíritus, somos entrenados casi desde que aprendimos a gatear.
Ambos hombres intercambiaron una mirada. Andrés miro alrededor pero no logro ver nada, en especial porque un manto de niebla comenzaba a elevarse hacia ellos. Maldijo por lo bajo. Esa niebla que se originaba en los margales era molesta.
— ¿Solo viniste tú? —Pregunto con furia contenida. En secreto, deseaba volver a ver a esa voluptuosa mujer de blanco, tenía intenciones de seducirla, de tener sexo con ella, quiera o no. Así que era comprensible que comenzara a enfurecerse, esperando a una mujer había venido un niño. ¿Cómo se atrevían esos mercenarios a enviar a un niño? — ¿Dónde está esa mujer de blanco? ¿Ella se reunirá contigo más adelante?
— ¿Hablas de mi hermana, el «Espíritu Blanco»? Sabrá perdonarme, pero ella está ocupada ahora mismo; en menesteres que requieren de su atención. Y no le gusta perder en tiempo en fruslerías como esta.
— ¿Fruslerías? ¡Quiero verla! Envía un mensaje...
—Cacique, Andrés Cipriano Hylea... —Las palabras del niño enmascarado fueron como el filo de un cuchillo en la garganta de Andrés y Benjamín, a pesar de que su tono era tranquilo y amable. — Sabrá perdonarme si sueno irrespetuoso, pero. ¿Me hizo venir solo para hacerme preguntas estúpidas o para tomar la vida de una persona?
La mueca furiosa de Andrés fue la respuesta silenciosa. Solo después de unos instantes fue que volvió a hablar.
—Esperaba a esa mujer, a quien vi hace tiempo, y...
—Si no tiene asuntos con los Espíritus del Ciclo. –Le interrumpió el niño, usando el tono de voz de "mucha paciencia", que solo usan los niños ante un adulto que les está explicando algo que ellos ya conocen. —Entonces, no tenemos nada más de que hablar; cacique. Así que me retiro, pero antes de irme, debo completar un asunto con el hombre que le acompaña. —Respondió el Espíritu Negro.
Benjamín bufo.
— ¿Tienes asuntos conmigo, niño?
—Sí. —Respondió el enmascarado sacando de entre su capa y chaleco (negro) un pequeño rollo de bronce. —Le he estado buscando por casi medio país... Thomas Grinder...
Ese nombre no le sonaba de nada a Andrés. Antes de decir algo, pasaron varias cosas en unos instantes. Su compañero alzo un trabuco y disparo, y el niño enmascarado salto hacia a un lado, esquivando el mortífero proyectil con una inesperada agilidad.
Andrés dio un salto hacia atrás alzando su propia arma pero no apretó el gatillo, porque aún estaba tratando de comprender que ocurría. El niño enmascarado corrió hacia Benjamín y sorpresivamente salto hacia a él.
No envistiéndolo o empujándolo sino que salto, hacia a él, e inesperadamente ambas manos se posaron en los fornidos hombros de Benjamín, usándolo como a un punto de apoyo; por unos instantes parecieron mirarse a los ojos del niño enmascarado con el hombre adulto antes de que el salto del niño de negro diera un giro completo en el aire y acabara de pie a espaldas de Benjamín, quien tardo un momento en comprender la maniobra acrobática que había hecho, y cuando se giró, solo alcanzo a ver la capa que desapareció entre el ramaje de los árboles.
Alzo su segunda pistola y disparo. Para después arrojarla al ramaje con un gruñido iracundo. Malditas pistolas que solo tenían una utilidad muy limitada.
— ¿Cómo es que conoces ese nombre?
— ¿Huyes de tu nombre? —Dijo la voz entre los árboles, desde lo alto. —Con toda honestidad, incluso mis hermanos Rojo y Naranja, casi te perdieron la pista.
— ¿De qué está hablando? —Pregunto Andrés mirando a Benjamín DeFoe pero este no le respondió, miraba a los arboles buscando a ese enigmático niño enmascarado. —Benjamín...
—Cacique Hylea. El hombre ante usted no se llama Benjamín DeFoe, su nombre real es Thomas Grinder, buscado en Londres por asesinato y...
—¡¡¡CÁLLATE!!! —Grito mirando a Andrés y extendiendo su mano. — ¡Dame tu pistola!
—No me des órdenes, imbécil. –Respondió Andrés con una vena enmarcada en su frente palpitando con furia.
— ¿Tu lo proteges? –Dijo la voz entre los árboles. — ¿Proteges a este hombre?
—Solo hay una persona a quien yo protejo. A mí mismo. –Respondió Andrés.
No hubo respuesta y simplemente retrocedió un paso del hombre a su lado quien parecía dispuesto a quitarle el revolver a la fuerza, pero ocurrieron más sucesos inesperados.
El niño con la máscara del demonio se dejó ver en lo alto de un árbol, sosteniendo un sable en la mano, este solo se giró ligeramente y corto una cuerda colgando entre los arboles al alcance de su arma. Una cuerda que ni andres ni su acompañante habian visto.
Un momento después, un gran tronco callo de entre lo alto de unos árboles, Andrés y Benjamín giraron la vista a donde cayó el tronco a solo unos metros de ellos y para sorpresa del cacique, Benjamín DeFoe/Thomas Grinder se elevó en el aire con un aullido ronco.
Se llevó las manos al cuello, mientras trataba de dar patadas al aire sin lograr nada. Andrés no entendía lo que pasaba hasta que diviso una fina cuerda negra alrededor del cuello de Benjamín, y entonces lo comprendió.
Cuando ese niño dio ese salto acrobático usando como punto de apoyo los hombros de Benjamín, en realidad le estaba poniendo una soga alrededor del cuello sin que este se diera cuenta. Todo ese acto acrobático era para distraerlo y no notara el peligro que corría. El niño debió prepara esa trampa antes de que llegaran, y solo tuvo que atar la cuerda con el tronco para que al dejarlo caer, mediante un sistema de poleas, la cuerda levantara el peso de Benjamín y así ahorcarlo.
—Cacique Hylea. —Dijo el niño enmascarado señalando al hombre que intentaba sin éxito evitar su muerte. —Ese hombre le ha engañado desde la primera vez que se vieron. —Explico bajando del árbol de un salto y esta vez sacando el rollo de bronce que abrió y saco de él una serie de documentos que le ofreció. —Él es, o mejor dicho; fue un falsificador, pues trabajo como asistente de un notario en Londres, las cartas de presentación que le ofreció eran falsas, y... mire por usted mismo.
Andrés dudo unos instantes y con la luz de la hoguera, leyó unos instantes ignorando los tosidos y jadeos del colgado quien daba sus últimos estertores de vida. Cuando levanto la mirada su expresión paso de incredulidad a ira cuando tomo otra página y la leyó en silencio, y después una tercera página.
Eran documentos oficiales de ventas de ganado de una de sus haciendas, una de esas páginas el mismo la había desechado porque se le derramo el tintero; pero aun podía leerse una buena parte del texto así como su firma. La misma firma que estaba presente en otras órdenes de venta que él no reconoció, incluidas algunas transferencias bancarias que jamás autorizo, incluso estaba el sello con el emblema familiar que él siempre llevaba consigo. Alzo la mirada y busco en su chaleco para palpar el mencionado sello en el bolsillo de su camisa.
— ¿Esta información es fiable? —Casi grito, pero se contuvo alzando la mirada.
Benjamín DeFoe/Thomas Grinder estaba muerto, su cuerpo se balanceo un poco con sus forcejeos, pero ya sin mover sus extremidades. Andrés lo miro; no era la primera vez que veía a un ahorcado, él mismo había presenciado las ejecuciones al lado de su padre, y él mismo había ordenado otras, aunque él prefería más que el verdugo usara el hacha y el patíbulo que una cuerda y el cadalso.
—Es muy fiable, Cacique Hylea. Yo mismo reuní esa información, y como puede ver, Thomas Grinder falsifico su firma y su sello, además que ha estado vendiendo ganado y mercancía de su hacienda para llenar sus propios bolsillos. Además de que intento obtener las escrituras de sus terrenos, con fines ilícitos... Las últimas páginas, como puede ver, son un borrador de documentos falsificados porque tenía intención de robarle sus tierras.
—¡¡¡Hijo de puta!!! —Grito Andrés al terminar de leer todos los documentos, y soltó toda una letanía de obscenidades hacia el ahorcado.
El niño enmascarado no dijo nada más y se internó entre los árboles. Unos momentos después el cadáver cayó al suelo. Andrés sintió las ganas de patearlo pero se detuvo cuando el Espíritu Negro salió de entre la maleza y mientras se acercaba al cadáver desenfundo su espada.
— ¿Qué vas a hacer?
El niño, no le respondió, levanto un poco el cadáver y una vez quedo a medias en cuclillas, alzo su acero; y de un solo tajo, lo decapito.
Andrés sintió la bilis acida y amarga subir por su garganta, se giró y aparto la vista, escuchando el fluir de la sangre, empapando el piso. Conto hasta 50 en silencio antes de girar la mirada y al decapitado, se dio cuenta de que el niño, había sacado de su chaleco una hoja de papel doblada, un estilo y un pequeño frasco que aprecia tener tinta, pues empapo el estilo en su contenido y se puso a escribir algo ignorando al cacique. Doblo la carta, y unos momentos después, guardo el estilo y la botella en su chaleco y saco lo que parecía ser un silbato de plata. Se levantó un poco la máscara y silbo 5 notas largas.
— ¿Qué estás haciendo?
—Finalizar este trabajo. —Respondió el niño enmascarado —Es costumbre de los Espíritus, tomar una parte del cuerpo para mostrarla al cliente, así confirmarle que hemos cumplido nuestro deber; normalmente es una mano, pero en mi caso, el cliente pidió la cabeza de este hombre, y así lo hare.
Andrés sintió un escalofrió ante la frialdad de las apalabras de ese niño. Alzo la mirada cuando escucho un chillido de entre los árboles. El niño estiro la mano y ante ambos un águila de gran tamaño de plumaje color negro se acercó y se posó en la rama de un árbol cercana.
— ¿Un águila negra?
—Su nombre es Ébano. Es un águila nativa del sur de África. —Respondió el niño mientras alzaba la cabeza con indiferencia para meterla en un saco; el águila negra voló ante un gesto de la mano del niño enmascarado y a la luz de la hoguera metió la carta en un tubo en uno de las patas del águila y le ofreció el saco ensangrentado. El águila abrió sus alas y alzo el vuelo llevando su macabro paquete sin esfuerzo evidente. Se perdió entre el cielo nocturno. —He completado mi labor, ahora me retiro...
—¡¡Espera!!
— ¿Sí?
—Aun quiero que trabajes para mí. —Dijo Andrés ahora en tono respetuoso. Su furia inicial por que el Espíritu Negro fuera un niño había quedado rápidamente olvidada. —Tengo la mitad de mi pago aquí conmigo.
—Un asesinato ¿cierto?
—Sí. Mi esposa.
— ¿Seguro que debo matarla?
—Sí.
— ¿Motivo?
—Es una adultera.
— ¿Por qué se casó con ella? —La pregunta tomo a Andrés por sorpresa. Pero acababa de ver la sangre fría de un niño entrenado para asesinar, por lo que respondió con franqueza.
—Sarah Connor, ella es una mujer muy hermosa e influyente en la comunidad, pero a fin de cuentas, sigue siendo de la gentuza. Pero, ella me engaño me sedujo... Su padre se embriago y mato a un...
—Cacique Hylea. —Le interrumpió el Espíritu Negro —Tengo 10 años, pero no estoy ni ciego ni sordo. Y siempre nos enteramos de la verdad.
Con su última frase, Andrés nuevamente sintió un escalofrió recorrerle la espalda.
—... Bien. Ella me rechazo, ¡A mi! ¡¡¡Andres Hylea!!! Mande a mis hombres a apresar al padre de esa estúpida y procedí para que fuera enjuiciado por haber matado a un tipejo estando ebrio. Solo casándose conmigo liberaría a su padre.
El niño enmascarado no dijo nada. Siguiendo el rastro de Thomas Grinder se había enterado de muchas cosas de Port Du Lac así como de sus caciques.
—Pero el padre de esa mujer, fue asesinado por un "pariente" de la persona que mato... Lo sé. —Dijo el enmascarado en voz baja.
—Esa perra me engaño con otro hombre, y la quiero muerta.
—Así lo hare.
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