Capítulo 37: Estudios a cambio de misiones
Una nueva mañana comenzaba para los estudiantes en la academia Ledge. El sonido del despertador matutino debería haber despertado a todos los estudiantes. Pero Marco se despertó antes por culpa otros motivos. Un fuerte sonido de explosión lo hizo despertarse al instante. Rápidamente miro a todos lados para ver si podía encontrar el origen de tal estruendo. En una esquina pudo ver a Flikin en su mesa de alquimia. Cómo vio que estaba despierto aprovechó para preguntar.
- Qué fue eso? - preguntó exaltado.
El pequeño goblin se giró hacia él. Este sostenía dos tubos en sus manos, de los cuales de uno de ellos salía un poco de humo. Aparte de los tubos, el goblin tenía su cara llena de suciedad producida por el humo. Llevaba consigo unas gafas de protección. Se las levantó un momento para ver mejor a su compañero, mostrando la marca que estás dejaron en su rostro al protegerlo de la explosión.
- Daños colaterales. - respondió este.
- Qué son daños colaterales, una explosión? - reiteró a pregunta.
- Si, cuando intento crear algo nuevo pero sus componentes resultan ser incompatibles. Cómo resultado casi siempre hay una explosión. - se explicó el goblin.
- Y si no hay una explosión?
- Eso significa que puede que haya creado algo que puede o no ser de utilidad.
La cara del joven evidenciaba la incredulidad que le producía escuchar las palabras de su compañero. No consideraba que el riesgo que él tomaba fuese bien recompensado. Y más aún cuando las probabilidades de ser recompensado fuesen escasas.
- Te sugiero que vayas a tomar una ducha. En veinte minutos sonará el despertador matutino y todo el mundo irá a ducharse. - sugirió el goblin - pensándolo bien, puede que yo también vaya. - añadió mirándose a sí mismo.
Ambos compañeros salieron de la habitación dispuestos a tomar una ducha. Durante su camino a los baños vieron a otros alumnos y alumnas que también estaban despiertos. Estos, al igual que el goblin, se despertaban con anticipo para avanzar en sus propias investigaciones.
Finalmente el despertador matutino sonó, anunciando el comienzo de una nueva jornada estudiantil. Cómo era de costumbre los alumnos iban a los baños a ducharse y prepararse para sus clases. La estructura que la academia Ledge tenía para formar a sus alumnos era similar, pero a la vez muy diferente, a la que en una academia mewmana se estaría acostumbrado. Había una amplia variedad de materias y ámbitos comunes en los cuales muchos alumnos coincidían. En estas materias y ámbitos los alumnos se reunían en el salón en el cual un profesor los instruía. En este ámbito la forma de enseñar guardaba gran parecido con la forma en la que lo hacían en la tierra y en mewny. Pero a diferencia de estos últimos, Marco se daría cuenta que en una clase de la academia Ledge no hay distracción alguna. Nadie hablaba con nadie mientras el profesor explicaba algo. No había interrupciones innecesarias. Nadie se dormía o se distraía haciendo cosas ajenas a la clase. Marco entendió que en la academia Ledge quiénes vienen en busca de aprendizaje, no pierden el tiempo con tonterías.
La clase en particular, era la de historia, en esta se hablaba de mewny, de sus sucesos más relevantes y también de los diversos reinados de la familia Butterfly.
Luego de las clases comunes había las particulares. En las cuales pocos alumnos se encontraban en clase o solo se encontraba uno. En estas clases se comenzaba a diversificar más el ámbito en el cual cada alumno quería desarrollar sus estudios. Marco en su caso tenía las clases de gramática. Para aprender el lenguaje de Hekapoo primero debía de poder entender que significaban esos signos. Hasta entonces no le enseñarían su lenguaje, pues este no entendería nada. A parte de esta clase también tenía una de historia específica sobre Hekapoo, quien era ella y cuál era su influencia en el reino y dentro de todo el mundo mágico. Más que intentar aprenderse todo eso, lo que la academia Ledge buscaba era que el entendiese todo ello. Comprender que significa ser mewmano y comprender que significa ser un miembro de la alta comisión mágica. Captar la esencia de lo que toda la historia y todo el legado que poseen conlleva.
Estas eran las clases principales que la academia brindo al joven, cualquier otro tipo de desarrollo habría de ser comentado a la dirección, y luego se hablaría de la disponibilidad de este. Por el momento su jornada de clases había terminado. El joven se sintió a gusto de haber vuelto a un entorno de aprendizaje y evaluación. Era una de las cosas que echaba de menos en la tierra. Tanto fue así, que este había tomado unas diez hojas de apuntes. Lo cual al profesor le pareció adecuado.
La hora del almuerzo había llegado, y todos los alumnos fueron a la cafetería para comer. El menú era el mismo para todos. El menú del día era pollo con arroz, trozos de zanahoria, un plátano y jugo de naranja. Le resultó raro volver a comer comida del colegio, más que nada porque está era más variada que la del templo.
- Oh, arroz, hacía tiempo que no nos veíamos. - dijo a sarcásticamente.
Junto a él se sentó su compañero Flikin. Quien vino con dos compañeros más. Un elfo y una goblin.
- Conque hablando solo eh. Si sigues por ese camino acabarás como yo, je je je. - exclamó el goblin al sentarse a su lado.
- No le habrás dado una de tus pociones mientras dormía, no? - dijo la goblin con voz chillona.
- Sabes que no hago eso Kirila. Ya no... porque me lo prohibieron. - mencionó entristecido.
- Cómo terminó el último conejillo de indias? - preguntó el elfo.
- Cinco brazos y cuatro ojos. - dijo enorgullecido.
Pareciera que muchos habían sido los experimentos que Flikin había realizado. Se le veía muy dedicado a sus experimentos e investigaciones. Pero el joven no sabía si atribuir eso a una pasión enorme por la alquimia o a una completa locura sin control. Fueran cuales fueran sus motivaciones, a este no se le pasaba por alto la cortesía. Con gusto presentó a sus compañeros a quien era el nuevo integrante en la habitación.
Kirila, una pequeña goblin de ojos cafés, nariz pequeña, boca ancha con dientes afilados, como solía ser dentro de los goblins y cabello marrón desbaratado. Su complexión física era similar a la de Flikin, con la excepción de que ella poseía pechos.
Andoras, un elfo de cabellos castaños y largos. Ojos verdes como la hierba y piel pálida. La complexión de este era delgada. De momento a Marco le parecía el más estable mentalmente. Tenía un aspecto más maduro y mayor que sus compañeros. Pero teniendo en cuenta su condición como elfo, eso podría ser algo incierto, ya que los elfos suelen vivir más de doscientos años.
Cómo era de costumbre estos preguntaron al joven los motivos por los cuales un humano se hallaba en la academia Ledge. Y como para el chico también ya era de costumbre, este les explico la historia de Hekapoo y su reto para que esté pudiese recuperar las tijeras. Todos ellos se asombraron. El primero en decir algo fue Andoras.
- Conque la forjadora. Te has marcado grandes objetivos. - señaló este.
- Eso podría decirse. Hasta ahora no me he desviado de mi camino, así que espero poder aprender su lenguaje cuanto antes.
- Te deseo suerte, no por el lenguaje, sino por el reto.
Marco agradeció las palabras de este, pero en su interior sabía que estaba capacitado para enfrentarse a su adversario.
Rato después de que acabase la hora del almuerzo, Marco fue llamado por la directora. Este se presentó en su oficina esperando escuchar los motivos de su llamada. Meadlay le dijo que ya tenían su primer trabajo listo por hacer. La mujer envío al chico a una zona de montañas en donde crecía una raíz necesaria para realizar unos componentes. Esta solo crecía bajo condiciones extremas, por lo cual se encontraba en la parte más alta de las montañas. Durante esa época la montaña permanecía nevada, así que se le proporciono al joven la ropa adecuada para llevar a cabo la misión. Cómo en este tipo de situaciones no sabían exactamente la ubicación de la raíz, dejaron al joven en la parte alta de la montaña por medio de unas tijeras dimensionales.
En la cima soplaba un fuerte el viento acompañado de una ventisca que colmaba toda la montaña, haciendo más difícil poder ver con claridad la zona. El joven comenzó a dar pasos para explorar la zona y hallar la raíz. Según Meadlay esta debía de encontrarse cerca de los límites de la montaña. Se acercó a ellos para ver si encontraba alguna. No consiguió ver nada, solo nieve. Pero gracias a sus enseñanzas recordó que hay que mirar bien, más allá de lo que los ojos son capaces de mostrarnos. Comenzó a remover en la nieve y se encontró con unos tallos creciendo. Era justo lo que el buscaba. Con una pequeña pala de jardinería excavó en la nieve y sacó el tallo de raíz. Tomó varios en caso de ser necesarios. Los guardó en una bolsa especial que luego metió en su mochila. Junto con la pala.
- Misión cumplida. Mejor vuelvo ya que tengo deberes que hacer.
Al girarse para volver de donde vino se encontró con una manada de lobos polares. Recordó en ese momento que la raíz que se le encomendó buscar era codiciada por ciertos tipos de aves y roedores. Los depredadores de la zona eran inteligentes, por lo que resguardaban la zona en espera de hallar una presa. Había unos ocho lobos rodeándolo. A su espalda, una enorme caída con pocas probabilidades de sobrevivir.
- Acaso esto puede ser más conveniente? - exclamó sarcástico.
Uno de los lobos aulló, creando eco en toda la montaña, y provocando una avalancha que se mostraba amenazante ante ellos.
- Genial. - dijo irónico.
Momentos después el joven se encontraba bajando por la montaña en una tabla de esquí. Los lobos corrían delante de él atados por varias cuerdas que sostenía el chico, llevándolo hacia abajo y tirando de él. La avalancha estaba cerca, así que el joven apuró un poco más a los sabuesos. Estos apretaron más el paso. Pronto llegaron hasta abajo evitando ser enterrados en la nieve. El chico desató a todos los lobos, estos se tiraron encima de él al instante, y comenzaron a lamerlo.
- Jaja. No, paren. - decía el joven entre cosquillas.
Este comenzó a acariciarlos a todos. Había traído consigo su katana, pero no pensó que está fuese necesaria en la situación en la que estaba. O al menos eso pensó el hasta que vio un venado. Se levantó un momento liberándose de los lobos. Tomó la empuñadura de su espada y con un rápido desplazamiento llegó hasta el venado sin que este pudiese reaccionar. En un visto y no visto el joven tenía su espada elevada en el aire, no tenía restos de sangre ni nada que apagase su brillo. Más la cabeza del venado cayó en la nieve, tiñéndola de rojo. Los lobos corrieron rápidos hasta donde el humano estaba y comenzaron a devorar al animal caído.
- Coman bien, se lo merecen. - añadió con una sonrisa.
Dejó a los lobos comer tranquilos y se alejó de ellos. Aquella manada le hizo recordar un poco a sus cachorritos, y que todo lo que estaba viviendo ahora había comenzado por no sacarlos a pasear por la lluvia. Suspiro hondo al recordar fragmentos de su vida en la tierra. Pero pronto se serenó y continuó con su misión. Tomó un radiotransmisor que llevaba en la mochila y llamó a la academia.
- Tengo el material. - dijo sin más.
Una vez avisado guardó el radiotransmisor en su sitio. Mediante la señal emitida por el radiotransmisor Meadlay podía triangular la posición de Marco. Un portal se abrió delante de él. Se dispuso a atravesarlo, más este dio un último vistazo a los lobos antes de partir.
Del otro lado del portal varios resquicios de nieve se introdujeron en la habitación. Maedlay estaba esperando junto a unos compañeros. Marco apareció con mochila en mano, la posó sobre la mesa y de esta sacó la bolsa con las raíces.
- Raíces gélidas, como usted me pidió.
- Muchas gracias Marco. Por favor, déjalas en la cámara hermética. - solicitó Meadlay.
En la mesa había una caja de cristal, la cual estaba bien sellada. El joven dejó la raíz dentro y cerró la caja tal y como estaba antes. Meadlay volvió a agradecer cortésmente al joven y le informó que ya no lo necesitaba por hoy. Deinel guío al joven a una habitación en donde dejar las herramientas y la vestimenta proporcionada por la academia. Luego el chico fue a su habitación y se volcó en sus estudios.
El comienzo del joven en la academia fue tomando buen rumbo. El resto de días avanzó de la misma forma. Marco comenzó a tomarle gusto a las misiones al poco tiempo, pues este no quería descuidar su entrenamiento a la par que estudiaba. Por lo cual las misiones eran de gran ayuda a la hora de mantener sus actividades físicas. Fue así como transcurrieron seis meses. La relación entre el relación entre el humano y el goblin comenzó con buen pie, y su avance no hizo más que mejorar. El joven ya se había acostumbrado a las explosiones matutinas y los experimentos con resultados cuestionables. Más le había tomado mucho cariño a su compañero.
El vecino de ellos no podía decir lo mismo que el humano, pero no era algo que a Marco le importase en demasía.
Los estudios del joven fueron progresando al igual que sus conocimientos. Tenía buenos resultados en sus exámenes. Pero este había de admitir que la jerga de la forjadora era más complicada de lo que esperaba. Aún tenía algún que otro problema para acabar de identificar los símbolos, por lo cual no había comenzado las enseñanzas del idioma en sí. Pero no se quejaba de ello, pues no tenía prisa. Por sus estudios se dio cuenta de que Hekapoo vivió durante muchos años. Esto se traducía en que ella viviría muchos más, o posiblemente por la eternidad. Desde entonces Marco se dio cuenta de que tendría toda una vida para prepararse para su contienda contra esta.
Sin embargo no fue el joven el único en progresar en sus estudios. En la academia Ledge había tanto profesores como científicos e investigadores. Todos ellos buscando desarrollarse más y más. El conocimiento era tenido como la herramienta más valiosa. Pero aquellos que buscan el conocimiento sin descanso suelen acabar perdidos en el camino. Cuando esto ocurre los individuos ponen el conocimiento por delante de todo, y se centran en progresar. No importa cuales sean los experimentos necesarios ni cuales sean los valores éticos que tengan que ignorar. El progreso es la excusa que utilizan algunos para justificar sus acciones. Hasta en la academia Ledge había individuos como estos. Lejos del control de la directora, ocultos en las sombras, ellos operaban sus planes. Pronto estos acabarían por mostrarse debidos a su magnitud.
Durante una misión de búsqueda Marco se encontraba en un río subido a una moto acuática. El joven era perseguido por un montón de primates usando máscaras tribales. Estos corrían por el borde del rio y portaban lanzas en sus espaldas. Estos comenzaron a lanzárselas.
- Ve más rápido maldito aparato. - decía este, quejándose de la moto.
Una lanza le rozó la cara. Tuvo que sacar su katana para defenderse. Las lanzas seguían lloviéndole sin parar, pero este se defendía con su espada, desviándolas todas y rompiéndolas. Más este tuvo que dirigir su atención al camino, pues estaba escuchando un sonido que no le resultaba reconfortante. Cuando se giró pudo verlo. Al final del río había una cascada. Este guardó su espada y tomó un poco de aire. Acto seguido aceleró la moto de agua, dejando atrás a los primates y acercándose más a la cascada. El ruido del agua golpeando las rocas era cada vez más fuerte. El chico ya estaba a punto de llegar al final. Justo antes de caer, este dio un salto muy fuerte, saliendo impulsado de donde podría haber sido una caída fatal. Tiro de un hilo que tenía en su mochila y un paracaídas pequeño salió de esta, haciendo que su caída fuese más ligera.
- Me encanta mi trabajo.
Cayó suavemente sobre unas rocas que había en medio del río bajo la cascada. Una vez confirmó que los monos no lo habían seguido llamó a Meadlay. Al cabo de unos momentos un portal de abrió delante de él, permitiéndole volver a la academia. Del otro lado estaba Meadlay y otros dos profesores más. El profesor Greelwidch, un monstruo mestizo y el solicitante del objeto a encontrar en la misión. Este tenía piel de escamas verdes, garras, una cola y tres cuernos. Y el profesor Gynnier, enano e ingeniero técnico de la academia, este era calvo, y no le gustaba serlo.
- Lo has conseguido? - preguntó Greelwidch entusiasmado.
Marco se quitó la mochila y de ella sacó un frasco en donde había una especie sustancia verde y viscosa. La dejó encima de la mesa y se la acercó al profesor.
- Aquí tiene, baba del pantano. Aún sigo sin entender porque esos monos se alteraron tanto cuando tome un poco de esa baba. - dijo el joven.
- Se considera un manjar entre los de su especie.
Fue escuchar esas palabras y al joven no le dieron ganas de seguir indagando en el tema. Más a Gynnier le faltaba charlar con este.
- Qué tal la moto, genial verdad? - preguntó el con aires de grandeza.
- La verdad es que si, fue increíble.
- Jaja, lo sé, lo sé. Puse gran empreño en ese bebé. Por cierto, dónde está?
Con solo verle la cara al enano sabía que no era buena idea confesarle que su moto acuática estaba totalmente destruida. Así que intentó evitar torpemente su pregunta.
- Pues... uy, miren la hora, debo hacer deberes. - dijo dirigiéndose a la salida.
- Pero Marco, y la moto?
- Lo siento, tengo prisa. - añadió saliendo ya del despacho.
- Y mi moto? - volvió a preguntar al aire una vez el chico se había ido.
- Déjalo Gynnier, sabías que la moto de agua podría no haber vuelto y aun así accediste a dejársela. - respondió Meadlay.
- Mi moto... - dijo cabizbajo y entristecido.
Greelwidch por su parte volvió al laboratorio junto con varios de sus compañeros. Depositó la baba del pantano junto a otras sustancias sobre una mesa de metal. Junto a sus compañeros se dedicaron a realizar ciertos experimentos sobre un cadáver de un lagarto. Estas criaturas tenían la capacidad de regenerar su piel a una velocidad extraordinaria. Pero una vez destruido el cerebro y separado este del cuerpo, el individuo moría. Los científicos estaban experimentando con este individuo para encontrar una manera de recrear la regeneración de su cuerpo, y como efecto secundario, traerlo a la vida. Gracias al uso de la baba del pantano podría llevar a cabo el experimento ese mismo día. La baba del pantano tenía propiedades curativas, si se empleaba de la forma adecuada. Esta guardaba grandes similitudes con las células madre, es por ellos que el uso de esta sustancia está prohibido en según qué sitio. Pero en Ledge, al ser una institución dedicada a la investigación y el desarrollo, además de la enseñanza, se les permitía hacer uso de estas sustancias siempre y cuando no pudiese en riego la seguridad de los usuarios del recinto.
Los científicos en cuestión eran Greelwidch, un esqueleto, un no-muerto y un arbóreo. Todos listos para comenzar los experimentos. Greelwidch fue el encargado de introducir las sustancias de forma correcta en el cuerpo del individuo, el cual estaba conectado a una serie de tubos y cables. El arbóreo controlaba los signos vitales y cualquier cambio en el sistema del individuo. El no-muerto estaba dando apoyo a Greelwidch, y el esqueleto se encargaría de las intervenciones con elementos técnicos.
El mestizo comenzó a introducir las diversas sustancias en el cuerpo del sujeto. Con el apoyo del no-muerto terminó de suministrar todas las sustancias necesarias y distribuirlas por las zonas necesarias. Entonces entró en acción la intervención del esqueleto. Sellando el cuerpo bajo una cubierta de cristal se prepararon para el siguiente paso. Mediante una máquina de descargas le darían estimulación eléctrica a las células, lo que provocaría una reacción con las sustancias y podría dar como resultado la reanimación del sujeto. El esqueleto accionó la palanca y los destellos de electricidad inundaron la cúpula en la que estaba sellado el sujeto. La electricidad recorrió todos los nervios de su cuerpo, provocándole algún que otro espasmo. El arbóreo estaba atentamente a cualquier signo de actividad en el corazón o en el sistema neuronal del sujeto. Fue entonces cuando vio una irregularidad.
- Alto - dijo el arbóreo.
Inmediatamente el esqueleto bajo la palanca, haciendo que los destellos cesasen. El arbóreo miro la pantalla esperando ver una segunda reacción a la anterior vista. Pequeños tics comenzaron a mostrarse en el electrocardiograma. Volvía a tener pulso. Rápidamente el esqueleto acompaño al mestizo y al no-muerto para v que el cuerpo. El arbóreo sería analizando los cambio reflejados en la pantalla. La carne del lagarto se estaba regenerando poco a poco. Trozos de carne que habían quedado al descubierto se estaban rellenando, carne y hueso volvía a cubrir un espacio en el que antes no había nada. El ritmo cardíaco estaba aumentando. También se pudieron percibir cambios en los signos neuronales. El cadáver comenzó a moverse. Los científicos no paraban de tomar nota de ello. La regeneración del individuo ya había acabado, dejando su cuerpo totalmente curado. Sus ojos comenzaban a abrirse, lo habían reanimado, lo habían conseguido. Los científicos se miraron entre ellos, cómplices y orgullosos de sus resultados. Pero habían cometido un fallo.
- El ritmo cardíaco está aumentando de forma alarmante. - anunció el arbóreo.
De pronto el lagarto abrió los ojos de golpe y comenzó a convulsionarse. Su cuerpo comenzó a sufrir severos cambios. Su masa corporal comenzó a aumentar de forma drástica. Miembros extra comenzaron a crecerle por los lados. La piel de su espalda y cola comenzó a hacernos más dura y puntiaguda, simulando unos pinchos. Dientes extra salieron por la parte externa de su mandíbula. Le surgieron dos ojos más a cada lado de la cabeza. Y por último, unos cuernos, dos en la cabeza y uno en la nariz. Su tamaño fue exuberante, llegando a medir cinco metros. Los científicos se encontraron en una situación inesperada. La bestia se giró y los miro a todos.
- Oh no - dijo Greelwidch temeroso de lo que ocurriría acontinuación.
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Buenas tardes gente. Volvemos la accion. Yo creo que alguien sabia que algo tenia que pasar, todo estaba muy tranquilo para ser verdad, pero bueno, aqui lo tiene, un monstruo lagarto, porque no?
Como siemrpe, espero que les haya gustado el capítulo de hoy. Hasta la semana que viene.
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