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Capítulo 76: La decisión de Moon

El sonido del viento escurriéndose entre las hojas y las ramas de los árboles era lo único que el chico podía oír. Paulatinamente este disminuía en su cabeza hasta desaparecer y no dejar nada más que un eco vacío y retumbante en sus oídos. Pero aquel era el objetivo del muchacho, no dejar nada más que un vacío en su mente, eso le ayudaría a percibir lo que había a su derredor.

Rodeando al chico se encontraban varios de los clones de Hekapoo. El fluir del viento mecía las hojas y hacía bailar sus llamas, produciendo el sonido característico del fuego cuando lucha por no extinguirse. La brisa no era tan fuerte como para apagar sus velas, por lo que solo ayudaba a delatar la posición de cada uno de ellos. Lista para dar la orden, la original inspiró profundo y sin decir una sola palabra mandó a los clones a atacar.

Una de las llamas de su alrededor había sido perturbada antes que las otras. El sonido retumbaba en su mente como las ondas que produce una gota al caer al agua. Estas le indicaron al chico en todo momento la ubicación de cada uno de los clones, desde el más próxima hasta el más alejado de ellos. Esperó paciente hasta que el sonido estuvo a tan solo un par de metros de él. Oyó como las manos del clon apretaron con fuerza el mango del arma que llevaba y luego la alzaba en alto para dejarla caer encima de él. Gracias a aquel movimiento dedujo que debía tratarse de una alabarda o un hacha. Un martillo no podría ser debido a que la fuerza de Hekapoo no era tan grande como para levantar uno, y una espada tampoco lo sería pues el sonido que habría hecho sería distinto. Por lo que, cuando notó que la hoja se estaba aproximando hacia él, se movió un par de pasos a la izquierda con su espada en posición vertical. El hacha le rozó el codo cuando cayó y se incrustó en el suelo debido a la potencia de la caída.

Hekapoo, quien hacía de espectadora, sonrió de forma leve al ver a su marido percibir aquello con los ojos cerrados. Ayudarlo a este para que se familiarice con su cuerpo de adolescente y que sus habilidades se acostumbrasen a este, era algo que le agradaba. Le recordaba que el muchacho no se echaría atrás solo por perder su cuerpo sexy y musculoso.

Extraño tanto mi antiguo cuerpo, pensó el muchacho en un momento de distracción, lo cual casi le cuesta un golpe directo de la hoja de una de las copias.

- No te distraigas. - le recordó la original alzando la voz desde lo alto de una roca.

Marco frunció el ceño un momento debido a la pequeña distracción que había tenido. Volvió a centrarse en lo que hacía y continuó esquivando los ataques que caían sobre este. Una Hekapoo venía desde atrás cargando hacia él, por la forma en la que se movía y la velocidad a la que avanzaba, su arma debía de tratarse de un estoque. Se giró hacia atrás arrastrando su espada consigo y usando su hoja para bloquear el estoque y desviarla hacia arriba. Pudo oír como el arma del clon cayó al suelo tras ese desarme. Inmediatamente el filo de su katana cayó sobre el clon, provocando que este se esfumase.

Dos más aparecieron por los lados. Estas parecían llevar un arma pesada, pues el ritmo de sus pasos era lento y pausado. Se notaba que las llevaban recargadas hacia atrás para darle un golpe simultáneo. Aprovechando que el peso de su cuerpo se había recargado hacia adelante, el muchacho rodó en el suelo evitando el golpe simultáneo de los clones. Rápidamente se repuso allí mismo y se giró para dar un salto. El impulso le ayudó a realizar un corte rápido a uno de los clones y luego otro más al segundo de ellos.

Para hacer frente a la situación, Hekapoo se puso de pie y ordenó a los tres clones restantes abalanzarse sobre el chico. Crearon una llamarada conjunta que se lanzó hacia este como una ola embravecida. Aún con los ojos cerrados, Marco se giró y colocó el filo de su espada hacia adelante y en vertical. El torrente de llamas se dividió en dos al entrar en contacto con el metal. Pronto las llamas fueron consumidas por la espada, envolviendo su hoja y tornándola de rojo incandescente. Pero aquel ataque de llamas no fue más que una mera distracción para flanquearlo. Marco iba a ser atacado desde arriba, por un lado y por la espalda. Más él estaba al corriente de lo que ocurría a su alrededor.

Tras dar un hondo respiro trazó tres cortes de fuego en el aire. Cada uno hacia una dirección distinta, hacia los clones. Estos, que se habían acercado por la espalda y por un costado, fueron eliminados, pero el que se hallaba en el aire consiguió esquivar el corte, aunque eso provocó que perdiera el equilibrio y cayese. Quiso reponerse rápido para intentar aprovechar la caída y atacar a Marco, pero se encontró con una hoja que le atravesó el pecho. Aquel fue el último de los clones. Para dar por finalizado el entrenamiento, Marco hizo bailar su espada girándola por el mango y luego clavo la hoja en el suelo. Las llamas atrapadas en la hoja salieron despedidas de ella y se elevaron en el aire convirtiéndose en cenizas. Después de eso, el muchacho abrió los ojos.

- Lo lograste. - le felicitaba su mujer mientras aplaudía con una expresión serena en el rostro.

- Debo mantener mis habilidades, solo así conseguiré recuperar mi cuerpo, o al menos moldear uno nuevo.

Hekapoo se bajó de la roca y caminó hacia el muchacho para darle un beso en los labios.

- Me alegra saber que no has perdido tu espíritu guerrero.

- Pasé cien años entrenando contigo. Habiendo superado eso, quince años más para volver a tener el cuerpo que alguna vez tuve no suena tan lejano.

- Parece que ya te has adaptado a la sensación de ser una criatura longeva. - comentaba ella mientras Marco se secaba el sudor del cuerpo con una toalla que había en una rama - Sabes, no importa cuántas veces lo haya dicho, me sigue resultando extraño besarte teniendo la misma altura que yo.

- Otra vez, de verdad es tan raro? – preguntó este medio riendo.

- Sí. Digo, hemos sido pareja por más de cien años. Ya me había acostumbrado a ponerme de puntillas cuando quería besarte. Ahora tengo que esforzarme por no besarte en la frente cuando me acercó a ti. - comentaba ella refiriéndose a cuando se ponía de puntillas casi de forma inconsciente cuando Marco ya se había vuelto un adolescente - Es como un acto reflejo.

- Debo decir en tu defensa que me resulta realmente tierno cuando lo haces. - mencionó acercándose a ella y besándola en la frente - Volvamos.

Antes, cuando ellos tenían que moverse de un lugar a otro, solían usar las tijeras dimensionales. Pero desde que Marco había retomado su entrenamiento para volver a tener un cuerpo fuerte, volvían a casa caminando. No tenían prisa, tampoco tenían nada importante que hacer, por lo que disfrutar de aquellos paseos era algo que les agradaba a ambos. A veces lo hacían en silencio para disfrutar del momento. Otras se pasaban todo el camino hablando. Lo más habitual era un pequeño mix de ambas. Aunque ese día el chico parecía estar perdido en las nubes.

- En qué estás pensando? - preguntó curiosa la mujer al echarle un vistazo a su cara.

Este se giró un momento para verla mientras volvía al mundo real.

- Ah, solo estaba recordando la fiesta de anoche. Star realmente consiguió transmitirles a todos su visión acerca de un futuro entre mewmanos y monstruos. Y al parecer, estos la apoyaron, querían lo mismo que ella. Pero la aparición de Mina y luego la de los guardias le arruinó un poco el plan a la pobre.

- Mina Loveberry, todavía me extraña que esté suelta. Si fuese por mí, ya estaría metida en un manicomio.

- Como no sea uno que la encierre en una habitación que esté a cien metros bajo tierra y, además, resguardada por cinco puertas de acero reforzado, no sé cuál podría retenerla. - decía este haciendo evidente lo desastroso que sería meter a esa chica en un lugar lleno de lunáticos y sin ningún tipo de protección, para ellos, claro estaba - Aun así, no entiendo la reacción de los guardias y de Rhombulus. Aquellos chicos claramente estaban escondiéndose de algo, sin embargo, no dudaron en pensar que todo aquel alboroto había sido obra de ellos, aun cuando Tom y Yo les habíamos explicado que era una fiesta, no quisieron escucharnos.

Hekapoo escuchaba atenta cada palabra que decía el joven, era normal que él no lo entendiera, pues su estadía en Mewni había sido muy corta, aun así, fue capaz de ver lo que uno de los generales monstruos más temido era capaz de hacerle a Mewni.

- No es de extrañar. Quitando el hecho de que Rhombulus es un tonto que escucha a un canario antes que, a su propio cerebro, los mewmanos han vivido años y años de guerra, lo cual fue llenando de odio a las generaciones que vivieron las épocas más complicadas. Además de que ese odio fue transmitido a sus hijos y luego a sus nietos. Si a eso le sumas el hecho de que nosotros, los miembros de la comisión mágica, sin tener en cuenta a la reina, hemos visto casi todas y cada una de esas guerras, no es de extrañar que sospechen de un monstruo, aunque este no haya hecho nada. - explicó ella desde su punto de vista.

- Hekapoo, lo entiendo. Pero eran niños, el mayor de ellos podría haber tenido dieciséis años. Corrieron asustados cuando vieron a Mina entrar al templo.

- Sabes perfectamente que eso da igual a la hora de ser o no una amenaza. Después de todo tu formaste parte en una batalla en la ciudad de Rotchville.

- Agh, lo sé. Pero es que no había nada malo en esos chicos, podía sentirlo. Solo estaban divirtiéndose como lo haría cualquier otro adolescente de su edad. - intentaba explicarse queriendo demostrar que ellos no simplemente no parecían agresivos, sino que no lo eran - No sé, tu qué piensas?

La mujer meditó la pregunta de forma detenida. Nunca antes había habido una situación similar a esta. Solo guerras, muchas de ellas, además de alguna tregua que fue traicionada por alguno de los bandos.

- Pienso que mientras haya odio, da igual lo bienintencionado que parezca alguien, siempre habrá hostilidad por alguna de las partes. Y aunque no te guste, eso también me incluye. - evidenció esta.

- No lo entiendo, si tú misma estuviste rodeada de monstruos en tu dimensión. Viniste conmigo a conocer a Nerph, a Krun y a los demás. Además, eres la forjadora de tijeras dimensionales, también has dado tijeras a monstruos.

- Todo tiene un motivo. Si no soy hostil con los monstruos de mi dimensión es porque ellos nunca se han visto envueltos en una guerra con el reino en el que habito. Ellos tienen su propia sociedad, sus propios enemigos y sus propios aliados. Yo me identifico como un elemento neutro allí. Es por eso que no tengo inconveniente en relacionarme con los monstruos de esa dimensión. - dijo de forma simple - Sobre aquellos monstruos que tienen tijeras dimensionales en esta dimensión, eso es porque se las han ganado. El título de forjadora te convierte en un ser que otorga, indiferentemente de la raza, el alineamiento o la forma de pensar del individuo que ha conseguido ganarse sus tijeras. Específicamente en eso, la forjadora es imparcial.

- Cómo siempre, nada se reduce a bien y mal. Todo tiene un motivo detrás.

- Si no fuese así, las cosas serían muy aburridas y simples, no crees? - comenzó ella - Ahhh, el bien contra el mal, quien será aquel que salga victorioso en tan épica y gloriosa batalla. - decía con sarcasmo mientas movía las palmas de sus manos para darle énfasis al relato.

- Jeje, sí. Tienes razón. Aun así, espero que Star no se tome lo ocurrido como una ofensa. Es decir, sabía que habría obstáculos en el camino, por lo que pienso que intentara aprender de esto.

En el castillo Butterfly estaba teniendo lugar una discusión muy acalorada. La reina Moon se había preocupado de sobremanera por lo que se había enterado acerca de su hija. Su principal prioridad era mantener el legado de las Butterflys, esa era la misión que se le había asignado tras dar a luz a la siguiente en su estirpe. Pero también era su misión como madre, cuidar a su hija a toda costa. Aunque Star no era capaz de verlo de esa forma.

- Cómo se te ocurre hacer una fiesta entre mewmanos y monstruos? No se te pasó por la cabeza que uno de tus invitados podría ser un espía, o alguien que quisiera apoderarse de la varita o hacerte daño? Acaso has olvidado todo lo ocurrido con Toffee? - rugía Moon en tono severo.

La noche anterior, Star había vuelto a casa, y sí, quería decirle unas cuantas cosas a su madre, pero ya era tarde y estaba agotada por todo lo ocurrido en la fiesta. Apenas entró al castillo, ignoró los gritos de su madre. Solo caminó firme hasta llegar a su habitación y se encerró allí. En aquel momento Moon no podía hacer nada, pero la estaría esperando tan pronto se levantase. Así es como, de buena mañana, madre e hija se pusieron a discutir.

- No, ma. No me he olvidado de ello, tampoco podría si me lo recuerdas cada vez que algo mínimamente peligroso ocurre. Ya soy mayor, sé lo que hago y puedo defenderme sola. - argumentó ella intentando defenderse ante las acusaciones de su madre - Además, también te recuerdo que fui yo quien borró a Toffee del mapa, pero parece que eso no significó nada para ti.

Moon era consciente de que sus nervios estaban por los suelos y que ahora su paciencia era menor que la de un enano. Pero conocía a su hija y sabía que ella no iba a entender si solo se dedicaban a gritarse la una a la otra, por lo que tendría que ser ella quien se tranquilizase para poder mantener una charla correcta. Siempre tenía que ser ella, pensó. Inspiró hondo y luego exhaló.

- Star. - comenzó - Solo me preocupo por ti. Sé que tú no has vivido una guerra, y eso te quita perspectiva acerca de lo temibles que pueden llegar a ser los monstruos. Pero entiéndeme, hija. Ya he perdido a mi madre por culpa de los monstruos, lo último que quiero es perder a mi hija también.

Eso le recordó a la princesa la pérdida que su madre había sufrido cuando tenía su misma edad. Star nunca pudo llegar a conocer a su abuela por culpa de Toffee, y nunca la conocería. Su madre jamás quiso tener que volver a enfrentarse a ese tipo, solo quería mantenerlo alejado de su familia. Esa era la conclusión a la que Star había llegado, que su madre no quería luchar contra monstruos, sino que los quería lo más alejados posibles del reino. En parte podía entenderlo, pero Star no era como su madre, ella buscaba otros métodos. Aun así, bajó el tono de voz debido a que Moon intentaba poner de su parte y calmarse.

- Mamá, lo entiendo. Sé que no es algo fácil y que nunca antes había sido intentado por alguna Butterfly, bueno, Eclipsa tal vez. Pero no es eso lo que quiero decir. Lo que quiero decir es - suspiró un poco antes de decir nada - me gustaría ver un reino en el que todos vivamos juntos y en armonía, un reino en el que no haya guerras ni temor. Sé que es difícil, lo sé. Pero ya he tenido contacto con los monstruos antes y pude comprobar que no todos son malos. Tu misma pudiste verlo, Buff Frog nos dejó escondernos en su casa y luego nos ayudó contra Toffee, Marco me lo contó.

- Si, Star, lo sé. Buff Frog puede ser la excepción que confirma la regla. Al igual que Eclipsa fue la excepción en el linaje Butterfly, el cual siempre correspondió a mujeres de bien.

- Eclipsa no es malvada, ya se discutió en el juicio. Y Buff Frog no es el único monstruo bueno, hay más como él. Solo debes darles la oportunidad de que se acerquen a nosotros.

- Y en el momento que ellos se acerquen tomarán esa oportunidad y nos atacarán desprevenidos. No, Star, no correré ese riesgo. Entiendo que tengas la mejor de las intenciones, pero veo que eres incapaz de darte cuenta de lo peligroso que es permitirles a los monstruos el acceso a nuestro reino, y mientras yo esté aquí, no dejaré que eso pase. - le extendió su mano a su hija - Dame la varita, Star.

- Espera, vas a confiscarme la varita? - preguntó preocupada, llevándose la varita entre sus brazos para protegerla.

- No, no te la voy a confiscar. Aún debes aprender a usarla bien. Es algo que te corresponde por derecho como Butterfly. Solo quiero que me la prestes un momento.

Star miró a ambos lados pensando qué era lo que haría su madre con la varita. Sabía que ella no le mentía. Era una mujer de palabra, además de ser honesta. Así que decidió entregársela.

En el momento en el que Star soltó la varita y reposó en la mano de Moon, cambió de forma mágicamente como solía hacerlo siempre. La reina miró la varita por un momento, hacía tiempo que no la usaba. Se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia un lugar del castillo.

- Mamá, qué vas a hacer? - preguntó algo confundida por la reacción de la reina.

Esta última no respondió a la pregunta de la chica, solo siguió caminando mientras pensaba en lo que iba a hacer. Su hija supuso que no respondería, por lo que decidió seguirla sin más. Fueron pasando por varios de los pasillos del castillo, y Moon permanecía con la mirada fija en el camino. Hasta que llegó a la fuente que había en el jardín del castillo. La fuente se hallaba en el centro del castillo, el cual, a su vez, estaba en el centro de la ciudad.

Moon se acercó a la fuente y se quitó los zapatos. Metió ambos pies en el interior de la fuente y comenzó a caminar hacia su centro. El agua estaba fría, pero no lo notaba. A medida que avanzaba su cuerpo tomaba la forma Butterfly. Star llegó justo cuando su madre se encontraba en el centro, la había perdido por un momento en uno de los pasillos del castillo, pero la había visto en el jardín desde una ventana. La reina comenzó a concentrar grandes cantidades de magia en el centro de la varita. Sus ojos comenzaron a emitir un destello azulado y el agua a su alrededor comenzó a vibrar y a emitir pequeñas luces que salían de esta como si fuesen luciérnagas.

- Mamá, qué vas a hacer? - preguntó mientras se cubría los ojos por la cantidad de luz emitida.

- Esto. - sentenció al tomar la varita con sus seis brazos.

Con un simple movimiento, Moon enterró el mango de la varita en la boca de la fuente, impidiendo que el agua fuese expulsada de esta. Un destello blanco y cegador salió disparado hacia arriba desde la punta de la varita. Aquel rayo de luz golpeó el epicentro de la cúpula protectora del reino y comenzó a esparcirse sobre esta. Un enorme manto blanquecino comenzó a recubrir la cúpula como si fuese un trapo cubriendo una bola de cristal. Star y todos los habitantes del reino elevaron sus miradas para contemplar aquel espectáculo de luces.

- Oh, dios, mío. - pronunció a chica absorta por la escena.

Una madre que paseaba por la calle junto con su hija se agachó a recoger su monedero, este se le había caído. En ese momento aquel destello de luz, cubrió el cielo.

- Mami, mami, mira, mira, es una estrella. - gritaba la niña brincando de la emoción.

La mujer elevó la mirada para ver a lo que se refería la niña. Cuando lo hizo, se quedó maravillada a la vez que aterrada por aquella luz misteriosa.

- Pide un deseo cariño. - le dijo a la pequeña.

- Quiero un pony.

Marco y Hekapoo se encontraban de camino a casa cuando aquel destello apareció de repente. Ambos se giraron para ver de qué se trataba.

- Acaso Star está haciendo otra fiesta? - exclamó el chico confundido.

- Eso no parece una fiesta. - dijo Hekapoo intentando adivinar lo que ocurría.

Eclipsa había pasado la noche en el templo donde Star había hecho la fiesta. Estuvo ahí recordando su pasado junto a Globgor. Entonces una luz centelleante iluminó la entrada del templo. La mujer se asomó a ver qué ocurría. Al ver aquel destello se echó un poco hacia atrás.

- Qué está pasando? - se dijo con la mano en el pecho.

Aquel manto de luz había terminado de recubrir la barrera del reino. Entonces, Moon le dio un pequeño giro a la varita, el cual torció el rayo, haciéndolo girarse sobre sí mismo y provocando que el escudo mágico comenzase a expandirse. La barrera comenzaba a cubrir más terreno, el cual nunca antes había estado bajo los dominios del reino. Aquella expansión no se detuvo hasta doblar su tamaño varias veces e incluso cubrir el templo en el cual Star había organizado la fiesta.

Tras aquella demostración de inmenso poder mágico, el destello se extinguió en un solo momento. El agua volvió a fluir por la fuente y Moon recuperó la varita. Salió de la fuente con los pies y la parte baja de su vestido mojados. Tomó sus zapatos y luego le devolvió la varita a su hija, luego siguió caminando hacia el castillo mientras recuperaba a su forma normal.

- Mamá. - se apresuró a llamar a antes de que esta se fuera - Qué acabas de hacer?

Ella se giró hacia su hija mostrando una expresión de cansancio. Al parecer, aquel hechizo la había agotado bastante.

- Acabo de aumentar el rango y la fuerza de la barrera. Así ningún monstruo se acercará a estos territorios.

- Pero, porqué has hecho eso. Es acaso por lo de la fiesta, o es por lo que digo de los monstruos?

- Si no eres capaz de comprender porqué hice lo que hice, entonces tomé la decisión correcta al aumentar la protección de este sitio. - sentenció ella.

- La barrera no es un hechizo cualquiera, se necesita un catalizador para crearla y un emisor constante de magia para mantenerla, y ese emisor eres tú. Qué te supuso aumentar su poder y tamaño?

- Parece que aún recuerdas lo que te dije acerca de la barrera. - mencionó evidenciando que este último dato le había llamado la atención - He tenido que utilizar más magia para mejorarla, y claro, ahora la cantidad de magia que toma de mi para mantener la barrera es mayor, pero no me importa dar un poco más de magia si eso significa proteger a mi familia.

- Esto es excesivo mamá. Me estás encerrando en este reino.

- No hija, yo no te prohibiré ir y venir a este reino cuanto quieras, eres libre de moverte. Pero, mientras yo gobierne, ningún monstruo pondrá un solo pie en mis tierras.

Aquellas fueron sus últimas palabras antes de volver al castillo para cambiarse de ropa. Había dejado a su hija con la palabra en la boca. Ahora entendía de donde había sacado aquella actitud. Al saber que no podría dialogar con su madre en ese estado, volvió a mirar hacia arriba, donde estaba la nueva cúpula. Se veía enorme, y su color se había tornado celeste. No sabía cómo sentirse acerca de lo que su madre acababa de hacer. Comprendió al instante que ahora le sería imposible realizar una fiesta como la anterior. Pero, lo que realmente no sabía, era la forma en la que aquel cambio afectaría a todo el reino y los alrededores de la barrera.

Star miró por última vez aquella barrera antes de entrar al castillo y ver de qué manera reaccionarían todos ante la decisión de su madre.

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Esto ya va tomando forma. Necesito salsa en esta historia, y tengo tomates como para hacer un huerto, asi que esperen y verán.

Capitulo de esta semana, como siempre, espero que les haya gustado. Hasta otra, compañeros.

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