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Capítulo 72: La verdad tras el odio

Aquel era el día del juicio de Eclipsa. Marco se hallaba en la rueda que colgaba en el árbol de su patio y hacía de columpio. Sabía que era hoy cuando se juzgaría a la mujer. Y sería hoy cuando, después del juicio, hablaría con Hekapoo para arreglar las cosas. Se sentía algo inquieto al no saber en qué momento podría acabar el juicio. Su amiga le había dicho que al parecer ella también estaría presente durante este. Por lo que se le ocurrió enviarle un mensaje a través de su espejo de bolsillo para ver cómo iba. Para su infortunio, Star no respondió al momento, ni tan siquiera a los cinco minutos de haber sido enviado el mensaje. Atribuyó aquella falta de activismo de parte de la chica al juicio en proceso en el que debía estar presente. Tenía que matar el tiempo hasta que le dijese algo y así poder actuar acorde a la situación. Comenzó a dar vueltas por el patio intentando perderse en sus pensamientos. Practicó un poco de artes marciales, jugó con los cachorros y le dio un baño a Nachos. Pero no obtenía respuesta alguna. Soltó un pequeño bostezo mientras estaba recostado en el vientre de su compañero y los perritos se desperdigaban por varias de las partes del cuerpo de la criatura. Hasta que la vibración proveniente de su bolsillo lo hizo saltar de sopetón del cuerpo de su amigo, sobresaltando a este y a los perritos. Rebuscó en su bolsillo el espejito que calmaría su ansiedad por saber la respuesta a su pregunta. Por fortuna para él, era su amiga la que había provocado la vibración del espejo. En un movimiento precipitado por abrirlo casi lo deja caer. Respiró hondo e intentó calmarse. Abrió lentamente el espejo y leyó el mensaje que su amiga le había dejado. Este decía que el juicio ya había terminado, y que Eclipsa era inocente, oficialmente era libre. Pero también le dijo algo que le interesaría de seguro, y era que su mujer había estallado en cólera cuando Eclipsa fue declarada inocente, y que, además, terminó llorando y yéndose de allí de forma apresurada.

En cuanto terminó de leer aquellas palabras, sacó las tijeras dimensionales que siempre llevaba encima y se fue directo a casa. Apareció en el living donde había dos clones sentadas en el sofá, estas parecían estar centradas en oír algo. Pero al ver al chico frente a ellas toda su atención se dirigió hacia este.

- Qué haces aquí? - preguntó la de la derecha levantándose del sofá.

- Vine por Hekapoo. - respondió decidido.

- Ella no se encuentra bien ahora. - dijo la clon de la izquierda, también levantándose

- Es por eso que he venido. - reafirmó.

Ambos clones se miraron entre sí. Eran conscientes de que ella y Marco aún no habían hecho las pases por la anterior discusión que tuvieron. Pero en el fondo sabían que necesitaban al chico, todas lo extrañaban.

- Está en su habitación. - respondió la de la izquierda, a lo que el chico simplemente asintió y se fue hacia allí, pero antes lo tomó del brazo - Trátala bien, está sensible.

Volvió a asentir como respuesta y subió directo a la habitación. Por debajo de la puerta no veía la luz que debería emitir la llama de la cabeza de su mujer, pero si oía que ella se encontraba allí. Golpeó la puerta dos veces sin obtener respuesta alguna. Decidió entrar sin más. Abrió la puerta muy despacio y asomó su rostro por el umbral de esta, la poca luz que se filtraba iluminaba a la mujer en la oscuridad.

- Hekapoo? - preguntó para saber si era ella y si se encontraba bien.

- Marco? - preguntó extrañada al ver al muchacho.

Tal y como Star se lo había dicho, el rostro de Hekapoo mostraba signos de haber llorado, su expresión era lastimera y melancólica. Nunca antes la había visto así.

- Qué haces aquí? - quiso saber ella, su voz sonaba quebrada, le temblaba al hablar.

- Vine porque no te encontrabas bien. Por el amor de dios, qué te pasó? - se acercaba hacia ella.

- No, no te acerques. Déjame, estoy bien, solo necesito estar sola. - se volteó para que no le viera más la cara - Solo déjame.

Estaba bastante claro que no estaba bien. Estaba temblando de ansiedad, era muy triste para el chico verla así. No quería dejar las cosas de esa forma.

Hekapoo permanecía a la espera de oír al chico irse por la puerta. No se sentía nada bien, y no quería ser vista en ese estado, y mucho menos por Marco. Las cosas no se habían hablado aún, lo último que quería era que el la viese tan frágil. Más su petición no se haría realidad, porque notó como el chico la rodeaba con sus brazos y la apretaba de forma gentil para sí.

- Dije que me dejaras sola. - pudo pronunciar a duras penas.

- No lo haré. No quiero dejarte sola.

- Porqué me haces esto? Porqué vienes ahora?

- Porque si no estoy ahora contigo, justo cuando más lo necesitas, entonces cuando?

Sabía que intentar hacer que el chico se valla sería inútil. Ella era terca, más que Marco, pero cuando se trataba de ayudar a alguien, él lo era aún más. Sintió que ya no podía más, no tenía la voluntad para intentar alejar al muchacho, solo pudo girarse hacia él, devolverle el abrazo y enterrar su rostro en el hombro, rompiendo en llanto de forma lenta. Tenía vergüenza, vergüenza por ser vista así por la persona que más quería. No se sentía enfadada con él, hacía días que ya se le había pasado el enfado. Pero había sido muy orgullosa para ser ella quien diese el primer paso, y, aun así, quiso hacerlo hoy mismo, pero ahora era él quien venía a ella para ofrecerle su apoyo cuando más lo necesitaba. Notó como le acariciaba la cabeza y la espalda, su tacto era gentil y cálido. Sentía como con cada lágrima derramada en el hombro del chico su sufrimiento disminuía. Agradeció de corazón que hubiese venido por ella, y agradeció de corazón que no hubiese hecho caso a sus palabras y se quedase por ella. Así, poco a poco, gracias a la ayuda de Marco, Hekapoo pudo calmar su corazón.

Las lágrimas y los lamentos cesaron tras varios minutos. Marco esperó un rato para ver qué Hekapoo se hubiese desahogado del todo, la tomó de sus hombros y la apartó un poco para verle la cara. Sus ojos estaban rojos, al igual que sus mejillas, sus párpados se notaban temblorosos y podía notar el esfuerzo que hacía por respirar, pese a ello, creyó conveniente preguntar.

- Cómo te encuentras? - pronunció en voz baja, casi susurrando.

- Mejor. - respondió sin más. Apartó un momento la mirada - Gracias. - soltó ella.

Marco le dio una sonrisa suave y le pasó la mano por el rostro.

- Para eso estoy aquí. - respondió - Ven. - comenzó este, ayudando a la chica a levantarse de la cama - Vamos a darte una ducha.

Mientras ella se levantaba para seguir al muchacho, chasqueó sus dedos haciendo desaparecer a todos los clones de la casa. Se fueron al baño dónde Marco le ayudó a quitarse la ropa y a preparar la bañera para relajarse un poco. Aun viendo el cuerpo de Hekapoo, el cual desde siempre le había resultado atractivo, el muchacho no sintió deseo alguno, solo quería aliviar el dolor de su espíritu. Le ayudó con su cabello, dándole un masaje en la cabeza y así disipar un poco sus pensamientos. Le pasó la esponja por su espalda y brazos procurando limpiarla bien. Del resto de su cuerpo ya se ocupó ella. Por último, vertió un cubo con agua sobre ella para acabar de quitarle todo el jabón. Hasta que al final acabaron.

La finalidad de la ducha no era la de limpiar, sino la de intentar calmar la mente y el corazón de su mujer gracias a que un baño tenía la particularidad de ayudar a relajar el cuerpo. Esto le recordó al muchacho a la historia que le contó su padre cuando ayudó a su madre a calmarse dándole una ducha.

- Voy a preparar algo de chocolate caliente. Puedes secarte y vestirte mientras te preparo el tuyo. - dijo este, acercándole una toalla - Te espero abajo. - salió por la puerta del baño y dejo sola a la mujer para que se vistiera.

Cuando la chica bajó, se encontró a Marco sentado en la mesa esperando por ella, este tenía una taza de chocolate entre sus manos y otra a su derecha. Se sentó a su lado y dio un sorbo a su chocolate. El líquido dulce bailó en su lengua y le provocó cierto regusto en su estómago. Hizo que diese un pequeño temblor por la dulzura del mismo, provocándole una sonrisa involuntaria. Miró al chico el cual la estaba observando con una sonrisa.

- Tienes un poco de chocolate en los labios. - le dijo este.

Ella se rio y le dio un pequeño empujoncito. Este también se rio un poco hasta que las risas de ambos disminuyeron hasta apagarse y dejar solo una sonrisa. Ambos bajaron las miradas y las centraron en sus tazas. Se miraban de reojo, casi disimuladamente, solo para atraparse mirándose el uno al otro. Y provocando que se riesen otra vez.

- Siempre has sabido animarme y hacerme reír. - comenzó ella - No sé cómo agradecerte todo esto.

- Ya sabes que no tienes que agradecerme nada. - le recordaba este - Aunque me gustaría saber qué fue lo que te pasó.

Hekapoo suspiró de forma prolongada y luego le dio un sorbo a su chocolate.

- Es por el juicio de Eclipsa. Se dictaminó de forma justa que ella ya había pagado por sus crímenes al ser cristalizada una vez y ser liberada gracias al contrato que había hecho con Moon, y, por lo tanto, quedó absuelta de toda acusación actual. No merece ser libre, no debería ser libre. No después de haber causado tanto daño.

- Por lo que se de ella, se le teme y odia a partes iguales por ser la reina oscura y traicionar a su reino dejando solo a su rey y contrayendo matrimonio con un monstruo. Pero tú pareces tenerle solamente odio, y bastante, a decir verdad. - mencionaba el chico - Acaso ocurrió algo entre ustedes en el pasado, algo que te hubiese hecho por lo cual le guardaras tanto rencor?

Cómo siempre, el chico resultaba ser muy perspicaz, y se había dado cuenta de que Hekapoo tenía algo contra Eclipsa, algo personal. Aunque tampoco era muy difícil darse cuenta de ello viendo su comportamiento cuando se trataba de Eclipsa.

- A decir verdad, sí, hay algo por lo cual yo le guardo un gran resentimiento. Aunque es una historia bastante larga.

- Bueno, el chocolate puede volver a calentarse en cualquier momento y, a decir verdad, no creo que tengamos que irnos a ningún lado.

Sonrió un momento y miró el interior de su taza. Soltó un pequeño suspiro y luego dio un sorbo a su chocolate.

- Diría que el inicio de esta historia se sitúa poco antes de que Eclipsa diera a luz a su hija concebida por el rey Shastacan, o tal vez antes que eso incluso, pero al menos lo importante para mí comienza desde ese punto.

Hace más de trescientos años en Mewni se situaba una mujer de cabellos rojizos que se paseaba por los pasillos del castillo en dirección al jardín. Estaba buscando a la reina, pues esta se encontraba en una situación delicada. Rodeó el castillo, pero no vio nada. Decidió probar suerte en la torre a parte que había tras el castillo. Si mirabas esta torre desde el castillo, probablemente pasarías por alto un pequeño jardín que se oculta tras ella. Un jardín en el que, de forma irónica, se hallaba la reina. Estaba sentada en un banco acariciando su enorme barriga de ocho meses.

- Reina Eclipsa. - la llamo Hekapoo, provocando que esta se girase a verla - No debería estar aquí sola, si algo le ocurre no podremos ayudarle al instante.

- Oh, Hekapoo. - comenzó ella soltando una pequeña risita - Solo quería tener un poco de calma. Todo el mundo está nervioso por la nueva princesa, se les ve muy emocionados, incluso más que yo.

- No es para menos, el nacimiento de una Butterfly es un acontecimiento importante en la historia de Mewni, todos los nacimientos lo han sido.

- Parece que tú también estás emocionada. - se fijó por el tono de la mujer al hablar sobre la hija a la que daría a luz - Ven, acércate.

- Qué quiere? - preguntó con duda.

Eclipsa no dijo nada, solo le indicó con su mano a Hekapoo que se acercase. A lo que está obedeció.

- Dame tu mano. - le pidió la reina.

Aún confundida, Hekapoo le dio su mano derecha a la reina. Esta la tomó con ambas manos y la posó sobre su barriga, notaba el calor que desprendía la mano de la forjadora, era agradable.

- Lo sientes? - preguntó la reina.

Hekapoo solo se mantenía fija mirando su mano, notaba como una manito muy pequeña empujaba desde el interior de la barriga de la reina y tocaba la suya.

- Creo que le gustas. - sonreía de forma cálida - Tu calor le resulta agradable.

La expresión de la pelirroja seguía igual, se le notaba absorta por el tacto de la niña.

- Hekapoo, sé que tendré a un montón de sirvientes conmigo para ayudarme con la bebé. Pero me gustaría que tú en especial me ayudases. - decía haciendo que Hekapoo la mirase - Tu calor es similar al de una madre. Si algún día yo me encuentro indispuesta para cargar a mi hija en brazos sé que tú podrás hacerlo sin problemas.

Hekapoo miraba a Eclipsa con rostro incrédulo, le resultaba curioso oír tales palabras como esas venir de una reina, pero ella ya había demostrado en más de una ocasión ser una reina peculiar.

- Sería para mí un honor, su alteza.

Complacida al oír su respuesta, Eclipsa tomó el rostro de Hekapoo y lo apoyo en su barriga.

- Se que serán buenas amigas.

De nuevo, la pelirroja volvió a sentir la mano de la pequeña, esta vez, en su mejilla.

Aquel fue el primer punto influyente que más tarde daría comienzo a la semilla del odio hacia Eclipsa.

Al cabo de varias semanas, la hija de Eclipsa nació. Le había pedido a Hekapoo que estuviera presente durante el parto. Su marido asistió solamente cuando la niña nació. Fue Hekapoo quien sostuvo la mano de Eclipsa mientras ella hacía lo posible por dar a luz. Cuando la pequeña finalmente nació, como de costumbre, se le dio al padre la oportunidad de cargarla en brazos. Este lo hizo, sostuvo a la niña en sus brazos por no más de cinco segundos, luego pidió que se la quiten y fue a lavarse las manos y a cambiarse el traje. Ambas mujeres se miraron entre ellas y luego al rey de forma inquisitiva. Ya se esperaban que no tuviese algún tipo de cariño hacia la pequeña, pero como siempre, lograba superarse a sí mismo.

Eclipsa le ofreció a Hekapoo cargar a la niña en brazos, pero ella se negó diciendo que consideraba que era mejor que fuese su madre quien la tuviese en brazos, al menos ahora que aún era una recién nacida. Aun así, no pudo evitar acercarle el dedo índice para acariciar su pequeña mano. Al sentir el contacto de la piel de la mujer, el bebé agarró el dedo con su mano y en su rostro expresó una sonrisa carente de dientes. La forjadora sintió una llama de calidez y ternura en su pecho al ver la relación de la pequeña, supo desde entonces que se encargaría rápido de esa niña. Esta recibiría el nombre de Festivia.

El tiempo fue pasando y Hekapoo fue ayudando a Eclipsa a cuidar de su hija, aprendió a criarla junto a su alteza. Y en más de una ocasión se quedó cuidando ella sola de Festivia, mientras que la madre se permitía tomar un paseo nocturno, algo que le gustaba mucho.

Una noche como cualquier otra en la que Eclipsa fue a dar un paseo, desapareció. Dejó su varita encima de la mesita que había en la habitación de Festivia, y debajo de esta una carta. En esta explicaba que no estaba viviendo la vida que ella deseaba, que no quería a la persona que tenía por esposo y que no se sentía a gusto compartiendo el resto de su vida con alguien a quien no amaba. Que su última voluntad antes de irse, era dejar detrás a una heredera al trono y cerciorarse de que esta tendría todos los cuidados que necesita y a alguien a quien querer, casi como si esta fuese su propia madre.

Claramente se refería a Hekapoo, quien había desarrollado cariño por la pequeña Festivia, y ella la confianza para dejarse cuidar por la forjadora. Al final, Hekapoo terminó convirtiéndose en la madre adoptiva de Festivia, estuvo más que dispuesta a criar a esa niña como si fuese su hija, pero tenían que tratar el caso de Eclipsa.

- Yo no quería vivir mi vida al lado de ese hombre que solo vivía para comer y dormir. No quería seguir siendo reina, pero tampoco quería dejar al reino sin una Butterfly, así que tuve a Festivia y le enseñé a Hekapoo a cuidarla para que tuviese una madre que la quisiera. - le explicaba Eclipsa a Star, quien había preguntado acerca del motivo de la actitud de Hekapoo hacia ella, y le había comenzado a contar la historia - Se que fue egoísta por mi parte dejar sola a una niña para vivir mi vida junto al monstruo al que amaba. Pero lo hice porque pensaba que a esa niña no le faltaría nada en su vida, y así no dejaría al reino sin heredera. Sin embargo, la realidad era otra.

Tiempo después se descubrió que Eclipsa practicaba magia negra en secreto y que esta había huido del castillo para contraer matrimonio con un troll, pero no uno cualquiera, sino Globgor, el rey de los trolls. Hubo grandes discusiones en el reino debido al tema, sobre la reina oscura, aquella que se casó con un monstruo. Se consideró como acto de alta traición, y se le dio caza a la mujer.

Fue Hekapoo una de las que más se esmeró por encontrar a esa mujer, envió cientos y cientos de clones para hallarla. Varias batallas fueron desatándose a raíz de todo aquello, pero, al final, Eclipsa fue atrapada. Se le hizo un juicio en el cual confesó los motivos de sus actos. De entre todos los presentes, Hekapoo fue quien más rencor le guardaba, durante su juicio le preguntó acerca de su hija, de si creyó que fue buena idea traer una vida a este mundo sabiendo que la iba a abandonar, si acaso no se sentía culpable por ello, si siquiera ella quería a su hija. Eclipsa explicó que solo lo había hecho para que el reino no se quedase sin heredera, y que sabía que en el castillo no le faltaría nada, ni siquiera una madre, porque Hekapoo ya se había vuelto casi una madre para la niña cuando ella se fue. La forjadora no lo entendió, no quiso entender que eso fuera motivo para tener una hija a la que fuese a abandonar y privarla del calor de una madre verdadera. Mas, el resto del reino comprendió aquello por parte de Eclipsa, de hecho, en ningún momento se tuvo en cuenta el abandono de su hija como crimen para su juicio, pues esto beneficiaba al reino. Se le condenó a ser cristalizada, así nunca más volvería a ensuciar el buen nombre de la familia Butterfly.

Cuando todo eso sucedió, Festivia solo tenía tres años. Todo el tiempo antes del juicio de Eclipsa, e incluso durante su caza, la forjadora original permaneció al lado de Festivia, criándola como a la hija que nunca tuvo. Ella vio como la pequeña poco a poco iba creciendo y conociendo la magia, y a la vez, su destino como futura reina. Festivia quiso a Hekapoo como una madre auténtica, al igual que está quiso a la pequeña Butterfly como si fuese su hija.

Siempre estuvieron ahí, la una para la otra, incluso cuando el rey Shastacan se le insinuó a Hekapoo, debido a que él era el padre de la niña, y veía a la forjadora como una posible pareja a raíz de su comportamiento materno con Festivia, pero la pequeña nunca quiso ver a Hekapoo junto a su padre, porque él no era un hombre que se preocupaba por su niña, por lo que nunca quiso relacionarse más de lo necesario con él. Aunque la propia Hekapoo ya había rechazado por su cuenta al rey. Pues nunca le pareció atractivo en ninguno de los aspectos además de que nunca lo consideró una buena persona y nunca se comportó como un padre para su hija. Solo seguía siendo rey gracias a ella y a la sangre suya que corría por las venas de la pequeña, en caso de no haber tenido una hija, se le habría quitado el título de rey y se habría buscado otro familiar que ocuparse el trono.

Vivir con un padre que nunca se preocupó por ella no le afectó en demasía, porque tenía a Hekapoo que siempre estaba ahí cuando lo necesitaba. Pero lo que más difícil le resultó a la forjadora, fue contarle la verdad acerca de su madre auténtica, quien fue, lo que hizo y por qué se fue. Festivia, ya era mayor cuando se le contó todo esto, dijo que esa mujer no era una madre para ella, que su única madre fue Hekapoo. Aun así, en varias ocasiones la forjadora siguió en secreto a Festivia cuando esta se iba a la sala donde estaban las personas cristalizadas para ver a su madre. No sabía por qué, pero de alguna forma, cuando Festivia miraba la imagen de su madre real cristalizada, una tristeza que no sabía identificar asomaba en su corazón, provocando que se arrodillase en el suelo y llorase en soledad. Festivia nunca le habló a Hekapoo de estas visitas. A pesar de que la forjadora ya lo sabía, nunca quiso preguntarle el motivo de su curiosidad hacia la imagen de su verdadera madre cristalizada. La niña se crio bien, tuvo una vida plena, se casó, tuvo hijos y murió. Y con ella, el pequeño momento de maternidad de Hekapoo, el cual quedó como un pequeño contratiempo en la historia. Nunca se volvió a hablar del tema, solo fue Festivia la única Butterfly que se relacionó tanto con la forjadora a nivel familiar. Desde entonces, Hekapoo nunca pudo perdonar a Eclipsa por lo que le hizo a su hija. A raíz de eso desarrolló un cariño especial hacia los niños pequeños y también un dolor interno debido al instinto materno que nunca podría saciar, pues ella nunca podría tener un hijo.

- Y esa es la historia. - terminó de contar ella - Saber que después de traer a este mundo a una niña que no sería criada por su madre y, incluso después de ser cristalizada, seguir provocándole sufrimiento, ver a Eclipsa ser exonerada de sus crímenes me sacó de mis casillas. Quería gritar, llorar, golpearla hasta que su cuerpo dejase de funcionar, pero la ley no funciona así. Eso es lo que me pasó hoy. - miraba su chocolate, el cual debería haberse enfriado pero que seguía caliente por el contacto con la piel de la chica.

Ciertamente era mucho que asimilar para el muchacho. Tan atento había estado de la historia que olvidó por completo que tenía una taza de chocolate caliente por terminar.

- Ahora entiendo el motivo de tu dolor al no poder ser madre. - mencionó el chico, provocando que la mujer lo mirase de forma inquisitiva - Oh, lo siento. - dijo apenado. Sabía que ella acababa de confesarle el que probablemente sería el mayor de sus secretos, por eso quería decirle las palabras adecuadas - Hekapoo - comenzó - sé que Eclipsa te ha hecho mucho daño, a ti y a Festivia. No te voy a pedir que la perdones.

- No lo haré. - se reafirmó al escucharlo.

- Pero - continuó - me gustaría que dejes atrás tu odio hacia ella. No es sano para ti.

- Y olvidar todo lo que ella hizo? Has oído acaso todo lo que te conté? Ella no debería seguir por aquí tan tranquila como si no hubiese hecho nada. - alzó el tono poniéndose de pie y apoyando las manos en la mesa.

- Lo sé. - le dijo este apoyándole una mano en el hombro y empujándola despacio para que se siente - Pero no crees que ya has pasado mucho tiempo guardándole rencor? No crees que mereces vivir sin tener que pensar en todo momento que deberías hacer algo para acabar con esa mujer? - Hekapoo se mostró pensativa al oír las palabras del joven - Por lo que me has contado, tanto tú como Festivia han podido vivir felices la una con la otra, y si, Eclipsa ha sido una espina para ambas, pero ella ya no les puede hacer nada. Festivia vivió su vida feliz gracias a ti. Y ahora tú tienes otra vida con la que seguir, una época distinta, un reino distinto, y una reina distinta. - le recordaba este - Además, tienes un esposo muy atractivo, el cual te quiere más que a nada en este mundo.

Al oír eso ella sonrió levemente y miró al chico a los ojos. Esos comentarios egocéntricos no le pegaban, pero la hacían reír. Volvió a mirar su taza otra vez, su sonrisa era un poco más pesada ahora.

- No lo sé Marco, llevo toda mi vida guardándole rencor a esta mujer, y tienes razón, tal vez sería mejor para mí abandonar este sentimiento, pero no es sencillo dejar atrás tanto odio. Nunca lo ha sido. - dijo agarrando la taza con ambas manos.

Sabía que las palabras del muchacho eran ciertas, que lo mejor era seguir con su vida y olvidarse de esa mujer. Pero era difícil para ella, el solo intentar pensar en Eclipsa le hacía rabiar, incluso le temblaba un poco la mano debido a su enojo. Mas el contacto con las manos del chico, las cuales se posaron encima de las de ella, le ayudó a calmar ese pequeño temblor.

- Se que no es fácil, dejar de odiar no es fácil. Pero no tienes por qué hacerlo sola, nunca tendrás que hacerlo sola. Yo estaré aquí para ayudarte a superar lo que sea necesario, me tome el tiempo que me tome. - dijo mirándola a los ojos.

Lo testarudo del chico le animaba. Siempre quería mostrarles a todos que podían contar con él, siempre queriendo ayudar a todo el mundo. Eso era lo que le encantaba de él.

- Tendrás que soportar mis quejas sobre ella. O sea que escucharás muchos berrinches.

- Acaso no lo hago ya? - preguntó queriendo molestarla un poco.

- Oye. - protestó con falso tono de ofensa y dándole un golpe en el hombro.

Ambos se rieron debido a la situación. Tanto él como ella extrañaban esos momentos mundanos. Debido al tiempo que no se vieron, sumado al periodo en el que ambos estuvieron ocupados con sus trabajos, habían pasado un tiempo considerable en el que no pudieron estar el uno para el otro. Hekapoo se levantó de su silla y se sentó en las piernas del muchacho, estando ahora más cerca de él le dio un abrazo agradecida por todo lo que estaba haciendo por ella. Cómo era de esperarse, este le correspondió el gesto.

- Gracias, Marco. - susurró ella.

- Para eso estoy. - pensó un momento a la par que abrazaba a la mujer - Heka, lamento haberte causado tantos problemas con los portales que Star dejó abiertos. Debería habértelo dicho.

- No tienes porqué disculparte, solo hacías tú trabajo como escudero y yo te grité. Estaba estresada por tanto trabajo y lo pagué contigo. Lo siento.

- Jeje, estas cosas pasan, es por eso que debemos mantenernos unidos. - hizo una pausa - Entonces, volvemos a estar bien? Podemos volver a dormir juntos?

La dama de cabellos carmesí se separó de él un momento y lo miró de tal forma que su cara mostraba una clara expresión de evidencia.

- Te mataría de no volver a la cama conmigo. Sabes lo mucho que me gusta dormir abrazada a ti.

- Sí, mi cuerpo aún lo recuerda. - por un momento, un destello de memoria vino a su mente - Oh, es verdad. Fui a casa de mis padres unos días. Mi mamá está embarazada, voy a ser hermano, y tú serás su cuñada. - decía alegre.

- Es en serio? - preguntó de forma retórica - Tus padres no pierden el tiempo por lo que veo.

- Si. Tal vez no podamos ser padres, pero podemos cuidar de mi hermanito, juntos.

A pesar de haber estado tanto tiempo juntos, de pasar por varias situaciones de felicidad y otras de pena, a pesar de todo eso, el seguía encontrando una forma de alegrarle la cara. No sabía cómo lo hacía, si era pura suerte o estaba todo planeado. Pero lo único que le importaba, era tenerlo de vuelta a su lado.

Mientras tanto, Eclipsa acababa de contarle su historia a Star.

- Y eso fue lo que ocurrió. Tal y como dije en el juicio, no me arrepiento de haber hecho lo que hice, yo obré pensando que lo que hacía era lo correcto, aún lo pienso. Pero entiendo que mucha gente pueda discrepar de mi punto de vista, así que no los culpo por considerarme una traidora. No sé lo que pensarás tú, pero creo que merecías saber la verdad después de todo lo que has hecho por mí.

Star le dio un abrazo a la mujer, agradecida porque esta fuese sincera con ella. Estuvo muy atenta a la historia en todo momento, además de no dejar pasar por alto ningún detalle. Le había resultado muy interesante, algo importante a tener en cuenta para conocer un poco mejor a Eclipsa y su forma de ser.

Se separó de la mujer tras ese abrazo.

- Yo no creo que hayas hecho mal, Eclipsa, solo has seguido a tu corazón intentando hacer lo correcto y tener contento a todo el mundo. - expresó ella - Aunque me parece terrible que te recriminasen estar enamorada de un monstruo. Que importa, si después de todo es el amor de tu vida.

- Lo sé, Star, pero este reino ha estado en guerra por años con los monstruos. Debido a ello, los mewmanos han desarrollado una enemistad inquebrantable hacia ellos. Es normal que el mundo caiga en pánico al ver a la reina fraternizando con el enemigo. He podido ver su mundo, como son y cómo se relacionan entre ellos. No son tan diferentes de nosotros, pero las costumbres de cientos de años son más fuertes que la voluntad de la gente.

- Eso no es verdad, si la gente quisiera, mewmanos y monstruos podrían vivir en armonía, solo necesitan un empujón. - expresó ella.

- Jaja. - soltó Eclipsa de forma suave y refinada - Eres decidida por lo que veo, Star. Admiro eso, es una cualidad realmente valiosa para una reina.

- Yo seré la primera reina que se deshaga de todos esos siglos de odio y reine un Mewni en el que mewmanos y monstruos puedan vivir juntos.

- Me encanta tu rebeldía. Que sepas que puedes contar conmigo para lo que quieras. - le hizo saber - Oh, sí. Y gracias por tu ayuda, de no haber sido por ti, ahora mismo podría estar encerrada en una prisión de cristal. Iré a regar las plantas, deben estar hambrientas. Nos vemos.

- Hasta luego.

La antigua reina oscura se fue hacia el jardín para regar las plantas, las cuales estarían hambrientas. Star, por su parte, se quedaría pensando un rato, pensando en algo que cambiaría el reino y su forma de pensar.

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El dolor siempre ha estado y estará presente en la vida de todo ser, pero antes o despues, el dolor se ve reemplazado con alegría, lo cual nos hace valorar los momentos de felicidad en nuestros corazones.

Hasta la semana que viene.

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