🌊Cap 7:Confesiones.
Celine
¡Reacciona Celine, el chico guapo se te está confesando, joder!
—Mejor juguemos Just Dance—Samdor me coge por el hombro y me lleva hacia la sala mientras me susurra—De nada, pelinaranja, aunque te haya salvado de esta, orita tendrás que darle la cara a mi amigo.
Mientras preparaban el Xbox Diego y Samdor mis ojos recorrieron el salón buscando a Alex, el cual estaba miraba hacia el piso de la cocina mientras se tomaba un vaso de agua. Me quedé pensando en lo que le iba a decir a Alex acerca de mi no reacción a su confesión. La verdad es que no sé ni lidiar con mis propias emciones, menos con lo que siento por él.¡¿Porqué mi vida es tan difícil?!. Vengo a una isla para desestresarme de mis problemas de salud y viene un chico que me pone a dar vueltas la cabeza, esto solo me pasa a mí.
—Empecemos con algo fácil—Diego da un clic con el mando hacia la pantalla—"Bad Romance" de Lady Gaga.
Me quedo sentada porque me da pena bailar, así que me relajo un poco cuando veo a Diego empujar a Samdor hacia un lado para que pierda puntos en el juego. Los dos se mueven muy bien, parecen estrellas de pop star presentándose en un gran escenario. Después ponen una canción de Ariana Grande en la que tienen que hacer movimientos sexy, lo que me da mucha gracia porque Samdor sabe moverse como mujer mejor que yo. Como última opción reproducen una canción latina llamada "Despacito", pero el baile es de pareja así que me obligan a pararme para que lo haga con uno de ellos.
—Lo siento chicos, yo no sé bailar—intento aflojar el agarre de ellos dos.
—Porfis, Celi, baila conmigo, Diego tiene dos pies izquierdos para estos bailes—suplica Samdor haciéndome ojitos de bebé pequeño.
—Es que...
—¡Eres un mentiroso!, el único pie izquierdo aquí eres tú idiota.—se defiende Diego alándome más hacia el.
—Celine me quiere a mí —contraataca Samdor.
—Mentira, es a mí—le grita Diego.
—A mí..
—¡Suéltenla!
Mis brazos ya no podían más del dolor, así que cuando el rubio me separó de ellos fue un alivio para mí.
—Nunca saben comportarse cuando invito a alguien, joder—Alex fulmina a sus amigos con la mirada.—Ella va a bailar conmigo si lo que quieren ver es ese juego terminado.
—¡Sii!.
Abro los ojos y niego con mi cabeza.
—Yo no sé bailar.—le susurro al oído.
Sus brazos rodean mi cuerpo para ponernos en posición.
—Yo tampoco.
Hacemos el intento por movernos bien, pero cada vez que yo voy para un lado él va para el otro y así mismo sucede con los movimientos de adelante y detrás. Nuestra torpeza no puede ser peor, la frase "no sirven para eso" nos pega mucho en este momento, sin embargo, hay algo que me sorprende.
Ninguno de los dos se detiene.
Nos sentimos tan cómodos con nuestra falta de ritmo en el cuerpo que no valoramos el nivel de idiotez que estamos cometiendo los dos frente a sus amigos.
Samdor desconecta el juego de la corriente y nos grita:
—Más nunca volveré a mirar ese juego de la misma forma por culpa de ustedes, son terribles.
—Fatales—critica Diego.
—¡Oye!, solo es un juego, tampoco tienen que ser tan malos.—defiende Alex
—Ya, aún bailando fatal, son tal para cual junto con sus pies izquierdos—suelta Diego creando un silencio en el ambiente.
Samdor le rodea el cuello y dice:
—Márchemonos de aquí, antes que la caguemos de nuevo.
Cuando cerraron la puerta Alex se había ido de la sala, dejándome sola como me lo merecía. Sabía que lo del baile no tenía nada que ver con una disculpa y todo por mi indesición acerca de lo que siento por él y haberme quedado completamente muda cuando abrió su corazón por mí.
¡Eres una estúpida, Celine!
***
Abrí los ojos de un sobresalto al sentir un sonido igual de molesto que la batidora de mamá cuando quiere hacer jugo para el desayuno, pero era peor, y sabía quién lo estaba provocando. Enfadada me paré de la cama para ponerme las gafas y ver que todavía eran las 6:30am.
¡Ahora sí que se las va a ver conmigo!
Fui hacia el balcón y exactamente mi vecino estaba tratando de romper los oídos de toda la vecindad con su estrepitosa música de la batería.
—¡¿Qué piensas que estás haciendo Alexandro Dion?!
Deja de tocar para responderme:
—Estoy practicando mi repertorio como mismo lo he practicado todo estos días.
Apenas termina de decir esa frase se pone a tocar la percusión con una sonrisa e ignora mi rabieta como todo un bárbaro.
—Pues mira que bien, me da igual tu repertorio, lo que me molesta es la maldita hora que escogiste para ensayarlo.
Se levanta de su sillón y dice:
—Genial, a mí me da igual tu molestia, calabacita.
Lo insulto por su forma de hablar conmigo pero es imposible que me escuche mientras está tocando demasiado fuerte. Quien iba a saber que este chico iba a ser tan pesado después de lo de ayer, obviamente yo ni me lo hubiera imaginado. Cansada de protestar por el ruido me dirijo hacia adentro de la casa y bajo a adelantar el desayuno, ya que yo era la única que se había despertado en la casa y tenía hambre gracias a la pelea con el idiota de mi vecino.
Preparo el café estrujándome los ojos y cuando está listo me lo bebo para relajarme porque de un día a otro soy enemiga de el único amigo que por primera vez había tenido en la isla. Aunque él me odie yo sigo teniéndole cariño porque las cosas que hizo por mí en tan pocos días es difícil de olvidar. Las conversaciones que hemos tenido, nuestros abrazos, sus reacciones al verme en mi momento más vulnerable y consejos es lo que más ronda en mi mente cuando no está a mi lado.
Estoy en problemas porque a partir de ahora más nunca lo estará.
Al otro día mi madre se empieza a preocupar porque me paso el día leyendo en mi cuarto. Quería despejar mi mente de esa persona que no quiero mencionar con los personajes medievales, en donde los chicos se comportan más caballerosos y menos pesados. Llega el momento en que ya mi vista se cansa y decido darme un chapuzón en el mar, el cual me recuerda a alguien, pero me hace sentir mejor que estar encerrada todo el día leyendo. Cuando regreso a la casa mi hermano me suplica que juegue con él al fútbol, el cual detesto mucho, pero cedo porque pone sus ojitos apachurrados y ese es mi talón de Aquiles.
***
El fin de semana pasa rápido y se acerca mi cumpleaños. Ahora mismo debería estar dando brinquitos por eso, pero mi querida madre me tenía un poco asustada con la fiesta que realizaría en la vecindad y no solo eso me ponía nerviosa, sino que...
—Tienes que entregarle la invitación a nuestros vecinos.
Me ordena mi madre a la misma vez que coloca una tarjeta en mi mano con el apellido Dion resaltado con un plumón negro en el medio.
—¿Porqué yo mamá?, ¿no era que la cumpleañera no se podía dejar ver hasta el día de la fiesta?.—la abrazo desde atrás y pongo mi cabeza en sus hombros con una sonrisa en los labios.
—Eso no importa hija, estamos en otros tiempos, yo estoy ocupada con los preparativos, así que te tocan a tí las invitaciones.—me arrastra hacia la puerta y yo con pocas ganas me muevo—Deja de ser tan vaga y pon tus manos a la obra.
Camino hacia el portal de casa de mi vecino y me quedo mirando el picaporte pensando en lo que le iba a decir pero solo se me ocurrían un par de insultos, así que acerco mi mano al timbre de la casa y...
—¿Celine?
De forma inesperada se me nubla la mente y me quedo sin palabras al verlo parado frente a mí con delantal y cucharón en mano. ¿Cómo es que se podía ver tan lindo con un aspecto tan cómico?. Su pelo rubio estaba erizado, los cachetes de su cara tenían manchas de harina y el borde de su labio tenía una especie de salsa o puré. Cuando bajé la vista hacia su cuerpo me dí cuenta de que no llevaba camisa. Rápidamente me puse de espaldas con las mejillas sonrojadas al ver sus músculos bien trabajados.
—Emm...toma—le doy la carta sin mirarlo—mi madre te invita a mi cumpleaños.
—¿Cuándo es?—pregunta.
—Mañana, aunque no es obligatorio que vayas, sé que no querrías ir...
—Sí quiero ir.—me interrumpe y vuelvo a conectar mi vista con él.
Dios,¡¿Porqué me mira como si le importara?¡.Hasta ayer mismo me odiaba y ahora no aparta sus hermosos ojos azules de mi rostro.
—Siento haberme comportado como un adolescente de 15 años estos días, Celi.
Su mano roza la mía y acaricia mi palma con su pulgar.
—Yo también lo siento.
Coge mi mentón y dice:
—Tú no tienes nada que lamentar, calabacita, fui yo el que lo echó a perder todo.
—No puedes cargar tu solo con la culpa porque yo no respondí a tus sentimientos.
—No es obligatorio que lo hagas.
—¿Y si lo quiero hacer?
Él me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres decir con eso?.
Me muerdo el labio cuando siento que los latidos de mi corazón se aceleran.
—Quiero decir que tengo mucho miedo porque tú me haces olvidar que estoy enferma, me haces sentir viva, de hecho, muerta no podría estar de ninguna manera porque ahora mismo mi corazón late muy rápido y mis manos sudan y se me olvida lo que quiero decir y...
—Calabacita, acaba de responderme claramente.
Paso mi mano por la frente al ver su sonrisa y con nervios lo veo a los ojos y confieso:
—No he dejado de pensar en ti Alexandro y la verdad es que te necesito más que los helados de nutella que como todos los días y mira que son lo más rico que hay en el mundo.
—¿Me acabas de comparar con un helado, Celine?
Pestañeo.
—¿Si sirve de ayuda a mi falta de comunicación puedo decir que tú también estás rico?.
Al instante siento su pecho pegado al mío con la carcajada de mi vecino pegada a mi oído.
—De verdad te extrañaba, joder.
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