Capítulo 25: El entrenamiento de Mika
El descanso de los aprendices había terminado y el maestro Raand se pudo en posición para comenzar la lección. Todos se habían ubicado en su sitio y estaban preparados para comenzar. Un puñetazo derecho hacia delante dio inicio. Todos imitaron su acción y dieron un golpe hacia adelante junto con un "hua" liberando el aliento y el espíritu.
Mientras tanto la joven Mika volvía a guiar al chico a otra sala para ayudar a este a progresar en su recuperación. Este volvió a desviar la mirada hacia todas partes cuando ambos atravesaron el salón donde se hallaba la gran estatua. Era difícil no mostrar curiosidad por toda aquella inmensidad arquitectónica. Casi tropezó por no prestar atención a lo que hacía. Mika se giró hacia él y le llamo la atención, diciéndole que tenga cuidado, pues lo último que necesitaba el ahora mismo eran más heridas. Este se disculpó algo apenado. Sin darle más importancia a ese pequeño percance ambos continuaron hacia la que sería la habitación en donde la chica-búho instruiría al joven humano.
Ellos entraron en una habitación en donde había varios alumnos meditando, parecían estar sumidos en un estado de trance. Ella tomo dos cojines sobre los cuales apoyarse. Invito al chico a sentarse en él y le indico que hiciese el menor ruido posible. Ambos se sentaron y cruzaron de piernas, en este punto Mika pasó a explicarle al joven lo que tendría que hacer.
- A partir de aquí necesito que intentes ponerte en una posición cómoda.
El chico, como no estaba seguro de que posición tomar, observo al resto de personas, o monstruos, que había en la sala. La gran mayoría tenía una posición muy conocida en el mundo de la meditación, espalda recta, piernas cruzadas y muñecas apoyadas en las rodillas. Aun sin estar del todo seguro de ello imito la misma posición que hacia el resto. Mika paso por alto eso, pues tampoco le diría algo en contra de ello. Marco encontró la posición algo extraña, no incomoda pero si poco habituado a ella.
- Y ahora qué? – pregunto el curiosamente.
- Meditar.
La expresión del chico fue lo único que ella necesito para comprender que no depositaba mucha fe ante aquella afirmación.
- Funcionará, confía en mí.
Aunque le dijese eso, era cuestionable creer que con la meditación mágicamente sus heridas sanarían más rápido. Pero teniendo en cuenta la actitud de la joven, el chico decidió obedecer, otra vez, por la hospitalidad que estaban demostrando y también porque ella estaba haciendo eso porque él se lo había pedido.
Pasó un rato largo. Marco no sentía nada diferente. Quiso interrumpir un momento a Mika para preguntar si lo estaba haciendo bien, pero antes de que el pudiese siquiera abrir la boca ella cubrió sus labios con su ala sin abrir los ojos, dándole a entender al chico que no habían terminado con la sesión y que volviese con su meditación. Le resultaba un poco molesto al chico, puesto que no estaba seguro de cómo eso lo ayudaría y porque tampoco había notado nada en el tiempo que llevaban meditando, solo un poco de entumecimiento en las piernas. Un poco a regañadientes volvió con la meditación y decidió esperar a que Mika le dijese cuando hubiesen acabado. Más el tiempo pasaba y no escuchaba palabra alguna de la chica, se comenzaba a sentir un poco impaciente, quería recuperarse lo antes posible y sentía que allí solo perdía el tiempo. Llego un punto en el que ya no podía aguantarlo más, y decidió irse de la habitación sin interrumpir al resto. Cuando se levanto fue interrumpido por una rápida pregunta que no habría esperado escuchar.
- Dónde vas Marco? - preguntó Mika sin moverse de su posición ni abrir los ojos.
Este se sobresaltó un poco por la sorpresa de la pregunta. Se giró hacia ella un momento. Cómo lo había sabido? No había hecho ruido ni nada por el estilo, pensó él. No quería ser grosero con ella diciéndole que se estaba cansado y que quería irse de allí, así que se inventó una excusa rápida.
- Necesito ir al baño - mintió.
- Necesitas que te indique dónde se encuentra? - dijo serena ella.
- No, no, gracias, ya lo encontrare por mi cuenta.
Este se fue de la habitación sin perder más tiempo allí y volvió a encontrarse en ese enorme salón con estatua en el medio. Miro al rostro al ser inmortalizado en lo que parecía ser mármol y dio un largo suspiro. Quería recuperar sus cosas, y luego tendría que volver en su búsqueda de Heka. Sentía que se le acumulaba el estrés. Estaban pasando muchas cosas, todas ellas a la vez, y le resultaba complicado acomodar sus pensamientos entre tantas cosas. Tan sumido estaba en lo suyo que no se había dado cuenta que el anciano tortuga que vio en la habitación estaba detrás de él.
- Qué tal joven Marco? - pregunto este, sereno.
- Ah. H-hola señor... - dijo entre sorprendido y confundido por no saber cómo dirigirse al anciano.
- Wûseng.
- Wûseng, eso... hola - soltó un tanto nervioso.
- Te encuentras bien? - dijo respondiendo ante el notable nerviosismo que mostraba el chico.
- Si, si. Solo estaba buscando el baño - volvió a mentir.
Este se mostró dudoso ante la respuesta del joven. Marco no estaba seguro de si el habría creído o no en su pequeña mentira. Tampoco vio motivos por el cual Wûseng hubiese de dudar de su palabra. Más se notaba en el rostro del anciano que no percibía mucha credibilidad en las palabras de Marco.
- Tu mente es como el bosque del que fuiste rescatado. Llena de niebla y de misterios. Puedo percibir tormentas en ella. Dime qué es lo que tanto te perturba? - pregunto él.
Marco no tenía la confianza suficiente con el anciano para contarle todo lo que surcaba por su mente. Pero había algo extraño en él. Se le percibía como alguien sereno y humilde. Sentía como si el realmente le invitaste a compartir aquello que le acongoja prometiendo una mano desinteresada. Es como si pudiese notar en el... preocupación, preocupación auténtica. Le resultaba descabellado sentir una afinidad así con un extraño. Solo supo su nombre y ya sentía como si fuese más agradable de lo que lo fue Nerph en su momento. Dudaba si seguir ocultando sus problemas, a pesar de que el anciano demostrase notar la presencia de estos, o confiar en él y hablar. Recordó una de las lecciones que le dio Krun, seguir su instinto. Decidió hacer caso a esta, y siguió su instinto, el cual le dictaba que diese un voto de confianza en el anciano. Fue así como Marco contó a Wûseng todo lo que ocurrió, desde el momento en el que llegó a esta dimensión hasta la excusa de que estaba allí buscando el baño.
- Ya veo, puedo ver que te has perdido en tu búsqueda por recuperar aquello que es tan preciado para ti como para arriesgar tu propia persona para conseguirlo.
El chico no dijo nada a esto, solo asintió y miro directamente a la estatua.
- Te queda un largo viaje por delante chico. Si quieres, puedo ayudarte a reconducir tu rumbo y volver al camino al cual decidiste ir - dijo mientras pasaba sus dedos por su larga y blanca barba.
Marco lo miro de repente, como si no creyera las palabras que el señor le decía. Realmente le era curioso que este acogiese a un extraño. Aunque si el chico rememoraba un poco, no era del todo extraño que le ofreciesen una mano. El viejo Wûseng sonreía, mientras le extendía la mano al chico. Este le devolvió la sonrisa y estrecho la mano el anciano en señal de aceptación a su propuesta.
- Muy bien Marco, lo primero que habrás de aprender, es a meditar correctamente.
- Como lo...?
- Pequeño secreto de maestro. Ahora, cuando medites es importante que despejes tu mente de todo pensamiento. Y si piensas en que te estas aburriendo no libraras tu mente de todo pensamiento.
Este se apeno un poco cuando se dio cuenta de que había sido descubierto por completo por el maestro. Marco pregunto al señor si había realmente una utilidad detrás de la meditación. El maestro le respondió que la meditación ayudaba a la mente a despejarse y al cuerpo a sentirse libre y por lo tanto regenerarse con mayor eficacia. Por el lado lógico, si el meditaba no hacia un esfuerzo físico, por lo cual su cuerpo no perdía energías en ejercicio y se centraba enteramente a la recuperación. Mas la meditación no era algo que pudiese hacerse de un día para otro, era algo que requería constancia. Ese era el principal secreto detrás de la meditación. Este acompaño al joven de regreso a la sala de meditación. Mika seguía en la misma posición en la que Marco la había dejado al marcharse. El chico volvió a sentarse y a ponerse en posición. Antes de volver a centrarse en la meditación quiso agradecer al maestro Wûseng por su tiempo, pero cunado volteo, este ya no se encontraba en la puerta hasta donde había acompañado al chico.
- Encontraste el baño? – soltó Mika en voz baja y de repente.
Marco dio un pequeño brinco sobre exaltado por la mujer-búho.
- Deja de hacer eso – la reprocho el en voz baja también.
- Tardaste mucho.
- Digamos que ahora me siento más aliviado – dijo el sonriendo.
Ella le devolvió la sonrisa sin indagar mucho más en el tema. Ambos volvieron a su labor intentando meditar, o al menos quien lo intentaba era el chico, porque Mika lo conseguía. Pasaron las horas, pero esta vez Marco puso todo su empeño en despejar su mente. Sin embargo seguía siendo una tarea difícil de consolidar. El joven pensaba en diferentes cosas con facilidad. Intento no frustrarse y darse la oportunidad de que solo necesitaba constancia para llegar a dominar su mente.
La noche llego si darse cuenta. Se levantó cuando Mika se lo dijo. Le comento al joven que era hora de cenar. Él fue invitado como el nuevo alumno del monasterio. Todos los alumnos y maestros se sentaban juntos en un gran salón. En este no había mesa. Solo había un cojín para cada alumno y profesor. Delante de cada cojín había un cuenco con comida. La cual era arroz. Marco se sentó al lado de Mika, pues no sabía a quién más seguir, y por el momento ella era a quien más conocía. Miro a su alrededor, había una gran cantidad de alumnos allí, y de muchas especies al parecer. Había alrededor de unos dos cientos individuos allí. Todos se sentaban en pequeños grupos para aprovechar mejor el espacio. Yuin y Grok estaban sentados delante de él un poco más a la derecha en otro grupo. Al final del salón estaba sentado en el medio de todo Wûseng. Al parecer él era el maestro más grande de allí. Cuando este toco un gong todo el mundo empezó a comer. Algo que le sorprendió al chico es que nadie hablaba ni decía todos comían en silencio. Pero no parecían obligados, sino parecía que lo hacían por gusto. Le resultó raro, pero eso no impidió que disfrutara de su tazón de arroz, el cual hubo de comer con palillos, no le fue muy complicado, pues no era su primera vez usándolos, igualmente ello no evito que algún pequeño par de granos se le resbalasen entre los palos.
A medida que terminaban su tazón cada uno se iba a lavar su plato, en la parte te afuera tenían un sitio para fregar los cuencos. Agua que caía de las montañas daba a parar allí y formaba una pequeña corriente en la cual limpiaban los utensilios de la mesa. Una vez lavados se dejaba los tazones apilados en una mesa de piedra cercana.
Luego de haber terminado esto todos volvieron a sus respectivos cojines y se pusieron a, según lo que parecía, meditar. Quiso preguntarle a Mika porque todo el mundo se pondría a meditar ahora, pero en cuanto abrió la boca Wûseng desde lo lejos le llamo la atención y lo mando a callar. Marco se sintió un poco avergonzado por interrumpir, pensó que los demás se reirían por haber cometido un error, pero nadie dijo nada. De hecho, nadie se había girado siquiera a mirarlo, cada uno estaba concentrado en su meditación. Optando por hacer lo más sensato. Se centró en meditar y dejo que el tiempo pasase como hacia el resto. Todo esto le resultaba curioso y nuevo, y en su interior sabía que le quedaba un largo camino por recorrer.
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Buenas gente, de nuevo me disculpo por traerles tarde el capitulo de esta semana, no tengo excusa. Solo diré que si me tardo es porque prefiero sacar el capitulo cuando yo considere que este bien, no quiero escribir rápido y sacar lo que sea y a ver si gusta o no.
Dicho esto, espero que hayan disfrutado con el capitulo de esta semana. Sean buenos, coman bien y donen sangre, que es bueno para ustedes y para los que la necesitan. Bye.
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