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Capítulo 52: Marco, el maestro de armas

Un portal se había abierto en lo alto de la montaña nevada, por este salieron Marco y Hekapoo. Soplaba un fuerte viento que arrastraba consigo nieve del suelo. Miraron hacia adelante admirando el paisaje que habían visto siglo atrás.

- Quieres ir desde el principio? - preguntó Hekapoo algo curiosa.

- Por supuesto. - dijo decidido.

El muchacho sacó sus tijeras y abrió un portal hacia la estructura formada por dos pilares de hielo y una columna, tan pronto los atravesaron, el muchacho se alejó un poco de Hekapoo y se situó en el medio del lugar donde, en su momento, los atacaron las anguilas de hielo. Juntó sus dedos y dio un fuerte silbido que resonó por toda la montaña hasta desaparecer como eco. Tras un breve momento de silencio en cuál solo el sonido del viento se podía oír, aparecieron sus enemigos, siseando y, arrastrándose por encima de la nieve como si hubiesen salido de su madriguera. Los ojos de todos se centraron en el tipo que estaba en el medio de todos ellos. Poco a poco comenzaron a acortar la distancia que había entre ellos.

- Querrás ayuda?

Marco tiro de un cinto de cuero que llevaba en su espalda, el cual mantenía el espadón sujeto a esta, dejándolo caer en su mano derecha y apoyando la punta en el suelo.

- No. - dijo simplemente - Pero te lo agradezco. - culminó, sonriéndole.

Las alimañas ya se encontraban lo suficientemente cerca de él como para precipitársele. Tres estaban a punto de atacarlo por la izquierda, en ese momento apretó el mango del espadón con su mano derecha y con un solo movimiento eliminó a las tres anguilas, estás estallaron en trozos diminutos de hielo. Más venían por su espalda. Dio un giro sobre sí mismo, llevándose el espadón con él y destrozando al pequeño grupo que se le había acercado. Era solo el principio, pues a sus lados y a su espalda venían más. El humano comenzó a moverse hacia ellos, levantando el enorme trozo de metal consigo y dejándolo caer. Inmediatamente salió disparado hacia otro grupo con la espada sujeta con ambas manos, los barrió en un movimiento. Así fueron acumulándose y desapareciendo todas las anguilas hasta que las restantes no vieron oportunidad de victoria. Deliberadamente se fueron de allí, dejando al tipo en paz.

Pasado el alboroto volvió a amarrar el espadón a su espalda. Tras dar una larga bocanada de aire, volvió junto a Hekapoo, quien lo estaba esperando pacientemente, había varios restos de anguilas a su alrededor.

- Veo que también te divertiste. - observó el muchacho al ver los restos de enemigos alrededor de ella.

- Simplemente vinieron a mí y una cosa llevó a la otra. - hizo una pausa mirando a los ojos del tipo - Seguimos?

- Por supuesto, pero iremos directos al templo, en la cueva solo habrá más anguilas, así que no será nada nuevo.

- Me parece bien.

En un santiamén, ambos se hallaban en el interior del templo tras cruzar el portal, se encontraban en la parte donde el camino se dividía en cuatro partes. Cómo fuese de esperar, tomaron aquel que descendía. Una vez en el fundo avanzaron con paso firme. Los esqueletos seguían allí. Avanzaron un poco más hasta llegar al ladrillo que activaba la trampa de dardos. Tras activarla, el sonido de los disparos cubrió todo el lugar como ya se lo esperaban. En esta ocasión Hekapoo se cubrió de una forma más creativa, creó un portal a su derecha con destino a su izquierda, de modo que los dardos que fueses hacia ella atravesarían el portal y seguirían directos a la otra pared. Marco por su parte prefirió esquivarlos, quería extremar sus reflejos. A la par que oía el sonido de los dardos dispararse los esquivaba, el zumbido que producían en el viento era su guía a la hora de esquivar. Rápidamente la trampa cesó. El último de los dardos había sido atrapado por el muchacho, lo tenía entre su dedo índice y pulgar.

- Eso fue muy hábil. - apuntó ella mientras los portales a sus lados se cerraban - Pero sabes que necesitas que los dardos te den para llamar a los esqueletos, no?

- Si, aún lo recuerdo.

Inmediatamente hincó el dado en su brazo y, pasados varios segundos, se lo quitó. El humo verde comenzó a surgir del pequeño agujero de su piel, este se disipó en el ambiente y los cadáveres del suelo comenzaron a cobrar vida. Mientras se alzaban, Marco soltó el agarre que mantenía su espadón a la espalda. Hekapoo se preguntó si echarle una mano al tipo, pero se imaginó cuál sería su respuesta y apoyó su hombro en una estalagmita, limitándose a observar.

El pequeño tumulto de no-muertos acabó de levantarse de su largo sueño, sin pausa, dieron paso firme hacia su enemigo. Sus huesos repiqueteaban al andar, dándoles un perfil amenazante. Marco no hizo gesto alguno ante aquella escena escabrosa, simplemente levantó aquel trozo de metal enorme y barrió de un solo golpe a todos los enemigos que tenía en frente, pero sin acabar ahí continuó girando su cuerpo acompañando la trayectoria de su hoja, llevándola hacia atrás y eliminando también a los que allí se encontraban. Los restos de huesos volvieron a hacer ademán de levantarse, y tras un momento lo hicieron, pero inmediatamente volvieron a ser desarmados por el enorme espadón del hombre. No le suponía siquiera un reto acabar con esos costales de huesos. Una y otra vez volvieron a levantarse, solo para acabar de nuevo en el suelo. Finalmente, todos esos huesos volvieron a unirse en un solo ente, cosa que Marco estaba esperando con ansias. Aquella temible criatura de cinco metros, cuatro brazos, una cola y un collar de calaveras, volvió a mostrase ante el humano. Cómo si fuese una representación de lo que había acontecido hace cien años, la criatura tomó un enorme trozo de estalagmita del suelo y lo sujetó como si de un garrote se tratase, lo levantó y luego lo dejó caer con todo su peso sobre el humano. Este dio un salto hacia atrás para evitar ser molido por el garrote. Con ambas manos, se aferró a su espada y la llevó hacia atrás para luego correr hacia el enorme esqueleto. De un salto llevó consigo la espada y la descargó sobre su enemigo. El esqueleto fue lo suficientemente rápido como para intentar cubrirse con la estalagmita, pero el metal atravesó la piedra con facilidad. El espadón se encontró con el cráneo de la criatura, destrozándolo y haciendo que saltase astillas y trozos de hueso. Había partido al esqueleto por la mitad.

- No duró mucho. - dijo Hekapoo, quien apareció a espaldas del muchacho - Quieres descansar o quieres ir directamente por el golem?

Marco miró un momento los restos del esqueleto destrozado, luego volvió a atarse el espadon a la espalda.

- Vamos por ese golem. - respondió emocionado.

Se encontraban en la habitación donde habían luchado contra el golem aquella vez. Las pequeñas piedras y rocas que cayeron del techo avisaron a estos de que el enemigo estaba a punto de apetecer frente a sus ojos. Los escombros se unieron, formando al golem de piedra, el cual rugió febrilmente al ver a los intrusos. Marco ya tenía su espadón listo y empuñado apuntando a su enemigo, miró de reojo a Hekapoo, quien estaba recostada en una pared y de brazos cruzados, esperando a ver el combate. Dirigió su vista al espadón y luego al golem, tras pensar durante un segundo, decidió hacer algo.

- Oye - mencionó para llamar la atención de Heka, la cual, al oírlo, se giró para verlo - Me echarías una mano?

- La necesitas?

El muchacho simplemente se encogió de hombros y sonrió, ella le devolvió la sonrisa. Sin pensarlo mucho aceptó la petición de este y se unió a él en batalla para derrotar al golem. Un fuerte rugido los alertó del primer ataque del enemigo. Dos manos enormes de piedra caían sobre sus cabezas como si fuesen una maza. Ambos esquivaron yendo en direcciones opuestas. Hekapoo rápidamente abrió un portal e introdujo su mano en este, sacó de él un enorme martillo. Marco fue corriendo hacia el golem para atacarlo, este se había repuesto ya y se preparaba para atacar al muchacho que se aproximaba de frente, volvió a juntar sus manos con intención de aplastarlo, pero antes de conseguir darle un golpe, el tipo se deslizó entre sus piernas, situándose a sus espaldas. El humano se repuso en el suelo rápidamente e impactó con un poderoso golpe en una de las piernas del golem, partiéndola. Este sintió el desequilibrio producto de la falta de una de sus extremidades, ese momento fue aprovechado por Hekapoo, quien arrastró su martillo con sigo y le dio un golpe en el brazo, destruyéndolo en pedazos. Sin intención de darle un respiro, Marco le cortó la otra pierna con su espadón, haciendo que el golem cayese de cara al suelo, teniendo nada más que un brazo para sostenerse. Para ponerle fin a la batalla, Hekapoo abrió un portal a sus pies, dejándose caer por este, apareció encima del golem con su martillo en manos, la cabeza de este impactó contra la del golem, habiéndola estallar en cientos de trozos de piedra.

- No lo hemos hecho mal. - dijo Marco desde el otro lado del golem, o lo que quedaba de él.

Ella lo miró con expresión satisfecha, no esperaba que le pudiese ayuda, sabía que él podría haber acabado con el golem totalmente solo, aun así, le pidió que le echase una mano para realizar el combate juntos.

- Eso ha sido un abuso y lo sabes.

- Puede. – admitió – Pero digamos que solo estaba reclamando mi derecho a tener una revancha.

- Tus enemigos están totalmente destrozados, creo que eso más bien fue una venganza.

- De acuerdo, fue una venganza. – tras mirarse el uno al otro durante unos instantes el chico rompió el silencio – Investigamos el resto de tesoros en el templo. – a lo que Hekapoo respondió encogiéndose de hombro.

Ya de noche volvieron a casa con un montón de objetos brillantes hechos de oro y repletos de piedras preciosas que brillaban ante cualquier mínimo destello de luz. Traían consigo collares, colgantes, sortijas, monedas, piedras preciosas y una corona que portaba marco en su cabeza. Los guardias, al verlos pasar, se quedaron extrañados, no se solía traer oro a ese sitio. Ignoraron el detalle y volvieron a su labor.

Dentro, ambos aventureros dejaron en el botín en la habitación, ya buscarían un sitio en el cuál guardarlo en otro momento. Marco fue directo a la ducha, esperando que Hekapoo lo acompañase, pero ella le había explicado que, en conmemoración por haber terminado el entrenamiento y por superar el templo, forjaría una armadura para él, una que sea suya y no una común como el resto, guardaría las mismas características que la que llevaba, pero le añadiría un estilo personal. Solo y cansado, el tipo fue a ducharse en paz. Después de eso se dirigió a la cama, dispuesto a dormir.

Mientras tanto, Hekapoo estaba ocupada con la nueva armadura del tipo. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzó a hacerla, el tiempo pasaba rápido para ella cuando forjaba. Ya había terminado con los brazales, las botas y los pantalones, solo le faltaba la pechera para acabar. Pero en la oscuridad, una sombra se deslizó hacia ella rodeándola por la cintura. Sintió el tacto de uno brazos fuertes a su derredor y un olor embriagador, era inconfundible.

- Que pasa?

- La cama se siente vacía sin ti. – le susurró Marco al oído de la forjadora.

Se le encogió el corazón al oír esas palabras, a sabiendas de lo que el humano quería. Le hubiese gustado poder ofrecerle un momento íntimo de placer, pero quería acabar la armadura.

- Lo siento Marco, pero me gustaría terminar la armadura. - dijo con suavidad intentando que el tipo comprendiera, pero los deseos carnales del hombre no aceptarían un no por respuesta.

- Sabes que no hay prisa por acabar la armadura, después de todo, tenemos todo el tiempo del mundo.

- Lo sé, pero... ahhh. - gimió ella tras notar el suave mordisco del tipo en su cuello. Este continuó mordisqueándole suavemente. - Marco, para, si continúas, yo... - quiso acabar la frase, pero a medida que el tipo continuaba con sus caricias, la voluntad de la forjadora mermaba. Notó en su espalda el sudor del muchacho, producto del calor que hacía dentro de la forja, esto le daba una pequeña sensación de suciedad que la excitaba. Él tenía un aroma muy masculino.

Al darse cuenta el tipo de que ella se estamos mostrando más dócil, decidió subir un poco más la temperatura. Las manos de este fueron llevadas de las caderas de la forjadora a inmiscuirse en la parte superior de su vertido, palpando sus pechos. Ella se giró con la mirada un poco perdida, producto de la excitación, y se fijó en su amado. Tenía la boca abierta, buscando respirar, y sus labios pedían a gritos que él le diese un profundo beso que la hiciese viajar lejos de allí. Cómo si este hubiese escuchado sus plegarias inaudibles, se acercó a sus labios para devorarlos como un lobo desesperado por alimentarse de la carne de su presa. Hekapoo soltó el martillo y la pieza de armadura que estaba sosteniendo, llevando su mano derecha por encima de la del tipo mientras esta palpaba su pecho, y con la izquierda lo tomó de la nuca, enterrándole los dedos en su cabello y tirando de él para no dejar que ese beso se rompiera. Sus lenguas se encontraron la una con la otra, revolcándose en una húmeda y cálida caricia.

- Ya no aguanto. – soltó el tipo tras romper ese beso.

Rápidamente se echó un poco hacia atrás y comenzó a bajar el cierre del vestido de Heka. Su corazón se aceleraba con cada centímetro que el cierre bajaba.

- Espera. – dijo ella antes de que continuara – Deja las piezas de armadura y el martillo en aquella mesa. – señaló a la mesa en donde dejaba todas las piezas de armadura.

- Por? – preguntó este, pero la sonrisa que se dibujó en la cara de Hekapoo le hizo deducir rápidamente que no era una respuesta que necesitase escuchar.

Mientras Marco despejaba el yunque sobre el que Hekapoo estaba trabajando, ella se terminó de quitar el vestido, y se sentó sobre la enorme bigornia. El muchacho se acercó a ella, despojándose de sus pantalones, el calor hacía que estos se sintieran realmente incomodos. Heka se echó hacia atrás, apoyando sus manos en el yunque, el tipo hizo lo mismo, rodeándola y yendo directo a sus labios. Mientras se besaban apasionadamente, las manos del muchacho desabrochaban el sujetador de la forjadora, dejando sus pechos al descubierto. Lentamente el tipo fue descendiendo por su cuello hasta llegar a sus pezones. Comenzó a chuparlos y a pellizcarlos, haciendo que ella se estremeciera por la excitación. Con su otra mano bajo por sus caderas hasta toparse con su sexo. Inmediatamente comenzó a acariciarlo, lo cual hizo que Hekapoo soltase un gemido apagado. Su cuerpo se estremecía ante el tacto de sus manos firmes y fuertes, cada poro de su piel anhelaba ser tocado por ese hombre.

- Creo que es momento de hacerte estremecer de placer.

- Si, hazlo, vamos. – pedía ella casi como si fuese una súplica, estaba perdida por el placer, y el deseo no hacía más que buscar aquello que fuese capaz de saciar su sed de lujuria.

Marco descendió por el estómago de la mujer hasta llegar a sus muslos. Se deshizo de aquella pieza de tela que le impedía ver la parte más íntima de su amada. Tras quitársela, enterró su cara entre las piernas de ellas y comenzó a lamerle el clítoris. Ella no pudo evitar tomarlo de la cabeza y empujarlo hacia sí misma. Sentía como la humedad de la boca del chico invadía su interior, y deseaba más de esa intromisión. Los gemidos no tardaron en salir de los labios de la susodicha, colándose en los oídos del tipo, como si fuesen música para este. Embriagado por la pasión y los jugos de su amada, penetro en su vagina con sus dedos a la par que seguía lamiéndole el clítoris. El calor en el cuerpo de Hekapoo acabó por llevarla súbitamente al orgasmo, gritando de placer. Se dejó caer de espaldas en el yunque, queriendo respirar. Pero Marco tenía otros planes.

- Estas lista para el plato fuerte? – dijo este mientras dejaba su cuerpo totalmente al descubierto.

- Q-que? – quiso decir ella mientras respiraba entrecortadamente, pero enmudeció al ver la erección que tenía el muchacho. Aun no acababa de recuperarse del orgasmo, pero con solo verlo se sentía en deseos de tenerlo en su interior.

El tiró de sus piernas para acercarla más hacia el borde de la bigornia. La mirada traviesa de Hekapoo recorría cada parte del cuerpo del tipo, se mordía los labios a la espera de ser penetrada por su amado. Marco ya no fue capaz de soportar la excitación y tuvo que ceder al incesante deseo poseer a su amada. La piel de ambos entro en contacto y cada uno sintió como la entrepierna del otro se inmiscuía en la suya. Los dos soltaron un suspiro de placer. Ansioso por más, Marco se aferró a las caderas de Hekapoo a la par que la penetraba una y otra vez. Esclava de su cuerpo, rodeó al tipo con sus piernas, buscando más de su calor y lujuria. Se miraron el uno al otro. Podían percibir en esos ojos el anhelo que tenían el uno por el otro. Como si de dos imanes se tratasen, sus cuerpos se aproximaron más y más sin darse cuenta, acabando por desembocar en un beso cargado de pasión. Cuando ya casi se quedaron sin respiración, se separaron un poco en busca de aire.

- Heka, - decía este entrecortadamente - te importa si cambiamos de posición?

- N-no, has lo que quieras conmigo. - ya había sucumbido por completo al placer y a la voluntad del tipo, pero no le molestaba, pues sabía que él nunca le haría daño alguno, él era una de las pocas personas con quién podía sentirse vulnerable, y deseosa de ello.

Este le ayudó a girarse sobre el yunque, quedando de espaldas a él y con su trasero expuesto ante las perversidades que el muchacho deseaba realizar con ansias. Hekapoo tuvo que ponerse de puntillas porque sus pies no llegaban al suelo. Marco se deleitó con su trasero, sintió la necesidad de darle un azote, provocándole a ella un pequeño quejido placentero. Se giró para verlo con rostro de deseo, y este comprendió al instante lo que ella quería decir con esa expresión. Sin más dilación la penetró mientras se aferraba a sus caderas, esas tan seductoras y provocadoras. Una y otra vez comenzó a empujar con su entrepierna. El interior de la forjadora se sentía caliente, muy caliente, y esto le producía una sensación agradable de calor, a pesar de la temperatura del ambiente. Las blancas manos de Hekapoo se aferraron al yunque mientras gemía a cada embestida que recibía del tipo, este la tomó de sus brazos y comenzó a tirar de ella, buscando meterse más en lo profundo de su interior. Le costaba respirar, sentía como si en cualquier momento fuese a eyacular. Hekapoo apoyo su frente en el yunque y cerró los ojos, no aguantaría mucho más tampoco

- Ah, Marco, - decía mientras respiraba como si fuese a quedarse sin aire - no pares, ya casi llego.

- N-no, yo también estoy a punto... de... ah!!!

Los últimos gemidos de ambos fueron acompañados por la explosión de placer que sintieron al llegar al orgasmo. Sentían como si el corazón fuese a salir del es del pecho por lo rápido que iba. Su respiración aún se sentía pesada. Hekapoo se giró para poder respirar mejor. Marco la tomó en brazos con todo el cariño del mundo.

- Continuamos en la cama? - preguntó suavemente.

Esa voz seductora y varonil continuaba haciendo el que ella se perdiera en sus pensamientos más pecaminosos, el tiempo no había sido capaz de debilitar aquella sensación.

- Esto responde a tu pregunta? - se le acercó y lo tomó de la nuca para robar un cálido besos de esos hermosos labios carnosos - Te quiero. - Marco le sonrió profundamente al oírla decir eso.

- Y yo a tu H-poo.

Finalmente se fueron a la habitación, donde continuaron con sus placeres en la intimidad, hasta que se durmieron.

Por la mañana Marco abrió sus ojos lentamente, Hekapoo reposaba en su pecho con una sonrisa ligera y sincera. Se sintió afortunado te poder amar a tan bella mujer y de poder compartir todo de sí con ella. Quiso hacerla todo lo feliz que le fuera posible, y aquel día sería uno en el que disfrutarían de un merecido descanso después de esos cien años de entrenamiento.

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Saludos gente, como siempre, lamento la demora, necesito reoganizar esto de la historia, porque desde los examenes tengo eso un tanto disparejo. Intentare tener esot mejor organizado en cuanto me sea posible, hasta entonces subire capitulos cuando pueda, espero que lo sigan disfrutando.

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