Capítulo 70: Consejo para un Díaz
Leyendo el periódico y disfrutando su té, Moon proseguía con su desayuno. Había pensado que con el caso referente a Eclipsa le resultaría difícil encontrar momentos de paz y calma, pero, para su sorpresa, aun había varias ocasiones en las cuales podría escabullirse del ajetreo y disfrutar del silencio.
Centró su atención en artículo destacado en la sección de relaciones públicas. Al parecer, un trovador y una bufona del reino estaban por contraer matrimonio. Cuando miró la foto con detenimiento, se percató de que ambos eran sirvientes en su castillo. Le resultó curioso que se enterase de cosas que perfectamente podrían estar pasando delante de sus narices por medio de un periódico informativo al alcance de cualquier ciudadano.
- Bueno. Supongo que cuando una se halla ocupada con sus asuntos oficiales es difícil enterarse de lo que ocurre en su entorno. – se dijo a sí misma dándole un sorbo a su té.
- Mamá! – gritó Star, entrando por la puerta de golpe.
En eso momento Moon soltó un suspiro pesaroso a sabiendas que hasta ahí había durado su tranquilidad.
- Dime, Star, qué ocurre? - preguntó ella manteniendo la compostura, cómo hacía de costumbre.
- Ruberiot y la bufona se van a casar. - dijo emocionada - Y nos han enviado invitaciones para ir.
- Oh, Star, eso es algo que ya tenía en mi conocimiento. - "desde hace unos instantes" pensó mientras le daba otro sorbo a su té - Ya puedo imaginar lo que me vas a decir, quieres que vayamos a la fiesta.
Sin la necesidad de responder con palabras, Star comenzó a asentir de manera enérgica. A lo que su madre solo suspiró y luego dio una sonrisa refinada.
- Sabes que con mis labores actuales no me encuentro con el tiempo suficiente para asistir a ese tipo de eventos. Pero tranquila, tu si puedes asistir si lo deseas, River y yo nos quedarem... - quiso decir, pero fue interrumpida.
Por la puerta contraria a la que Star había abierto, se oyó otro portazo, River había entrado de golpe en la estancia; se le veía emocionado.
- Boooda! - gritaba este con los brazos arriba.
- River, eres un rey, no tienes ocupaciones a tu cargo? – le recordaba su esposa.
- Acaso debo asistir al juicio que solo realiza la alta comisión mágica? - preguntó sereno.
- Bueno... - meditó un momento su respuesta, cierto era que solo los miembros de la alta comisión se encargaban de realizar el juicio, y que ni tan siquiera la presencia de su marido era necesaria para que este se llevará a cabo - No. - terminó por decir.
- Boooda! - continuó gritando este.
- Boooda! - se unió Star junto a su padre.
Por muy cómoda que fuese la cama en la que estaba reposando, los gritos de euforia que retumbaban por las paredes del castillo y llegaban a su habitación habían conseguido despertarlo. Su cabeza estaba hecha un lío, consiguió recordar lo que había hecho el día anterior, lo cual le provocó cierta satisfacción ahora que su amiga ya no tendría que volver a pasar por los problemas que tenía en la noche. Pero la espina que para él representaba el conflicto que había tenido con su mujer, aún lo perseguía en sus pensamientos.
Se levantó de la cama dispuesto a comenzar el día. Caminó por los pasillos guiado por los gritos que escuchaba del comedor. Sin la necesidad de entrar aún, ya había reconocido las voces de Star y el rey River. Un poco temeroso por abrir la puerta, se detuvo a medio giró de pomo, imaginándose lo que se hallaría una vez atravesara la entrada, pero, consideró que no tenía nada que perder.
De forma lenta abrió la puerta y todos los presentes callaron al verlo. La escena era digna de mención, River sostenía a Star en brazos como si esta fuese una barra de hacer pesas mientras gritaba "boda". Al verlo, la chica recordó lo que había planeado tan pronto se enteró de la boda. Al instante, se bajó de los brazos de su padre y corrió hacia el muchacho.
- Marco, estás despierto, es genial, nos han invitado a una boda. - decía ella mientras le mostraba las invitaciones y señalaba un párrafo en específico - Aquí dice que podemos invitar a quien queramos. Así que tú vendrás conmigo.
- Wow. - comenzó este levantando ambas manos insinuándole a la chica que fuese más despacio - Espera, que acabo de levantarme. Me estás diciendo de ir a una boda, así de repente?
La chica asintió con energía una y otra vez. Se le notaba emocionada, de hecho, se le notaba más emocionada de lo que lo estaba cuando se celebró la boda de Marco y Hekapoo. Atribuyó aquel comportamiento al hecho de que en ese momento Star aún debía seguir afectada por el rechazo del chico. Dejando de lado aquel pensamiento, decidió meditar la oferta.
- Lo pensaré. - respondió sin más.
Pero los planes del padre y su hija eran otros. Ignorando la respuesta del chico, lo tomaron de brazos y piernas y lo levantaron por encima de sus hombros mientras se lo llevaban por la puerta gritando "boda". Toda súplica fue ignorada y acallada. Moon observaba como se llevaban al chico como si fuesen a ofrecerlo como sacrificio a algún dios inmisericorde.
- Pobre muchacho. - expresó tras darle otro sorbo a su té.
Esa misma noche vistieron al chico con un traje para la ocasión. Este era gris y elegante, ya lo había usado en alguna ocasión. Por su parte, Star llevó un vestido turqués con sandalias elegantes pero cómodas. Y River, el solo se puso su atuendo típico de la realeza.
En aquella fiesta, Marco pensó que a lo mejor vería a su mujer presente. No estaba seguro, puesto que, si Moon no asistiría debido a su trabajo, Hekapoo probablemente tampoco lo haría. En el fondo sentía el pequeño deseo de volver a verla, pero otra parte, no estaba seguro de que se sintiese cómodo con ello, creyó que aún habría tensión en el ambiente, que él solo rose de su mirada le haría girar la cabeza y pretender que no la había visto, solo porque aún se sentía dolido e inseguro de que ella se hubiese calmado. De hecho, pensó que no la vería, puesto que no había un solo miembro de la alta comisión allí.
Una mano en su hombro lo hizo brincar de la sorpresa. Cuando se giró para ver de quién se trataba halló al joven demonio tras de sí.
- Hey, Marco. Te he dado un buen susto. - saludó este riéndose un poco por aquella sorpresa.
El chico recuperó la compostura antes de ofrecer respuesta a su amigo.
- Maldita sea Tom. - se acercó para darle un pequeño golpe en el hombro a modo de saludo - Estás hecho todo un demonio.
- Da gusto saber que tu mal sentido del humor sigue presente en ti.
- Ayuda a no pensar demasiado. - añadió.
- Cómo estás? - preguntó un poco más serio.
- Mejor, gracias por preguntar.
- No es nada. - apoyó su mano en el hombro del chico y luego le sonrió - Pero no hablemos de eso ahora. Estamos en una boda, hay que pasárselo bien. - dijo más animado rodeando con su brazo a este.
Se llevó al muchacho a varios lugares de la fiesta en donde pudiera distraerse. Primero, lo llevó a una zona en donde la novia en persona se encargaba de hacer reír a la gente. A pesar de ser esta su noche de bodas, no paraba de alegrar a la gente con sus dotes. Todo el mundo que se había situaba próximo a ella acababa derramando lágrimas de risa, incluso Marco, que reconocía el talento sin igual de la mujer, pero que a su vez le entornaba la mirada, pues la considerada una rival digna.
No tuvo mucho tiempo para seguir mirando de forma desafiante a la mujer, pues se había anunciado el comienzo de la ceremonia de unión.
Sin tiempo que perder, la mujer se fue a una habitación preparada para vestirla como era debido. Los invitados fueron guiados a sus correspondientes sitios, donde tomaron asiento y esperaron pacientes la entrada de los novios.
Ruberiot fue el primero en caminar por la alfombra roja directo al altar. Allí había un sacerdote al cual Marco jamás había visto antes, no parecían quedarle muchos más años de divina santidad. Una vez llegado al altar, Ruberiot realizó una ligera inclinación al sacerdote. El trovador portaba un traje elegante de color azul metalizado, era llamativo y además tenía lentejuelas en el cuello, mangas y corbata. Momentos después, caminó por la misma alfombra la que sería su mujer. Vestía con un enrome vestido de novia celeste y su sombrero de bufón, el cual solo dejaba ver su rostro y la coleta de su nuca. Llegó hasta el altar e igual que su futuro marido, saludó al sacerdote con una pequeña inclinación. El humano no prestó mucha atención al resto de la boda, solo se fijó en que la bufona tomó de forma apasionada a su hombre cuando se comprometieron y lo besó como nadie lo habría hecho jamás. En ese momento todos se levantaron de sus asientos y comenzaron a gritar y aplaudir en honor a la feliz pareja. Siendo Marco el único qué se quedó en su sitio.
Durante el banquete todo avanzó con normalidad. La comida estaba deliciosa, pero no era algo que el joven apreciase demasiado en ese momento. La bufona continuó con sus chistes mientas comían, lo que provocó que varios de los presentes por poco se atragantaran. Marco intentaba no reírse con una discreción digna de una hiena.
River por su parte estaba arrasando con la comida. Los novios aún no habían cortado el pastel, los invitados ni siquiera habían llegado al segundo plato de la cena, pero el rey había acabado con un tercio de esa torre azucarada. Aun tratándose del rey, tuvieron que echarlo, pero resultó no ser tal fácil como hubiesen querido.
- Nunca me atraparán con vida. - gritaba mientras huía de la fiesta con un montón de comida en brazos.
Ignorando por completo las acciones de su padre, Star se acercó al humano para sacarlo a bailar un rato.
- Me concede esta pieza, caballero? - preguntó emulando una voz elegante de forma exagerada y acercando su mano al muchacho.
Miró a la chica directamente a los ojos, veía en ella un aire de alegría y emoción. No pudo evitar inflar sus mejillas al contener la risa producida por la expresión tonta de la chica. Tomó la mano de ella y realizó una reverencia formal, como si este fuese la dama de la pareja de baile.
- Será todo un honor para usted, el que le conceda esta pieza, señorita. - respondió este emulando una voz igual de exagerada que la chica
Sabía que Star estaba haciendo lo posible para levantarle los ánimos, así que intentó realizar movimientos que parecieran, de alguna forma, una pieza de baile. Al principio, sus movimientos eran algo rígidos e incluso toscos. Nada que ver en comparación a como se movía cuando luchaba con su espada. Pero poco a poco dejó sus prejuicios de lado y comenzó a soltarse. La música era instrumental y animada, pero entonces Ruberiot saltó a la tarima en donde se hallaban los músicos y con sus manos les indicó realizar una balada en específico. Era una de "love sentence", una que Marco conocía muy bien, se giró con una sonrisa para buscar a Tom, pero este ya se hallaba detrás de él comenzando la primera estrofa de la canción con su mano simulando sostener un micrófono. Era la canción que cantaron juntos una vez: "to little, to late". Cuando la canción llegó a la parte que había cantado Marco en su momento, este tomó las manos de Tom como si sostuviese un micrófono y comenzó a cantar. Star los miraba sonriendo, aquella escena le pareció adorable.
Después de todo, Marco se había animado un poco. Mientras Tom se iba a buscar un pedazo de pastel, Star arrastró al chico hasta una cabina de fotos que había visto por casualidad. Se mostraba muy ilusionada por retratar el momento de aquella noche. Indiscreta, tomó cinco dólares del bolsillo del traje del chico y los introdujo en la ranura de la cabina.
- Oye! - protestó Marco sin mostrar mucho enfado.
- Tienes seiscientos cincuenta dólares extra al mes, no que creo que te importe gastar un poco para tener un buen recuerdo con tu mejor amiga. - giño el ojo.
- Sabes cómo chantajearme. - sonrió levantando una ceja. Star solo respondió devolviéndole la sonrisa - No abuses de tu poder.
- No prometo nada.
Presionó el botón y en la pantalla que había dentro de la cabina se mostró un contador que anunciaba cuando se dispararía la foto. Ambos posaron listos para ser retratados. Uno, dos, tres y cuatro disparos fueron lanzados. En cada uno de ellos los chicos cambiaron de pose. Cuando las fotos salieron por fuera de la máquina, la chica las tomó emocionada por verlas. Pero su rostro se desmoronó al comprobar que no habían salido como ella había querido. A pesar de que Marco se mostraba alegre, había algo en su rostro que no le daba la sensación de que estuviese bien.
- Qué tal salió? - preguntó el chico asomándose por la cabina.
- Hagamos otra, esta no salió muy bien. - dijo metiendo al chico de nuevo dentro de la máquina.
Volvieron a intentar hacer las fotos de nuevo. Probaron con poses distintas, poniendo caras ridículas y expresiones alocadas. Pero Star seguía notando que algo no estaba bien en esas fotos. Continuaron intentándolo por lo menos cinco veces más, hasta que Star comenzó a preocuparse.
- No entiendo, porqué no salen bien? - se preguntaba a sí misma.
Marco echó un vistazo a las fotos que se habían hecho.
- A mí me parece que están bien.
- Marco. - se giró para verlo con rostro severo - Se cuando unas fotos son las fotos ideales, y estas no lo son. - expuso ella.
- Parece que ustedes dos, jóvenes, necesitan ayuda para hallar la foto indicada. - pronunció una voz que venía de arriba de la cabina. Por la parte de arriba de la puerta se asomó un goblin regordete, de nariz puntiaguda y con mostacho entre rojo y purpura - Me llamo Ben y voy a ayudarles con su foto.
- Cómo lo vas a hacer? - inquirió, dudosa de que el goblin pudiese hacer algo por ellos.
- Simple. - anunció levantando su dedo índice. En ese momento un telón de hierro se bajó y cerró la entrada de la cabina, dejando a los chicos atrapados dentro de esta - Serán encerrados en esta cabina hasta que consigan hacer la foto indicada. Es una cabina mágica, así que, si no consiguen hacerse la foto adecuada, no podrán salir. - terminó de explicar riéndose.
La cabina comenzó a moverse y se sintió como si esta hubiese despegado del suelo. Por una pequeña ventana que había a su derecha pudieron ver cómo, efectivamente, estaban volando. Esa máquina se había convertido en una especie de cohete, el cual era conducido por Ben. Star se sentó al lado de Marco clavando los codos en sus rodillas y apoyando su mentón en las manos.
- Lo siento Marco, solo quería tener un recuerdo bonito de este día. Animarte un poco por todo lo que estás pasando. - expresó ella - Ahora estamos atrapados en esta cabina.
- No por mucho. - soltó sin más, levantándose de su sitio.
- Pero cómo vas...? - estuvo a punto de preguntar pero se quedó a media frase al ver que este sacaba sus tijeras dimensionales - Ah, claro.
Sin ningún tipo de consideración ante la treta del goblin, Marco abrió un portal y le extendió su mano a Star para salir de allí. Mientras tanto, Ben seguía riéndose por lo bajo pensando cuanto les tomaría a los chicos sacarse una foto besándose.
- Jeje, viejo Ben, eres todo un granuja. - se decía así mismo, sin saber que en la cabina no había nadie.
Los chicos, por su parte, aparecieron otra vez en la fiesta de la boda. Todo seguía igual. Tom se hallaba en la mesa de postres degustando del pastel de los novios, se le veía realmente apegado a ese trozo de pastel. Algo cansado, el humano decidió hablar con Star por un momento.
- Sabes porqué esas fotos no salían cómo esperabas? - preguntó de forma retórica para llamar la atención de la chica - Es porque aún me siento dolido por todo lo que ocurrió con respecto a Hekapoo. - confesó, dejando entre medias un silencio que hizo a Star meditar sus palabras por un momento - Realmente me has ayudado a animarme hoy, tú y Tom. Pero creo que necesito despejarme un poco para calmar mi mente. Volveré a la tierra con mis padres, al menos un par de días si me es posible, así estaré distraído de todo esto.
- Bueno, me hubiese gustado poder hacer más por ti, pero supongo que no puedo aportarte aquello que necesitas para estar mejor.
Él estaba en total desacuerdo con esas palabras, ella solo se sentía dolida por no ayudarle como se hubiese esperado. Se le acercó para abrazarla.
- Ya me has ayudado bastante, más de lo que crees. - le dijo este.
Al oír esas palabras, Star cerró los ojos por un momento y abrazó con fuerza a su amigo.
- Espero que puedas arreglar las cosas pronto. Me duele verte así.
- Ya verás como todo se soluciona. De una u otra forma. - se separó de ella - Quiero a Hekapoo, no pienso dejar que esto se quede así. - pronunció con una sonrisa, esperando calmar un poco la preocupación de la chica - Iré a despedirme de Tom. - apuntó hacia el muchacho que se hallaba en la mesa de postres.
- De acuerdo. Cuídate.
- Tú también.
La mezcla de frutas con el dulce y la textura de la masa hacían que aquel pastel supiese como trozos de algodón en sus mejillas. Aquella noche sintió que había dado con una de sus debilidades más grandes. Tal vez ya iba por la tercera rebanada, o la cuarta. Era algo que no sabía, pero que, a decir verdad, no le importaba. Una mano en su hombro lo devolvió al mundo real por un momento. Se giró para ver de quién se trataba. Era Marco.
- Quieres probar un poco de este pastel? - señalaba con su tenedor al trozo que tenía en su plato - Pero cuidado, una vez que empiezas tal vez ya no puedas parar. - avisó riéndose un poco.
- Tom, me voy ya. Me iré a la tierra unos días y volveré cuando esté mejor.
No le hizo falta más que ver la expresión en sus ojos para notar que hablaba enserio. Dejó su trozo de pastel a un lado para despedirse.
- Ya veo. - pronunció. Levantó su puño y lo apuntó al chico - Ya sabes dónde estamos si necesitas algo.
Se dibujó una sonrisa llena de seguridad en el rostro del demonio. Marco le devolvió esa sonrisa, alzó su puño y lo chocó con el del chico. Acto seguido dio media vuelta y abrió un portal directo a la tierra. Apareció delante de la puerta de su casa. Era de noche, tarde pero no lo suficiente como para que sus padres estuviesen durmiendo. Tocó el timbre a la espera de que alguien apareciera. Tras menos de un minuto de espera, la puerta de abrió, dejando ver la figura de su padre, quien ya tenía puesto su pijama.
- Marco. Qué haces por aquí, hijo? - preguntó dándole un abrazo por saludo, el chico correspondió el abrazo. Tanto él como su mujer ya sabían acerca del estado físico de su hijo, este se los había contado tiempo atrás para que no se alarmasen - Y qué haces así vestido? – pregunto refiriéndose al traje elegante que portaba el chico.
- Hola, papá. Es una larga historia. – hizo una pausa - Podría quedarme aquí un par de días? - preguntó casi de forma tímida.
- Claro, hijo. Dime, dónde está Hekapoo? - quiso saber, pero en cuanto mencionó su nombre vio vestigios de tristeza en el rostro del chico. Raphael suavizó su expresión e intentó imaginar que le ocurría - Una larga historia? - su hijo asintió. Raphael le ofreció una sonrisa y con su mano lo invitó a entrar - Pasa, debes estar cansado. Tú madre está en el salón, salúdala y luego ve a dormir si quieres, mañana ya me podrás contar lo que quieras.
- Gracias, papá.
Tal y como se lo había esperado, su padre no dudó en recibirlo con los brazos abiertos, es lo que cabría esperar de su familia. Entró con calma, esperando que pudiese dormir bien aquella noche.
- Marco. - exclamó su madre - cómo estás?
Después de saludar a su madre, Marco se había dirigido directo a su cuarto. Este no había cambiado en absoluto a como lo había dejado tras irse. Su guardarropa seguía igual, hasta su pijama seguía allí. Mientas se lo ponía, escuchó como un montón de pisadas pequeñas subían por la escalera. Los perritos subieron deprisa para acostarse junto a él. Se sintió acogido por ellos, siempre le gustó la compañía de los animales. Cuando dejó caer su cabeza en la almohada, los cachorritos se acurrucaron junto a él.
El dulce tarareo de su madre al cocinar fue lo primero que oyó el muchacho al abrir los ojos. Muy a su pesar, tuvo que despertar a los perritos para poder levantarse, ni siquiera se quitó el pijama para bajar a desayunar.
- Buen día, mijo. - dijo su madre al muchacho cuando lo oyó entrar a la cocina - Te he preparado tu desayuno favorito, hotcakes con miel.
Marco dirigió su mirada a la mesa, allí había un plato con un par de hotcakes y un bote de miel junto a este.
- Mamá, no hacía falta. Ya me habría preparado algo yo mismo. - su voz sonaba cansada debido a que se había levantado hace poco.
- Mijo, no me consideraría una buena madre si mi propio hijo viene de visita y no le preparo el desayuno. Ahora siéntate y come. - ordenó con tono hogareño.
- Gracias, mamá. – cedió aceptando una derrota temprana. No podía contradecir a su madre, nunca pudo.
Se sentó en la silla y se acercó a la mesa para disfrutar de su desayuno. Echó un poco de miel a los hotcakes, como solía hacer cuando vivía allí. Al dar su primer bocado, recordó el sabor de la comida hogareña que solo una madre es capaz de preparar. No pudo evitar soltar un pequeño sonido de placer al probar aquellos hotcakes.
- Te gustan? – le preguntó. Su hijo, sin darse tiempo siquiera a gesticular una sola silaba de tanto atiborrarse de comida, asintió mientras llenaba sus mejillas de hotcakes – Me alegro. Quieres algo de beber?
Intentando no atragantarse con el desayuno, Marco tragó lo que tenía en la boca y luego respiró un poco.
- Café estaría bien.
- Café será entonces. – cantaba alegremente mientras preparaba la tetera para hacer el café – A veces olvido que ya eres un adulto, sobre todo después de que volvieses a tener el cuerpo de un chico de quince.
Si, Marco recordaba el día que había venido de visita junto con Hekapoo para advertir a sus padres de su condición actual. Aquella vez su madre se abalanzó sobre él y comenzó a abrazarlo, la había sobrecogido el instinto materno.
Una vez terminó su desayuno, decidió dar una vuelta por el barrio. Llevó consigo a los perritos para que estos también salieran a pasear un momento. Pasó por delante de la entrada del parque de la ciudad, uno por el cual la gente solía llevar a sus perros. No tuvo que siquiera pensar si ir hacia allí, pues los cachorros ya estaban tirando de él hacia el interior. Tuvo que mover un poco las piernas para que estos no acabasen por arrastrarlo. Llegaron hasta el centro del lugar, allí les quitó los ganchos de sus collares y los dejó correr libres por el parque. Próximo a él había un banco sobre el cual estaba sentado una señora mayor que alimentaba a las palomas con migas de pan que llevaba en una bolsa. Tomó asiento guardando distancias con ella y se fijó en los cachorritos mientras corrían por allí. Estaban persiguiendo a un perro pekinés que había por el parque. La pequeña jauría conseguía hacer caer al perro y luego se abalanzaban sobre él y lo mordían sin dañarlo. Aquella escena hacía sonreír al chico.
- Marco? – preguntó una voz a su espalda.
Resultaba bastante familiar aquella voz. Se giró para ver de quien se trataba.
- Jackie. – pronunció al ver a la chica rubia de piel morena detrás suyo, quien llevaba puesto su casco y tenía un pie encima de su skate.
El chico había invitado a su amiga a sentarse junto a él en el banco y charlar un rato. Antes de nada, le explicó el motivo de su aspecto, el cual llamaría la atención de cualquiera que supiese su historia. Le contó que vino de visita un par de días porque le apetecía ver a su familia y de paso poder pasearse por el barrio. Comenzaron a platicar acerca de cómo les iba la vida. Le contó a la chica lo que le había ocurrido a Star, lo de su transformación y que ella ahora tenía novio, el cual se había convertido en un buen amigo suyo. Jackie le dijo que en el colegio todos extrañaban a Star, en especial aquella niña rara que tenía su casillero lleno de fotos de ella. También dijo que había encontrado un grupo de skaters con los cuales se juntaba y se divertía durante las tardes después de clases. El chico no pudo evitar fijarse en que llevaba consigo el skate que le había regalado. Le agradaba ver que lo usaba.
Pasaron unos segundos en los que ninguno dijo nada, solo miraban a los cachorros correr y a las palomas que estaban allí comiendo migas. La señora al lado de los chicos se levantó y se despidió de ambos, de forma cortés, ellos hicieron lo mismo.
- Cómo te va con tu chica, por cierto? Aquella cuyo nombre soy incapaz de recordar.
- Hekapoo.
- Si, eso. Gecapu. Qué tal te va con ella?
- Pues, últimamente no estamos pasando por la mejor de las situaciones. – contaba ignorando el hecho de que Jackie aun no supiese pronunciar el nombre de ella – Tuvimos una discusión y ahora ella está algo enfadada.
- Oh, lamento oír eso. Espero que no sea nada grave.
- No te preocupes. No es nada que no pueda solucionarse hablando. – dijo aparentando estar seguro de sí mismo – Solo tengo que hallar el momento para hablar con ella.
Volvió a mirar a los perritos, esta vez sin fijarse mucho en lo que hacían, solo pensó en cómo podría entablar una conversación con Hekapoo. Pasado mañana sería el juicio de Eclipsa, por lo que intentar hablar con ella antes de que eso ocurriese podría no salir bien.
- Sabes. – comenzó Jackie, sacando al chico de sus pensamientos – El día que viniste aquí y me dijiste que ya no éramos novios, sentí como si me hubiesen dado un golpe en el estómago. Fue todo tan... repentino, un día éramos una pareja normal, y al día siguiente llegas teniendo más de treinta años y diciéndome que te vas a casar con otra chica a quien conociste en otra dimensión y con quien estuviste durante años. Simplemente fue tan... wow.
- Lo sien... - quiso decir, pero ella no lo dejó.
- No, primero déjame acabar. Lo pasé bastante mal al principio. Nunca pensé que te olvidarías de mí, o que me dejarías por alguien más. Sentí rabia, celos y tristeza. Incluso llegué a tenerte odio. – explicaba. Se notaba pesar en sus palabras – Eso fue al principio, cuando solo pensé en mí y en cómo me sentía. Cuando comencé a estar mejor, me fije en el skate que me diste, y me recordó a ti. Recordé que tu no eras la clase de chico que abandona a los demás ni que le hace daño a la gente a propósito. Intenté ponerme en tu lugar, solo intentar imaginar por todo lo que pasaste estando en un lugar totalmente desconocido y solo. Y debo confesar, que no fui capaz, no tuve la suficiente capacidad para ponerme en tal situación. Solo pensé que, si hubiese alguien que pudiese estar conmigo durante todo ese tiempo, seguramente me habría aferrado a esa persona. Pensé que eso fue lo que tu hiciste, y me ayudó a comprender que esa mujer se habría convertido en alguien realmente importante para ti. Entonces lo entendí, yo no tenía nada que hacer contra esa mujer. Tu solo viniste para decirme la verdad, nunca quisiste hacerme daño, a nadie. Eso era lo que me gustaba de ti, que siempre cuidabas de los demás. Y, a decir verdad, yo creo que podrás arreglar las cosas con ella, eres el tipo de persona que siempre se preocupa por los demás. – acabó por decir mirándolo a los ojos.
Lo último que se hubiese esperado el muchacho, era encontrarse a Jackie y escuchar palabras como esas. Desde el día en el que se había despedido de ella, sabía que probablemente estaría enfadada con él, que a lo mejor lo odiaría. Interpretó su pequeño encuentro en el parque como algo cortés, un siempre sentimiento de curiosidad que ella quería satisfacer, incluso verla con el skate que él le había dado le resultaba peculiar, pero no se hubiese esperado comprensión por su parte. En ese momento pensó que Jackie había madurado como persona.
- Gracias. No sabes lo que significa para mi oír esas palabras. De verdad lamento haberte hecho daño, pero no fue mi intención hacerte sufrir, eso tenlo por seguro. – respondió sereno.
- No es nada. A decir verdad, me alegra volver a verte y saber que te encuentras bien. – pensó un momento luego de decir esa frase - Bueno, todo lo bien que puedas estar en tu situación actual.
- También me alegro de volver a verte, y descuida, como tú lo has dicho, voy a arreglar esto. – le sonrió, a lo que ella correspondió con el mismo gesto.
- Bueno. Supongo que debería volver a casa.
- Ya? – dijo haciendo una evidente exageración – Pero si los cachorritos querían jugar contigo.
El chico junto sus dedos y se los metió en la boca para hacer un silbido. Pronto todos los cachorritos que aún estaban sobre el perro pekinés vinieron corriendo y se abalanzaron sobre Jackie. Esta se comenzó a reír, producto de los lametones y el tacto de sus patitas pequeñas. Se quedó con ellos un rato más, al menos hasta medio día, antes de que el almuerzo estuviese listo y tuviese que irse a comer. Se despidieron con un abrazo, esperando volverse a ver algún día.
En casa ya estaba lista la comida. Sus padres lo llamaron para comer. Fue a dejar a los cachorritos en el patio, donde tenían su comida, y luego se sentó en la mesa con sus padres. Le resultaba extraño volver a hacer eso después de tanto tiempo viviendo con Hekapoo. Su madre había preparado enchiladas al horno, las cuales tenían un aspecto increíble. Durante la comida, hubo un pequeño momento en el que su madre pregunto el motivo de su visita. La pregunta le tomó de imprevisto, sabía que tendría que decírselo, y probablemente hoy, pero no durante el almuerzo. Dejó sus cubiertos al lado de su plato y comenzó a hablar. A medida que les explicaba su historia, el rostro de sus padres, el cual era de consternación al principio, pasó a ser una expresión serena. Ambos se miraron un momento entre ellos, sonriendo.
- Raphael, te encargas tu? – preguntó gentil, su mujer.
- Cariño, sería un honor para mí.
Un poco desconcertado, Marco acompañó a su padre al patio de atrás imaginando que este le daría alguna clase de charla, lo cual sería usual después de explicarle su problema. Se sentaron en el borde del pavimento y apoyaron sus pies en el césped. Los cachorros no pudieron resistirse a unírseles y estar junto a ellos recostándose en sus piernas.
- Marco, quiero contarte algo que nos ocurrió a mí y a tu madre cuando éramos un poco más jóvenes. Tu tan solo tenías semanas de haber nacido. A tu madre se le estaban terminando sus días libres por maternidad en el trabajo, y aun no sabíamos cómo mantendríamos nuestro ritmo de vida. No teníamos a nadie con quien dejarte y tu madre no quería dejarte en una guardería con tan poca edad. Estábamos inseguros de que, si ella dejase su trabajo, pudiésemos mantener la vida que teníamos hasta ahora. Hubo discusiones, desacuerdos e incluso tu madre acabó llorando debido al agobio. Recuerdo que yo estaba cansado de soportar esa situación, así que tomé el coche y me fui a algún bar en donde pudiese distraerme y no pensar en la vida. Pero que irónico es el mundo, que cuando estuve a punto de entrar en aquel bar, vi pasar a una pareja con su niña tomados de la mano, ellos la levantaban y la columpiaban mientras la pequeña se reía. Me hizo pensar en mi mujer y en ti. Esa noche regresé a casa un poco agitado, Angela estaba en el baño vomitando debido a la situación. Afortunadamente tu dormías. La ayudé a levantarse y a tomar una ducha, hice que durmiera un poco haciéndole saber que yo me encargaría de ti mientras dormía. Ya al día siguiente se hallaba mejor, tuvimos que hablar del tema, pues era algo que debíamos solucionar. Al final yo le dije que lo mejor para ti seria que ella se quedara en casa a cuidarte mientras yo trabajaba. Tuve que tomar un segundo empleo para poder mantenernos, fue una época muy dura, pero éramos felices. Tu madre y yo pasamos por ese bache y nos recuperamos. Al final tu creciste y tomaste independencia de ti mismo, para entonces yo ya había dejado el segundo trabajo y continúe con el que ya tenía, solo que entonces me comenzaron a pagar más. – terminó de explicar, tomando un poco de aire – Lo que intento decir, Marco, es que todos pasamos por momentos difíciles, momentos de rabia, dolor y tristeza. Pero siempre que haya voluntad todo puede arreglarse. Tal vez tu mujer esté pasando por un momento difícil ahora mismo, y que lo que pasó entre ustedes no es más que un cumulo de todo lo que está viviendo. Yo creo que si hablas con ella conseguirán arreglar sus problemas. Esto es solo una etapa difícil, nada más.
Aquella conclusión era una a la que Marco ya había llegado por su cuenta. Habiendo vivido años y años junto a su mujer y teniendo el recurso de la meditación para calmar su mente, no le fue difícil llegar a esa conclusión. Solo era que la situación en sí misma no le agradaba. Aun así, escuchar a su padre intentando darle apoyo emocional, le ayudó a no pensar tanto en la situación.
- Gracias, papá. Creo que escuchar tu historia me ayudó un poco. – confesó el chico.
- Podrás ser mucho mayor que yo ahora, pero siempre seguirás siendo mi hijo, y por eso estaré aquí siempre que me necesites. – dijo acercándose a su hijo y dándole un fuerte abrazo paternal. Cuando se separó, creyó ver una pequeña lagrima caer por el rostro de su hijo, pero no dijo nada – Ah, casi olvido decírtelo. – comenzó esta vez – Vas a tener un hermanito.
Al oír esa noticia, Marco abrió los ojos como platos.
- Qué? – soltó, anonadado.
- Así es Marco, tu madre y yo tendremos otro niño dentro de varios meses. Así que te convertirás en un hermano mayor. – comentó apoyando una mano en su hombro, viendo el rostro feliz del muchacho – Bueno, yo volveré a dentro para tomar un café con tu madre. – le aviso mientras se levantaba y si iba adentro.
Después de todo, el venir a la tierra le ayudó a relajarse un poco y a conservar la calma en la situación. Jackie lo apoyaba, sus padres también lo hacían y ahora le dieron la noticia de que sería hermano. Quiso poder agradecer a sus padres por ayudarle, aunque no supo cómo. Miró sus manos un momento y pensó que ya había dejado de ser su pequeño muchacho hace mucho tiempo. Se dio cuenta de que sus padres se mostraban mucho más paternales ahora que se veía así. Por lo que tomó una decisión.
- Oye, papá. – dijo Marco, provocando que su padre se girara – Te parece bien si esta tarde salimos los tres en familia y jugamos al beisbol?
El rostro de Raphael se iluminó con una sonrisa de alegría.
- Por supuesto, mijo.
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Buenas peña, aqui les dejo el capítulo de esta semana, me estretuve bastante con este. Espero que les guste.
Esta parte fue una de las que mas me divirtió:
Como siempre, hasta la semana que viene.
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