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🌊Cap4:Noche mágica.

Una mano sobresale entre todas las personas que me rodean y decido agarrarla. La persona se pone de espaldas y me dirige inmediatamente hacia la salida del bar.
Yo sigo llorando, pero más que eso comienzo a tener un ataque de pánico al ver que todavía no podía respirar correctamente.

—Celine, ¿estás bien?—me pregunta un sujeto con el pelo rubio.

Me fijo bien en los detalles de su cara y me doy cuenta que Alexandro fue el que me salvó de ser pisoteada totalmente en ese lugar.

—No.

Llevo mi mano al pecho cuando siento un dolor, en cualquier momento podía desmayarme si seguía conteniendo el aire.

Las manos de mi vecino se posan en mis hombros.

—Respira, calabacita, nadie te hará daño.

Me sacude un poco, pero yo no podía reaccionar, escuchaba su voz muy lejana.
Lograba escuchar el cláxon de un carro y la música del local, pero encontrar su voz era muy difícil para mí.
Mi enfermedad me estaba consumiendo más fuerte que otras veces y mis métodos de relajación no funcionaban en ese momento, menos cuando tenía la respiración tan descontrolada.
Ya no sabía que hacer en contra de lo que sentía hasta que una calidez  envuelve mis mejillas y seca las lágrimas de mis ojos.

El calor que siento en ese momento hace que preste atención a lo que pronuncian los labios de Alexandro.

—Inhala y exhala, por favor... hazlo junto a mí, inhala y exhala, inhala y exhala...

Mi estado fue mejorando cada vez que seguía sus orientaciones y él sonreía al ver que mi respiración mejoraba.

—Sigue así, calabacita, tú puedes hacerlo—dice mientras acaricia mis mejillas con delicadeza.

Poco a poco el dolor que siento se me va quitando y Alexandro ya no se ve tan tenso al sentir como aprieto mis manos en sus brazos, que hacían contacto conmigo.

Él se fija en dónde tengo puesta mis manos y cuando siento de nuevo el control de mi cuerpo lo abrazo con toda la fuerza que había recuperado.

—No sé cómo agradecerte.—un sollozo sale de mi garganta.

Él se separa de mí y dice:

—Con una sonrisa y sin llantos.

Sin pensarlo encurvo mis labios y él eriza mi pelo al ver que lo obedezco.

—Muy bien, señorita.

Veo que sus ojos azules brillan al estar tan cerca de las luces que alumbraban el local y me pierdo en su mirada como cuando paso horas apreciando el paisaje del mar.

—Me gusta que me mires así—da un paso hacia mí.

Me pongo nerviosa y aparto mi vista de él.

—Lo siento, no lo volveré a hacer...

Pone su dedo en mis labios y me dice:

—He dicho que me gusta que me mires así, no te lamentes, Celine.

Me sonrojo al sentir de nuevo sus manos en mi cachete.

—¿Sabes que puedes confiar en mí, no?

—Mjm.

Su pulgar acaricia mi pómulo.

—¿Me podrías contar porqué te sentías tan mal después de sacarte de allá dentro?

—¿Porqué quieres saberlo?—pregunto bajando la mirada.

—Me preocupo por ti, solo por eso.—alza mi mentón con su dedo índice.

—No quiero que la gente se preocupe por mí.

—Entonces cuéntame qué te pasó y te prometo que no lo haré.

Al mirarlo a los ojos sé que me dice la verdad y casi me convence, casi le digo la verdad, pero sus amigos interrumpen nuestra conversación.

—¡¿Celine, dónde te habías metido?!.Pensábamos que te habías marchado.—dice Samdor.

—Solo salí a tomar un poco de aire.—miento y siento en mi hombro la mirada de Alexandro.

—Ya nosotros terminamos el concierto de hoy, puedes acompañarnos a comer pizza si es que no te tienes que ir.—me dice Diego.

—Te aseguro que las pizzas de la mamá de Diego son de las mejores de Villa Azul, sería muy bueno que las probaras.—afirma Isabela.

Miro a Alexandro y este asiente con la mirada.

—Iré con ustedes, me sentaría bien comerme una pizza.

—Perfecto, ya eres de las nuestras, chica de cabello naranja.

Me sorprende que Isabela rodeara su brazo en mi hombro.
El rubio camina delante de mí y  no puedo ocultar lo triste que me siento al no poder decirle la verdad siendo la persona que salvó la vida de mi hermano y la mía hace unos minutos.

***

Los chicos tenían razón, la mejor pizza que había probado en mi vida  era perteneciente a Villa Azul, en específico a Lucinda, la mamá de Diego.

—La cara de la pelinaranja me asusta—dice Isabela.

Mastico el queso y cierro mis ojos al sentir el sabor tan delicioso que tenía este junto a la masa.

—Creo que está teniendo un orgasmo.

Diego me hace reír con lo que dice y sin querer llevo por el mal camino lo que me quedaba de comida en la boca haciéndome toser sucesivamente.

—Idiotas, le hecharon mal de ojo a la pobre.—dice Samdor.

Alexandro da palmaditas en mi espalda y al instante dejo de toser.

—Tienen envidia porque disfruto más que ellos la pizza.—digo alzando mi cejas.

—Venimos todos los días, no es nada nuevo para nosotros.—Isabela contraataca.

—Calménse ya, me harán quedar mal frente a mi invitada.—exige Alexandro.

Diego se acerca hacia mí y me confiesa:

—Cuando chiquito hacía pis en el portal de la casa, los vecinos de su barrio comentan eso cada vez que vamos a visitarlo.

El pelirrubio pone su mano en la cara del guitarrista y este se sienta en su puesto con una sonrisa en los labios.

—Pedí que no me hicieran quedar mal, ¿Acaso me escuchaste mal, Diego Ernesto de la Cruz y Salvador?

—Oh, nunca había escuchado un apellido tan largo—digo sonriendo.

—Gracias Alexandro Dion Brahms.

—Mi apellido es perfecto, no me molesta que lo digas completo, Dieguito.

—Ay Alex, Alex, tu apellido es perfecto, pero recuerda que en la escuela te apodaban Winnie  Pooh porque eras el que más rápido comía en las competencias escolares.—lo señala Isabela con cara de victoria.

—Oye, esto no es justo, ¿son todos contra mí o qué?—Alexandro abre los ojos por el secreto que habían revelado y yo me río de lo gracioso que se veía.

—Isabela, mejor no hables, que a tí te desapuntaron de danza porque en vez de seguirle la corriente a tu compañero de baile lo enviaste directico al hospital con tus pisotones.

Samdor choca la mano con la de mi vecino y por fin Isabela y Diego deciden sacar bandera blanca.

—Vale, ya estamos empatados, mejor cerramos nuestras boquitas para no salir de aquí siendo enemigos en vez de amigos.—dice Isabela.

Me terminé el batido de chocolate que tenía enfrente de mí y Samdor me pregunta:

—¿Qué estudias en tu ciudad, Celine?

Limpio mi boca con la mano y respondo:

—Medicina.

—¿Y eso que viniste a Villa Azul, no se supone que todavía estén dando clases?—me interroga Isabela y aprieto mi puño por el rumbo que tomaba esa conversación.

—Mis padres y yo queríamos adelantar las vacaciones.

—Que extraño, pensé que esos institutos eran muy estrictos con los alumnos.

—Lo son, pero era importante para mí venir aquí.

—¿Te metiste en problemas o algo así?.

Isabela me sigue preguntando y yo no sé qué contar hasta que Alexandro me  agarra de la muñeca para sacarme de la mesa, como todo un héroe.

—Gracias por comportarte tan educada frente a Celine.

—Solo tenía curiosidad, no pensé que le molestaría...

No pude escuchar todo lo que decía Isabela porque en un segundo ya me encontraba sentada en el coche de Alexandro.

—Lo siento, no quise que se conocieran de ese modo.

Puse mi mano en su hombro.

—Tranquilo, lo disfruté bastante, solo me incomodó un poco estar siendo cuestionada, pero no es nada, puedes volver con tus amigos, yo me iré a casa.

—Yo te llevaré,  orita me las arreglo con ellos.

Enciende el auto con las llaves y antes de salir del aparcamiento me dice:

—Sea cuál sea tu secreto, no te acribillaré a preguntas, esperaré todo el tiempo que sea necesario hasta que confíes en mí y puedas contármelo.

Se hacen presentes las mariposas en mi estómago y con una última mirada a sus ojos azules me pude retractar con respecto a cómo pensé que iba a ser esta noche.

Puedo decir que fue mágica al haberlo tenido como  héroe en mis momentos más débiles.

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